Por qué Israel y Hamás acuerdan ahora canjear un preso por mil......
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Por qué Israel y Hamás acuerdan ahora canjear un preso por mil......
Por qué Israel y Hamás acuerdan ahora canjear un preso por mil
Hamás capturó el 25 de junio de 2006 en la frontera con Gaza al sargento israelí Gilad Shalit. El martes firmó con Israel canjearlo por 1.027 presos palestinos. Una persona a cambio de mil puede parecer una locura. Pero no es la primera vez que ocurre en Israel.
El útlimo intercambio fue en julio de 2008 con Hezbolá, en Líbano. Israel recuperó los cadáveres de dos soldados muertos en una emboscada en 2006 a cambio de cinco presos libaneses (uno de ellos, Samir Kuntar, condenado a cuatro cadenas perpetuas) y los cuerpos de otros 199.
En 2004, también con Hezbolá, Israel entregó 400 presos palestinos y 30 libaneses a cambio de un empresario israelí y tres cadáveres de soldados. El caso reciente más numeroso fue en 1985: el entonces gobierno de Shimon Peres -hoy presidente- recuperó a tres soldados a cambio de 1.150 prisioneros. Según dicen aquí, Israel ha liberado a 7 mil presos a cambio de 19 israelíes -y los cuerpos de otros ocho- en los últimos 30 años.
Por qué esa diferencia de número
El ejército israelí no se parece al de otros países. Quien haya estado en Israel, habrá visto que el ejército es toda la población: siempre hay jóvenes de uniforme en formación o que vuelven a casa de permiso con su fusil. Los jóvenes pasan tres años -los chicos- o año y medio -las chicas- como militares. Luego, durante años, vuelven a su brigada un mes cada año. “Parece una locura para los de fuera, pero así es”, dice el ex agente del Mosad Rami Igra. “Somos un país pequeño, un país en lucha. Tenemos que demostrar a los que pelean con nosotros que la comunidad hará todo lo posible para devolverles a casa”.
Cualquier joven israelí podía haber sido Gilad Shalit. Un gesto así es clave para mantener la moral de los reclutas. Los jefes de los servicios secretos israelíes -el exterior, Mosad, y el interior, Shin Bet-, que cambiaron hace unos meses, y del ejército defendían el trato. En cinco años no han encontrado otro modo de liberar a Shalit. Este era ya el único camino.
Por qué ahora
Este acuerdo había estado encima de la mesa durante años. En 2009, el primer ministro Netanyahu ya estaba dispuesto a liberar a mil palestinos por Shalit. Pero ahora Israel y Hamás estaban más dispuestos a ceder en puntos clave. Sobre todo por dos motivos:
Primero, el estado palestino en Naciones Unidas. Palestina está dividida entre Cisjordania y Gaza. En Cisjordania manda Fatah y en Gaza, Hamás. La propuesta de conseguir un estado palestino en la ONU fue del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, de Fatah. Su idea reunió apoyo y, aunque no se sabe cómo acabará, la popularidad de Abbas creció.
Hamás, a pesar de lanzar cohetes periódicos a Israel desde Gaza, ha visto cómo su popularidad bajaba en los últimos años. La estrategia de la violencia no había conseguido mucho. Encima ahora sus rivales de Fatah podían conseguir un éxito histórico para los palestinos. No podían permitirlo. Había llegado el momento de usar su gran as en la manga: Gilad Shalit. Hamás insistió en que los presos liberados debían ser de todos los territorios palestinos; aspiran como Fatah a ser los representantes de todo su pueblo.
Los israelíes dicen que apenas Mahmud Abbas se bajó del estrado en Naciones Unidas, Hamás llamó a la puerta para concluir un acuerdo por Shalit. Esta vez iban en serio y se firmó el acuerdo. El próximo martes o miércoles Gilad Shalit debería estar en Israel.
Segundo, la primavera árabe. Los vecinos de Israel cambian. Egipto puede tener un nuevo gobierno en los próximos meses. En Siria -sede de la dirección de Hamás- puede pasar de todo. Egipto era imprescindible para el intercambio de presos: Shalit saldrá de Gaza por Rafah, la frontera con Egipto. Aún no se sabe de allí irá a Cairo para volar a Israel o no. Tanto palestinos como israelíes sabían que si querían llegar a un acuerdo por Shalit, mejor hacerlo con el régimen egipcio actual.
Las cesiones de cada bando
Aún no se sabe la lista definitiva de los palestinos que saldrán. Habrá, parece, unos 300 con condenas largas. Como dijo Yoram Cohen, jefe del Shin Bet, “hay 20 mil militantes de las brigadas al Qassam en Gaza, el mundo no nos caerá encima por 200 terroristas más”. Israel puede convivir con eso y más. Además, por supuesto, una cosa es liberarlos; otra que Israel no los cace en el futuro en algún bombardeo selectivo. Y aún, alguna vez un presunto terrorista palestino ha salido de una cárcel israelí convertido en espía.
Pero esto no es una novedad de ahora. Israel ya estaba preparado a hacer una concesión así hace meses. Entre los cuatrocientos presos liberados en 2004, hubo hombres que mataron luego a dos docenas de israelíes. Pero había nombres que eran imposibles. Netanyahu no quería liberar a nadie con más de diez israelíes muertos a sus espaldas; habrá que ver si ha cumplido.
También se ha llegado a acuerdos para deportar fuera de Cisjordania o Gaza a algunos de los presos. Hamás, parece, se oponía en principio a esta opción del exilio. Ahora no. Israel habría aceptado en cambio liberar a 27 mujeres (de ahí los 1.027 presos) que no tenía previstas.
Según Cohen, del Shin Bet, “heredamos un marco de acuerdo, solo había que modificar los ecualizadores: quién sería deportado, quién volvía a casa, quién era liberado con restricciones”. Está claro que ha habido condiciones que aceleraron un acuerdo que estaba en la mesa desde hacía años.
Una obra maestra de la filtración
Durante el anuncio del acuerdo el martes por la noche ocurrió un episodio magistral sobre cómo hacer una filtración en el momento justo para ganar el debate en la opinión pública. Según dicen aquí, el periódico árabe Al-Sharq al-Awsat publicó por una fuente palestina que serían liberados Marwan Barguti, uno de los principales líderes de Fatah, además de otros dos presos importantes.
Luego se supo que no era verdad. A pesar de haber logrado Hamás un gran éxito, la sensación era de decepción: ninguno de los tres líderes estaba en el grupo de los mil. Parecía de repente un acuerdo menor sin que nada se hubiera sabido, sin que nada cambiara. Averiguar el origen de esa filtración sería extraordinario.
Quién gana: la ley del más fuerte
A corto plazo, tanto Israel como Hamás ganan algo. A largo, todos pierden: se demuestra una vez más que la fuerza sirve. Los estados suelen decir que no negocian con terroristas. Hoy tenemos una prueba más de que no es cierto. Hace once años Netanyahu intentó matar a Khalid Meshal, líder de Hamás. Estos días negociaba con él la libertad de Shalit y los mil presos.
El simbolismo cuenta. Israel presume de que la vida de uno de los suyos vale lo mismo que mil de los otros. Es una muestra de fortaleza y convicción. Pero también marca muy bien el camino de sus enemigos: hay que conseguir capturar con vida a más israelíes. Es una magnífica opción para el débil. Israel ha de estar muy seguro de sus fuerzas -y lo está.
El gran perdedor de este proceso es Fatah, la facción palestina más pacífica y que ya ha reconocido a Israel. ¿Le interesa a Israel debilitar a quienes están dispuestos a negociar un acuerdo de paz? El interés principal israelí está claro que era liberar a su soldado y dar imagen de unidad interior. Pero de rebote ha dado más protagonismo a Hamás, su rival violento.
Israel puede utilizar el acuerdo para castigar a Abbas por su intento de Naciones Unidas. Es imposible de demostrar, pero son bastantes casualidades. Mientras los dos grupos palestinos se disputan el poder, Israel sale reforzado. Pero un hipotético camino hacia algún tipo de paz es cada vez más oscuro.
http://www.obamaworld.es/2011/10/13/por-que-israel-y-hamas-acuerdan-ahora-canjear-un-preso-por-mil/
Hamás capturó el 25 de junio de 2006 en la frontera con Gaza al sargento israelí Gilad Shalit. El martes firmó con Israel canjearlo por 1.027 presos palestinos. Una persona a cambio de mil puede parecer una locura. Pero no es la primera vez que ocurre en Israel.
El útlimo intercambio fue en julio de 2008 con Hezbolá, en Líbano. Israel recuperó los cadáveres de dos soldados muertos en una emboscada en 2006 a cambio de cinco presos libaneses (uno de ellos, Samir Kuntar, condenado a cuatro cadenas perpetuas) y los cuerpos de otros 199.
En 2004, también con Hezbolá, Israel entregó 400 presos palestinos y 30 libaneses a cambio de un empresario israelí y tres cadáveres de soldados. El caso reciente más numeroso fue en 1985: el entonces gobierno de Shimon Peres -hoy presidente- recuperó a tres soldados a cambio de 1.150 prisioneros. Según dicen aquí, Israel ha liberado a 7 mil presos a cambio de 19 israelíes -y los cuerpos de otros ocho- en los últimos 30 años.
Por qué esa diferencia de número
El ejército israelí no se parece al de otros países. Quien haya estado en Israel, habrá visto que el ejército es toda la población: siempre hay jóvenes de uniforme en formación o que vuelven a casa de permiso con su fusil. Los jóvenes pasan tres años -los chicos- o año y medio -las chicas- como militares. Luego, durante años, vuelven a su brigada un mes cada año. “Parece una locura para los de fuera, pero así es”, dice el ex agente del Mosad Rami Igra. “Somos un país pequeño, un país en lucha. Tenemos que demostrar a los que pelean con nosotros que la comunidad hará todo lo posible para devolverles a casa”.
Cualquier joven israelí podía haber sido Gilad Shalit. Un gesto así es clave para mantener la moral de los reclutas. Los jefes de los servicios secretos israelíes -el exterior, Mosad, y el interior, Shin Bet-, que cambiaron hace unos meses, y del ejército defendían el trato. En cinco años no han encontrado otro modo de liberar a Shalit. Este era ya el único camino.
Por qué ahora
Este acuerdo había estado encima de la mesa durante años. En 2009, el primer ministro Netanyahu ya estaba dispuesto a liberar a mil palestinos por Shalit. Pero ahora Israel y Hamás estaban más dispuestos a ceder en puntos clave. Sobre todo por dos motivos:
Primero, el estado palestino en Naciones Unidas. Palestina está dividida entre Cisjordania y Gaza. En Cisjordania manda Fatah y en Gaza, Hamás. La propuesta de conseguir un estado palestino en la ONU fue del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, de Fatah. Su idea reunió apoyo y, aunque no se sabe cómo acabará, la popularidad de Abbas creció.
Hamás, a pesar de lanzar cohetes periódicos a Israel desde Gaza, ha visto cómo su popularidad bajaba en los últimos años. La estrategia de la violencia no había conseguido mucho. Encima ahora sus rivales de Fatah podían conseguir un éxito histórico para los palestinos. No podían permitirlo. Había llegado el momento de usar su gran as en la manga: Gilad Shalit. Hamás insistió en que los presos liberados debían ser de todos los territorios palestinos; aspiran como Fatah a ser los representantes de todo su pueblo.
Los israelíes dicen que apenas Mahmud Abbas se bajó del estrado en Naciones Unidas, Hamás llamó a la puerta para concluir un acuerdo por Shalit. Esta vez iban en serio y se firmó el acuerdo. El próximo martes o miércoles Gilad Shalit debería estar en Israel.
Segundo, la primavera árabe. Los vecinos de Israel cambian. Egipto puede tener un nuevo gobierno en los próximos meses. En Siria -sede de la dirección de Hamás- puede pasar de todo. Egipto era imprescindible para el intercambio de presos: Shalit saldrá de Gaza por Rafah, la frontera con Egipto. Aún no se sabe de allí irá a Cairo para volar a Israel o no. Tanto palestinos como israelíes sabían que si querían llegar a un acuerdo por Shalit, mejor hacerlo con el régimen egipcio actual.
Las cesiones de cada bando
Aún no se sabe la lista definitiva de los palestinos que saldrán. Habrá, parece, unos 300 con condenas largas. Como dijo Yoram Cohen, jefe del Shin Bet, “hay 20 mil militantes de las brigadas al Qassam en Gaza, el mundo no nos caerá encima por 200 terroristas más”. Israel puede convivir con eso y más. Además, por supuesto, una cosa es liberarlos; otra que Israel no los cace en el futuro en algún bombardeo selectivo. Y aún, alguna vez un presunto terrorista palestino ha salido de una cárcel israelí convertido en espía.
Pero esto no es una novedad de ahora. Israel ya estaba preparado a hacer una concesión así hace meses. Entre los cuatrocientos presos liberados en 2004, hubo hombres que mataron luego a dos docenas de israelíes. Pero había nombres que eran imposibles. Netanyahu no quería liberar a nadie con más de diez israelíes muertos a sus espaldas; habrá que ver si ha cumplido.
También se ha llegado a acuerdos para deportar fuera de Cisjordania o Gaza a algunos de los presos. Hamás, parece, se oponía en principio a esta opción del exilio. Ahora no. Israel habría aceptado en cambio liberar a 27 mujeres (de ahí los 1.027 presos) que no tenía previstas.
Según Cohen, del Shin Bet, “heredamos un marco de acuerdo, solo había que modificar los ecualizadores: quién sería deportado, quién volvía a casa, quién era liberado con restricciones”. Está claro que ha habido condiciones que aceleraron un acuerdo que estaba en la mesa desde hacía años.
Una obra maestra de la filtración
Durante el anuncio del acuerdo el martes por la noche ocurrió un episodio magistral sobre cómo hacer una filtración en el momento justo para ganar el debate en la opinión pública. Según dicen aquí, el periódico árabe Al-Sharq al-Awsat publicó por una fuente palestina que serían liberados Marwan Barguti, uno de los principales líderes de Fatah, además de otros dos presos importantes.
Luego se supo que no era verdad. A pesar de haber logrado Hamás un gran éxito, la sensación era de decepción: ninguno de los tres líderes estaba en el grupo de los mil. Parecía de repente un acuerdo menor sin que nada se hubiera sabido, sin que nada cambiara. Averiguar el origen de esa filtración sería extraordinario.
Quién gana: la ley del más fuerte
A corto plazo, tanto Israel como Hamás ganan algo. A largo, todos pierden: se demuestra una vez más que la fuerza sirve. Los estados suelen decir que no negocian con terroristas. Hoy tenemos una prueba más de que no es cierto. Hace once años Netanyahu intentó matar a Khalid Meshal, líder de Hamás. Estos días negociaba con él la libertad de Shalit y los mil presos.
El simbolismo cuenta. Israel presume de que la vida de uno de los suyos vale lo mismo que mil de los otros. Es una muestra de fortaleza y convicción. Pero también marca muy bien el camino de sus enemigos: hay que conseguir capturar con vida a más israelíes. Es una magnífica opción para el débil. Israel ha de estar muy seguro de sus fuerzas -y lo está.
El gran perdedor de este proceso es Fatah, la facción palestina más pacífica y que ya ha reconocido a Israel. ¿Le interesa a Israel debilitar a quienes están dispuestos a negociar un acuerdo de paz? El interés principal israelí está claro que era liberar a su soldado y dar imagen de unidad interior. Pero de rebote ha dado más protagonismo a Hamás, su rival violento.
Israel puede utilizar el acuerdo para castigar a Abbas por su intento de Naciones Unidas. Es imposible de demostrar, pero son bastantes casualidades. Mientras los dos grupos palestinos se disputan el poder, Israel sale reforzado. Pero un hipotético camino hacia algún tipo de paz es cada vez más oscuro.
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