Opinion de una periodista.
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Opinion de una periodista.
El circo inmediático
Por: ADRIANA LA ROTTA |
6:31 p.m. | 26 de Abril del 2013
Adriana La Rotta
Cuando el ciudadano periodista hace uso de la capacidad de amplificación que le dan las redes sociales, el resultado puede ser, y en muchos casos lo es, muy dañino.
Nueva York. Según una encuesta dada a conocer esta semana, una cuarta parte de la opinión pública norteamericana ha seguido las incidencias del atentado terrorista de Boston a través de Facebook y Twitter. En lugar de los anticuados periódicos, la antediluviana televisión y la prehistórica radio, el 25 por ciento de la población local ha optado por que le cuenten las últimas en menos de 140 caracteres. Y así les ha ido.
La acumulación de confusión, desinformación y calumnia que ha circulado en las redes sociales en estos días puede pasar inadvertida debido a la enormidad de los hechos mismos, pero cuando baje la espuma habrá que sentarse a hacer un examen serio de las consecuencias que tiene esta circulación indiscriminada de verdades entrelazadas con mentiras y especulaciones en que se ha convertido el ‘periodismo’ moderno.
En el caso de Boston, el público ayudó a identificar a los terroristas. Pero también regó como pólvora versiones falsas sobre su arresto, los identificó como originarios de la República Checa en lugar de la de Chechenia, y acusó injustamente a un estudiante de bachillerato –cuyo pecado claramente es tener rasgos árabes– de estar involucrado en la masacre. En el peor de los episodios, las redes sociales y algunos sitios web diseminaron el rumor de que un estudiante universitario que llevaba varios días desaparecido era en realidad uno de los terroristas. El cuerpo del joven, quien al parecer sufría de depresión, apareció el jueves a orillas de un lago. Paremos un momento para imaginarnos la agonía de la familia, que tiene ahora que enterrar a un hijo mientras se defiende de la difamación.
Por lo general, los periódicos rectifican sus errores, pero, cuando una calumnia se echa a rodar en forma digital, no hay rectificación que valga. Hace un tiempo hablé en esta columna del poder –al mismo tiempo benigno y maligno– de las redes sociales en China, cuyos miembros se han convertido en muchos casos en vigilantes de la moral y la rectitud a través de campañas de hostigamiento que viajan rápidamente del mundo virtual al real. La idea de que la turba digital está allí afuera tratando de detectar y hasta de anticipar a los infractores de la ley o de reglas de moralidad no escritas es inquietante.
Cuando el ciudadano periodista, que no tiene ni la formación ni el oficio para manejar información de interés público, hace uso de la capacidad de amplificación que le dan las redes sociales, el resultado puede ser, y en muchos casos lo es, muy dañino.
De acuerdo con la encuesta que mencioné al comienzo, el gusto por informarse a través de trinos es especialmente marcado en la población de 18 a 29 años. La misma generación que no conoció la televisión en blanco y negro y otras reliquias va a tener que enterarse de oídas de que una vez existió una cosa llamada periodismo serio, que se tomaba el trabajo de consultar fuentes y verificar lo que iba a ser publicado. Porque el agravante es que los medios tradicionales, que deben competir con la inmediatez de Twitter y Facebook, han entrado en esa carrera desesperada y han acabado sumándose al coro de la desinformación.
Yo creo que el frenesí investigativo que se desató alrededor de lo sucedido en Boston es un cambio de paradigma y cada vez veremos más de estas acciones colectivas enfocadas a un objetivo específico, por ejemplo, perseguir delincuentes. No vale la pena discutir si eso es bueno o malo, porque es un hecho concreto y no creo que vaya a cambiar. Pero me cuesta pensar que el periodismo pueda ser remplazado con éxito por ese circo inmediático de fotos, videos mal hechos, rumores, opiniones y especulaciones que hemos presenciado en los últimos días.
Por: ADRIANA LA ROTTA |
6:31 p.m. | 26 de Abril del 2013
Adriana La Rotta
Cuando el ciudadano periodista hace uso de la capacidad de amplificación que le dan las redes sociales, el resultado puede ser, y en muchos casos lo es, muy dañino.
Nueva York. Según una encuesta dada a conocer esta semana, una cuarta parte de la opinión pública norteamericana ha seguido las incidencias del atentado terrorista de Boston a través de Facebook y Twitter. En lugar de los anticuados periódicos, la antediluviana televisión y la prehistórica radio, el 25 por ciento de la población local ha optado por que le cuenten las últimas en menos de 140 caracteres. Y así les ha ido.
La acumulación de confusión, desinformación y calumnia que ha circulado en las redes sociales en estos días puede pasar inadvertida debido a la enormidad de los hechos mismos, pero cuando baje la espuma habrá que sentarse a hacer un examen serio de las consecuencias que tiene esta circulación indiscriminada de verdades entrelazadas con mentiras y especulaciones en que se ha convertido el ‘periodismo’ moderno.
En el caso de Boston, el público ayudó a identificar a los terroristas. Pero también regó como pólvora versiones falsas sobre su arresto, los identificó como originarios de la República Checa en lugar de la de Chechenia, y acusó injustamente a un estudiante de bachillerato –cuyo pecado claramente es tener rasgos árabes– de estar involucrado en la masacre. En el peor de los episodios, las redes sociales y algunos sitios web diseminaron el rumor de que un estudiante universitario que llevaba varios días desaparecido era en realidad uno de los terroristas. El cuerpo del joven, quien al parecer sufría de depresión, apareció el jueves a orillas de un lago. Paremos un momento para imaginarnos la agonía de la familia, que tiene ahora que enterrar a un hijo mientras se defiende de la difamación.
Por lo general, los periódicos rectifican sus errores, pero, cuando una calumnia se echa a rodar en forma digital, no hay rectificación que valga. Hace un tiempo hablé en esta columna del poder –al mismo tiempo benigno y maligno– de las redes sociales en China, cuyos miembros se han convertido en muchos casos en vigilantes de la moral y la rectitud a través de campañas de hostigamiento que viajan rápidamente del mundo virtual al real. La idea de que la turba digital está allí afuera tratando de detectar y hasta de anticipar a los infractores de la ley o de reglas de moralidad no escritas es inquietante.
Cuando el ciudadano periodista, que no tiene ni la formación ni el oficio para manejar información de interés público, hace uso de la capacidad de amplificación que le dan las redes sociales, el resultado puede ser, y en muchos casos lo es, muy dañino.
De acuerdo con la encuesta que mencioné al comienzo, el gusto por informarse a través de trinos es especialmente marcado en la población de 18 a 29 años. La misma generación que no conoció la televisión en blanco y negro y otras reliquias va a tener que enterarse de oídas de que una vez existió una cosa llamada periodismo serio, que se tomaba el trabajo de consultar fuentes y verificar lo que iba a ser publicado. Porque el agravante es que los medios tradicionales, que deben competir con la inmediatez de Twitter y Facebook, han entrado en esa carrera desesperada y han acabado sumándose al coro de la desinformación.
Yo creo que el frenesí investigativo que se desató alrededor de lo sucedido en Boston es un cambio de paradigma y cada vez veremos más de estas acciones colectivas enfocadas a un objetivo específico, por ejemplo, perseguir delincuentes. No vale la pena discutir si eso es bueno o malo, porque es un hecho concreto y no creo que vaya a cambiar. Pero me cuesta pensar que el periodismo pueda ser remplazado con éxito por ese circo inmediático de fotos, videos mal hechos, rumores, opiniones y especulaciones que hemos presenciado en los últimos días.
Última edición por KminoxCuba el Sáb Abr 27, 2013 12:59 pm, editado 1 vez
Alver- Cantidad de envíos : 6935
Fecha de inscripción : 26/02/2009
Re: Opinion de una periodista.
Considero que tiene mucho de razón.
Alv.
Alv.
Alver- Cantidad de envíos : 6935
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