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La Orfandad Periodística / Ernesto Morales Licea. (Bayamo, Cuba, 1984)

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La Orfandad Periodística / Ernesto Morales Licea. (Bayamo, Cuba, 1984) Empty La Orfandad Periodística / Ernesto Morales Licea. (Bayamo, Cuba, 1984)

Mensaje por Azali Jue Sep 02, 2010 11:05 pm

La Orfandad Periodística / Ernesto Morales Licea. (Bayamo, Cuba, 1984) D634a93b55689ac82671f989e339ddbd?s=256&d=identicon&r=G
Ernesto Morales Licea. (Bayamo, Cuba, 1984)



La Orfandad Periodística (Primera Parte)



22 Ago

La Orfandad Periodística / Ernesto Morales Licea. (Bayamo, Cuba, 1984) Censura



Hace muy poco descubrí con pesar que solo una cuenta dejé pendiente en mi paso por el periodismo institucional cubano. Un anhelo que vine engendrando desde mis tiempos de universitario febril, quizás cinco o seis años atrás.



Este es: asistir, como delegado, a un Congreso Nacional de la Unión de Periodistas de Cuba. Difícil empeño para alguien que no se vinculó a esta organización de la prensa cubana, y que no traía, tampoco, el aval de pertenecer a la Unión de Jóvenes Comunistas.



Sucede que estos congresos atizan en mí una curiosidad incontenible que, obviamente, ya no podré saciar de primera mano. Como las congregaciones secretas, como los rituales de sectas místicas: un encuentro al que determinados especialistas asisten a debatir o analizar sobre una profesión que no existe en su país, se me antoja de un exotismo digno de ser vivido e inmortalizado en mármol.



No le veo diferencia con un Coloquio Nacional de Cultura Esquimal.





Hablar sin rubor de Periodismo en una tierra donde se le ha matado en su esencia, puede entenderse, también, como una cruel ironía. En cualquier caso no pierde su atractivo de feria para el fisgón que soy.



Creo que de haberme alzado con un puesto habría intentado un divertido juego de suposiciones. El juego habría sido este: adivinar, detrás de las poses de reunión, cuáles de aquellos regios colegas eran los que en verdad se creían paladines de la información en Cuba, los que dormían tranquilos pensándose defensores de la verdad pública; y cuáles sólo interpretaban un papel de subsistencia y sabían, en sus fueros, que el verdadero periodismo era mucho más que obedecer directrices sin oportunidad para cuestionar.



Porque sí, contextualizando una frase que cita Pedro Luis Ferrer, hay una pregunta que no he dejado de hacerme desde el instante en que me asumí como profesional de la comunicación en Cuba: ¿tendrán conciencia muchos periodistas de este país del pasado que les espera?



¿Tendrán conciencia de lo que va a significar, en un futuro de conciliación que quiero imaginar sin rencores ni violencia, leerse mintiendo u ocultando verdades, repitiendo consignas de tabloide; escucharse en programas radiales con un tono de enérgico apoyo a las decisiones que, en el amparo del hogar, denigraban tanto como el resto; verse aplaudiendo ante cámaras de televisión discursos a los que asistían muy a su pesar?



Yo no hablo desde la suposición o la distancia de quien hace mucho perdió contacto con esta realidad. Yo hablo con el conocimiento de causa de quien hasta hace solo meses conoció circunstancias, conversó hasta el hartazgo, creó también lazos de hermosa amistad y escuchó testimonios reveladores sobre la flagrante y cruel hipocresía que se cierne en torno al periodismo de mi Patria.



Toda vez que valorar un fenómeno tan complejo y plural como lo es la comunicación, en un país de condiciones siempre excepcionales, se presenta como una empresa de múltiples posibilidades, hagámoslo diseccionando el periodismo cubano en varias partes. Mirando por dentro uno de los máximos causantes -esto lo afirmo sin reparos- de la asfixia de pensamiento que padece hoy la sociedad en que vivo.




Apenas un punto de partida



No debo hacer esfuerzo alguno para recordar el impacto inicial que me hizo preguntarme, honestamente, a qué mundo estaba yo a punto de pertenecer. Sucedió en un cubículo de edición de la televisión local, en mi provincia. Año 2004. Acababa de cumplir los veinte años de edad.



Una conocida colega editaba un material donde volvía sobre la comparación más recreada y manipulada de la historia nacional: Cuba gris y lastrada antes de 1959 vs. Cuba refulgente posterior a 1959. La voz en off narraba, con emoción de laboratorio, el paso de las tinieblas a la luz.



Pero un imprevisto amenazaba con retrasar el montaje más de lo debido: las imágenes presuntamente antiguas, de la nación empobrecida, no aparecían por ningún lugar. Habían revisado todos los archivos, en vano. El documental debía exhibirse al día siguiente.



La solución de aquella periodista no creo que yo consiga olvidarla jamás. Probablemente, ella sí.

Extrajo de entre sus cosas otro cassette. Lo colocó en punta y dio al editor la orden de capturar lo que saldría a continuación. Ante nosotros empezaron a sucederse imágenes de niños desnutridos con abdómenes pronunciados, casas derruidas donde las tablas amenazaban con caerse ante la misma cámara; fango y miseria, hambre en cientos de rostros, harapos, perros esqueléticos comidos por la sarna.



Enmudecí. Más que por la impresión de aquel panorama dantesco, porque intuía lo que la periodista estaba a punto de hacer.



Las imágenes habían sido tomadas (creo que para consumo interno de algunos círculos políticos) una semana atrás en un poblado rural de la provincia de Granma llamado Río Cauto. El color de la cámara DVC Pro que las había filmado revelaba su contemporaneidad. Sin embargo, esto no era problema para un cubículo con la suficiente implementación de softwares de edición.



Quitarles el color fue trabajo de segundos. El editor no pronunció palabra. Demasiado pronto emergieron las mismas caras hambrientas, el mismo paisaje tercermundista, ahora con el blanco y negro de un pasado distante al que, según el material, no deberíamos regresar jamás.



La voz en off de aquella periodista, hoy emblemática dentro de la prensa local, hablaba de la miseria en que vivía la Isla antes de 1959 sobre imágenes tomadas a unos pocos kilómetros de su hogar hacía tan solo una semana. Minutos después, el eficiente montaje mostraría el renacer del país en escenas a todo color, con niños saludables y sonrientes, y edificios acabados de inaugurar.



No tuve valor de ver el documental como espectador, al día siguiente, cuando se transmitió en un horario estelar.





http://elpequenohermano.wordpress.com/2010/08/22/la-orfandad-periodistica-primera-parte/
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La Orfandad Periodística / Ernesto Morales Licea. (Bayamo, Cuba, 1984) Empty Re: La Orfandad Periodística / Ernesto Morales Licea. (Bayamo, Cuba, 1984)

Mensaje por Azali Jue Sep 02, 2010 11:12 pm

La Orfandad Periodística (Segunda Parte. Casi Final)



25 Ago

La Orfandad Periodística / Ernesto Morales Licea. (Bayamo, Cuba, 1984) Censura2



Si alguien me preguntara cuál es la principal deficiencia a subrayar, la más acuciante carencia que padece el periodismo cubano de hoy, creo que podría resumirla sin titubear: No se parece a los cubanos.

No se parece a nadie. Ni al público para el que va dirigido, que cada día se reconoce menos en esas noticias triunfantes que lee o escucha por doquier, ni se parece, tampoco, a quienes lo fabrican. Yo, con Leonardo Padura, también creo que como en casi todas nuestras esferas sociales, en este país existen grandes periodistas, sin un periodismo en el cual ejercer.

Los portadores de la palabra no son los que faltan. Lo que nadie avista a su alrededor es una plataforma democrática en la cual liberar esa palabra.

Un primer elemento a tomar en cuenta es la distancia existente entre la realidad que los medios reflejan, y la que cada cubano constata por su cuenta desde que abre los ojos en el despertar matinal.

Los periódicos hablan de sobrecumplimientos, de eficiencia laboral, de nuevos e ingeniosos métodos de cultivo en la agricultura, y ese mismo lector que sigue la noticia con sus ojos, es el que luego debe preguntarse por qué resquicio se evaporó la alimentación que los medios le aseguraban no faltaría en su mesa.

La Televisión Cubana ha patentado un cliché macabro que repite cada año con precisión maniática: Todas las condiciones están garantizadas para el comienzo del nuevo curso escolar.

Ya estamos finalizando agosto: es cuestión de días que la frase se escuche en el Noticiero Nacional de Televisión.

Los periodistas, adaptados a las preguntas de rigor ante directivos de cualquier esfera, sin ahondar, sin comprometer a su entrevistado, reproducen las palabras complacientes (y en muchos casos falsas) de aquellos funcionarios que anuncian la próxima apertura de las escuelas cubanas sin ningún contratiempo.

¿Qué se encuentran luego los cientos de miles de alumnos que pisan las secundarias, las universidades, el día de inicio del curso escolar? Se encuentran un panorama desolado por la falta de sillas, mesas y pizarras; por el desinterés de maestros desmotivados, por la ausencia de bibliografía actualizada y necesaria para estudiar.

El listado de diferencias similares no tendría final.

Sin embargo, creo que existe un punto medular que será, a mi juicio, el principal acusador del periodismo cubano, y de sus profesionales en sentido general.

Cobertura Igual a Cero

¿Cuántos temas vitales para el bienestar y la opinión pública nacional ha obviado el periodismo de este país? ¿Cuánta información se le ha negado al ciudadano que consume lo que le dicen sus medios como única manera posible de entender su realidad nacional e internacional? ¿Cuán desprotegidos han dejado los analistas nacionales a un pueblo al que se deben, y al que deberían defender y amparar con sus cuestionamientos, frente a gobernantes totalitarios, afianzados a un poder vitalicio?

Toda vez que ejemplificar aquí también sería la historia sin final, podemos tomar como botón de muestra un acontecimiento que tiene lugar en la Isla de hoy, y sobre el cual posee mucha más información el resto del mundo, que el pueblo donde se origina el hecho.

La liberación de los prisioneros de conciencia encarcelados durante la Primavera Negra del 2003. Los consabidos 75.

¿Cuál ha sido la cobertura mediática que ha tenido, dentro del país, este suceso de trascendencia social para cualquier país del orbe? Igual a cero. Por toda información los cubanos que se rigen por los media oficiales, han leído la exigua nota publicada por la Iglesia Católica en el diario Granma cuando se oficializó la medida de excarcelación. Una nota que, parafraseando a García Márquez, por su redacción servía más que para decir, para ocultar.

Los medios internacionales reflejan hoy con puntos y comas el proceso de excarcelación – y posterior destierro – de estos periodistas independientes, y en Cuba, los titulares continúan hablando de apocalípticas amenazas nucleares, de tensión en el conflicto con Irán, y de libros sobre la aventura guerrillera en la Sierra Maestra.

Pasmosa, sobrecogedora desinformación.

Tres Ejemplos sobre la Información del Desconcierto.

Tomando el referente de aquella nota publicada por la Iglesia Cubana en la página 2 (interior) del diario Granma, podemos deconstruir una tendencia de los medios de información, comprobable durante demasiados años.

Algo que podríamos llamar la información sobre el desconcierto.

Se enunciaría más o menos así: un incidente tiene lugar en esta Isla de los Sucesos. Los medios oficiales (que son todos) miran hacia otra parte, y los cubanos, bien entrenados en la faena, deben agenciárselas –nunca antes mejor dicho- para lograr clandestinamente la deseada información.

Sin embargo, posteriormente, por razones de conveniencia política, el establishment decide dar respuesta a alguna clase de presión informativa internacional. Y lo hace desde sus medios. Es decir: desde todos sus medios.

Pero como el lector imposibilitado de Internet solo puede leer cada mañana el Granma o el Juventud Rebelde, por momentos llega a preguntarse de qué le hablan en ese texto que, lógicamente, no consigue entender.

Veamos tres recientes ejemplos.

1. Cierto día el joven tunero Eliécer Ávila interpela a salón repleto, en la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), al presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, Ricardo Alarcón de Quesada. Primero la BBC, luego el mundo entero, se hacen eco del suceso: un joven estudiante de informática tuvo el inconcebible valor de hacer preguntas incómodas, de mostrar públicamente su desacuerdo ante el jefe de su parlamento.

¿Quiénes se enteraron en Cuba? Sólo los poseedores de una computadora, de un DVD con puerto USB, los amigos de los amigos que pudieron acceder al video. La prensa cubana, hizo absoluto mutis.

Sin embargo, cuando hizo falta “desmentir” ante el mundo la disidencia militante de este joven campesino, la televisión nacional lo rescató desde su Puerto Padre oriental, a toda velocidad, y lo paró ante las cámaras a confirmar su apoyo al proceso revolucionario.

Se daba continuidad informativa, a un suceso que no había sido emitido por la televisión nacional.

2. En el año 2007, un conocido intelectual firmado como James Petras publicó, junto a Robin Abaya, un ensayo titulado Cuba: Revolución permanente y contradicciones contemporáneas,con serios análisis sobre la realidad cubana.

Ambos (Petras y Abaya), son reconocidos como intelectuales de convencido izquierdismo. Pero como tantos progresistas de academia, se trata de defensores de un modelo social, no de imposibilitados para el pensamiento racional.

Desconocer el estancamiento de un país que, como estatua de sal vuelta hacia Sodoma no avanza un paso desde hace décadas, es empeño para un minusválido mental, no para hombres de ideas propias.

Pero todos sabemos que admitir críticas, vengan de donde vengan, no ha sido tradición en este país de ensueño.

Pocos días después, Fidel Castro reaparecía en las primeras planas de todos los periódicos, en alocuciones de todos los noticieros radiales y televisivos, con una Reflexión titulada Los Superrevolucionarios, que era una evidente respuesta al texto de James Petras y Robin Abaya.

El inmenso porciento de los cubanos, desinformados hasta la médula, imposibilitados de acceder a otras voces que a las que una aberrada política editorial decide, no pudo comprender a qué venía aquella nueva exposición del Comandante, ahora estrenado como columnista.

3. Last, but not least: Un pobre hombre muere de una muerte espantosa en un hospital de mi país. Muere de hambre: había iniciado su huelga desde la prisión de Kilo 8, en Camagüey, y dejó de respirar 86 días después en el Hospital General de esta misma ciudad. Su nombre es hoy tristemente famoso: Orlando Zapata Tamayo.

De él, de su martirio aún en vida, conocían muy pocos cubanos. De él sabían los pocos militantes de los partidos de oposición, y los privilegiados con el acceso a Internet. Nadie más.

El resto de los cubanos que vivimos en la Isla, supimos de este lacerante caso cuando, más de una semana después de su muerte, la Televisión Nacional recibió la orden de contrarrestar la inmensa ola de protestas que a nivel internacional ya comenzaban a extenderse con fuerza imponente.

Yo fui uno más de los sorprendidos. Yo fui uno de los consternados con algo que parecía sacado de una fantasía de horror, y que acababa de suceder ante nuestras narices sin que un periodista decente pudiera informar a su pueblo de la desgracia. Solo para calumniar, para manipular, para trabajar la noticia a su antojo, una periodista nacional consiguió publicar un reportaje vergonzante en la edición estelar.

Un reportaje que nos hablaba del Zapata atendido hospitalariamente, cuando jamás se habló del Zapata en huelga de hambre, ni del Zapata detenido. Es decir: un reportaje que comenzaba con los últimos días de un hombre cuyos actos iniciales no pudimos conocer.

Una aberración periodística.

No puedo decir hoy el sentimiento de dolor, de flagrante impotencia, que sentí luego de contemplar aquel material. Minutos después de verlo escribí un texto llamado La Muerte que Nunca debió Ser, que aún circula por la red.

Creo que, sacando cuentas, fue el texto decisivo para mi expulsión del periodismo institucional cubano.
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La Orfandad Periodística / Ernesto Morales Licea. (Bayamo, Cuba, 1984) Empty Re: La Orfandad Periodística / Ernesto Morales Licea. (Bayamo, Cuba, 1984)

Mensaje por Azali Jue Sep 02, 2010 11:16 pm

La Orfandad Periodística (Final)



1 Sep





La Orfandad Periodística / Ernesto Morales Licea. (Bayamo, Cuba, 1984) Periodista-censurado



No creo que exista mejor manera de sopesar la valía o el descrédito de los medios de prensa en un país, que poniendo sobre análisis las pruebas que ellos mismos ofrecen sobre su accionar.

Como pocos oficios del mundo, el periodismo posee una peculiaridad que a ratos es su peor enemigo: su razón de ser es el consumo público. Ninguna otra profesión es tan susceptible de ponerse en evidencia a sí misma, como esta de la comunicación masiva, donde millones de cerebros interpretan y evalúan el producto que se pone a su consideración.

En el caso de la prensa cubana, la manipulación de informaciones, la ocultación de sucesos de interés para la sociedad, y la total ausencia de visiones críticas, cuestionadoras, sobre el entramado político y social que rige los destinos de la Isla, son algunos de los enunciados que podríamos referir como sus males endémicos cada vez más visibles.

Para cada uno de estos puntos, los mismos periódicos que leemos a diario, la misma Televisión Nacional, propone argumentos inagotables que por momentos, de tan insólitos se tornan agresiones a la inteligencia del receptor medio.

Veamos algunos.



UN PREMIO CERVANTES PARA UN TRISTE TIGRE

El sitio web del periódico de la provincia de Holguín, tiene colgado desde el 27 de abril del 2009 un texto firmado por Petra Silva Cruz, titulado Los Dos Premios Cervantes Cubanos.
(http://www.aldia.cu/index.php?mod=noticias&id=10460)


En este trabajo, la autora reseña brevemente la vida y obra de dos inmortales de la literatura cubana: Alejo Carpentier, y Dulce María Loynaz. Ambos galardonados con el máximo reconocimiento de las letras hispanas, el Premio Cervantes.

Luego de terminar la lectura del mismo, un breve desliz de proporciones inmensas, una paradoja digna del teatro bufo, nos deja estupefactos. Sucede que los Premios Cervantes, en Cuba, no son dos. Son tres. Y el tercero, es un hijo de la misma provincia de Holguín.

Guillermo Cabrera Infante nació en 1929 en un poblado holguinero llamado Gibara, célebre, además, por ser supuestamente el sitio que primero pisó el almirante Cristóbal Colón en su descubrimiento de la Isla.

Cabrera Infante fue merecedor del Cervantes en 1997, y su novela Tres Tristes Tigres ha alcanzado el reservado calificativo de obra maestra.

Entonces, ¿por qué este hombre, considerado un hito en la narrativa hispanoamericana contemporánea, ha sido despojado de forma tan flagrante de su Premio Cervantes desde un medio de prensa que, colmo de colmos, representa a la región que le vio nacer?

Demasiado simple: porque ser cubano, para la prensa oficial, es ser simpatizante del sistema y del Gobierno. Ambos poseen la extraña facultad de despojar de ciudadanía a quienes le son desafectos, y han rebautizado con éxito las terminologías de “apátridas” y “traidores” para aquellos que deciden disentir de sus lineamientos.

Por tanto, y en consecuencia, no existe medio de prensa en este país que pueda mencionar a Guillermo Cabrera Infante.

Pero como es una lástima para la propaganda triunfalista no referir a los otros dos Cervantes que permanecieron en la Isla, los premiados tigres se reducen a dos sin importar la veracidad informativa, ni la decencia periodística.

UN JUEGO DE BÉISBOL QUE JAMÁS TERMINÓ

Copa Mundial de Béisbol en La Habana, año 2003. Se disputa el pase a la semifinal entre dos contrincantes que han jugado con verdadera pasión: Cuba, y Brasil.

El desarrollo del partido ha sido digno de un guión hollywoodense, con espectaculares jugadas de último momento, batazos fotográficos y nervios tensados hasta el delirio.

Cuba tiene la oportunidad de dejar a Brasil al campo: es el 9no inning y el estelar Yulieski Gourriel llega hasta tercera con un triple que hace estallar la euforia de un extremo a otro de la Isla.

Pero aún el partido no estaba ganado.

Fue el turno para otro fuera de serie. Su nombre: Kendry Morales. Actual primera base estrella de los Angels Anaheim, en las Grandes Ligas Americanas.

Su jonrón de antología detuvo el tiempo físico de los aficionados cubanos, y les dio el pase al próximo partido a sus compañeros de equipo, antes de ganar la gran final. Su figura recorriendo las cuatro bases fue repetida hasta el hartazgo en la televisión nacional.

Pero algo inesperado estaba por acontecer: Kendry Morales abandonaría el país, rumbo a sus sueños como pelotero extraclase, poco tiempo después. Su partida de la Isla tuvo lugar antes de que la periodista deportiva de la Televisión Nacional, Julia Osendi, preparara para la Mesa Redonda un florido material sobre el béisbol revolucionario en los últimos tiempos.

Estoy seguro: no debió ser fácil para ella. Tuvo que hablar del Mundial del 2003, y del juego más electrizante: aquel que decidió Kendry con su batazo de cuatro esquinas. Pero en su reportaje, sólo se llegó hasta el triple de Gourriel. El jonrón del ex pelotero de Industriales, jamás sucedió para este material.

Para poder publicar su trabajo, Osendi debió vaporizar antes al mismo deportista que por 15 minutos todo un país amó con pasión, en nombre de un precepto político que ya le consideraba desertor y enemigo, y por tanto, no mencionable en los medios de difusión.

A juzgar por este reportaje, una vez borrado Kendry de la historia, todavía Yulieski Gourriel permanece en la tercera base, a la espera de un cuarto bate que le impulse hacia el Home. El juego no se ha acabado aún.

SUPLANTACIÓN DE IDENTIDADES

Estoy seguro de que los investigadores del futuro que pretendan valorar sociológicamente a esta Isla caribeña, a través de los periódicos conservados en bibliotecas, de los noticieros televisivos grabados en viejos carretes de cintas o copias digitalizadas, se verán ante una disyuntiva:

  • Aceptar como válido el material historiográfico adulterado, incompleto, y acomodado a intereses políticos, que les ofrece la prensa nacional de estos tiempos,
  • O terminar por recurrir al verdadero cronista de nuestra historia más reciente. El arte.


En la Historia de Cuba que quiero leer algún día, habrá que otorgarle al arte, a los artistas de este país, la condición de referentes y analistas sociales que por definición le pertenecía al periodismo.

¿Por qué?, pues porque solo a través de un puñado de películas y documentales, de canciones temerarias (que convertirían en proscritos a sus cantores), de novelas irreverentes (que harían a sus autores oficialmente prohibidos), el cubano urgido de representatividad ha conseguido mal que bien sentirse identificado.

Solo a través de obras teatrales cuyas puestas serían prontamente censuradas, a través de exposiciones pictóricas clausuradas, un país entero ha conseguido expresarse de manera más o menos pública sin el favor de una prensa responsable y aguda.

¿Qué ha traído esto como consecuencia?, pues una suplantación de identidades, donde si bien el arte se ha contaminado por momentos con demasiada crítica social, los cubanos han encontrado voces que digan por fin aquello que los media oprobiosamente callan.

Los cubanos han debido acudir en masa a los cines, a escuchar las palabras encendidas de un homosexual discriminado, expulsado de su país, que en lugar de chocolate, prefería el helado de fresa. Han debido leerse las novelas de Pedro Juan Gutiérrez, los cuentos de Ángel Santiesteban, los testimonios novelados de Amir Valle, para encontrar un reflejo de su realidad inundada de mendigos, balseros y jineteras, porque desde la televisión nacional, los obreros ejemplares y los planes de producción sobrecumplidos proseguían su permanencia en titulares.

La conclusión en este sentido me la dio el trovador Pedro Luis Ferrer en una entrevista que pude realizarle hace apenas dos años. A mi pregunta de por qué se encontraba más información sobre su distanciamiento con el Gobierno cubano, que sobre su carrera musical, el artista respondió:

“Yo lo acepto como un fenómeno inevitable: en los lugares donde la prensa no juega su papel, y no se dicen las cosas que se tienen que decir sobre la política o la economía, las personas sustituyen valores, y se acercan al arte a buscar la noticia que no encuentran en el periodismo. Se crean consensos en terrenos artísticos, cuando debían haberse creado en otros terrenos.”

“Para cambiar esto haría falta que los políticos hicieran lo que tienen que hacer. Y que los periodistas y los economistas hicieran lo que tienen que hacer. Y que no fuera necesario que Pedro Luis Ferrer dijera en sus conciertos o en sus entrevistas lo que les corresponde a ellos por definición.”

EL SALDO FINAL DE LA ORFANDAD

Un pueblo huérfano de periodismo no puede tener suficiente salud para construirse una sociedad justa. Una sociedad, como dijera el Maestro, “Con Todos y Para el Bien de Todos”.

Un país huérfano de debate público, donde los medios alternativos (blogs, músicos clandestinos, folletines underground) han pasado a tornarse imprescindibles para el ciudadano sediento de información, no tiene verdaderas herramientas para generar pluralidad de pensamiento. Mucho menos democracia.

Sobre sus hombros lleva el periodismo soso y obediente que se hace en Cuba la responsabilidad de lo que hoy exhibimos con pesar: una sociedad incapacitada para el debate civilizado. Lleva las culpas de una deformación mental que nos convierte, a los cubanos, en seres sin ganas de hacer valer nuestros derechos más elementales.

Quiero creer que dentro de tanta orfandad periodística, las voces que desde plataformas alternativas, con ingentes peligros y amenazas, con felices aciertos y lamentables desviaciones, han cargado el peso de la información nacional e internacional, algún día podrán ser aceptadas como el punto blanco dentro de la oscuridad, el Yang dentro de tanto Yin.

Me niego a ser pesimista, pero a mi alrededor, de momento, no consigo ver otros exponentes de verdadero periodismo libre y comprometido con su realidad social.
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