Pueblos y religiones.
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Pueblos y religiones.
PUEBLOS
RELIGIONES PRIMITIVAS
En el momento en que asoma en el horizonte del pasado, la
familia humana aparece dispersa y dividida en incontables pueblos, tribus y
clanes que se desconocen mutuamente. Sobre la corteza terrestre, aún sin
cultivar, en las selvas y tundras, comenzó a dejarse oir el lenguaje humano. No
eran gritos que sólo expresaran un deseo o un sentimiento, como los que lanzan
los animales en celo o doloridos. Los sonidos se configuraron en signos
matizados de la realidad, hasta lo que llamamos palabras. El hombre reflexionaba
sobre la realidad y ponía nombre a las cosas; y esto no sólo para sí mismo,
sino también para los demás. No es bueno que el hombre esté solo. Naturalmente,
el primer pensar y hablar comunitario se dirigió a lo más inmediato, a lo que
se percibe por los sentidos: los otros hombres, los animales, las partes del
cuerpo, las cosas de la naturaleza, los fenómenos atmosféricos. Lo percibido
fue concebido preferentemente como un todo. Apenas llegaban a un pensar
diferenciador, razonador y delimitador. Sin embargo, en la técnica y en el
obrar primitivos se aplicaba ya un pensamiento práctico y lógico. Parece
también que, tras los fenómenos, se investigaban las causas y se discurría
sobre el origen de las cosas y de los hombres. Este tantear se repitió miles de
veces y en mil partes. Entre angustia y seguridad, entre dolor y gozo y — algo
esencialmente humano — entre bien y mal (por muy solidariamente que esto se
sintiera), allí estaba el hombre, siempre a la búsqueda. Y buscaba no sólo con
su inteligencia, sino con todo su ser. La criatura comenzó a responder a la
obra de su Creador. «Él hizo provenir de uno solo a todo el linaje humano para
habitar sobre toda la faz de la tierra... para que busquen a Dios, a ver si a
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tientas dan con él y lo encuentran» (Pablo a los atenienses,
Act 17, 26-27). Tras las cosas y en las cosas, veían actuar fuerzas que fueron
más o menos personificadas en espíritus y dioses Por medio de ritos mágicos y
también con oraciones y sacrificios, trató el hombre de influir en el mundo suprasensible.
Prácticamente no se ha considerado jamás a la muerte como acontecimiento en
consonancia con el curso natural de las cosas. Por eso se creyó que no afectaba
al hombre entero Algo de la persona debía persistir. Esta creencia, bien que en
formas varias, era universal La fe de que un Dios era el Supremo, no aparece
siempre, es cierto, pero se encuentra hasta en las más remotas civilizaciones
No hay ámbito sobre la tierra, ni etapa de la civilización en que no exista
esta fe. Todo el tanteo y búsqueda del hombre estaba fuertemente influido por
su modo de vida En tal forma estaba a merced de la naturaleza, que para
sostenerse sólo disponía de la caza y lo que podía recoger, por eso el mundo
animal tenía singular importancia para él Así se explica que a veces se
imaginara a los seres superiores como señores de los animales y hasta en forma
animal, etc. De ahí la frecuencia con que se encuentra la idea de un ser
supremo sobre todo como dispensador de alimento En estadios más avanzados de
civilización —por ejemplo, en la cultura agrícola — son a menuda personificados
en forma de dioses los principales fenómenos de la naturaleza, como el sol, la
luna, la tormenta Aparecen los ritos de fecundidad y los sacrificios cruentos
de animales y hombres La idea de un Dios supremo aparece sólo ocasionalmente En
cambio, en las religiones de pueblos de pastores se acentúa siempre la realidad
de un supremo Dios del cielo.
LAS GRANDES CIVILIZACIONES DEL PASADO
Hace relativamente poco — unos cinco mil años — que los hombres
crearon por primera vez una cultura superior Un estado fundado en una base
ideológica unía a un gran número de hombres. En él aparece ya una división del
trabajo, de suerte que el cuidado por el sustento diario deja de absorber
exclusivamente las energías de todos Surgieron centros de gobierno, de culto y
formación las primeras ciudades El lenguaje fue fijado en signos visibles la
primera escritura Este proceso tuvo lugar en el Oriente Medio, en Mesopotamia,
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donde hacia el a ñ o 3000 a. de Cr. t u v o su cuna la
civilización sumeria. A orillas del N i l o s u r g i ó u n a g r a n c u l t u
r a hacia el 2800 a. de Cr., j u n t o al I n d o hacia el 2500, en China hacia
el 1500 antes de Cr. L u e g o siguen las civilizaciones de Méjico hacia el 1000
y el P e r ú hacia el 800 a. de Cr. S e supone o r d i n a r i a m e n t e que
en el origen de estas c u l t u r a s p r i m a r i a s h a y dependencias m u
tuas. L a religión r e v e s t í a f o r m a s magníficas: templos, imágenes,
cantos. L a s g r a n d e s c u l t u r a s se c a r a c t e r i z a b a n , en
g e n e r a l , p o r el politeísmo. É s t e pudo h a b e r n a c i d o de f o
r m a s v a r i a s : objet i v a n d o d e t e r m i n a d o s aspectos,
estados o formas locales del dios supremo, o a d o r a n d o a sus v a s t a g
o s celestes, o a ñ a d i e n d o a los propios dioses los d e los pueblos
vencidos. L a s m á s d e las veces se reconoce e n t r e ellos a u n r e y de
los dioses c o m o Altísimo. E n Gen 14, Melquisedec es «sacerdote del
Altísimo». 275 Nobles filósofos culminan a veces la religiosidad n a t u r a l
exist e n t e en un pueblo, p o r ejemplo, e n t r e los griegos. Se prosiguió,
pues, t a n t e a n d o y b u s c a n d o . M e z c l a d a s con culpa (por e
j . , el despotismo y la i m p u r e z a ) y con e r r o r e s (sobre todo el
fatalismo o fe en el h a d o ) , estas religiones h a n sido, sin emb a r g o ,
el camino por el que millones d e h o m b r e s e x p e r i m e n t a r o n en
sus vidas el m i s t e r i o de Dios. G r a n d e y p r o f u n d a es la
sabiduría q u e los h u m a n o s l o g r a r o n a f a n o s a m e n t e , g r
a c i a s a u n a g r a n aplicación y abnegación. Y podemos estar
convencidos de que en la sabiduría de las diversas religiones actuaba el Verb o eterno, nuest o Señor Je sucristo , por medio de su Es pír i t u S a n t o . N o a 37 pública luz, c o m o plugo
a Dios r e v e l a r l o e n t r eelos j u d í o s p a r a todo el m u n d o ,
p e r o sí real y p r o f u n d a m e n t e . T r e s g r a n d e s
concepciones religiosas existen h o y día que, j u n t o con el j u d a i s m o
y la revelación cristiana, d e s p i e r t a n seria a d miración : el
hinduismo, el b u d i s m o y el islam. A l t r a t a r de estas religiones, a
ñ a d i r e m o s también a l g u n a s p a l a b r a s s o b r e el
«universismo» chino.
EL HINDUISMO
El hinduismo o brahmanismo (empleamos ambas palabras en el
mismo sentido) es la religión que, a la llegada de los arios a la India (hacia
1500 a. de Cr.), se desarrolló con elementos tomados tanto de los vencedores
como de los vencidos. El hinduismo es un fruto que se fue formando lentamente
de la experiencia humana. Un sondeo incansable de las propias profundidades,
meditación no interrumpida, solicitud extrema por que nada se pierda de la
riqueza de la experiencia.
«El hinduismo — dice Gandhi — es una incansable búsqueda de
la verdad. Es la religión de la verdad. La verdad es Dios. Hemos conocido la
negación de Dios, nunca la negación de la verdad.» La abertura, flexibilidad y
tolerancia del hinduismo no tienen límites. En él caben el primitivo politeísmo
y la más refinada filosofía. De ahí que resulte imposible señalar a un dios
determinado como privativo de esta religión. La realidad terrena, la vida, la
alegría, la personalidad, el amor, son para ellos apariencia engañosa y fuente
de dolor. Sólo puede uno escapar a él por la renuncia y el recogimiento
(siguiendo el Advaita-Vedanta) o por determinados ejercicios de recogimiento
(siguiendo el Samkhya y el Yoga). Ese escapar consiste en que el «yo» (Atman)
refluya al todo (Brahmán); en otros términos, en hacerse consciente —
propiamente en no hacerse consciente, pues toda conciencia queda entonces
anulada— de que «Atman [es] igual a Brahmán». Sin conciencia, sin sentimiento,
amor ni personalidad, en perfecta unidad con el todo, el hombre elude las
vicisitudes de la existencia. El que no sube tan alto, tiene que renacer
después de su muerte, según la ley de su karma (de las acciones de su vida),
reencarnación que puede ser más baja (en un animal), o más alta (en en un tipo
más perfecto de hombre). Es digno de consideración en esta doctrina el que sea
posible seguir un camino errado, sin que este camino implique ingratitud o
violación del amor. Así, propiamente, no existe en ella la noción de pecado. La
rigurosa división de la sociedad en castas (1, sacerdotes; 2, guerreros; 3,
comerciantes y labradores; 4, subordinados, y más abajo aún los parias sin
casta) está mantenida por la doctrina de la transmigración de las almas. Es
impresionante ver el punto tan central que ocupan lo espiritual e interno. En
el capítulo sobre la redención, hablaremos de nuevo sobre el hinduismo y sobre
una característica suya que le hace sobrepasar sus propios principios. Es claro
que una religión tan antigua y grande no puede despacharse con unas cuantas
palabras, como aquí hemos hecho (imagínese que alguien tratara tan de prisa el
cristianismo). Pero, al menos, hemos trazado algunos de sus principales rasgos.
EL BUDISMO
Sólo un corto grupo de privilegiados podría seguir el rigor
de vida que pedía el brahmanismo. Ello oprimía en gran manera a la masa, señaladamente a las castas inferiores. Hacia
el año 500 a. de Cr. nació un hombre, por nombre Sidharta Gautama, por
sobrenombre Budha (el iluminado), que indicó un camino más armónico. Lo que
libera al hombre no es la extrema negación de sí mismo, sino el equilibrio:
equilibrio entre el arte de vivir y la renuncia de sí mismo. Ello conduce a la
serenidad y a la paz. La transmigración de las almas y el paso a una forma de
no-existencia (nirvana) son elementos comunes a hinduismo y budismo. Pero éste
es eminentemente práctico: «Sigue el camino y no preguntes por lo que aún no ha
sido más allá de lo que es. Obra solo y con tus propias fuerzas.» El budismo es
una liberación, por las propias fuerzas, del karma o acciones de la vida. La
meta consiste en escapar al dolor. La vida misma es dolor. Como primera gran
experiencia en la vida de Buda se nos relata que fue desde niño criado en
palacios y jardines, donde se le tuvo ajeno a todo sufrimiento; pero de pronto
se puso a pensar, una vez, en el dolor, la vejez y la muerte. El dolor, enseña
Buda, nace de la búsqueda apasionada de experiencias sensoriales y de vida.
Procura aturdir este deseo y así escaparás al torrente de las cosas dolorosas,
transitorias e inesenciales de que se compone el mundo y nosotros mismos. Así
llegarás al nirvana, la existencia impersonal, que no sabe de dolor. Las ocho vías
que conducen a ella muestran la nobleza de la doctrina de Buda. La primera es
el claro conocimiento, es decir, la comprensión de la visión descrita
anteriormente. El segundo camino es el del bien obrar, que consiste en tener
buena voluntad, desinterés, en no querer hacer daño a nadie. Así se continúa
explicando una moral elevada y pura. Esta doctrina de la liberación por las
propias fuerzas se propone seguir caminos sobrios, positivos y fundados en la
más comprobada experiencia, y en este sentido contrasta con el matiz más
ritualista y litúrgico del hinduismo. De Dios no se habla. Buda no niega ni
afirma nada sobre este punto. El pecado y el amor no son aquí tampoco las
verdaderas raí- 261 ees de la existencia. El karma, las fuerzas vitales, deben
ser con- 431 ducidas, por decirlo así, por vías prácticas al bien. El
arrepentimiento, tal como nosotros lo entendemos, es decir, como conciencia de
haber violado el amor, queda aquí excluido. La buena voluntad es camino de
liberación. No se trata de sentir compasión por la miseria del otro, ni de una
aspiración completa a Dios y al prójimo, ni de lo que entienden los cristianos
por caridad. Sin embargo, sobrepasando la inspiración básica del budismo,
surgió una ideología budista que contiene ya algunas características de una
doctrina del amor. Esto sucedió en el budismo del mahayana (el «gran vehículo») Sobre él trataremos más
extensa273-274 mente al hablar de la redención. El mahayana se propagó sobre
todo por el Tíbet, China y Japón. Una forma clásica, más antigua, de budismo,
el htnayana o «pequeño vehículo», conquistó el sureste de Asia. En la India fue
desapareciendo lentamente el budismo a partir del siglo vil, de forma que el
hinduismo sigue siendo la religión más extendida. Pero, desde hace unos años,
también allí se propaga fuertemente la doctrina de Buda, sobre todo entre los
panas
EL UNIVERSÍSIMO CHINO
Digamos aquí también unas palabras sobre las ideologías que
surgieron en la grande y antigua China. En algunas de ellas, se destaca la
veneración o culto de muchos dioses, otras son principalmente filosóficas Un
rasgo común de las especulaciones chinas es que contienen una teoría sobre la
estructura y armonía del universo De aquí les vino sin duda el nombre general
de «universismo chino» Es fundamental en él la doctrina de que la unidad
primigenia se dividió en dos fuerzas Yang (claro, cálido, activo, productor,
masculino) y Yin (receptivo, tranquilo, frío, oscuro, femenino) Ambas fuerzas
se necesitan mutuamente, de su armonía y tensión procede todo De Yang nace
primeramente el cielo, y de Yin la tierra, luego, de los dos juntos, los otros
seres Las estaciones, por ejemplo, deben su existencia a una victoria de Yang
(verano), o a una victoria de Yin (invierno). Esta ideología imagina un ciclo
de 129 600 años que va desde la unidad primigenia a la creación del universo, y
retorna otra vez a la unidad, para empezar después de nuevo en una sucesión sin
fin La fuerza que mueve todo esto se llama Tao (el camino). Éste está contenido
ya en la unidad primigenia y produce la armonía de la totalidad de la creación
Buscar el Tao es buscar el recto camino de la vida. Confucio (Kung-Fu Tse),
nacido el SS1 a. de Cr., enseña una conducta de este género fundándose en
antiguas tradiciones y en sus propias reflexiones. Culto de los antepasados,
dominio de sí mismo, humanidad y bondad son en ella los elementos principales.
Es una doctrina muy práctica, con miras a la acción. La otra forma del
universismo chino, el taoísmo, que se remonta al profundo pensador Lao-Tse,
cultiva más la contemplación y aspira a la tranquilidad y a sumergirse libre de
deseos, en el fondo primero de las cosas Lao-Tse fue posiblemente contemporáneo de Confucio. No es seguro que hayamos de contar
estas dos doctrinas entre las ideologías vivas de la humanidad actual. Fuera de
China es escaso su dinamismo. En su país de origen están pasando ahora — no
sabemos aún con qué resultado — por la prueba del fuego del marxismo.
EL ISLAM
Apenas nadie dudará de la fuerza expansiva del islamismo.
Juntamente con el hinduismo y el budismo, constituye una de las grandes religiones
no cristianas del mundo. Nació entre las tribus árabes, que hasta entonces
(hacia el 600 d. de Cr.) habían 210 vivido en el politeísmo. Tal vez hubieran
abrazado la fe cristiana, que había llegado ya hasta sus fronteras, pero por
estos años apareció Mahoma (Mohamed), oriundo de La Meca, en Arabia. Mahoma se
apoyó en las visiones que había recibido, en una cueva próxima, nada menos que
del mismo Dios (Alah). Éstas lo persuadieron de que él mismo era «el sello de
los profetas», el que culminaría definitivamente las revelaciones de Dios desde
Abraham hasta Jesús El meollo de su doctrina está en la absoluta unidad, la
unicidad y el poder de Dios. El libro en que consignó sus revelaciones se llama
Corán, que se considera como literalmente dictado por Dios. Los deberes
religiosos del islam son. 1) Reconocer a Alah por un credo. 2) Recitar cinco
veces al día una oración en dirección a La Meca. 3) Dar determinada limosna a
los pobres. 4) Ayunar durante el mes de Ramadán desde la salida a la puesta del
sol. 5) Hacer la peregrinación a La Meca por lo menos una vez en la vida. El
viernes se celebra en la mezquita una reunión religiosa, siempre que asistan
por lo menos cuarenta personas. La música y las imágenes están prohibidas en el
culto. El deber de la guerra santa no incumbe al muslim particular, sino a la
comunidad, si la situación lo exige. Actualmente, esta guerra se entiende sobre
todo como guerra espiritual Está permitida, la poligamia. El que muere en la
guerra santa va derecho al paraíso. Los otros hombres buenos entran en él al
fin de los tiempos. Los malos son castigados en el infierno. Muchos piensan que
el fin del mundo será anunciado mediante el segundo advenimiento de Jesús.
Impresiona en esta religión la profunda reverencia ante el poder absoluto de
Dios. La doctrina y los deberes son sencillos y claros. Por eso, la predicación
del islam se puede hacer en muy poco tiempo. Las conversiones de mahometanos a
la fe cristiana siguen siendo
raras. En el capítulo sobre la redención se hablará
de nuevo sobre esta religión.
EL HUMANISMO Y EL MARXISMO
Aún no hemos mencionado dos grandes corrientes
espirituales de la humanidad actual, precisamente las dos a las que
pertenecen compatriotas, vecinos y amigos nuestros: el humanismo y el marxismo.
Ninguna de estas dos grandes corrientes es una religión, pero ambas representan
una concepción que atañe a la actitud ante el Absoluto. El humanismo parte de
la convicción de que o bien no existe el Absoluto, o no se nos manifiesta con
tal claridad que podamos construir nuestra vida sobre la fe en él. Los
humanistas quieren practicar el bien únicamente por razón del hombre. En su
moral y en su actitud ante la vida, contiene el humanismo muchos elementos
cristianos. 264-266 El marxismo confiesa abiertamente en su credo — al menos
274-275 hasta hoy— que no existe Dios. Es perjudicial para el hombre creer en
Dios. El que dirige su corazón a lo Absoluto, proyecta una parte de sí mismo
hacia fuera, pierde parte de sí mismo, se «enajena». «La religión es el suspiro
de una creación torturada, el alma de un mundo Sin corazón y el espíritu que
nace de un estado de cosas sin espíritu. Es el opio del pueblo» (Marx). Esta
doctrina nació en un tiempo en que una fe entendida sólo en parte impidió realmente
a muchos hombres empeñarse eficazmente por la justa distribución del alimento,
el vestido y la vivienda. Ella sirve a los cristianos de examen de conciencia
permanente respuecto a lo que hacen del mensaje de Cristo. Nacido en un mundo
judío-cristiano, el marxismo, a despecho de su reacción absolutamente negativa
frente a él, ha tomado elementos del mismo. Por ejemplo, la expectación de un
futuro mejor, y la idea de que incluso el «pequeño» y oprimido puede ser
también portador de salvación. Estos elementos del marxismo pueden ser para
muchos el camino hacia un cristianismo vivido de una manera nueva. En este
sentido tal vez nos sea lícito calificar al marxismo no sólo de postcristiano,
sino también de precristiano. Pues según la fe que inspira este libro, Cristo
es el cumplimiento de los designios de Dios sobre la humanidad. Por eso, en las
ideologías que han surgido después de Él: islamismo, humanismo y marxismo,
vemos un deseo inconsciente, una búsqueda errabunda de su clara y pura imagen
que tan frecuentemente oscutecemos los cristianos.
EL ESPÍRITU DE DIOS EN TODO EL MUNDO
No es nuestro propósito juzgar por menudo los elementos de
pecado, de satanás y de mal que contienen también cada una de las ideologías y
religiones citadas. El hinduismo y el budismo orientan al espíritu humano hacia
el nirvana, el islamismo lo aprisiona en una doctrina que no llama a Dios
Padre, el humanismo no quiere que se oriente a los hijos hacia Dios y el
marxismo presenta el espejismo de un futuro que no llegará jamás; todo esto
contiene maldad y corrupción humana. Pero, confiando en el espíritu de Dios,
que a nadie deja de lado, queremos dirigir primeramente nuestra atención a la
verdad y bondad que procuran a los hombres. Esto puede también sernos a
nosotros de provecho. El reflejo de verdad que hay en otras concepciones, puede
hacer que un 275 cristiano se dé más cuenta de la profundidad y realismo de la
doctrina de Jesús. «Porque toda verdad, sea quien fuere el que la predique,
viene del Espíritu Santo», dice santo Tomás de Aquino, en el siglo x m ,
repitiendo una expresión de san Ambrosio, del siglo iv. En el tanteo de la
humanidad que busca a Dios, vive el tanteo de Dios en la búsqueda del hombre.
En Israel creemos nosotros que Dios comenzó a purificar e 468-470 iluminar la
aspiración de los hombres hacia la más profunda verdad. En este pueblo se
ofreció Él a toda la humanidad y se unió a su destino, para preparar su máxima
gloria, que es ésta: «De tal forma amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo
unigénito» (Jn 3, 16). Esta historia de la salud comenzó muy lentamente, no con
súbita sorpresa, ni al margen de la evolución de los hombres y de las
circunstancias. Al contrario, el pueblo en que Dios se reveló compartió las
vicisitudes y la mentalidad de un pueblo corriente del Oriente antiguo. Pero
precisamente en esto se dibuja un rasgo extraordinario, una originalidad que es
un enigma para los incrédulos, y para los creyentes un signo de que en este
pueblo buscó Dios de forma señera a la humanidad. «Sin violencia y casi
inadvertidamente, el divino compañero de viaje se juntó a la humanidad en su
peregrinación. Apenas llegó, entabló diálogo. Intervino para dar un nuevo giro.
Así se dio un comienzo nuevo, que poco a poco prosigue su efecto» (H.
Renckens).
RELIGIONES PRIMITIVAS
En el momento en que asoma en el horizonte del pasado, la
familia humana aparece dispersa y dividida en incontables pueblos, tribus y
clanes que se desconocen mutuamente. Sobre la corteza terrestre, aún sin
cultivar, en las selvas y tundras, comenzó a dejarse oir el lenguaje humano. No
eran gritos que sólo expresaran un deseo o un sentimiento, como los que lanzan
los animales en celo o doloridos. Los sonidos se configuraron en signos
matizados de la realidad, hasta lo que llamamos palabras. El hombre reflexionaba
sobre la realidad y ponía nombre a las cosas; y esto no sólo para sí mismo,
sino también para los demás. No es bueno que el hombre esté solo. Naturalmente,
el primer pensar y hablar comunitario se dirigió a lo más inmediato, a lo que
se percibe por los sentidos: los otros hombres, los animales, las partes del
cuerpo, las cosas de la naturaleza, los fenómenos atmosféricos. Lo percibido
fue concebido preferentemente como un todo. Apenas llegaban a un pensar
diferenciador, razonador y delimitador. Sin embargo, en la técnica y en el
obrar primitivos se aplicaba ya un pensamiento práctico y lógico. Parece
también que, tras los fenómenos, se investigaban las causas y se discurría
sobre el origen de las cosas y de los hombres. Este tantear se repitió miles de
veces y en mil partes. Entre angustia y seguridad, entre dolor y gozo y — algo
esencialmente humano — entre bien y mal (por muy solidariamente que esto se
sintiera), allí estaba el hombre, siempre a la búsqueda. Y buscaba no sólo con
su inteligencia, sino con todo su ser. La criatura comenzó a responder a la
obra de su Creador. «Él hizo provenir de uno solo a todo el linaje humano para
habitar sobre toda la faz de la tierra... para que busquen a Dios, a ver si a
29
tientas dan con él y lo encuentran» (Pablo a los atenienses,
Act 17, 26-27). Tras las cosas y en las cosas, veían actuar fuerzas que fueron
más o menos personificadas en espíritus y dioses Por medio de ritos mágicos y
también con oraciones y sacrificios, trató el hombre de influir en el mundo suprasensible.
Prácticamente no se ha considerado jamás a la muerte como acontecimiento en
consonancia con el curso natural de las cosas. Por eso se creyó que no afectaba
al hombre entero Algo de la persona debía persistir. Esta creencia, bien que en
formas varias, era universal La fe de que un Dios era el Supremo, no aparece
siempre, es cierto, pero se encuentra hasta en las más remotas civilizaciones
No hay ámbito sobre la tierra, ni etapa de la civilización en que no exista
esta fe. Todo el tanteo y búsqueda del hombre estaba fuertemente influido por
su modo de vida En tal forma estaba a merced de la naturaleza, que para
sostenerse sólo disponía de la caza y lo que podía recoger, por eso el mundo
animal tenía singular importancia para él Así se explica que a veces se
imaginara a los seres superiores como señores de los animales y hasta en forma
animal, etc. De ahí la frecuencia con que se encuentra la idea de un ser
supremo sobre todo como dispensador de alimento En estadios más avanzados de
civilización —por ejemplo, en la cultura agrícola — son a menuda personificados
en forma de dioses los principales fenómenos de la naturaleza, como el sol, la
luna, la tormenta Aparecen los ritos de fecundidad y los sacrificios cruentos
de animales y hombres La idea de un Dios supremo aparece sólo ocasionalmente En
cambio, en las religiones de pueblos de pastores se acentúa siempre la realidad
de un supremo Dios del cielo.
LAS GRANDES CIVILIZACIONES DEL PASADO
Hace relativamente poco — unos cinco mil años — que los hombres
crearon por primera vez una cultura superior Un estado fundado en una base
ideológica unía a un gran número de hombres. En él aparece ya una división del
trabajo, de suerte que el cuidado por el sustento diario deja de absorber
exclusivamente las energías de todos Surgieron centros de gobierno, de culto y
formación las primeras ciudades El lenguaje fue fijado en signos visibles la
primera escritura Este proceso tuvo lugar en el Oriente Medio, en Mesopotamia,
30
donde hacia el a ñ o 3000 a. de Cr. t u v o su cuna la
civilización sumeria. A orillas del N i l o s u r g i ó u n a g r a n c u l t u
r a hacia el 2800 a. de Cr., j u n t o al I n d o hacia el 2500, en China hacia
el 1500 antes de Cr. L u e g o siguen las civilizaciones de Méjico hacia el 1000
y el P e r ú hacia el 800 a. de Cr. S e supone o r d i n a r i a m e n t e que
en el origen de estas c u l t u r a s p r i m a r i a s h a y dependencias m u
tuas. L a religión r e v e s t í a f o r m a s magníficas: templos, imágenes,
cantos. L a s g r a n d e s c u l t u r a s se c a r a c t e r i z a b a n , en
g e n e r a l , p o r el politeísmo. É s t e pudo h a b e r n a c i d o de f o
r m a s v a r i a s : objet i v a n d o d e t e r m i n a d o s aspectos,
estados o formas locales del dios supremo, o a d o r a n d o a sus v a s t a g
o s celestes, o a ñ a d i e n d o a los propios dioses los d e los pueblos
vencidos. L a s m á s d e las veces se reconoce e n t r e ellos a u n r e y de
los dioses c o m o Altísimo. E n Gen 14, Melquisedec es «sacerdote del
Altísimo». 275 Nobles filósofos culminan a veces la religiosidad n a t u r a l
exist e n t e en un pueblo, p o r ejemplo, e n t r e los griegos. Se prosiguió,
pues, t a n t e a n d o y b u s c a n d o . M e z c l a d a s con culpa (por e
j . , el despotismo y la i m p u r e z a ) y con e r r o r e s (sobre todo el
fatalismo o fe en el h a d o ) , estas religiones h a n sido, sin emb a r g o ,
el camino por el que millones d e h o m b r e s e x p e r i m e n t a r o n en
sus vidas el m i s t e r i o de Dios. G r a n d e y p r o f u n d a es la
sabiduría q u e los h u m a n o s l o g r a r o n a f a n o s a m e n t e , g r
a c i a s a u n a g r a n aplicación y abnegación. Y podemos estar
convencidos de que en la sabiduría de las diversas religiones actuaba el Verb o eterno, nuest o Señor Je sucristo , por medio de su Es pír i t u S a n t o . N o a 37 pública luz, c o m o plugo
a Dios r e v e l a r l o e n t r eelos j u d í o s p a r a todo el m u n d o ,
p e r o sí real y p r o f u n d a m e n t e . T r e s g r a n d e s
concepciones religiosas existen h o y día que, j u n t o con el j u d a i s m o
y la revelación cristiana, d e s p i e r t a n seria a d miración : el
hinduismo, el b u d i s m o y el islam. A l t r a t a r de estas religiones, a
ñ a d i r e m o s también a l g u n a s p a l a b r a s s o b r e el
«universismo» chino.
EL HINDUISMO
El hinduismo o brahmanismo (empleamos ambas palabras en el
mismo sentido) es la religión que, a la llegada de los arios a la India (hacia
1500 a. de Cr.), se desarrolló con elementos tomados tanto de los vencedores
como de los vencidos. El hinduismo es un fruto que se fue formando lentamente
de la experiencia humana. Un sondeo incansable de las propias profundidades,
meditación no interrumpida, solicitud extrema por que nada se pierda de la
riqueza de la experiencia.
«El hinduismo — dice Gandhi — es una incansable búsqueda de
la verdad. Es la religión de la verdad. La verdad es Dios. Hemos conocido la
negación de Dios, nunca la negación de la verdad.» La abertura, flexibilidad y
tolerancia del hinduismo no tienen límites. En él caben el primitivo politeísmo
y la más refinada filosofía. De ahí que resulte imposible señalar a un dios
determinado como privativo de esta religión. La realidad terrena, la vida, la
alegría, la personalidad, el amor, son para ellos apariencia engañosa y fuente
de dolor. Sólo puede uno escapar a él por la renuncia y el recogimiento
(siguiendo el Advaita-Vedanta) o por determinados ejercicios de recogimiento
(siguiendo el Samkhya y el Yoga). Ese escapar consiste en que el «yo» (Atman)
refluya al todo (Brahmán); en otros términos, en hacerse consciente —
propiamente en no hacerse consciente, pues toda conciencia queda entonces
anulada— de que «Atman [es] igual a Brahmán». Sin conciencia, sin sentimiento,
amor ni personalidad, en perfecta unidad con el todo, el hombre elude las
vicisitudes de la existencia. El que no sube tan alto, tiene que renacer
después de su muerte, según la ley de su karma (de las acciones de su vida),
reencarnación que puede ser más baja (en un animal), o más alta (en en un tipo
más perfecto de hombre). Es digno de consideración en esta doctrina el que sea
posible seguir un camino errado, sin que este camino implique ingratitud o
violación del amor. Así, propiamente, no existe en ella la noción de pecado. La
rigurosa división de la sociedad en castas (1, sacerdotes; 2, guerreros; 3,
comerciantes y labradores; 4, subordinados, y más abajo aún los parias sin
casta) está mantenida por la doctrina de la transmigración de las almas. Es
impresionante ver el punto tan central que ocupan lo espiritual e interno. En
el capítulo sobre la redención, hablaremos de nuevo sobre el hinduismo y sobre
una característica suya que le hace sobrepasar sus propios principios. Es claro
que una religión tan antigua y grande no puede despacharse con unas cuantas
palabras, como aquí hemos hecho (imagínese que alguien tratara tan de prisa el
cristianismo). Pero, al menos, hemos trazado algunos de sus principales rasgos.
EL BUDISMO
Sólo un corto grupo de privilegiados podría seguir el rigor
de vida que pedía el brahmanismo. Ello oprimía en gran manera a la masa, señaladamente a las castas inferiores. Hacia
el año 500 a. de Cr. nació un hombre, por nombre Sidharta Gautama, por
sobrenombre Budha (el iluminado), que indicó un camino más armónico. Lo que
libera al hombre no es la extrema negación de sí mismo, sino el equilibrio:
equilibrio entre el arte de vivir y la renuncia de sí mismo. Ello conduce a la
serenidad y a la paz. La transmigración de las almas y el paso a una forma de
no-existencia (nirvana) son elementos comunes a hinduismo y budismo. Pero éste
es eminentemente práctico: «Sigue el camino y no preguntes por lo que aún no ha
sido más allá de lo que es. Obra solo y con tus propias fuerzas.» El budismo es
una liberación, por las propias fuerzas, del karma o acciones de la vida. La
meta consiste en escapar al dolor. La vida misma es dolor. Como primera gran
experiencia en la vida de Buda se nos relata que fue desde niño criado en
palacios y jardines, donde se le tuvo ajeno a todo sufrimiento; pero de pronto
se puso a pensar, una vez, en el dolor, la vejez y la muerte. El dolor, enseña
Buda, nace de la búsqueda apasionada de experiencias sensoriales y de vida.
Procura aturdir este deseo y así escaparás al torrente de las cosas dolorosas,
transitorias e inesenciales de que se compone el mundo y nosotros mismos. Así
llegarás al nirvana, la existencia impersonal, que no sabe de dolor. Las ocho vías
que conducen a ella muestran la nobleza de la doctrina de Buda. La primera es
el claro conocimiento, es decir, la comprensión de la visión descrita
anteriormente. El segundo camino es el del bien obrar, que consiste en tener
buena voluntad, desinterés, en no querer hacer daño a nadie. Así se continúa
explicando una moral elevada y pura. Esta doctrina de la liberación por las
propias fuerzas se propone seguir caminos sobrios, positivos y fundados en la
más comprobada experiencia, y en este sentido contrasta con el matiz más
ritualista y litúrgico del hinduismo. De Dios no se habla. Buda no niega ni
afirma nada sobre este punto. El pecado y el amor no son aquí tampoco las
verdaderas raí- 261 ees de la existencia. El karma, las fuerzas vitales, deben
ser con- 431 ducidas, por decirlo así, por vías prácticas al bien. El
arrepentimiento, tal como nosotros lo entendemos, es decir, como conciencia de
haber violado el amor, queda aquí excluido. La buena voluntad es camino de
liberación. No se trata de sentir compasión por la miseria del otro, ni de una
aspiración completa a Dios y al prójimo, ni de lo que entienden los cristianos
por caridad. Sin embargo, sobrepasando la inspiración básica del budismo,
surgió una ideología budista que contiene ya algunas características de una
doctrina del amor. Esto sucedió en el budismo del mahayana (el «gran vehículo») Sobre él trataremos más
extensa273-274 mente al hablar de la redención. El mahayana se propagó sobre
todo por el Tíbet, China y Japón. Una forma clásica, más antigua, de budismo,
el htnayana o «pequeño vehículo», conquistó el sureste de Asia. En la India fue
desapareciendo lentamente el budismo a partir del siglo vil, de forma que el
hinduismo sigue siendo la religión más extendida. Pero, desde hace unos años,
también allí se propaga fuertemente la doctrina de Buda, sobre todo entre los
panas
EL UNIVERSÍSIMO CHINO
Digamos aquí también unas palabras sobre las ideologías que
surgieron en la grande y antigua China. En algunas de ellas, se destaca la
veneración o culto de muchos dioses, otras son principalmente filosóficas Un
rasgo común de las especulaciones chinas es que contienen una teoría sobre la
estructura y armonía del universo De aquí les vino sin duda el nombre general
de «universismo chino» Es fundamental en él la doctrina de que la unidad
primigenia se dividió en dos fuerzas Yang (claro, cálido, activo, productor,
masculino) y Yin (receptivo, tranquilo, frío, oscuro, femenino) Ambas fuerzas
se necesitan mutuamente, de su armonía y tensión procede todo De Yang nace
primeramente el cielo, y de Yin la tierra, luego, de los dos juntos, los otros
seres Las estaciones, por ejemplo, deben su existencia a una victoria de Yang
(verano), o a una victoria de Yin (invierno). Esta ideología imagina un ciclo
de 129 600 años que va desde la unidad primigenia a la creación del universo, y
retorna otra vez a la unidad, para empezar después de nuevo en una sucesión sin
fin La fuerza que mueve todo esto se llama Tao (el camino). Éste está contenido
ya en la unidad primigenia y produce la armonía de la totalidad de la creación
Buscar el Tao es buscar el recto camino de la vida. Confucio (Kung-Fu Tse),
nacido el SS1 a. de Cr., enseña una conducta de este género fundándose en
antiguas tradiciones y en sus propias reflexiones. Culto de los antepasados,
dominio de sí mismo, humanidad y bondad son en ella los elementos principales.
Es una doctrina muy práctica, con miras a la acción. La otra forma del
universismo chino, el taoísmo, que se remonta al profundo pensador Lao-Tse,
cultiva más la contemplación y aspira a la tranquilidad y a sumergirse libre de
deseos, en el fondo primero de las cosas Lao-Tse fue posiblemente contemporáneo de Confucio. No es seguro que hayamos de contar
estas dos doctrinas entre las ideologías vivas de la humanidad actual. Fuera de
China es escaso su dinamismo. En su país de origen están pasando ahora — no
sabemos aún con qué resultado — por la prueba del fuego del marxismo.
EL ISLAM
Apenas nadie dudará de la fuerza expansiva del islamismo.
Juntamente con el hinduismo y el budismo, constituye una de las grandes religiones
no cristianas del mundo. Nació entre las tribus árabes, que hasta entonces
(hacia el 600 d. de Cr.) habían 210 vivido en el politeísmo. Tal vez hubieran
abrazado la fe cristiana, que había llegado ya hasta sus fronteras, pero por
estos años apareció Mahoma (Mohamed), oriundo de La Meca, en Arabia. Mahoma se
apoyó en las visiones que había recibido, en una cueva próxima, nada menos que
del mismo Dios (Alah). Éstas lo persuadieron de que él mismo era «el sello de
los profetas», el que culminaría definitivamente las revelaciones de Dios desde
Abraham hasta Jesús El meollo de su doctrina está en la absoluta unidad, la
unicidad y el poder de Dios. El libro en que consignó sus revelaciones se llama
Corán, que se considera como literalmente dictado por Dios. Los deberes
religiosos del islam son. 1) Reconocer a Alah por un credo. 2) Recitar cinco
veces al día una oración en dirección a La Meca. 3) Dar determinada limosna a
los pobres. 4) Ayunar durante el mes de Ramadán desde la salida a la puesta del
sol. 5) Hacer la peregrinación a La Meca por lo menos una vez en la vida. El
viernes se celebra en la mezquita una reunión religiosa, siempre que asistan
por lo menos cuarenta personas. La música y las imágenes están prohibidas en el
culto. El deber de la guerra santa no incumbe al muslim particular, sino a la
comunidad, si la situación lo exige. Actualmente, esta guerra se entiende sobre
todo como guerra espiritual Está permitida, la poligamia. El que muere en la
guerra santa va derecho al paraíso. Los otros hombres buenos entran en él al
fin de los tiempos. Los malos son castigados en el infierno. Muchos piensan que
el fin del mundo será anunciado mediante el segundo advenimiento de Jesús.
Impresiona en esta religión la profunda reverencia ante el poder absoluto de
Dios. La doctrina y los deberes son sencillos y claros. Por eso, la predicación
del islam se puede hacer en muy poco tiempo. Las conversiones de mahometanos a
la fe cristiana siguen siendo
raras. En el capítulo sobre la redención se hablará
de nuevo sobre esta religión.
EL HUMANISMO Y EL MARXISMO
Aún no hemos mencionado dos grandes corrientes
espirituales de la humanidad actual, precisamente las dos a las que
pertenecen compatriotas, vecinos y amigos nuestros: el humanismo y el marxismo.
Ninguna de estas dos grandes corrientes es una religión, pero ambas representan
una concepción que atañe a la actitud ante el Absoluto. El humanismo parte de
la convicción de que o bien no existe el Absoluto, o no se nos manifiesta con
tal claridad que podamos construir nuestra vida sobre la fe en él. Los
humanistas quieren practicar el bien únicamente por razón del hombre. En su
moral y en su actitud ante la vida, contiene el humanismo muchos elementos
cristianos. 264-266 El marxismo confiesa abiertamente en su credo — al menos
274-275 hasta hoy— que no existe Dios. Es perjudicial para el hombre creer en
Dios. El que dirige su corazón a lo Absoluto, proyecta una parte de sí mismo
hacia fuera, pierde parte de sí mismo, se «enajena». «La religión es el suspiro
de una creación torturada, el alma de un mundo Sin corazón y el espíritu que
nace de un estado de cosas sin espíritu. Es el opio del pueblo» (Marx). Esta
doctrina nació en un tiempo en que una fe entendida sólo en parte impidió realmente
a muchos hombres empeñarse eficazmente por la justa distribución del alimento,
el vestido y la vivienda. Ella sirve a los cristianos de examen de conciencia
permanente respuecto a lo que hacen del mensaje de Cristo. Nacido en un mundo
judío-cristiano, el marxismo, a despecho de su reacción absolutamente negativa
frente a él, ha tomado elementos del mismo. Por ejemplo, la expectación de un
futuro mejor, y la idea de que incluso el «pequeño» y oprimido puede ser
también portador de salvación. Estos elementos del marxismo pueden ser para
muchos el camino hacia un cristianismo vivido de una manera nueva. En este
sentido tal vez nos sea lícito calificar al marxismo no sólo de postcristiano,
sino también de precristiano. Pues según la fe que inspira este libro, Cristo
es el cumplimiento de los designios de Dios sobre la humanidad. Por eso, en las
ideologías que han surgido después de Él: islamismo, humanismo y marxismo,
vemos un deseo inconsciente, una búsqueda errabunda de su clara y pura imagen
que tan frecuentemente oscutecemos los cristianos.
EL ESPÍRITU DE DIOS EN TODO EL MUNDO
No es nuestro propósito juzgar por menudo los elementos de
pecado, de satanás y de mal que contienen también cada una de las ideologías y
religiones citadas. El hinduismo y el budismo orientan al espíritu humano hacia
el nirvana, el islamismo lo aprisiona en una doctrina que no llama a Dios
Padre, el humanismo no quiere que se oriente a los hijos hacia Dios y el
marxismo presenta el espejismo de un futuro que no llegará jamás; todo esto
contiene maldad y corrupción humana. Pero, confiando en el espíritu de Dios,
que a nadie deja de lado, queremos dirigir primeramente nuestra atención a la
verdad y bondad que procuran a los hombres. Esto puede también sernos a
nosotros de provecho. El reflejo de verdad que hay en otras concepciones, puede
hacer que un 275 cristiano se dé más cuenta de la profundidad y realismo de la
doctrina de Jesús. «Porque toda verdad, sea quien fuere el que la predique,
viene del Espíritu Santo», dice santo Tomás de Aquino, en el siglo x m ,
repitiendo una expresión de san Ambrosio, del siglo iv. En el tanteo de la
humanidad que busca a Dios, vive el tanteo de Dios en la búsqueda del hombre.
En Israel creemos nosotros que Dios comenzó a purificar e 468-470 iluminar la
aspiración de los hombres hacia la más profunda verdad. En este pueblo se
ofreció Él a toda la humanidad y se unió a su destino, para preparar su máxima
gloria, que es ésta: «De tal forma amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo
unigénito» (Jn 3, 16). Esta historia de la salud comenzó muy lentamente, no con
súbita sorpresa, ni al margen de la evolución de los hombres y de las
circunstancias. Al contrario, el pueblo en que Dios se reveló compartió las
vicisitudes y la mentalidad de un pueblo corriente del Oriente antiguo. Pero
precisamente en esto se dibuja un rasgo extraordinario, una originalidad que es
un enigma para los incrédulos, y para los creyentes un signo de que en este
pueblo buscó Dios de forma señera a la humanidad. «Sin violencia y casi
inadvertidamente, el divino compañero de viaje se juntó a la humanidad en su
peregrinación. Apenas llegó, entabló diálogo. Intervino para dar un nuevo giro.
Así se dio un comienzo nuevo, que poco a poco prosigue su efecto» (H.
Renckens).
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