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Un pequeño recuento -Ángel Santiesteban

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Un pequeño recuento  -Ángel Santiesteban Empty Un pequeño recuento -Ángel Santiesteban

Mensaje por Azali Jue Oct 08, 2009 5:10 pm

Un pequeño recuento


Ángel Santiesteban | 06/10/2009 17:53


Un pequeño recuento  -Ángel Santiesteban 0tamayo55-tour-line-acrilico-lienzo-73x60cm-2005_large
Tamayo


A LOS DIECISIETE AÑOS ACOMPAÑÉ A MI Hermana a la costa para que definitivamente, abandonara el país con destino Miami. Le dije adiós y un sentimiento desconocido se rompió dentro de mí. Luego continuó la angustia porque pasaron varios días y no recibíamos noticias de su llegada. Hasta que un auto patrullero nos hizo saber que fueron capturados en altamar y se encontraban detenidos. La lancha en la que pretendían escapar pertenecía a una cooperativa pesquera y el Instructor solicitaba la medida cautelar más extrema.
En la visita que hice con mi madre a la unidad policial, el Instructor me preguntó cuándo terminaba los exámenes. Le di la fecha. Quiero que terminando el examen vengas a verme, me dijo. Cuando asistí me hizo saber que por haberlos acompañado hasta la costa me dejaba detenido. Había cometido el flagrante delito de “encubrimiento”.
Me dejaron catorce meses dentro de las murallas del Castillo de La Cabaña. Aquel tiempo de encierro me hizo ver, encontrar, palpar la realidad de la sociedad cubana. Vi a jóvenes de dieciséis años ser sancionados a largas condenas por robar un zapato, pues desde la ventana solo pudieron alcanzar uno. Un retrasado mental que intentó zafarle a un auto el espejo lateral. Un esquizofrénico que defendió a su hermana cuando la policía intentaba apresarla dentro de su casa. Vi a esos jóvenes llorar por hambre, y comer pasta dental para sentir una leve presencia en el estómago. Otros dieron su cuerpo a cambio de gofio, protección, o simplemente porque no pudieron evitar el acoso de los delincuentes. Presencié la golpiza de los militares contra los reclusos. Me enviaron veintiún días a la celda de castigo. En todo momento la pregunta era qué hacía en aquel infierno. Pasé meses buscando la respuesta. Y sólo después de soportar el hambre y sobrevivir a las desgracias de otros, tuve la necesidad de escribir. Fue la manera de encontrarle un sentido, una razón para el cambio tan brusco de mi vida. El tiempo invertido en la escritura era espacio de fuga. Sentí que cada palabra que dejaba sobre el papel me daba un compromiso con esos hombres que se acercaban a preguntar si ellos eran personajes. Mi mente se transportaba, era la escapada de aquella agonía constante.
El día del juicio el Fiscal preguntó por qué me habían enviado a “prisión preventiva”, pues el delito de “encubrimiento” no se cumple entre padres y hermanos. Decidieron absolverme de cargo.
Regresé a mi casa siendo otro. Me sentía dueño de aquellas voces que padecieron sin protestar, por miedo o por desconocimiento. Mi decisión de ser escritor se convirtió en una necesidad vital.
Sin creerme un elegido, pensé que si Él existía quiso enviarme allí para que presenciara las calamidades, fuera testigo de aquellos horrores.
Desde entonces sólo cumplo con mi condición de escritor.

Enlace permanente | Publicado en: Los hijos que nadie quiso | Actualizado 06/10/2009 17:55
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