De la intransigencia.
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De la intransigencia.
De la intransigencia.
2009 Noviembre 24
de Zoé Valdés
DE LA INTRANSIGENCIA.
Hablaba yo con un amigo chileno al que le pregunté -aún creyendo yo misma que conocía de antemano la respuesta- ¿qué habían hecho los chilenos para que el mundo les creyera sin ningún tipo de dudas acerca de la dictadura de Pinochet?
Su respuesta fue la siguiente: “La dictadura de Pinochet era una dictadura de derechas, los chilenos la sufrimos y la denunciamos”.
Esa era la respuesta que yo me esperaba, aunque pensé que sería más extenso sobe ese mismo principio.
“Hubo una reacción esencial por parte de la mayoría de los chilenos: la intransigencia”. Ah, dije, de eso nos acusan a los cubanos, o sea de ser intransigentes frente a una dictadura.
“Es como único se puede ser frente al terror –respondió. Con los representantes de una dictadura no se dialoga. Ningún chileno que yo haya conocido invitó a dialogar públicamente a un torturador instantes después de haber torturado a su familia. Ningún chileno aceptó nunca que se pusiera al mismo nivel al dictador con un presidente demócrata, jamás les dimos esa oportunidad de legitimización.
Pero sobre todo, ¿qué se espera de una dictadura? Una dictadura golpea salvajemente, tortura, encarcela, desaparece y mata. No se le puede dar el más mínimo beneficio de la duda; y mucho menos con espectáculos que ellos utilicen a su favor.
Si un chileno de la época de Pinochet hubiese invitado a uno de sus perseguidores a dialogar en una esquina céntrica de Santiago, seguramente que las turbas pinochetistas habrían ido a por su captura, lo arrestarían, lo desaparecerían. Ni dudarlo.
La dictadura castrista tiene una manera muy especial de hacerse la resbalosa. El castrismo sabe suministrar la tortura de manera muy sutil, y siempre tornará la situación a su favor. Turbas enviadas, pero que sin embargo parecen espontáneas gritan encima de un perseguido, empujan, golpean, sin dejar marcas. En medio de la turba aparecerán dos salvadores, dos “buenagentes”, que rescatarán al perseguido de la turba, lo introducirán en un automóvil, y en lugar de desaparecerlo o de encarcelarlo, y sin tocarlo, sin quitarle ni siquiera nada de encima, documentos, teléfono para enterarse de su lista de conocidos, lo abandonarán en un sitio lejano. De este modo, lo que vio el mundo, es algo raro ante sus ojos acostumbrados a desayunar con el horror cotidiano, algo que pasará desapercibido a los ojos de ustedes, los cubanos, ellos vieron que: La policía secreta castrista ha protegido a un disidente del pueblo revolucionario que defendía la revolución. Ese es el tipo de espectáculo que no debemos concederle jamás a la dictadura. Es mi modesta opinión. Eso es espectáculo para engañabobos, y la dictadura lo sabe, se aprovecha de ello. Diálogo, ninguno, con ningún representante de la dictadura.
Sigo muy de cerca el caso cubano, me intriga sobremanera cómo un acontecimiento borra el anterior en la memoria de la gente, y sobre todo en la prensa. Nadie ha entrevistado a una mujer que estuvo en huelga de hambre hasta hace poco, se olvidan de Darsi Ferrer y de Oscar Elías Biscet, pues creo que deben seguir hablando de ellos, sin cesar. De todos los presos políticos. Deben volcarse en una campaña internacional con todos esos nombres, todos.”
Lo intentamos, insisto yo, pero no es fácil, la prensa no nos escucha.
“No han sabido manejar los casos, puntualmente. Oscar Elías Biscet debería ahora mismo enviar una carta a Barack Obama, hacerla pública. Una carta abierta. Él representa todo por lo que Obama ganó la presidencia de los Estados Unidos. Y con mis respetos, la carta debería ser firme: Barack Obama no puede reconocer a un dictador que tortura y persigue a los negros, a los blancos, a los homosexuales, a todos, no puede admitir que sea su interlocutor.”
Sabes – repito, vuelvo al tema de la intransigencia- que cuando a los cubanos nos llaman intransigentes es de manera peyorativa.
“¿Y qué? Es mejor ser intransigente que pactar con una dictadura, a través del gobierno de los Estados Unidos. Aunque no soy nadie para dar lecciones, estoy hablando como un amigo. Viví en Cuba, y las pasé negra, sé de lo que hablo”.
Es cierto, le dije, con nosotros no ha sido fácil. Aunque tengo que admitir que la libertad de Cuba no es asunto del gobierno de los Estados Unidos. El propio Obama lo dijo al inicio de su presidencia. Le toca al pueblo cubano derrocar a la dictadura. Hay múltiples maneras de hacerlo, pero a mi juicio, ninguna debe tenderle la mano a la dictadura abominable y sangrienta que ha acabado con la vida de tantos cubanos. Pedro Luis Boitel no lo hizo; es cierto que la lista no es muy larga de hombres y mujeres que, como él, no transigieron. No es muy larga esa lista, pero existen, y poseemos una insoportable tendencia a olvidarla.
Zoé Valdés.
Reinaldo Escobar (Macho Rico para los amigos) y yo, el día de mi primera boda, en La Bodeguita del Medio, cuando aún era en pesos cubanos. Hice close up de la foto hacia nosotros porque dos personas de la foto se encuentran en Cuba y en Venezuela.
2009 Noviembre 24
de Zoé Valdés
DE LA INTRANSIGENCIA.
Hablaba yo con un amigo chileno al que le pregunté -aún creyendo yo misma que conocía de antemano la respuesta- ¿qué habían hecho los chilenos para que el mundo les creyera sin ningún tipo de dudas acerca de la dictadura de Pinochet?
Su respuesta fue la siguiente: “La dictadura de Pinochet era una dictadura de derechas, los chilenos la sufrimos y la denunciamos”.
Esa era la respuesta que yo me esperaba, aunque pensé que sería más extenso sobe ese mismo principio.
“Hubo una reacción esencial por parte de la mayoría de los chilenos: la intransigencia”. Ah, dije, de eso nos acusan a los cubanos, o sea de ser intransigentes frente a una dictadura.
“Es como único se puede ser frente al terror –respondió. Con los representantes de una dictadura no se dialoga. Ningún chileno que yo haya conocido invitó a dialogar públicamente a un torturador instantes después de haber torturado a su familia. Ningún chileno aceptó nunca que se pusiera al mismo nivel al dictador con un presidente demócrata, jamás les dimos esa oportunidad de legitimización.
Pero sobre todo, ¿qué se espera de una dictadura? Una dictadura golpea salvajemente, tortura, encarcela, desaparece y mata. No se le puede dar el más mínimo beneficio de la duda; y mucho menos con espectáculos que ellos utilicen a su favor.
Si un chileno de la época de Pinochet hubiese invitado a uno de sus perseguidores a dialogar en una esquina céntrica de Santiago, seguramente que las turbas pinochetistas habrían ido a por su captura, lo arrestarían, lo desaparecerían. Ni dudarlo.
La dictadura castrista tiene una manera muy especial de hacerse la resbalosa. El castrismo sabe suministrar la tortura de manera muy sutil, y siempre tornará la situación a su favor. Turbas enviadas, pero que sin embargo parecen espontáneas gritan encima de un perseguido, empujan, golpean, sin dejar marcas. En medio de la turba aparecerán dos salvadores, dos “buenagentes”, que rescatarán al perseguido de la turba, lo introducirán en un automóvil, y en lugar de desaparecerlo o de encarcelarlo, y sin tocarlo, sin quitarle ni siquiera nada de encima, documentos, teléfono para enterarse de su lista de conocidos, lo abandonarán en un sitio lejano. De este modo, lo que vio el mundo, es algo raro ante sus ojos acostumbrados a desayunar con el horror cotidiano, algo que pasará desapercibido a los ojos de ustedes, los cubanos, ellos vieron que: La policía secreta castrista ha protegido a un disidente del pueblo revolucionario que defendía la revolución. Ese es el tipo de espectáculo que no debemos concederle jamás a la dictadura. Es mi modesta opinión. Eso es espectáculo para engañabobos, y la dictadura lo sabe, se aprovecha de ello. Diálogo, ninguno, con ningún representante de la dictadura.
Sigo muy de cerca el caso cubano, me intriga sobremanera cómo un acontecimiento borra el anterior en la memoria de la gente, y sobre todo en la prensa. Nadie ha entrevistado a una mujer que estuvo en huelga de hambre hasta hace poco, se olvidan de Darsi Ferrer y de Oscar Elías Biscet, pues creo que deben seguir hablando de ellos, sin cesar. De todos los presos políticos. Deben volcarse en una campaña internacional con todos esos nombres, todos.”
Lo intentamos, insisto yo, pero no es fácil, la prensa no nos escucha.
“No han sabido manejar los casos, puntualmente. Oscar Elías Biscet debería ahora mismo enviar una carta a Barack Obama, hacerla pública. Una carta abierta. Él representa todo por lo que Obama ganó la presidencia de los Estados Unidos. Y con mis respetos, la carta debería ser firme: Barack Obama no puede reconocer a un dictador que tortura y persigue a los negros, a los blancos, a los homosexuales, a todos, no puede admitir que sea su interlocutor.”
Sabes – repito, vuelvo al tema de la intransigencia- que cuando a los cubanos nos llaman intransigentes es de manera peyorativa.
“¿Y qué? Es mejor ser intransigente que pactar con una dictadura, a través del gobierno de los Estados Unidos. Aunque no soy nadie para dar lecciones, estoy hablando como un amigo. Viví en Cuba, y las pasé negra, sé de lo que hablo”.
Es cierto, le dije, con nosotros no ha sido fácil. Aunque tengo que admitir que la libertad de Cuba no es asunto del gobierno de los Estados Unidos. El propio Obama lo dijo al inicio de su presidencia. Le toca al pueblo cubano derrocar a la dictadura. Hay múltiples maneras de hacerlo, pero a mi juicio, ninguna debe tenderle la mano a la dictadura abominable y sangrienta que ha acabado con la vida de tantos cubanos. Pedro Luis Boitel no lo hizo; es cierto que la lista no es muy larga de hombres y mujeres que, como él, no transigieron. No es muy larga esa lista, pero existen, y poseemos una insoportable tendencia a olvidarla.
Zoé Valdés.
Reinaldo Escobar (Macho Rico para los amigos) y yo, el día de mi primera boda, en La Bodeguita del Medio, cuando aún era en pesos cubanos. Hice close up de la foto hacia nosotros porque dos personas de la foto se encuentran en Cuba y en Venezuela.
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