CUBA. MUERTE DEL MINISTRO DE DEFENSA JULIO CASAS REGUEIRO Y MESES SIN SU SUCESOR: UNA CENA EN PALACIO
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CUBA. MUERTE DEL MINISTRO DE DEFENSA JULIO CASAS REGUEIRO Y MESES SIN SU SUCESOR: UNA CENA EN PALACIO
CUBA. MUERTE DEL MINISTRO DE DEFENSA JULIO CASAS REGUEIRO Y MESES SIN SU SUCESOR: UNA CENA EN PALACIO
Nota del Bloguista
Respecto al artículo de Botín.
Julio casa Regueiro y su hermano Zenén apenas combatieron antes y después de 1959. Los padres de los Casas Regueiros dieron mucho dinero para la Revolución y eso les valió modestas promociones militares de sus hijos, que eran hijos bitongos pese a sus padres ser de ascendencia campesina antes de convertirse en adinerados comerciantes de la zona de Holguín.
Raúl Castro no abrió el II Frente Frank País; lo abrió Delio Gómez Ochoa. Después de estar todo bajo control Raúl Castro fue a tomar posesión de la comandancia del II Frente.
Julio Casas Regueiro después del triunfo de enero de 1959 se casó con una hermana de los Ochoa Sánchez y al poco tiempo la abandonó; los Ochoa, incluyendo a Arnaldo Ochoa, se enemistaron de por vida con los Casas Regueiro. Pese a esa situación, Julio Casas Regueiro estuvo en el Tribunal de Honor como miembro del Tribunal. Al general de División Arnaldo Ochoa lo fusila un pelotón de fusilamiento dirigido por Ulises Rosales del Toro, a quien Ochoa le salvó la vida en Venezuela y durante días lo cargó y sacó mal herido. Así son de perverso Fidel y Raúl Castro.
**********
Tomado de http://www.lanuevanacion.com/
UNA CENA EN PALACIO
Por René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
Entre 1933 y 1944, Fulgencio Batista influyó de manera determinante en los destinos de Cuba, primero como jefe del Ejército, y después, a partir de 1940, como primer afrodescendiente electo en democracia Presidente de la República, con lo cual nuestro país se adelantó en más de medio siglo a nuestros vecinos norteños. Al término de su mandato constitucional, en la cresta de una impresionante ola de apoyo popular, asumió la jefatura del Estado el doctor Ramón Grau San Martín.
Una de las mayores dificultades que confrontó el nuevo Presidente cuando bajo los efectos de un huracán tomó posesión el 10 de octubre de 1944, fue la existencia de un generalato vinculado al golpe de estado que encabezara Batista. De esas fuerzas siempre cabía esperar presiones inesperadas o incluso un nuevo cuartelazo.
Según me contaron mis mayores, el astuto Grau encontró una solución original. Una noche invitó a los altos oficiales batistianos a una cena en palacio. A la hora de los brindis, agradeció en nombre de la República a los uniformados los “enormes servicios a la Patria” prestados por ellos, y les anunció que, tras tan grandes y sostenidos esfuerzos, había llegado la hora de descansar de su labor castrense, por lo que pasarían de inmediato a retiro.
Y lo que es más: les aclaró que no tenían que molestarse en retornar a sus cuarteles, pues el gobierno, en su gran desvelo, se había ocupado de enviar a personas que en ese mismo momento estaban realizando las mudadas correspondientes, y ya los sustitutos designados habían asumido el mando en sus respectivas unidades…
A partir de aquel momento, la hipotética invitación a una “cena en palacio” se convirtió en tema común de comentarios jocosos, en especial cuando sobre la persona aludida pendía la amenaza de una intempestiva remoción del cargo que ocupaba.
Este recuerdo del pasado viene al caso mientras pasan las semanas sin que se conozca el nombre del general que reemplazará al difunto Julio Casas Regueiro al frente de las Fuerzas Armadas cubanas.
(Funeral de Julio Casas Regueiro)
Tras unas honras fúnebres que parecieron exceder en mucho la verdadera importancia del papel desempeñado por el finado dentro del proceso iniciado en nuestra Patria hace cincuenta y ocho años, pasan las semanas sin que se conozca el nombre del que, en buen argot político mexicano del pasado siglo, deberíamos llamar “El Tapado”.
Bajo la “dictadura perfecta” del PRI, ése era el feliz mortal que el mandón en funciones, en la soledad de sus pensamientos, decidía respaldar en sus aspiraciones a la presidencia, con lo cual quedaba virtualmente asegurada su nominación como candidato del partido de gobierno, lo que a su vez implicaba su elección para ese alto cargo.
Algo parecido sucede en Cuba hoy: nadie duda que el hombre a quien Raúl Castro, por sí y ante sí, escoja para ocupar el cargo de Ministro de las FAR será quien desempeñe esas funciones, las que —por supuesto— son importantes en cualquier país, pero especialmente en uno sometido a un régimen militar totalitario como el nuestro.
Mas no resulta fácil hacer una selección: son varios los generales de cuerpo de ejército que se sienten con merecimientos suficientes para ser el afortunado. Ninguno de ellos tiene los antecedentes de Julio Casas, quien como encargado de la retaguardia, distribuyó mansiones y otras muchas prebendas entre la alta cúpula castrense, con lo cual —como es natural— se granjeó el agradecimiento y la simpatía de sus colegas, lo que facilitó la aceptación de su nombramiento.
A menos que el general de ejército Raúl Castro decida simultanear la Presidencia que hoy ejerce con la reasunción del cargo de Ministro de las FAR (opción que no cabe despreciar a priori), entonces debemos concluir que la selección que tendrá que hacer más tarde o temprano no le resultará provechosa: Uno le quedará muy agradecido, pero varios más se sentirán injustamente preteridos.
Por eso, si yo fuese alguno de los actuales generales de cuerpo de ejército cubanos, me sentiría preocupado si me invitaran a una cena en palacio.
*************
Tomado de http://www.infolatam.com
Los árboles mueren de pie
Madrid, 5 septiembre 2011
Por Vicente Botín
Las revoluciones comunistas se creen dueñas del gen de la inmortalidad, por eso no jubilan a sus dirigentes; la mayoría, como los árboles, mueren de pie. El tiempo para ellos es un concepto relativo, viven en un eterno presente, pero con la mirada siempre en el pasado, en lo que fueron, en lo que hicieron. Y Cuba no es una excepción. Un sanedrín de ancianos gobierna el país desde el año 1959. Hicieron una revolución y secuestraron el poder. Como dice George Orwell: “No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura”.
(Enero de 1959. El teniente Julio Casas Regueiro en una revisión de documentos para crear la Policía Nacional Revolucionaria)
El general Julio Casas Regueiro, que acaba de fallecer a los 75 años, era “uno de los nuestros”, un “goodfellas”, por utilizar la expresión de la película de Martin Scorsese, un miembro del clan endogámico que gobierna Cuba con mano de hierro. Hermano del también general Senén Casas Regueiro (ya fallecido), uno de los jueces que condenó a muerte al general Arnaldo Ochoa, Julio Casas estaba casado con una hija de Carlos Rafael Rodríguez, uno de los políticos más influyentes de la revolución hasta su muerte en 1997, a los 84 años de edad.
Pero Julio Casas Regueiro era por encima de todo, el hombre de confianza de Raúl Castro, su sombra y su sucesor al frente del ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias después de que éste relevara a su hermano Fidel en la jefatura del Estado, el 24 de febrero de 2008. Ese día Raúl Castro dijo de él: “Yo, que he criticado a casi todos los generales de las Fuerzas Armadas (…) no recuerdo haberle hecho durante estos últimos 50 años ninguna crítica de consideración al compañero Julio Casas, salvo la de –como decimos los cubanos— ser muy tacaño; pero de ahí se derivan sus éxitos en el frente económico, entre otras actividades, en el ministerio de las Fuerzas Armadas”. Era el premio a la fidelidad perruna.
Oriundo como los Castro, de Mayarí, en el Oriente Cubano, Julio Casas se incorporó en 1958, con apenas 22 años, al Segundo Frente que abrió Raúl Castro en la Sierra Cristal, y asistió a los cursos de adoctrinamiento del pueblo de Tumbasiete, el semillero de dirigentes del futuro partido comunista de Cuba del que sería uno de sus fundadores, en 1965. Después del derrocamiento de Fulgencio Batista ocupó distintos cargos militares, entre ellos, jefe del Ejército oriental, jefe de las Tropas de Defensa Antiaérea y jefe de la Fuerza Aérea. En 1969 fue nombrado viceministro de las FAR y posteriormente Vicepresidente del Consejo de Estado, el máximo órgano político del país, y miembro del Buró Político del partido comunista. En 1978 participó en la aventura militar castrista en África combatiendo en Etiopía.
Casas Regueiro era un hombre inteligente, muy reservado, que odiaba hablar en público por un problema de dicción que arrastraba desde la niñez. Su salud era delicada. Era diabético, fumador empedernido y, como Raúl Castro, amante del buen whisky escocés. Nunca destacó por sus dotes militares y es muy significativo que pese a que era el brazo derecho de Raúl Castro, muy amigo de batallitas, no aparece en el libro-escaparate “Secretos de militares”, donde el hagiógrafo oficial del régimen, Luis Báez, magnifica las “hazañas” bélicas de sus conmilitones.
El verdadero campo de batalla de Julio Casas Regueiro fue la economía. Fundó y dirigió GAESA (Grupo de Administración Empresarial, S.A.), el holding más importante de Cuba, integrado por unas 300 empresas que incluyen desde hoteles a gasolineras y generan el 89 % de las exportaciones, el 59 % de los ingresos por turismo, el 24% de los ingresos del sector servicios, el 60% de las transacciones de divisas al por mayor y el 66% de ventas en divisas. El tinglado empresarial de las FAR controla más del 60% de la economía del país y da empleo al 25% de los trabajadores estatales. Julio Casas apadrinó y formó al actual director de GAESA, el mayor Luis Alberto Rodríguez López Calleja, hijo del general Guillermo Rodríguez del Pozo, que tiene una característica muy especial: está casado con Déborah Castro, hija de Raúl Castro.
Con GAESA, Julio Casas Regueiro, es decir Raúl Castro, dejó sentadas las bases del futuro económico de Cuba. Las empresas del grupo están dirigidas con disciplina militar por uniformados más duchos en interpretar balances que en las artes de la guerra. Su guía es el llamado Sistema de Perfeccionamiento Empresarial, un modelo de gestión “capitalista” frente al desastre de la economía planificada de las empresas civiles del Estado. Raúl Castro no pierde de vista el modelo soviético de transición post comunista para que la nomenclatura militar travestida de demócrata pueda seguir controlando los recursos del país.
Julio Casas Regueiro fue la sombra de Raúl Castro, sombra también de su hermano. Con él desaparece una figura prominente de la dictadura cubana. Ha muerto de pie, en su puesto de combate, como pregonan los exegetas de la revolución. Fidel Castrosolía decir: “Aquí no se rinde nadie”, pero más temprano que tarde, el tiempo acabará por talar todos los árboles.
Para seguir leyendo hacer click aqui ...
posted by PPAC @ 11/
04/2011 10:41:00 PM http://baracuteycubano.blogspot.com/
Nota del Bloguista
Respecto al artículo de Botín.
Julio casa Regueiro y su hermano Zenén apenas combatieron antes y después de 1959. Los padres de los Casas Regueiros dieron mucho dinero para la Revolución y eso les valió modestas promociones militares de sus hijos, que eran hijos bitongos pese a sus padres ser de ascendencia campesina antes de convertirse en adinerados comerciantes de la zona de Holguín.
Raúl Castro no abrió el II Frente Frank País; lo abrió Delio Gómez Ochoa. Después de estar todo bajo control Raúl Castro fue a tomar posesión de la comandancia del II Frente.
Julio Casas Regueiro después del triunfo de enero de 1959 se casó con una hermana de los Ochoa Sánchez y al poco tiempo la abandonó; los Ochoa, incluyendo a Arnaldo Ochoa, se enemistaron de por vida con los Casas Regueiro. Pese a esa situación, Julio Casas Regueiro estuvo en el Tribunal de Honor como miembro del Tribunal. Al general de División Arnaldo Ochoa lo fusila un pelotón de fusilamiento dirigido por Ulises Rosales del Toro, a quien Ochoa le salvó la vida en Venezuela y durante días lo cargó y sacó mal herido. Así son de perverso Fidel y Raúl Castro.
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Tomado de http://www.lanuevanacion.com/
UNA CENA EN PALACIO
Por René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
Entre 1933 y 1944, Fulgencio Batista influyó de manera determinante en los destinos de Cuba, primero como jefe del Ejército, y después, a partir de 1940, como primer afrodescendiente electo en democracia Presidente de la República, con lo cual nuestro país se adelantó en más de medio siglo a nuestros vecinos norteños. Al término de su mandato constitucional, en la cresta de una impresionante ola de apoyo popular, asumió la jefatura del Estado el doctor Ramón Grau San Martín.
Una de las mayores dificultades que confrontó el nuevo Presidente cuando bajo los efectos de un huracán tomó posesión el 10 de octubre de 1944, fue la existencia de un generalato vinculado al golpe de estado que encabezara Batista. De esas fuerzas siempre cabía esperar presiones inesperadas o incluso un nuevo cuartelazo.
Según me contaron mis mayores, el astuto Grau encontró una solución original. Una noche invitó a los altos oficiales batistianos a una cena en palacio. A la hora de los brindis, agradeció en nombre de la República a los uniformados los “enormes servicios a la Patria” prestados por ellos, y les anunció que, tras tan grandes y sostenidos esfuerzos, había llegado la hora de descansar de su labor castrense, por lo que pasarían de inmediato a retiro.
Y lo que es más: les aclaró que no tenían que molestarse en retornar a sus cuarteles, pues el gobierno, en su gran desvelo, se había ocupado de enviar a personas que en ese mismo momento estaban realizando las mudadas correspondientes, y ya los sustitutos designados habían asumido el mando en sus respectivas unidades…
A partir de aquel momento, la hipotética invitación a una “cena en palacio” se convirtió en tema común de comentarios jocosos, en especial cuando sobre la persona aludida pendía la amenaza de una intempestiva remoción del cargo que ocupaba.
Este recuerdo del pasado viene al caso mientras pasan las semanas sin que se conozca el nombre del general que reemplazará al difunto Julio Casas Regueiro al frente de las Fuerzas Armadas cubanas.
(Funeral de Julio Casas Regueiro)
Tras unas honras fúnebres que parecieron exceder en mucho la verdadera importancia del papel desempeñado por el finado dentro del proceso iniciado en nuestra Patria hace cincuenta y ocho años, pasan las semanas sin que se conozca el nombre del que, en buen argot político mexicano del pasado siglo, deberíamos llamar “El Tapado”.
Bajo la “dictadura perfecta” del PRI, ése era el feliz mortal que el mandón en funciones, en la soledad de sus pensamientos, decidía respaldar en sus aspiraciones a la presidencia, con lo cual quedaba virtualmente asegurada su nominación como candidato del partido de gobierno, lo que a su vez implicaba su elección para ese alto cargo.
Algo parecido sucede en Cuba hoy: nadie duda que el hombre a quien Raúl Castro, por sí y ante sí, escoja para ocupar el cargo de Ministro de las FAR será quien desempeñe esas funciones, las que —por supuesto— son importantes en cualquier país, pero especialmente en uno sometido a un régimen militar totalitario como el nuestro.
Mas no resulta fácil hacer una selección: son varios los generales de cuerpo de ejército que se sienten con merecimientos suficientes para ser el afortunado. Ninguno de ellos tiene los antecedentes de Julio Casas, quien como encargado de la retaguardia, distribuyó mansiones y otras muchas prebendas entre la alta cúpula castrense, con lo cual —como es natural— se granjeó el agradecimiento y la simpatía de sus colegas, lo que facilitó la aceptación de su nombramiento.
A menos que el general de ejército Raúl Castro decida simultanear la Presidencia que hoy ejerce con la reasunción del cargo de Ministro de las FAR (opción que no cabe despreciar a priori), entonces debemos concluir que la selección que tendrá que hacer más tarde o temprano no le resultará provechosa: Uno le quedará muy agradecido, pero varios más se sentirán injustamente preteridos.
Por eso, si yo fuese alguno de los actuales generales de cuerpo de ejército cubanos, me sentiría preocupado si me invitaran a una cena en palacio.
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Los árboles mueren de pie
Madrid, 5 septiembre 2011
Por Vicente Botín
Las revoluciones comunistas se creen dueñas del gen de la inmortalidad, por eso no jubilan a sus dirigentes; la mayoría, como los árboles, mueren de pie. El tiempo para ellos es un concepto relativo, viven en un eterno presente, pero con la mirada siempre en el pasado, en lo que fueron, en lo que hicieron. Y Cuba no es una excepción. Un sanedrín de ancianos gobierna el país desde el año 1959. Hicieron una revolución y secuestraron el poder. Como dice George Orwell: “No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura”.
(Enero de 1959. El teniente Julio Casas Regueiro en una revisión de documentos para crear la Policía Nacional Revolucionaria)
El general Julio Casas Regueiro, que acaba de fallecer a los 75 años, era “uno de los nuestros”, un “goodfellas”, por utilizar la expresión de la película de Martin Scorsese, un miembro del clan endogámico que gobierna Cuba con mano de hierro. Hermano del también general Senén Casas Regueiro (ya fallecido), uno de los jueces que condenó a muerte al general Arnaldo Ochoa, Julio Casas estaba casado con una hija de Carlos Rafael Rodríguez, uno de los políticos más influyentes de la revolución hasta su muerte en 1997, a los 84 años de edad.
Pero Julio Casas Regueiro era por encima de todo, el hombre de confianza de Raúl Castro, su sombra y su sucesor al frente del ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias después de que éste relevara a su hermano Fidel en la jefatura del Estado, el 24 de febrero de 2008. Ese día Raúl Castro dijo de él: “Yo, que he criticado a casi todos los generales de las Fuerzas Armadas (…) no recuerdo haberle hecho durante estos últimos 50 años ninguna crítica de consideración al compañero Julio Casas, salvo la de –como decimos los cubanos— ser muy tacaño; pero de ahí se derivan sus éxitos en el frente económico, entre otras actividades, en el ministerio de las Fuerzas Armadas”. Era el premio a la fidelidad perruna.
Oriundo como los Castro, de Mayarí, en el Oriente Cubano, Julio Casas se incorporó en 1958, con apenas 22 años, al Segundo Frente que abrió Raúl Castro en la Sierra Cristal, y asistió a los cursos de adoctrinamiento del pueblo de Tumbasiete, el semillero de dirigentes del futuro partido comunista de Cuba del que sería uno de sus fundadores, en 1965. Después del derrocamiento de Fulgencio Batista ocupó distintos cargos militares, entre ellos, jefe del Ejército oriental, jefe de las Tropas de Defensa Antiaérea y jefe de la Fuerza Aérea. En 1969 fue nombrado viceministro de las FAR y posteriormente Vicepresidente del Consejo de Estado, el máximo órgano político del país, y miembro del Buró Político del partido comunista. En 1978 participó en la aventura militar castrista en África combatiendo en Etiopía.
Casas Regueiro era un hombre inteligente, muy reservado, que odiaba hablar en público por un problema de dicción que arrastraba desde la niñez. Su salud era delicada. Era diabético, fumador empedernido y, como Raúl Castro, amante del buen whisky escocés. Nunca destacó por sus dotes militares y es muy significativo que pese a que era el brazo derecho de Raúl Castro, muy amigo de batallitas, no aparece en el libro-escaparate “Secretos de militares”, donde el hagiógrafo oficial del régimen, Luis Báez, magnifica las “hazañas” bélicas de sus conmilitones.
El verdadero campo de batalla de Julio Casas Regueiro fue la economía. Fundó y dirigió GAESA (Grupo de Administración Empresarial, S.A.), el holding más importante de Cuba, integrado por unas 300 empresas que incluyen desde hoteles a gasolineras y generan el 89 % de las exportaciones, el 59 % de los ingresos por turismo, el 24% de los ingresos del sector servicios, el 60% de las transacciones de divisas al por mayor y el 66% de ventas en divisas. El tinglado empresarial de las FAR controla más del 60% de la economía del país y da empleo al 25% de los trabajadores estatales. Julio Casas apadrinó y formó al actual director de GAESA, el mayor Luis Alberto Rodríguez López Calleja, hijo del general Guillermo Rodríguez del Pozo, que tiene una característica muy especial: está casado con Déborah Castro, hija de Raúl Castro.
Con GAESA, Julio Casas Regueiro, es decir Raúl Castro, dejó sentadas las bases del futuro económico de Cuba. Las empresas del grupo están dirigidas con disciplina militar por uniformados más duchos en interpretar balances que en las artes de la guerra. Su guía es el llamado Sistema de Perfeccionamiento Empresarial, un modelo de gestión “capitalista” frente al desastre de la economía planificada de las empresas civiles del Estado. Raúl Castro no pierde de vista el modelo soviético de transición post comunista para que la nomenclatura militar travestida de demócrata pueda seguir controlando los recursos del país.
Julio Casas Regueiro fue la sombra de Raúl Castro, sombra también de su hermano. Con él desaparece una figura prominente de la dictadura cubana. Ha muerto de pie, en su puesto de combate, como pregonan los exegetas de la revolución. Fidel Castrosolía decir: “Aquí no se rinde nadie”, pero más temprano que tarde, el tiempo acabará por talar todos los árboles.
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