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El pez muere por la letra

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Mensaje por Azali Jue Jul 03, 2014 10:54 pm

El pez muere por la letra

  • El pez muere por la letra Edelrisco
  • Enrique del Risco
    New Jersey, EE UU


[*]
El próximo 13 de julio se cumplirán ya veinte años del hundimiento del remolcador “13 de Marzo” y de la muerte de 41 de las 72 personas que navegaban en dicha embarcación mientras trataban de escapar de la isla (entre esos muertos, diez niños de edades que fluctuaban entre los 5 meses y los doce años). Decir “los hechos son de sobra conocidos” conlleva ignorar que la gran mayoría de los habitantes de la isla no tuvieron otra información que la versión oficial y, luego, veinte años de absoluto silencio. Discutir si se trata de un accidente o un crimen de Estado sólo conviene a los obvios culpables. Conviene, no obstante, repasar aquellas versiones oficiales, esas falacias que trataron de presentar como hechos y que añadieron al crimen el insulto adicional de la mentira.
La primera nota apareció sin firmar un día después de los acontecimientos, el 14 de julio de 1994 en el periódico Granma, página 2:
El pez muere por la letra Granma-14-de-julio-450x347
Como se observa se menciona el número de sobrevivientes, los muertos se aluden con la fórmula de “un número indeterminado de desaparecidos” y al hecho en sí se refieren con un escueto “zozobró”. El hundimiento de la embarcación y la “desaparición” de las personas es resumido como “este desagradable incidente” mientras como culpables se señalan a los que cometieron “este irresponsable acto de piratería” que a su vez fueron estimulados “por las radios contrarrevolucionarias, los elementos más reaccionarios de la gusanera de Miami y por los consabidos incumplimientos de los acuerdos migratorios del gobierno de Estados Unidos”: demasiada rabia en una nota más bien desapasionada que intenta describir un “desagradable incidente”. No es la única discordancia. La rutina retórica del Granma quizás no nos deje ver qué autoriza a calificar como “elementos antisociales” a personas de las cuales el redactor de la nota no parece conocer ni el nombre y mucho menos el número de fallecidos pero llama la atención de que transcurridas casi 24 horas del acontecimiento no se dé ni siquiera un número aproximado de desaparecidos.
El pez muere por la letra Granma-16-de-julio-450x617
Dos días después, el 16 de julio, aparece una nueva nota esta vez a cargo “del Ministerio de Interior”, otra vez en la discreta página dos, junto a un reportaje sobre un fabricante de pailas metálicas. Allí se asciende el incidente de “desagradable” a “lamentable” y por primera (y creo que única) vez se reconoce que el hundimiento de la nave “tuvo lugar al producirse una colisión entre esta embarcación y otro remolcador de esa misma entidad que trataba de darle alcance”. Luego se añadirá lo que constituye el eje de la versión oficial aparecida días después en televisión: que el remolcador se encontraba en mal estado y que esa fue la causa de su hundimiento. “Este medio naval estaba notificado con una avería que propiciaba una vía de agua, lo que era conocido por los autores directos del plan que aun así, de forma irresponsable, no repararon en consumar el hecho” dice el redactor anónimo del Ministerio, pretendiendo que la criminal irresponsabilidad de los autores del secuestro anule el hecho reconocido en el primer párrafo de que el remolcador se hundió a causa de la colisión con uno de los barcos que lo perseguían.
El que recuerde las entrevistas a algunos sobrevivientes que se prestaron a corroborar la versión oficial posterior (de que el remolcador se hundió porque estaba en mal estado y no a causa de una colisión) se sorprenderá de la candidez de esta nota. Debe recordarse no obstante que la nota del sábado 16 de julio aparece cuando ya otros sobrevivientes, a través de llamadas telefónicas a Estados Unidos, habían dado detalles de lo ocurrido la madrugada del 13 y sus testimonios estaban siendo difundidos por Radio Martí.
Dos breves párrafos describiendo las circunstancias del hundimiento son esenciales para entender lo ocurrido —si bien lo que se intenta es justo lo contrario. “Para tratar de obstaculizar la acción del robo —dice—, tres embarcaciones del MITRANS intentaron interceptarlo, y en la maniobras que ejecutaron para cumplir este objetivo se produjo el lamentable incidente que hizo naufragar el barco”. O sea, se insiste en que simples empleados estaban intentando impedir un robo y fueron estos los que, sin pretenderlo, hundieron la nave fugitiva. O sea, estaban asumiendo el rol de autoridad, algo que quizás pudiera explicarse ante la ausencia de las autoridades reales. Pero no, a continuación nos dice la nota que “En las proximidades del área se encontraban dos unidades de Tropas Guardafronteras en misiones de patrulla, que de inmediato acudieron en auxilio de los náufragos, incorporándose también a las labores de rescate las tres embarcaciones del MITRANS”.
Simples trabajadores ejerciendo funciones policiales mientras las autoridades se dedican exclusivamente a realizar las labores de rescate y primeros auxilios. Todo encaja perfectamente en el universo diseñado por el castrismo. Como en los famosos actos de repudio el pueblo espontáneamente se entrega a la tarea de defender a su gobierno mientras las autoridades apenas hacen acto de presencia para evitar excesos. Nunca se puede calcular la rabia con que puede reaccionar un pueblo enardecido cuando se le provoca.
Contrariando las condiciones más bien apacibles que describía el parte del tiempo que aparecía justo debajo de la nota del 14 de julio en la del 16 se nos dice que “Dadas las condiciones de navegación y la fuerza del mar (Fuerza 3) en esas primeras horas de la madrugada, sólo pudieron ser rescatadas 31 personas vivas, quienes fueron trasladadas a tierra firme y atendidas médicamente. El resto de las personas que integraban el grupo desapareció”. Insisten en no saber ni siquiera calcular el total de muertos. En que las cinco embarcaciones reunidas en ese punto (tres civiles, dos militares) no pudieron rescatar el cadáver de una sola de las 41 víctimas.
Las preguntas que muchos se hicieron hace veinte años siguen sin ser contestadas. ¿Cómo fue que 72 personas planearon llevarse el remolcador, se trasladaron hasta el puerto y se lo llevaron sin que nadie los detuviera? ¿Cómo, sin embargo, al salir de la bahía mágicamente aparecieran primero tres naves y luego dos más dispuestas a interceptarlos? ¿Cómo es posible que los empleados del MITRANS dispusieran con tanta libertad de sus naves para recuperar el remolcador robado y tan poca capacidad de hacerlo? No obstante, cualquier preocupación que tuvieran estos empleados devenidos policías por cuenta propia quedaría disuelta en el gesto comprensivo del jefe de Estado cubano:
“El comportamiento de los obreros fue ejemplar, no se puede decir que no, porque trataron que no les robaran su barco. ¿Qué le vamos a decir ahora, dejen que les roben los barcos, sus medios de trabajo? ¿Qué vamos a hacer con esos trabajadores que no querían que les robaran su barco, que hicieron un esfuerzo verdaderamente patriótico, pudiéramos decir, para que no les robaran el barco? ¿Qué les vamos a decir?”
Retórica aparte, desde el principio se dibujaba muy claramente en los silencios del relato oficial lo que realmente ocurrió. Debieron haberse enterado con tiempo de un plan de fuga con tanta gente implicada pero optaron por no hacer nada para impedirlo. Prefirieron darle cordel y preparar su propio plan: esperar a los fugitivos con los tres barcos a la salida de la bahía y seguirlos mar adentro para actuar sin testigos. Lejos de la costa los hundirían con naves civiles para representar mejor la farsa del pueblo indignado al rescate de sus instrumentos de trabajo. Quizás no contaron con la rapidez y el valor con que algunos sobrevivientes revelaron lo que había ocurrido aquella madrugada. O quizás sí. No era poco el miedo que tendrían que instigar en esos meses en un pueblo enloquecido por el hambre y la desesperanza.
Enrique del Risco
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