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Cubanos clandestinos en La Habana

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Mensaje por Azali Lun Ago 01, 2011 9:32 am


Cubanos clandestinos en La Habana


Por Iván García, La Habana


La Habana es una especie de ciudad prohibida para las personas de la Cuba profunda. Por el

Decreto 217, vigente desde el 22 de abril de 1997, residir en la capital del país es una trama complicada de gestiones burocráticas y horas de colas en oficinas de la administración central.Tienes que cumplir una gran cantidad de requisitos para que aprueben radicarte en la ciudad. Es un lío.


A no ser que seas un guantanamero, camagüeyano o santiaguero y ejerzas alguna función en una empresa estatal o dentro del Partido Comunista. Entonces se te abren las puertas de La Habana. Y los generosos recursos del Estado o del Partido te aseguran un inmueble de su vasta red de viviendas destinadas a esas situaciones.


En caso de que la visita a la capital sea fugaz, te alojan en un hotel tres estrellas, con barra abierta para comer y beber en tus ratos de ocio. Sin gastar un centavo de tu bolsillo.


Empresas que manejan divisas, como el turismo, aviación civil o telecomunicaciones, poseen casas a su disposición para albergar a especialistas, ingenieros o cuadros administrativos de otras provincias. O habitaciones en hoteles de calidad que deben pagar en moneda dura. Es la única manera legal de radicarse en La Habana con la venia de sus autoridades.


La otra es pasar unos días con familiares residentes en la capital, visitar el Zoológico de la avenida 26, tirarse fotos frente al Capitolio y recorrer el Barrio Chino o las playas del Este. Y sacar el boleto de vuelta al terruño.


De lo contrario, se te abre un expediente como ilegal. En pos de frenar el creciente éxodo de cubanos del interior del país, desesperados por la aguda situación económica y falta de futuro, desde hace catorce años existen controles y regulaciones que impiden radicarse en La Habana a los nacidos fuera de su territorio.


Son extranjeros en su propia patria. Con el Decreto 217, las instituciones del Estado pretendían darle una solución a la superpoblación de una ciudad que ya supera los dos millones y medio de habitantes, con una infraestructura del cuarto mundo y un déficit bestial de viviendas, agua y transporte público.


Se daba la paradoja que mientras intentaban detener la despavorida ola, sobre todo de jóvenes de las regiones orientales, que huían de sus poblados para tratar de vivir mejor, construían barracas con techos a dos aguas de fibrocemento, donde albergaban a constructores y candidatos a policía.


Y es que los habaneros no quieren ser policías. Ni laborar en el duro oficio de la construcción, mal pagado y con pésimas condiciones de trabajo. Por ello al gobierno no le quedó más remedio que contratar mano de obra en las provincias orientales por un período de dos a cinco años.


Pero los provincianos se las agencian para desprenderse del arique y la tierra y recalar en La Habana. Varios son los motivos. El principal, que a pesar de la crisis económica severa que afecta a Cuba hace 22 años, es en la capital donde corre el dinero y los productos y servicios se venden más caros.


También es un buen lugar para que las muchachas tomen el tren desde Bayamo o Manatí y se prostituyan en calles y bares de la ciudad. Abunda la clientela nacional y los turistas a la caza de carne fresca que paga el sexo a buen precio.


Por cierto, la jineteras del oriente de la isla son mal vistas por sus similares habaneras. Las prostitutas nacidas en la urbe, consideran que las orientales o ‘palestinas’, como les dicen, han devaluado la añeja profesión, por las bajas tarifas que cobran. Y las odian.


Los orientales que de manera clandestina llegan a La Habana hacen de todo. Desde pedalear durante 12 horas un bicitaxi, recoger desechos de aluminio o cartón, vender pacotilla textil, discos piratas, detergentes y aromatizantes en la calle Monte.


Quienes vienen a trabajar duro son dignos de admiración y respeto. Otros, malandrines violentos, quieren hacer dinero por la vía rápida. Y se convierten en expendedores de marihuana criolla. O proxenetas que se apean en la terminal de ferrocarriles con un harén de jineteras, azoradas con las luces, y las ponen a trabajar a destajo en ruinosas habitaciones, follando por 5 dólares la media hora.


Desde El Cobre o Manzanillo también hacen sus maletas gays y lesbianas, de pueblos donde no son bien vistos y se mantienen en el armario. Ya en la capital, enseguida se adaptan a la vida nocturna y disipada. Con tacones altos, travestidos, asisten a fiestas de gays o de ‘tuercas’(lesbianas), sin la mirada reprobatoria de familiares y amigos.


Suele ocurrir que en ocasiones los policías son paisanos de la misma provincia, pero esto no los conmueve. Los cazan y los montan de vuelta en el tren de la madrugada. En balde. Porque los clandestinos, al margen de su inclinación sexual, se las ingenian para burlar el cerco policial y los controles. Y regresan a La Habana. Es un asunto de supervivencia.

http://taniaquintero.blogspot.com/

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Mensaje por Tetro Lun Ago 01, 2011 4:25 pm

Son ilegales en su propio pais

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Mensaje por Azali Lun Ago 01, 2011 4:32 pm

Asi es..algo que parece increible..y aunque machacados, no se atreven a nada, mas delante de las camaras, deben de seguir "apoyando" al mao, a ver si por casualidad le suelta alguna de sus migajas.

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Mensaje por Azali Jue Ago 04, 2011 7:07 pm

Echan a cubanos pobres de La Habana


Cubanos clandestinos en La Habana Cuba08
El fantasma de la deportación hacia sus provincias de origen mantiene en jaque a miles de cubanos que emigraron a La Habana en busca de mejores condiciones de vida y oportunidades laborales. Lo cuenta hoy Wilfredo Cancio en “El Nuevo Herald“.


Fragmentos del documental



Cada semana, por ferrocarril o en ómnibus, las autoridades policiales devuelven a grupos de ”indocumentados”, mayormente oriundos de la región oriental del país. Son los llamados ”palestinos”, que han conseguido establecerse a duras penas en barrios marginales y asentamientos en la periferia capitalina.

”El fenómeno de la devolución forzosa sigue vigente, aunque la policía procede silenciosamente y con cierto secretismo”, indicó el activista Elizardo Sánchez, presidente de la ilegal Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN).

Según Sánchez, decenas de personas son deportadas semanalmente tras ser detenidas y no poder mostrar documentos que prueben su residencia legal en La Habana. Los reincidentes son enjuiciados, aunque las sanciones se reducen a multas y el destierro de la capital varios años.

La medida no tiene precedentes en la historia de Cuba desde que se instauró la república en 1902.

La crisis económica de los años 90 provocó un aumento en las personas que se iban del interior a la capital, y en consecuencia la proliferación de caseríos improvisados, levantados con pedazos de tablas y láminas de zinc a espaldas de inspectores y policías. Se estima que alrededor de 20 nuevos barrios marginales han surgido en los suburbios habaneros en la última década.

La vivienda es uno de los graves problemas sociales que encara el país, particularmente en La Habana. En julio del 2005 el gobierno acometió un programa de construcción de 100,000 viviendas al año, pero la meta nunca se cumplió.

Una comisión del Parlamento criticó el mes pasado el programa de construcción y reparación de viviendas. De un plan de 70,300 para este año, hasta mayo apenas se habían concluido 16,241 en todo el país.

Alarmado por el desplazamiento de personas hacia una capital donde ya viven 2.1 millones de habitantes, el gobierno implementó en 1997 el decreto-ley 127 para regular la relocalización de miles de habitantes procedentes del interior del país. La CCDHRN y organizaciones internacionales de derechos humanos califican la medida de inconstitucional.

Es como si nosotros tuviéramos la lepra porque somos orientales”, afirma María, una guantanamera que aparece en el documental Buscándote Havana (2006), de la realizadora cubana Alina Rodríguez Abreu. El filme, de 21 minutos, se presentará hoy en el programa La Mirada Indiscreta de AmericaTeVe-Canal 41 de Miami.

Buscándote Havana explora las deplorables condiciones de vida, la marginación y la exclusión que encaran los habitantes de estos espacios suburbanos. La indagación cinematográfica de Rodríguez Abreu, de 22 años, fue su tesis de graduación en la Facultad de los Medios de Comunicación Audiovisual del Instituto Superior de Arte (ISA) en La Habana.

El Nuevo Herald no consiguió localizar a Rodríguez Abreu en La Habana.

”Ella [Rodríguez Abreu] hizo un trabajo excelente”, consideró el realizador Jean Michel Jomolca, quien formó parte de la misma graduación del ISA y vive en Miami desde enero pasado. “Tuvo que editar la película con el material que le permitieron filmar e incluso perdió varias cintas con testimonios de deportados que localizó en las provincias orientales”.

Las autoridades del municipio habanero San Miguel del Padrón le prohibieron filmar en los asentamientos de El Cuncuní y los Mangos, después Rodríguez Abreu trabajó con testimoniantes durante seis meses. En Guantánamo fue detenida, le quitaron la cámara y perdió las imágenes grabadas en la zona oriental.

La mayor parte de las escenas fueron tomadas en los asentamientos capitalinos de Casablanca, Planta Asfalto (Guanabacoa) y Santa Fe. El documental recoge además el testimonio de otra María, una camagüeyana que vive con su esposo en el espacio que ocupara la piscina del Hotel Bristol, convertido en una cuartería en pleno corazón de La Habana.

El crítico Alejandro Ríos, el conductor de La Mirada Indiscreta, opina que la obra de Rodríguez Abreu recuerda el vigor creativo de la gran documentalista cubana Sara Gómez (1943-1974), quien se ocupó de la marginación durante los primeros años del gobierno de Castro.

”Esta es una prueba fehaciente del renacer del género documental en Cuba y del compromiso de sus nuevos hacedores para retratar la realidad sin cortapisas, con honestidad, despejando las cortinas de humo de la historia oficial”, comentó Ríos.

Los regionalismos agravados y la visión peyorativa de los orientales emergen también como temas de actualidad en la isla. La reciente discusión del campeonato nacional de béisbol entre los equipos de Santiago de Cuba e Industriales, representante de la capital, generó la aparición de varios carteles en las calles de La Habana que criticaban la presencia de los orientales.

”Esta gente son como la roya”, asevera Oneida, una habanera opuesta al incremento de orientales en la capital. La roya es un hongo que vive parásito en los vegetales y ocasiona peligrosas enfermedades.

En el documental, el sociólogo Pablo Rodríguez afirma que si no se toman medidas urgentes sobre la proliferación de asentamientos marginales ”el futuro va a ser el de Las Yaguas”. El barrio de Las Yaguas, en las afueras de La Habana, fue identificado al triunfo de la revolución como el símbolo de la pobreza y la desatención social en la etapa republicana, y en su lugar se construyó una moderna urbanización a comienzos de los años 60.

Extraoficialmente se calcula que unas 120,000 personas viven hoy hacinadas en barrios marginales y asentamientos ilegales en La Habana, aunque el fenómeno se ha extendido también a las más importantes ciudades del interior del país.

Asterio, un guantanamero, se cuestiona si La Habana es la capital de todos los cubanos: “¿Quiere decir que no somos cubanos? ¿Qué somos entonces nosotros?”

Wilfredo Cancio
El Nuevo Herald


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Mensaje por Martin Guevara Lun Sep 19, 2011 7:17 pm

http://martinguevara.over-blog.es/article-sombrero-de-guano-84215131.html

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Mensaje por Azali Lun Sep 19, 2011 8:07 pm

Saludos Martin .



Eres sobrino del Che Guevara?


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Mensaje por Martin Guevara Lun Sep 19, 2011 10:13 pm

Sí, el mismo.

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Mensaje por CalaveraDeFidel Mar Sep 20, 2011 4:51 am

Martin, bienevenido a este espacio. Su presencia es enriquecedora debido a su conocimiento único del revolución.
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Mensaje por CalaveraDeFidel Mar Sep 20, 2011 5:05 am

Del tema no me interesa crticar el componente asesino radical de Ernesto, porque yo mismo confieso que mataría y seguiría matando a muchos, por ejemplo a la camarilla directora de Cuba, y además porque concuerdo que el mal engendra el mal, aunque es muy efectivo saltarse los protocoles.

Me interesa dilucidar si Fidel lo traicionó.
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Mensaje por CalaveraDeFidel Mar Sep 20, 2011 5:15 am

Lamento que nole interese la figura pública,porque esa fue la que nos afectó; me interesa menos el lado personal del Che, que peude llevar justamente a re-mitificar, siendolo contrario de lo que usted dice de librarse del mito.
Sin embargo, abundando en esa vertiente le pregunto:
¿ cree que el Ché era consciente de la necesidad del grado de abuso para conseguir un fin ? ¿Cree que habría aceptado los cometidos por la revolución y aún habría pedido más mano dura, o cree que nunca supo entonces y/o habría quedado espantado por los de hoy? Lo digo porque hasta Pablo Milanés se espanta de que apaleen a un grupo de mujeres como las damas de Blanco.
Obviamente entiendo que con el libro en ciernes no vaya a adelantar mucho ni a contradecirse, pero aúnasí espero su respuesta.
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Mensaje por CalaveraDeFidel Mar Sep 20, 2011 1:42 pm

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Mensaje por Azali Vie Oct 05, 2012 12:25 am

Que sera de Martin Guevara?

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Mensaje por Azali Vie Oct 05, 2012 12:29 am

Tuesday 2 october 2012202/10/Oct/201223:41

La Beca.











Otra razón por la que el lugar no resultaba un cómodo cobijo para dormir, era que la gracia más difundida, consistía en tirar botas de trabajo por la noche cuando apagaban las luces, provocando un estruendo de risas una vez que hacía diana en cualquier parte del cuerpo de algún desprevenido durmiente. La mayoría de las veces, las botas iban apertrechadas con líquidos renales de varios jodedores, de modo que el estruendo de las risas una vez que la bota de goma de caucho, rellena de desperdicios, daba con un destinatario, se podía escuchar en todos los rincones del albergue. En ese caso no sólo salía perjudicado el que recibía el botazo y su tesoro, también los que moraban en el trayecto del ominoso calzado, bajo el arco que trazaba en el aire antes de colisionar con el desgraciado.

La beca, o escuela de internados en el campo, combinando estudio y trabajo había sido una ocurrencia del omnipresente Fidel, quien como siempre tenía a alguien a quien culpar por si la cosa no salía demasiado bien, en este caso, como en ocasión del asalto al cuartel Moncada, le tocó cargar con el muerto de la autoría intelectual a José Martí.

Había otro juego igual de difundido en la beca que era salir en pandilla cuando las luces se apagaban a las diez, y sorprender desprevenido a quien estuviese dormido, dándole un sonora bofetada, y luego dispersándose rápidamente mientras el asustado objeto de la broma, se despertaba entre el ardor de su cara y el desconcierto. Este juego presentaba diversas variaciones. Una de ellas era asestar el golpe con un palo, otra con un cinturón.

Pero la broma que más me impactó, fue la de las colillas encendidas entre los dedos del pie mientras el incauto dormía. Cuando las brasas llegaban a hacerse sentir en la piel, todas a una vez, y el recién despertado echaba las manos a la candela instintivamente, se quemaba los veinte dedos. Hay que admitir que tenía algo de absurdo y cómico. Hay que admitir que cualquier hombre elegido al azar, horrorizaría a cualquier fiera.
Era difícil imaginar un blanco mejor, ni siquiera ideado, para esas botas rellenas, los bofetones sonoros, y los cabos de cigarrillos en los pies, que el hall de entrada al albergue, nuestro dormitorio, la antesala del arsenal de las bromas histéricas y la filosofía húmeda.
Cada noche volaban raudos sobre mi cabeza, los dichosos calzados de trabajo, y era cuestión de tiempo que a cada uno le tocase recibir el impacto. A mi nunca me dio un botazo de pleno pero si llegué a conocer de cerca los efluvios de las esencias que atesoraban su interior, sobre mis sábanas. Y también conocí de cerca el bochorno de alguna sonora galleta.
Las víctimas de ninguna de las tres bromas eran elegidas totalmente al azar. Se descartaba en primera instancia a los profesores, que dormían en una zona del albergue, luego a los más guapos, los que ocupaban también, una zona que consideraban privilegiada, por la razón que fuere; luego descartaban también a los musculosos y a los grandes, aunque no fuesen violentos, no era cuestión de poner a prueba la paciencia de aquellos mozalbetes. Tampoco había que arriesgar con los dirigentes de las organizaciones estudiantiles, o miembros de la UJC, chivatos por amor a la delación. Por último, y ya habiendo descartado todos los grupos de riesgo, quedaban los débiles, los nobles, los bajitos, los lunáticos, los mongólicos, los aplicados en el aula, los atildados; y los ratones, sobrenombre que se les ponía a los cobardes. También los que como yo, estaban todavía algo perdidos en ese lugar y juntaban un poco de cada uno de esos subgrupos. Intentaba no permitir, que me diesen una galleta o me tiraran una bota, sin encender la luz y vociferar a voz en cuello:
_ Me cago en la putísima madre de quien hizo esto, y si es hombre que salte ahora mismo!
Este pataleo de ahorcado, se le permitía al elegido para el sketch nocturno, hasta ahí se podía llegar. Pero no era conveniente pasarse, porque sino además de la galleta o la bota podía uno pasar la noche con incomodidades en la postura, a razón de un buen ramillete de puntapiés. Una vez al recibir en plena cara, una galleta con más estruendo que dolor, me levanté fuera de mis casillas y sin importarme más lo que pasara, encendí la luz y me salió del pecho un grito natural:
_ Me cago en el recontracoño de la madre del maricón que me hizo esto, su puta madre su abuela y toda su parentela se cansaron de mamarme la pinga!.Si es menos ratón que toda su familia que salte que me lo voy a merendar.
Apenas terminé de desfogarme presentí que me había excedido en el celo puesto en mi llamada al ofensor.
Y vaya si saltó. Saltaron tres, el del medio me dijo que había sido él quien me había golpeado en la oscuridad, y que si quería me daba también con la luz encendida. Entonces noté que mis brazos no respondían, que la ira que había sentido unos segundos atrás, se había convertido súbitamente en compasión por mi mismo, las piernas me temblaron, se me aflojó el hombro y por más que quería mantener los puños apretados, los dedos, caprichosos, se alejaban de la palma de la mano, se me hacía imposible mantenerlos, no ya apretados sino unidos, empecé a tener ganas de orinar y de ir de vientre, cuando me rodearon los tres, sólo alcancé a decir con un hilo de voz inaudible, titubeante desde el bloqueo casi total de la garganta hasta la inconsistencia de los labios:
_ Disculpen lo que dije pero no me dejan dormir ninguna noche.
Y ahí mismo comenzaron a golpearme en turba. No caí al suelo, no me dolían los golpes, estaba dominado por la soledad, anestesiado por el miedo a la soledad, y un rato después, ya había entrado en calor y había perdido el miedo paralizante, usaba los movimientos para defenderme, y de a poco comencé a soltar puñetzos con la precisión de un boxeador profesional, pero con la finalidad contraria a la de los púgiles, errar el golpe, era tan complicado como hacer diana, no me convenía en absoluto golpear a alguno de los tres. Solo se detuvieron cuando abrieron la puerta dos profesores, y preguntaron que había pasado, y los cuatro les dijimos que era un problema entre nosotros. Aquel episodio me granjeó un minimo, casi imperceptible, pero gratificante respeto. A partir de ese día segundos antes de que tirasen la bota, instantes antes de resultar bautizado por las cálidas gotitas amarillas, mi oído creía escuchar:
-¡ Caballeros, cuidado con el argentino!.

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