Antimaericanismo el cáncer incurable de los imbéciles
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Antimaericanismo el cáncer incurable de los imbéciles
Las raíces del antiamericanismo
Jorge Vilches
El uso de nombres y adjetivos despectivos para referirse a Estados Unidos, o incluso el desprecio al idioma inglés y a la cultura anglosajona, muestran esa visión provinciana del mundo arraigada entre nosotros en las partes más tristes y vergonzosas de la izquierda y de la derecha.
Ese antiamericanismo recuerda al odio y a los celos que despertaba España en el siglo XVI y que culminaron en la Leyenda Negra, en una serie de tópicos despectivos que hoy recae sobre EEUU.
Jorge Vilches
El uso de nombres y adjetivos despectivos para referirse a Estados Unidos, o incluso el desprecio al idioma inglés y a la cultura anglosajona, muestran esa visión provinciana del mundo arraigada entre nosotros en las partes más tristes y vergonzosas de la izquierda y de la derecha.
Ese antiamericanismo recuerda al odio y a los celos que despertaba España en el siglo XVI y que culminaron en la Leyenda Negra, en una serie de tópicos despectivos que hoy recae sobre EEUU.
No es un fenómeno únicamente español, como mostró entre otros Jean-François Revel, y parte del siglo XVIII, cuando algunos ilustrados franceses e ingleses elaboraron interpretaciones antropológicas racistas sobre los americanos del Norte, a las que Jefferson o Franklin tuvieron que contestar. En España, el antiamericanismo despuntó a principios del XIX, pero tomó su forma en la Guerra de Cuba y en 1898. Luego resucitó durante el franquismo entre 1939 y 1943 –los años filofascistas-, hasta el despertar de los años sesenta, coincidiendo con los años de mayor violencia verbal por parte de la izquierda.
Todo comenzó en España por la fórmula del presidente Monroe (1823), aquella de "América para los americanos", que denunciaba el presunto carácter nocivo de la presencia española en aquel continente. La respuesta en nuestro país, más ocupado en aquellas fechas en la política interna, fue la de señalar que el verdadero interés de EEUU era el de extender su influencia por las nuevas repúblicas hispanoamericanas. No en vano, el presidente Adams había dicho que la anexión de Cuba era "indispensable" para EEUU. Los medios españoles que se ocuparon de la cuestión coincidían en despreciar a los norteamericanos en términos culturales: frente su sentido materialista de la vida y su bisoñez como nación, España tenía un sentido espiritual y constituía la nación más vieja de Europa, con un legado cultural inmenso.
Sin embargo, ese primer antiamericanismo no era nada en comparación con el sentimiento antifrancés, de sobra el más arraigado en suelo español durante el siglo XIX. Esto no dejaba de ser curioso y contradictorio, porque Francia era el foco de influencia política, literaria y artística clave para España, y lugar de exilio y refugio para liberales y absolutistas. Ni siquiera el que los independentistas cubanos se refugiaran en EEUU desde 1868 y recibieran una tímida ayuda privada e institucional allí, o las ofertas de compra de la isla antillana, generaron una propaganda general antiamericana. Esto cambió con la intención estadounidense de anexionarse Cuba, que creó el primer discurso antiamericano verdaderamente popular; pero no tuvo lugar hasta el último decenio del XIX.
El presidente Roosevelt, siguiendo la Doctrina Monroe, provocó el enfrentamiento con España. La prensa española arremetió en los años previos al 98 contra el yanqui, al que mostraban como prepotente, materialista, tosco, filibustero, ramplón y cobarde; frente al español, que era por definición espiritual, noble, de raigambre, leal y valiente. EEUU, decían, no era una potencia militar como España, ni sus armas y soldados eran rivales para los españoles; su cultura e idioma no estaban a la altura de lo español; y, en caso de guerra, nuestro país no tendría rival. Las ínfulas patrióticas de periódicos y escritores mostraban una mentalidad y un país muy alejados de la realidad; algo parecido sucedió en Francia con Alemania antes de 1870 y de 1914.
Los periódicos españoles, de todos los colores, calentaron tanto el ambiente, que en la primavera de 1898 hubo varias manifestaciones callejeras antiamericanas en Madrid. Entre el 19 de mayo, cuando la flota del almirante Cervera llegó a Santiago de Cuba, y el 4 de julio, fecha de la derrota definitiva, se fraguó definitivamente el discurso popular contra los yanquis. Ya quedaría en lo sucesivo que el estadounidense era materialista, impío, tramposo y prepotente. Quedó un sentimiento de superioridad, casi un complejo, basado en que, si habían ganado por su riqueza y tecnología, "lo español" vencería en lo cultural, con su lengua, su religión y su espíritu quijotesco. Los españoles eran superiores esencialmente a los norteamericanos, pero la riqueza no nos acompañaba. Ese patrioterismo inútil y el complejo de superioridad acompañaron a los españoles durante todo el siglo XX.
La Segunda Guerra Mundial reavivó el antiamericanismo. Las buenas relaciones del régimen de Franco con la Alemania nazi y la Italia fascista provocaron que reapareciera el discurso popular contrario a EEUU, con todos los tópicos patrioteros y pueriles. Estados Unidos aparecía en los periódicos y en las emisiones de RNE como el contaminador de la civilización occidental, por su materialismo, su democracia decadente y su cultura pervertida. Pero esto duró hasta que las fuerzas del Eje aguantaron la guerra. Cuando cayó Mussolini, las cosas cambiaron.
Los servicios de inteligencia británicos capturaron en agosto de 1943 una instrucción secreta del Ministerio de la Gobernación español. La directriz estaba clara: se ordenada a los medios de comunicación que suavizasen su postura frente a EEUU y que recordasen a los lectores que "durante la Guerra Civil, amplios sectores de opinión en Norteamérica apoyaron la causa nacionalista". Y así desapareció del régimen ese discurso antinorteamericano resucitado por los falangistas. Sin embargo, como en 1823, los españoles estaban a otra cosa, en este caso a sobrevivir en la dura posguerra. Una prueba de la mentalidad y actitud de los prototipos españoles es Bienvenido, Mr. Marshall (Luis G. Berlanga y Juan Antonio Bardem, 1952).
De esta manera, cinco meses después de que el 5 de noviembre de 1950 la ONU revocara la resolución de condena del régimen de Franco, apareció en Madrid el embajador de EEUU. La prensa y la radio elogiaron la política norteamericana por su lucha contra el comunismo –en junio de 1950 había estallado la guerra en Corea–, al igual, decían, que había hecho Franco durante la Guerra Civil. Así, el dictador pasó a ser el "Centinela de Occidente". Luego se firmó el tratado de septiembre de 1953 por el que se establecían bases militares norteamericanas en España, y Eisenhower visitó nuestro país en diciembre de 1959.
Fue precisamente aquel tratado militar y económico con EEUU lo que resucitó el antiamericanismo en los años sesenta a derecha e izquierda. Pero no era cuestión panfletaria. El Instituto de Opinión Pública elaboró una encuesta en marzo de 1969 en la que preguntó sobre la conveniencia de prorrogar dicho acuerdo con EEUU, y un 40% se manifestó en contra. Es cierto que tres años antes cayeron sobre Palomares (Almería) cinco bombas termonucleares procedentes de un B-52 norteamericano, y que dos de ellas lo hicieron cerca del pueblo, y aunque no explotaron esparcieron plutonio altamente radiactivo. Aquello revolvió a la opinión pública hasta el punto de que Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, tuvo que bañarse en la playa de Palomares para calmar a la gente. Era el miedo a la guerra, a que España quedara inmersa en uno de los conflictos de la Guerra Fría.
Ese miedo lo aprovecharon entonces algunas personas del régimen para reverdecer el antiamericanismo propio de los tradicionalistas. El ministro Castiella, encargado de la renovación del tratado con EEUU, declaró en La Vanguardia Española el 5 de noviembre de 1974 que los norteamericanos sólo ocupaban las bases en nuestro suelo, pero que no estaban comprometidos a defenderlo. Si los sectores más ultras del franquismo comenzaban a expresar su antiamericanismo, otro tanto hacía la izquierda, siguiendo las referencias culturales socialistas europeas, alimentadas en gran medida por la política de bloques y por la URSS.
Para la izquierda, siguiendo las consignas comunistas, EEUU era el imperialismo capitalista, la degradación del ser humano y el enemigo del "hombre nuevo", del "proyecto liberalizador" de los pueblos y del proletariado. Es más; se trataba del país que había sacado a Franco del aislamiento, y por tanto formaba parte del "enemigo". Esa izquierda reverdecía todos los tópicos antiamericanos fraguados en aquel primer discurso de 1898: los estadounidenses eran prepotentes, materialistas, incultos y violentos, a diferencia del europeo –ahora no sólo del español–, más espiritual, culto y pacifista. La paradoja estaba en que, mientras se despreciaba a EEUU, la sociedad española (y europea) se iba americanizando, especialmente la juventud, en la ropa, la música y el cine, incorporando costumbres y palabras.
El resultado fue que, cuando España tuvo que incorporarse a la OTAN, la izquierda española tomó el antiamericanismo como el acicate capaz de movilizar al país. Fue durísima la campaña del PSOE contra la OTAN, a la que se identificaba con EEUU; igualmente dura fue la lanzada cuando González, ya en el poder, decidió cambiar de opinión y dejar a España en la Alianza Atlántica. En 1986, la extrema izquierda se movilizó al grito de "OTAN no, bases fuera"; el desenlace fue la creación de Izquierda Unida, portaestandarte hoy del rancio antiamericanismo. Se trata del mismo discurso de fondo (materialistas, violentos y filibusteros), al que han añadido los mártires y eslóganes actuales. El odio es tan profundo, que los atentados del 11-S en EEUU aumentaron el antiamericanismo: era el castigo a la maldad que los estadounidenses habían propagado por el mundo durante décadas.
Es un antiamericanismo en el que se mezclan críticas al american way of life y a sus valores, el miedo a perder identidades nacionales, los imaginarios estalinistas o la envidia europea. Un odio rancio que une a los ultras de la izquierda y de la derecha.
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: Antimaericanismo el cáncer incurable de los imbéciles
Antiamericanismo
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Teherán, Irán, 2004.
El antiamericanismo es el odio, oposición u hostilidad hacia el gobierno, la cultura o las personas de los Estados Unidos. En la práctica, se ha etiquetado como antiamericanismo una amplia gama de actitudes y acciones críticas hacia los Estados Unidos y la aplicabilidad del término suele ser objeto de disputa. Los ejemplos contemporáneos se centran típicamente en el hecho de ser la primera fuerza económico-político-militar mundial, aunque también es frecuente la animosidad a su modelo de sociedad y a su cultura. El término forma parte del lenguaje político desde mediados del siglo XX, aunque las raíces históricas del término se remontan al siglo XIX.
Suele ser objeto de disputa si el sentimiento hostil hacia los Estados Unidos es la consecuencia de una evaluación racional de sus políticas específicas, o bien se trata de un sistema compuesto de creencias y prejuicios esterotipados más allá de las acciones o políticas concretas.
Índice
Antiamericanismo en América Latina
El periodo expansionista de la nación estadounidense, en el siglo XIX y principios del XX (en el que Estados Unidos pasan de ser las originales trece colonias a una país conformado por 50 estados que han sido adheridos ya sea por la compra de territorios, anexión forzada de territorios indígenas, o anexión lisa y llana como el caso de la mitad del territorio mexicano en la guerra mexicano-estadounidense) provocó siempre un fuerte recelo entre algunos observadores y gobernantes extranjeros, así como en las clases populares latinoamericanas.
La animosidad contra Estados Unidos se desarrolla cuando la Unión se afianza en el concierto de las naciones debido a su importancia económica, y genera una política exterior que la lleva a pasar del aislacionismo del siglo XVIII, a una fase imperialista moderna. De esta manera, la apropiación de territorios, pasa de un avance sobre los territorios de los aborígenes norteamericanos o de territorios originalmente pertenecientes a España, a invasiones militares y económicas de otra escala.
Según el historiador Marcos Cantera Carlomagno, Groussac fue quien inició el antiamericanismo en América Latina.1 2
Su influencia se ve como un nuevo colonialismo económico y cultural, continuación por otros medios del anterior colonialismo europeo:
"Bueno, el imperialismo no tiene un significado preciso. Existen maneras de dominación y control que toman formas variadas, de modo que el imperialismo clásico en su sentido moderno se aplicó solamente durante un par de décadas en el siglo XIX. ¿Significa esto que (...) el lugar donde yo vivo, Boston, fue entregado por su población a los colonos británicos cuando llegaron? Me refiero a que éstas son todas formas de dominación y control, si ustedes quieren llamarlo imperialismo, bien (...) cuando llegó el momento en que el mundo europeo no fue más capaz de controlar sus colonias directamente por la fuerza militar surgió la descolonización. Ellos simplemente trataron de controlar de otras formas. Tomemos el caso de Estados Unidos en el Caribe (...) De otra manera, lo mismo ocurrió con Gran Bretaña y sus colonias, y de hecho en la mayor parte del mundo colonial. No se han reconstituido las relaciones completamente, pero las relaciones de dependencia perduran de una u otra manera. Hoy, los Estados Unidos son mucho más poderosos que Gran Bretaña hace ochenta años atrás, obviamente. Entonces hay más control de los Estados Unidos que británico. Pero las formas de control simplemente cambian. Después de la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, Gran Bretaña fue considerablemente debilitada y ya no era capaz de controlar el imperio esencialmente mediante la intervención militar. De modo que entonces cambió sus tácticas, y optó por el uso del poder aéreo, y el bombardeo contra población civil, y el gas venenoso. Esto fue considerado una forma efectiva aterrorizar a los civiles. Sólo se utilizan otros mecanismos de dominación. "
Noam Chomsky, Diálogos para el Pensamiento Crítico. "La Guerra contra los Pueblos" Entrevista realizada a Noam Chomsky sobre una idea original de Atilio A. Boron en el marco del II Foro Social Mundial, Porto Alegre - 2002.
Otras opiniones, relacionadas en general con la derecha política, relativizan la idea del papel negativo de los Estados Unidos en Latinoamérica, y la caracterizan como el producto de la falta de autocrítica o de la envidia. Esta es la opinión de, por ejemplo, el periodista liberal venezolano Carlos Rangel:
Para los latinoamericanos constituye un escándalo insoportable que un puñado de anglosajones, llegados al hemisferio mucho después que los españoles y en un clima tan crudo que poco faltó para que ninguno de ellos sobreviviese a los primeros inviernos, hayan llegado a ser la primera potencia del mundo. Sería necesario un impensable autoanálisis colectivo para que los latinoamericanos pudiesen mirar de frente las causas de ese contraste. Por eso, aun sabiendo que es falso, todos los dirigentes políticos, todos los intelectuales latinoamericanos están obligados a decir que todos nuestros males encuentran explicación en el imperialismo estadounidense.
Carlos Rangel, Del buen salvaje al buen revolucionario, Monte Ávila, Caracas, 1976
Otra de las causas que han hecho prosperar el rechazo hacia Estados Unidos en América Latina ha sido su historia de intervencionismo militar en muchos países latinoamericanos, por ejemplo, las Guerras bananeras, las dos invasiones a Cuba, la creación de Panamá con el objetivo de hacerse con el control de un futuro canal interoceánico, la ocupación militar de Nicaragua, contra la que se rebeló el caudillo Augusto César Sandino, la ocupación militar de Haití o la expedición contra Pancho Villa en México.
Posteriormente esta injerencia en los países latinoamericanos evolucionó dentro de la lógica de la Guerra Fría y adquirió el objetivo formal de evitar la implantación del comunismo, o por lo menos de evitar que estos países se salieran de la órbita estadounidense aún cuando eso no implicara necesariamente que entrasen en la órbita comunista. Con este objetivo, Estados Unidos impulsó y apoyó diversas dictaduras militares latinoamericanas. Está demostrada la participación de EE.UU. en el asesinato de Omar Torrijos de Panamá, en los golpes contra Salvador Allende en Chile en 1973 y contra Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, y en otros hechos como la organización de la llamada Operación Cóndor en los años '70 y '80, la intromisión de Spruille Braden, embajador estadounidense en Argentina, para evitar la elección de Juan Domingo Perón como presidente en el año 1945, o la organización de la Contra nicaragüense en los años '80.
Otro motivo que ha promovido el antiamericanismo en América Latina ha sido la existencia de la Escuela de las Américas, donde fueron entrenados políticos y militares pro-estadounidenses, muchos de los cuales luego serían dictadores en sus respectivos países, la mayoría de las veces cometerían crímenes de lesahumanidad, casi siempre llevarían adelante políticas económicas liberales, y se alinearían completamente con la política exterior de Estados Unidos para la región. Hubo algunas excepciones de dictadores militares que originalmente reunían todas estas características, pero que eventualmente perderían el favor de Washington por determinadas conductas puntuales, como en el caso de Leopoldo Galtieri en Argentina, que en 1982 contravendría las políticas de Washington llevando a cabo una guerra contra el Reino Unido (una potencia capitalista y uno de los principales aliados de EE.UU. en la OTAN), o Manuel Noriega en Panamá, que fue acusado de estar implicado en el narcotráfico hacia los EE.UU. y fue derrocado por una intervención militar estadounidense en 1989.
Antiamericanismo en Estados Unidos
En la primeras década de la Guerra Fría funcionó en Estados Unidos un Comité de Actividades Antiestadounidenses dependiente del Congreso, que se dedicó a investigar la existencia de infiltrados del Partido Comunista estadounidense en la Administración pública. Fue especialmente célebre en estas labores el senador Joseph McCarthy, que dirigió los trabajos de una subcomisión del Senado en busca de espías soviéticos y que dio nombre al periodo de intensa actividad anticomunista conocido posteriormente como Mccarthismo.
Posteriormente, también se ha acusado de antiamericanismo a ciudadanos de ese país que se han opuesto a la política exterior de su gobierno, especialmente en periodos bélicos.
Actualmente, algunos movimientos estadounidenses han tenido muchos aspectos antiamericanistas, siendo estos movimientos, aquellos que van en contra de invasiones a otros países (como lo fueron Afganistán o Irak). Algunas letras de grupos estadounidenses revelan algunos esbozos de estas actitudes, como por ejemplo Hero of War de Rise Against, o Survivor Guilt, del mismo grupo.
Referencias
1. ↑ Groussac y el nacimiento de la Leyenda Negra, Semanario Búsqueda, Marcos Cantera Carlomagno, 21 de febrero de 2013
2. ↑ Negros insolentes y blancos inferiores, Semanario Búsqueda, Marcos Cantera Carlomagno, 28 de febrero de 2013
• Jean-François Revel, La obsesión antiamericana, Urano, Barcelona, 2003. Véase también el capítulo «El antiamericanismo y la revolución americana», en Ni Marx ni Jesús (1970, del mismo autor).
• Carlos Alberto Montaner, «España y el antimericanismo», 13 de junio de 2004.
• Alessandro Seregni, "El antiamericanismo español", Madrid, Síntesis, 2007. ISBN 84-9756-504-2
• Luis Español, Leyendas Negras: vida y obra de Julián Juderías (1877-1918): la leyenda negra antiamericana, Salamanca, Junta de Castilla y León: Consejería de Cultura y Turismo, 2007, ISBN 978-84-9718-444-1
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Teherán, Irán, 2004.
El antiamericanismo es el odio, oposición u hostilidad hacia el gobierno, la cultura o las personas de los Estados Unidos. En la práctica, se ha etiquetado como antiamericanismo una amplia gama de actitudes y acciones críticas hacia los Estados Unidos y la aplicabilidad del término suele ser objeto de disputa. Los ejemplos contemporáneos se centran típicamente en el hecho de ser la primera fuerza económico-político-militar mundial, aunque también es frecuente la animosidad a su modelo de sociedad y a su cultura. El término forma parte del lenguaje político desde mediados del siglo XX, aunque las raíces históricas del término se remontan al siglo XIX.
Suele ser objeto de disputa si el sentimiento hostil hacia los Estados Unidos es la consecuencia de una evaluación racional de sus políticas específicas, o bien se trata de un sistema compuesto de creencias y prejuicios esterotipados más allá de las acciones o políticas concretas.
Índice
Antiamericanismo en América Latina
El periodo expansionista de la nación estadounidense, en el siglo XIX y principios del XX (en el que Estados Unidos pasan de ser las originales trece colonias a una país conformado por 50 estados que han sido adheridos ya sea por la compra de territorios, anexión forzada de territorios indígenas, o anexión lisa y llana como el caso de la mitad del territorio mexicano en la guerra mexicano-estadounidense) provocó siempre un fuerte recelo entre algunos observadores y gobernantes extranjeros, así como en las clases populares latinoamericanas.
La animosidad contra Estados Unidos se desarrolla cuando la Unión se afianza en el concierto de las naciones debido a su importancia económica, y genera una política exterior que la lleva a pasar del aislacionismo del siglo XVIII, a una fase imperialista moderna. De esta manera, la apropiación de territorios, pasa de un avance sobre los territorios de los aborígenes norteamericanos o de territorios originalmente pertenecientes a España, a invasiones militares y económicas de otra escala.
Según el historiador Marcos Cantera Carlomagno, Groussac fue quien inició el antiamericanismo en América Latina.1 2
Su influencia se ve como un nuevo colonialismo económico y cultural, continuación por otros medios del anterior colonialismo europeo:
"Bueno, el imperialismo no tiene un significado preciso. Existen maneras de dominación y control que toman formas variadas, de modo que el imperialismo clásico en su sentido moderno se aplicó solamente durante un par de décadas en el siglo XIX. ¿Significa esto que (...) el lugar donde yo vivo, Boston, fue entregado por su población a los colonos británicos cuando llegaron? Me refiero a que éstas son todas formas de dominación y control, si ustedes quieren llamarlo imperialismo, bien (...) cuando llegó el momento en que el mundo europeo no fue más capaz de controlar sus colonias directamente por la fuerza militar surgió la descolonización. Ellos simplemente trataron de controlar de otras formas. Tomemos el caso de Estados Unidos en el Caribe (...) De otra manera, lo mismo ocurrió con Gran Bretaña y sus colonias, y de hecho en la mayor parte del mundo colonial. No se han reconstituido las relaciones completamente, pero las relaciones de dependencia perduran de una u otra manera. Hoy, los Estados Unidos son mucho más poderosos que Gran Bretaña hace ochenta años atrás, obviamente. Entonces hay más control de los Estados Unidos que británico. Pero las formas de control simplemente cambian. Después de la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, Gran Bretaña fue considerablemente debilitada y ya no era capaz de controlar el imperio esencialmente mediante la intervención militar. De modo que entonces cambió sus tácticas, y optó por el uso del poder aéreo, y el bombardeo contra población civil, y el gas venenoso. Esto fue considerado una forma efectiva aterrorizar a los civiles. Sólo se utilizan otros mecanismos de dominación. "
Noam Chomsky, Diálogos para el Pensamiento Crítico. "La Guerra contra los Pueblos" Entrevista realizada a Noam Chomsky sobre una idea original de Atilio A. Boron en el marco del II Foro Social Mundial, Porto Alegre - 2002.
Otras opiniones, relacionadas en general con la derecha política, relativizan la idea del papel negativo de los Estados Unidos en Latinoamérica, y la caracterizan como el producto de la falta de autocrítica o de la envidia. Esta es la opinión de, por ejemplo, el periodista liberal venezolano Carlos Rangel:
Para los latinoamericanos constituye un escándalo insoportable que un puñado de anglosajones, llegados al hemisferio mucho después que los españoles y en un clima tan crudo que poco faltó para que ninguno de ellos sobreviviese a los primeros inviernos, hayan llegado a ser la primera potencia del mundo. Sería necesario un impensable autoanálisis colectivo para que los latinoamericanos pudiesen mirar de frente las causas de ese contraste. Por eso, aun sabiendo que es falso, todos los dirigentes políticos, todos los intelectuales latinoamericanos están obligados a decir que todos nuestros males encuentran explicación en el imperialismo estadounidense.
Carlos Rangel, Del buen salvaje al buen revolucionario, Monte Ávila, Caracas, 1976
Otra de las causas que han hecho prosperar el rechazo hacia Estados Unidos en América Latina ha sido su historia de intervencionismo militar en muchos países latinoamericanos, por ejemplo, las Guerras bananeras, las dos invasiones a Cuba, la creación de Panamá con el objetivo de hacerse con el control de un futuro canal interoceánico, la ocupación militar de Nicaragua, contra la que se rebeló el caudillo Augusto César Sandino, la ocupación militar de Haití o la expedición contra Pancho Villa en México.
Posteriormente esta injerencia en los países latinoamericanos evolucionó dentro de la lógica de la Guerra Fría y adquirió el objetivo formal de evitar la implantación del comunismo, o por lo menos de evitar que estos países se salieran de la órbita estadounidense aún cuando eso no implicara necesariamente que entrasen en la órbita comunista. Con este objetivo, Estados Unidos impulsó y apoyó diversas dictaduras militares latinoamericanas. Está demostrada la participación de EE.UU. en el asesinato de Omar Torrijos de Panamá, en los golpes contra Salvador Allende en Chile en 1973 y contra Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, y en otros hechos como la organización de la llamada Operación Cóndor en los años '70 y '80, la intromisión de Spruille Braden, embajador estadounidense en Argentina, para evitar la elección de Juan Domingo Perón como presidente en el año 1945, o la organización de la Contra nicaragüense en los años '80.
Otro motivo que ha promovido el antiamericanismo en América Latina ha sido la existencia de la Escuela de las Américas, donde fueron entrenados políticos y militares pro-estadounidenses, muchos de los cuales luego serían dictadores en sus respectivos países, la mayoría de las veces cometerían crímenes de lesahumanidad, casi siempre llevarían adelante políticas económicas liberales, y se alinearían completamente con la política exterior de Estados Unidos para la región. Hubo algunas excepciones de dictadores militares que originalmente reunían todas estas características, pero que eventualmente perderían el favor de Washington por determinadas conductas puntuales, como en el caso de Leopoldo Galtieri en Argentina, que en 1982 contravendría las políticas de Washington llevando a cabo una guerra contra el Reino Unido (una potencia capitalista y uno de los principales aliados de EE.UU. en la OTAN), o Manuel Noriega en Panamá, que fue acusado de estar implicado en el narcotráfico hacia los EE.UU. y fue derrocado por una intervención militar estadounidense en 1989.
Antiamericanismo en Estados Unidos
En la primeras década de la Guerra Fría funcionó en Estados Unidos un Comité de Actividades Antiestadounidenses dependiente del Congreso, que se dedicó a investigar la existencia de infiltrados del Partido Comunista estadounidense en la Administración pública. Fue especialmente célebre en estas labores el senador Joseph McCarthy, que dirigió los trabajos de una subcomisión del Senado en busca de espías soviéticos y que dio nombre al periodo de intensa actividad anticomunista conocido posteriormente como Mccarthismo.
Posteriormente, también se ha acusado de antiamericanismo a ciudadanos de ese país que se han opuesto a la política exterior de su gobierno, especialmente en periodos bélicos.
Actualmente, algunos movimientos estadounidenses han tenido muchos aspectos antiamericanistas, siendo estos movimientos, aquellos que van en contra de invasiones a otros países (como lo fueron Afganistán o Irak). Algunas letras de grupos estadounidenses revelan algunos esbozos de estas actitudes, como por ejemplo Hero of War de Rise Against, o Survivor Guilt, del mismo grupo.
Referencias
1. ↑ Groussac y el nacimiento de la Leyenda Negra, Semanario Búsqueda, Marcos Cantera Carlomagno, 21 de febrero de 2013
2. ↑ Negros insolentes y blancos inferiores, Semanario Búsqueda, Marcos Cantera Carlomagno, 28 de febrero de 2013
• Jean-François Revel, La obsesión antiamericana, Urano, Barcelona, 2003. Véase también el capítulo «El antiamericanismo y la revolución americana», en Ni Marx ni Jesús (1970, del mismo autor).
• Carlos Alberto Montaner, «España y el antimericanismo», 13 de junio de 2004.
• Alessandro Seregni, "El antiamericanismo español", Madrid, Síntesis, 2007. ISBN 84-9756-504-2
• Luis Español, Leyendas Negras: vida y obra de Julián Juderías (1877-1918): la leyenda negra antiamericana, Salamanca, Junta de Castilla y León: Consejería de Cultura y Turismo, 2007, ISBN 978-84-9718-444-1
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Re: Antimaericanismo el cáncer incurable de los imbéciles
1
EL ANTIAMERICANISMO EN LA ESPAÑA DEL PRIMER FRANQUISMO (1939-
1953): EL EJÉRCITO, LA IGLESIA Y FALANGE FRENTE A ESTADOS UNIDOS.
DANIEL FERNÁNDEZ DE MIGUEL Se ha convertido en un lugar común la
idea de que el antiamericanismo está ampliamente extendido en la sociedad es
pañola, alcanzando unos ni veles muy elevados en comparación con el presente en otros país es europeos. A tenor de los resultados de diversas encuestas esta creencia parece ajustarse a la realidad.
1
Por antiamericanismo entiendo un sentimiento de antipatía genérica hacia Estados
Unidos y, en consecuencia, la predisposición a percibir negativamente su imagen. Una imagen que, articulada con base en prejuicios y estereotipos, asocia a los
norteamericanos y a su sociedad con cualidades tenidas como permanentes y esenciales, como propias de su naturaleza. De este modo, los estadounidenses son tenidos por arrogantes, prepotentes, interesados, simples, ignorantes, etc., y en función de estas cualidades peyorativas queda condicionada
la valoración de cualquier actuación o noticia protagonizada por ellos.
Por consiguiente, la crítica racional y empírica de aspectos políticos, socioeconómicos y culturales concretos de la vida norteamericana
queda fuera de esta definición.
1 Por ejemplo, los estudios llevados a cabo por el CIS desde los años 80 hasta ahora sitúan recurrentemente a los estadounidenses en los últimos lugares de la lista de simpatías de los españoles. En un estudio llevado a cabo por la Office of Research
, US Department of State a finales de 1999, se indicaba que España era el país de la Unión Europea en el que menor número de ciudadanos expresaba
una valoración positiva acerca de los Estados Unidos, únicamente un 50% de la población, lo que contrastaba con el 62% de los franceses, el 76% de los italianos o el 78% de los alemanes. Otras importantes encuestas, como las llevadas a cabo por
International Gallup o por el Pew Research Center for the People and the Press también apuntan en la misma dirección, esto es, a que el antiamericanismo en
España alcanza una de las cotas más altas de Europa. Así, en una encuesta realizada por International Gallup entre noviembre y diciembre de 2001, en plena invasión norteamericana de Afganistán como respuesta a los ataques terroristas sobre las Torres Gemelas y el Pentágono, España aparecía, después de
Grecia, como el país europeo en el que la gente valoraba más negativamente la política exterior norteamericana, expresándose en términos positivos só
lo el 14% de la población, frente al 22% tanto de belgas como de franceses, el 31% de los alemanes o el 40% de los italianos. El barómetro del Real Instituto Elcano señalaba en febrero de 2003 que un 52% de los españoles tenía una opinión poco o nada favorable respecto a los Estados Unidos, mientras que un 57% de los encuestados consideraba negativamente la expansión de las ideas y costumbres norteamericanas por el mundo. Por último, en la encuesta llevada a cabo por el Pew Research Center for the People and the Press entre el 10 y el 17 de
marzo de 2003 –en un momento de gran oposición de la opinión pública europea a la intervención norteamericana en Irak-, sólo un 14% de españoles mostraba una opinión favorable a los Estados Unidos,frente al 31% de los franceses, el 34% de
los italianos o el 48% de los británicos.
2
El antiamericanismo constituye un fenómeno ideo lógico que se inscribe tanto en la alta cultura como en el terreno de la cultura popular, afectando a estratos sociales muy diversos. No cabe duda de que tiene un componente político nada desdeñable que se manifiesta en la actualidad con una mayor presencia del antiamericanismo en los sectores sociales situados en la parte izquierda del espectro político. Sin embargo,históricamente, las representaciones peyorativas de EEUU han sido más propias de los sectores conservadores y reaccionarios españoles que de los asociados a ideologías progresistas. Así ocurrió a lo largo de todo el siglo XIX y la primera mitad del XX, cuando la imagen de EEUU se asociaba con
la democracia, el protestantismo y la tolerancia religiosa. No es casualidad que la
mayor parte de los estereotipos aplicados a los norteamericanos –materiali
stas, pragmáticos, avaricioso s, maleducados...- procedan de una tradición cultural española ligada a va lores católicos conserva dores, en la que se
desprecia el individualismo y utilitarismo anglosajones, bases del capitalismo y de la
democracia moderna.
El nuevo Estado surgido tras la Guerra Civil española supuso, en el tema que nos ocupa, el triunfo de “un conglomerado de gente, cuya visión de los americanos era la que tan magistralmente nos mostró Berlanga en la escena de las fuerzas vivas planeando qué hacer para recibir a los americanos en la inolvidable <>:
curas que consideran a Estados Unidos la patria del diabólico protestantismo, militares y nueva hidalguía (los falangistas) que los consideran la ruina de nuestro imperio,intelectuales de medio pelo que lo s consideran simples e inocentes...”
2
. En efecto, en los años posteriores a la guerra y prácticamente hasta la c
onclusión de las negociaciones con EEUU en septiembre de 1953, las muestras
de hostilidad hacia los norteamericanos fueron constantes en los medios de expresión de los tres grandes bastiones en los que se apoyaba el nuevo régimen: el
Ejército, la Iglesia y Falange.
Esta tendencia antiamericana de la derecha española sólo comienza a variar a raíz de los mencionados acuerdos de 1953 y, sobre todo, a partir de finales de los años cincuenta,con la llegada al poder del Estado franquista de una nueva derecha
ligada al Opus Dei.Ésta, moderna en ciertos aspectos y con conexiones con algunos grupos políticos y
2 José Morilla Critz, Prólogo , en Arturo Jarque Iñiguez, << Queremos esas bases>>.
El acercamiento de Estados Unidos a la España de Franco , Universidad de Alcalá, Alcalá de Henares, 1998, p.20.
3
económicos estadounidenses
3
, encontraría en la representación más conservadora de EEUU un buen referente de crecimiento económico acompañado de orden, religión y puritanismo en las costumbres, lo que, en definitiva, propiciaría que en el campo del
conservadurismo español se dejara de ver exclusivamente en términos instrumentales,como mero socio de conveniencia, a la gran superpotencia mundi
al. Por el contrario,esta nueva corriente de la derecha espa
ñola abogaría por estrechar lazos con los norteamericanos y por adoptar ciertos asp
ectos de su modelo socioeconómico.
Durante el período que abarca el presente estudio (1939- 1953) se pueden distinguir,
básicamente, tres etapas en el de venir del antiamericanismo español:
-En primer lugar, a lo largo de la Segunda Guerra Mundial nos encontramos en España con un antiamericanismo sin ambages lidera do sobre todo por falangistas y militares.
Esta fuerte antipatía hacia EEUU es directamente proporcional al entusiasmo que despiertan Alemania e Italia en la mayoría de miembros del Ejército y de Falange.
En estos años es muy llamativa la utilización, desde círculos castrenses, de un lenguaje, muy influido por el darwinismo social y las teorías racistas, que denota una gran aversión por la sociedad multiétnica esta dounidense. Asimismo, los falangistas se destacan por su liderazgo en la defensa de la hispanidad frente a EEUU –y su Doctrina Monroe- así como en la crítica a la de mocracia y el capitalismo norteamericanos.
-En los años posteriores al fin del conflicto mundial, en un contexto de total aislamiento internacional, el régimen franquista procede a cambiar su imagen, aumentando significativamente el protagonismo de los grupos católicos. Este hecho influye en la naturaleza del discurso antiamericano, adquiriendo un tono cada vez más defensivo y conservador que queda patente en el énfasis que se pone ahora sobre los valores católicos en la defensa de la hispanidad. En consonancia con la imagen de España como fortín sitiado por la democracia liberal y el comunismo que se transmite desde el Régimen, adquiere mucha intensidad el rechazo del cine norteamericano, que constituye prácticamente el único contacto con el exteri
or para muchos españoles, pues es visto como una amenaza a la cultura y los valores nacionales.
3
El origen de estos vínculos se encuentra en la puesta en marcha a partir de 1952 del
Foreign Leaders Program . Este plan del Departamento de Estado norteamericano tuvo como objetivo mejorar la imagen estadounidense en España mediante la atracción a su área de influencia de elites políticas, empresariales e intelectuales. Laureano López Rodó y Rafael Calvo Serer, importantes impulsores del Opus Dei en la
vida política y cultural española, estuvieron entre los miembros destacado
s seleccionados por el programa. Ver: Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla, “Las relaciones culturales entre España y Estados Unidos, de la Guerra Mundial a los Pactos de 1953”, Cuadernos de Historia Contemporánea , nº25, 2003,
pp. 35-59.
4 -A finales de los años cuarenta, a medida que crece la discordia entre EEUU y la URSS, va adquiriendo cuerpo la posibilidad de un acercamiento hispano-norteamericano.
Comienza una larga y difícil negociación entre ambos países que desemboca finalmente en los pactos de 1953. La desconfianza que genera el proceso de aproximación a una potencia demócrata-liberal, tildada de protestante y sobre la que existen muchos prejuicios, propicia que en amplios sectores del régimen se siga expresando una gran animadversión hacia EEUU, superando los esfuerzos del Estado franquista en censurar tales manifestaciones contrarias a sus intereses políticos.
En este período cabe destacar el temor de la Iglesia por la posible expansión del protestantismo en España así como el recelo que entre algunos militares causa el a
cercamiento al país paradigmático entonces de la sociedad moderna.
El antiamericanismo español de la época se organiza ideológicamente de forma muy
homogénea en torno a un catolicismo conservador del que derivan estereotipos sobre los estadounidenses forjados principalmente a lo largo del siglo XIX y
ya manifestados en gran medida al calor de la explosión antiamericana que supuso la Guerra de 1898. A esto hay que añadir la influencia de una corriente cultural bastante extendida en ciertos ambientes intelectuales europeos que, de
sde la segunda mitad del siglo XIX y haciéndose cada vez más importante a medida
que aumenta el poderío de EEUU, tiende a resaltar al vacío espiritual e histórico de la civilización norteamericana
4
.
El minoritario falangismo radical encontró la inspiración ideológica de su
antiamericanismo en un precario fascismo que rechazaba la “plutocracia yanqui”.
También se pueden encontrar los últimos coletazos de un lenguaje racista, muy en boga durante el último tercio del siglo XIX y la primera mitad del XX, empleado sobre todo por los militares, obsesionados por un concepto de orden, de homogeneidad, que ponía en entredicho la plural sociedad norteamericana. Obviamente, tras
la derrota del Eje estas fuentes ideológicas desaparecerían casi por completo, pasando el conservadurismo católico a monopolizar el contenido doctrinal
del antiamericanismo. Un pensamiento conservador de raíces católicas que, no
obstante, sería adaptado a las propias particularidades del Ejército, la Iglesia y Falange.
4
Ver: Barry Rubin y Judith Colp Rubin, Hating America: a History
, Oxford University Press, New York, 2004. En especial los capítulos 2, 3 y 4.
5
EJÉRCITO
En el caso de los militares, su antiamericanismo estuvo muy influido por la admiración
que despertaba Alemania en la mayoría de ellos. Esta germanofilia
5, que ya se venía dando desde el último tercio del siglo XIX, se vio reforzada por la ayuda prestada por los nazis al bando nacional en la Guerra Civil y ese
sentimiento pro-alemán siguió siendo muy fuerte incluso acabada la Segunda
Guerra Mundial. Los norteamericanos, por el contrario, eran tenidos por malos hombres de armas, cuyo éxito lo achacaban exclusivamente a su superioridad material. Como señala el sargento y ex miembro de la División Azul, Ángel Salamanca, estaba muy extendida la idea de que “los americanos siempre han sido malos soldados, cobardes. Todo su éxito depende del material, del armamento que tienen”
6
. Esta imagen, reiteradamente expuesta por la prensa española de 1898, seguía siendo la dominante medio siglo después. Los militares españoles continuaban percibiendo a EEUU como un país de “mercachifles”, carente de valores castrenses. Por ello, la participación de EE UU en contra de los países del Eje y su determinante papel en el devenir final de la contienda generaron un gran resquemor en
amplios sectores del Ejército español, sobre todo porque interpretaron sus éxitos bélicos en el marco de una concepción claramente extemporánea de la guerra. Según Gabriel Cardona: “Los militares españoles aceptaron muy mal la derrota alemana, achacándola a causas tan diversas como la acción de los uintacolumnistas, la alianza comunista internacional, el judaísmo y, sobre todo, el material americano, sobre el que descargaron todas las invectivas. Como si se reavivar an las diatribas de los antiguos caballeros medievales contra la pólvora, muchos militares franquistas hablaban del moderno armamento como si fuera la antítesis de los valores militares, basados en el espíritu”
7
.
Los militares españoles de entonces, anclados en su mayoría en una mentalidad agraria y tradicional, empleaban una retórica más propia de la ética social
nobiliaria que de los tiempos modernos: “Donde sólo hay técnica y materia no cabe esperar sino la descomposición. Donde hay fe y hay espíritu hay siempre fortaleza. Por eso se valora.
A este respecto resultan muy interesantes las “Notas sobre la germanofilia en España” del Dr. Alfonso Álvarez Villar, en la Revista de Psicología General y Aplicada
, nº66-67, 1963, Madrid, pp.1147-1153., así como J.L. Aranguren, “Imagen española de Alemania”,
Humboldt , nº12, 1962.6
Entrevista personal, 15-2-2005. 7
Gabriel Cardona, Franco y sus generales: la manicura del tigre, Temas de Hoy, Madrid, 2001, p.117.
EL ANTIAMERICANISMO EN LA ESPAÑA DEL PRIMER FRANQUISMO (1939-
1953): EL EJÉRCITO, LA IGLESIA Y FALANGE FRENTE A ESTADOS UNIDOS.
DANIEL FERNÁNDEZ DE MIGUEL Se ha convertido en un lugar común la
idea de que el antiamericanismo está ampliamente extendido en la sociedad es
pañola, alcanzando unos ni veles muy elevados en comparación con el presente en otros país es europeos. A tenor de los resultados de diversas encuestas esta creencia parece ajustarse a la realidad.
1
Por antiamericanismo entiendo un sentimiento de antipatía genérica hacia Estados
Unidos y, en consecuencia, la predisposición a percibir negativamente su imagen. Una imagen que, articulada con base en prejuicios y estereotipos, asocia a los
norteamericanos y a su sociedad con cualidades tenidas como permanentes y esenciales, como propias de su naturaleza. De este modo, los estadounidenses son tenidos por arrogantes, prepotentes, interesados, simples, ignorantes, etc., y en función de estas cualidades peyorativas queda condicionada
la valoración de cualquier actuación o noticia protagonizada por ellos.
Por consiguiente, la crítica racional y empírica de aspectos políticos, socioeconómicos y culturales concretos de la vida norteamericana
queda fuera de esta definición.
1 Por ejemplo, los estudios llevados a cabo por el CIS desde los años 80 hasta ahora sitúan recurrentemente a los estadounidenses en los últimos lugares de la lista de simpatías de los españoles. En un estudio llevado a cabo por la Office of Research
, US Department of State a finales de 1999, se indicaba que España era el país de la Unión Europea en el que menor número de ciudadanos expresaba
una valoración positiva acerca de los Estados Unidos, únicamente un 50% de la población, lo que contrastaba con el 62% de los franceses, el 76% de los italianos o el 78% de los alemanes. Otras importantes encuestas, como las llevadas a cabo por
International Gallup o por el Pew Research Center for the People and the Press también apuntan en la misma dirección, esto es, a que el antiamericanismo en
España alcanza una de las cotas más altas de Europa. Así, en una encuesta realizada por International Gallup entre noviembre y diciembre de 2001, en plena invasión norteamericana de Afganistán como respuesta a los ataques terroristas sobre las Torres Gemelas y el Pentágono, España aparecía, después de
Grecia, como el país europeo en el que la gente valoraba más negativamente la política exterior norteamericana, expresándose en términos positivos só
lo el 14% de la población, frente al 22% tanto de belgas como de franceses, el 31% de los alemanes o el 40% de los italianos. El barómetro del Real Instituto Elcano señalaba en febrero de 2003 que un 52% de los españoles tenía una opinión poco o nada favorable respecto a los Estados Unidos, mientras que un 57% de los encuestados consideraba negativamente la expansión de las ideas y costumbres norteamericanas por el mundo. Por último, en la encuesta llevada a cabo por el Pew Research Center for the People and the Press entre el 10 y el 17 de
marzo de 2003 –en un momento de gran oposición de la opinión pública europea a la intervención norteamericana en Irak-, sólo un 14% de españoles mostraba una opinión favorable a los Estados Unidos,frente al 31% de los franceses, el 34% de
los italianos o el 48% de los británicos.
2
El antiamericanismo constituye un fenómeno ideo lógico que se inscribe tanto en la alta cultura como en el terreno de la cultura popular, afectando a estratos sociales muy diversos. No cabe duda de que tiene un componente político nada desdeñable que se manifiesta en la actualidad con una mayor presencia del antiamericanismo en los sectores sociales situados en la parte izquierda del espectro político. Sin embargo,históricamente, las representaciones peyorativas de EEUU han sido más propias de los sectores conservadores y reaccionarios españoles que de los asociados a ideologías progresistas. Así ocurrió a lo largo de todo el siglo XIX y la primera mitad del XX, cuando la imagen de EEUU se asociaba con
la democracia, el protestantismo y la tolerancia religiosa. No es casualidad que la
mayor parte de los estereotipos aplicados a los norteamericanos –materiali
stas, pragmáticos, avaricioso s, maleducados...- procedan de una tradición cultural española ligada a va lores católicos conserva dores, en la que se
desprecia el individualismo y utilitarismo anglosajones, bases del capitalismo y de la
democracia moderna.
El nuevo Estado surgido tras la Guerra Civil española supuso, en el tema que nos ocupa, el triunfo de “un conglomerado de gente, cuya visión de los americanos era la que tan magistralmente nos mostró Berlanga en la escena de las fuerzas vivas planeando qué hacer para recibir a los americanos en la inolvidable <
curas que consideran a Estados Unidos la patria del diabólico protestantismo, militares y nueva hidalguía (los falangistas) que los consideran la ruina de nuestro imperio,intelectuales de medio pelo que lo s consideran simples e inocentes...”
2
. En efecto, en los años posteriores a la guerra y prácticamente hasta la c
onclusión de las negociaciones con EEUU en septiembre de 1953, las muestras
de hostilidad hacia los norteamericanos fueron constantes en los medios de expresión de los tres grandes bastiones en los que se apoyaba el nuevo régimen: el
Ejército, la Iglesia y Falange.
Esta tendencia antiamericana de la derecha española sólo comienza a variar a raíz de los mencionados acuerdos de 1953 y, sobre todo, a partir de finales de los años cincuenta,con la llegada al poder del Estado franquista de una nueva derecha
ligada al Opus Dei.Ésta, moderna en ciertos aspectos y con conexiones con algunos grupos políticos y
2 José Morilla Critz, Prólogo , en Arturo Jarque Iñiguez, << Queremos esas bases>>.
El acercamiento de Estados Unidos a la España de Franco , Universidad de Alcalá, Alcalá de Henares, 1998, p.20.
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económicos estadounidenses
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, encontraría en la representación más conservadora de EEUU un buen referente de crecimiento económico acompañado de orden, religión y puritanismo en las costumbres, lo que, en definitiva, propiciaría que en el campo del
conservadurismo español se dejara de ver exclusivamente en términos instrumentales,como mero socio de conveniencia, a la gran superpotencia mundi
al. Por el contrario,esta nueva corriente de la derecha espa
ñola abogaría por estrechar lazos con los norteamericanos y por adoptar ciertos asp
ectos de su modelo socioeconómico.
Durante el período que abarca el presente estudio (1939- 1953) se pueden distinguir,
básicamente, tres etapas en el de venir del antiamericanismo español:
-En primer lugar, a lo largo de la Segunda Guerra Mundial nos encontramos en España con un antiamericanismo sin ambages lidera do sobre todo por falangistas y militares.
Esta fuerte antipatía hacia EEUU es directamente proporcional al entusiasmo que despiertan Alemania e Italia en la mayoría de miembros del Ejército y de Falange.
En estos años es muy llamativa la utilización, desde círculos castrenses, de un lenguaje, muy influido por el darwinismo social y las teorías racistas, que denota una gran aversión por la sociedad multiétnica esta dounidense. Asimismo, los falangistas se destacan por su liderazgo en la defensa de la hispanidad frente a EEUU –y su Doctrina Monroe- así como en la crítica a la de mocracia y el capitalismo norteamericanos.
-En los años posteriores al fin del conflicto mundial, en un contexto de total aislamiento internacional, el régimen franquista procede a cambiar su imagen, aumentando significativamente el protagonismo de los grupos católicos. Este hecho influye en la naturaleza del discurso antiamericano, adquiriendo un tono cada vez más defensivo y conservador que queda patente en el énfasis que se pone ahora sobre los valores católicos en la defensa de la hispanidad. En consonancia con la imagen de España como fortín sitiado por la democracia liberal y el comunismo que se transmite desde el Régimen, adquiere mucha intensidad el rechazo del cine norteamericano, que constituye prácticamente el único contacto con el exteri
or para muchos españoles, pues es visto como una amenaza a la cultura y los valores nacionales.
3
El origen de estos vínculos se encuentra en la puesta en marcha a partir de 1952 del
Foreign Leaders Program . Este plan del Departamento de Estado norteamericano tuvo como objetivo mejorar la imagen estadounidense en España mediante la atracción a su área de influencia de elites políticas, empresariales e intelectuales. Laureano López Rodó y Rafael Calvo Serer, importantes impulsores del Opus Dei en la
vida política y cultural española, estuvieron entre los miembros destacado
s seleccionados por el programa. Ver: Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla, “Las relaciones culturales entre España y Estados Unidos, de la Guerra Mundial a los Pactos de 1953”, Cuadernos de Historia Contemporánea , nº25, 2003,
pp. 35-59.
4 -A finales de los años cuarenta, a medida que crece la discordia entre EEUU y la URSS, va adquiriendo cuerpo la posibilidad de un acercamiento hispano-norteamericano.
Comienza una larga y difícil negociación entre ambos países que desemboca finalmente en los pactos de 1953. La desconfianza que genera el proceso de aproximación a una potencia demócrata-liberal, tildada de protestante y sobre la que existen muchos prejuicios, propicia que en amplios sectores del régimen se siga expresando una gran animadversión hacia EEUU, superando los esfuerzos del Estado franquista en censurar tales manifestaciones contrarias a sus intereses políticos.
En este período cabe destacar el temor de la Iglesia por la posible expansión del protestantismo en España así como el recelo que entre algunos militares causa el a
cercamiento al país paradigmático entonces de la sociedad moderna.
El antiamericanismo español de la época se organiza ideológicamente de forma muy
homogénea en torno a un catolicismo conservador del que derivan estereotipos sobre los estadounidenses forjados principalmente a lo largo del siglo XIX y
ya manifestados en gran medida al calor de la explosión antiamericana que supuso la Guerra de 1898. A esto hay que añadir la influencia de una corriente cultural bastante extendida en ciertos ambientes intelectuales europeos que, de
sde la segunda mitad del siglo XIX y haciéndose cada vez más importante a medida
que aumenta el poderío de EEUU, tiende a resaltar al vacío espiritual e histórico de la civilización norteamericana
4
.
El minoritario falangismo radical encontró la inspiración ideológica de su
antiamericanismo en un precario fascismo que rechazaba la “plutocracia yanqui”.
También se pueden encontrar los últimos coletazos de un lenguaje racista, muy en boga durante el último tercio del siglo XIX y la primera mitad del XX, empleado sobre todo por los militares, obsesionados por un concepto de orden, de homogeneidad, que ponía en entredicho la plural sociedad norteamericana. Obviamente, tras
la derrota del Eje estas fuentes ideológicas desaparecerían casi por completo, pasando el conservadurismo católico a monopolizar el contenido doctrinal
del antiamericanismo. Un pensamiento conservador de raíces católicas que, no
obstante, sería adaptado a las propias particularidades del Ejército, la Iglesia y Falange.
4
Ver: Barry Rubin y Judith Colp Rubin, Hating America: a History
, Oxford University Press, New York, 2004. En especial los capítulos 2, 3 y 4.
5
EJÉRCITO
En el caso de los militares, su antiamericanismo estuvo muy influido por la admiración
que despertaba Alemania en la mayoría de ellos. Esta germanofilia
5, que ya se venía dando desde el último tercio del siglo XIX, se vio reforzada por la ayuda prestada por los nazis al bando nacional en la Guerra Civil y ese
sentimiento pro-alemán siguió siendo muy fuerte incluso acabada la Segunda
Guerra Mundial. Los norteamericanos, por el contrario, eran tenidos por malos hombres de armas, cuyo éxito lo achacaban exclusivamente a su superioridad material. Como señala el sargento y ex miembro de la División Azul, Ángel Salamanca, estaba muy extendida la idea de que “los americanos siempre han sido malos soldados, cobardes. Todo su éxito depende del material, del armamento que tienen”
6
. Esta imagen, reiteradamente expuesta por la prensa española de 1898, seguía siendo la dominante medio siglo después. Los militares españoles continuaban percibiendo a EEUU como un país de “mercachifles”, carente de valores castrenses. Por ello, la participación de EE UU en contra de los países del Eje y su determinante papel en el devenir final de la contienda generaron un gran resquemor en
amplios sectores del Ejército español, sobre todo porque interpretaron sus éxitos bélicos en el marco de una concepción claramente extemporánea de la guerra. Según Gabriel Cardona: “Los militares españoles aceptaron muy mal la derrota alemana, achacándola a causas tan diversas como la acción de los uintacolumnistas, la alianza comunista internacional, el judaísmo y, sobre todo, el material americano, sobre el que descargaron todas las invectivas. Como si se reavivar an las diatribas de los antiguos caballeros medievales contra la pólvora, muchos militares franquistas hablaban del moderno armamento como si fuera la antítesis de los valores militares, basados en el espíritu”
7
.
Los militares españoles de entonces, anclados en su mayoría en una mentalidad agraria y tradicional, empleaban una retórica más propia de la ética social
nobiliaria que de los tiempos modernos: “Donde sólo hay técnica y materia no cabe esperar sino la descomposición. Donde hay fe y hay espíritu hay siempre fortaleza. Por eso se valora.
A este respecto resultan muy interesantes las “Notas sobre la germanofilia en España” del Dr. Alfonso Álvarez Villar, en la Revista de Psicología General y Aplicada
, nº66-67, 1963, Madrid, pp.1147-1153., así como J.L. Aranguren, “Imagen española de Alemania”,
Humboldt , nº12, 1962.6
Entrevista personal, 15-2-2005. 7
Gabriel Cardona, Franco y sus generales: la manicura del tigre, Temas de Hoy, Madrid, 2001, p.117.
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Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: Antimaericanismo el cáncer incurable de los imbéciles
LA ARISTA AFILADA
España y el antiamericanismo
De acuerdo con las encuestas, España es el país más antiamericano de Europa. En consecuencia, la estrategia electoral de los socialistas españoles durante los recientes comicios al Parlamento Europeo se basó en tratar de demostrar que sus adversarios conservadores eran pronorteamericanos.
Ellos, en cambio, se presentaban como los campeones de un paneuropeísmo hostil a Washington, supuestamente encabezado por Francia y Alemania.
El origen de esta percepción negativa está en la intensa campaña desatada por la derecha española en el siglo XIX, cuando se identificaba a Estados Unidos como un país protestante, malvado heredero de la “pérfida Albión”, materialista, masón, inculto, dominado por los “salchicheros de Chicago” o por la “banca judía”.
A ese ridículo estereotipo, reforzado tras la guerra de 1898 y parcialmente vigente hasta hoy, a partir de la revolución bolchevique de 1917 se sumó la visión marxista, y comenzó a describirse a Estados Unidos como un desalmado conjunto imperial de empresas multinacionales dedicadas a la explotación de los países débiles y al saqueo de los trabajadores.
Una elocuente muestra de esa operación de pinzas antiamericana se dio en 1952, cuando dos talentosos cineastas españoles, Luis G. Berlanga y Juan Antonio Bardem, coescribieron y codirigieron una graciosa sátira contra Estados Unidos titulada “Bienvenido Mr. Marshall”, exhibida con mucho éxito en el Festival de Cannes de ese año ante los sorprendidos ojos de Edward G. Robison, jurado en el certamen.
Berlanga había sido un soldado voluntario en la División Azul que la España de Franco envió a pelear junto a los nazis y contra los soviéticos en el frente ruso, mientras Bardem era un joven comunista de la cuerda de Stalin. Tenían dos ideologías divergentes, pero se unían en el rechazo a Estados Unidos.
La nueva españa
En la película se criticaba que Estados Unidos no ayudara a la España de Franco, pero poco después la izquierda española censuraba al gobierno de Eisenhower que, por aquellas fechas, presionado por la Guerra Fría, ponía fin al bloqueo internacional impuesto a España tras la Segunda Guerra, le franqueaba el ingreso a Naciones Unidas —hasta entonces vedado— y establecía acuerdos con Madrid para crear bases militares de ocupación conjunta desde las que se defendía el Mediterráneo occidental.
La verdad es que, contrario a la opinión de la izquierda, el acercamiento entre los norteamericanos y el franquismo contribuyó decisivamente a la posterior democratización y desarrollo de España. Los militares españoles, vencedores de la Guerra Civil, mayoritariamente adscritos al fascismo, recibieron la influencia de los militares norteamericanos, formados en el culto por los valores democráticos, lo que se convirtió en un ensayo general para la posterior entrada de España en la OTAN.
Por otra parte, los economistas y funcionarios del franquismo, entonces sumergidos en los mitos fascistas del nacionalismo económico, la autarquía y la economía estatista y planificada, como ordenaba la ideología propia del socialismo de derecha, tuvieron acceso a la perspectiva norteamericana basada en el libre mercado y la apertura al exterior.
Finalmente, en 1959, de la mano de John David Lodge, embajador norteamericano en Madrid, España entró en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Banco Mundial, y, guiados por los expertos del FMI, abandonaron las viejas teorías fascistas e iniciaron una apertura económica capitalista a la que llamaron “Plan de Estabilización”, cambio que en poco tiempo provocó lo que casi enseguida comenzó a llamarse el “milagro español”.
Simultáneamente, las universidades norteamericanas instaladas en España les abrieron sus puertas a intelectuales antifranquistas expulsados o excluidos de sus cátedras, como los filósofos Julián Marías y José Luis Aranguren o el político socialista Enrique Tierno Galván.
Es injusto, pues, atribuirle a Estados Unidos un tipo de complicidad con el franquismo que supuestamente retardó el establecimiento de la democracia. Por el contrario, es muy probable que la vocación democrática del rey Juan Carlos, vital durante la transición, haya sido reforzada por su personal actitud muy pronorteamericana.
Y es seguro que, tras la muerte de Franco, cada vez que Washington tuvo la oportunidad de hacer sentir su peso lo hizo en la dirección de propiciar la incorporación de España a los mecanismos internacionales integrados por naciones democráticas, ya fuere la Unión Europea o la OTAN, dado que los diplomáticos norteamericanos vivían convencidos de que Ortega y Gasset tenía razón cuando afirmaba que “España era el problema y Europa la solución”.
Es un demagógico error de los socialistas insistir en el antiamericanismo como fórmula de atraer electores. De la misma manera que los políticos conservadores —al menos la cúpula dirigente— enterraron sus viejas fobias contra Washington, la izquierda democrática española debería reconocer que es absurdo continuar atacando a un aliado vital en todos los terrenos.
Es hora de que entiendan que vivimos en un espacio económico y cultural absolutamente interrelacionado, en el que a todos nos favorecen los éxitos del otro y nos perjudican sus fracasos. Deben comprender que ser antiamericano es también una forma de ser antiespañol, como ser antieuropeo es una tonta manera de ser antiamericano.
©FIRMAS PRESS 2004
España y el antiamericanismo
Carlos Alberto Montaner [b][/b]vertice@elsalvador.com |
Ellos, en cambio, se presentaban como los campeones de un paneuropeísmo hostil a Washington, supuestamente encabezado por Francia y Alemania.
El origen de esta percepción negativa está en la intensa campaña desatada por la derecha española en el siglo XIX, cuando se identificaba a Estados Unidos como un país protestante, malvado heredero de la “pérfida Albión”, materialista, masón, inculto, dominado por los “salchicheros de Chicago” o por la “banca judía”.
A ese ridículo estereotipo, reforzado tras la guerra de 1898 y parcialmente vigente hasta hoy, a partir de la revolución bolchevique de 1917 se sumó la visión marxista, y comenzó a describirse a Estados Unidos como un desalmado conjunto imperial de empresas multinacionales dedicadas a la explotación de los países débiles y al saqueo de los trabajadores.
Una elocuente muestra de esa operación de pinzas antiamericana se dio en 1952, cuando dos talentosos cineastas españoles, Luis G. Berlanga y Juan Antonio Bardem, coescribieron y codirigieron una graciosa sátira contra Estados Unidos titulada “Bienvenido Mr. Marshall”, exhibida con mucho éxito en el Festival de Cannes de ese año ante los sorprendidos ojos de Edward G. Robison, jurado en el certamen.
Berlanga había sido un soldado voluntario en la División Azul que la España de Franco envió a pelear junto a los nazis y contra los soviéticos en el frente ruso, mientras Bardem era un joven comunista de la cuerda de Stalin. Tenían dos ideologías divergentes, pero se unían en el rechazo a Estados Unidos.
La nueva españa
En la película se criticaba que Estados Unidos no ayudara a la España de Franco, pero poco después la izquierda española censuraba al gobierno de Eisenhower que, por aquellas fechas, presionado por la Guerra Fría, ponía fin al bloqueo internacional impuesto a España tras la Segunda Guerra, le franqueaba el ingreso a Naciones Unidas —hasta entonces vedado— y establecía acuerdos con Madrid para crear bases militares de ocupación conjunta desde las que se defendía el Mediterráneo occidental.
La verdad es que, contrario a la opinión de la izquierda, el acercamiento entre los norteamericanos y el franquismo contribuyó decisivamente a la posterior democratización y desarrollo de España. Los militares españoles, vencedores de la Guerra Civil, mayoritariamente adscritos al fascismo, recibieron la influencia de los militares norteamericanos, formados en el culto por los valores democráticos, lo que se convirtió en un ensayo general para la posterior entrada de España en la OTAN.
Por otra parte, los economistas y funcionarios del franquismo, entonces sumergidos en los mitos fascistas del nacionalismo económico, la autarquía y la economía estatista y planificada, como ordenaba la ideología propia del socialismo de derecha, tuvieron acceso a la perspectiva norteamericana basada en el libre mercado y la apertura al exterior.
Finalmente, en 1959, de la mano de John David Lodge, embajador norteamericano en Madrid, España entró en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Banco Mundial, y, guiados por los expertos del FMI, abandonaron las viejas teorías fascistas e iniciaron una apertura económica capitalista a la que llamaron “Plan de Estabilización”, cambio que en poco tiempo provocó lo que casi enseguida comenzó a llamarse el “milagro español”.
Simultáneamente, las universidades norteamericanas instaladas en España les abrieron sus puertas a intelectuales antifranquistas expulsados o excluidos de sus cátedras, como los filósofos Julián Marías y José Luis Aranguren o el político socialista Enrique Tierno Galván.
Es injusto, pues, atribuirle a Estados Unidos un tipo de complicidad con el franquismo que supuestamente retardó el establecimiento de la democracia. Por el contrario, es muy probable que la vocación democrática del rey Juan Carlos, vital durante la transición, haya sido reforzada por su personal actitud muy pronorteamericana.
Y es seguro que, tras la muerte de Franco, cada vez que Washington tuvo la oportunidad de hacer sentir su peso lo hizo en la dirección de propiciar la incorporación de España a los mecanismos internacionales integrados por naciones democráticas, ya fuere la Unión Europea o la OTAN, dado que los diplomáticos norteamericanos vivían convencidos de que Ortega y Gasset tenía razón cuando afirmaba que “España era el problema y Europa la solución”.
Es un demagógico error de los socialistas insistir en el antiamericanismo como fórmula de atraer electores. De la misma manera que los políticos conservadores —al menos la cúpula dirigente— enterraron sus viejas fobias contra Washington, la izquierda democrática española debería reconocer que es absurdo continuar atacando a un aliado vital en todos los terrenos.
Es hora de que entiendan que vivimos en un espacio económico y cultural absolutamente interrelacionado, en el que a todos nos favorecen los éxitos del otro y nos perjudican sus fracasos. Deben comprender que ser antiamericano es también una forma de ser antiespañol, como ser antieuropeo es una tonta manera de ser antiamericano.
©FIRMAS PRESS 2004
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: Antimaericanismo el cáncer incurable de los imbéciles
Interesante tema
Dejo aqui el link de wiki sobre el canal de Panama
http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_del_Canal_de_Panam%C3%A1
Dejo aqui el link de wiki sobre el canal de Panama
http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_del_Canal_de_Panam%C3%A1
_________________
Azali- Admin
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