Trump: "La ONU es un club para charlar"

Donald Trump ha vuelto a levantar la habitual polvareda entre los opinadores de cámara al lanzar uno de sus ‘tuits bomba’, que amenazan con sustituir a los habituales ‘briefs de prensa’ de los presidentes americanos.

Ha dicho el atrabiliario presidente electo que la ONU “tiene un gran potencial, pero ahora mismo es solo un club para que la gente se reúna, hable y lo pase bien. ¡Qué triste!”. Otra cosa no, pero a Trump se le entiende todo.
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Ante los reporteros, Trump confirmó la idea contenida en su tuit y la amplió: “¿Cuándo han visto a las Naciones Unidas resolver problemas? No lo hacen. Crean problemas”.

Sin Estados Unidos, la ONU seguiría siendo un club, pero un club absolutamente irrelevante y mucho, mucho más modesto, perdiendo, para empezar, su fastuosa sede neoyorquina y, para seguir, a su principal financiador.

Y, sí, Trump lanzó una amenaza muy poco velada sobre la posibilidad de salirse del club: “Si cumple su potencial, es una gran cosa. Pero si no, es una pérdida de tiempo y dinero”. Lo es, Don, lo es. Basta pensar en Bibiana Aído o Leire Pajín.

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La ONU no es ese foro imparcial donde las naciones podían discutir sus diferencias pacíficamente y la comunidad internacional ejercer su presión sobre los revoltosos: se ha convertido en una burocracia elefantiásica y corrupta con una agenda globalista y adalid de la ‘Cultura de la Muerte’ -la ONG que más ayudas recibe es Planned Parenthood- que se decanta descaradamente por los países con gobiernos más izquierdosos.

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La cosa empezó ya en los años 50, con ese insufrible moralista de Dag Hammarskjold,  verdadero azote de la civilización occidental. Para Hammarskjold, los países occidentales no podían hacer nada bien, ni las colonias recién emancipadas nada malo.

Según el historiador Paul Johnson, Hammarskjold llegó a decir que las matanzas de negros por otros negros en África no eran asunto de la ONU. Ya saben, ese espeluznante racismo que implica que solo los blancos somos verdaderamente responsables de nuestros actos.

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Si Trump quiere una revolución que valga la pena, aquí tiene una: que deje caer la ONU.

Solo tiene que salirse del club y dejar de pagar la cuota. No tiene sentido mantener un carísimo púlpito desde donde cada día un puñado de sanguinarios tiranos sermoneen a las democracias más libres y abiertas del planeta sobre derechos humanos. Que sigan haciéndolo, pero que se lo paguen ellos.