Historiadores gallegos van por malos caminos que lindan con los cenagales del ridículo más espantoso.
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Historiadores gallegos van por malos caminos que lindan con los cenagales del ridículo más espantoso.
Pretender ensalzar un pasado histórico
añejo y de lustre que conecte directamente aquélla realidad con el
presente para cimentar determinados objetivos políticos es una opción
legítima perseguida y soñada por todo nacionalismo que sólo requiere de
una premisa (si no quiere verse uno mudado en fabricante de sueños): Que
ese pasado exista.
Pretender
ensalzar un pasado histórico añejo y de lustre que conecte directamente
aquélla realidad con el presente para cimentar determinados objetivos
políticos es una opción legítima perseguida y soñada por todo
nacionalismo que sólo requiere de una premisa (si no quiere verse uno
mudado en fabricante de sueños): Que ese pasado exista.
En ese sentido, y a diferencia de Cataluña o a Euskadi, es el “Reino de
Galicia” el que encuentra más dificultades para justificarse como Nación
Histórica, y por ello, la Comunidad que se ve más exigida en fabricar
una historia que le permita soportar su pasado.
Desde luego que no voy a referirme aquí a los disparates de la historia
del absurdo a los que en este foro nos tienen acostumbrados algunos.
Disparates que no dejan de ser divertidos si nos se les toma demasiado
en serio.
El problema se plantea más seriamente cuando esos disparates se lanzan
desde la propia Historiografía Gallega, a través de la fórmula: política
+ história = ficción, que comienza a hacerse de aplicación tristemente
habitual.
Los historiadores gallegos ponen de manifiesto un rechazo visceral (y
en cierto modo lógico desde un punto de vista galleguista) al dominio
político real y efectivo que el Reino de Asturias ejerció sobre los
territorios de lo que hoy constituyen Galicia. Pero el problema es de
base, y nace de la premisa errónea o más bien falsa, de considerar la
existencia de Galicia entendida como realidad política existente en la
alta edad media.
Trasladando situaciones actuales a tiempos pretéritos, algunos
historiadores plantean absurdamente y en términos de bilateralidad, la
relación del Reino de Asturias con parte de los territorios que entonces
lo conformaban (la Galicia de hoy). Así, esa supuesta realidad política
llamada Galicia, se encontraría en los ss. VIII y IX en la misma
situación que hoy, dejando a salvo que el foco del “centralismo opresor”
habría de trasladarse desde Castilla a Asturies y desde Madrid a
Cangues d’Onís.
Es interesante destacar como este delirio ha sido únicamente instaurado
por los historiadores gallegos frente a los historiadores vascos más
moderados y razonables, quienes para esa era, se conforman con admitir
la realidad étnica de los vascones.
No pudiendo negar la evidencia histórica, otros se ofuscan en minimizar
las repercusiones del dominio asturiano por todos los medios posibles.
Uno de ellos es demorarlo absurdamente en el tiempo, conteniendo casi
metro a metro el avance asturiano (reducen a la mínima expresión los
territorios dominados por Alfonso I y Fruela I) aunque finalmente se
vean obligados a admitir el dominio político sobre todo el territorio en
el reinado de Alfonso II.
Otro placebo efectivo para la autocomplacencia y el consuelo galleguista
es el de restar importancia al ejercicio del poder político del Reino
de Asturias sobre los territorios, disminuyéndolos a niveles puramente
nominales, lo que se contradice con las revueltas de los galaicos contra
la Corte.
Pero en fin, como para muestra siempre vale un botón, nada mejor que
insertar algunos de los despropósitos de estos “estrabones” comenzando
por ejemplo, con los títulos de sus obras, como ese que versa:
“Defensores e traditores: un modelo de relación entre poder monárquico e
oligarquía na Galicia altomedieval 718-1037” de Carlos Baliñas Pérez. O
calificar las actuaciones de los eclesiásticos galaicos a favor de los
reyes asturianos como “quintacolumnismo” (del mismo Carlos Baliñas en
“Gallegos del año mil”)
Recapitulando: Algunos historiadores gallegos van por malos caminos que
lindan con los cenagales del ridículo más espantoso. No creo que el
proyecto nacional que puedan defender justifique la falsificación
histórica, ni necesite de las medias verdades ni las inexactitudes sobre
hechos sobradamente demostrados y que sólo ellos cuestionan. En todo
caso, dudo mucho que esta evidencia sea admitida por quien le
corresponde aunque también temo que las reacciones a este artículo no
harán sino darme la razón.
Salud.
Leer más: http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=1778&pagina=2#ixzz28FHdWV00
añejo y de lustre que conecte directamente aquélla realidad con el
presente para cimentar determinados objetivos políticos es una opción
legítima perseguida y soñada por todo nacionalismo que sólo requiere de
una premisa (si no quiere verse uno mudado en fabricante de sueños): Que
ese pasado exista.
Pretender
ensalzar un pasado histórico añejo y de lustre que conecte directamente
aquélla realidad con el presente para cimentar determinados objetivos
políticos es una opción legítima perseguida y soñada por todo
nacionalismo que sólo requiere de una premisa (si no quiere verse uno
mudado en fabricante de sueños): Que ese pasado exista.
En ese sentido, y a diferencia de Cataluña o a Euskadi, es el “Reino de
Galicia” el que encuentra más dificultades para justificarse como Nación
Histórica, y por ello, la Comunidad que se ve más exigida en fabricar
una historia que le permita soportar su pasado.
Desde luego que no voy a referirme aquí a los disparates de la historia
del absurdo a los que en este foro nos tienen acostumbrados algunos.
Disparates que no dejan de ser divertidos si nos se les toma demasiado
en serio.
El problema se plantea más seriamente cuando esos disparates se lanzan
desde la propia Historiografía Gallega, a través de la fórmula: política
+ história = ficción, que comienza a hacerse de aplicación tristemente
habitual.
Los historiadores gallegos ponen de manifiesto un rechazo visceral (y
en cierto modo lógico desde un punto de vista galleguista) al dominio
político real y efectivo que el Reino de Asturias ejerció sobre los
territorios de lo que hoy constituyen Galicia. Pero el problema es de
base, y nace de la premisa errónea o más bien falsa, de considerar la
existencia de Galicia entendida como realidad política existente en la
alta edad media.
Trasladando situaciones actuales a tiempos pretéritos, algunos
historiadores plantean absurdamente y en términos de bilateralidad, la
relación del Reino de Asturias con parte de los territorios que entonces
lo conformaban (la Galicia de hoy). Así, esa supuesta realidad política
llamada Galicia, se encontraría en los ss. VIII y IX en la misma
situación que hoy, dejando a salvo que el foco del “centralismo opresor”
habría de trasladarse desde Castilla a Asturies y desde Madrid a
Cangues d’Onís.
Es interesante destacar como este delirio ha sido únicamente instaurado
por los historiadores gallegos frente a los historiadores vascos más
moderados y razonables, quienes para esa era, se conforman con admitir
la realidad étnica de los vascones.
No pudiendo negar la evidencia histórica, otros se ofuscan en minimizar
las repercusiones del dominio asturiano por todos los medios posibles.
Uno de ellos es demorarlo absurdamente en el tiempo, conteniendo casi
metro a metro el avance asturiano (reducen a la mínima expresión los
territorios dominados por Alfonso I y Fruela I) aunque finalmente se
vean obligados a admitir el dominio político sobre todo el territorio en
el reinado de Alfonso II.
Otro placebo efectivo para la autocomplacencia y el consuelo galleguista
es el de restar importancia al ejercicio del poder político del Reino
de Asturias sobre los territorios, disminuyéndolos a niveles puramente
nominales, lo que se contradice con las revueltas de los galaicos contra
la Corte.
Pero en fin, como para muestra siempre vale un botón, nada mejor que
insertar algunos de los despropósitos de estos “estrabones” comenzando
por ejemplo, con los títulos de sus obras, como ese que versa:
“Defensores e traditores: un modelo de relación entre poder monárquico e
oligarquía na Galicia altomedieval 718-1037” de Carlos Baliñas Pérez. O
calificar las actuaciones de los eclesiásticos galaicos a favor de los
reyes asturianos como “quintacolumnismo” (del mismo Carlos Baliñas en
“Gallegos del año mil”)
Recapitulando: Algunos historiadores gallegos van por malos caminos que
lindan con los cenagales del ridículo más espantoso. No creo que el
proyecto nacional que puedan defender justifique la falsificación
histórica, ni necesite de las medias verdades ni las inexactitudes sobre
hechos sobradamente demostrados y que sólo ellos cuestionan. En todo
caso, dudo mucho que esta evidencia sea admitida por quien le
corresponde aunque también temo que las reacciones a este artículo no
harán sino darme la razón.
Salud.
Leer más: http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=1778&pagina=2#ixzz28FHdWV00
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
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