Dura crítica al racismo en Cuba le cuesta el puesto a escritor
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Dura crítica al racismo en Cuba le cuesta el puesto a escritor
Dura crítica al racismo en Cuba le cuesta el puesto a escritor
Roberto Zurbano, escritor cubano negro cuya dura crítica del racismo en la isla fue publicada el mes pasado en The New York Times, ha sido destituido de su alto cargo en la editorial Casa de las Américas, controlada por el gobierno.
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JUAN O. TAMAYO
JTAMAYO@ELNUEVOHERALD.COM
Roberto Zurbano, escritor cubano negro cuya dura crítica del racismo en la isla fue publicada el mes pasado en The New York Times, ha sido destituido de su alto cargo en la editorial Casa de las Américas, controlada por el gobierno.
“Cuestionar la extensión del progreso racial era equivalente a un acto contrarrevolucionario”, escribió Zurbano. “Eso hizo casi imposible señalar lo evidente: el racismo está vivito y coleando”.
El caso de Zurbano refleja el creciente movimiento de derechos para los negros en Cuba, donde el 35 por ciento de su población de 11 millones de personas son negros o mestizos, en un momento en que sus activistas se quejan de que las reformas económicas de mercado abierto de Raúl Castro favorecen injustamente a los blancos.
María Ileana Faguaga Iglesia, académica de La Habana que se especializa en estudios negros, dijo que no le sorprendía la destitución de Zurbano — “la noticia hubiera sido que NO lo hubieran botado”— porque las reformas de Castro no se extienden a la política.
“Esto me ratifica la falta de comprensión y tolerancia hacia la diversidad, por el reconocimiento pleno de los verdaderos problemas que Cuba enfrenta en todos los campos, raciales, sociales, políticos y económicos”, dijo ella a El Nuevo Herald por teléfono desde La Habana.
Faguaga dijo que Zurbano, conocido y vecino suyo que tiene poco más de 50 años, luchó a menudo por publicar en la Casa de las Américas más libros de tema negro, y en especial las obras de Frantz Fanon, negro marxista y revolucionario nacido en Martinica.
Zurbano anunció que había sido “relevado” de su trabajo como director del Fondo Editorial, seleccionando libros para ser publicados, y transferido a un puesto de menor importancia durante una reunión del capítulo cubano de la Articulación Regional de Afrodescendientes de Latinoamérica y el Caribe (ARAAC), según una entrada publicada el viernes en el blog Havana Times.
La entrada incluye una declaración de la ARAAC que no lo menciona, pero que afirma que “apoya resueltamente la libre expresión de ideas por todos sus activistas”, y que se opone a “medidas o procedimientos institucionales o personales de carácter obstructivo o represivo contra cualquier participante en tales polémicas”.
El miembro de la ARAAC Esteban Morales confirmó que Zurbano, quien es además poeta y ensayista y lleva trenzas a lo rastafari, había sido destituido por la Casa de las Américas, pero dijo que él no había estado en la reunión y no sabía si su traslado estaba vinculado a la columna de The New York Times.
Zurbano “tiene derecho, por supuesto, a dar su opinión”, dijo Morales. De todos modos, la Casa de las Américas tiene el derecho de reasignar o despedir a cualquiera de sus empleados, dijo por teléfono Morales a El Nuevo Herald desde La Habana.
“No lo han botado de la Casa. Simplemente, la Casa lo ha liberado de ese puesto”, añadió.
El mismo Morales, un bien conocido economista de La Habana, fue expulsado del Partido Comunista en el 2010 tras escribir una columna de Internet en la cual se quejaba de la corrupción imperante en Cuba. El fue reintegrado en el 2011.
La columna de 982 palabras de Zurbano para The New York Times, publicada el 23 de marzo, alegaba que, aunque la isla cuenta con una fuerte red de seguridad social, las reformas de mercado de Castro están brindando mejores oportunidades a los cubanos blancos, quienes ya están en mejor situación económica.
Los blancos tienen mejores casas, las cuales pueden convertir en restaurantes o casas particulares, escribió. Remesas de dinero provienen del exilio, que es primariamente blanca. Y los negros están todavía “terriblemente subrepresentados” en el turismo, el sector más lucrativo de la isla.
Cuba tiene ahora dos realidades, agregó, una “de cubanos blancos, quienes han aprovechado sus recursos para entrar a la nueva economía de mercado… La otra realidad es la de la pluralidad negra, la cual fue testigo de la caída de la utopia socialista desde las viviendas menos cómodas de la isla”.
Aunque Castro ha traído a más negros a la Asamblea Nacional del Poder Popular, señaló Zurbano, “queda mucho por hacer para ocuparse de la desigualdad estructural y los prejuicios raciales que continúan excluyendo a los afrocubanos”.
“El racismo en Cuba ha sido ocultado y reforzado en parte porque no se habla de eso. El gobierno no ha permitido que se debata o se enfrenten los prejuicios raciales política o culturalmente, y en lugar de eso pretende a menudo que es algo inexistente”, añadió la columna.
Un primer paso clave sería hacer un conteo preciso de los afrocubanos, alegó Zurbano, porque el número de negros en las calles desmiente las cifras del censo que muestran que el 65 por ciento de la población de la isla es blanca. Los cubanos marcan su propia raza en el censo.
Faguaga dijo que la declaración de ARAAC defendiendo el derecho de Zurbano a expresar sus opiniones era algo sorprendente en sí misma, ya que los miembros del grupo tienden a ser “oficiales y oficiosos” del sistema y normalmente siguen fielmente los lineamientos del gobierno.
Ella asistió a una de las reuniones de su fundación en el 2011, pero no fue invitada a una sesión de seguimiento el año pasado porque era demasiado independiente, dijo.
Uno de los documentos de la reunión del 2012 dice que entre las metas del grupo estaba aumentar la coordinación en “la lucha antirracista y anticapitalista”, y tener en consideración “los avances obtenidos por la revolución cubana en diversos planos políticos y sociales “.
Read more here: http://www.elnuevoherald.com/2013/04/05/v-fullstory/1447486/dura-critica-al-racismo-en-cuba.html#storylink=cpy
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By ROBERTO ZURBANO
Published: March 23, 2013
Havana
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The Ambiguous Island
CHANGE is the latest news to come out of Cuba, though for Afro-Cubans like myself, this is more dream than reality. Over the last decade, scores of ridiculous prohibitions for Cubans living on the island have been eliminated, among them sleeping at a hotel, buying a cellphone, selling a house or car and traveling abroad. These gestures have been celebrated as signs of openness and reform, though they are really nothing more than efforts to make life more normal. And the reality is that in Cuba, your experience of these changes depends on your skin color.
The private sector in Cuba now enjoys a certain degree of economic liberation, but blacks are not well positioned to take advantage of it. We inherited more than three centuries of slavery during the Spanish colonial era. Racial exclusion continued after Cuba became independent in 1902, and a half century of revolution since 1959 has been unable to overcome it.
In the early 1990s, after the cold war ended, Fidel Castro embarked on economic reforms that his brother and successor, Raúl, continues to pursue. Cuba had lost its greatest benefactor, the Soviet Union, and plunged into a deep recession that came to be known as the “Special Period.” There were frequent blackouts. Public transportation hardly functioned. Food was scarce. To stem unrest, the government ordered the economy split into two sectors: one for private businesses and foreign-oriented enterprises, which were essentially permitted to trade in United States dollars, and the other, the continuation of the old socialist order, built on government jobs that pay an average of $20 a month.
It’s true that Cubans still have a strong safety net: most do not pay rent, and education and health care are free. But the economic divergence created two contrasting realities that persist today. The first is that of white Cubans, who have leveraged their resources to enter the new market-driven economy and reap the benefits of a supposedly more open socialism. The other reality is that of the black plurality, which witnessed the demise of the socialist utopia from the island’s least comfortable quarters.
Most remittances from abroad — mainly the Miami area, the nerve center of the mostly white exile community — go to white Cubans. They tend to live in more upscale houses, which can easily be converted into restaurants or bed-and-breakfasts — the most common kind of private business in Cuba. Black Cubans have less property and money, and also have to contend with pervasive racism. Not long ago it was common for hotel managers, for example, to hire only white staff members, so as not to offend the supposed sensibilities of their European clientele.
That type of blatant racism has become less socially acceptable, but blacks are still woefully underrepresented in tourism — probably the economy’s most lucrative sector — and are far less likely than whites to own their own businesses. Raúl Castro has recognized the persistence of racism and has been successful in some areas (there are more black teachers and representatives in the National Assembly), but much remains to be done to address the structural inequality and racial prejudice that continue to exclude Afro-Cubans from the benefits of liberalization.
Racism in Cuba has been concealed and reinforced in part because it isn’t talked about. The government hasn’t allowed racial prejudice to be debated or confronted politically or culturally, often pretending instead as though it didn’t exist. Before 1990, black Cubans suffered a paralysis of economic mobility while, paradoxically, the government decreed the end of racism in speeches and publications. To question the extent of racial progress was tantamount to a counterrevolutionary act. This made it almost impossible to point out the obvious: racism is alive and well.
If the 1960s, the first decade after the revolution, signified opportunity for all, the decades that followed demonstrated that not everyone was able to have access to and benefit from those opportunities. It’s true that the 1980s produced a generation of black professionals, like doctors and teachers, but these gains were diminished in the 1990s as blacks were excluded from lucrative sectors like hospitality. Now in the 21st century, it has become all too apparent that the black population is underrepresented at universities and in spheres of economic and political power, and overrepresented in the underground economy, in the criminal sphere and in marginal neighborhoods.
Raúl Castro has announced that he will step down from the presidency in 2018. It is my hope that by then, the antiracist movement in Cuba will have grown, both legally and logistically, so that it might bring about solutions that have for so long been promised, and awaited, by black Cubans.
An important first step would be to finally get an accurate official count of Afro-Cubans. The black population in Cuba is far larger than the spurious numbers of the most recent censuses. The number of blacks on the street undermines, in the most obvious way, the numerical fraud that puts us at less than one-fifth of the population. Many people forget that in Cuba, a drop of white blood can — if only on paper — make a mestizo, or white person, out of someone who in social reality falls into neither of those categories. Here, the nuances governing skin color are a tragicomedy that hides longstanding racial conflicts.
The end of the Castros’ rule will mean an end to an era in Cuban politics. It is unrealistic to hope for a black president, given the insufficient racial consciousness on the island. But by the time Raúl Castro leaves office, Cuba will be a very different place. We can only hope that women, blacks and young people will be able to help guide the nation toward greater equality of opportunity and the achievement of full citizenship for Cubans of all colors.
Roberto Zurbano is the editor and publisher of the Casa de las Américas publishing house. This essay was translated by Kristina Cordero from the Spanish.
A version of this op-ed appeared in print on March 24, 2013, on page SR5 of the New York edition with the headline: For Blacks In Cuba, the Revolution Hasn’t Begun.
http://www.nytimes.com/2013/03/24/opinion/sunday/for-blacks-in-cuba-the-revolution-hasnt-begun.html?_r=0
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CHANGE is the latest news to come out of Cuba, though for Afro-Cubans like myself, this is more dream than reality. Over the last decade, scores of ridiculous prohibitions for Cubans living on the island have been eliminated, among them sleeping at a hotel, buying a cellphone, selling a house or car and traveling abroad. These gestures have been celebrated as signs of openness and reform, though they are really nothing more than efforts to make life more normal. And the reality is that in Cuba, your experience of these changes depends on your skin color.
The private sector in Cuba now enjoys a certain degree of economic liberation, but blacks are not well positioned to take advantage of it. We inherited more than three centuries of slavery during the Spanish colonial era. Racial exclusion continued after Cuba became independent in 1902, and a half century of revolution since 1959 has been unable to overcome it.
In the early 1990s, after the cold war ended, Fidel Castro embarked on economic reforms that his brother and successor, Raúl, continues to pursue. Cuba had lost its greatest benefactor, the Soviet Union, and plunged into a deep recession that came to be known as the “Special Period.” There were frequent blackouts. Public transportation hardly functioned. Food was scarce. To stem unrest, the government ordered the economy split into two sectors: one for private businesses and foreign-oriented enterprises, which were essentially permitted to trade in United States dollars, and the other, the continuation of the old socialist order, built on government jobs that pay an average of $20 a month.
It’s true that Cubans still have a strong safety net: most do not pay rent, and education and health care are free. But the economic divergence created two contrasting realities that persist today. The first is that of white Cubans, who have leveraged their resources to enter the new market-driven economy and reap the benefits of a supposedly more open socialism. The other reality is that of the black plurality, which witnessed the demise of the socialist utopia from the island’s least comfortable quarters.
Most remittances from abroad — mainly the Miami area, the nerve center of the mostly white exile community — go to white Cubans. They tend to live in more upscale houses, which can easily be converted into restaurants or bed-and-breakfasts — the most common kind of private business in Cuba. Black Cubans have less property and money, and also have to contend with pervasive racism. Not long ago it was common for hotel managers, for example, to hire only white staff members, so as not to offend the supposed sensibilities of their European clientele.
That type of blatant racism has become less socially acceptable, but blacks are still woefully underrepresented in tourism — probably the economy’s most lucrative sector — and are far less likely than whites to own their own businesses. Raúl Castro has recognized the persistence of racism and has been successful in some areas (there are more black teachers and representatives in the National Assembly), but much remains to be done to address the structural inequality and racial prejudice that continue to exclude Afro-Cubans from the benefits of liberalization.
Racism in Cuba has been concealed and reinforced in part because it isn’t talked about. The government hasn’t allowed racial prejudice to be debated or confronted politically or culturally, often pretending instead as though it didn’t exist. Before 1990, black Cubans suffered a paralysis of economic mobility while, paradoxically, the government decreed the end of racism in speeches and publications. To question the extent of racial progress was tantamount to a counterrevolutionary act. This made it almost impossible to point out the obvious: racism is alive and well.
If the 1960s, the first decade after the revolution, signified opportunity for all, the decades that followed demonstrated that not everyone was able to have access to and benefit from those opportunities. It’s true that the 1980s produced a generation of black professionals, like doctors and teachers, but these gains were diminished in the 1990s as blacks were excluded from lucrative sectors like hospitality. Now in the 21st century, it has become all too apparent that the black population is underrepresented at universities and in spheres of economic and political power, and overrepresented in the underground economy, in the criminal sphere and in marginal neighborhoods.
Raúl Castro has announced that he will step down from the presidency in 2018. It is my hope that by then, the antiracist movement in Cuba will have grown, both legally and logistically, so that it might bring about solutions that have for so long been promised, and awaited, by black Cubans.
An important first step would be to finally get an accurate official count of Afro-Cubans. The black population in Cuba is far larger than the spurious numbers of the most recent censuses. The number of blacks on the street undermines, in the most obvious way, the numerical fraud that puts us at less than one-fifth of the population. Many people forget that in Cuba, a drop of white blood can — if only on paper — make a mestizo, or white person, out of someone who in social reality falls into neither of those categories. Here, the nuances governing skin color are a tragicomedy that hides longstanding racial conflicts.
The end of the Castros’ rule will mean an end to an era in Cuban politics. It is unrealistic to hope for a black president, given the insufficient racial consciousness on the island. But by the time Raúl Castro leaves office, Cuba will be a very different place. We can only hope that women, blacks and young people will be able to help guide the nation toward greater equality of opportunity and the achievement of full citizenship for Cubans of all colors.
Roberto Zurbano is the editor and publisher of the Casa de las Américas publishing house. This essay was translated by Kristina Cordero from the Spanish.
A version of this op-ed appeared in print on March 24, 2013, on page SR5 of the New York edition with the headline: For Blacks In Cuba, the Revolution Hasn’t Begun.
http://www.nytimes.com/2013/03/24/opinion/sunday/for-blacks-in-cuba-the-revolution-hasnt-begun.html?_r=0
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Google traductor a ver como queda:
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Por Roberto Zurbano
Publicado: 23 de marzo 2013
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La isla Ambiguo
El cambio es la última noticia que salga de Cuba , a pesar de los afro-cubanos como yo, esto es más un sueño que una realidad. En la última década, decenas de prohibiciones absurdas para los cubanos residentes en la isla han sido eliminados, entre ellos dormir en un hotel, comprar un teléfono celular, la venta de una casa o un coche y viajar al extranjero. Estos gestos han sido celebrada como un signo de apertura y reforma, aunque en realidad son nada más que los esfuerzos para hacer la vida más normal. Y la realidad es que en Cuba, la experiencia de estos cambios depende de su color de piel.
El sector privado en Cuba ahora disfruta de un cierto grado de liberación económica, pero los negros no están bien posicionados para tomar ventaja de ello. Hemos heredado más de tres siglos de esclavitud en la época colonial española. Exclusión racial continuó después de que Cuba se independizó en 1902, y medio siglo de revolución desde 1959 no ha sido capaz de superarla.
A principios de 1990, después de la guerra fría, Fidel Castro se embarcó en las reformas económicas que su hermano y sucesor, Raúl, sigue buscando. Cuba había perdido a su mayor benefactor, la Unión Soviética, y se hundió en una profunda recesión que llegó a ser conocido como el "Período Especial". Hubo apagones frecuentes. El transporte público apenas funcionaba. La comida era escasa. Para detener los disturbios, el gobierno ordenó la economía se dividió en dos sectores: uno para las empresas privadas y las empresas extranjeras orientadas, lo que les permitió esencialmente al comercio en dólares estadounidenses, y el otro, el mantenimiento de la orden socialista viejo, construido en el gobierno trabajos que pagan un promedio de $ 20 al mes.
Es cierto que los cubanos todavía tienen una fuerte red de seguridad: la mayoría no pagar el alquiler, y la educación y servicios de salud son gratuitos. Pero la divergencia económica creado dos realidades contrastantes que persisten en la actualidad. El primero es el de los cubanos blancos, que han movilizado sus recursos para introducir la nueva economía impulsada por el mercado y cosechar los beneficios de un socialismo supuestamente más abierta. La otra realidad es la de la pluralidad negro, que fue testigo de la muerte de la utopía socialista de la parte más incómoda de la isla.
La mayoría de las remesas desde el exterior - principalmente el área de Miami, el centro neurálgico de la comunidad de exiliados en su mayoría blancos - ir a los cubanos blancos. Tienden a vivir en casas más lujosas, que pueden ser fácilmente convertidas en restaurantes o alojamiento y desayuno - el tipo más común de la empresa privada en Cuba. Negro cubanos tienen menos bienes y dinero, y también tienen que lidiar con el racismo generalizado. No hace mucho tiempo era común que los gerentes de los hoteles, por ejemplo, para contratar sólo a los miembros del personal blancas, para no herir la sensibilidad de sus supuestos clientes europeos.
Ese tipo de racismo flagrante se ha vuelto menos socialmente aceptable, pero los negros siguen siendo lamentablemente insuficientemente representadas en el turismo - probablemente el sector más lucrativo de la economía -. Y son mucho menos propensos que los blancos a ser propietarios de sus propios negocios Raúl Castro ha reconocido la persistencia del racismo y tiene tenido éxito en algunas áreas (hay más profesores negros y representantes en la Asamblea Nacional), pero aún queda mucho por hacer para abordar la desigualdad estructural y los prejuicios raciales que siguen excluyendo a los negros y mulatos de los beneficios de la liberalización.
El racismo en Cuba ha sido ocultado y reforzado en parte porque no se habla. El gobierno no ha permitido que los prejuicios raciales que se debatirá o enfrentado políticamente y culturalmente, a menudo fingiendo lugar como si no existiera. Antes de 1990, los cubanos negro sufrió una parálisis de la movilidad económica, mientras que, paradójicamente, el gobierno decretó el fin del racismo en los discursos y publicaciones. Poner en duda el grado de progreso racial era equivalente a un acto contrarrevolucionario. Esto hizo que fuera casi imposible señalar lo obvio: el racismo está vivo y bien.
Si la década de 1960, la primera década después de la revolución, significó la oportunidad para todos, las décadas que siguieron demostraron que no todo el mundo era capaz de tener acceso y beneficiarse de esas oportunidades. Es cierto que la década de 1980 produjo una generación de negros profesionales, como médicos y profesores, pero estas ganancias disminuyeron en la década de 1990 los negros fueron excluidos de sectores lucrativos como la hospitalidad. Ahora en el siglo 21, se ha hecho muy evidente que la población negro está insuficientemente representadas en las universidades y en las esferas de poder económico y político, y excesivamente representados en la economía sumergida, en el ámbito penal y en los barrios marginales.
Raúl Castro ha anunciado que renunciará a la presidencia en 2018. Tengo la esperanza de que, para entonces, el movimiento antirracista en Cuba habrá crecido, tanto legal como logísticamente, para que pueda encontrar soluciones que durante tanto tiempo se había dicho, y esperada por los cubanos negro.
Un primer paso importante sería conseguir finalmente un conteo oficial precisa de los afrocubanos. La población negro en Cuba es mucho más grande que los números no esenciales de los censos más recientes. El número de negros en la calle mina, de la manera más obvia, el fraude numérico que nos sitúa a menos de una quinta parte de la población. Mucha gente se olvida de que en Cuba, una gota de sangre blanca puede - aunque sólo sea en el papel - hacer un mestizo o blanco, persona de alguien que en la realidad social cae en ninguna de esas categorías. Aquí, los matices que rigen color de la piel son una tragicomedia que esconde desde hace mucho tiempo los conflictos raciales.
El fin del régimen de los Castro significará el fin de una era en la política cubana. No es realista esperar que un presidente negro, dada la insuficiente conciencia racial en la isla. Pero por el momento la oficina de Raúl Castro hojas, Cuba será un lugar muy diferente. Sólo podemos esperar que las mujeres, los negros y los jóvenes serán capaces de ayudar a guiar a la nación hacia una mayor igualdad de oportunidades y el logro de una ciudadanía plena para los cubanos de todos los colores.
Roberto Zurbano es el director y editor de la Casa de las Américas editorial. Este ensayo ha sido traducido por Kristina Cordero de los españoles.
Una versión de este artículo de opinión aparecido en la prensa el 24 de marzo de 2013, en la página SR 5 de la edición de Nueva York con el titular: para los negros en Cuba, la Revolución no ha comenzado.
http://www.nytimes.com/2013/03/24/opinion/sunday/for-blacks-in-cuba-the-revolution-hasnt-begun.html?_r=0
Para los negros en Cuba, la Revolución no ha comenzado
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Publicado: 23 de marzo 2013
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El cambio es la última noticia que salga de Cuba , a pesar de los afro-cubanos como yo, esto es más un sueño que una realidad. En la última década, decenas de prohibiciones absurdas para los cubanos residentes en la isla han sido eliminados, entre ellos dormir en un hotel, comprar un teléfono celular, la venta de una casa o un coche y viajar al extranjero. Estos gestos han sido celebrada como un signo de apertura y reforma, aunque en realidad son nada más que los esfuerzos para hacer la vida más normal. Y la realidad es que en Cuba, la experiencia de estos cambios depende de su color de piel.
El sector privado en Cuba ahora disfruta de un cierto grado de liberación económica, pero los negros no están bien posicionados para tomar ventaja de ello. Hemos heredado más de tres siglos de esclavitud en la época colonial española. Exclusión racial continuó después de que Cuba se independizó en 1902, y medio siglo de revolución desde 1959 no ha sido capaz de superarla.
A principios de 1990, después de la guerra fría, Fidel Castro se embarcó en las reformas económicas que su hermano y sucesor, Raúl, sigue buscando. Cuba había perdido a su mayor benefactor, la Unión Soviética, y se hundió en una profunda recesión que llegó a ser conocido como el "Período Especial". Hubo apagones frecuentes. El transporte público apenas funcionaba. La comida era escasa. Para detener los disturbios, el gobierno ordenó la economía se dividió en dos sectores: uno para las empresas privadas y las empresas extranjeras orientadas, lo que les permitió esencialmente al comercio en dólares estadounidenses, y el otro, el mantenimiento de la orden socialista viejo, construido en el gobierno trabajos que pagan un promedio de $ 20 al mes.
Es cierto que los cubanos todavía tienen una fuerte red de seguridad: la mayoría no pagar el alquiler, y la educación y servicios de salud son gratuitos. Pero la divergencia económica creado dos realidades contrastantes que persisten en la actualidad. El primero es el de los cubanos blancos, que han movilizado sus recursos para introducir la nueva economía impulsada por el mercado y cosechar los beneficios de un socialismo supuestamente más abierta. La otra realidad es la de la pluralidad negro, que fue testigo de la muerte de la utopía socialista de la parte más incómoda de la isla.
La mayoría de las remesas desde el exterior - principalmente el área de Miami, el centro neurálgico de la comunidad de exiliados en su mayoría blancos - ir a los cubanos blancos. Tienden a vivir en casas más lujosas, que pueden ser fácilmente convertidas en restaurantes o alojamiento y desayuno - el tipo más común de la empresa privada en Cuba. Negro cubanos tienen menos bienes y dinero, y también tienen que lidiar con el racismo generalizado. No hace mucho tiempo era común que los gerentes de los hoteles, por ejemplo, para contratar sólo a los miembros del personal blancas, para no herir la sensibilidad de sus supuestos clientes europeos.
Ese tipo de racismo flagrante se ha vuelto menos socialmente aceptable, pero los negros siguen siendo lamentablemente insuficientemente representadas en el turismo - probablemente el sector más lucrativo de la economía -. Y son mucho menos propensos que los blancos a ser propietarios de sus propios negocios Raúl Castro ha reconocido la persistencia del racismo y tiene tenido éxito en algunas áreas (hay más profesores negros y representantes en la Asamblea Nacional), pero aún queda mucho por hacer para abordar la desigualdad estructural y los prejuicios raciales que siguen excluyendo a los negros y mulatos de los beneficios de la liberalización.
El racismo en Cuba ha sido ocultado y reforzado en parte porque no se habla. El gobierno no ha permitido que los prejuicios raciales que se debatirá o enfrentado políticamente y culturalmente, a menudo fingiendo lugar como si no existiera. Antes de 1990, los cubanos negro sufrió una parálisis de la movilidad económica, mientras que, paradójicamente, el gobierno decretó el fin del racismo en los discursos y publicaciones. Poner en duda el grado de progreso racial era equivalente a un acto contrarrevolucionario. Esto hizo que fuera casi imposible señalar lo obvio: el racismo está vivo y bien.
Si la década de 1960, la primera década después de la revolución, significó la oportunidad para todos, las décadas que siguieron demostraron que no todo el mundo era capaz de tener acceso y beneficiarse de esas oportunidades. Es cierto que la década de 1980 produjo una generación de negros profesionales, como médicos y profesores, pero estas ganancias disminuyeron en la década de 1990 los negros fueron excluidos de sectores lucrativos como la hospitalidad. Ahora en el siglo 21, se ha hecho muy evidente que la población negro está insuficientemente representadas en las universidades y en las esferas de poder económico y político, y excesivamente representados en la economía sumergida, en el ámbito penal y en los barrios marginales.
Raúl Castro ha anunciado que renunciará a la presidencia en 2018. Tengo la esperanza de que, para entonces, el movimiento antirracista en Cuba habrá crecido, tanto legal como logísticamente, para que pueda encontrar soluciones que durante tanto tiempo se había dicho, y esperada por los cubanos negro.
Un primer paso importante sería conseguir finalmente un conteo oficial precisa de los afrocubanos. La población negro en Cuba es mucho más grande que los números no esenciales de los censos más recientes. El número de negros en la calle mina, de la manera más obvia, el fraude numérico que nos sitúa a menos de una quinta parte de la población. Mucha gente se olvida de que en Cuba, una gota de sangre blanca puede - aunque sólo sea en el papel - hacer un mestizo o blanco, persona de alguien que en la realidad social cae en ninguna de esas categorías. Aquí, los matices que rigen color de la piel son una tragicomedia que esconde desde hace mucho tiempo los conflictos raciales.
El fin del régimen de los Castro significará el fin de una era en la política cubana. No es realista esperar que un presidente negro, dada la insuficiente conciencia racial en la isla. Pero por el momento la oficina de Raúl Castro hojas, Cuba será un lugar muy diferente. Sólo podemos esperar que las mujeres, los negros y los jóvenes serán capaces de ayudar a guiar a la nación hacia una mayor igualdad de oportunidades y el logro de una ciudadanía plena para los cubanos de todos los colores.
Roberto Zurbano es el director y editor de la Casa de las Américas editorial. Este ensayo ha sido traducido por Kristina Cordero de los españoles.
Una versión de este artículo de opinión aparecido en la prensa el 24 de marzo de 2013, en la página SR 5 de la edición de Nueva York con el titular: para los negros en Cuba, la Revolución no ha comenzado.
http://www.nytimes.com/2013/03/24/opinion/sunday/for-blacks-in-cuba-the-revolution-hasnt-begun.html?_r=0
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Azali- Admin
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Re: Dura crítica al racismo en Cuba le cuesta el puesto a escritor
The Ambiguous Island
http://www.nytimes.com/slideshow/2013/03/23/opinion/sunday/20120324_EXPOSURES-SS.html?ref=sunday#
http://www.nytimes.com/slideshow/2013/03/23/opinion/sunday/20120324_EXPOSURES-SS.html?ref=sunday#
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Re: Dura crítica al racismo en Cuba le cuesta el puesto a escritor
Vaya , parece que tu artículoha dejado boquisellado al adorador de la Revolución, Lorócrates.
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
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Re: Dura crítica al racismo en Cuba le cuesta el puesto a escritor
sábado, 6 de abril de 2013
La vieja dama gris sigue patinando
The New York Times publica un artículo anunciando la expulsión de Roberto Zurbano de su puesto como director de la editorial Casa de las Américas. La culpa según Zurbano, -y como corresponde decir a alguien que vive en un país donde la gente teme a expresarse libremente- la tiene, el imperialismo representado en este caso por editores inescrupulosos.
El artículo de NYT, no obstante, ignora la andanada de ataques que le han dedicado los voceros oficialistas al “traidor” y se pierde de paso una magnífica oportunidad de estudiar la rabia profunda que le despierta al racismo oficial la más mínima crítica cuando viene de parte de un negro, alguien que debería estar infinitamente agradecido a lo que la Revolución ha hecho por él. Ya vendrá alguien a decir “Es que al New York Times no le importa Cuba” sin pararse a pensar que sí les importó ir a entrevistar hace años a un tipo que dirigía una banda de 15 más en una loma en Cuba para convertirlo en celebridad mundial o que un artículo, sea sobre Cuba o sobre Burkina Faso, debe contener toda la información que sea relevante para el tema de que se trate. Más que la mucha o poca importancia que le den a Cuba se trata de un profundo desprecio por la realidad, algo que se podría permitir un poeta romántico del siglo XIX no un periódico dizque serio del XXI.
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La vieja dama gris sigue patinando
The New York Times publica un artículo anunciando la expulsión de Roberto Zurbano de su puesto como director de la editorial Casa de las Américas. La culpa según Zurbano, -y como corresponde decir a alguien que vive en un país donde la gente teme a expresarse libremente- la tiene, el imperialismo representado en este caso por editores inescrupulosos.
“He angrily condemned the editors of the opinion section for a change in the headline that he felt had distorted his theme.The article’s headline, which was translated from Spanish, was “For Blacks in Cuba, the Revolution Hasn’t Begun,” but Mr. Zurbano said that in his version it had been “Not Yet Finished.”‘They changed the headline without consulting me,” he said. “It was a huge failure of ethics and of professionalism’ ”La editora del artículo no obstante insiste que la versión final del artículo –incluido el título- fue autorizada por Zurbano.
El artículo de NYT, no obstante, ignora la andanada de ataques que le han dedicado los voceros oficialistas al “traidor” y se pierde de paso una magnífica oportunidad de estudiar la rabia profunda que le despierta al racismo oficial la más mínima crítica cuando viene de parte de un negro, alguien que debería estar infinitamente agradecido a lo que la Revolución ha hecho por él. Ya vendrá alguien a decir “Es que al New York Times no le importa Cuba” sin pararse a pensar que sí les importó ir a entrevistar hace años a un tipo que dirigía una banda de 15 más en una loma en Cuba para convertirlo en celebridad mundial o que un artículo, sea sobre Cuba o sobre Burkina Faso, debe contener toda la información que sea relevante para el tema de que se trate. Más que la mucha o poca importancia que le den a Cuba se trata de un profundo desprecio por la realidad, algo que se podría permitir un poeta romántico del siglo XIX no un periódico dizque serio del XXI.
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Azali- Admin
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Fecha de inscripción : 27/10/2008
Re: Dura crítica al racismo en Cuba le cuesta el puesto a escritor
El que esta' parado pegado al horcon,tal parece que esta' orinando en la pared.
Alv.
Alver- Cantidad de envíos : 6935
Fecha de inscripción : 26/02/2009
Re: Dura crítica al racismo en Cuba le cuesta el puesto a escritor
Parece, pero no creo, hay demasiada gente para eso lado ..
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Azali- Admin
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Fecha de inscripción : 27/10/2008
Re: Dura crítica al racismo en Cuba le cuesta el puesto a escritor
Tal vez sea marico, es lo que parece.
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
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