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Las raíces judeofóbicas del pensador socialista --- LA IDENTIDAD “JUDIA” DE KARL MARX

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Mensaje por comocomo Mar Jul 07, 2009 8:45 pm

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Última edición por comocomo el Mar Jul 07, 2009 9:26 pm, editado 2 veces

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Mensaje por Azali Mar Jul 07, 2009 9:09 pm

Primera Parte)

La judeofobia propiciada desde los movimientos de izquierda (incluso los integrantes de origen judío), en Europa aunque no solo en ella, hace necesaria una nueva lectura de algunos textos de Karl Marx. Sus aportes, importantes para la clase trabajadora además de reveladores acerca de los mecanismos del capitalismo, son decididamente ofensivos para con el pueblo judío.

En “El pueblo judío en la historia” (1843), tras reflexiones supuestamente filosóficas, el rechazo de Marx a su origen, su antijudaísmo, retorna de una manera tal que no hay alternativas de supervivencia para el que nació judío y también para el que decida serlo.

Marx plantea que “el fundamento secular del judaísmo es la necesidad práctica, el interés egoísta. El culto practicado por el judío es la usura y su Dios, el dinero”. Y afirma que la “emancipación de la usura y del dinero, es decir, del judaísmo práctico, es la autoemancipación de nuestra época”.

A raíz del tribunal de La Haya sobre la construcción del muro que separa a palestinos de israelíes, en algunas cartas de lectores de la BBC, se observa la coincidencia con esta idea, fundada en la ignorancia. Un señor de Buenos Aires (firma como Norberto) sostiene que “Israel ha logrado en EEUU lo que trató de hacer en Alemania a mediados del siglo XIX. Con otra bandera, los judíos ejercen la presión económica, política y militar. Son como un virus que se instala en un organismo y explota todos los recursos a su favor. Por eso los judíos nunca se integrarán verdaderamente al mundo, nunca reconocerán un tribunal internacional y por supuesto seguirán hablando y haciendo películas de antisemitismo”.

Este señor y otros que piensan como él, ignoran que en el mundo hay alrededor de 13 millones de judíos, 1800 millones de cristianos y 1300 millones de musulmanes y, que pese a esa insignificante cifra, los judíos siguen aportando a la humanidad Premios Nobeles de literatura, medicina, física, química, etc que tanto han contribuido a un mejor estar de la humanidad. Ignora también ese lector que gracias al Dr. Salk y, más tarde al Dr. Sabin, investigadores de origen judío y que nunca renegaron de su origen, la poliomielitis fue derrotada por la vacuna por él descubierta.

Si para Marx, la emancipación de la humanidad será posible sólo con la disolución del judaísmo, el exterminio de los judíos es la consecuencia pues, al ser un virus, no puede haber otra meta que la de eliminarlos. Tanto Marx, como ese lector, coinciden con lo postulado por Hitler: el exterminio como la solución final al problema judío. Esto no deja de ser una paradoja pues, como los primeros cristianos, la mayoría de los primeros adeptos y líderes marxistas, fueron judíos. Eduard Bernstein, Rosa Luxemburgo, Otto Bauer, León Bronstein (Trotsky), Yuri Martov, Georg Luckas, entre otros.

Karl Marx nació en la ciudad renana de Tréveris, el 5 de mayo de 1818 y fue bautizado en la religión luterana recién en 1824, a los seis años de edad cuando ya estaba en edad escolar. Su padre Hirshel, luego Heinrich Marx, se convirtió al protestantismo en 1817. La madre, Henriette Presborck, en 1825. Como para la ley hebrea, es judío el hijo de madre judía, Karl Marx no sólo nació judío sino que lo fue, de acuerdo al derecho judaico, durante los primeros seis años de su vida. Además, aunque no hayan evidencias al respecto, es posible que Karl Marx hubiera sido circuncidado.

Como los hechos que contribuyen al armado de “la novela familiar” de cada sujeto, tienen importancia en el desarrollo posterior de la personalidad, considero que la ruptura de su núcleo familiar primario con el resto de la familia ampliada, no debió haber sido total, teniendo en cuenta que la conversión de Hirschel Marx fue debida a razones puramente pragmáticas (Marx insiste en el judío práctico) para conservar su puesto en el foro pues en la Treveris de aquellos días, los abogados que no fueran cristianos, no podían ejercer la profesión.

Pese a que Hirschel Marx no fuera un judío observante, envió apelaciones a Berlín apoyadas por prestigiosos juristas cristianos, tratando de obtener una dispensa especial para permanecer judío.

En una ciudad predominantemente católica, con un padre protestante y una madre que no podía asistir a la sinagoga donde oficiaba su tío paterno, la propia identidad, la ambigüedad religiosa (¿judío o cristiano?), puede haber influido en el rechazo de Marx hacia su pueblo de origen, de cuyo credo llegó a decir que le "repugnaba". El judaísmo le "pesaba como un mal sueño" y proyecta su aversión, a todo lo judío y a todos los judíos, señalándolos como los culpables de las adversidades del mundo moderno. A su vez, la confesión elegida, el luteranismo, se oponía abiertamente a la religión judía pues, mientras que para la religión judía el hombre es la máxima creación divina, Lutero dice a sus fieles seguidores en uno de sus sermones: "Ustedes son el desecho que cae al mundo por el ano del Diablo".

Freud explicó que el antisemitismo era un desplazamiento sobre los judíos de un odio al cristianismo: "Los pueblos que hoy en día se entregan al antisemitismo sólo tardíamente se han vuelto cristianos, y a menudo fueron obligados a ello mediante una coacción sangrienta. Se podría decir que todos están «mal bautizados»; bajo una tenue capa de cristianismo, siguen siendo lo que eran sus antepasados, con su pasión por un politeísmo bárbaro. No han superado su aversión a la nueva religión, sino que la han desplazado sobre la fuente de la que les ha llegado el cristianismo... Su antisemitismo es en el fondo anticristianismo, y no es sorprendente que, en la revolución nacionalsocialista alemana, esta relación íntima de las dos religiones monoteístas encuentre una expresión tan clara en el tratamiento hostil del que una y otra son objeto."

Marx tiene 25 años cuando escribe "El pueblo judío en la historia”. En este texto, debate con su ex maestro Bruno Bauer quien en el ensayo teológico titulado "La cuestión judía", niega a los judíos sus derechos de emancipación cívica en un Estado cristiano. Marx critica el enfoque exclusivamente religioso de Bauer planteando que no se trata de analizar al "judío sabático", sino al "de todos los días", al judío de la "necesidad práctica".

Marx identifica al judaísmo con el dinero y al pueblo judío con la burguesía a la que exige destruir para "autoemancipación de nuestra época". Sin ninguna demostración lógica establece el aserto dogmático del cual ha derivado esta terrible ecuación: judaísmo = dinero = egoísmo = burguesía. La burguesía debe ser suprimida, ergo hay que suprimir al judaísmo.

Años más tarde, en la sección segunda de “El Capital”, Capítulo IV, “La transformación del dinero en capital”, Marx hace el siguiente comentario: “El capitalista sabe que todas las mercancías, por zaparrastrosas que parezcan o mal que huelan, en la fe y la verdad son dinero, judíos interiormente circuncidados, y por añadidura medios prodigiosos para hacer del dinero más dinero”.

Al sostener la existencia de una esencia judía incambiable y maligna, Marx induce a la eliminación de los hombres concretos que son portadores del judaísmo; o, en el mejor de los casos, a la erradicación del judaísmo en ellos.

S. Freud, en “El malestar en la cultura”, escribe: “¿Acaso Dios no nos creó a imagen de su propia perfección? Pues por eso nadie quiere que se le recuerde cuán difícil resulta conciliar la existencia del mal -innegable, pese a todas las protestas de la Christian Science- con la omnipotencia y la soberana bondad de Dios. El Diablo aun sería el mejor subterfugio para disculpar a Dios, pues desempeñaría la misma función económica de descarga que el judío cumple en el mundo de los ideales arios”. En este párrafo textual de Freud podría cambiarse la figura del “judío en el mundo de los ideales arios” por la del judío en el mundo de los ideales de Marx.


Susana Grimberg: La autora de esta nota es psicóloga y escritora .Es autora de varios libros y ha publicado ensayos en diversas revistas de actualidad.

http://www.delacole.com/cgi-perl/medios/vernota.cgi?medio=comunidades&numero=375&nota=375-15
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Mensaje por Azali Mar Jul 07, 2009 9:12 pm

Revista DEBATE, número 76 del 27 agosto 2004 www.revistadebate.com.ar
SOCIEDAD
EL ANTIJUDAISMO DEL AUTOR DE “El CAPITAL”

KARL MARX Y LA SOLUCIÓN FINAL

Por Susana Grimberg (*)

En estos tiempos, en que la judeofobia se extiende en y desde los movimientos de izquierda, es necesario, para una mejor comprensión de este fenómeno, partir del discurso de Karl Marx. Sus aportes, de suma importancia para la clase trabajadora y reveladores con respecto a los mecanismos del capitalismo, son decididamente ofensivos para con los judíos.
Los pueblos, marcados por el fracaso y escasos momentos de felicidad, sobrellevan el malestar uniéndose en procura de algún ideal. Sin embargo, la historia nos demuestra que cuando el ideal es el bien, el puro bien, ya sea en nombre de la fe o de alguna propuesta política, el rechazo hacia el que piensa de otra manera suscita el deseo de apartarlo o de combatirlo hasta eliminarlo. Y esto sucede así tan sólo porque pone en duda la legitimidad de esa idea o la veracidad de la fe.
De un modo poco sutil, en El pueblo judío en la historia (1843), escrito al que nunca renunció, Karl Marx da cuenta del rechazo a su origen, al propio nombre, al padre. Detrás de reflexiones supuestamente filosóficas, este rechazo retorna de tal manera que no hay alternativas de supervivencia para el que nació judío y también para el que decida serlo.
En este texto, Marx plantea que el “fundamento secular del judaísmo” es “la necesidad práctica, el interés egoísta”. “El culto practicado por el judío es la usura y su Dios, el dinero”. Y propone que la emancipación de la usura y del dinero, es decir, del judaísmo práctico, es la “autoemancipación de nuestra época”.
Hace unos meses, algunas cartas de lectores de la BBC, a propósito del tribunal de La Haya que arbitra sobre la construcción del muro que separa a palestinos de israelíes, coinciden con la misma idea delirante, fundada en la ignorancia. Vale como ejemplo el de un señor de Buenos Aires (firma como Norberto), el cual sostiene que “Israel ha logrado en EEUU lo que trató de hacer en Alemania a mediados del siglo XIX. Con otra bandera, los judíos ejercen la presión económica, política y militar. Son como un virus que se instala en un organismo y explota todos los recursos a su favor. Por eso los judíos nunca se integrarán verdaderamente al mundo, nunca reconocerán un tribunal internacional y, por supuesto, seguirán hablando y haciendo películas de antisemitismo”.
Este señor, y los que con él coinciden, parecen no saber que en el mundo hay alrededor de 13 millones de judíos (1.800 millones de cristianos y 1.300 millones de musulmanes) y, que pese a ser una cantidad sustancialmente menor, los judíos siguen aportando a la humanidad Premios Nobeles de literatura, medicina, física, química, etc., que tanto han contribuido a un mejor estar de la humanidad.
Aquellos que, como Marx, ven al judío como devoto del Dios dinero, olvidan o intencionalmente omiten, que un importante número de judíos contribuyen y han contribuido al bienestar de los mismos que sueñan con su aniquilación. He escrito su aniquilación. ¿Por qué? Porque el mismo su implica al que lo dice y no sólo a quienes condena. El nazismo lo demostró contundentemente: se empieza eliminando a los judíos y se continúa con todo aquel que se diferencie ya sea por el color de la piel, por las ideas o por la religión.
Judíos y virus
Por otra parte, si los judíos son un virus, y para Marx la emancipación de la humanidad será posible sólo con la emancipación de los judíos de su judaísmo, en caso de que no lo hagan, sólo resta la eliminación. Marx y ese lector de la BBC coinciden con lo que Hitler postulaba: el exterminio como la solución final al problema judío.
Es interesante destacar que, como los primeros cristianos, la mayoría de los primeros adeptos y líderes marxistas, fueron judíos: Eduard Bernstein, Rosa Luxemburgo, Otto Bauer, León Bronstein (Trotsky), Yuri Martov, Georg Lúckas, entre otros. Y Marx provino de una estirpe tan hebrea como Jesús de Nazaret.
Karl Marx nació en la ciudad renana de Tréveris, el 5 de mayo de 1818. Pero fue bautizado en la religión luterana recién en 1824, a los seis años de edad. Su padre Hirshel, luego Heinrich Marx, se convierte al protestantismo en 1817. La madre, Henriette Presborck, resistió la conversión hasta 1825. Considerando la ley hebrea, de que es judío el hijo de madre judía, Karl Marx no sólo nació judío sino que lo fue, de acuerdo con el derecho judaico, durante los primeros seis años de su vida. Además, aunque no existan hasta ahora evidencias al respecto, está la posibilidad de que Karl Marx hubiera sido circuncidado.
Es de mi interés, subrayar la importancia que tienen los hechos que contribuyen al armado de “la novela familiar” de cada sujeto en el desarrollo posterior de la personalidad. Por ello, considero que la ruptura de su núcleo familiar primario con el resto de la familia ampliada -por ambas partes- no debió haber sido total, teniendo en cuenta que la conversión de Hirschel Marx fue debida a razones puramente pragmáticas (Marx insiste en el judío práctico) para conservar su puesto en el foro. En la Tréveris de aquellos días, no se aceptaban abogados que no fuesen de confesión cristiana.
Aunque Hirschel Marx no fuera ya un judío observante cuando nació su primera hija Sophie (1816), guardaba sin duda sentimientos de respeto y orgullo por sus antepasados, evidenciados en las apelaciones que envió a Berlín antes de su conversión, apoyadas por prestigiosos juristas cristianos, tratando de obtener una dispensa especial para permanecer judío.
Por otra parte, si bien el padre de Karl Marx era un judío “ilustrado” (posiblemente influenciado en su juventud por la Haskalá o iluminismo hebreo), lector devoto de Voltaire, Leibnitz, Kant, y tal vez escéptico frente a toda religión desde el punto de vista institucional, su conversión al luteranismo no ha de haberle resultado fácil ni satisfactoria. No sólo por la ruptura de los lazos con la comunidad judía, sino también, por el distanciamiento de sus familiares más cercanos -su hermano rabino y su madre viuda de un rabino- a los que su apostasía no les debe de haber sido indiferente.
Un mal sueño
La conversión de Henriette Presborck fue ocho años posterior a la de su marido y posterior a la de todos sus hijos. En una ciudad predominantemente católica, con un padre protestante que no creía en su Iglesia y una madre judía que difícilmente pudiera asistir a la sinagoga donde oficiaba su tío paterno, la propia identidad, la ambigüedad religiosa (¿judío o cristiano?), puede haber influido en la aversión de Marx hacia su pueblo de origen, de cuyo credo llegó a decir que le “repugnaba”.
El judaísmo le “pesaba como un mal sueño”. Le era imperdonable el hecho de haber nacido en el seno de una familia judía y proyecta su aversión a todo lo judío y a todos los judíos, señalándolos como los culpables de las adversidades del mundo moderno.
Cuando escribe El pueblo judío en la historia, Marx tenía 25 años y debate con su ex maestro Bruno Bauer quien había publicado un ensayo teológico titulado La cuestión judía, donde negaba a los judíos sus derechos de emancipación cívica en un Estado cristiano. Marx critica el enfoque exclusivamente religioso de Bauer, planteando que no se trata de analizar al “judío sabático”, sino al “de todos los días”, al judío de la “necesidad práctica”.
Marx identifica al judaísmo con el dinero y al pueblo judío con la burguesía, a la que exige destruir para “autoemancipación de nuestra época”. Sin ninguna demostración lógica, referencia histórica o análisis sociológico, establece el aserto dogmático del cual ha derivado esta terrible ecuación: Judaísmo = dinero = egoísmo = burguesía. La burguesía debe ser suprimida, ergo hay que suprimir al judaísmo.
Años más tarde, en la sección segunda de El Capital, Capítulo IV, “La transformación del dinero en capital”, Marx hace un comentario llamativo: “El capitalista sabe que todas las mercancías, por zaparrastrosas que parezcan o mal que huelan, en la fe y la verdad son dinero, judíos interiormente circuncidados, y por añadidura medios prodigiosos para hacer del dinero más dinero”.
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Mensaje por Azali Mar Jul 07, 2009 9:12 pm

Freud y Marx
Sigmund Freud, en El malestar en la cultura, dice: “Acaso ¿Dios no nos creó a imagen de su propia perfección? Pues por eso nadie quiere que se le recuerde cuán difícil resulta conciliar la existencia del mal -innegable, pese a todas las protestas de la Christian Science-, con la omnipotencia y la soberana bondad de Dios. El Diablo aun sería el mejor subterfugio para disculpar a Dios, pues desempeñaría la misma función económica de descarga que el judío cumple en el mundo de los ideales arios”. En este párrafo textual de Freud, podría cambiarse la figura del “judío en el mundo de los ideales arios” por la del judío en el mundo de los ideales de Marx.
Marx desconoce la paupérrima y numerosa judería del Imperio Zarista. Su abrumadora mayoría estaba compuesta por desocupados y artesanos en proceso de proletarización (no por burgueses) y su movimiento sindical, casi 30 años más joven que el propiamente ruso, comienza en 1864, con el gremio de los obreros textiles judíos en Mohilev.
Además, Marx parece ignorar la situación de opresión social, política y, a menudo, económica de los judíos de Alemania y Francia, la existencia de una considerable miseria entre los judíos franceses, la privación de los derechos y libertades cívicas en Prusia y en otros lugares, y el hecho de que el sector más poderoso de la burguesía europea no era judío. La hipótesis de que todos los judíos eran comerciantes contrastaba con la existencia de numerosos contingentes de proletarios y artesanos (sin hablar de los “luftmenschen” o sin ocupación fija; literalmente: “los que viven del aire”, que eran legión). El porcentaje de judíos dedicados al pequeño comercio se debía a razones históricas y no a una presunta naturaleza judía.
El año siguiente a la publicación de Zur Judenfrage (La cuestión judía), en los Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844, Marx abandona el concepto de dinero por el de capital y traslada la imagen negativa del judío al capitalista, sin modificar la apreciación sobre el judaísmo. Su discurso ha nutrido de antijudaísmo sobre todo a la izquierda. De antijudaísmo y de la ignorancia más absoluta a un punto tal que sus palabras han ido repitiéndose sin ninguna profundización. Como lo aseverara Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler, una mentira repetida con insistencia se transformará en una verdad.
Hoy, el antijudaísmo ligado al catolicismo fundamentalista está en retroceso. La tradición judeofóbica de la izquierda europea, desde el estalinismo a la extrema izquierda, remite al antijudaísmo que estaba ya en Marx y en la I Internacional. Los hombres de izquierda, al configurar un mundo de estereotipos muy monolíticos, no hacen sino cumplir con la palabra de Marx, aun sin haberlo leído.
Aunque no haya un clima antijudío en la calle, sí lo hay de una manera difusa en la izquierda y en los medios de comunicación. Es notable cómo se disimula el hecho de la nueva judeofobia y nada se escribe acerca de lo que ocurre en los países árabes, donde la figura de Hitler y de su eficacia es exaltada a diario. Esta información no llega a la gente, no porque lo oculten los árabes ya sean terroristas, fanáticos o moderados, sino porque la censura occidental, tan eficaz como la de los países totalitarios, suprime todo lo concerniente al pronazismo antijudío de los países árabes.
Sería ilusorio pretender que la prensa denuncie, aunque sólo fuera un 10 por ciento, lo que los medios árabes dicen sobre Hitler y la solución final. En tal caso, muchos propalestinos, proárabes y tercermundistas, quedarían al descubierto; quizá sólo unos pocos tendrían problemas de conciencia, pues la mayoría vería reflejado su antijudaísmo, del cual Marx, Bakunin y muchos otros, fueron ilustres ejemplos. La judeofobia se expresa hoy libremente en nombre del antisionismo progresista por el que matarían a los judíos tan sólo por ser judíos.
Religión y marxismo
Sigmund Freud subrayó la semejanza existente entre la religión y la doctrina marxista pues, esta última, para sostener con exclusividad su concepción del Universo (con un siniestro parecido con lo mismo que combate) fue creando una prohibición de pensar tan implacable como la de la religión. Si la ilusión positivista del marxismo era restituir la bondad inherente a la naturaleza humana, perdida por haber sido corrompida por la existencia de la propiedad privada y por las desigualdades sociales, ¿cómo es posible que en el nombre de tan bellos ideales se sigan cometiendo tantos crímenes? Para que tal ferocidad se desencadene, para que la masa actúe como la horda primitiva, algo vino dado desde el discurso de Marx.
Insisto que el rechazo al origen, el odio hacia lo judío y hacia el judío, el rechazo al propio nombre, dan cuenta de su paranoia, la cual se lee en este opúsculo, al responsabilizar a los judíos del mayor mal que se le pudo hacer a la humanidad: imponer su dios, el dinero y transformarlo todo en una mercancía.“El Dios de los judíos se ha secularizado, se ha convertido en Dios universal. La letra de cambio es el Dios real del judío”.
Marx no sólo ignora la importancia del aporte de la religión judía a la humanidad, esencialmente el monoteísmo ético, sino que inventa la cuestión del dinero como único Dios del pueblo judío. En realidad, podríamos pensar que el dinero fue el Dios de Marx, por la importancia que le dio a lo económico sin contemplar lo concerniente al sujeto.
Acabar con la esencia
Marx llega demasiado lejos con sus falsedades: “Lo que de un modo abstracto se halla implícito en la religión judía, el desprecio de la teoría, del arte, de la historia y del hombre, como fin en sí, es el punto de vista consciente real, la virtud del hombre de dinero. Los mismos nexos de la especie, las relaciones entre el hombre y mujer, etcétera, se convierten en objeto de comercio. La mujer es negociada”. En el penúltimo párrafo del libro, se lee: “Tan pronto logre la sociedad acabar con la esencia empírica del judaísmo, con la usura y con sus premisas, será imposible (la cursiva es de Marx) el judío, porque su conciencia carecerá ya de objeto...” Y termina con que “la emancipación social del judío es la emancipación de la sociedad del judaísmo”.
La paranoia de Marx es intranquilizante. Ese odio de sí que transmuta en odio hacia todos los judíos, lo lleva también a ignorar el aporte judío para el desarrollo de la ciencia.
El psicoanalista francés Jacques Lacan dice en La ética del psicoanálisis: “...la ciencia moderna -hablo de la ciencia de Galileo- sólo ha podido desarrollarse, sólo ha podido concebirse a partir de la ideología bíblica y judaica a la cual debía sentirse más próxima que de la filosofía antigua, de la perspectiva aristotélica”.
Por otra parte, quiero destacar el hecho de que en el texto bíblico, Dios crea con palabras, con su decir, y afirma que lo creado era bueno. Sin embargo, la creación del hombre es la única de la cual Dios no dijo “Y era bueno”. Los creó. Pero no sólo los creó, sino que les dio el libre albedrío, la libertad de elegir. Pero esta libertad, entre otras la de decir, no será nunca sin consecuencias. Cada uno es responsable de su decir, porque decir es hacer y a las palabras no se las lleva el viento.
Para concluir:
1) Los judíos que crearon Israel fueron en su mayoría socialistas por considerar que las ideas socialistas eran una apuesta a un mundo mejor.
2) El pensamiento judío es materialista en el sentido en que pone el cuerpo (la materia) en su lugar, en que la vida es en la tierra y que la era mesiánica no será en ningún más allá. Es en la tierra, en un “paraíso terrenal” a crear, donde se cumplirán las profecías de Isaías:
De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.
La coincidencia de los ideales marxistas con el ideal judío de un mundo mejor no es casual, sólo que Marx, no lo sabía. Su inconsciente, sí.
(*) Psicoanalista y escritora.
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Mensaje por comocomo Mar Jul 07, 2009 9:20 pm

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Mensaje por comocomo Mar Jul 07, 2009 9:22 pm

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Mensaje por comocomo Mar Jul 07, 2009 9:24 pm

http://www.susanagrimberg.com.ar/index1.html

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Mensaje por comocomo Mar Jul 07, 2009 9:32 pm

Ultima parte
Marx demuestra una curiosa ignorancia, infrecuente en su producción científica. Desconoce la paupérrima y numerosa judería del Imperio Zarista, cuya abrumadora mayoría estaba compuesta por desocupados y artesanos en proceso de proletarización, no por burgueses, cuyo movimiento sindical 30 años más joven que el propiamente ruso comienza en 1964 con el gremio de los obreros textiles judíos en Mohilev.

Parece ser que Marx ignoraba la situación real de opresión social, política y económica de los judíos de Alemania y Francia, algo menos oprobiosa que los judíos de la Europa Oriental y Rusia; tampoco sabía acerca de la privación de los derechos y libertades cívicas en Prusia y otros lugares y desconocía la existencia de una considerable miseria entre los judíos franceses además del hecho incuestionable de que la gran mayoría y el sector más poderoso de la burguesía europea no era judía y que no todos los judíos eran burgueses o pequeños burgueses. La falsa hipótesis de que todos los judíos son comerciantes, contrastaba con la existencia de numerosos contingentes de proletarios y artesanos (sin hablar de los "luftmenschen" o sin ocupación fija; literalmente: "los que viven del aire", que eran legión). Había un porcentaje notorio de judíos dedicados a tareas de pequeño comercio pero ello se debía a razones históricas y no por una supuesta naturaleza judía.

El año siguiente a la publicación de "Zur Judenfrage", al redactar los "Manuscritos Económico-Filosóficos" de 1844, Marx abandona el concepto de dinero por el de capital y traslada la imagen negativa del judío al capitalista sin modificar su apreciación sobre el judaísmo. Sus palabras nos recuerdan a Goebbels, Ministro de Propaganda de Hitler, una mentira repetida con insistencia se transformará en una verdad.

Hoy, el antijudaísmo ligado al catolicismo fundamentalista está en retroceso. La tradición judeofóbica de la izquierda europea, que pasa por el estalinismo, pero también por la extrema izquierda, remite al antisemitismo marxista, original y prístino que estaba ya en Marx y en la I Internacional. Los hombres de izquierda, al configurar un mundo de estereotipos muy monolíticos, cumplen con la palabra de Marx, aún sin haberlo leído.

Aunque no haya un clima antijudío en la calle, sí lo hay de una manera difusa en la izquierda y en los medios de comunicación. Se disimula el hecho de la nueva judeofobia (su rechazo al judío puede ser comparado al nazismo) y nada se escribe acerca de lo que ocurre en los países árabes donde la figura de Hitler y de su eficacia es exaltada a diario. Esta información no llega a la gente no porque lo oculten los árabes ya sean terroristas, fanáticos o moderados, sino porque la censura occidental, tan eficaz como la de los países totalitarios, suprime todo lo concerniente al pronazismo antijudío de los países árabes. Sería del orden de la ilusión pretender que en la prensa, en las entrevistas por televisión, en la radio, se dijera, aunque sólo fuera un 10%, lo que los medios árabes dicen sobre Hitler y la solución final; en tal caso, muchos propalestinos, proárabes y tercermundistas, quedarían al descubierto con la salvedad de que sólo unos pocos tendrían problemas de conciencia pues la mayoría vería reflejado su profundo antijudaísmo, del cual Marx, incluso Bakunin y muchos otros, fueron ilustres ejemplos. La judeofobia puede expresarse hoy libremente en nombre del antisionismo progresista por el que matarían a los judíos tan solo por ser judíos.

S. Freud hace referencia al parecido que existe entre la religión y la doctrina marxista pues, esta última, para sostener con exclusividad su concepción del Universo (con un siniestro parecido con aquello mismo que combate) fue creando una prohibición de pensar tan implacable como la de la religión en su tiempo. Si la ilusión positivista del marxismo era restituir la bondad inherente a la naturaleza humana, perdida por haber sido corrompida por la existencia de la propiedad privada y por las desigualdades sociales ¿cómo es posible que en el nombre de tan bellos ideales se sigan cometiendo tantos crímenes? Para que tal ferocidad se desencadene, para que la masa actúe como la horda primitiva, algo vino dado desde el discurso de Marx. Insisto que el rechazo al origen, el odio hacia lo judío y hacia el judío, el rechazo al propio nombre, dan cuenta de su paranoia que lo lleva a responsabilizar a los judíos del mayor mal que se le pudo hacer a la humanidad: imponer su dios, el dinero y transformarlo todo en una mercancía.

Marx se preguntaba en este artículo: “¿Cuál era, de por sí, el fundamento de la religión judía?” Y se respondía: “La necesidad práctica, el egoísmo.” Para insistir con que “El dinero es el celoso Dios de Israel, ante el que no puede legítimamente prevalecer ningún otro Dios”. “El Dios de los judíos se ha secularizado, se ha convertido en Dios universal. La letra de cambio es el Dios real del judío”.

Es obvio que Marx desconoce la importancia del aporte de la religión judía a la humanidad que consiste esencialmente en su monoteísmo ético e inventa la cuestión del dinero como único Dios del pueblo judío. En realidad, podríamos pensar que el dinero fue el Dios de Marx, a tal punto que toda su teoría se sostiene en la importancia del dinero en las relaciones humanas.

Pero Marx va más lejos en sus afirmaciones: “Lo que de un modo abstracto se halla implícito en la religión judía, el desprecio de la teoría, del arte, de la historia y del hombre, como fin en sí, es el punto de vista consciente real, la virtud del hombre de dinero. Los mismos nexos de la especie, las relaciones entre el hombre y mujer, etc., se convierten en objeto de comercio. La mujer es negociada”.

En el penúltimo párrafo dice: “Tan pronto logre la sociedad acabar con la esencia empírica del judaísmo, con la usura y con sus premisas, será imposible el judío, porque su conciencia carecerá ya de objeto...” Y termina con que “La emancipación social del judío es la emancipación de la sociedad del judaísmo”.

La paranoia de Marx, ese odio de sí, transmuta en odio hacia los judíos y lo conduce a ignorar el aporte judío, esencial para el desarrollo de la ciencia. J. Lacan lo enuncia de esta manera en “La ética del psicoanálisis”: “la ciencia moderna - hablo de la ciencia de Galileo - sólo ha podido desarrollarse, sólo ha podido concebirse a partir de la ideología bíblica y judaica a la cual debía sentirse más próxima que de la filosofía antigua, de la perspectiva aristotélica”.

Por otra parte, quiero destacar el hecho de que en el texto bíblico, Dios crea con palabras, con su decir y afirma que lo creado era bueno. Sin embargo, la creación del hombre es la única de la cual Dios no dijo “Y era bueno”. Los creó. Pero no sólo los creó sino que les dio el libre albedrío, la libertad de elegir. Pero esta libertad, entre otras la de decir, no será nunca sin consecuencias. Cada uno es responsable de su decir porque decir es hacer y a las palabras no se las lleva el viento.

Para concluir, quiero enunciar dos cuestiones:

1) los judíos que crearon Israel fueron en su mayoría socialistas por considerar que las ideas socialistas eran una apuesta a un mundo mejor. 2) El pensamiento judío es materialista en el sentido en que pone el cuerpo (la materia) en su lugar, en que la vida es en la tierra y que la era mesiánica no será en ningún más allá. Es en la tierra, en un “paraíso terrenal” a crear, donde se cumplirán las profecías de Isaías:



De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.



La coincidencia de los ideales marxistas con el ideal judío de un mundo mejor no es casual sólo que Marx, no lo sabía. Su inconsciente, sí.

Susana Grimberg. (Psicoanalista y escritora).

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