Bobes: "alcohol y drogas están produciendo españoles descerebrados"
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Bobes: "alcohol y drogas están produciendo españoles descerebrados"
MADRID.— Cuatro de cada diez europeos padecen enfermedades mentales y
neurológicas; es decir, cada año casi 165 millones de personas sufren un
desorden cerebral como ansiedad, insomnio o depresión, según un estudio
elaborado por el Consejo Europeo del Cerebro (EBC, por sus siglas en
inglés) que se presenta este lunes en el Parlamento Europeo.
Sin embargo, sólo un tercio de esos enfermos recibe la terapia o la medicación necesaria.
El psiquiatra Julio Bobes, miembro del Consejo Europeo del Cerebro,
presidente del Consejo Español del Cerebro (organismo que se encarga de
promover el conocimiento y la investigación cerebral), y uno de los
autores del informe, cree que lo más sorprendente es haber descubierto
la gran prevalencia de las enfermedades mentales y el gran nivel de
discapacidad que conllevan.
“Las enfermedades mentales son de una evolución prolongada. Es decir, no
se resuelven en una semana, como ocurre cuando tienes gripe y te tomas
un antibiótico. Y producen una mayor discapacidad que el resto de
enfermedades, ya que los pacientes normalmente no pueden ir a trabajar
durante un largo periodo de tiempo y sus relaciones se resienten”,
explica en entrevista con EL UNIVERSAL.
“Por eso deberíamos prestarles más atención y desarrollar y mejorar los
dispositivos asistenciales que van dirigidos a detectarlas precozmente, y
facilitar tratamientos cuanto antes”, añade el experto.
Bobes reconoce que hay muchas enfermedades mentales y neurológicas que
sólo tienen tratamientos sintomáticos. Es decir, para aliviar los
síntomas, pero sin capacidad para curar la enfermedad, por lo que se
requiere de innovación, inversión e investigación.
“Hemos pasado de vivir entre los años 90 y el 2000 la llamada ‘década
del cerebro’, en la que se produjo una gran inversión para investigación
en este campo, a que cada vez se invierta menos”, explica.
“En el 2000 nos convertimos en la tercera oportunidad de negocio después
de la oncología (que es donde está la mayor parte del dinero que se
dedica a la salud) y de las enfermedades cardiovasculares”, relata. “Sin
embargo, en la actualidad no se ha bajado la cantidad de inversión pero
tampoco ha ido subiendo, como la de otros campos. Ha habido una
desafección económica de la investigación para el cerebro”, añade.
La causa de todo ello reside en que mantener esas inversiones fue
difícil “porque no se encontraron productos estrella que permitiesen su
aplicación inmediata y de manera generalizada”. Por eso, la ausencia de
nuevas patentes hoy en día apunta a que esta próxima década de 2010 a
2020 “será la de la pobreza de nuevas patentes, de productos innovadores
y de productos que vayan a cambiar sustancialmente las enfermedades
mentales y neurológicas”.
“No hay más enfermos por la crisis”
Otro de los datos que más sorprende del informe es que la crisis
económica internacional que estamos viviendo no ha provocado en Europa
un aumento de las enfermedades mentales o neurológicas. “No hay
evidencias de que las tasas de trastornos mentales o neurológicos hayan
aumentado en estos años a raíz de la crisis económica que vivimos”,
apunta. “Según los datos, no hay más enfermos mentales o neurológicos en
el 2010 que en el 2005, algo que sorprende”, dice. “Aunque una
explicación sería que la población tiene una enorme capacidad de
adaptación a las situaciones de crisis pese a los problemas económicos,
laborales y sociales que pueda tener”.
El informe muestra que el perfil de los trastornos mentales en todos los
países europeos analizados es muy similar, pero existen diferencias de
géneros. Así, por ejemplo, se ha descubierto que la depresión ataca a
las mujeres más que a los hombres entre 16 y 42 años. Y en la mayoría de
los casos, la enfermedad llega en los años reproductivos de la mujer lo
que se podría deber a la responsabilidad de cuidar a los niños, a la
familia y mantener un empleo. También en los últimos años las
depresiones en mujeres mayores de 70 años se ha duplicado. Y mientras el
matrimonio parece reducir el riesgo de depresión entre los hombres, lo
incrementa en las mujeres.
Otro dato interesante del documento es que en estos años se ha producido
un aumento de consumo de alcohol y de drogas y un descenso del consumo
del tabaco. Y en el caso de España, por ejemplo, se ha producido un
cambio en el consumo de alcohol. Antes había consumos regulares
extendidos en el tiempo y ahora hay consumos muy altos en muy poco
espacio de tiempo. “Es decir —explica Bobes—, antes bebíamos a velocidad
de crucero: pocas cantidades pero de manera muy prolongada. Por la
mañana unas cosas, por la tarde otras y por la noche otras. Y ahora los
jóvenes ingieren mucha cantidad de alcohol por la noche en apenas dos o
tres horas”, lo que es mucho más perjudicial para el cerebro.
“Este aumento en el consumo de alcohol y de drogas hace que el número de
adictos aumente y que éstos tengan más posibilidades de desarrollar un
cuadro depresivo en los próximos meses o de tener un trastorno de
ansiedad o psicosomático”, asegura. Lo que explicaría que estemos
pasando, como él dice, “de una generación perdida a una generación
descerebrada debido a los consumos intensivos de alcohol y drogas que
hay entre los jóvenes”.
Según Bobes, las sustancias neurotóxicas son capaces de influir en las
neuronas de manera negativa, degenerándolas. Así que teniendo en cuenta
que el cerebro no termina de madurar y de desarrollarse hasta los 21
años, “cuantas más exposiciones a consumos express de alcohol y drogas
tengan los jóvenes antes de esa edad, más posibilidades tendrán de
destruir su patrimonio cerebral”.
Se produce lo que se conoce como deforestación neuronal: “Los árboles no
crecen lo que deberían, sus ramificaciones no llegan a ser lo extensas
que podrían ser y, por lo tanto, el individuo pierde la oportunidad
cerebral que le correspondería por su patrimonio genético”.
neurológicas; es decir, cada año casi 165 millones de personas sufren un
desorden cerebral como ansiedad, insomnio o depresión, según un estudio
elaborado por el Consejo Europeo del Cerebro (EBC, por sus siglas en
inglés) que se presenta este lunes en el Parlamento Europeo.
Sin embargo, sólo un tercio de esos enfermos recibe la terapia o la medicación necesaria.
El psiquiatra Julio Bobes, miembro del Consejo Europeo del Cerebro,
presidente del Consejo Español del Cerebro (organismo que se encarga de
promover el conocimiento y la investigación cerebral), y uno de los
autores del informe, cree que lo más sorprendente es haber descubierto
la gran prevalencia de las enfermedades mentales y el gran nivel de
discapacidad que conllevan.
“Las enfermedades mentales son de una evolución prolongada. Es decir, no
se resuelven en una semana, como ocurre cuando tienes gripe y te tomas
un antibiótico. Y producen una mayor discapacidad que el resto de
enfermedades, ya que los pacientes normalmente no pueden ir a trabajar
durante un largo periodo de tiempo y sus relaciones se resienten”,
explica en entrevista con EL UNIVERSAL.
“Por eso deberíamos prestarles más atención y desarrollar y mejorar los
dispositivos asistenciales que van dirigidos a detectarlas precozmente, y
facilitar tratamientos cuanto antes”, añade el experto.
Bobes reconoce que hay muchas enfermedades mentales y neurológicas que
sólo tienen tratamientos sintomáticos. Es decir, para aliviar los
síntomas, pero sin capacidad para curar la enfermedad, por lo que se
requiere de innovación, inversión e investigación.
“Hemos pasado de vivir entre los años 90 y el 2000 la llamada ‘década
del cerebro’, en la que se produjo una gran inversión para investigación
en este campo, a que cada vez se invierta menos”, explica.
“En el 2000 nos convertimos en la tercera oportunidad de negocio después
de la oncología (que es donde está la mayor parte del dinero que se
dedica a la salud) y de las enfermedades cardiovasculares”, relata. “Sin
embargo, en la actualidad no se ha bajado la cantidad de inversión pero
tampoco ha ido subiendo, como la de otros campos. Ha habido una
desafección económica de la investigación para el cerebro”, añade.
La causa de todo ello reside en que mantener esas inversiones fue
difícil “porque no se encontraron productos estrella que permitiesen su
aplicación inmediata y de manera generalizada”. Por eso, la ausencia de
nuevas patentes hoy en día apunta a que esta próxima década de 2010 a
2020 “será la de la pobreza de nuevas patentes, de productos innovadores
y de productos que vayan a cambiar sustancialmente las enfermedades
mentales y neurológicas”.
“No hay más enfermos por la crisis”
Otro de los datos que más sorprende del informe es que la crisis
económica internacional que estamos viviendo no ha provocado en Europa
un aumento de las enfermedades mentales o neurológicas. “No hay
evidencias de que las tasas de trastornos mentales o neurológicos hayan
aumentado en estos años a raíz de la crisis económica que vivimos”,
apunta. “Según los datos, no hay más enfermos mentales o neurológicos en
el 2010 que en el 2005, algo que sorprende”, dice. “Aunque una
explicación sería que la población tiene una enorme capacidad de
adaptación a las situaciones de crisis pese a los problemas económicos,
laborales y sociales que pueda tener”.
El informe muestra que el perfil de los trastornos mentales en todos los
países europeos analizados es muy similar, pero existen diferencias de
géneros. Así, por ejemplo, se ha descubierto que la depresión ataca a
las mujeres más que a los hombres entre 16 y 42 años. Y en la mayoría de
los casos, la enfermedad llega en los años reproductivos de la mujer lo
que se podría deber a la responsabilidad de cuidar a los niños, a la
familia y mantener un empleo. También en los últimos años las
depresiones en mujeres mayores de 70 años se ha duplicado. Y mientras el
matrimonio parece reducir el riesgo de depresión entre los hombres, lo
incrementa en las mujeres.
Otro dato interesante del documento es que en estos años se ha producido
un aumento de consumo de alcohol y de drogas y un descenso del consumo
del tabaco. Y en el caso de España, por ejemplo, se ha producido un
cambio en el consumo de alcohol. Antes había consumos regulares
extendidos en el tiempo y ahora hay consumos muy altos en muy poco
espacio de tiempo. “Es decir —explica Bobes—, antes bebíamos a velocidad
de crucero: pocas cantidades pero de manera muy prolongada. Por la
mañana unas cosas, por la tarde otras y por la noche otras. Y ahora los
jóvenes ingieren mucha cantidad de alcohol por la noche en apenas dos o
tres horas”, lo que es mucho más perjudicial para el cerebro.
“Este aumento en el consumo de alcohol y de drogas hace que el número de
adictos aumente y que éstos tengan más posibilidades de desarrollar un
cuadro depresivo en los próximos meses o de tener un trastorno de
ansiedad o psicosomático”, asegura. Lo que explicaría que estemos
pasando, como él dice, “de una generación perdida a una generación
descerebrada debido a los consumos intensivos de alcohol y drogas que
hay entre los jóvenes”.
Según Bobes, las sustancias neurotóxicas son capaces de influir en las
neuronas de manera negativa, degenerándolas. Así que teniendo en cuenta
que el cerebro no termina de madurar y de desarrollarse hasta los 21
años, “cuantas más exposiciones a consumos express de alcohol y drogas
tengan los jóvenes antes de esa edad, más posibilidades tendrán de
destruir su patrimonio cerebral”.
Se produce lo que se conoce como deforestación neuronal: “Los árboles no
crecen lo que deberían, sus ramificaciones no llegan a ser lo extensas
que podrían ser y, por lo tanto, el individuo pierde la oportunidad
cerebral que le correspondería por su patrimonio genético”.
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