Fidelia y Democratova
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Fidelia y Democratova
-¿Cómo tú te llamas?
-Fidelia ¿y tú?
-Democratova. No te vayas a reir, es que mi mamá acaba de volver de Moscú cuando me dio a luz, y al parecer todavía “bajo los efectos”.-sonrió.
La otra joven no, en ningún momento.
Las dos esperaban sentadas en un escalón dela universidad las notas del test que franqueaba la admisión al Master de Dirección de Masas. Esto ocurría en La Habana, y esta injusticia del sol inclemente resultaba paradójica en la única ciudad hecha con dos dedos de frente, dicen que por arquitectos de Cádiz –palído y enano reflejo - precisamente para que las frentes no sudaran.
-Bueno- dijo Fidelia- pues la cosa está entre tú y yo, no queda de otra. Ya yo hablé con el Director y me lo dijo.
-Y ganarás tú, seguro- dijo Democratova con fastidio.
-Sí te ganaré. Pero si insinúas que el tipo es mi amigo estás mal. Te ganaré porque soy mejor.
-¿Te supones más culta? Yo también tengo esa impre…
Fidelia se revolvió.
-Mira. Deja eso de alabarme.
-No, lo digo en serio. Las dos somos madre jóvenes, luchando por formarnos y sacar adelante a los niños.
Fidelia echó un vistazo a un varoncito y una hembrita escalinata abajo, que jugaban por turnos a girar echados hacia atrás en torno a un palo de Pare , aguantando todo el peso del cuerpo con un sola mano usada como bisagra. El que giraba sacaba toda la lengua fuera y el otro y gritaba ¡Ahhhhhhh! Y al final los dos se reían como bobos.
-Los juguetes cubanos nunca se rompen- dijo Fidelia y añadió: -Me basta ver a tus niños para saber que la plaza es mía. Pero mira, aunque yo fuera amiga del tipo no te iba a dar lo que es mío.
-¿Cómo sabes que son mis hijos?
-No cambies de tema. Lo sé porque te miran a ver si les metes un grito. Pero no lo haces, porque te da pena.
-Es verdad. Los tuve que traer, con quien los iba a dejar.
-No cambies de tema. Yo también traje a los míos, y son tres…pero tú ni te sabrías decir cuales son.
-Óyeme, ¿y cual es el tema según tú?
Fidelia miró abajo , medio irónica, los labios apretados. No digo más nada hasta que tú adivines – parecía ser la consigna .
Democratova volteó el cuello brevemente. Tras comprobar que nadie había pegado ninguna nota en el cristal, se afanó recorriendo con la vista a los más de diez niños que jugaban en el parque al otro lado de la calle. Al fin localizó a tres intentando conmover una ceiba. Se arriesgó.
-¿Los tres diablos de la ceiba?
-Sí. Porque te dije que eran tres y son igualitos.
-No parecen ningunos santos.
-¿Por qué? Los niños tienen que jugar. Eso es lo de menos. Lo que importa es esto:
De repente alzó un brazo y dijo.
-¡Eh!
Los tres niños se pararon en seco.
-¿Qué crees que harán ahora?- dijo Fidelia-
-Decir “qué hicimos ahora, mami, si no hicimos nada”- como todos los niños. Los normales-añadió Democratota, y se arrepintió enseguida.
Los tres varones flacos esperaban para cruzar la calle, mirando a ambos lados como fingidos hombrecitos.
-Los tuyos dirían eso, claro que sí. Y te dirían qué pinga pasa, o espérate vieja, o ya voy. Y les partes la cara, y vuelven a las andadas. Yo sé que sí.
Democratova abrió la boca con asombro, pero no dijo nada. Volvió a mirar la cristalera en un flash. La mirada de Fidelia decía, note afanes, el puesto es mío.
Los tres niños habían cruzado y llegaban ya a lo alto, jadeando. Se detuvieron en el penúltimo escalón, con temor reverencial . El más flaco dijo qué quieres mami.
Fidelia les dijo quien creían ellos que iba a sacar la plaza, los tres dijeron tú mami, claro. La media sonrisa de ella y un gesto de su barbilla fue la señal, no de que podían volver al parque, sino que tenían que hacerlo.
Democratova reunió coraje.
-¿Tú sabes que en Cuba está prohibido el maltrato psicológico infantil? El temor reverencial que esos niños te tienen no puede deberse a otra cosa, perdona que te diga. Y eso es cruel y es
-Eso es hablar de lo que pica el pollo. Tus hijos tienen demasiada energía y demasiado tiempo libre. Hay que enmarañarles las cosas, que no tengan tiempo de pensar maldades ni rebeldías.
-Con la poca comida que hay en Cuba, no me irás decir que se la racionas.
-La jefa soy yo. Eso antes que nada: o los gobierno o me gobiernan. La que necesita energía en la casa soy yo. Yo quien hace, quien organiza.
-Pero si los enseñas te ayudan.
-No quiero ayuda, ayuda es meterse y entrometerse. Los tuyo seguro se te viran, porque los dejas pensar. Los míos no tienen tiempo.
Democratova explicó:
-¡Lógico que usen la cabeza propia!
-Nada de eso. ¿Te gusta que aquel se queje del cuando, aquel de cómo, el otro cuestione el con qué, y los tres el quién? ¿Para qué les das tiempo libre, para qué los tienes con la barriga llena?
-Pero es crueldad restringirles la
-Nadie les restringe gran cosa. Solo les pongo el café en una esquina, la cuchara en otra, la leche por allí, el azúcar por el otro lado…Y para cuando lo consiguen reunir todo…
-…cuando lo consiguen reunir todo, las cucarachas ya se comieron el azúcar.
-Puede pasar. ¿Y qué? ¿Por qué hacer un drama, quién ha visto que las cucarachas terminen con una cucharada de azúcar, quién dice que no tienen derecho a la vida? ¿Acaso vamos a discriminarlas porque son negras, o porque son insectos?
Fidelia se había levantado sobre la mujer , que seguía sentada, y la amenazaba con un dedo. Ninguna vio al compañero que se asomó a ver la tarde, folio en mano, antes de pegarlo en el cristal.
Adivinen a quién habían elegido.
-Fidelia ¿y tú?
-Democratova. No te vayas a reir, es que mi mamá acaba de volver de Moscú cuando me dio a luz, y al parecer todavía “bajo los efectos”.-sonrió.
La otra joven no, en ningún momento.
Las dos esperaban sentadas en un escalón dela universidad las notas del test que franqueaba la admisión al Master de Dirección de Masas. Esto ocurría en La Habana, y esta injusticia del sol inclemente resultaba paradójica en la única ciudad hecha con dos dedos de frente, dicen que por arquitectos de Cádiz –palído y enano reflejo - precisamente para que las frentes no sudaran.
-Bueno- dijo Fidelia- pues la cosa está entre tú y yo, no queda de otra. Ya yo hablé con el Director y me lo dijo.
-Y ganarás tú, seguro- dijo Democratova con fastidio.
-Sí te ganaré. Pero si insinúas que el tipo es mi amigo estás mal. Te ganaré porque soy mejor.
-¿Te supones más culta? Yo también tengo esa impre…
Fidelia se revolvió.
-Mira. Deja eso de alabarme.
-No, lo digo en serio. Las dos somos madre jóvenes, luchando por formarnos y sacar adelante a los niños.
Fidelia echó un vistazo a un varoncito y una hembrita escalinata abajo, que jugaban por turnos a girar echados hacia atrás en torno a un palo de Pare , aguantando todo el peso del cuerpo con un sola mano usada como bisagra. El que giraba sacaba toda la lengua fuera y el otro y gritaba ¡Ahhhhhhh! Y al final los dos se reían como bobos.
-Los juguetes cubanos nunca se rompen- dijo Fidelia y añadió: -Me basta ver a tus niños para saber que la plaza es mía. Pero mira, aunque yo fuera amiga del tipo no te iba a dar lo que es mío.
-¿Cómo sabes que son mis hijos?
-No cambies de tema. Lo sé porque te miran a ver si les metes un grito. Pero no lo haces, porque te da pena.
-Es verdad. Los tuve que traer, con quien los iba a dejar.
-No cambies de tema. Yo también traje a los míos, y son tres…pero tú ni te sabrías decir cuales son.
-Óyeme, ¿y cual es el tema según tú?
Fidelia miró abajo , medio irónica, los labios apretados. No digo más nada hasta que tú adivines – parecía ser la consigna .
Democratova volteó el cuello brevemente. Tras comprobar que nadie había pegado ninguna nota en el cristal, se afanó recorriendo con la vista a los más de diez niños que jugaban en el parque al otro lado de la calle. Al fin localizó a tres intentando conmover una ceiba. Se arriesgó.
-¿Los tres diablos de la ceiba?
-Sí. Porque te dije que eran tres y son igualitos.
-No parecen ningunos santos.
-¿Por qué? Los niños tienen que jugar. Eso es lo de menos. Lo que importa es esto:
De repente alzó un brazo y dijo.
-¡Eh!
Los tres niños se pararon en seco.
-¿Qué crees que harán ahora?- dijo Fidelia-
-Decir “qué hicimos ahora, mami, si no hicimos nada”- como todos los niños. Los normales-añadió Democratota, y se arrepintió enseguida.
Los tres varones flacos esperaban para cruzar la calle, mirando a ambos lados como fingidos hombrecitos.
-Los tuyos dirían eso, claro que sí. Y te dirían qué pinga pasa, o espérate vieja, o ya voy. Y les partes la cara, y vuelven a las andadas. Yo sé que sí.
Democratova abrió la boca con asombro, pero no dijo nada. Volvió a mirar la cristalera en un flash. La mirada de Fidelia decía, note afanes, el puesto es mío.
Los tres niños habían cruzado y llegaban ya a lo alto, jadeando. Se detuvieron en el penúltimo escalón, con temor reverencial . El más flaco dijo qué quieres mami.
Fidelia les dijo quien creían ellos que iba a sacar la plaza, los tres dijeron tú mami, claro. La media sonrisa de ella y un gesto de su barbilla fue la señal, no de que podían volver al parque, sino que tenían que hacerlo.
Democratova reunió coraje.
-¿Tú sabes que en Cuba está prohibido el maltrato psicológico infantil? El temor reverencial que esos niños te tienen no puede deberse a otra cosa, perdona que te diga. Y eso es cruel y es
-Eso es hablar de lo que pica el pollo. Tus hijos tienen demasiada energía y demasiado tiempo libre. Hay que enmarañarles las cosas, que no tengan tiempo de pensar maldades ni rebeldías.
-Con la poca comida que hay en Cuba, no me irás decir que se la racionas.
-La jefa soy yo. Eso antes que nada: o los gobierno o me gobiernan. La que necesita energía en la casa soy yo. Yo quien hace, quien organiza.
-Pero si los enseñas te ayudan.
-No quiero ayuda, ayuda es meterse y entrometerse. Los tuyo seguro se te viran, porque los dejas pensar. Los míos no tienen tiempo.
Democratova explicó:
-¡Lógico que usen la cabeza propia!
-Nada de eso. ¿Te gusta que aquel se queje del cuando, aquel de cómo, el otro cuestione el con qué, y los tres el quién? ¿Para qué les das tiempo libre, para qué los tienes con la barriga llena?
-Pero es crueldad restringirles la
-Nadie les restringe gran cosa. Solo les pongo el café en una esquina, la cuchara en otra, la leche por allí, el azúcar por el otro lado…Y para cuando lo consiguen reunir todo…
-…cuando lo consiguen reunir todo, las cucarachas ya se comieron el azúcar.
-Puede pasar. ¿Y qué? ¿Por qué hacer un drama, quién ha visto que las cucarachas terminen con una cucharada de azúcar, quién dice que no tienen derecho a la vida? ¿Acaso vamos a discriminarlas porque son negras, o porque son insectos?
Fidelia se había levantado sobre la mujer , que seguía sentada, y la amenazaba con un dedo. Ninguna vio al compañero que se asomó a ver la tarde, folio en mano, antes de pegarlo en el cristal.
Adivinen a quién habían elegido.
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
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