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Franco y la Seguridad Social. Donde le duele a la facha mugrienta.

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Franco y la Seguridad Social. Donde le duele a la facha mugrienta. Empty Franco y la Seguridad Social. Donde le duele a la facha mugrienta.

Mensaje por CalaveraDeFidel Mar Mayo 31, 2011 9:29 am

El año 2000 ha sido declarado
oficialmente como el año del Centenario de la Seguridad
Social. Es también el 25 aniversario de la muerte de
Francisco Franco. Y vale la pena hacer, como homenaje a
su memoria, algunas consideraciones sobre la excepcional
significación de su Régimen en el desarrollo de esta
Institución, básica para la justicia, la solidaridad y
la paz de los españoles.

Verdaderamente es difícil señalar fecha de nacimiento a
fenómenos socio-políticos tan complejos como la
Seguridad Social. Y es discutible que la Ley Dato de 1900
tuviera ya este carácter. Pero hay que reconocer que ha
sido inteligente por parte del Gobierno vincular el
centenario por abajo con un Gobierno conservador como el
de Silvela, del que era ministro Dato, y por arriba con
el actual de centro-derecha, arrebatando esta bandera a
la izquierda, que, con tanta audacia como poco mérito,
le hubiera gustado hacer suya. El centenario de la
Seguridad Social puede ser una buena ocasión para poner
de manifiesto que muchos de los avances sociales son obra
de gobiernos considerados de «derecha», frente a lo que
pregonan los políticos y los doctrinarios de
«izquierda», mucho más parciales y radicales que los
de derecha, aunque presuman de lo contrario. Ya
comentaremos más adelante la decisiva aportación del
régimen de Franco al desarrollo de la Seguridad Social
española, que le costará mucho trabajo reconocer a una
izquierda empeñada en dar una imagen capitalista y
reaccionaria del mismo. Quizá por todas estas razones,
el entusiasmo de la izquierda por esta conmemoración
brilla hasta ahora por su ausencia. Ni partidos
políticos de este signo ni organizaciones sindicales han
hecho hasta ahora nada por resaltar algo tan importante
para los trabajadores como el nacimiento de la Seguridad
Social.

La Seguridad Social ha sido, a mi juicio, el instrumento
más poderoso para el cambio social, para la
redistribución de la renta, para la igualdad de
oportunidades, para la constitución de una sociedad más
igualitaria y más libre. Bastaría que por una
abstracción mental elimináramos del entramado de
nuestra sociedad y de la vida de los españoles el
sistema público de pensiones, la protección sanitaria,
el seguro de accidentes, la protección frente al
desempleo... Nos daríamos cuenta de que retrocederíamos
a una sociedad distinta, en la que la mayoría ni se
sentirían iguales, ni se sentirían auténticamente
libres, acosados por incertidumbres e inseguridades
absolutamente vitales, de las que sólo estarían libres
los económicamente privilegiados; retrocederíamos a una
sociedad no sólo injusta, sino insegura y enfrentada por
el espíritu de clase.

En la construcción de esta sociedad en la que vivimos
han sido importantes, sin duda, los avances en la
protección del trabajo y el salario, la política
impositiva, la creación incesante de bienes y
servicios... pero, si se piensa en ello profundamente,
habrá que concluir que para la verdadera igualdad,
seguridad, promoción y libertad de los hombres en que
esta sociedad se basa, ha habido dos instrumentos
decisivos: el acceso de todos a la educación y la
cultura, y la Seguridad Social. En ambos temas, la obra
de Franco ha sido decisiva.

Y hay que resaltarlo para evitar que una vez más se
pueda falsear la Historia, como ya se hizo al comienzo
del centenario en un medio público. Estos medios están
siempre disponibles y abiertos para cualquier ataque
directo o indirecto a Franco y a su Régimen y para la
exaltación de las ideas, los hechos y las personas que
lo combatieron. Extraña manera de entender la
objetividad y la verdad histórica en el servicio a los
españoles. Se dice, por algunos, que ello contribuye a
la «pacificación» de las «dos Españas», que parece
que exige dar ahora la victoria en las conciencias a los
que perdieron la Guerra, convirtiendo a los vencidos en
vencedores y viceversa. Extraña manera de pacificar los
espíritus, reabriendo heridas que estaban ya bien
cerradas y cicatrizadas...

Se está creando en la conciencia y en la opinión
pública española un sentimiento de hostilidad y un
juicio realmente falso y «revanchista», por incompleto
y parcial, de lo que el Régimen de Franco supuso y fue
en realidad. Menos mal que todavía quedan muchos
testigos de aquellos años que conocen la verdad. Ellos
saben quién creó sus regímenes de pensiones, sus
Residencias y Ambulatorios, sus sistemas de protección
social. Pero cuando ellos falten, y para muchos desde ya
mismo, se puede empezar a creer que «todo», y en ese
«todo» entra la Seguridad Social, ha sido obra de los
gobiernos de la democracia. No hace muchos días me
contaba un amigo una anécdota reveladora. Estaba en la
Residencia hospitalaria «La Paz», visitando a un
familiar enfermo, y oyó cómo, en la cama de al lado, un
hombre relativamente joven comentaba con otro visitante
las excelencias del hospital y lo que había supuesto en
su enfermedad, y terminaba su comentario diciendo:
«¡Hay que ver lo que le debemos a Felipe González!».
Mi amigo tuvo que recordar a su vecino que en ese mismo
hospital había muerto el anterior Jefe del Estado, por
lo que mal se podía atribuir la Institución a ningún
político actual.


* * *


Por ello, y ya que se ha hablado del
Centenario de la Seguridad Social, hay que dejar algún
testimonio de la verdad, de cómo, cuándo y por quiénes
se ha creado realmente. Ningún lugar mejor para hacerlo
que las páginas de Razón Española, que tan
denodadamente está defendiendo la verdad y la razón.

Cuando en 1936 España se vio envuelta en la tragedia de
la Guerra, ni siquiera a nivel doctrinal o programático
existía la idea de la Seguridad Social, como hemos dicho
al principio. Ni en España ni en la mayor parte de
Europa, excepción hecha de la Alemania de Bismark. Sólo
se habían producido pequeños avances en la protección
social de algunos sectores de trabajadores, y se estaba
fomentando lo que podría llamarse la «previsión
social». Aquella Ley Dato, de 1900, sobre accidentes de
trabajo, que se ha tomado como origen del centenario,
supuso un avance importantísimo en la protección social
de esta contingencia, como ya hemos dicho, al declarar la
responsabilidad objetiva del empresario por los
accidentes laborales de sus trabajadores; pero no se
configuró como un embrionario seguro social, de alcance
limitado a ciertos sectores hasta 1932, siendo Ministro
de Trabajo el socialista Largo Caballero, cuyo nombre no
quiero dejar de citar para no caer en la misma
parcialidad que estoy denunciando.

En 1905 se creó el Instituto de Reformas Sociales, y en
1908, y también por el Gobierno «conservador» de Dato,
se creó el Instituto Nacional de Previsión, meritoria
Institución de gran prestigio, que tuve el honor de
dirigir y que fue luego clave en el desarrollo de la
Seguridad Social, pero que hasta los años cuarenta
estuvo concebido más como un instrumento de impulso de
la provisión popular. En 1919 se había creado el Retiro
Obrero y en 1929 el Seguro de Maternidad. Ambos, aunque
con limitaciones, podrían considerarse ya «seguros
sociales». Y poco más. Todo limitado, embrionario y
parcial, con el mérito que hay que reconocer siempre a
quienes en la doctrina y en los hechos van abriendo
camino en las reformas sociales.

Lo cierto es que en 1936 apenas existían atisbos
doctrinales y escasas medidas de protección, limitadas a
ciertos sectores de trabajadores asalariados, que de
ninguna manera configuraban un sistema de Seguridad
Social más o menos incipiente.

El gran aldabonazo y la orden de salida para una
auténtica Seguridad Social, que, no obstante, tardaría
todavía años en lograrse, se dio en 1938, todavía en
plena Guerra, con el Fuero del Trabajo (inspirado, como
he dicho en otras ocasiones, en la idea de justicia
social de José Antonio y en la doctrina social de la
Iglesia). El Fuero del Trabajo no sólo decía que «el
Estado valora y exalta el trabajo y lo protegerá con la
fuerza de la ley, otorgándole las máximas
consideraciones y constituyéndolo en uno de los más
nobles títulos de jerarquía y honor», sino que
estableció, además, el compromiso del Estado de
proporcionar al trabajador la seguridad de su amparo en
el infortunio, estableciendo que se incrementarían los
seguros sociales de vejez, invalidez, maternidad,
accidentes de trabajo, enfermedades profesionales,
tuberculosis y paro forzoso, tendiéndose a la
implantación de un seguro total. El Fuero se mueve
todavía en ideas de «previsión» y protecciones
sociales parciales y dispersas, pero habla ya de
«seguros sociales» en su conjunto y apunta a la idea de
un seguro total; en definitiva, a la idea de una
Seguridad Social completa e integrada. Lo que se refuerza
en el Fuero de los Españoles de 1945, que da ya un
cuadro bastante completo de seguros sociales. Esa
Seguridad Social completa e integradora se acabó
consiguiendo con el desarrollo de estos principios a lo
largo del Régimen, como veremos luego. Y se puede hablar
de un verdadero Sistema de Seguridad Social a partir de
la Ley de Bases de 1963.

Ya en 1938, todavía antes de terminar la Guerra, se
crearon los subsidios familiares, completados luego con
el Plus Familiar (los famosos puntos), que en muchos
sectores profesionales y para muchas familias llegó a
suponer el 20% del salario. Yo tuve el honor de que mi
primera intervención en un Pleno de las Cortes, para
defender un proyecto de Ley, cuando a principios de los
sesenta era Delegado General del Instituto Nacional de
Previsión, fuera precisamente para defender la Ley de
Régimen Laboral de Ayuda familiar. Esta ayuda no formaba
parte propiamente de la Seguridad Social, pero sí la
completaba, y constituía en todo caso una protección a
la familia de carácter obligatorio, que luego, con el
tiempo, desapareció, por los inconvenientes que acabó
suscitando.

La Ley de Bases de 1963 integró los subsidios y el
«plus» en un único sistema de prestaciones económicas
de protección a la familia, lo que se potenció y
amplió en las leyes de 1972 y 1974, de las que
hablaremos más ampliamente en otro lugar, porque son
claves para el Sistema de la Seguridad Social y han
constituido la base de su posterior desarrollo
legislativo. La protección era muy amplia y comprendía:
asignaciones por hijo, incluso ilegítimo, asignación
mensual por la esposa, con ciertas limitaciones,
asignaciones por matrimonio y natalidad, que incluso
beneficiaban a los pensionistas. La protección se
incrementaba en los casos de familias numerosas. El
sistema era, como en otras prestaciones de la Seguridad
Social, de los más completos de Europa, si bien la
cuantía de las prestaciones me pareció siempre escasa.

Es una pena que el deterioro del sistema de protección a
la familia se haya ido acentuando a partir de los años
setenta, deterioro que se refiere no sólo a la cuantía
sino también al carácter y alcance de las prestaciones,
según la nueva regulación de 1994. Nunca podremos
determinar en qué medida este deterioro ha influido en
el descenso de la natalidad, que está adquiriendo
caracteres alarmantes. Lo cierto es que los países que
quieren invertir esa tendencia están incrementando las
prestaciones familiares, entre otras medidas.


* * *


El antiguo Retiro Obrero se sustituyó
por un auténtico Seguro de Vejez e Invalidez, cuya
reforma empezó ya también en 1939 y fue luego
ampliándose y perfeccionándose al mismo tiempo que se
extendía a colectivos inicialmente excluidos y se
suprimían limitaciones. Pero no se puede hablar de los
avances en la protección social de los trabajadores en
su vejez, en aquellos años, sin resaltar la importancia
del Mutualismo Laboral, a través del cual se
establecieron pensiones complementarias por rama de
actividad, integrando a trabajadores y empresarios en la
gestión. El Mutualismo Laboral llegó a alcanzar una
fuerza y popularidad impresionantes, no sólo por la
cuantía de las prestaciones, que mejoraban
substancialmente el Régimen general, sino por la
creación de servicios y actividades complementarias para
los afiliados y sus hijos, entre las cuales destacaron
las Universidades Laborales, que tantas posibilidades de
promoción social dieron a los hijos de los trabajadores.
Pero fueron importantes también las ayudas para
adquisición de viviendas, préstamos de interés social,
becas, etc.

La creación de la Mutualidad Agraria, del Montepío del
Servicio Doméstico, del Régimen de autónomos... fueron
abriendo camino para la creación de un genuino sistema
de pensiones, que, como hemos dicho, adquirió ya el
sentido de parte integrante de un auténtico Sistema de
Seguridad Social con la Ley de Bases de 1963 y
posteriormente con la Ley de 1972, por la que tanto
luché siendo Ministro, y en la que se sentaron los
principios de un completo sistema de pensiones,
proporcionales al salario y permanentemente actualizadas.

En la Ley de 1972 se señalaban como objetivos esenciales
el acercamiento de las cotizaciones y las prestaciones a
los salarios reales, y en definitiva y como resultado una
elevación permanente de las pensiones. Al defender la
Ley en el Pleno de las Cortes dije que «lo que queremos
es que en ese horizonte cada día más amplio de la
España del desarrollo, tengan un lugar al sol los
hombres que han aportado y están aportando a ese
desarrollo la principal fuente de energía, que es el
trabajo. Que participen en la renta nacional que se vaya
consiguiendo con una participación suficiente que les
corresponde no sólo por razones de solidaridad sino de
justicia... La renta nacional que ahora tenemos no la
produce sólo nuestro esfuerzo, la produce también el
esfuerzo aportado antes por los que a lo largo del tiempo
y en condiciones ciertamente mucho más difíciles fueron
creando nuestro patrimonio y las bases que hacen posible
esa renta; fueron creando esa España mejor en la que
nosotros podemos permitirnos ahora el orgullo de mirar un
horizonte de esperanza para nosotros y para nuestros
hijos, horizonte del que no podemos dejar al margen
precisamente a nuestros padres...». Naturalmente, este
discurso y los principios que contiene fueron consultados
con Franco, que los respaldó plenamente.

Siempre he sostenido que el problema de las pensiones es
un problema de solidaridad, no sólo entre sectores, sino
entre generaciones, y no puede tratarse con la frialdad
con que últimamente lo tratan algunos desde una
concepción puramente individualista de liberalismo
económico. No se puede decir a los hombres que cada uno
se las arregle como pueda para constituir un capital con
el que tener en el futuro una pensión. No sólo porque
no es seguro, sino porque es profundamente insolidario e
injusto y condenaría a la miseria a los sectores más
débiles de nuestra sociedad, que nunca podrían
constituir con sus ahorros el capital que les garantice
la pensión suficiente, pero sí han aportado su trabajo
a la creación permanente de riqueza.

En definitiva, y como no puedo extenderme más en los
conceptos doctrinales y políticos que inspiraron la
regulación de las pensiones en el Régimen de Franco, lo
que sí quiero resaltar es que en 1975, España tenía,
como parte esencial de la Seguridad Social, un sistema
completo de pensiones, permanentemente actualizadas, que
se había ido extendiendo desde los trabajadores
asalariados industriales a los hombres del mar, a los
campesinos, a los autónomos, a los empleados de hogar,
al clero, a los artistas, a los escritores, a los
toreros..., en definitiva, a toda la población
necesitada de esta protección.

Y la política en relación con los mayores no se quedó
sólo en las pensiones, sino que en 1970 aprobamos el
Plan Gerontológico Nacional (ese que llevan no sé
cuantos años diciendo que quieren aprobar ahora), y
empezamos a construir Residencias y Hogares de
Pensionistas por toda España a un ritmo que en 1975
suponía inaugurar una Residencia cada mes y un hogar
cada semana. Residencias y Hogares se constituyeron en
centros de asistencia y convivencia, pero también en
centros de rehabilitación y de participación y
difusión cultural, comenzándose entonces las
exposiciones, conferencias y viajes protegidos que,
después, y hay que alabarlo, han conseguido tan notable
desarrollo. Avances importantes que hay que fomentar e
incrementar con una política integral de mayores, que no
debería degradarse ni envilecerse nunca convirtiéndola
en instrumento electoral.


* * *


Pero tal vez el avance más importante en
materia de Seguridad Social lo constituyó la creación
del Seguro de Enfermedad en 1942. Como en otras cosas, el
ímpetu revolucionario de José Antonio Girón venció
todas las barreras que dificultaron su creación y puesta
en marcha. Cuando se habla de la Seguridad Social
española, hay que recordar a Pedro González Bueno,
Ministro cuando se proclamó el Fuero del Trabajo y se
crearon los subsidios familiares, pero es de necesaria
justicia decir que su gran impulsor, de acuerdo con las
directrices de Franco, fue el Ministro de Trabajo José
Antonio Girón. El fue abriendo los caminos y poniendo
las piedras fundamentales sobre las cuales pudimos
construir y avanzar los ministros que le sucedimos:
Fermín Sanz Orrio, Jesús Romeo Gorría, Fernando
Suárez, yo mismo... Cada uno iniciamos una nueva etapa o
dimos un giro o una impronta nueva a lo que al final ya
era de verdad uno de los sistemas de Seguridad Social
más completos y avanzados de Europa, que abarcaba a la
muerte de Franco al 87,8% de la población española, con
un cuadro de prestaciones perfectamente comparable al de
cualquier país europeo.

Pero volvamos a la asistencia sanitaria. Como digo en mi
libro Valió la pena, los avances del Seguro de
Enfermedad (que adquirió tanta importancia que llegó a
llamarse popularmente el «Seguro» por excelencia)
supusieron inicialmente una tensión con los sectores
privados de la medicina y los propios profesionales, que
veían recortado su ejercicio profesional libre. Era
comprensible su punto de vista. Pero la extensión de un
Servicio de Sanidad al máximo nivel para la gran
mayoría de la población española era una exigencia de
la justicia social. Y requería una ampliación y
modernización de la red hospitalaria, entonces escasa,
anticuada y deficiente, la creación de ambulatorios o
centros de salud y la estructuración, coordinación y
jerarquización de servicios. La medicina privada
española no estaba entonces en condiciones de abordar
este cambio, que tampoco podía ni debía hacerse desde
la beneficencia. Había que hacerlo desde la Seguridad
Social. Y se hizo. Es cierto que recortamos a la medicina
privada y a los médicos el ejercicio profesional libre,
pero pusimos en cambio a su disposición instituciones y
servicios que mejoraron rápidamente y de forma
impresionante su ejercicio profesional y dieron a la gran
mayoría amplias posibilidades de promoción y seguridad
en el trabajo. Ellos acabaron entendiéndolo y se
integraron plenamente en la Seguridad Social, cuya
medicina pusieron al máximo nivel de prestigio y
eficacia.

Las Residencias sanitarias de la Seguridad Social, a las
que no se quiso llamar «hospitales» por el sentido
peyorativo que esta palabra tenía entre la población
trabajadora, acabaron convirtiéndose en centros no sólo
asistenciales, sino de formación e investigación,
siendo decisivos a este respecto la labor y el impulso
del Dr. Segovia Arana. Y su prestigio ha permitido que
puedan llamarse «hospitales», palabra que ya no tiene
el sentido peyorativo que tenía cuando se creó el
seguro de enfermedad.

Sólo quienes conocen el antes y el después pueden
comprender el avance que para la medicina española y
para la salud de los españoles supuso la Seguridad
Social. La Seguridad Social hizo una auténtica
revolución de la sanidad española, no sólo al ponerla
al alcance de todos los españoles, sino al dotarla de un
nivel de servicios hasta entonces desconocidos. En 1936,
en España sólo existían las clínicas privadas
(escasas y mal dotadas), para los que podían pagarlas; y
los hospitales y servicios de Beneficencia (meritísimos,
pero insuficientes, infradotados y masificados), para la
inmensa mayoría de la población española. En 1975,
España disponía de una de las más modernas y completas
redes de Hospitales y Ambulatorios de Europa, y de un
cuadro médico capacitado al máximo nivel al servicio de
todos los españoles. Entre una y otra fecha está la
ingente obra de un Régimen.

Esa obra no puede ser silenciada y olvidada. En todas las
principales ciudades españolas se levanta el testimonio
de las Ciudades Sanitarias o Residencias hospitalarias
sobre las que todavía se sigue apoyando la asistencia
sanitaria de los españoles y cuyas fechas de
construcción dan fe de cuándo se hicieron. Pensemos,
por ejemplo, lo que suponen en Madrid los hospitales de
«La Paz», «Puerta de Hierro», «12 de Octubre»,
«Ramón y Cajal»... Y pensemos en lo que suponen «La
Fe» en Valencia, el «Valle de Hebrón» u
«Hospitalet» en Barcelona, el «Rocío» en Sevilla,
«Cruces» en Bilbao. Y tantos y tantos en todas las
ciudades de España... Todos son obra del Régimen. (No
de Felipe González como decía, intoxicado por la
propaganda, el enfermo de «La Paz» en la anécdota que
contamos antes).

En 1975, los indicadores de la Organización Mundial de
la Salud colocaban a España en el aspecto de dotaciones
sanitarias en el tercio de cabeza de los países
desarrollados. Se disponía de 5,33 unidades de
hospitalización por cada 1.000 habitantes, muy cerca de
la media europea, siendo además la mayoría de nuestros
hospitales más modernos. El porcentaje de médicos
superaba la media europea... Pero no sólo se trata del
número de instituciones o de médicos, es que el nivel
de asistencia era tan alto que los no incluidos en la
Seguridad Social querían ser asistidos en sus
hospitales, pagando lo que fuera. Muchas veces tuve que
hacer frente a este tipo de peticiones. Desgraciadamente,
la ampliación de la población protegida y de la demanda
de servicios, unida a la falta de construcción de nuevos
centros y de modernización de los antiguos y a la
descoordinación de muchos servicios, ha hecho que el
nivel en muchos casos no se haya mantenido. Me duele
conocer casos cada vez más frecuentes de beneficiarios
de la Seguridad Social que si pueden se pagan ahora un
seguro privado.


* * *


La protección de los accidentes de
trabajo y enfermedades profesionales, que se inició en
1900 y adquirió el carácter de seguro social en 1932,
se desarrolló y amplió durante el Régimen, siendo
clave a estos efectos la Ley de 1955, en cuanto a los
accidentes, y las de 1947-49 y 1961-62 para las
enfermedades profesionales. Las posteriores de 1963 y
1972, citadas reiteradamente a lo largo de este trabajo,
eran ya reguladoras de la Seguridad Social como un
sistema completo, y por tanto incluían en su ámbito de
protección los accidentes de trabajo y las enfermedades
profesionales con la máxima amplitud. En el orden
asistencial, se construyeron modernos centros de
Traumatología y llegamos a contar con uno de los centros
señeros de Europa en su especialidad: el Hospital
Nacional de Parapléjicos de Toledo.

En 1971 pusimos en marcha el Plan Nacional de Prevención
de accidentes de trabajo y dotamos de centros regionales
y provinciales de prevención y reconocimiento a toda la
geografía española, incidiendo así favorablemente en
la sangría abierta que para la vida y la capacidad de
los españoles suponen los accidentes de trabajo. El
Plan, como tantas otras cosas, se descuidó; no se
siguió insistiendo en esta fundamental tarea y la
sangría de los accidentes ha vuelto a incrementarse de
forma alarmante.


* * *


El Seguro de desempleo se creó en 1961,
y antes se había creado el Seguro Escolar, el Montepío
del Servicio Doméstico, y más tarde se perfeccionaron y
ampliaron la Seguridad Social Agraria y la del Mar. La
Seguridad Social se fue extendiendo también a los
autónomos, a los escritores, al clero, a los toreros, a
los artistas... No vamos a abrumar al lector con una
interminable lista de fechas y disposiciones que fueron
jalonando los distintos avances parciales. Lo que importa
subrayar es que el objetivo de una Seguridad Social
completa, que comprendiera a la práctica totalidad de la
población trabajadora, con un sistema integrado de
prestaciones, se había conseguido en los años sesenta.
Los diversos avances parciales se convirtieron ya
legalmente en un verdadero Sistema por la Ley de Bases de
1963 y por la Ley de Perfeccionamiento de 1972, tantas
veces citadas. Tan importantes y decisivas fueron estas
leyes, que las posteriores, que no siempre han mejorado
el sistema, las toman siempre como punto de referencia
para modificarlas más o menos parcialmente, y luego
hacer textos refundidos, hasta el punto de que algunas
colecciones legislativas siguen publicándolas para el
mejor entendimiento de las normas vigentes.


* * *

Hoy, la Seguridad Social, gracias sobre
todo a la obra de Francisco Franco, es una realidad
consolidada en el patrimonio del pueblo español, que hay
que defender a toda costa.

En este Centenario de la Seguridad Social, tenía la
necesidad de llenar silencios y olvidos injustificables,
con estas consideraciones, que tratan de hacer justicia a
su significación histórica, social y política, y a la
tarea de los hombres que la hicieron posible, a cuyo
frente está Francisco Franco Y al hablar de los hombres,
no me refiero sólo ni especialmente a los políticos.
Están ahora en mi memoria centenares, miles de
representantes sindicales, de mutualistas, millones de
trabajadores y empresarios, sobre cuyas inquietudes
sociales y esfuerzo de creación de riqueza fue posible
construir tan hermosa obra de solidaridad y justicia,
para la convivencia y el bienestar de nuestro pueblo.


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Franco y la Seguridad Social. Donde le duele a la facha mugrienta. Empty Re: Franco y la Seguridad Social. Donde le duele a la facha mugrienta.

Mensaje por CalaveraDeFidel Mar Mayo 31, 2011 9:29 am

Azali, no sé arreglar esto.
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