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Stalin y Dimitrov / de por ahi...

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Mensaje por Azali Jue Mar 17, 2011 7:40 pm

Georgi Dimitrov Mijailov fue un comunista búlgaro bastante importante nacido en 1882. De hecho, fue el dirigente comunista búlgaro más importante de la primera mitad del siglo XX. Tras el fracaso de la insurreccion comunista de 1923, se marchó de su país y se convirtió en agente del Komintern. En 1933 estaba en Alemania y fue detenido por los nazis a raíz del famoso incendio del Reichstag. Sin embargo, tuvo la potra de ser absuelto y puesto en libertad tras encargarse él mismo de su defensa durante el juicio de Leipzig, cosa que hizo de forma brillante, por cierto. Si tenemos en cuenta lo poco que se andaban con chiquitas los nazis en estas cosas, se podría decir que al ser puesto en libertad volvió a nacer.

Se marchó a la URSS donde fue recibido como un héroe. Obtuvo la ciudadanía soviética, y escaló por los peldaños del poder hasta convertirse en Secretario General del Komintern y diputado del Sóviet Supremo. Ocupó el sexto puesto en la jerarquía soviética. En 1935 organizó la estrategia de los Frentes Populares. Estalinista hasta la médula, durante el resto de su vida fue una marioneta del dictador soviético, con quien se llevaba muy bien.
Tras el fin de la guerra, regresó a Bulgaria donde dirigió el partido comunista y, desde 1946, el Gobierno de su país. Fue responsable de la sangrienta represión que se llevó a cabo contra la oposición democrática, del asesinato legal de su dirigente, Nikola Petkov, de miles de muertes y de la creación de una red de campos de concentración.
Murió en 1949 en el sanatorio de Barvija de Moscú.


Aparte de todo eso, el personaje de Dimitrov es relevante porque escribió un diario entre 1933 y 1949. Tanto los dirigentes soviéticos como los comunistas búlgaros estuvieron al corriente del diario y, salvo algunos extractos relativos al juicio de Leipzig, su contenido se mantuvo en riguroso secreto hasta la caída del comunismo en Europa. Se publicó por primera vez en búlgaro en 1997, y en inglés en 2003 (Yale University Press).
El diario de Dimitrov tiene un gran valor porque ningún otro dirigente comunista de su nivel ha dejado un documento similar. En él aparecen muchos detalles acerca de las actividades del Komintern, de la posterior instauración de las "democracias populares", y de la vida en el entorno de los dirigentes soviéticos.


En un capítulo de su libro "La experiencia totalitaria" (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2010), el búlgaro Tzvetan Todorov recoge unas cuantas citas de Stalin escritas por Dimitrov en su diario. En los años que pasó en la URSS, Dimitrov no se reunía con Stalin cada día pero sí con mucha frecuencia, ya que pertenecía a su círculo más cercano. Para Dimitrov, todo lo que decía Stalin, tanto en público como en privado, era tan valioso que inmeditamente lo anotaba en su diario. De esta forma, realizó inconscientemente un sobrecogedor retrato del dirigente soviético, un retrato fundamental para entender la personalidad y el comportamiento de Stalin, así como la naturaleza de las prácticas comunistas.
Veamos algunas de esas citas.


Dimitrov llegó a Moscú el 27 de febrero de 1934, y el 3 de marzo fue recibido por Stalin. Sus anotaciones dejan claro desde el principio que el dictador soviético era muy consciente de la posición excepcional que ocupaba en el centro de los millones de personas que formaban la población del país. Así, el 7 de abril de aquel año Stalin dice:

"Las masas innumerables tienen una psicología de rebaño. Sólo actúan a través de sus elegidos, sus jefes".


En el vigésimo aniversario de la Revolución de Octubre, el 7 de noviembre de 1937, Stalin hace el siguiente brindis:

"Aniquilaremos a todos estos enemigos, aunque sean vejos bolcheviques, aniquilaremos a todos sus seres queridos, a toda su familia. Aniquilaremos a todos aquellos que atenten contra la unidad del Estado socialista tanto de obra como de pensamiento (sí, de pensamiento), para que sean aniquilados hasta las últimas consecuencias todos los enemigos, tanto ellos como su clan".

El 11 de noviembre añade:

"Hay que perseguir, fusilar y aniquilar a los trotskistas. ¡Son provocadores mundiales, los peores agentes del fascismo!".

Para Stalin, un trotskista era cualquier comunista que no estuviera de acuerdo con él.
Ese mismo dia recordó como una hazaña los momentos en que "había que cortar en carne viva el cuerpo de los kulaks" (en referencia a los millones de campesinos que murieron en la URSS como consecuencia de la política soviética a inicios de los años treinta).

El 7 de noviembre también elogió la creación del Estado ruso por parte de los zares:

"Los zares rusos hicieron muchas cosas mal. Saquearon al pueblo y lo redujeron a la esclavitud [...]. Pero hicieron algo bueno: crearon un Estado inmenso, hasta Kamchatka. Nosotros hemos recibido ese Estado como herencia, y somos nosotros, los bolcheviques, los que por primera vez hemos consolidado y reforzado ese Estado como entidad única e indivisible [...]. Por eso todos los que intentan romper la unidad del Estado socialista, todos los que aspiran a arrancarle partes y nacionalidades, son enemigos, enemigos jurados del Estado y de los pueblos de la URSS".

Stalin, que es georgiano, adopta incondicionalmente el proyecto de extensión y consolidación del imperio.


El 21 de enero de 1940, hablando de los finlandeses, a los que había atacado el 30 de noviembre de 1939 y que estaban ofreciendo una sorprendente resistencia, dice:

"Hemos matado a sesenta mil, hay que matar también a los demás, y asunto concluido. Hay que dejar sólo a los niños y a los viejos".


El 6 de febrero de 1941 dice:

"Las personas mayores tienden a lo antiguo, mientras que los jóvenes van hacia delante. Es muy importante sustituir a las personas mayores por jóvenes".

Este principio explica no sólo las purgas de los años treinta, sino también la estrategia de Pol Pot varias décadas después: el dirigente camboyano se rodeará deliberadamente de niños soldado.


Hasta ahora, las citas reflejan la práctica del terror y la amenaza del terror por parte de Stalin. Pero también hay otras que se refieren a su política internacional, en las que Stalin trata de armonizar sus actuaciones con la doctrina marxista.
En agosto de 1939 firmó un pacto con Hitler, cosa que éste aprovechó para invadir Polonia. El Reino Unido y Francia entraron en el juego y empezó la Segunda Guerra Mundial. Stalin invitó al Kremlin a Molotov, Zhdanov y Dimitrov y les expuso así la situación (7 de septiembre de 1939):

"La guerra la llevan a cabo dos grupos de países capitalistas (ricos y pobres en colonias, materias primas, etc.) con el objetivo de repartirse el mundo, de dominar el mundo. Nosotros no estamos en contra de que luchen los unos contra los otros y se agoten mutuamente. No nos parece nada mal que gracias a Alemania se debilite la posición de los países capitalistas más ricos (en especial Inglaterra). Hitler, sin saberlo y sin pretenderlo, sacude y socava el sistema capitalista [...]. Podemos maniobrar, apoyar a un país en contra de otro para que se destrocen entre sí. El pacto de no agresión beneficia hasta cierto punto a Alemania. Después llegará el momento de apoyar al otro bando [...]. En tiempos de guerra, dividir los países capitalistas en fascistas y democráticos ya no tiene el sentido que tenía antes".

Desde luego las palabras de Stalin no tienen desperdicio y son muy esclarecedoras sobre la forma de actuar de la Unión Soviética en esas fechas. He destacado en negrita la frase en la que dice que le parece bien que el III Reich debilite a los países democráticos.


En el discurso de Stalin se produce a veces una mezcla de imperialismo y victoria del comunismo. Tras el pacto germano-soviético, los dos aliados se repartieron Polonia. Aquel mismo 7 de septiembre, Stalin dice:

"Destruir este Estado [Polonia] en las circunstancias actuales supondría un país fascista y burgués menos. ¿Qué tendría de malo que tras la derrota polaca extendiéramos el sistema socialista por nuevos territorios y poblaciones?".

Con respecto a la guerra contra Finlandia, el 21 de enero de 1940 añade:

"Las acciones del Ejército Rojo son también obra de la revolución mundial".


El 25 de noviembre de 1940 Stalin pidió a Dimitrov que transmitiera a Bulgaria la propuesta de firmar un acuerdo mutuo de no agresión. Al país balcánico, hasta entonces neutral, le llegaban solicitudes de todas partes.Y le dice:

"Por lo que respecta a la firma de un pacto de ayuda mutua, no sólo no nos oponemos a que Bulgaria se sume al pacto tripartito, sino que también nosotros lo haremos".

Vamos, que Stalin barajó seriamente la posibilidad de adherirse al pacto tripartito con Alemania, Italia y Japón. Es para echarse a temblar sólo de pensar que algo así se hubiera hecho realidad. Por suerte para nosotros, Hitler rechazó la oferta.


Alemania atacó a la Unión Soviética el 22 de junio de 1941, y ésta pasó a formar parte del bando aliado junto a las potencias democráticas. El 28 de enero de 1945, Stalin interpretó así esta alianza:

"Entre nosotros y la fracción democrática de los capitalistas surgió una alianza porque a ésta le interesaba impedir el dominio de Hitler, dado que ese dominio brutal habría provocado que la clase obrera se radicalizara y derribara el propio capitalismo. Ahora estamos en favor de una de las fracciones y en contra de la otra, pero en el futuro estaremos también en contra de esta fracción capitalista".

Stalin ve la guerra en clave marxista alegando que las razones del conflicto son económicas, no politicas. Para él las causas de la Segunda Guerra Mundial son iguales que las de la Primera. No diferencia entre fascistas y demócratas, son todos capitalistas. Para Stalin, lo malo de los nazis no es que fueran unos criminales, sino que eran capitalistas. Pasa por alto la naturaleza agresiva del nazismo y le atribuye los rasgos de un sepulturero involuntario del capitalismo, motivo por el que se alió con Hiter en 1939 y motivo también por el que, a la vez, y según el dictador soviético, las potencias democráticas se enfrentaron con el III Reich.
Así que primero favoreció a una de las "fracciones" capitalistas en contra de la otra, y cuando la primera le atacó, se unió a la segunda pero sin olvidar que ésta era asimismo el enemigo y que tarde o temprano se tendría que enfrentar también a ella.


En mayo de 1943 Stalin disolvió el Komintern. Este hecho obedecía a una estrategia seguida por él ya desde antes de la guerra según la cual el comunismo debería extenderse por el mundo de forma disimulada, es decir, sin proclamar la revolución ni exigiendo la sumisión a la Unión Soviética, sino en forma de liberación nacional, de frente popular, de coalición con otras fuerzas progresistas. Había que ocultar el proyecto soviético detrás de una fachada que no intimidase a nadie, aunque por supuesto sin ceder en lo fundamental, que era controlar el poder. Por eso Stalin le dijo a Togliatti el 5 de marzo de 1944:

"Para los marxistas la forma nunca tiene un significado decisivo. Lo que importa es el fondo de las cosas".

Dimitrov, Secretario General del Komintern, tuvo que convertirse en su sepulturero. El 20 de abril de 1941 dice Stalin:

"Los partidos comunistas deberán dejar de ser secciones del Komintern y convertirse en partidos totalmente autónomos. Tienen que transformarse en partidos comunistas nacionales con nombres diferentes: partido obrero, partido marxista, etc. El nombre poco importa. Lo importante es que se introduzcan en el pueblo y que se centren en sus labores concretas. Deben tener un programa comunista, apoyarse en un análisis marxista, pero no tienen que mirar hacia Moscú [...]. Lo que ahora pasa a primer plano son las labores nacionales de cada país".

Resulta llamativo que aunque Stalin argumentara que había que dejar a cada partido comunista a su aire, continuara diciéndoles lo que debían de hacer. En realidad no tenía ninguna intención de dejar la menor libertad a los distintos partidos comunistas, pero precisamente por ello decía lo contrario. Y si intervenía en sus asuntos era porque velaba por sus intereses más que ellos mismos. Así, el 15 de marzo de 1946 Molotov le dice a Dimitrov:

"Ya no podemos admitir esta situación, porque perjudica los intereses de Bulgaria".

En realidad la situación perjudicaria los intereses de Stalin, pero había que disimular con las palabras.

Cuando Alemania invadió la URSS, Stalin insistió en la misma estrategia. Así, el mismo 22 de junio de 1941 le dice a Dimitrov:

"De momento el Komintern no debe actuar al descubierto [...]. No debe volver a plantearse el tema de la revolución socialista. El pueblo soviético lucha en una guerra patriótica contra la Alemania fascista".

Intereses nacionales, patriotismo, y no revolución socialista. Stalin se había dado cuenta de que invocando lo primero conseguiría muchos más apoyos que reclamando lo segundo.

La alianza con las potencias democráticas influyó decisivamente en la supresión final del Komintern, ya que Stalin quiso contentarlas de esa forma. Sin embargo, la política del Komintern continuó con más fuerza que antes si cabe, y en 1947 se crearía el Kominform, sustituto del Komintern.


Tras la guerra, una serie de países cayeron bajo la órbita soviética. Stalin seguía siendo igual de implacable que siempre. Hablando de la oposición a los comunistas en Bulgaria, dice el 23 de diciembre de 1945:

"Por lo que respecta a la oposición, puede ser, como sabemos, leal o desleal".

La primera, a la que le parece bien colaborar con los comunistas en el poder, es aceptable. En cuanto a la segunda, Stalin da a Dimitrov instrucciones concretas (28 de marzo de 1946):

"Tomar una serie de medidas reflexionadas y hábilmente organizadas para aplastar la oposición".

Sin embargo, había que seguir guardando las apariencias para no asustar a la gente. El 6 de diciembre de 1948, Stalin invitó a su casa a los dirigentes comunistas búlgaros y polacos y les explicó que había dos vías que conducían al socialismo, a la dictadura del proletariado: la leninista (propia de la URSS) y la democrática. Según les dijo:

"La forma soviética es buena porque resuelve todo rápidamente -con sangre, pero rápidamente-, pero vosotros podéis prescidir de ella, porque vuestros capitalistas se han rendido enseguida".

Stalin en absoluto oculta la envergadura de las masacres de las que es responsable el régimen soviético ya desde los tiempos de Lenin ("con sangre, pero rápidamente"), pero admite que si existe colaboración de otros grupos políticos, se puede llegar a instaurar un régimen comunista de una forma aparentemente democrática. Cambian las formas, pero el fondo sigue siendo el mismo: hacerse con el poder y controlarlo de forma absoluta.


En el diario de Dimitrov, Stalin aparece como un dirigente temible, con toda su fuerza. Ya no distingue entre comunismo y Estado soviético. Lo que es bueno para el poder soviético es bueno para el comunismo y a la vez para él mismo. La Unión Soviética debe conquistar el poder en el mundo del mismo modo que Stalin ha conquistado el poder absoluto en la Unión Soviética.

A la vez, Stalin es un tipo inteligente, pero que comete dos errores: uno con Hitler y otro con Tito.
Con respecto al primero, es prisionero de sus esquemas marxistas y no advierte que el proyecto de Hitler es algo nuevo. Stalin es un dirigente que calcula siempre los efectos de sus actos antes de hacer nada. Otra de sus frases es: "Si eres fuerte, golpea. Si no, no aceptes el combate". Cree que Hitler es igual que él, pero se equivoca, porque el dictador alemán actúa anteponiendo sus convicciones y es un megalómano que no calcula los efectos de lo que hace, razón por la que entra en guerra simultáneamente contra el Reino Unido, la URSS y Estados Unidos. Stalin terminará venciendo, pero después de cuatro años de guerra agotadora y veinticinco millones de víctimas soviéticas.
El caso de Tito aparece en las últimas páginas del diario de Dimitrov. Tito toma a Stalin al pie de la letra cuando éste dice que va a respetar la autonomía de cada partido comunista, y así se emancipa de la tutela soviética. Y sabe elegir el momento, que es cuando Stalin teme la reacción estadounidense y renuncia a intervenir militarmente contra Yugoslavia.


Stalin murió en 1953, pero como apunta Tzvetan Todorov al final del capítulo de su libro, "las lecciones que hemos aprendido de sus actos siguen vivas entre nosotros".


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