LA ÚLTIMA CROQUETA / La página de PONG
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LA ÚLTIMA CROQUETA
La última croqueta
Al salir de clases, casi anocheciendo, era una costumbre desde el inico del curso 1967-68 en el Pre-Universitario “ Turcios Lima” en Ayestarán pasar por el puesto de fritas de María en la acera de la calle Desague casi llegando a Infanta, eran los tiempos que cambiarían mi vida para siempre, todos los días sin faltar, compraba una pan con croquetas, ya fuera de pescado o pollo, con su poquísimo cátsup, y a veces un poco de lechuga o pepino según se pudiera, pero era un tentenpie antes de llegar a la comida que siempre era una incógnita, por la situación de creciente escazez, lo mismo te esperaba un arroz mezclado con fideos para ampliar la ración, o un salteado de arroz con lo que apareciera , lascas de pollo o jamonada o tortilla de huevos, col hervida y en días de suerte algo de merluza o pollo.
Maria era una anciana muy atenta y cariñosa, tenía su puestecito de frita en la calle y se paraba en la acera para atender al cliente, todo frente a la puerta de su casa, en la enorme fachada de puertas iguales a todo lo largo de la cuadra, cada día la oferta era más corta, pero ese aporte extra era vital para el apetito que calzaba en ese tiempo.
Un día de Abril, llegué como siempre y no tenía que pedir, María al verme en la distancia preparaba el pan con croqueta, al llegar veo que me entrega un pan con dos croquetas y con una buena porción de lechuga y cátsup, extrañado le digo:
- María yo solo tengo una peseta para una croqueta, me queda un niquel para la guagua…
Ella me miró con una sonrisa triste y dijo:
- Toma muchacho no tienes que pagar el extra, porque esta va a ser tu última croqueta de María, mañana vienen a recoger el carrito y todo lo demás porque “se acabó lo que se daba”, ya no va a haber en lo adelante ningún negocio privado, todo queda intervenido, asi que disfruta tu pan con croqueta.
Sin entender bien, le pagué y seguí a la parada de ómnibus en la esquina, al otro día cientos de cubanos perdieron sus pequeños negocios, sus talleres, sus fabriquitas de perfumes, baratijas, y enseres, peluquerías y barberías, restaurantes, cafeterías, y todo comercio y servicio en manos particulares pasaron de un manotazo,a ser confiscados por el estado que ni se preocupó en substituir la falta, salvo un intento de suplir en algo lo perdido, la ineficiencia, la corrupción, la incapacidad dieron sus frutos en solo meses, el hambre llegó para quedarse y mostrar su verdadera cara, y aún hoy, cuando se trata de revertir el daño, seguirá su curso porque no se le puede pedir peras al olmo, por mucho que se intente, el abono esencial es la libertad y esa fué intervenida el primero de enero de 1959.
Alfredo Pong / Miami / Abril 2012
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