Una astronauta que prepara 'ropa vieja'
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Una astronauta que prepara 'ropa vieja'
Por GERARDO REYES
greyes@herald.com
La recién escogida astronauta de la NASA, Serena María Auñón, dice que si de ella dependiera, incluiría en el menú de una estación espacial un suculento plato de ropa vieja, su favorita comida cubana.
"Tenemos cocinas especiales aquí en la NASA, vamos a ver con qué platos se presentan’’, comentó Auñón.
La gastronomía de la isla es sólo una de varias tradiciones que la médica astronauta sigue con gusto por influencia de su padre, Jorge Auñón, un inmigrante cubano a quien su familia envió a Estados Unidos en 1960, en espera de la caída de Fidel Castro.
Serena, de 33 años, fue seleccionada el mes pasado junto con otros ocho astronautas para las próximas misiones espaciales de la NASA, siglas en inglés de la Administración Nacional de Aeronáutica y Espacio. La joven fue escogida entre 3,500 aspirantes.
En una entrevista telefónica con El Nuevo Herald la astronauta explicó que una buena parte de la disciplina y la dedicación que la llevó a este punto exitoso de su carrera se la debe al ejemplo de un padre que no se amilanó ante los obstáculos que afronta un inmigrante pobre y sin familia en este país.
"No conozco a una persona que haya trabajado más duro en la vida que mi padre’’, dijo Serena al recordar la fecha exacta en que éste arribó a Estados Unidos, un 24 de octubre de 1960, sin dinero, y cómo pasó hambre y muchos sacrificios hasta que logró estudiar y llegó a ser decano de Ingeniería de la Universidad de Alabama, en Huntsville.
"No puedo olvidar que nos contaba que algunas veces no tenía nada qué comer y preparaba sopa de tomate con agua y paquetitos de ketchup’’, confesó Serena.
La astronauta es la tercera de cuatro hijas de Auñón con Magy Sefton, una escritora estadounidense de novelas infantiles de misterio, de quien se separó en 1998.
Las niñas crecieron escuchando historias de Cuba y siguieron las tradiciones de Navidad y Año Nuevo de la isla que su padre les inculcó.
Magy, la madre de Serena, aprendió a preparar frijoles negros y otros platos cubanos que le enseñaba la madre de Auñón en su hogar al norte de Virginia. Los padres de Jorge llegaron a EEUU en 1968.
De la madre las recetas pasaron a las hijas.
"Creo que soy la que mejor ropa vieja prepara en la familia'', comentó Serena. "Mi papá siempre creyó que las tradiciones son muy importantes, especialmente cuando se trata de la familia reunida alrededor de la mesa’’.
Intrigadas por las historias de Cuba que su padre les contaba, dos hermanas de Serena, Melissa y Christine, viajaron a la isla y visitaron la casa de los Auñón, en el reparto de Miramar, donde los vecinos aún los recuerdan.
"Todavía están los nombres que mi papá y mi hermano grabaron en el cemento de la acera frente a su casa’’, recordó Serena. "Algún día me encantaría ir a Cuba’’.
Una de las hermanas, Melissa, de 41 años, regresó de La Habana con el encargo que le hizo su padre: un puñado de tierra de la isla.
La vida de inmigrante de Auñón, quien estudiaba Ingeniería Eléctrica en la Universidad de La Habana, empezó a sus 18 años cuando llegó a Miami. Sus padres creían que la crisis que acosaba a la recientemente triunfante revolución cubana provocaría muy pronto la salida del poder del gobernante Fidel Castro.
" ‘Váyase a esperar que Castro se caiga', me dijeron’’, recordó Auñón.
A las dos semanas de estar hospedado en un hotel de Miami Beach, el joven se enteró de un terrible noticia: un auxilio financiero para educación que esperaba de Nueva York de parte de los Hermanos Cristianos, regentes del colegio La Salle, en el que estudió en La Habana, no se concretó
Entonces se vio forzado a emprender una ardua carrera de supervivencia que lo llevó a desempeñar toda clase de empleos, desde cantinero hasta sepulturero de un cementerio de Newark, en Nueva Jersey.
Con un fondo de ayuda de emergencia de Naciones Unidas se las arregló para continuar la carrera de Ingeniería en la Universidad George Washington, en Washington, D.C.
En septiembre de 1965 se casó con Magy, con quien tuvo, además de Serena, a sus hijas Christine, ingeniera industrial de 42 años; Melissa, graduada en Ciencias Políticas y con una maestría en computación; y María Teresa, oficial de la Marina de 31 años que ha sido enviada dos veces a Irak.
Mientras trabajaba obtuvo un doctorado de la Universidad de Washington que le abrió las puertas para convertirse en profesor asistente de Purdue University, en Indiana, donde nació Serena.
En la casa no se hablaba español porque Magy no lo entendía y Auñón quería perfeccionar el inglés. Pero Serena dice que lo puede comprender en un 70 por ciento gracias a un año sabático que su padre pasó con la familia en Ciudad de México cuando ella tenía unos 5 años.
Serena relató que desde niña se sentaba a ver fascinada en la televisión los lanzamientos y llegadas del transbordador espacial Challenger.
"Recuerdo que lo veía en la televisión y pensaba: ‘¡Qué nave más fascinante!' ’’, contó Serena.
Su padre, agregó, sabía de su inclinación, y un día le preguntó si quería trabajar en la NASA, y ella no lo dudó. Entonces le explicó que una manera de ingresar a la agencia espacial era estudiando Ingeniería, lo cual Serena aceptó feliz, dijo.
La tragedia del Challenger en enero de 1986, que Serena vio una y otra vez por televisión, no la desanimó ni sus padres intentaron persuadirla de que se olvidara de su sueño espacial.
En secundaria, como premio de cumpleaños, Serena fue enviada a un campamento espacial en Homesville, donde quedó convencida, dijo, de que su futuro estaba en la NASA.
"Al regresar le dije a mis papás: ‘Es muy agradable confirmar lo que tú quieres ser' ’’, comentó Serena.
Así fue que inició estudios de Ingeniería Electrónica como su padre pero en medio de la carrera se convenció de que necesitaba una profesión en la que pudiera ayudar más directamente a la gente, y se encarrilló por la medicina, explicó.
Se graduó de cirujana y tomó una especialización en Medicina Aeroespacial, que la llevó a trabajar en Rusia como contratista de la NASA para atender a astronautas estadounidenses que se preparan para realizar proyectos espaciales conjuntos.
El pasado 27 de junio, mientras esperaba una llamada de una amiga, recibió otra de la NASA. Alguien le preguntaba si quería cambiar de oficio, es decir, si quería ser astronauta. Ella de inmediato respondió que "por supuesto'', colgó y dio un grito de felicidad.
Cuando los ex compañeros de La Salle de Auñón supieron que la hija de un cubano podrá llegar algún día al espacio, uno de ellos le escribió contándole que entre todos estaban diseñando un tubo de pasta dental en cuyo interior, en lugar de dentífrico, su hija pudiera llevar frijoles negros.
http://www.elnuevoherald.com/186/story/501140.html
greyes@herald.com
La recién escogida astronauta de la NASA, Serena María Auñón, dice que si de ella dependiera, incluiría en el menú de una estación espacial un suculento plato de ropa vieja, su favorita comida cubana.
"Tenemos cocinas especiales aquí en la NASA, vamos a ver con qué platos se presentan’’, comentó Auñón.
La gastronomía de la isla es sólo una de varias tradiciones que la médica astronauta sigue con gusto por influencia de su padre, Jorge Auñón, un inmigrante cubano a quien su familia envió a Estados Unidos en 1960, en espera de la caída de Fidel Castro.
Serena, de 33 años, fue seleccionada el mes pasado junto con otros ocho astronautas para las próximas misiones espaciales de la NASA, siglas en inglés de la Administración Nacional de Aeronáutica y Espacio. La joven fue escogida entre 3,500 aspirantes.
En una entrevista telefónica con El Nuevo Herald la astronauta explicó que una buena parte de la disciplina y la dedicación que la llevó a este punto exitoso de su carrera se la debe al ejemplo de un padre que no se amilanó ante los obstáculos que afronta un inmigrante pobre y sin familia en este país.
"No conozco a una persona que haya trabajado más duro en la vida que mi padre’’, dijo Serena al recordar la fecha exacta en que éste arribó a Estados Unidos, un 24 de octubre de 1960, sin dinero, y cómo pasó hambre y muchos sacrificios hasta que logró estudiar y llegó a ser decano de Ingeniería de la Universidad de Alabama, en Huntsville.
"No puedo olvidar que nos contaba que algunas veces no tenía nada qué comer y preparaba sopa de tomate con agua y paquetitos de ketchup’’, confesó Serena.
La astronauta es la tercera de cuatro hijas de Auñón con Magy Sefton, una escritora estadounidense de novelas infantiles de misterio, de quien se separó en 1998.
Las niñas crecieron escuchando historias de Cuba y siguieron las tradiciones de Navidad y Año Nuevo de la isla que su padre les inculcó.
Magy, la madre de Serena, aprendió a preparar frijoles negros y otros platos cubanos que le enseñaba la madre de Auñón en su hogar al norte de Virginia. Los padres de Jorge llegaron a EEUU en 1968.
De la madre las recetas pasaron a las hijas.
"Creo que soy la que mejor ropa vieja prepara en la familia'', comentó Serena. "Mi papá siempre creyó que las tradiciones son muy importantes, especialmente cuando se trata de la familia reunida alrededor de la mesa’’.
Intrigadas por las historias de Cuba que su padre les contaba, dos hermanas de Serena, Melissa y Christine, viajaron a la isla y visitaron la casa de los Auñón, en el reparto de Miramar, donde los vecinos aún los recuerdan.
"Todavía están los nombres que mi papá y mi hermano grabaron en el cemento de la acera frente a su casa’’, recordó Serena. "Algún día me encantaría ir a Cuba’’.
Una de las hermanas, Melissa, de 41 años, regresó de La Habana con el encargo que le hizo su padre: un puñado de tierra de la isla.
La vida de inmigrante de Auñón, quien estudiaba Ingeniería Eléctrica en la Universidad de La Habana, empezó a sus 18 años cuando llegó a Miami. Sus padres creían que la crisis que acosaba a la recientemente triunfante revolución cubana provocaría muy pronto la salida del poder del gobernante Fidel Castro.
" ‘Váyase a esperar que Castro se caiga', me dijeron’’, recordó Auñón.
A las dos semanas de estar hospedado en un hotel de Miami Beach, el joven se enteró de un terrible noticia: un auxilio financiero para educación que esperaba de Nueva York de parte de los Hermanos Cristianos, regentes del colegio La Salle, en el que estudió en La Habana, no se concretó
Entonces se vio forzado a emprender una ardua carrera de supervivencia que lo llevó a desempeñar toda clase de empleos, desde cantinero hasta sepulturero de un cementerio de Newark, en Nueva Jersey.
Con un fondo de ayuda de emergencia de Naciones Unidas se las arregló para continuar la carrera de Ingeniería en la Universidad George Washington, en Washington, D.C.
En septiembre de 1965 se casó con Magy, con quien tuvo, además de Serena, a sus hijas Christine, ingeniera industrial de 42 años; Melissa, graduada en Ciencias Políticas y con una maestría en computación; y María Teresa, oficial de la Marina de 31 años que ha sido enviada dos veces a Irak.
Mientras trabajaba obtuvo un doctorado de la Universidad de Washington que le abrió las puertas para convertirse en profesor asistente de Purdue University, en Indiana, donde nació Serena.
En la casa no se hablaba español porque Magy no lo entendía y Auñón quería perfeccionar el inglés. Pero Serena dice que lo puede comprender en un 70 por ciento gracias a un año sabático que su padre pasó con la familia en Ciudad de México cuando ella tenía unos 5 años.
Serena relató que desde niña se sentaba a ver fascinada en la televisión los lanzamientos y llegadas del transbordador espacial Challenger.
"Recuerdo que lo veía en la televisión y pensaba: ‘¡Qué nave más fascinante!' ’’, contó Serena.
Su padre, agregó, sabía de su inclinación, y un día le preguntó si quería trabajar en la NASA, y ella no lo dudó. Entonces le explicó que una manera de ingresar a la agencia espacial era estudiando Ingeniería, lo cual Serena aceptó feliz, dijo.
La tragedia del Challenger en enero de 1986, que Serena vio una y otra vez por televisión, no la desanimó ni sus padres intentaron persuadirla de que se olvidara de su sueño espacial.
En secundaria, como premio de cumpleaños, Serena fue enviada a un campamento espacial en Homesville, donde quedó convencida, dijo, de que su futuro estaba en la NASA.
"Al regresar le dije a mis papás: ‘Es muy agradable confirmar lo que tú quieres ser' ’’, comentó Serena.
Así fue que inició estudios de Ingeniería Electrónica como su padre pero en medio de la carrera se convenció de que necesitaba una profesión en la que pudiera ayudar más directamente a la gente, y se encarrilló por la medicina, explicó.
Se graduó de cirujana y tomó una especialización en Medicina Aeroespacial, que la llevó a trabajar en Rusia como contratista de la NASA para atender a astronautas estadounidenses que se preparan para realizar proyectos espaciales conjuntos.
El pasado 27 de junio, mientras esperaba una llamada de una amiga, recibió otra de la NASA. Alguien le preguntaba si quería cambiar de oficio, es decir, si quería ser astronauta. Ella de inmediato respondió que "por supuesto'', colgó y dio un grito de felicidad.
Cuando los ex compañeros de La Salle de Auñón supieron que la hija de un cubano podrá llegar algún día al espacio, uno de ellos le escribió contándole que entre todos estaban diseñando un tubo de pasta dental en cuyo interior, en lugar de dentífrico, su hija pudiera llevar frijoles negros.
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