Sero o no ser,,,,,Desde La Habana , Las leyes de Laritza
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Sero o no ser,,,,,Desde La Habana , Las leyes de Laritza
Sero o no ser
Posted by Desde La Habana in Las leyes de Laritza on Agosto 6th, 2009
La sociedad cubana se organiza de forma masiva en Comité de Defensa de la Revolución, Unión de Jóvenes Comunistas, la Federación de Mujeres Cubanas, la Central de Trabajadores de Cuba y Federación de Estudiantes Universitarios, entre otras. Lo que para algunos es un sistema plural, para otros, la mayoría, es puro control. Todas esas agrupaciones propician la intromisión innecesaria en la vida privada de los individuos.
Cada cubano, desde que comienza en el preescolar, se le forma un expediente en el que se anota todas las incidencias familiares y personales: “integración revolucionaria” de los padres y la participación en las actividades patriótico-militares de los alumnos como los ‘Domingo de la Defensa’, ‘Bastión Pioneril’, ‘Desfiles del Primero de Mayo’…
En asambleas político-morales, en los centros estudiantiles y laborales se hacen evaluaciones que se anotan en el expediente de cada alumno o trabajador. Unas reuniones donde cada participante es sometido a un proceso de criticas y autocríticas. La mayoría de las veces para elegir al “Vanguardia” del año. El galardón lo ganará quien cumpla con los parámetros que dicta la moral socialista. Las anotaciones positivas son las que certifican, y tener una “buena actitud” le permitirá al alumno estudiar una carrera universitaria. No olvidemos que ya Fidel Castro lo dijo: “La universidad es para los revolucionarios”. Esos avales son los que, el día de mañana, le garantizarán un puesto de trabajo acorde a sus aspiraciones personales.
Una forma ideal para someter ‘voluntariamente’ al ciudadano al sistema. Si se atreve, usted puede criticar. Si quiere, asitir o no al trabajo voluntario o a un desfile en la tribuna antimperialista: supuestamente, esas actividades no son obligatorias.
Pero si usted critica demasiado y no participa en las movilizaciones, le anotarán una incidencia negativa. Sinónimo de que usted no tiene una buena proyección revolucionaria y, por lo tanto, no es una persona confiable. No importa que sea un excelente profesional: usted no será “recompensado”. O sea, no será seleccionado para cumplir “misiones internacionalistas” en el extranjero, ni recibirá ‘estímulos subsidiados’. Estará condenado a la marginalidad, a vivir en la sombra.
Pero ahí no acaban los controles, porque en cada cuadra hay un Comité de Defensa de la Revolución. Si aspira a un puesto de trabajo, debe llevar una recomendación del presidente de su CDR, otra de un miembro del Partido Comunista de Cuba y de cuantos representantes de organizaciones sociales hayan en el barrio donde resida. Aunque usted no crea en el sistema socialista cubano, tendrá que mantener, al menos en apariencias, “una conducta revolucionaria”.
Ser revolucionario en Cuba es dar el paso al frente cuando se te necesite, aunque no estés en condiciones de darlo. Sacrificarte en el plano personal, padecer privaciones, en pos de algo que llegara algún día, aunque no se sepas cuándo. Ocupar tu puesto en la reunión del CDR, o en la plaza caminar junto a las multitudes. Ver, escuchar e informar a tus superiores cuando se te ordene. Cotizar con todas las organizaciones a las cuales perteneces. Y, lo más importante, mantenerte sumiso y callado.
Por eso en Cuba no hay voces, sólo murmullos. Usted puede discrepar y decirlo… pero tendrá que atenerse a las consecuencias. No hay forma de escapar al control. Cuando más, ignorarlo.
Laritza Diversent
Posted by Desde La Habana in Las leyes de Laritza on Agosto 6th, 2009
La sociedad cubana se organiza de forma masiva en Comité de Defensa de la Revolución, Unión de Jóvenes Comunistas, la Federación de Mujeres Cubanas, la Central de Trabajadores de Cuba y Federación de Estudiantes Universitarios, entre otras. Lo que para algunos es un sistema plural, para otros, la mayoría, es puro control. Todas esas agrupaciones propician la intromisión innecesaria en la vida privada de los individuos.
Cada cubano, desde que comienza en el preescolar, se le forma un expediente en el que se anota todas las incidencias familiares y personales: “integración revolucionaria” de los padres y la participación en las actividades patriótico-militares de los alumnos como los ‘Domingo de la Defensa’, ‘Bastión Pioneril’, ‘Desfiles del Primero de Mayo’…
En asambleas político-morales, en los centros estudiantiles y laborales se hacen evaluaciones que se anotan en el expediente de cada alumno o trabajador. Unas reuniones donde cada participante es sometido a un proceso de criticas y autocríticas. La mayoría de las veces para elegir al “Vanguardia” del año. El galardón lo ganará quien cumpla con los parámetros que dicta la moral socialista. Las anotaciones positivas son las que certifican, y tener una “buena actitud” le permitirá al alumno estudiar una carrera universitaria. No olvidemos que ya Fidel Castro lo dijo: “La universidad es para los revolucionarios”. Esos avales son los que, el día de mañana, le garantizarán un puesto de trabajo acorde a sus aspiraciones personales.
Una forma ideal para someter ‘voluntariamente’ al ciudadano al sistema. Si se atreve, usted puede criticar. Si quiere, asitir o no al trabajo voluntario o a un desfile en la tribuna antimperialista: supuestamente, esas actividades no son obligatorias.
Pero si usted critica demasiado y no participa en las movilizaciones, le anotarán una incidencia negativa. Sinónimo de que usted no tiene una buena proyección revolucionaria y, por lo tanto, no es una persona confiable. No importa que sea un excelente profesional: usted no será “recompensado”. O sea, no será seleccionado para cumplir “misiones internacionalistas” en el extranjero, ni recibirá ‘estímulos subsidiados’. Estará condenado a la marginalidad, a vivir en la sombra.
Pero ahí no acaban los controles, porque en cada cuadra hay un Comité de Defensa de la Revolución. Si aspira a un puesto de trabajo, debe llevar una recomendación del presidente de su CDR, otra de un miembro del Partido Comunista de Cuba y de cuantos representantes de organizaciones sociales hayan en el barrio donde resida. Aunque usted no crea en el sistema socialista cubano, tendrá que mantener, al menos en apariencias, “una conducta revolucionaria”.
Ser revolucionario en Cuba es dar el paso al frente cuando se te necesite, aunque no estés en condiciones de darlo. Sacrificarte en el plano personal, padecer privaciones, en pos de algo que llegara algún día, aunque no se sepas cuándo. Ocupar tu puesto en la reunión del CDR, o en la plaza caminar junto a las multitudes. Ver, escuchar e informar a tus superiores cuando se te ordene. Cotizar con todas las organizaciones a las cuales perteneces. Y, lo más importante, mantenerte sumiso y callado.
Por eso en Cuba no hay voces, sólo murmullos. Usted puede discrepar y decirlo… pero tendrá que atenerse a las consecuencias. No hay forma de escapar al control. Cuando más, ignorarlo.
Laritza Diversent
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Re: Sero o no ser,,,,,Desde La Habana , Las leyes de Laritza
Cita aplazada
Posted by Desde La Habana in La carpeta de Iván on Agosto 5th, 2009
Llovía a cántaros la mañana del 23 de febrero de 2003. El periodista independiente Pablo Pacheco y yo habíamos concertado encontrarnos en el Parque Central de La Habana.
Pacheco residía en la provincia Ciego de Ávila, a más de 400 kilómetros de la capital, y estaba de paso por la urbe. Hablábamos por teléfono y mucho sobre variadas cosas: de la familia, de política, pero en particular de deportes, pues ambos escribíamos del tema para la agencia Cuba Press que dirigía el poeta y periodista Raúl Rivero. La lluvia impidió la cita.
Unos días después, al hablar con él por teléfono, le dije: “En la próxima visita a La Habana nos conocemos”. No pudo ser. En la mañana del 18 de marzo del 2003 Pablo Pacheco fue detenido por la policía política y condenado a 20 años de cárcel. Es uno de los 75 presos de conciencia de la primavera negra. Ya el mundo conoce el absurdo jurídico de sus casos. Son hombres pacíficos que como arma tenían sus plumas y la palabra. Aún hay 57 de ellos tras las rejas. Son preciadas monedas de cambios para el gobierno de los Castro.
En la tarde del sábado 21 de febrero del 2009, casi 6 años después, sonó el teléfono mientras escribía un post para el blog Desde La Habana. Sorpresa. Era Pablo Pacheco desde la prisión de Canaleta en Ciego de Ávila. Con buen ánimo, como si no hubiesen pasado 6 largos y duros años, sobre todo para Pacheco, que duerme cada noche tras los barrotes de una celda. Me habló de su esposa, me leyó un par de poemas, uno dedicado a su hijo y otro sobre la sociedad civil en Cuba.
Tuvo tiempo incluso de leerme una nota sobre el Clásico Mundial de Béisbol, que redactó en las aburridas y lentas horas en que transcurre la vida de una persona en prisión. Probablemente ningún periódico del mundo o sitio de internet publique sus historias o poemas. Sus lectores son el reducido grupo que constituye su familia y sus amigos de la cárcel. Escriben para sí mismo. Y así sucederá mientras la obcecada política de los Castro no ceda.
Esa tarde, cuando terminé de hablar con Pacheco, las lágrimas asomaron a mis ojos. La última vez que lloré fue el 25 de noviembre del 2003, cuando mi madre Tania Quintero, periodista independiente, mi hermana y mi sobrina, se marcharon al exilio en Suiza. Lloraba entonces porque pensaba que nunca más vería con vida a mi madre, con 61 años cumplidos cuando se marchó de Cuba. Lloraba porque sentía que era un viaje con boleto de ida.
Ahora, tras concluir la llamada desde la cárcel de Canaleta, lloro por un hombre de 39 años que no puede ver a su hijo crecer por culpa de un régimen totalitario e intolerante. Y por la mala fortuna de que en la mañana del 23 de febrero del 2003 la lluvia me impidió conocer personalmente a Pablo Pacheco Ávila.
Iván García
Posted by Desde La Habana in La carpeta de Iván on Agosto 5th, 2009
Llovía a cántaros la mañana del 23 de febrero de 2003. El periodista independiente Pablo Pacheco y yo habíamos concertado encontrarnos en el Parque Central de La Habana.
Pacheco residía en la provincia Ciego de Ávila, a más de 400 kilómetros de la capital, y estaba de paso por la urbe. Hablábamos por teléfono y mucho sobre variadas cosas: de la familia, de política, pero en particular de deportes, pues ambos escribíamos del tema para la agencia Cuba Press que dirigía el poeta y periodista Raúl Rivero. La lluvia impidió la cita.
Unos días después, al hablar con él por teléfono, le dije: “En la próxima visita a La Habana nos conocemos”. No pudo ser. En la mañana del 18 de marzo del 2003 Pablo Pacheco fue detenido por la policía política y condenado a 20 años de cárcel. Es uno de los 75 presos de conciencia de la primavera negra. Ya el mundo conoce el absurdo jurídico de sus casos. Son hombres pacíficos que como arma tenían sus plumas y la palabra. Aún hay 57 de ellos tras las rejas. Son preciadas monedas de cambios para el gobierno de los Castro.
En la tarde del sábado 21 de febrero del 2009, casi 6 años después, sonó el teléfono mientras escribía un post para el blog Desde La Habana. Sorpresa. Era Pablo Pacheco desde la prisión de Canaleta en Ciego de Ávila. Con buen ánimo, como si no hubiesen pasado 6 largos y duros años, sobre todo para Pacheco, que duerme cada noche tras los barrotes de una celda. Me habló de su esposa, me leyó un par de poemas, uno dedicado a su hijo y otro sobre la sociedad civil en Cuba.
Tuvo tiempo incluso de leerme una nota sobre el Clásico Mundial de Béisbol, que redactó en las aburridas y lentas horas en que transcurre la vida de una persona en prisión. Probablemente ningún periódico del mundo o sitio de internet publique sus historias o poemas. Sus lectores son el reducido grupo que constituye su familia y sus amigos de la cárcel. Escriben para sí mismo. Y así sucederá mientras la obcecada política de los Castro no ceda.
Esa tarde, cuando terminé de hablar con Pacheco, las lágrimas asomaron a mis ojos. La última vez que lloré fue el 25 de noviembre del 2003, cuando mi madre Tania Quintero, periodista independiente, mi hermana y mi sobrina, se marcharon al exilio en Suiza. Lloraba entonces porque pensaba que nunca más vería con vida a mi madre, con 61 años cumplidos cuando se marchó de Cuba. Lloraba porque sentía que era un viaje con boleto de ida.
Ahora, tras concluir la llamada desde la cárcel de Canaleta, lloro por un hombre de 39 años que no puede ver a su hijo crecer por culpa de un régimen totalitario e intolerante. Y por la mala fortuna de que en la mañana del 23 de febrero del 2003 la lluvia me impidió conocer personalmente a Pablo Pacheco Ávila.
Iván García
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