Rojos contra fachas
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Rojos contra fachas
Hace más de cinco décadas, Muzafer Sherif,
uno de los grandes nombres de la psicología social, organizó un
experimento en el que 22 chavales, que no se conocían entre sí,
acudieron a un campamento divididos en dos grupos, viajando cada uno de
ellos en un autobús diferente. “A partir de entonces, y por el simple
hecho de formar parte de formar parte de otro grupo, la hostilidad fue
en aumento hasta el punto que hubo de detenerse el experimento”. La
experiencia que relata Carmen Valle, profesora de Psicología Social de la Universidad CEU
San Pablo, es una señal más de la importancia que para los seres
humanos tiene lo que ha dado en llamarse pequeño narcisismo de la
diferencia, esto es, ese cúmulo de aspectos identitarios que tendemos a
subrayar y exacerbar grupalmente. Así, en lugar de reparar en lo que nos
une, tendemos, y más en los últimos tiempos, a destacar lo que nos hace
distintos y nos separa.
Con
consecuencias muy negativas, según Valle, para la convivencia
cotidiana. Algo que se aprecia especialmente en nuestra política. “En
España o eres de A o eres de B. Se está negativizando tanto al grupo
contrario que estamos dividiendo el país de nuevo en fachas y rojos:
quienes tienen otra forma de pensar pasan a ser nombrados con
expresiones peyorativas”. Estamos viviendo, pues, un incremento de la
tensión en un terreno, el político, que cada vez se parece más al
futbolístico por la cantidad de reacciones y expresiones hostiles que
profieren sus hinchas. Y ese no es el mejor camino: “esas situaciones en
las que se niega al otro, en que nada de lo que venga del grupo
contrario te parece bueno, acaban generando violencia”. Y con un
problema añadido: “toda esta tensión se está transmitiendo a los niños,
que se están haciendo muy competitivos en el sentido malo de la
palabra. Esto es como cuando el padre va al fútbol y no deja de insultar
al árbitro. Pues ese es el ejemplo que están tomando los chicos del
campo político actual
En realidad, estamos
hablando de un problema social de mayores dimensiones, del cual la
hostilidad entre grupos no es más que una de sus articulaciones. La
cuestión de fondo es que vivimos en una sociedad en la que se nos empuja
a no ser como los demás, que nos exige ser distintos, que nos obliga a
destacar en algo, que percibe el formar parte de lo normal como algo
profundamente negativo. Lo que, según Pedro Molino, coordinador de tutores de la Universidad
de Padres impulsada por José Antonio Marina, está produciendo una
sociedad muy competitiva donde se exige que los hijos tengan éxito
social y laboralmente, lo que ha producido alumnos muy insolidarios y
éticamente inadecuados para el trabajo”.
"No podemos ser hipócritas respecto a la excelencia"
Claro que tampoco estamos ante un fenómeno unidireccional. Como señala Ricardo Moreno Castillo, catedrático de instituto y autor de De la buena y la mala educación
(Libros del lince), que se busque la diferencia puede ser muy positivo.
“Que te pidan que destaques es necesario porque la búsqueda de la
excelencia es buena. Cuando tienes que prestar un servicio a los demás,
tienes que hacerlo lo mejor posible. Y eso es lo que quiere la gente. Si
necesitas un cirujano, intentarás recurrir al mejor y no a uno malo.
Por lo tanto, no podemos ser hipócritas respecto de la excelencia,
porque recurrimos a ella siempre que podemos en nuestra vida privada”.
Otra
cosa es que el camino actual hacia la distinción no pase por acumular
méritos en una tarea profesional o por el innovador desempeño de un
cometido, sino por una cierta relevancia física o por los signos de lujo
de los que las personas se rodean. Para Moreno Castillo, “que alguien
se sienta más importante por llevar un traje de marca indica que es
gilipollas. Me parece bien que la gente intente destacar siendo un buen
actor o un buen futbolista; los triste es que quiera sobresalir por
llevar un pantalón de marca”.
Pero
el problema tiene mayores implicaciones. Porque no se trata simplemente
de que vivamos en una sociedad que nos pida que seamos mejores o que
busquemos la excelencia en nuestra profesión. En primera instancia, y
como señala Pedro Molino, tanta insistencia en ser distintos “crea mucha
homogeneización, ya que todos terminan por repetir la misma clase de
comportamientos diferenciadores”. En segundo lugar porque, como señala
Carmen Valle, “se nos pide que nos diferenciemos por cosas irreales”.
Hace unos años, ser especial tenía que ver con destacar en los estudios
o con que se te diera bien jugar al fútbol. “Ahora lo que se pide es
otra cosa, como podemos ver en producciones audiovisuales como Hannah
Montana o High School Musical, donde no es que sus protagonistas
destaquen, es que lo hacen todo bien. Tienen muchos talentos, y eso es
muy raro de encontrar”. Esa distancia enorme entre el modelo a seguir y
nuestra realidad no es sólo cosa de películas para adolescentes. Nuestra
sociedad vive de la comparación con modelos (los más evidentes, lo de
belleza) respecto de los cuales siempre nos sentiremos en falta. Y se
trata de una sensación que la publicidad nos refuerza de continuo. “Los
anuncios dicen todos la misma cosa. Los expertos en marketing viven de
convencernos de que compremos cosas que no necesitamos. Para lograr ese
fin nos crean necesidades, algo que consiguen diciéndonos: Eres infeliz,
sientes un vacío, no eres especial y si compras lo que te ofrezco serás
distinto. Serás alguien”.
El miedo, la clave
En
resumen, que como señala Pedro Molino, esta sociedad de la diferencia,
donde todos tenemos la obligación de ser números uno, “se aprovecha del
miedo a la soledad del individuo, y la preocupación con que contempla la
fragmentación de las relaciones individuales, para sustituir el ser por
el tener”. Y es que por mucho que nos intenten convencer de que somos
especiales y de que podemos ir por libre, “el talento no es posible sin
una sociedad y un entorno estructurados. Es cierto que mucha gente posee
gran capacidad para la ciencia, para el arte o para el mundo de la
empresa, y que eso debe desarrollarse mediante la formación y la
educación, pero no podemos olvidar que somos un conjunto, que los
grandes avances de las sociedad los hemos producido juntos”.
Por
eso, para Molino, lo esencial es saber poner en relación las diferentes
clases de talento existentes de modo que, en lugar de combatirse o
entorpecerse, pueda articularse en beneficio de todos. “Una de las
características más importantes de las empresas y de las sociedades más
exitosas es su capacidad de colaboración. Muchas grandes empresas se han
venido abajo porque en lugar de que los distintos grupos cooperasen,
han tendido a enfrentarse, a no tolerar otros puntos de vida y a
fomentar las diferencias. Y como buscaban más lo que les separaba que lo
que les unía, acabaron quebrando”. Y a pesar de eso, insiste Molino,
“estamos oyendo de continuo que las únicas metas que podemos alcanzar
son las individuales. Más al contrario, somos más felices cuanto más
avanza el modelo de felicidad social”.
uno de los grandes nombres de la psicología social, organizó un
experimento en el que 22 chavales, que no se conocían entre sí,
acudieron a un campamento divididos en dos grupos, viajando cada uno de
ellos en un autobús diferente. “A partir de entonces, y por el simple
hecho de formar parte de formar parte de otro grupo, la hostilidad fue
en aumento hasta el punto que hubo de detenerse el experimento”. La
experiencia que relata Carmen Valle, profesora de Psicología Social de la Universidad CEU
San Pablo, es una señal más de la importancia que para los seres
humanos tiene lo que ha dado en llamarse pequeño narcisismo de la
diferencia, esto es, ese cúmulo de aspectos identitarios que tendemos a
subrayar y exacerbar grupalmente. Así, en lugar de reparar en lo que nos
une, tendemos, y más en los últimos tiempos, a destacar lo que nos hace
distintos y nos separa.
Con
consecuencias muy negativas, según Valle, para la convivencia
cotidiana. Algo que se aprecia especialmente en nuestra política. “En
España o eres de A o eres de B. Se está negativizando tanto al grupo
contrario que estamos dividiendo el país de nuevo en fachas y rojos:
quienes tienen otra forma de pensar pasan a ser nombrados con
expresiones peyorativas”. Estamos viviendo, pues, un incremento de la
tensión en un terreno, el político, que cada vez se parece más al
futbolístico por la cantidad de reacciones y expresiones hostiles que
profieren sus hinchas. Y ese no es el mejor camino: “esas situaciones en
las que se niega al otro, en que nada de lo que venga del grupo
contrario te parece bueno, acaban generando violencia”. Y con un
problema añadido: “toda esta tensión se está transmitiendo a los niños,
que se están haciendo muy competitivos en el sentido malo de la
palabra. Esto es como cuando el padre va al fútbol y no deja de insultar
al árbitro. Pues ese es el ejemplo que están tomando los chicos del
campo político actual
En realidad, estamos
hablando de un problema social de mayores dimensiones, del cual la
hostilidad entre grupos no es más que una de sus articulaciones. La
cuestión de fondo es que vivimos en una sociedad en la que se nos empuja
a no ser como los demás, que nos exige ser distintos, que nos obliga a
destacar en algo, que percibe el formar parte de lo normal como algo
profundamente negativo. Lo que, según Pedro Molino, coordinador de tutores de la Universidad
de Padres impulsada por José Antonio Marina, está produciendo una
sociedad muy competitiva donde se exige que los hijos tengan éxito
social y laboralmente, lo que ha producido alumnos muy insolidarios y
éticamente inadecuados para el trabajo”.
"No podemos ser hipócritas respecto a la excelencia"
Claro que tampoco estamos ante un fenómeno unidireccional. Como señala Ricardo Moreno Castillo, catedrático de instituto y autor de De la buena y la mala educación
(Libros del lince), que se busque la diferencia puede ser muy positivo.
“Que te pidan que destaques es necesario porque la búsqueda de la
excelencia es buena. Cuando tienes que prestar un servicio a los demás,
tienes que hacerlo lo mejor posible. Y eso es lo que quiere la gente. Si
necesitas un cirujano, intentarás recurrir al mejor y no a uno malo.
Por lo tanto, no podemos ser hipócritas respecto de la excelencia,
porque recurrimos a ella siempre que podemos en nuestra vida privada”.
Otra
cosa es que el camino actual hacia la distinción no pase por acumular
méritos en una tarea profesional o por el innovador desempeño de un
cometido, sino por una cierta relevancia física o por los signos de lujo
de los que las personas se rodean. Para Moreno Castillo, “que alguien
se sienta más importante por llevar un traje de marca indica que es
gilipollas. Me parece bien que la gente intente destacar siendo un buen
actor o un buen futbolista; los triste es que quiera sobresalir por
llevar un pantalón de marca”.
Pero
el problema tiene mayores implicaciones. Porque no se trata simplemente
de que vivamos en una sociedad que nos pida que seamos mejores o que
busquemos la excelencia en nuestra profesión. En primera instancia, y
como señala Pedro Molino, tanta insistencia en ser distintos “crea mucha
homogeneización, ya que todos terminan por repetir la misma clase de
comportamientos diferenciadores”. En segundo lugar porque, como señala
Carmen Valle, “se nos pide que nos diferenciemos por cosas irreales”.
Hace unos años, ser especial tenía que ver con destacar en los estudios
o con que se te diera bien jugar al fútbol. “Ahora lo que se pide es
otra cosa, como podemos ver en producciones audiovisuales como Hannah
Montana o High School Musical, donde no es que sus protagonistas
destaquen, es que lo hacen todo bien. Tienen muchos talentos, y eso es
muy raro de encontrar”. Esa distancia enorme entre el modelo a seguir y
nuestra realidad no es sólo cosa de películas para adolescentes. Nuestra
sociedad vive de la comparación con modelos (los más evidentes, lo de
belleza) respecto de los cuales siempre nos sentiremos en falta. Y se
trata de una sensación que la publicidad nos refuerza de continuo. “Los
anuncios dicen todos la misma cosa. Los expertos en marketing viven de
convencernos de que compremos cosas que no necesitamos. Para lograr ese
fin nos crean necesidades, algo que consiguen diciéndonos: Eres infeliz,
sientes un vacío, no eres especial y si compras lo que te ofrezco serás
distinto. Serás alguien”.
El miedo, la clave
En
resumen, que como señala Pedro Molino, esta sociedad de la diferencia,
donde todos tenemos la obligación de ser números uno, “se aprovecha del
miedo a la soledad del individuo, y la preocupación con que contempla la
fragmentación de las relaciones individuales, para sustituir el ser por
el tener”. Y es que por mucho que nos intenten convencer de que somos
especiales y de que podemos ir por libre, “el talento no es posible sin
una sociedad y un entorno estructurados. Es cierto que mucha gente posee
gran capacidad para la ciencia, para el arte o para el mundo de la
empresa, y que eso debe desarrollarse mediante la formación y la
educación, pero no podemos olvidar que somos un conjunto, que los
grandes avances de las sociedad los hemos producido juntos”.
Por
eso, para Molino, lo esencial es saber poner en relación las diferentes
clases de talento existentes de modo que, en lugar de combatirse o
entorpecerse, pueda articularse en beneficio de todos. “Una de las
características más importantes de las empresas y de las sociedades más
exitosas es su capacidad de colaboración. Muchas grandes empresas se han
venido abajo porque en lugar de que los distintos grupos cooperasen,
han tendido a enfrentarse, a no tolerar otros puntos de vida y a
fomentar las diferencias. Y como buscaban más lo que les separaba que lo
que les unía, acabaron quebrando”. Y a pesar de eso, insiste Molino,
“estamos oyendo de continuo que las únicas metas que podemos alcanzar
son las individuales. Más al contrario, somos más felices cuanto más
avanza el modelo de felicidad social”.
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: Rojos contra fachas
Hasta que no muera el último "facha" y "rojo" que tengan ahora más o menos 65 años, no se terminara el tema. Pues son ellos los que envenenan las mentes, sobre todo la parte de la izquierda, que aún no se ha tragado el sapo de haber perdido la guerra, y se ponen a sacar muertos en el siglo XXI, creo que lo hacen, ya que no valen para otra cosa
Cuando la generación de mi hijo de 20 años llegue a la madurez social, estos temas estarán muertos g.aD
Cuando la generación de mi hijo de 20 años llegue a la madurez social, estos temas estarán muertos g.aD
Mar- Cantidad de envíos : 2823
Fecha de inscripción : 05/04/2010
Edad : 68
Localización : Madrid
Re: Rojos contra fachas
No te creas. Mira que les gusta a los españoles matarse a palos: se han unido contra la casa real, que anteayer adoraban.
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: Rojos contra fachas
Hay mitad y mitad........... el rey sigue teniendo sus valedores, pero tal y como esta la casa real hoy, creo que ya no hace su oficio, por lo tanto su "trabajo", ya no es necesario para los españoles.
Eran floreros con orden y saber estar, ahora ya no, si no hacen su labor, aquella que nos ""venía bien"" a los españoles...... sobran, y siento decirlo pero es así actualmente.
Sigo añorando el CDS y un Suárez como aquel. creo que me moriré con las ganas.
Eran floreros con orden y saber estar, ahora ya no, si no hacen su labor, aquella que nos ""venía bien"" a los españoles...... sobran, y siento decirlo pero es así actualmente.
Sigo añorando el CDS y un Suárez como aquel. creo que me moriré con las ganas.
Mar- Cantidad de envíos : 2823
Fecha de inscripción : 05/04/2010
Edad : 68
Localización : Madrid
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