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Sobre Trotsky.De Trotsky y el desencanto.

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Mensaje por Alver Sáb Oct 24, 2009 4:12 pm

Literatura
De Trotski y el desencanto


¿Quiénes estaban dispuestos a acoger al asesino del fundador del Ejército Rojo? ¿Por qué Cuba le otorgó visa de tránsito a su salida de la cárcel?


Luis Manuel García Méndez, Madrid | 22/10/2009



Sobre Trotsky.De Trotsky  y el desencanto. Ramon-mercader_halfblock








Ramón Mercader.


Al embarcarse en una novela sobre el asesinato de León Trotski por Ramón Mercader, Leonardo Padura se metía en camisa de once varas por varias razones. Se trata de una historia harto conocida. La vida de Trotski (física e ideológica) puede recorrerse al detalle tanto en su autobiografía Mi vida (1930), como en La revolución permanente (1930) y La revolución traicionada(1936). Por si fuera poco, existe una copiosa bibliografía al respecto, comenzando por tres libros excelentes de Isaac Deutscher: Trotski, el profeta armado; Trotski, el profeta desarmado, y Trotski, el profeta desterrado, así como el Trotski en el exilio, de Peter Weiss.
Sobre el asesinato hay libros, obras de teatro y películas. Entre otras, la pieza teatral Trotsky debe morir, del peruano José B. Adoph, la tendenciosa biografía novelada El grito de Trotsky. Ramón Mercader, el asesino de un mito, del periodista mexicano José Ramón Garmabella, o Cómo asesinó Stalin a Trotsky, de Julián Gorkin. Salvo sus diez minutos finales, es prescindible la película El asesinato de Trotsky(1972), de Joseph Losey.
Trabajar sobre materia prima tan manoseada exigiría del autor no sólo pericia y sagacidad narrativa, sino un enfoque verdaderamente novedoso y una inmersión a fondo en los pasadizos de la naturaleza humana si quería salir airoso. Más una dificultad extraliteraria. La figura de Trotski ha sido y es en Cuba tabú. Si los viejos comunistas del Partido Socialista Popular (PSP) fueron estalinistas ortodoxos, los nuevos comunistas del PCC se alinearon con el postestalinismo brezhnieviano y acataron la línea de ocultación de la vida, la obra y, especialmente, del asesinato del fundador del Ejército Rojo.
Del mismo modo, en la Isla se ha escamoteado la colaboración de Stalin con Hitler, su diktat a los comunistas alemanes que permitió el ascenso del Führer, las invasiones de la URSS a Polonia, Finlandia y los países bálticos, así como su actuación en la Guerra Civil Española. Asuntos que Padura ventila con acierto en este libro.
El resultado es una novela extensa (573 páginas) y, en buena medida, intensa. A pesar de ser la historia de una muerte anunciada, Padura arrastra al lector página tras página con un nervio y una garra narrativa admirables, aunque desigual entre los diferentes hilos argumentales. Coincido con Javier Fernández de Castro en que "Padura es un narrador de largo aliento y sabe situar al lector en el tiempo, el espacio y la perspectiva de quien habla en cada momento, y (…) que no decaiga el interés".
Tres tonos e intensidades

A propósito de la estructura de El hombre que amaba a los perros, el autor afirmó que se trata de tres novelas en una, "el gran desafío es que consigan una armonía" y que se integren.
Prefiero hablar de dos líneas argumentales concurrentes y una prescindible. La primera línea narra la vida de Liev Davídovich Bronstein, más conocido como León Trotski, desde su confinamiento en Alma Atá y su exilio en Turquía, Francia y Noruega, hasta su muerte en Coyoacán. La segunda, cuenta la conversión del combatiente republicano Ramón Mercader, alias Jacques Morand, en sicario al servicio de Stalin y su consumación. Y la tercera, que se desarrolla en La Habana desde 1976 hasta 2004 o 2005, tiene como protagonista a Iván, y su desmoronamiento desde sus inicios como escritor promisorio hasta su ruina final, siendo Daniel Fonseca Ledesma, otro escritor devenido taxista, quien funge como narrador de la historia cumpliendo el mandato de su amigo.
Tres tonos e intensidades bien diferentes marcan las tres líneas argumentales. Y ello también se refleja en su peso dentro de la obra. Hay una proporción casi geométrica entre las tres historias: la línea argumental de Iván, que ocupa 109 páginas de la novela, es casi duplicada por la línea de Trotski, con 176 páginas, y ésta, a su vez, es casi duplicada por la línea de Mercader, que ocupa 269 páginas. Y no es casual que eso ocurra y que la preeminencia de una sobre otras se acentúe a medida que avanza la obra. Si en la primera parte, Trotski y Mercader tienen el mismo peso seguidos a distancia por la vida de Iván; en la segunda parte la historia de Trotski duplica las páginas que el autor le dedica a Iván, y la de Mercader las triplica. En la tercera parte, Trotski ya ha desaparecido y Mercader acapara las cuatro quintas partes, para concluir con una coda en la vida de Iván que enlaza con el capítulo 1.
La historia de Trotski está narrada en una prosa exacta, concisa, casi exenta de diálogos y florituras. Como un buen libro de historia plagado de datos que, no obstante, lejos de entorpecer la lectura, sitúan al lector (particularmente al lector cubano, adoctrinado a silencios) en los contextos de una historia que, de otro modo, sería ininteligible. Aunque la visión que se ofrece de Trotski es bastante amable, no se excluyen su protagonismo en la represión ni sus juicios más descarnados sobre la revolución traicionada, e incluso sobre su propia praxis revolucionaria como el germen del estalinismo. Es precisamente en esta zona donde el lector cubano encontrará más guiños hacia su realidad inmediata, un estalinismo de baja intensidad.
La vida de Ramón Mercader es el más "novelesco" de los hilos narrativos. Contada con una intensidad dramática que recuerda los mejores momentos de La novela de mi vida, es la zona mejor resuelta de la novela. Al estilo del Víctor Hughes de Alejo Carpentier en El siglo de las Luces, un personaje histórico pero epigonal, con todas sus áreas de silencio, permite a Padura novelar, construir al personaje literario con todas sus aristas, rellenando los huecos de verdad histórica y comprobable con una configuración verosímil. La información se engarza adecuadamente con la dramaturgia y el lector entra con asiduidad en la piel de Mercader, un efecto que no abunda en la narrativa cubana. Incluso algunos de los secundarios seducen en esta zona por su veracidad: el cínico Kotov y todos sus alias, y, sobre todo, esa Caridad que opera en el texto como una Mariana Grajales perversa con toques incestuosos y una soledad más devastadora que la del propio protagonista.
La tercera línea argumental, la del joven Iván que conoce accidentalmente a Ramón Mercader mientras este pasea a sus perros por la playa de Santa María del Mar, es la más endeble. Si los primeros dos hilos narrativos son imprescindibles para la consumación de la historia, este es perfectamente prescindible. Siguiendo la estela de La novela de mi vida, Padura ha necesitado anclar explícitamente el pasado en el presente, el outside con el inside. Pero, a diferencia de la novela de Heredia, donde la búsqueda de los documentos le concede a la historia en presente (a mi juicio, también prescindible) una mayor solidez argumental, en este caso la conexión entre Iván y Mercader resulta, cuando menos, poco verosímil.
Un sicario entrenado para el silencio, que durante veinte años de prisión no reveló ni siquiera su verdadero nombre, de pronto decide contar a un joven (pichón de escritor, para colmo) una historia tremebunda que, aun hoy, no ha sido totalmente desclasificada. Y eso, acompañado por un agente de la Seguridad y en un país totalitario donde operan idénticos mecanismos a aquellos que lo condenaron al silencio. No le basta y, agonizante, lega al joven el manuscrito inconcluso de esa historia. Ni siquiera la sorpresa justifica esta línea argumental, porque, como bien señala Javier Goñi en "El grito de Trotski", el lector adivina enseguida, antes que Iván, que "el hombre que amaba a los perros" es el propio Ramón Mercader.
La única explicación de este tour de force del autor es su necesidad de establecer un paralelo explícito entre el estalinismo y el castrismo, entre dos "revoluciones traicionadas", para decirlo en palabras de Trotski, entre dos utopías estranguladas por la ambición y el miedo. Ciertamente, esto continúa la saga de sus anteriores novelas, pero más acusada. Ya no se trata del Mario Conde desencantado que abandona la policía, ni del policía de La novela de mi vida que, al final, resulta un bandolero y es excretado por el sistema. Aquí no se trata de una "papa podrida" cuya expulsión preserva la bondad del sistema. Ahora es el saco entero, todo el sistema, toda la utopía la que se ha podrido irremisiblemente.
En ese sentido, es el drástico final de una lenta e implacable decepción. Pero lo que puede ser eficaz en términos políticos, no lo es en términos literarios. Ya la literatura (el periodismo, el cine, la música) del Período Especial constituye un verdadero subgénero en el arte cubano. Y la descomposición social que nos pinta el autor no añade nada nuevo a ese catálogo de desgracias. Incluso la muerte de Iván, que Padura ofrece como una alegoría, peca de obvia. Por el contrario, sospecho que el buen lector habría agradecido una visión más elíptica y tangencial de la realidad cubana a través de las historias cruzadas de Trotski y Mercader.
Padura sale casi indemne

Según el autor, el hecho de que Mercader viviera en Cuba desde 1974 y muriera allí en 1978, fue algo que lo atrajo desde el primer momento. Pedro Campos, en "El Hombre que amaba los perros, última novela de Padura", cuenta que en la Casa de las Américas, durante el encuentro de Padura con sus lectores, la pregunta imprecisa de uno de los asistentes quedó pendiente en el aire: "¿Tenía Mercader vínculos y la eventual protección del Estado cubano durante su permanencia en nuestro país?".
Padura respondió que Caridad, la madre de Mercader, trabajó como secretaria en la Embajada de Cuba en París en los primeros sesenta (uno no se la imagina como taquimeca A) y que sí había identificado vínculos de Mercader con figuras importantes del PSP, que lo auxiliarían en Cuba tras asesinar a Trotski. Claro que la presencia de Mercader en la Isla durante la segunda mitad de los setenta no puede ser atribuida a esas "figuras importantes", sino a las nuevas "figuras importantes". Comprendo que ese es terreno minado y esconde muchas trampas, algunas mortales. Quizás aquellas "figuras importantes" del PSP ya hayan muerto, pero las otras están vivitas y coleando en el poder.
Por otra parte, acceder a una información veraz sobre estos hechos en un gobierno edificado con demasiados ladrillos de silencio, habría sido tarea imposible para un autor que pretendía construir con la materia prima de la historia o, en su defecto, de la verosimilitud histórica. Aun así, cualquier lector saldrá de estas páginas con varias preguntas: ¿Quiénes en el antiguo PSP estaban dispuestos a acoger al asesino de Trotski en 1940? ¿Quiénes y por qué le otorgaron visa de tránsito a su salida de la cárcel, cuando ningún país se la concedió? ¿Fueron los mismos "quiénes" los que lo premiaron con una amable jubilación caribeña? ¿Por qué o a cambio de qué?
Si me he arriesgado a juzgar lo escrito asumiendo cualquier margen de error, no voy a juzgar lo no escrito. En el mismo artículo, Pedro Campos concluye que "para los cubanos, en particular, será también un gran descubrimiento identificar cómo 25 años después de la muerte de Stalin en 1953, el estalinismo tenía profundas raíces echadas en nuestra sociedad, al punto de servir de resguardo y guarida final al asesino del iniciador, junto a Lenin, de la Revolución de Octubre (…) Quizás, se tratara de una señal premonitoria del destino, anunciando que los 'últimos años' del estalinismo serían en tierras caribeñas".
No creo que esta novela, ni ninguna otra, marque el fin de las utopías, que son consustanciales a la naturaleza humana. Utopías sociales, políticas, religiosas, científicas vienen signando los pasos del hombre desde que las civilizaciones empezaron a dar noticias de su existencia (y quizás antes, utopías ágrafas). Y tampoco coincido con Padura en que esta "novela podría ser un aporte en la búsqueda de una nueva utopía", tras el fracaso de la Revolución Rusa (Carmen Oria en Cuba Literaria). Aunque busqué con ahínco esa invocación, atisbo, premonición de una nueva utopía, sólo encontré el réquiem de la anterior, su certificado de defunción extendible al presente.
En un encuentro con sus lectores en la Casa de las Américas de La Habana, Padura aseguró que este libro es "el más difícil de concebir, el más ambicioso, el más complejo, el más profundo que ha escrito hasta hoy". Cualquier lector podrá comprobar que, dada la selva donde se ha adentrado Padura en El hombre que amaba a los perros (por cierto, en esta novela todos, incluso el autor, aman a los perros), ha salido casi indemne y nos ha regalado una novela desolada, intensa y muy recomendable.


©️ cubaencuentro.com


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14 Comentarios

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14 por Juanito Colibri (Usuario no autenticado) 24/10/2009 8:40


Celia Hart Santamaria presumia de troskista y viajo por muchos lugares financiada por los que todo lo pagan y lo autorizan en Cuba pues alli nada es por casualidad, ni tan siquiera la muerte o la desaparicion. En otros paises la gente se muere porque estaban vivas o porque se enfermaron pero en Cuba los muertos solamente pueden morirse cuando es la decision mas conveniente para el kaxtrizmo. Celia murio al atravesarsele un arbol que venia en direccion contraria y junto con ella murio el hermano cuando estaba en su apogeo dando conferencias en Venezuela y otros lugares y publicando estupideces y disparates para consumo de extremistas e iguales a ella. Ninguna investigacion y menos detalles y Kaos y otros energumenos rindiendole homenaje a la nueva diosa Marte.



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13 por Gavroche (Usuario no autenticado) 23/10/2009 15:40
Esopo: Tienes razon.El Troskismo era tabu en Cuba, algo incomprensible pues la teoria del troskismo en muchos aspectos es mas a la izquierda que el comunismo fascismo stalinismo que se apodero de Cuba.DE todas formas no se regian por la linea del PCC. Nadie sabe que hubiese sido mejor , si un Stalin o un Troski despues de la muerte de Lenin.Para Cuba y los interesados en su historia, creo interesante el estudio de las luchas entre estas facciones pues se enmarcan en las luchas Obreras de mediados del siglo 20. En Cuba el troskismo aun existe como organizacion, minima, y desconocida, pero existe.Muchos de ellos han sufrido prision , tan dura como la de algunos presos politicos, a medida que los viejos stalinistas fueron muriendo(Blas Roca, Lazaro Pena etc) estos fueron siendo mas tolerados, incluso alguna vez fueron invitados a la tribuna el 1 de MAyo, pero eso fue despues , cuando les convenia a los amigos del tercer Reich CAstrista, ellos usan a todos y usaron a los troskistas cubanos pues en el cono sur y Mejico los movimientos troskistas son fuertes aun y necesitaban solidaridad. Los troskistas de Cuba tuvieron incluso mucha comunicacion con Leon Torski como se puede comprobar en los archivos personales de Troski que posee la universidad de HArvard. El troskismo cubano es otra victima de la dictadura Castrista, y con absoluta orfandad sin un defensor visible mas bien se escondieron en su credo absurdo. Nunca pactaron con nadie, y menos con BAtista como hicieron los Comnistas de Blas Roca, que incluso fueron a conversar con un satrapa como Trujillo (Enviaron a Rolando MAsferrer uno de sus miembros de la Epoca)Pero eso es otra Historia. LA Historia de Cuba tendremos que apredernosla de nuevo, cuando algun dia se pueda contar la verdadera no esta, adulterada por el Castrismo Stalinismo. Por cierto, el Che tolero a troskistas en el ministerio de Industria, y fue la Epoca de oro de este Grupo en Cuba , saliendo el Che al Congo, los mandaron para el Principe.



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12 por blas garcia hernandez (Usuario no autenticado) 23/10/2009 15:40
Acepto como bueno el comentario sobre el libro de Padura, aunque no lo haya leido...Escribir de Trotski, desde Cuba y no para Cuba, es realmente algo encomiable y si se hace bien- como plantea el comentario, lo aplaudo con fuerza...De la historia hay mucho por aprender...Saludos




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11 por la verdad os hara libres (Usuario no autenticado) 23/10/2009 9:20
Otra pregunta a los estudiosos del castrismo como es posible que Padura hable de Mercader desde Cuba y no sea considerado un revisionista o mandado a la carcel?? es que los herejes estan transmutando. Lo siento por los defensores de la igualdad: Troski , Stalin , Mao y Lenin eran iguales para los fines que persguian




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10 por Esopo de Cuba (Usuario no autenticado) 23/10/2009 9:20
Para Grabroche (Sobre Trotsky.De Trotsky  y el desencanto. Icon_cool aunque fui militante de la UJC y del PCC hoy soy un demócrata convencido, eso que dices sobre la relación Cuba-Trotsky, “Es un rincón oscuro mas de nuestra historia que algún día habría que darle luz” es muy importante, cuando era pequeño escuchaba de los mayores fulano es “troquista” y hasta le pregunté a papá cual era el significado de esa palabra, contestó eso es una persona que trata de confundir a los demás o sea quiere cambiar la realidad porque “troca” las cosas, eso para mi por mucho tiempo fue lo que conocía como trotskysta. Cuando la muerte del Che yo era militante de la UJC, entre las noticias que dieron en Cuba dijeron que cuando lo capturaron le ocuparon un libro de León Trostky, eso empezó a dar vuelta en mi cabeza, en mi centro de trabajo tenia un compañero militante del PCC que procedía del antiguo partido comunista, yo lo fui a ver y le pregunté quien era León Trostky y si él me podía conseguir un libro de Trostky, aquel hombre empezó a temblar los ojos se le querían salir, me llamó para un lado y me dijo fulano como amigo y por el aprecio que te tengo no vuelvas ha hablar de eso, mucho menos de conseguir ese tipo de libro porque si algún militante se entera y nos echa “pa lante” a los dos no van hacer talco, tanto tu como yo vamos a perder la militancia. Aquí en el país en que me encuentro vi un documental en Discori Chanel, que aborda el asesinato de Trostky donde se detalla toda la acción en la casa donde vivía, en el documental participó su nieto y algunos mexicanos, que pertenecieron a la cuarta internacional, que fueron allegados de Trostky aún muy joven, ahora con la novela de Padura pienso como tu dices seguir desvendando ese rincón oscuro…. Porque todavía hoy muchas cosas por aclarar. Hay algunos comentarios que tratan en blanco y negro y meten en un mismo saco al comunismo, estalinismo y trostkysmo, pienso que nosotros los cubanos, como pueblo maduro, en el futuro todas estas cosa que tienen que ver con nuestro devenir histórico hay que estudiarlas y ponerla bien a limpio, porque es unos de los factores que nos garantizarán mantener una democracia estable y que los cubanos de estas y de las futuras generaciones mas nunca se dejen engañar y embaucar por ningún farsante como pasó con el hoy moribundo anciano dictador, porque como dijo Martí “la ignorancia mata a los pueblos”.

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