El cinismo de ETA es muy español: pena por las víctimas del bando propio, cínico desinterés por las del contrario
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El cinismo de ETA es muy español: pena por las víctimas del bando propio, cínico desinterés por las del contrario
Nunca pedirás perdón
El cinismo de ETA es muy español: pena por las víctimas del bando propio, cínico desinterés por las del contrario
Artículos| 24/10/2011 - 00:00h
Antoni Puigverd
El abandono etarra de las armas es una gran noticia. Especialmente para las víctimas potenciales. Pero no es una noticia histórica. No han pedido perdón por el sufrimiento causado. Ni lo pedirán. De nuevo, un gran cambio tiene lugar en España al margen de la dimensión ética. Sucedió con la transición democrática y vuelve a suceder ahora con el final de ETA. Curioso país de raíz católica: aquí nadie expresa nunca arrepentimiento. Aquí nunca nadie dice "lo siento" a las víctimas de su ideología.
No pidieron perdón los jóvenes franquistas, los Suárez y Fraga que pactaron con el antifranquismo la llegada de la democracia. Ignoraron a las víctimas de 40 años de franquismo. No se lamentaron por el mal causado a decenas de miles de exilados, no pidieron perdón a los que enfermaron o penaron durante años en cárceles y campos de concentración, a los que reposan en fosas anónimas, a los hablantes del catalán, el vascuence y el gallego, privados durante décadas de toda dimensión pública. El franquismo torturó, asesinó, condenó, aplastó, encarceló, prohibió durante cuatro décadas. Sus herederos tuvieron la lucidez y la intrepidez de pilotar el cambio democrático: repararon económicamente a una parte de las víctimas, sí, pero se olvidaron de pedir perdón. La nueva democracia española ignoró la dimensión ética. Sin fuerza para prolongar el franquismo en la Europa del Mercado Común, los jóvenes franquistas pactaron con sus enemigos antifranquistas (no menos impotentes); y pasaron página. Suárez encargó al grupo Jarcha una canción: Libertad sin ira. Ningún reproche. Empezamos de cero. Amnistía para todos los delitos de sangre. La amnistía lavó aparentemente todas las culpas. ¿Pero es posible lavar las culpas de quien no pide perdón? El pecado original de la naciente democracia es el olvido de la responsabilidad por los hechos del pasado. Se pasó página. Todo el mundo obtuvo la gracia, pero nadie quiso ni tuvo que pedir perdón. La jugada no podía ser más pragmática. Fue una jugada política muy brillante. Maravilló en todo el mundo. Pero el déficit ético de la transición se echó pronto en falta: nuestra democracia es cínica. Carece de dimensión moral. No puede extrañarnos, bajo esta óptica, la enorme extensión de la corrupción, la desvergüenza y el feroz partidismo que todo lo invade.
Cuando, en 1982, el PSOE de Felipe González tomó el poder, la izquierda de tradición republicana podía haber enmendado aquel error fundacional. La izquierda, aunque perseguida por el franquismo, también era heredera de años de horror, sangre, abusos, persecuciones y asesinatos. Pero el PSOE perdió la oportunidad de pedir perdón por los excesos de 1934 y de 1936. Los religiosos asesinados y torturados, las cunetas y las checas de la República, los conventos quemados formaban parte de su pasado, pero las jóvenes generaciones de izquierda no creyeron necesario avergonzarse públicamente por ello. De haber pedido perdón por las terribles manchas de sus siglas, habrían estado en condiciones de impulsar una verdadera reconciliación. Se hubieran cargado de razón moral para exigir un proceso análogo a la derecha heredera del franquismo. No lo hicieron. Años después, derecha e izquierda victimizaron su propia historia. La llamada "memoria histórica" no es más que eso: exigencia de reparación para las lejanas víctimas del bando propio, y un cínico desinterés por las del bando contrario.
ETA ha dado continuidad, durante los 30 años de democracia, al espíritu sanguinario, revanchista, cínico y cruel de la peor tradición española. Mataron a mansalva. Mataron a las víctimas con el ventajismo de un cazador en el coto. Se creen independentistas, pero no pueden ser más pura expresión de la España negra. Con los años (particularmente después del asesinato de Miguel Ángel Blanco), la parte perseguida de la sociedad vasca generó una respuesta heroica. ¡Basta Ya! Pacíficos y valientes, los ciudadanos se arriesgaron a ser atacados por defender una causa obvia: el derecho a la vida, a la opinión, a la libertad. Aquella corriente heroica fue rápidamente apoyada por el PP y el PSOE, que la abanderaron. La razón moral de esta corriente permitió desarrollar una victoriosa política de acoso policial y judicial a ETA.
Agotados y diezmados, los etarras se rinden, finalmente. Pero lo hacen con gran astucia: la llamada izquierda abertzale va sacar buenas rendas políticas de un final que estaba cantado. Desbordarán al PNV y el País Vasco estará pronto en sus manos. ETA, con el agua al cuello, se rinde con disimulo ante un agónico Zapatero y negociará una salida a sus presos con el PP de Mariano Rajoy, seguro vencedor de las elecciones, que será pragmático y generoso. Hay que pasar página. Es objetivamente bueno que pasemos página. El mal menor, de nuevo el mal menor se impondrá. El conglomerado que apoya a ETA sacará buenos réditos de la sangre, el sufrimiento y el dolor causado (dolor, sangre y sufrimiento que también ha causado en su propio entorno). Pero nunca pedirá perdón. La declaración de ETA sostiene que la democracia es mejor que la violencia. Aunque nosotros hace 30 años que lo aprendimos, no es que ellos sean tontos. Sin estos 30 años de crueldad y de socialización del sufrimiento, sus expectativas ideológicas y políticas serían menores. ETA abandona las armas. Buena noticia. Aplausos. No queda otro remedio: mal menor. Una vez más, el cinismo triunfa en nuestro entorno
http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20111024/54235384256/nunca-pediras-perdon.html
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