Un artículo bobo, pero me llamó la atención.
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Un artículo bobo, pero me llamó la atención.
Yo que solo leo revistas serias (y en inglés) he encontrado la piedra filosofal para desenmascarar a media humanidad: la revista Time me revela cómo pillar a un mentiroso por sus mensajes en tiempo real. Imagínate que estás en medio de una conversación animada y fluida, con un ritmo normal y, de repente, se detiene. La otra parte cambia el ritmo y hace una pausa antes de responder. Da igual lo que diga después: no te lo creas.
Es cierto que puede haber sido aplastado por un meteorito, pero lo más probable es que esté elaborando una respuesta que no se ajusta del todo a la verdad. Que no lo digo yo, que creo ciegamente en la condición humana, lo dicen unos experimentados académicos de la Brigham Young University: cuando las personas están mintiendo necesitan un 10% más de tiempo para escribir sus mensajes. Ahí lo dejo.
Algo parecido pienso del uso del emoticono del guiño. Lo detesto. Si alguien me envía un mensaje y después un guiño, me da urticaria. Creo que se está cubriendo las espaldas por si ha dicho algo fuera de lugar, y en vez de pedir disculpas envía un ojito cobarde.
Todo lo que nos habían enseñado sobre cómo pillar a un mentiroso por la comunicación no verbal ya no nos sirve de nada. Aquello de no fiarse de quien no te mira a los ojos o del que se toca la nariz es a día de hoy inútil, ya que estamos parapetados tras la pantalla. Y otro estudio de una Universidad de EE.UU. (ya os digo que leo mucho en inglés) dice que la gente es más propensa a mentir cuando manda mensajes a un chat que cuando tiene una conversación cara a cara o una videoconferencia. ¡Menudo descubrimiento!
Mientras escribo esto espero que un sujeto conteste a una pregunta: “¿Qué haces hoy para cenar?”. Una cuestión fácil de responder, pero aquí estoy, esperando que termine de escribir un tomo de la Enciclopedia Británica. Y como me he leído este estudio, ya sé que diga lo que diga todo será mentira.
Estos expertos también afirman que las conversaciones digitales son muy fáciles de manipular, que la gente se edita y corrige a sí misma. Y que mienten más que hablan. Bueno, yo hago lo mismo. Es una cuestión de supervivencia: en la jungla del ligue digital sobrevive el que mejor y más rápido se adapta. Así que le he enviado al susodicho una sonrisita mientras él continúa redactando su Tratado Medieval, cuando lo que me gustaría es enviarle la caca con ojos.
Lo que dicen los investigadores es que para detectar a un mentiroso no hay que estudiar los mensajes, sino patrones como el tiempo que transcurre entre la pregunta y la contestación. Estos parámetros objetivos permitirán detectar la decepción en tiempo real. La que produces en otra persona y la que el otro te provoca a ti.
Aquí tenemos la respuesta. Han pasado 18 minutos desde mi pregunta. Esto ya huele. Pues resulta que le apetece pero... También he leído en una publicación seria que todo lo que va antes del pero no importa nada. Así que me salto mentalmente la primera parte. Continuamos. El mensaje sigue con una sarta de nombres de sus amigos que están de paso por Madrid con los que tiene una cena de compromiso que no le apetece pero que bla, bla, bla... El mentirómetro estalla. Y respondo con otra sonrisa y un corazón. El mentirómetro se estremece y estalla por segunda vez.
Leer más: ¡Contesta ya, mentiroso! -- Mujerhoy.com -- http://www.mujerhoy.com/psico-sexo/pareja/contesta-mentiroso-746456102013.html#VzW1MRIqi7CkOKGj
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Es cierto que puede haber sido aplastado por un meteorito, pero lo más probable es que esté elaborando una respuesta que no se ajusta del todo a la verdad. Que no lo digo yo, que creo ciegamente en la condición humana, lo dicen unos experimentados académicos de la Brigham Young University: cuando las personas están mintiendo necesitan un 10% más de tiempo para escribir sus mensajes. Ahí lo dejo.
Algo parecido pienso del uso del emoticono del guiño. Lo detesto. Si alguien me envía un mensaje y después un guiño, me da urticaria. Creo que se está cubriendo las espaldas por si ha dicho algo fuera de lugar, y en vez de pedir disculpas envía un ojito cobarde.
Todo lo que nos habían enseñado sobre cómo pillar a un mentiroso por la comunicación no verbal ya no nos sirve de nada. Aquello de no fiarse de quien no te mira a los ojos o del que se toca la nariz es a día de hoy inútil, ya que estamos parapetados tras la pantalla. Y otro estudio de una Universidad de EE.UU. (ya os digo que leo mucho en inglés) dice que la gente es más propensa a mentir cuando manda mensajes a un chat que cuando tiene una conversación cara a cara o una videoconferencia. ¡Menudo descubrimiento!
Mientras escribo esto espero que un sujeto conteste a una pregunta: “¿Qué haces hoy para cenar?”. Una cuestión fácil de responder, pero aquí estoy, esperando que termine de escribir un tomo de la Enciclopedia Británica. Y como me he leído este estudio, ya sé que diga lo que diga todo será mentira.
Estos expertos también afirman que las conversaciones digitales son muy fáciles de manipular, que la gente se edita y corrige a sí misma. Y que mienten más que hablan. Bueno, yo hago lo mismo. Es una cuestión de supervivencia: en la jungla del ligue digital sobrevive el que mejor y más rápido se adapta. Así que le he enviado al susodicho una sonrisita mientras él continúa redactando su Tratado Medieval, cuando lo que me gustaría es enviarle la caca con ojos.
Lo que dicen los investigadores es que para detectar a un mentiroso no hay que estudiar los mensajes, sino patrones como el tiempo que transcurre entre la pregunta y la contestación. Estos parámetros objetivos permitirán detectar la decepción en tiempo real. La que produces en otra persona y la que el otro te provoca a ti.
Aquí tenemos la respuesta. Han pasado 18 minutos desde mi pregunta. Esto ya huele. Pues resulta que le apetece pero... También he leído en una publicación seria que todo lo que va antes del pero no importa nada. Así que me salto mentalmente la primera parte. Continuamos. El mensaje sigue con una sarta de nombres de sus amigos que están de paso por Madrid con los que tiene una cena de compromiso que no le apetece pero que bla, bla, bla... El mentirómetro estalla. Y respondo con otra sonrisa y un corazón. El mentirómetro se estremece y estalla por segunda vez.
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