Las capas interiores de Luik:Machismo, misoginia y homofobia por el filósofo Teodoro Adorno
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Las capas interiores de Luik:Machismo, misoginia y homofobia por el filósofo Teodoro Adorno
José Ramón Merentes en palabra de Mujer
Este
artículo plantea la relación intrínseca entre machismo, misoginia y
homofobia, desde el análisis sociológico aportado por el filósofo y
sociólogo alemán Teodoro Adorno (1903-1969) y otros académicos a través
de la teoría de la personalidad autoritaria. Analiza el abordaje que se
hace desde este perfil de personalidad de la realidad observable y
muestra sus elementos profundamente antidemocráticos y antiéticos.
Machismo, Misoginia.
¿Qué
es el “machismo”? No es más que el término vulgar del androcentrismo,
que tiene como una de sus expresiones más duras y violentas a la
misoginia, el desprecio por las mujeres que las reduce en su condición
humana y justifica cualquier ataque contra su dignidad, contra su
integridad física, psicológica o moral.
Después de
muchos años de incansable esfuerzo, el movimiento de mujeres ha logrado
la aprobación de una ley contra la violencia sexista (Ley Orgánica
sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida libre de Violencia, 2007),
pero prevalecen las profundas causas culturales que la generan. El
machismo, el desprecio por lo femenino como referencia social-cultural
ha calado muy profundo en nuestras mentes. ¡Claro! Hace más de cinco mil
años que venimos escuchando esta misma letanía acerca de "la naturaleza
intrínsecamente diabólica, perversa de la mujer".
En
las culturas androcéntricas-misóginas, la condicion de las mujeres es
constantemente simplificada y condenada. Se habla de "la mujer", del
"rol femenino" –usualmente secundario y de poca importancia según esta
concepción de la realidad- como si con esta expresión pudiéramos reducir
la riqueza de la condicion humana de las mujeres (¿o más bien debiera
decir "feminiana", ya que lo "humano" proviene del Hombre, ese Hombre
con mayúscula que se nos ha querido imponer como única referencia ética
posible?).
Autoridad y discriminación
En
lo más profundo de este pensamiento androcéntrico pervive lo que
Teodoro Adorno llegara a definir como "pensamiento autoritario". Para
explicar el éxito político del nazismo en un país tan culto como
Alemania, Adorno emprendió la ingente tarea de coordinar más de
cincuenta mil encuestas psicológicas. El sorprendente resultado fue que
una alta proporción de la población estudiada manifestaba las siguientes
características conductuales:
Pensamiento
dicotómico (o binario): Ve la realidad a partir de pares mutuamente
excluyentes (“blanco y negro”, “fuerte y débil”, “masculino/femenino”,
etc.). En este ultimo par, “masculino/femenino”, la relación no es
“entre dos iguales”. La relación es más bien asimétrica, lo masculino
por encima de lo femenino.
Intolerancia ante la
ambigüedad: como consecuencia directa de la anterior, la persona
autoritaria no tolera lo que no pueda encasillarse en alguno de los dos
polos en los que divide la realidad. Actividades como el arte, lo
espiritual, son decididamente descalificadas y perseguidas como
“peligrosas”. La caracterización estrecha de las personas impide
cualquier variación con respecto a lo que se tiene como “correcto” o
“aceptable”.
La concepción jerarquizada de las
relaciones humanas: “Sexo”, “raza”, “edad” y cualquier otra
característica que sirva como referencia para clasificar a las personas
es definida a partir del hombre como el pináculo del orden social.
Huelga
decir que en el balance de género las mujeres siempre han ocupado el
lugar de “lo otro”. Ha sido hasta ahora “el sexo opuesto” (otra
fantasmagoría mas inventada por la necesidad autoritaria de
dicotomizarlo todo; los sexos y los géneros, cuantos sean estos y
aquellos, son imposibles de ser reducidos a esa dicotomía, pues en cada
uno existe algo de los demás. XX y XY no son mutuamente excluyentes. Las
intersexualidades y las identidades de género, distintas al sexo
biológico en algunas personas, es prueba palmaria de ello).
Con
toda esta carga cultural y política en su contra, las mujeres fueron
confinadas a los pliegues invisibles de la historia. Quemadas como
brujas, colgadas de mástiles y guillotinadas (Olimpia de Gouges,
1748-1793, la redactora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y
la Ciudadana (Francia, 1791) es el ejemplo y el símbolo de este miedo y
odio criminal contra las mujeres durante gran parte de nuestra historia
en la Tierra), la persecución y los múltiples genocidios contra las
mujeres han demostrado de lo que es capaz la misoginia.
La
reducción de la condicion femenina a algo diabólico ha significado
desde luego la condena de toda expresión que pueda acercarse siquiera a
la considerada como parte esencial e inseparable suya.
Misoginia, Homofobia
Muy
cerca de ese machismo misógino, se encuentra la homofobia, desde el
punto de vista ideológico. Esta es el odio o rechazo a toda persona que
“se salga” de la norma heterosexista. Es decir, el rechazo a las
personas por su orientación homosexual o bisexual. Claro que la
misoginia y la homofobia comparten una profunda descalificación de todo
aquello que no pueda identificarse con esa imagen sobredimensionada y
todopoderosa que se tiene de lo masculino. No por casualidad la
homosexualidad masculina es considerada –desde lo cultural y simbólico-
como más perniciosa que la homosexualidad femenina. Esta última se
invisibiliza, no existe, o si se permite su representación es
simplemente para solaz y satisfacción de las fantasías del macho
heterosexual.
Las mujeres, su sexualidad y
afectividad son “inocuas”. Se pueden expresar afecto entre sí, en el
espacio público, y no pasa a mayores. En cambio, la expresión pública de
afecto, de emocionalidad, está prohibida para los varones, so pena de
ser menospreciados “como mujercitas” (¿Cuántas veces, cuantas palabras
no conocemos que identifican la homosexualidad masculina con lo
femenino, con su supuesta - y peligrosa –fragilidad? No tenemos más que
ver la representación que se hace de la homosexualidad masculina en
nuestra televisión para entender esta relación entre ella y la condicion
femenina, “intrínsecamente inferior”).
Cada vez
que se habla en el discurso público de la homosexualidad, se hace
referencia directa y excluyente a la homosexualidad masculina. Si se
menciona la posibilidad del matrimonio homosexual, de inmediato salen a
relucir las supuestas “razones” por las que dos hombres no pueden
casarse (comenzando por la etimológica, que la palabra “matrimonio”
implica necesariamente la existencia de “una madre”. De allí se supone
entonces que el “matrimonio” no estaría nunca más justificado que entre
dos mujeres, ya que pueden concebir una prole en la que confluyen las
características biológicas de ambas).
La creencia
mayoritaria asume que los varones homosexuales “quieren o pretenden ser
mujeres”. Esta concepción errónea sobre la relación entre sexo
biológico, orientación sexual e identidad de género ya ha sido superada
por completo por el conocimiento científico disponible actualmente. La
orientación homosexual no significa que la persona quiera cambiar de
sexo o que se sienta mal con su propio sexo. La orientación bisexual
tampoco se trata de una “indefinición” (¿recordamos la necesidad
autoritaria de ceñirse a definiciones estrictas y mutuamente excluyentes
y su temor a la ambigüedad, a lo “no definido”?). Se trata simplemente
de atracción erótica y emocional hacia personas de uno, u otro sexo (en
el caso de las personas homo o heterosexuales) o a ambos sexos. Esta
última no necesariamente se presenta en forma simultánea (lo cual genera
el mito de la supuesta incapacidad para el compromiso que tendrían las
personas bisexuales).
Por otra parte, la identidad
de género es la profunda convicción de pertenecer a cualquiera de los
sexos. Ésta no necesariamente coincide con las características sexuales
de la persona (la identidad de género no se define por los órganos
sexuales de la persona, sino por la sensación sicológica de ser “varón” o
“mujer”).
La única forma de liberarnos de estas
limitaciones abusivas a nuestra libertad individual es precisamente
afirmando nuestra condición, orientación sexual o identidad de género,
como lo que simplemente es, nuestro derecho a ser quienes somos.
Este
artículo plantea la relación intrínseca entre machismo, misoginia y
homofobia, desde el análisis sociológico aportado por el filósofo y
sociólogo alemán Teodoro Adorno (1903-1969) y otros académicos a través
de la teoría de la personalidad autoritaria. Analiza el abordaje que se
hace desde este perfil de personalidad de la realidad observable y
muestra sus elementos profundamente antidemocráticos y antiéticos.
Machismo, Misoginia.
¿Qué
es el “machismo”? No es más que el término vulgar del androcentrismo,
que tiene como una de sus expresiones más duras y violentas a la
misoginia, el desprecio por las mujeres que las reduce en su condición
humana y justifica cualquier ataque contra su dignidad, contra su
integridad física, psicológica o moral.
Después de
muchos años de incansable esfuerzo, el movimiento de mujeres ha logrado
la aprobación de una ley contra la violencia sexista (Ley Orgánica
sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida libre de Violencia, 2007),
pero prevalecen las profundas causas culturales que la generan. El
machismo, el desprecio por lo femenino como referencia social-cultural
ha calado muy profundo en nuestras mentes. ¡Claro! Hace más de cinco mil
años que venimos escuchando esta misma letanía acerca de "la naturaleza
intrínsecamente diabólica, perversa de la mujer".
En
las culturas androcéntricas-misóginas, la condicion de las mujeres es
constantemente simplificada y condenada. Se habla de "la mujer", del
"rol femenino" –usualmente secundario y de poca importancia según esta
concepción de la realidad- como si con esta expresión pudiéramos reducir
la riqueza de la condicion humana de las mujeres (¿o más bien debiera
decir "feminiana", ya que lo "humano" proviene del Hombre, ese Hombre
con mayúscula que se nos ha querido imponer como única referencia ética
posible?).
Autoridad y discriminación
En
lo más profundo de este pensamiento androcéntrico pervive lo que
Teodoro Adorno llegara a definir como "pensamiento autoritario". Para
explicar el éxito político del nazismo en un país tan culto como
Alemania, Adorno emprendió la ingente tarea de coordinar más de
cincuenta mil encuestas psicológicas. El sorprendente resultado fue que
una alta proporción de la población estudiada manifestaba las siguientes
características conductuales:
Pensamiento
dicotómico (o binario): Ve la realidad a partir de pares mutuamente
excluyentes (“blanco y negro”, “fuerte y débil”, “masculino/femenino”,
etc.). En este ultimo par, “masculino/femenino”, la relación no es
“entre dos iguales”. La relación es más bien asimétrica, lo masculino
por encima de lo femenino.
Intolerancia ante la
ambigüedad: como consecuencia directa de la anterior, la persona
autoritaria no tolera lo que no pueda encasillarse en alguno de los dos
polos en los que divide la realidad. Actividades como el arte, lo
espiritual, son decididamente descalificadas y perseguidas como
“peligrosas”. La caracterización estrecha de las personas impide
cualquier variación con respecto a lo que se tiene como “correcto” o
“aceptable”.
La concepción jerarquizada de las
relaciones humanas: “Sexo”, “raza”, “edad” y cualquier otra
característica que sirva como referencia para clasificar a las personas
es definida a partir del hombre como el pináculo del orden social.
Huelga
decir que en el balance de género las mujeres siempre han ocupado el
lugar de “lo otro”. Ha sido hasta ahora “el sexo opuesto” (otra
fantasmagoría mas inventada por la necesidad autoritaria de
dicotomizarlo todo; los sexos y los géneros, cuantos sean estos y
aquellos, son imposibles de ser reducidos a esa dicotomía, pues en cada
uno existe algo de los demás. XX y XY no son mutuamente excluyentes. Las
intersexualidades y las identidades de género, distintas al sexo
biológico en algunas personas, es prueba palmaria de ello).
Con
toda esta carga cultural y política en su contra, las mujeres fueron
confinadas a los pliegues invisibles de la historia. Quemadas como
brujas, colgadas de mástiles y guillotinadas (Olimpia de Gouges,
1748-1793, la redactora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y
la Ciudadana (Francia, 1791) es el ejemplo y el símbolo de este miedo y
odio criminal contra las mujeres durante gran parte de nuestra historia
en la Tierra), la persecución y los múltiples genocidios contra las
mujeres han demostrado de lo que es capaz la misoginia.
La
reducción de la condicion femenina a algo diabólico ha significado
desde luego la condena de toda expresión que pueda acercarse siquiera a
la considerada como parte esencial e inseparable suya.
Misoginia, Homofobia
Muy
cerca de ese machismo misógino, se encuentra la homofobia, desde el
punto de vista ideológico. Esta es el odio o rechazo a toda persona que
“se salga” de la norma heterosexista. Es decir, el rechazo a las
personas por su orientación homosexual o bisexual. Claro que la
misoginia y la homofobia comparten una profunda descalificación de todo
aquello que no pueda identificarse con esa imagen sobredimensionada y
todopoderosa que se tiene de lo masculino. No por casualidad la
homosexualidad masculina es considerada –desde lo cultural y simbólico-
como más perniciosa que la homosexualidad femenina. Esta última se
invisibiliza, no existe, o si se permite su representación es
simplemente para solaz y satisfacción de las fantasías del macho
heterosexual.
Las mujeres, su sexualidad y
afectividad son “inocuas”. Se pueden expresar afecto entre sí, en el
espacio público, y no pasa a mayores. En cambio, la expresión pública de
afecto, de emocionalidad, está prohibida para los varones, so pena de
ser menospreciados “como mujercitas” (¿Cuántas veces, cuantas palabras
no conocemos que identifican la homosexualidad masculina con lo
femenino, con su supuesta - y peligrosa –fragilidad? No tenemos más que
ver la representación que se hace de la homosexualidad masculina en
nuestra televisión para entender esta relación entre ella y la condicion
femenina, “intrínsecamente inferior”).
Cada vez
que se habla en el discurso público de la homosexualidad, se hace
referencia directa y excluyente a la homosexualidad masculina. Si se
menciona la posibilidad del matrimonio homosexual, de inmediato salen a
relucir las supuestas “razones” por las que dos hombres no pueden
casarse (comenzando por la etimológica, que la palabra “matrimonio”
implica necesariamente la existencia de “una madre”. De allí se supone
entonces que el “matrimonio” no estaría nunca más justificado que entre
dos mujeres, ya que pueden concebir una prole en la que confluyen las
características biológicas de ambas).
La creencia
mayoritaria asume que los varones homosexuales “quieren o pretenden ser
mujeres”. Esta concepción errónea sobre la relación entre sexo
biológico, orientación sexual e identidad de género ya ha sido superada
por completo por el conocimiento científico disponible actualmente. La
orientación homosexual no significa que la persona quiera cambiar de
sexo o que se sienta mal con su propio sexo. La orientación bisexual
tampoco se trata de una “indefinición” (¿recordamos la necesidad
autoritaria de ceñirse a definiciones estrictas y mutuamente excluyentes
y su temor a la ambigüedad, a lo “no definido”?). Se trata simplemente
de atracción erótica y emocional hacia personas de uno, u otro sexo (en
el caso de las personas homo o heterosexuales) o a ambos sexos. Esta
última no necesariamente se presenta en forma simultánea (lo cual genera
el mito de la supuesta incapacidad para el compromiso que tendrían las
personas bisexuales).
Por otra parte, la identidad
de género es la profunda convicción de pertenecer a cualquiera de los
sexos. Ésta no necesariamente coincide con las características sexuales
de la persona (la identidad de género no se define por los órganos
sexuales de la persona, sino por la sensación sicológica de ser “varón” o
“mujer”).
La única forma de liberarnos de estas
limitaciones abusivas a nuestra libertad individual es precisamente
afirmando nuestra condición, orientación sexual o identidad de género,
como lo que simplemente es, nuestro derecho a ser quienes somos.
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: Las capas interiores de Luik:Machismo, misoginia y homofobia por el filósofo Teodoro Adorno
Si usaras un tipo más pequeño, sería más fácil que la gente leyera lo que pones.
luik- Cantidad de envíos : 9436
Fecha de inscripción : 11/07/2011
Edad : 41
Re: Las capas interiores de Luik:Machismo, misoginia y homofobia por el filósofo Teodoro Adorno
luik escribió:Si usaras un tipo más pequeño, sería más fácil que la gente leyera lo que pones.
+
----
-
Para que lo leas
José Ramón Merentes en palabra de Mujer
Este
artículo plantea la relación intrínseca entre machismo, misoginia y
homofobia, desde el análisis sociológico aportado por el filósofo y
sociólogo alemán Teodoro Adorno (1903-1969) y otros académicos a través
de la teoría de la personalidad autoritaria. Analiza el abordaje que se
hace desde este perfil de personalidad de la realidad observable y
muestra sus elementos profundamente antidemocráticos y antiéticos.
Machismo, Misoginia.
¿Qué
es el “machismo”? No es más que el término vulgar del androcentrismo,
que tiene como una de sus expresiones más duras y violentas a la
misoginia, el desprecio por las mujeres que las reduce en su condición
humana y justifica cualquier ataque contra su dignidad, contra su
integridad física, psicológica o moral.
Después de
muchos años de incansable esfuerzo, el movimiento de mujeres ha logrado
la aprobación de una ley contra la violencia sexista (Ley Orgánica
sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida libre de Violencia, 2007),
pero prevalecen las profundas causas culturales que la generan. El
machismo, el desprecio por lo femenino como referencia social-cultural
ha calado muy profundo en nuestras mentes. ¡Claro! Hace más de cinco mil
años que venimos escuchando esta misma letanía acerca de "la naturaleza
intrínsecamente diabólica, perversa de la mujer".
En
las culturas androcéntricas-misóginas, la condicion de las mujeres es
constantemente simplificada y condenada. Se habla de "la mujer", del
"rol femenino" –usualmente secundario y de poca importancia según esta
concepción de la realidad- como si con esta expresión pudiéramos reducir
la riqueza de la condicion humana de las mujeres (¿o más bien debiera
decir "feminiana", ya que lo "humano" proviene del Hombre, ese Hombre
con mayúscula que se nos ha querido imponer como única referencia ética
posible?).
Autoridad y discriminación
En
lo más profundo de este pensamiento androcéntrico pervive lo que
Teodoro Adorno llegara a definir como "pensamiento autoritario". Para
explicar el éxito político del nazismo en un país tan culto como
Alemania, Adorno emprendió la ingente tarea de coordinar más de
cincuenta mil encuestas psicológicas. El sorprendente resultado fue que
una alta proporción de la población estudiada manifestaba las siguientes
características conductuales:
Pensamiento
dicotómico (o binario): Ve la realidad a partir de pares mutuamente
excluyentes (“blanco y negro”, “fuerte y débil”, “masculino/femenino”,
etc.). En este ultimo par, “masculino/femenino”, la relación no es
“entre dos iguales”. La relación es más bien asimétrica, lo masculino
por encima de lo femenino.
Intolerancia ante la
ambigüedad: como consecuencia directa de la anterior, la persona
autoritaria no tolera lo que no pueda encasillarse en alguno de los dos
polos en los que divide la realidad. Actividades como el arte, lo
espiritual, son decididamente descalificadas y perseguidas como
“peligrosas”. La caracterización estrecha de las personas impide
cualquier variación con respecto a lo que se tiene como “correcto” o
“aceptable”.
La concepción jerarquizada de las
relaciones humanas: “Sexo”, “raza”, “edad” y cualquier otra
característica que sirva como referencia para clasificar a las personas
es definida a partir del hombre como el pináculo del orden social.
Huelga
decir que en el balance de género las mujeres siempre han ocupado el
lugar de “lo otro”. Ha sido hasta ahora “el sexo opuesto” (otra
fantasmagoría mas inventada por la necesidad autoritaria de
dicotomizarlo todo; los sexos y los géneros, cuantos sean estos y
aquellos, son imposibles de ser reducidos a esa dicotomía, pues en cada
uno existe algo de los demás. XX y XY no son mutuamente excluyentes. Las
intersexualidades y las identidades de género, distintas al sexo
biológico en algunas personas, es prueba palmaria de ello).
Con
toda esta carga cultural y política en su contra, las mujeres fueron
confinadas a los pliegues invisibles de la historia. Quemadas como
brujas, colgadas de mástiles y guillotinadas (Olimpia de Gouges,
1748-1793, la redactora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y
la Ciudadana (Francia, 1791) es el ejemplo y el símbolo de este miedo y
odio criminal contra las mujeres durante gran parte de nuestra historia
en la Tierra), la persecución y los múltiples genocidios contra las
mujeres han demostrado de lo que es capaz la misoginia.
La
reducción de la condicion femenina a algo diabólico ha significado
desde luego la condena de toda expresión que pueda acercarse siquiera a
la considerada como parte esencial e inseparable suya.
Misoginia, Homofobia
Muy
cerca de ese machismo misógino, se encuentra la homofobia, desde el
punto de vista ideológico. Esta es el odio o rechazo a toda persona que
“se salga” de la norma heterosexista. Es decir, el rechazo a las
personas por su orientación homosexual o bisexual. Claro que la
misoginia y la homofobia comparten una profunda descalificación de todo
aquello que no pueda identificarse con esa imagen sobredimensionada y
todopoderosa que se tiene de lo masculino. No por casualidad la
homosexualidad masculina es considerada –desde lo cultural y simbólico-
como más perniciosa que la homosexualidad femenina. Esta última se
invisibiliza, no existe, o si se permite su representación es
simplemente para solaz y satisfacción de las fantasías del macho
heterosexual.
Las mujeres, su sexualidad y
afectividad son “inocuas”. Se pueden expresar afecto entre sí, en el
espacio público, y no pasa a mayores. En cambio, la expresión pública de
afecto, de emocionalidad, está prohibida para los varones, so pena de
ser menospreciados “como mujercitas” (¿Cuántas veces, cuantas palabras
no conocemos que identifican la homosexualidad masculina con lo
femenino, con su supuesta - y peligrosa –fragilidad? No tenemos más que
ver la representación que se hace de la homosexualidad masculina en
nuestra televisión para entender esta relación entre ella y la condicion
femenina, “intrínsecamente inferior”).
Cada vez
que se habla en el discurso público de la homosexualidad, se hace
referencia directa y excluyente a la homosexualidad masculina. Si se
menciona la posibilidad del matrimonio homosexual, de inmediato salen a
relucir las supuestas “razones” por las que dos hombres no pueden
casarse (comenzando por la etimológica, que la palabra “matrimonio”
implica necesariamente la existencia de “una madre”. De allí se supone
entonces que el “matrimonio” no estaría nunca más justificado que entre
dos mujeres, ya que pueden concebir una prole en la que confluyen las
características biológicas de ambas).
La creencia
mayoritaria asume que los varones homosexuales “quieren o pretenden ser
mujeres”. Esta concepción errónea sobre la relación entre sexo
biológico, orientación sexual e identidad de género ya ha sido superada
por completo por el conocimiento científico disponible actualmente. La
orientación homosexual no significa que la persona quiera cambiar de
sexo o que se sienta mal con su propio sexo. La orientación bisexual
tampoco se trata de una “indefinición” (¿recordamos la necesidad
autoritaria de ceñirse a definiciones estrictas y mutuamente excluyentes
y su temor a la ambigüedad, a lo “no definido”?). Se trata simplemente
de atracción erótica y emocional hacia personas de uno, u otro sexo (en
el caso de las personas homo o heterosexuales) o a ambos sexos. Esta
última no necesariamente se presenta en forma simultánea (lo cual genera
el mito de la supuesta incapacidad para el compromiso que tendrían las
personas bisexuales).
Por otra parte, la identidad
de género es la profunda convicción de pertenecer a cualquiera de los
sexos. Ésta no necesariamente coincide con las características sexuales
de la persona (la identidad de género no se define por los órganos
sexuales de la persona, sino por la sensación sicológica de ser “varón” o
“mujer”).
La única forma de liberarnos de estas
limitaciones abusivas a nuestra libertad individual es precisamente
afirmando nuestra condición, orientación sexual o identidad de género,
como lo que simplemente es, nuestro derecho a ser quienes somos.
Tetro- Cantidad de envíos : 5903
Fecha de inscripción : 08/03/2009
Re: Las capas interiores de Luik:Machismo, misoginia y homofobia por el filósofo Teodoro Adorno
Tetro escribió:[
Para que lo leas
/size]
El Cala sufre tremendas cuitas, pues por un lado le tiene pavor al Infierno,
y por otro tiene tendencias gay.
A eso orillan a la gente gobiernos clericales y gobiernos progre.
A ambos habría que darles una patada en el culo, para tener una sociedad
racionalista.
luik- Cantidad de envíos : 9436
Fecha de inscripción : 11/07/2011
Edad : 41
Re: Las capas interiores de Luik:Machismo, misoginia y homofobia por el filósofo Teodoro Adorno
No sé qué le dio a los textos por salir así configurados aunque los pase por words antes o el blco de notas. Sé que no los va a leer el paciente, pero queda más lindo en su expediente.
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Luik
Yo creo que Luik es bisexual, igual que el rey David, ha de tener a su Jonathan escondido, tal vez luego salgan del closet
Tetro- Cantidad de envíos : 5903
Fecha de inscripción : 08/03/2009
Re: Las capas interiores de Luik:Machismo, misoginia y homofobia por el filósofo Teodoro Adorno
Creer es fe, yo ni creo ni dejo de creer, pero pa no ser mecánico sabe cómo usar tods las llaves. Sería feliz aquí en Canarias tenemos muchos plátanosTetro escribió:Yo creo que Luik es bisexual, igual que el rey David, ha de tener a su Jonathan escondido, tal vez luego salgan del closet
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: Las capas interiores de Luik:Machismo, misoginia y homofobia por el filósofo Teodoro Adorno
CalaveraDeFidel escribió:Creer es fe, yo ni creo ni dejo de creer, pero pa no ser mecánico sabe cómo usar tods las llaves. Sería feliz aquí en Canarias tenemos muchos plátanosTetro escribió:Yo creo que Luik es bisexual, igual que el rey David, ha de tener a su Jonathan escondido, tal vez luego salgan del closet
Si ustedes mismos usan como ofensa a la homosexualidad, no han de estar tan seguros de que sea una simple "opción más".
luik- Cantidad de envíos : 9436
Fecha de inscripción : 11/07/2011
Edad : 41
Homo
Si ustedes mismos usan como ofensa a la homosexualidad, no han de estar tan seguros de que sea una simple "opción más"(Luik)
No creo que sea una opción, tal vez es algo como la diabetes y otras cosas, tal vez tenga que ver lo circunstancial, lo genético y tantas otras cosas, el caso es que en muchas familias se da eso, alli tenemos a Ricky Martin y a Juan Gabriel( la Juanga)
Luik, lo de los foros es solo entretenimiento, no lo tomes en serio
No creo que sea una opción, tal vez es algo como la diabetes y otras cosas, tal vez tenga que ver lo circunstancial, lo genético y tantas otras cosas, el caso es que en muchas familias se da eso, alli tenemos a Ricky Martin y a Juan Gabriel( la Juanga)
Luik, lo de los foros es solo entretenimiento, no lo tomes en serio
Tetro- Cantidad de envíos : 5903
Fecha de inscripción : 08/03/2009
Re: Las capas interiores de Luik:Machismo, misoginia y homofobia por el filósofo Teodoro Adorno
[quote="Tetro"] y a Juan Gabriel( la Juanga)[/quote
[youtube][/youtube]
[youtube][/youtube]
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: Las capas interiores de Luik:Machismo, misoginia y homofobia por el filósofo Teodoro Adorno
Tetro escribió:
No creo que sea una opción, tal vez es algo como la diabetes y otras cosas, tal vez tenga que ver lo circunstancial, lo genético y tantas otras cosas, el caso es que en muchas familias se da eso, alli tenemos a Ricky Martin y a Juan Gabriel( la Juanga)
¿O sea que consideras a la homosexualidad una enfermedad?
Díselo al Socratillos, que es muy pro gay.
A los españoles no puedes decirles que ser gay es ser enfermo, porque se infartan.
luik- Cantidad de envíos : 9436
Fecha de inscripción : 11/07/2011
Edad : 41
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