Enrique Huerta Enrique Huerta, uno de los fieles escoltas de Allende, lo remató de fusil que le destrozó el cráneo.
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Enrique Huerta Enrique Huerta, uno de los fieles escoltas de Allende, lo remató de fusil que le destrozó el cráneo.
Sumando y restando sale esta cuenta:
Es la conclusión a la que ha llegado escritor y periodista Camilo Taufic tras varios años de investigación.
El presidente Salvador Allende se disparó en la cabeza con una
pistola el 11 de septiembre de 1973 en el Palacio de La Moneda durante
el golpe de Estado, pero quedó malherido y uno de sus escoltas le dio el
tiro de gracia, según sostiene el escritor y periodista chileno Camilo
Taufic.
El autor habló en una entrevista con la agencia EFE de los resultados
de la investigación que ha realizado en los últimos años, y que
concluye con la tesis de que la muerte del ex mandatario chileno fue un
"suicidio asistido".
El encargado de rematar a Allende, según las indagaciones de Taufic,
fue Enrique Huerta, intendente de Palacio y miembro de la guardia
personal del presidente, los llamados GAP (Grupo de Amigos Personales),
en un "acto de solidaridad humana y política".
Esta versión de los últimos momentos del presidente de la Unidad
Popular (UP) difiere de la más difundida hasta ahora, aceptada incluso
por la familia, que sostiene que Allende se mató disparándose en la
barbilla con un fusil de asalto AK-47 que le había regalado Fidel
Castro.
Para Taufic, esta explicación obedece a un plan ideado por los
militares golpistas para hacer aparecer a Allende "empuñando un arma
rusa, regalada por un jefe de Estado comunista, con la cual se
dispararía en defensa de su Gobierno, ligando el fracaso de la vía
pacífica y la vía armada al socialismo".
El general Javier Palacios, presentado como el uniformado que comandó
al asalto a La Moneda, convenció al grupo de médicos que acompañaba al
presidente para presentar su muerte como un suicidio sin ningún tipo de
asistencia, a condición de que corroboraran que el arma usada fue el
fusil regalado por Fidel Castro, según Taufic.
"Palacios los convenció de que era más decoroso y digno para la
historia que todos dijeran que se suicidó con la metralleta de Fidel
Castro", sostiene Taufic, quien asegura además que el general no dirigió
el asalto al palacio presidencial, sino que llegó allí más tarde para
"arreglar la presentación" de la muerte de Allende.
Según el autor, todos los doctores aceptaron el plan de Palacios para
"dignificar" la muerte del presidente, menos uno: Danilo Bartulin,
médico que reside actualmente en Cuba.
Bartulin se había conjurado con Allende para darle el tiro de gracia
en caso de que quedara malherido o surgiera algún problema, pero en el
momento clave el galeno no se encontraba junto al presidente, asegura
Taufic.
Otro doctor, Patricio Guijón, dijo haber presenciado el instante en
que Allende se volaba la cabeza en el salón Independencia de La Moneda.
El doctor ha relatado en varias ocasiones que vio al presidente
dispararse cuando regresó al segundo piso del palacio para llevarse como
recuerdo su máscara antigás, algo que Taufic considera "un pretexto
totalmente absurdo".
El primer argumento de Taufic para negar la versión del suicidio con
el fusil AK-47 regalado por Fidel Castro es que esa arma no estaba en La
Moneda, sino que Allende la guardaba como si fuera un trofeo en su
residencia de El Cañaveral, situada a los pies de la cordillera de los
Andes.
El periodista asegura que cuenta con el testimonio directo de los
españoles Víctor Pey y Joan Garcés, asesores personales de Allende, que
frecuentaban la residencia del presidente.
Taufic se inclina por la tesis de que Allende se disparó con una
pistola que, según testigos de la época, guardaba en un cajón de su
escritorio.
Anomalías en la autopsia
Refuerza esta posibilidad un informe del año 2008 del experto forense
Luis Ravanal que detectó anomalías en el análisis de la autopsia de
Allende, y llegó a la conclusión de que el cráneo recibió dos impactos
de bala de armas de diferente calibre.
Según ese informe, hay un orificio de entrada en la zona superciliar
derecha y uno de salida redondeado en la zona posterior de la bóveda
craneana que no coinciden con un disparo efectuado por un fusil, pero
que podrían corresponder al de una pistola o un revólver.
El forense confirmó también que el cadáver había recibido un disparo
de calibre mayor en la barbilla que le destrozó el cráneo, aunque
precisó que fue realizado a corta distancia, no a bocajarro, como
indicaría la tesis oficial del suicidio.
En base a estas evidencias forenses, Taufic sostiene que Allende
quedó malherido después de dispararse debajo de un ojo con una pistola.
Posteriormente, Enrique Huerta, uno de sus fieles escoltas, lo remató
con un disparo de fusil que le destrozó el cráneo, y cumplió también
con la promesa que le habían hecho sus colaboradores más cercanos de que
no le dejarían caer vivo en manos de los militares.
Según Taufic, algunos testigos directos han declarado que Huerta
entró al despacho de Allende, se escuchó un balazo, y salió "llorando,
vuelto loco, diciendo que había muerto el presidente".
"Que nadie interprete que a Allende lo mató un GAP; Huerta completó
el suicidio como un acto de solidaridad humana y política con su
presidente", puntualiza Taufic.
Huerta y otras personas cercanas a Allende que defendieron el palacio
presidencial del ataque fueron arrestadas el mismo día del golpe
encabezado por el general Augusto Pinochet.
Los uniformados los trasladaron a un recinto militar cerca de
Santiago, donde fueron torturados y fusilados el 13 de septiembre de
1973.
La muerte de Allende se puso de nuevo en el tapete el pasado 26 de
enero pasado, con la decisión de la Justicia chilena de investigar 726
casos de violaciones a los derechos humanos hasta ahora desconocidos,
entre los que se encuentra el del exmandatario.
Taufic, periodista desde 1958 y autor de varios "best sellers", es
consciente de que su versión sobre este controvertido episodio de la
historia reciente de Chile puede causar revuelo, aunque está seguro de
que la investigación judicial en curso "sacará a la luz la verdad" y
pondrá fin a algunas "versiones absurdas de asesinato" que circulan
sobre el caso.
Su libro Chile en la hoguera. Instantánea del golpe militar,
editado en Buenos Aires en febrero de 1974, está considerado el primer
relato global sin censura publicado sobre el tema a nivel mundial.
Es la conclusión a la que ha llegado escritor y periodista Camilo Taufic tras varios años de investigación.
El presidente Salvador Allende se disparó en la cabeza con una
pistola el 11 de septiembre de 1973 en el Palacio de La Moneda durante
el golpe de Estado, pero quedó malherido y uno de sus escoltas le dio el
tiro de gracia, según sostiene el escritor y periodista chileno Camilo
Taufic.
El autor habló en una entrevista con la agencia EFE de los resultados
de la investigación que ha realizado en los últimos años, y que
concluye con la tesis de que la muerte del ex mandatario chileno fue un
"suicidio asistido".
El encargado de rematar a Allende, según las indagaciones de Taufic,
fue Enrique Huerta, intendente de Palacio y miembro de la guardia
personal del presidente, los llamados GAP (Grupo de Amigos Personales),
en un "acto de solidaridad humana y política".
Esta versión de los últimos momentos del presidente de la Unidad
Popular (UP) difiere de la más difundida hasta ahora, aceptada incluso
por la familia, que sostiene que Allende se mató disparándose en la
barbilla con un fusil de asalto AK-47 que le había regalado Fidel
Castro.
Para Taufic, esta explicación obedece a un plan ideado por los
militares golpistas para hacer aparecer a Allende "empuñando un arma
rusa, regalada por un jefe de Estado comunista, con la cual se
dispararía en defensa de su Gobierno, ligando el fracaso de la vía
pacífica y la vía armada al socialismo".
El general Javier Palacios, presentado como el uniformado que comandó
al asalto a La Moneda, convenció al grupo de médicos que acompañaba al
presidente para presentar su muerte como un suicidio sin ningún tipo de
asistencia, a condición de que corroboraran que el arma usada fue el
fusil regalado por Fidel Castro, según Taufic.
"Palacios los convenció de que era más decoroso y digno para la
historia que todos dijeran que se suicidó con la metralleta de Fidel
Castro", sostiene Taufic, quien asegura además que el general no dirigió
el asalto al palacio presidencial, sino que llegó allí más tarde para
"arreglar la presentación" de la muerte de Allende.
Según el autor, todos los doctores aceptaron el plan de Palacios para
"dignificar" la muerte del presidente, menos uno: Danilo Bartulin,
médico que reside actualmente en Cuba.
Bartulin se había conjurado con Allende para darle el tiro de gracia
en caso de que quedara malherido o surgiera algún problema, pero en el
momento clave el galeno no se encontraba junto al presidente, asegura
Taufic.
Otro doctor, Patricio Guijón, dijo haber presenciado el instante en
que Allende se volaba la cabeza en el salón Independencia de La Moneda.
El doctor ha relatado en varias ocasiones que vio al presidente
dispararse cuando regresó al segundo piso del palacio para llevarse como
recuerdo su máscara antigás, algo que Taufic considera "un pretexto
totalmente absurdo".
El primer argumento de Taufic para negar la versión del suicidio con
el fusil AK-47 regalado por Fidel Castro es que esa arma no estaba en La
Moneda, sino que Allende la guardaba como si fuera un trofeo en su
residencia de El Cañaveral, situada a los pies de la cordillera de los
Andes.
El periodista asegura que cuenta con el testimonio directo de los
españoles Víctor Pey y Joan Garcés, asesores personales de Allende, que
frecuentaban la residencia del presidente.
Taufic se inclina por la tesis de que Allende se disparó con una
pistola que, según testigos de la época, guardaba en un cajón de su
escritorio.
Anomalías en la autopsia
Refuerza esta posibilidad un informe del año 2008 del experto forense
Luis Ravanal que detectó anomalías en el análisis de la autopsia de
Allende, y llegó a la conclusión de que el cráneo recibió dos impactos
de bala de armas de diferente calibre.
Según ese informe, hay un orificio de entrada en la zona superciliar
derecha y uno de salida redondeado en la zona posterior de la bóveda
craneana que no coinciden con un disparo efectuado por un fusil, pero
que podrían corresponder al de una pistola o un revólver.
El forense confirmó también que el cadáver había recibido un disparo
de calibre mayor en la barbilla que le destrozó el cráneo, aunque
precisó que fue realizado a corta distancia, no a bocajarro, como
indicaría la tesis oficial del suicidio.
En base a estas evidencias forenses, Taufic sostiene que Allende
quedó malherido después de dispararse debajo de un ojo con una pistola.
Posteriormente, Enrique Huerta, uno de sus fieles escoltas, lo remató
con un disparo de fusil que le destrozó el cráneo, y cumplió también
con la promesa que le habían hecho sus colaboradores más cercanos de que
no le dejarían caer vivo en manos de los militares.
Según Taufic, algunos testigos directos han declarado que Huerta
entró al despacho de Allende, se escuchó un balazo, y salió "llorando,
vuelto loco, diciendo que había muerto el presidente".
"Que nadie interprete que a Allende lo mató un GAP; Huerta completó
el suicidio como un acto de solidaridad humana y política con su
presidente", puntualiza Taufic.
Huerta y otras personas cercanas a Allende que defendieron el palacio
presidencial del ataque fueron arrestadas el mismo día del golpe
encabezado por el general Augusto Pinochet.
Los uniformados los trasladaron a un recinto militar cerca de
Santiago, donde fueron torturados y fusilados el 13 de septiembre de
1973.
La muerte de Allende se puso de nuevo en el tapete el pasado 26 de
enero pasado, con la decisión de la Justicia chilena de investigar 726
casos de violaciones a los derechos humanos hasta ahora desconocidos,
entre los que se encuentra el del exmandatario.
Taufic, periodista desde 1958 y autor de varios "best sellers", es
consciente de que su versión sobre este controvertido episodio de la
historia reciente de Chile puede causar revuelo, aunque está seguro de
que la investigación judicial en curso "sacará a la luz la verdad" y
pondrá fin a algunas "versiones absurdas de asesinato" que circulan
sobre el caso.
Su libro Chile en la hoguera. Instantánea del golpe militar,
editado en Buenos Aires en febrero de 1974, está considerado el primer
relato global sin censura publicado sobre el tema a nivel mundial.
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