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Relato de un traicionado

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Relato de un traicionado Empty Relato de un traicionado

Mensaje por CalaveraDeFidel Dom Sep 09, 2012 9:47 am

Ahora
convergemos sobre la retaguardia nuestra, que resulta ser el pueblo de
Girón. Un moderno villorrio turístico junto al mar, completamente
destrozado por los bombardeos aereos. EI spectaculo que contemplo desde
una pequena elevación de terreno, se asemeja a un Dunkerque, un
Dunkerque en miniatura. Algunas lanchas de goma y un pequeno pesquero
de una vela, repletos todos con hombres nuestros, tratan
desesperadamente de alejarse de la costa, mientras los proyectiles de la
artillerla enemiga, levantan columnas de agua a su alrededor. En la
playa se apiñan nuestros vehículos y cientos de hombres. Es el final.


Junto
a un bohío abandonado, descubro un barril. Está lIeno de agua ... pero
... ¿cómo bebérmela?, me pregunto desesperado. Habíamos perdido
nuestras cantimploras. Entonces, Vilarello, mi buen compañero en el team
de bazukas, me alcanza una botella polvorienta. "Llénala rápido ... y
vámonos de aquí!", me dice: "los millcianos están muy cerca ... " Lleno
la botella y me la IIevo enseguida a Ia boca. Es un agua tibia y babosa.
Miro para el barril. EI agua tiene un color verde carmelitoso. Sobre su
superficie, flotan pudriendose infinidad de insectos, una rata negra y
unas cuantas lagartijas. EI asco se confunde ahora con la sensaci6n de
alivio, que me produce el agua. Mi compañero toma tambien la botella.
Mira hacia el barril y no dice nada. Yo tampoco. Llenos de asco, pero
sintiéndonos mejor, corremos hacia la playa.


Muy
cerca de la costa, observo a un destructor norteamericano. Una de
nuestras lanchitas de goma, se Ie acerca humildemente. Por encima de
ambos, revolotea un "Sea Fury", poderoso avión de caza inglés,
perteneciente al enemigo. No se atreve a atacar a la frágil embarcación
nuestra, al parecer por temor a las antiaereas del destructor. Entonces
el barco norteamericano vira en redondo y se aleja hacia la línea del
horizonte. Como un halcón furioso, el avión se lanza en picada sobre la
lancha.


Segundos
después, esta parece desmaterializarse sobre la clara superficie del
mar. Los tres o cuatros tanques que nos quedaban, abandonados ya, están
parqueados en fila, a unas pocas yardas de donde estoy parado. Corro
hacia el más cercano. En mi cerebro bulle un pensamiento: Dispararle un
cañonazo a ese destructor, para que se acuerden de nosotros mientras
vivan. Ya junto al tanque, un segundo pensamiento hace que me detenga.
Yo no se como hacer funcionar el cañón del tanque, y aun si lo lograse
por mi entrenamiento en distintas armas, pienso, el dispositivo
eléctrico, que mueve la torreta del cañón, estaba descompuesto en casi
todos los tanques nuestros. Nos los habían dado vejos y defectuosos. Yo
solo no podía moverlo a mano. Me encaramo en el tanque. El buque de
guerra norteamericano continúa alejándose. Miro hacia unos cuantos
compañeros, que pasan corriendo cerca de donde estoy, y les grito:
"Doscienios años de infamia; van tras la estela de ese barco ... !".
Nadie me hace caso.


La
negrura de la noche es casi impenetrable. Los cañones enemigos, peinan
constantemente el bosque, donde cientos de hombres, nos hemos refugiado.
El frío proveniente de la ciénaga y los mosquitos, aumentan nuestros
sufrimientos. No hay una gota de agua en nuestro grupo. La botella de
agua sucia se quedó con Vilarello. Un ataque aereo nos había separado.
Nunca mas lo volvería a ver, pues moriría asfixiado en la famosa rastra
de la muerte, del "comandante" Osmani Cienfuegos. Por un instante,
coqueteó con la idea del suicidio. Alzo el cañón del M-3 hacia la altura
de mi cabeza, pero entonces pienso, que con lo largo que es y el tirón
que da, lo más probable sería, que no lograse matarme bien. ..Ademas
.... " me digo mientras bajo el arma "de hacerlo ... me iría al
infierno" .


Este
último pensamiento, me trae a la memoria a un viejo amigo y compañero
de colegio, que solía decir, que todo aquel que ha estado por varios
años en un colegio religioso, lIevaba siempre a un curita escondido en
la parte de atrás del cerebro. A pesar de lo terrible de la situación,
no pude evitar reirme para mis adentros, acordándome de los nueve años
que pasé con él en el colegio de Belén, y lo cierto que era aquello que
decía. EI curita entonces me indica que debo confesarme. Por suerte hay
un sacerdote en nuestro patético grupo. Me arrastro hasta él en la
oscuridad y Ie digo: -Padre ... yo quisiera confesarme. -Su blanqulíima y
redonda cara hispana se recorta extrañamente en la negrura de aquel
bosque. Con un poco de imaginación, aquel cura estaba dentro de la
penumbra de un confesionario. Pero no, no estábamos en una Iglesia, sino
en un monte inhóspito. EI cura no tenía sotana, sino un uniforme de
camouflage, y en su mano derecha, en vez de un breviario, empuñaba una
pavorosa pistola 45. Al escuchar mis palabras, sus ojos se abrieron
desmesuradamente, tras unos espejuelos con armadura metálica. -iPero
hijo... -exclamó-"¿tu crees que este es el momento? !Padre ,-le
respondí-"¿Qué otro momento más apropiado que este? Dentro de poco
-continué diciendole-al paso que va esto, no nos quedarán más
momentos... -"¿Tu crees? -me dijo bajando la voz- Sí, Padre, esto se
acabó ... Sí salimos con vida de aquí, será un milagro. -Al pronunciar
yo estas últimas palabras, creí ver un destello de miedo en su mirada.
Me hizo un efecto espantoso.


¡Un
cura con miedo .. un cura, que no quería morir!. Imposible... son Ideas
mías, me dije a la vez que sentía vibrar hasta sus cimientos, el
andamiaje de quince años de educación religiosa. La voz del cura me sacó
de m1 confusión. Entre los cañonazos enemigos, cada vez más cerca, le
escuché decir: -Ave María Purísima ... Y ahora repite conmigo.. Sin
Pecado Concebida -Sin Pecado Concebida,-repetí. Entonces
precipitadamente me dijo : “Estás absuelto, con la obligación de
repetir esta confesión en forma apropiada ... cuando las circunstancias
lo permitan.


"Cuando
las circunstancias lo permitan!" exclamé para mis adentros con
tristeza. "Pero bueno", continué diciéndome "ya este asunto, por lo
menos lo tengo resuelto, el pasaporte para el más allá!"


Es
el momento de rendirnos. Escondido con dos compañeros más, observamos
desde la tupida maleza y a pocas yardas de nosotros a las tropas
enemigas. Están por donde quiera. Solo dos de nosotros estamos armados
con sub-ametralladoras. EI tercero está en muy mal estado, con
dificultad para respirar. Muertos de sed y de cansancio, lIegamos a la
amarga conclusión de que toda resistencia es ya inutil. Entonces me
arranco las insignias del uniforme, pues ya que éstas son siempre
peligrosas, cuando uno cae en poder del enemigo, ya que tienden a
excitar y exacerbar su furia. Tomo mi M-3 y lo voy a romper, antes de
salir a un claro donde están los milicianos y entregarme, pero algo me
detiene. Contemplo el arma, ese fiel aparato, que muchas veces me salvó
la vida y hasta me sirvió de almohada ... Lo único que nunca me falló,
durante toda aquella experiencia, donde tantas máqu1nas y hombres, s1
fallaronl. Lo único en quien yo verdaderamente confiaba.... ¡No...no
puedo hacerle eso a mi fiel compañero! pensé. ¿No se Ie toma cariño a
un automovil, a un mueble y a otras cosas inanimadas, que extrañamente
nos duele, cuando tenemos que desecharlas? Lo deposito en la tierra con
suavidad, y después lo cubro de hojas secas; mientras, pienso que soy un
sentimental incurable. Me incorporo del suelo y doy unos pasos. La
ausencla del peso del arma me produce una extraña ligereza, que me
asusta, casi como si estuviese desnudo. Sí, pienso entonces, ya solo me
queda conmigo mi suerte.


Relato de un traicionado BRIGADISTASPRISIONEROS

EI
pueblo de Girón está repleto, no solo de milicianos y prisioneros de la
Brigada invasora, sino de periodistas cubanos y extranjeros, y
personajes del régimen. Hay un ambiente en todo esto irreal, como si se
tratase de una feria. Chistes, insultos, palabras bondadosas, amenazas,
sarcasmos, risas y lágrimas. Pero para mi, y me imagino que para mis
otros compañeros de infortunio, algo importantísimo: ¡Agua... agua
limpia y a pastos!


La
casa donde estábamos detenidos unos veinte de nosotros, era amplia y
fresca. Sentados o acostados en el piso de lozas azules, podíamos
observar el espectáculo, pues las puertas y las ventanas estaban
abiertas de par en par. Constantemente entraban al recinto oficiales
enemigos y periodistas, ya fuese a hacernos preguntas, como solo a
contemplarnos y satisfacer su curiosidad. De repente hizo su aparición,
rodeado de unos cuantos hombres fuertemente armadas, un individuo de
figura insignificante, con una cámara fotográfica colgada al cuello. Mi
memoria está trabajando muy bien. Me reproduce sus rasgos nítidamente.
Era un tipo corriente ... barato. El típico cubanito blanco
"guaricandilla" con pantalón de color indefinido y camisita blanca, muy
limpio. Estatura mediana, bastante delgado, facciones simples, más bien
afiladas, pelo muy negro, y el inevitable y picúo bigotito de chulito de
"café con leche". Un individuo al que en el transcurso de mi vida había
visto un millón de veces. En un tiro al blanco, de "coime" de un
billar, abriéndome la puerta de una oficina, barriendo un parque,
vestido de azul dentro de una perseguidora de la policlí, de conductor
de una "guagua", entre las sombras de un prostíbulo de la calle Crespo, o
simplemente, tratando de venderme un billete de lotería o preparándome
una "frita". Se fue acercando a varios de mis compañeros y
preguntándoles el nombre. Cuando lIegó hasta mí, mas o menos, se produjo
entre nosotros este diálogo: -y tu .. . ¿Cómo te llamas? -me preguntó,
en un tono amigable y con cierto dejo bondadoso en su voz. -Felipe
Rivero -Ie respondí, con la naturalidad que produce el cansancio
-Rivero... -repitió él pensativamente. -¿Eres algo de la gente del
Diario de la Marina? -Sí -le respondí -somos familia-. Al pronunciar yo
estas últimas palabras, su expresión se alteró en un gesto de asombro,
alzó su cámara a la altura de mi rostro, y la hizo funcionar
repetdamente. Aquello, no sé porque, me divirtió bastante, aunque no
pude evitar cierta preocupación, al pensar como luciría mi rostro
después de cuatro días en un campo de batalla. Observé que la cámara era
muy buena. La cuerda sonaba, como aquellos juguetes caros, que en un
ayer muy lejano, me regalaban cuando tuve la suerte o la desgracia de
ser un "niño rico".


-¿Cómo
te metiste en esto, chico? -Me preguntó entonces. El tono de su voz,
era ahora aun mas bondadoso y suave. Yo por mi parte, no pude evitar
ante su actitud, no sentir hacia él ninguna hostilidad. "Es un pobre
hombre, -me dije-realizando la función que Ie han encomendado".


-Bueno
Viejo, -le respondí, por decir algo. Yo no soy comunista y esto, el
país, está dominado por los rusos y los chinos. -Al yo decir esto, su
rostro adquirió una expresión todavía más bondadosa y amigable y con un
gesto dramáticamente paternalista, me dijo entonces: -¡Tu no sabes lo
buenos que son esa gente, los rusos y los chinos! ¡Tu no te puedes
imaginar lo que han hecho por Cuba!


Relato de un traicionado CARLOSFRANQUIUNIFORMEREBELDE

Por
toda respuesta, yo me sonreí con él, como asintiendo a lo que me decía y
agradecido por su información. Total, pensé, ¿de que vale discutir con
este pobre analfabeto, quienes son los comunistas rusos y chinos? (Foto: Carlos Franqui en uniforme del Ejército Rebelde)


Él
entonces, miró hacia todos nosotros y dijo en son de pena: -¡Que
equivocados están ustedes señores ... ! -dio media vuelta y salió del
recinto, seguido por sus escoltas.


Cuando se fue, me voltee hacia mis compañeros y les dije: -No valía la pena discutir con ese infeliz.

-Ese no es ningún Infeliz ... -me respondió una voz en el grupo-¡ese es Carlos Franqui!
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