La paja en el ojo ajeno, y la viga en el suyo.Burlar la censura franquista Publicado el 6 julio, 2011 Censura durante el franquismo En este primer p
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La paja en el ojo ajeno, y la viga en el suyo.Burlar la censura franquista Publicado el 6 julio, 2011 Censura durante el franquismo En este primer p
Burlar la censura franquista
Publicado el 6 julio, 2011
Censura durante el franquismo
En este primer post de Historia y libros, no relacionaré un episodio histórico con ningúnn libro, sino que lo haré con un artículo periodístico.
Un artículo cuya importancia es crucial por el momento en el que salió,
cuando todo el mundo parecia sordo, mudo y ciego, un periodista se
abrió camino entre sordos, ciegos y mudos. Creo necesario recuperar un
tipo de periodismo que hoy en día brilla por su ausencia y cada vez es
tomado menos en serio, un periodismo que va a la deriva del viento
político o económico que les sopla, un periodismo falto de personalidad y
de parcialidad, que pienso, es lo peor de lo que puede carecer un
periodista. En 1944, Santiago Nadal, desafió al regimen franquista
con un artículo, en el que criticaba su forma atroz de borrar todo lo
que oliera a republicano, a derrotar más a un enemigo ya derrotado. Unos
tiempos en los que había que lidiar con la censura, esos ojos y orejas
que todo parecían ver y escuchar, pero siempre había alguna manera de
burlar a ese Gran Hermano, pero para ello hacía falta valor, compromiso y
ciertas gotas de juventud.
La censura
Una de las primeras acciones que hace una Dictadura
que presuma de serlo, es controlar todo lo que se dice de ella. Atar
bien corto a los medios de comunicación, colocar periodistas afines en
los pocos periodicos que sean afines, y el que se salga del
redil…silenciarlo. Para todo ello tiene un aparato a su disposición: La censura.
Ante ella, el periodista tiene dos supuestas opciones: escribir o decir
lo que el régimen quiere leer y escuchar, o escribir y decir lo que
realmente sucede, con las consecuencias que puede acarrearle esta última
opción. Pero hay una tercera vía, escribir lo que sucede, pero de tal
manera que logre burlar la censura. Para ello se
requiere gran habilidad a la hora de escoger el tema con el que se
quiere criticar al regimen, no puede ser una crítica explicita sino que
ha de subyacer en el fondo de las palabras que se eligen. Hay que hacer
leer entre líneas.La censura en la Dictadura de Franco
La Dictadura de Franco no fue una excepción, la
censura fue algo habitual entre el periodismo de aquellos años,
esquivarla no fue tarea fácil, lo más cómodo era adecuarse al sistema y
tragar, pero hubo un periodista, entre unos pocos, que osó desafiar ese
conformismo y no tragó. Ese periodista se llamaba Santiago Nadal Gaya (Lleida 1909-Barcelona 1974), quien durante más de cuatro décadas fue comentarista de internacional en la revista Destino, redactor jefe de la sección de Internacional de La Vanguardia, presidente de la Asociación de la Prensa en Barcelona y miembro del Consejo Privado de Don Juan.
Artículo que criticó al regimen de Franco
Santiago Nadal publicó en el semanario Destino, de Verona a Argel, un artículo que en su primera apariencia nada tenía que ver con España, ni con la dictadura franquista.
Era el año 1944, en plena segunda Guerra Mundial. En Italia sufrían el
régimen de Mussolini y en Argel, capital de Argelia, colonia francesa,
estaba en manos de la Francia subyugada a la Alemania nazi. En ambas
ciudades se celebraron juicios políticos que terminaron con ejecuciones
sumarias. En su artículo, Nadal criticaba el procedimineto cruel e
injusto que utilizaban los vencedores sobre los vencidos. De una manera
indirecta, Nadal estaba hablando de España, de Franco y de la cruel venganza que éste estaba llevando sobre los vencidos en aquellos años de posguerra.
El artículo burló a la censura
El 22 de marzo de 1944, la revista Destino publicó en portada el artículo, era imposible no verlo. Sin embargo la censura
no vio nada punible entre aquellas palabras que hablaban de dos juicios
llevados a cabo lejos de España. A pesar de ello, el artículo no evitó
todos los obstáculos que la maquinaria franquista tenía, el gobernador
civil Antonio Correa Veglison sí reparó en el trasfondo del artículo.
Detención de Santiago Nadal
El mismo gobernador civil ordenó la detención de Santiago Nadal
y su traslado al campo de concentración de Naclares de la Oca, Ávila,
uno de los lugares más duros para los resistentes a la dictadura en
aquellos años.
“Nadie hizo nada”
Santiago Nadal, declaró años después que nadie de
sus compañeros hizo nada, nadie pareció mover un dedo por aquel
periodista que habia desafiado a la censura y con ello la aparente
fortaleza inamovible del régimen, pero hubo una excepción, el escritor
catalán Josep Plá, compañero de redacción en el semanario Destino, que
movió cielo y tierra por su liberación. Santiago Nadal fue liberado 15 días después de su detención.
El autor del artículo Verona y Argel,
era un joven periodista de apenas 35 años, que a partir de entonces
inició una carrera marcada por su compromiso hacia la democracia, el
liberalismo y la disidencia antifranquista.
VERONA Y ARGEL – Por Santiago Nadal
Proceso de Verona. Proceso de Argel. Justicia estricta, a rajatabla,
según se dice. Y, sin embargo, de signo radicalmente contrario.
Unos hombres fueron fusilados por “traición” a un lado y otro, por
“traición” al bando contrario. La ley, la supuesta ley se exige con un
rigor tanto más implacable cuanto que en realidad, no existe. Se imponen
actitudes heroicas y tajantes cuando el mundo está lleno de legítimas
dudas y de espantosos terrores. Cuando son inextricables las situaciones
dramáticas, las dudas íntimas de millones de conciencias honradas,
brutales las imposiciones por un lado y por otro. Cuando la rueda de la
fortuna sonríe hoy a unos y mañana a otros. Cuando la humanidad sabe
menos que nunca lo que ha de hacer. Cuando todo esto sucumbe a instintos
de venganza, al odio, la demagogia el miedo disfrazado de justo rigor,
claman pidiendo justicia estricta, fusilamientos, depuraciones,
sanciones, castigos, más dolores todavía sobre la desgraciada Humanidad
en guerra.
Porque unos votaron dentro de unas leyes establecidas, lo que sus
enemigos no querían. Porque otro tomó públicamente una actitud que, en
uno u otro momento, bien pocos no han tomado en su patria creyendo con
ello servirla. ¡Reos de muerte! ¡Reos de muerte!
Entre los horrores de una guerra causada por el odio y la
incomprensión, los que podían evitarlo siguen sembrando mayores odios,
incomprensiones cada vez más radicales. En una Europa de gobiernos
surgidos al azar, al margen de espantosas catástrofes, cansados por el
choque de potencia cósmica, he aquí que todos pretenden el legitimismo
más estricto que el de los antiguos señores absolutos.
¡Traición al fascismo, resurgido por obra del extranjero y bien a
precario! ¡Traición a la Tercera República que nadie sabe exactamente
dónde para! No hay un estado de derecho casi en ninguna parte, y todos,
sin embargo, pretenden recoger la más franca adhesión de todos. Y, si
no: ¡pena de muerte! ¡Pena de muerte!
Bajo tanta “justicia”, tanto “patriotismo”, tanto “tribunal”, no hay
más, en realidad, que una verdad primordial: la sed de venganza, el
odio, el despecho. Ya va siendo hora que todo esto se acabe si no se
quiere que tristísimas noticias sucedan a las ya tristes que ahora van
surgiendo.
La terrible, la inevitable palabra ha surgido ya: la guerra civil.
Guerra Civil en el continente -oculta, tenebrosa y siniestra por ver la
ocupación extranjera-: guerra civil late en las depuraciones de Argel.
Mañana siempre la misma perspectiva. Si no se acaba todo esto, será
Europa la que habrá acabado. O lo que es peor, habrá alcanzado la más
repugnante de las etapas históricas: aquella en que junto a una
civilización material avanzada dominará una implacable barbarie moral.
Está tardando en llegar la hora general de los grandes estadistas que
hablen al mundo un verdadero lenguaje que la mayoría, sin duda, espera.
Basta ya de depuraciones, de expedientes, de “justicia estricta”, de
“limpieza”, de tribunales políticos, de fusilamientos y de “paseos
tenebrosos”.
Lo que la humanidad necesita es un periodo de verdadera justicia, de
derecho, de irretroactividad de las penas, de “la buena fe se supone,
mientras no se demuestre lo contrario”, de “la aplicación de las penas,
en caso de duda se hará en favor del reo”, de paz, trabajo y reposo
¿Surgirá el grupo de estadistas que, en los países hoy en guerra,
hable mi lenguaje llegada la paz? ¡Dios lo quiera, pero lo cierto es
que, por ahora, por desgracia, no vemos ninguna todavía!
Proceso de Verona. Proceso de Argel. Tristes símbolos de una época.
¡Cómo deseamos un tiempo en que las gentes los califiquen con su
verdadero nombre: farsas legales en que la pasión de la venganza se ha
disfrazado con la toga de la Ley para ocultar los más primarios
instintos del hombre airado!
Publicado el 6 julio, 2011
Censura durante el franquismo
En este primer post de Historia y libros, no relacionaré un episodio histórico con ningúnn libro, sino que lo haré con un artículo periodístico.
Un artículo cuya importancia es crucial por el momento en el que salió,
cuando todo el mundo parecia sordo, mudo y ciego, un periodista se
abrió camino entre sordos, ciegos y mudos. Creo necesario recuperar un
tipo de periodismo que hoy en día brilla por su ausencia y cada vez es
tomado menos en serio, un periodismo que va a la deriva del viento
político o económico que les sopla, un periodismo falto de personalidad y
de parcialidad, que pienso, es lo peor de lo que puede carecer un
periodista. En 1944, Santiago Nadal, desafió al regimen franquista
con un artículo, en el que criticaba su forma atroz de borrar todo lo
que oliera a republicano, a derrotar más a un enemigo ya derrotado. Unos
tiempos en los que había que lidiar con la censura, esos ojos y orejas
que todo parecían ver y escuchar, pero siempre había alguna manera de
burlar a ese Gran Hermano, pero para ello hacía falta valor, compromiso y
ciertas gotas de juventud.
La censura
Una de las primeras acciones que hace una Dictadura
que presuma de serlo, es controlar todo lo que se dice de ella. Atar
bien corto a los medios de comunicación, colocar periodistas afines en
los pocos periodicos que sean afines, y el que se salga del
redil…silenciarlo. Para todo ello tiene un aparato a su disposición: La censura.
Ante ella, el periodista tiene dos supuestas opciones: escribir o decir
lo que el régimen quiere leer y escuchar, o escribir y decir lo que
realmente sucede, con las consecuencias que puede acarrearle esta última
opción. Pero hay una tercera vía, escribir lo que sucede, pero de tal
manera que logre burlar la censura. Para ello se
requiere gran habilidad a la hora de escoger el tema con el que se
quiere criticar al regimen, no puede ser una crítica explicita sino que
ha de subyacer en el fondo de las palabras que se eligen. Hay que hacer
leer entre líneas.La censura en la Dictadura de Franco
La Dictadura de Franco no fue una excepción, la
censura fue algo habitual entre el periodismo de aquellos años,
esquivarla no fue tarea fácil, lo más cómodo era adecuarse al sistema y
tragar, pero hubo un periodista, entre unos pocos, que osó desafiar ese
conformismo y no tragó. Ese periodista se llamaba Santiago Nadal Gaya (Lleida 1909-Barcelona 1974), quien durante más de cuatro décadas fue comentarista de internacional en la revista Destino, redactor jefe de la sección de Internacional de La Vanguardia, presidente de la Asociación de la Prensa en Barcelona y miembro del Consejo Privado de Don Juan.
Artículo que criticó al regimen de Franco
Santiago Nadal publicó en el semanario Destino, de Verona a Argel, un artículo que en su primera apariencia nada tenía que ver con España, ni con la dictadura franquista.
Era el año 1944, en plena segunda Guerra Mundial. En Italia sufrían el
régimen de Mussolini y en Argel, capital de Argelia, colonia francesa,
estaba en manos de la Francia subyugada a la Alemania nazi. En ambas
ciudades se celebraron juicios políticos que terminaron con ejecuciones
sumarias. En su artículo, Nadal criticaba el procedimineto cruel e
injusto que utilizaban los vencedores sobre los vencidos. De una manera
indirecta, Nadal estaba hablando de España, de Franco y de la cruel venganza que éste estaba llevando sobre los vencidos en aquellos años de posguerra.
El artículo burló a la censura
El 22 de marzo de 1944, la revista Destino publicó en portada el artículo, era imposible no verlo. Sin embargo la censura
no vio nada punible entre aquellas palabras que hablaban de dos juicios
llevados a cabo lejos de España. A pesar de ello, el artículo no evitó
todos los obstáculos que la maquinaria franquista tenía, el gobernador
civil Antonio Correa Veglison sí reparó en el trasfondo del artículo.
Detención de Santiago Nadal
El mismo gobernador civil ordenó la detención de Santiago Nadal
y su traslado al campo de concentración de Naclares de la Oca, Ávila,
uno de los lugares más duros para los resistentes a la dictadura en
aquellos años.
“Nadie hizo nada”
Santiago Nadal, declaró años después que nadie de
sus compañeros hizo nada, nadie pareció mover un dedo por aquel
periodista que habia desafiado a la censura y con ello la aparente
fortaleza inamovible del régimen, pero hubo una excepción, el escritor
catalán Josep Plá, compañero de redacción en el semanario Destino, que
movió cielo y tierra por su liberación. Santiago Nadal fue liberado 15 días después de su detención.
El autor del artículo Verona y Argel,
era un joven periodista de apenas 35 años, que a partir de entonces
inició una carrera marcada por su compromiso hacia la democracia, el
liberalismo y la disidencia antifranquista.
VERONA Y ARGEL – Por Santiago Nadal
Proceso de Verona. Proceso de Argel. Justicia estricta, a rajatabla,
según se dice. Y, sin embargo, de signo radicalmente contrario.
Unos hombres fueron fusilados por “traición” a un lado y otro, por
“traición” al bando contrario. La ley, la supuesta ley se exige con un
rigor tanto más implacable cuanto que en realidad, no existe. Se imponen
actitudes heroicas y tajantes cuando el mundo está lleno de legítimas
dudas y de espantosos terrores. Cuando son inextricables las situaciones
dramáticas, las dudas íntimas de millones de conciencias honradas,
brutales las imposiciones por un lado y por otro. Cuando la rueda de la
fortuna sonríe hoy a unos y mañana a otros. Cuando la humanidad sabe
menos que nunca lo que ha de hacer. Cuando todo esto sucumbe a instintos
de venganza, al odio, la demagogia el miedo disfrazado de justo rigor,
claman pidiendo justicia estricta, fusilamientos, depuraciones,
sanciones, castigos, más dolores todavía sobre la desgraciada Humanidad
en guerra.
Porque unos votaron dentro de unas leyes establecidas, lo que sus
enemigos no querían. Porque otro tomó públicamente una actitud que, en
uno u otro momento, bien pocos no han tomado en su patria creyendo con
ello servirla. ¡Reos de muerte! ¡Reos de muerte!
Entre los horrores de una guerra causada por el odio y la
incomprensión, los que podían evitarlo siguen sembrando mayores odios,
incomprensiones cada vez más radicales. En una Europa de gobiernos
surgidos al azar, al margen de espantosas catástrofes, cansados por el
choque de potencia cósmica, he aquí que todos pretenden el legitimismo
más estricto que el de los antiguos señores absolutos.
¡Traición al fascismo, resurgido por obra del extranjero y bien a
precario! ¡Traición a la Tercera República que nadie sabe exactamente
dónde para! No hay un estado de derecho casi en ninguna parte, y todos,
sin embargo, pretenden recoger la más franca adhesión de todos. Y, si
no: ¡pena de muerte! ¡Pena de muerte!
Bajo tanta “justicia”, tanto “patriotismo”, tanto “tribunal”, no hay
más, en realidad, que una verdad primordial: la sed de venganza, el
odio, el despecho. Ya va siendo hora que todo esto se acabe si no se
quiere que tristísimas noticias sucedan a las ya tristes que ahora van
surgiendo.
La terrible, la inevitable palabra ha surgido ya: la guerra civil.
Guerra Civil en el continente -oculta, tenebrosa y siniestra por ver la
ocupación extranjera-: guerra civil late en las depuraciones de Argel.
Mañana siempre la misma perspectiva. Si no se acaba todo esto, será
Europa la que habrá acabado. O lo que es peor, habrá alcanzado la más
repugnante de las etapas históricas: aquella en que junto a una
civilización material avanzada dominará una implacable barbarie moral.
Está tardando en llegar la hora general de los grandes estadistas que
hablen al mundo un verdadero lenguaje que la mayoría, sin duda, espera.
Basta ya de depuraciones, de expedientes, de “justicia estricta”, de
“limpieza”, de tribunales políticos, de fusilamientos y de “paseos
tenebrosos”.
Lo que la humanidad necesita es un periodo de verdadera justicia, de
derecho, de irretroactividad de las penas, de “la buena fe se supone,
mientras no se demuestre lo contrario”, de “la aplicación de las penas,
en caso de duda se hará en favor del reo”, de paz, trabajo y reposo
¿Surgirá el grupo de estadistas que, en los países hoy en guerra,
hable mi lenguaje llegada la paz? ¡Dios lo quiera, pero lo cierto es
que, por ahora, por desgracia, no vemos ninguna todavía!
Proceso de Verona. Proceso de Argel. Tristes símbolos de una época.
¡Cómo deseamos un tiempo en que las gentes los califiquen con su
verdadero nombre: farsas legales en que la pasión de la venganza se ha
disfrazado con la toga de la Ley para ocultar los más primarios
instintos del hombre airado!
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