Mitos del antimericanismo: La sanidad pública en EE UU
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Mitos del antimericanismo: La sanidad pública en EE UU
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Mitos del antimericanismo: La sanidad pública en EE UU
En más de alguna ocasión, uno escucha que en EE UU hay más de 46 millones de americanos sin seguro médico, que el gasto público en Sanidad es inexistente y que el sistema norteamericano está viciado por el sistema capitalista. A ello se suma ahora la última película de Michael Moore, presentada en Cannes. Se trata de Sicko, un alegato contra la sanidad pública de su país.
El último trabajo de Moore supone además una afrenta directa a un sistema de vida que dice que es incapaz de cuidar de sus ciudadanos “mientras Cuba exporta vacunas gratis a California para el cáncer”, afirma el cineasta.
En un giro surrealista y para demostrar la superioridad sanitaria de Cuba, Moore viaja con un grupo de enfermos a La Habana para ser sometidos a un tratamiento que no podían, según Moore, recibir en su país. En la capital, fueron tratados y medicados como si se hallaran en el más idílico de los paraísos.
La argumentación del director es corrosiva. Fueron allí porque “en Guantánamo la medicina es gratuita para los presos de Al Qaeda”. En Sicko hay también muchos guiños cómplices a Francia, “donde la educación y la sanidad son gratuitas”. En la película hay numerosas escenas rodadas en París, aunque también la sanidad pública británica merece los elogios del cineasta.
Indudablemente, nadie puede esperar de este documental que se vaya a decir la verdad sobre Cuba o la sanidad, ni que el cineasta admita que en la isla comunista se destinan actualmente 230 dólares por ciudadano en Sanidad, frente a los 6.102 dólares de EE UU, no fuere que se le rompiera su discurso antiamericano.
Por mucho que en Cuba exista sanidad pública, no creo que Michael Moore quisiera vivir en la isla y dedicarse a rodar películas exclusivamente al servicio de la dictadura.
Al mismo tiempo, cualquier español habrá leído en la prensa artículos como “Castigar la miseria” (El Periódico, 26-02-2006) donde se denunció que el presidente George W. Bush sólo recorta los subsidios a los norteamericanos más pobres.
Y es que la cuestión sanitaria es otro de los pilares del discurso antiamericano como lo es también la política medioambiental, la justicia, el Katrina, la educación, etc.
Muchas de esas percepciones, sin embargo, caen en la categoría de leyenda urbana. Por eso, la intención de este artículo es abrir el abanico de la realidad estadounidense para que contribuya a una formación más consistente de un posicionamiento antes que abocarse al sectarismo más rancio.
Si bien es cierto que el sistema norteamericano público de salud sufre de varios problemas, las causas son bien diferentes a los que españoles y resto de europeos creen.
Mucha gente sin seguro…
El sistema sanitario norteamericano es objeto de críticas por su falta de universalidad y la presencia de una gran cantidad de gente sin seguro. Se dice y se escucha que en el país hay 47 millones de personas sin seguro médico y que sólo existe sanidad pública para los pobres y mayores de 65 años. Sin embargo, guste o disguste, EE UU es el país del mundo que más gasta en salud. El año pasado se dedicaron a este capítulo 2,1 billones de dólares, el 16% del PIB, más del doble de lo que hacen otros países como España.
Pero si colocamos este problema en perspectiva, los ciudadanos sin seguro representan apenas el 15,6% de una población de 288 millones de habitantes. No tener seguro médico es muy distinto a no recibir asistencia sanitaria, ¿acaso alguien piensa que la gente sin seguro no recibe atención médica y se la deja morir en plena calle? Obviamente que no. Por ley, los hospitales deben garantizar la atención a toda la gente.
Más de dos tercios de americanos cuentan con seguro médico privado, la mayoría a través de sus empresas. El resto de personas sin seguro privado depende del sistema público, es decir del Medicare y Medicaid.
Además, no tener seguro suele ser una situación temporal. Alrededor de una cuarta parte de gente en dicha situación permanece así de forma transitoria, menos de un año, a causa de los cambios de trabajo o situaciones familiares.
Según la Oficina del Censo, “una gran cantidad de gente declarada sin seguro -cerca de 14 millones– puede elegir entre el Medicaid o los programas para menores pero no se aprovechan de ellos por desconocimiento”.
Frente a lo que tradicionalmente se dice, los “sin seguro” tienen garantizado por ley la sanidad gratuita de los hospitales públicos, ambulatorios de la comunidad y hospitales universitarios.
Lo que ocurre es que personas que tienen enfermedades graves se encuentran con aseguradoras que exigen primas muy elevadas, algo similar a lo que pasa en España con las miles de personas rechazadas por los seguros de automóviles: ¡¡100.000 personas no tienen seguro de automóvil !!
Tampoco nuestra realidad más inmediata supone una panacea si pensamos que el sistema sanitario público español ha ido recortando servicios en los últimos años como los tratamientos dentales y los problemas ópticos que han de ir por vía privada.
Al mismo tiempo si analizamos la evolución de la sanidad en EE UU, no ha sido hasta hace pocos años cuando los políticos allí han comenzado a hablar de la cobertura universal como un objetivo a conseguir, pues la voz de la calle recogida a través de las encuestas de opinión muestra que muchos ciudadanos se oponen a que el gobierno se haga cargo del sistema de salud porque por tradición los norteamericanos desconfían del Estado, de la Administración grande y prefieren la redistribución voluntaria a la que pueda vehiculizar el Estado. Y por supuesto, la oposición demócrata habla de seguro médico universal pero nunca sólo a cuenta del Estado.
En algunos estados sí que se ha dado respuesta a la falta de asegurados. Los gobernadores de Massachussets, Nueva York, Vermont y California -los dos últimos, republicanos- han comenzado a universalizar la sanidad en sus estados pero nunca sin llegar a cometer los errores de la medicina pública europea.
En EE UU, la sanidad es prestada por el mercado antes que por el Gobierno…
Otro gran mito presenta el sistema estadounidense como totalmente privado, o casi del todo. Sin embargo, mientras que la mayoría de los centros sanitarios son privados, el gasto público tiene un papel destacado.
De hecho, en EE UU el Gobierno paga más por la salud de sus ciudadanos que cualquier otro país del mundo, incluyendo los países de seguridad social universal. El sistema privado de sanidad equivale a una cuarta parte del gasto en España. Y en EE UU sólo representa el 37% del gasto sanitario total. Además de los norteamericanos, Canadá, Francia y Holanda gastan más de un 10% en seguros privados.
Esta es la fotografía que hay que mirar y conocer, el grado de compromiso de un gobierno con el sector sanitario público, señalando el porcentaje de la riqueza que se destina a este terreno y el gasto sanitario público por habitante.
Así, el gasto público en Sanidad por habitante en EE UU es de 2.727 dólares, casi el triple que hace catorce años y muy por encima de los 2.164 dólares británicos, los 2.475 dólares franceses o los 2.341 dólares alemanes. La media de la OCDE es de 1.844 dólares.
En este punto España sale malparada, ocupando el penúltimo lugar de la tabla de la UE anterior a la UE-25 y destinando del gasto público sanitario 1.484 dólares al año por habitante, sólo por delante de Grecia (1.141 dólares). Además, España gasta por cada habitante 579 euros menos que el promedio de la UE (ésta, 1.755).
El gasto público estadounidense en Sanidad en proporción al PIB (6,6%) es el noveno de la OCDE entre una treintena de países. Sin embargo, España vuelve a gastar poco en Sanidad y lo hace mal. España sólo destina el 5,4% de su PIB al gasto público sanitario.
Aunque el porcentaje del gasto público dentro de lo que en EE UU se destina a salud sea del 44,9% frente a la media del 72,6% de la OCDE, el gasto total es mucho mayor que en cualquier otro país con un 16% del PIB frente a la media del 8,6% en la OCDE.
Estas sumas elevadas son las que explican que los americanos tengan acceso a las últimas tecnologías médicas y de más calidad, los tratamientos más efectivos y las listas de espera más cortas del mundo.
De hecho, EE UU es líder mundial en innovación médica. En los últimos diez años, por ejemplo, una docena de Premios Nobel en Medicina han caído en manos de científicos nacidos en EE UU, otros tres han recaído en científicos extranjeros pero que trabajan en suelo americano y sólo siete han ido a investigadores de otros países.
De las seis innovaciones médicas más importantes de los últimos 25 años, según una encuesta efectuada entre médicos, cuatro de ellas nacieron en hospitales estadounidenses o de empresas norteamericanas.
En otros países
La diferencia entre EE UU y el resto de países radica en la gestión y en la distribución de los gastos que se orientan por caminos muy distintos a los nuestros.
EE UU carece de cobertura sanitaria universal pública, pero no es el único país del mundo, aunque sí al único que se le critica por ello. En Japón no hay tampoco seguridad social como en España. Allí se paga cada vez que se va al médico. Europa del Este, Asia y otras regiones en desarrollo tampoco disfrutan del sistema universal y, por supuesto, no soportan la consiguiente carga impositiva para financiarlo.
Además, la seguridad social para todos no es cosa de toda Europa. Valga el ejemplo de Suiza, cuyos ciudadanos rechazaron este año en referéndum y por algo más del 70% de los votos la creación de un sistema de seguridad social nacional, tal como proponían los partidos de izquierda, y se decantaron por mantener la situación actual de seguros médicos privados. ¿Alguien pone en duda la justicia social en el país centroeuropeo?
En Alemania no ha sido hasta la puesta en marcha del proyecto de reforma de Seguridad Social cuando se ha impuesto el seguro médico obligatorio para todos los residentes, incluidos los trabajadores autónomos con altos ingresos que hasta ahora podían optar por no asegurarse.
Si nos vamos al otro lado del Atlántico, en México, el 60% de su población, es decir, unos 60 millones de personas no cuentan con atención médica proporcionada por la seguridad social ¿Alguien denuncia a México?
Y si lo que queremos hacer es criticar a potencias mundiales, por qué no se escuchan críticas contra el sistema sanitario de China, la futura primera potencia económica mundial y fuente de nostalgia para los amantes del comunismo.
Allí, el comunismo gobierna en dictadura, pero pese al mito de relacionar izquierda con servicios públicos, dos tercios de chinos o lo que es lo mismo ¡¡800 millones de campesinos!!, no tienen ningún seguro médico y no puede acceder al médico debido al coste. Para quien no lo sepa, la inmensa mayoría de los ciudadanos chinos carece de cobertura sanitaria porque sencillamente la medicina es de pago, sea pública o privada.
Ese es el caso de Jin Guilian, un campesino enfermo del corazón que tuvo que abandonar el hospital por falta de dinero con el que pagar su estancia. Para costear su operación cardíaca debía abonar 10.000 dólares cuando estaba ganando cinco euros diarios. Esa es la realidad de la sanidad china, pero aquí la obstinación con EE UU ciega cualquier otro análisis.
Servicios que antes eran gratuitos en China se pagan ahora a través de seguros sanitarios, pero el 80% de la población rural, como Jin Guilian, no están asegurados. ¿El resultado? Entre 1989 y 2002, el coste para las familias de la atención sanitaria se ha multiplicado por 40. Quedan claros los devastadores impactos para las personas con menos recursos.
Camas hospitalarias
Se le critica también con injusticia a EE UU por tener menos enfermeras, médicos y camas que en la media de la OCDE pero cabe recordar que esta reducción coincide con la reducción media de ingreso en los hospitales y la práctica cada vez más habitual de la cirugía ambulatoria que no requiere ingresos debido a los avances técnicos.
Hay países europeos, como Dinamarca o Noruega, que han logrado que la cirugía ambulatoria asuma el 60 por ciento de las intervenciones quirúrgicas, pero en Estados Unidos, el 90 por ciento de las operaciones de este tipo no requieren ingreso hospitalario. EE UU invierte mucho más en prevención, mientras que Europa se centra en el tratamiento. Comparado con Europa, el sistema de salud americano implica más pruebas, más procedimientos y más visitas a los especialistas. El paciente recibe más comodidades y se le transmite la sensación de que se le ha practicado todos los chequeos posibles.
La Seguridad Social no sale gratis
La sanidad para todos implica además un importante coste económico para el bolsillo de todos los ciudadanos. En EE UU no tienen seguridad social, pero sus ciudadanos no están obligados a soportar el 41% de cargas fiscales que hay en Europa. Aquí se pagan más impuestos y si además uno quiere seguro médico privado, se lo paga aparte.
Los belgas 54,2% son los ciudadanos de la UE que mayor presión fiscal soportan, los alemanes con el 50,7%, los segundos, y los españoles soportamos el 38%. En EE UU la presión fiscal sólo es del 29%, la cifra más baja de hace trece años, doce puntos menos que la media europea y cantidad que en manos de los ciudadanos puede dar mucho más de sí antes que en poder del Estado.
Otros países con baja presión fiscal y, por supuesto, sin seguridad social son Japón (26,6%) y Corea (16,6%).
En EE UU se pagan menos impuestos y aunque no se tenga una seguridad social gratuita, se tienen mejores universidades, mejores carreteras, mejores hospitales, mejores ciudades y una mayor calidad de vida, en definitiva.
Otra muestra de que ni los sistemas español y europeo son salen tan baratos como se pretende pintar es que el sistema público sanitario español arrastra un déficit de unos 7.000 millones de euros y podría entrar en quiebra en un plazo de cinco años si no se acomete la reforma pendiente en la seguridad social.
La idea de introducir el copago en los servicios cuenta con muchos adeptos. Sin ir más lejos, Alemania ha introducido recientemente un copago de diez euros en las visitas a especialistas que cubre la atención durante tres meses.
En el Reino Unido, el Servicio Nacional de Salud no es de acceso libre. No todos los servicios que proporciona el NHS son gratuitos. A no ser que estén exentos, los pacientes pagan los costes (subvencionados) de los medicamentos, revisiones de la vista, gafas y tratamiento dental. Hoy día, es una organización con graves problemas estructurales; las listas de espera, incluso para operaciones urgentes, continúan creciendo y los tratamientos hospitalarios se han deteriorado. Muchos británicos con dinero se costean seguros médicos privados y cada vez hay más empresas que dan cobertura privada a sus empleados.
En la sanidad privada te atienden enseguida, puedes elegir medico, no tienes lista de espera y es menos costosa. No debe ir muy bien la sanidad pública española cuando un 24% de españoles tiene contratado seguros médicos privados, lo que implica una duplicidad de costes y duplicidad de seguros. En España, curiosamente sólo se le deja elegir entre sanidad pública o seguro privado a los funcionarios, mientras que la gran mayoría de trabajadores está obligado a pagar la Seguridad Social. El porcentaje de personas con un seguro privado ya alcanza el 35% en ciudades como Madrid y Barcelona.
Los más de nueve millones de españoles con seguro de salud privado buscan huir de la lentitud en las consultas, acceso directo al especialista, sistemas médicos de última tecnología y habitaciones individuales.
Según diferentes encuestas realizadas en España, como el estudio sobre la confianza en el Sistema Nacional de Salud, los ciudadanos creen que “se debe hacer un esfuerzo mayor para disminuir las listas de espera y mejorar el acceso a las tecnologías de última generación”. De hecho, las listas de espera siguen siendo la principal preocupación de los españoles en un sistema público saturado y con recursos económicos muy limitados.
La visión de la calle
El 31,3 por ciento de la población española considera que el sistema sanitario español necesita “cambios fundamentales” e incluso que debe “rehacerse completamente”, frente a un 67,8 por ciento que cree que la sanidad funciona bien o bastante bien, si bien la mayoría entiende que son necesarios “algunos cambios”, según los resultados del último Barómetro Sanitario del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), hecho público en 2005.
Según la última Memoria del Consejo Económico y Social (CES), en sólo tres años la proporción de españoles que elegiría un centro público ha descendido en casi siete puntos, desde el 65 por ciento al 58,7 por ciento.
En el caso de las consultas externas, la situación también ha empeorado y si hace tres años la mayoría de los españoles (el 53 por ciento) prefería la sanidad pública, los últimos datos reflejan un “claro equilibrio” entre las dos opciones (el 46 por ciento para cada una y el 8 por ciento restante no tiene preferencias).
Los peores resultados del barómetro los obtienen dos opciones “tradicionalmente bien valoradas”: la hospitalización y las urgencias. Así, en 2003, el 69 por ciento de los encuestados hubiera preferido ser hospitalizado en un centro público mientras que, en 2006, el porcentaje era 10 puntos menos. Además, en ese mismo período, la preferencia por la atención privada hospitalaria mejoró 9 puntos entre los encuestados.
En cuanto a las urgencias, el CES sostiene que seis de cada diez ciudadanos sigue prefiriendo los servicios públicos, pero en los últimos tres años este indicador “ha sufrido un importante deterioro” de diez puntos.
Entre los aspectos más criticados por los ciudadanos se encuentran los horarios de atención de la atención primaria y los tiempos de demora de los hospitales en los ingresos no urgentes, un aspecto que “sigue siendo un foco de insatisfacción ciudadana”. El capítulo de las listas de espera concita, sin embargo, “opiniones poco favorables”, ya que menos del 25 por ciento de los encuestados cree que han mejorado en los últimos años.
En definitiva, tras la información expuesta puede concluirse que gran parte de la crítica a la sanidad pública norteamericana realizada desde Europa es una mera excusa interesada para aflorar nuevamente el discurso antiamericano y negar las evidencias.
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