¿DóNDE ESTA EL SOCIALISMO?
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¿DóNDE ESTA EL SOCIALISMO?
¿DóNDE ESTA EL SOCIALISMO? (I) |
2009-8-18 |
“A mi no me eligieron Presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la revolución. Fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para destruirlo”. Esto fue manifestado por el Presidente Raúl Castro en su intervención ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, efectuada el 1 de agosto. Según ese criterio la revolución existe, cuando en verdad desde hace tiempo se desarrolla un generalizado proceso involutivo en la sociedad. Asimismo, sus palabras reflejan la creencia de que ha habido algún tipo de socialismo en Cuba. En los años 1960, mayoritariamente los cubanos creyeron en la revolución y recibieron con entusiasmo la proclamación de este proceso como socialista en abril de 1961. En los sueños populares se estableció la fe en el inicio de un proyecto que traería prosperidad, igualdad y justicia social; donde los medios fundamentales de producción se pondrían en función de los intereses nacionales y el principio de distribución según el resultado del trabajo se abriría camino, sin dejar olvidados a los sectores desvalidos de la población. Como decían los manuales de economía de aquel entonces, comenzaba una época de desarrollo armónico y proporcional, en un entorno estrictamente organizado y planificado, con el objetivo de satisfacer paulatinamente las crecientes necesidades materiales y espirituales de la ciudadanía. Paralelamente, mediante la “insuperable” educación socialista, incluida la formación de las nuevas generaciones con la combinación del estudio con el trabajo- fundamentalmente en zonas rurales - y la masiva aplicación del trabajo voluntario, se crearía un hombre nuevo, desprendido de todo egoísmo, solidario y altruista, patriota e internacionalista, dispuesto a dar la vida por la patria, y hasta por la humanidad. Pasada la ensoñación, la dura realidad demuestra que lejos de llegar a esos propósitos paradisiacos, hemos arribado a una sociedad llena de injusticias sociales y frustraciones, donde el trabajo ha dejado de constituir la fuente principal de satisfacción de las necesidades materiales y espirituales. Las confiscaciones de los bienes de propietarios privados, no pasaron realmente a patrimonio del pueblo, sino de un grupo de poder que los ha gestionado al margen de los intereses de la nación, con una ineptitud extrema durante decenios, por lo que la propiedad social es un mito, un engaño. En especial ocurrió con la tierra, que de recurso poseído por grandes hacendados antes de 1959, pasó a un Estado que lo ha administrado sumamente peor. En los hechos, el latifundio privado fue sustituido por el estatal, mucho más ineficiente. En cuanto al supuesto precepto de que los trabajadores pasarían de “clase en sí”, desprovista de toda posibilidad de ejercer alguna autoridad sobre los medios de producción, a “clase para sí” dueña de ellos y principal protagonista del destino del país, ha resultado una estafa de colosales proporciones. En la practica, los trabajadores cubanos como clase social han sido reducidos a la nada, sin derechos incluso a organizar verdaderos sindicatos que defiendan sus intereses, a realizar huelgas, a contratarse libremente y absolutamente imposibilitados a disfrutar de infinidad de avances obtenidos en muchos países, en los cuales las organizaciones obreras con sus luchas han logrado por ley tener representantes en los buró de dirección de las grandes empresas, en especial europeas, donde cualquier decisión de importancia debe tomarse en consulta con los trabajadores. Por el contrario, las supuestas organizaciones obreras cubanas no son más que prolongaciones de los brazos del Estado-Partido, diseñadas para explotar más a los trabajadores, sin que tengan derecho a reclamar. Son en grado superlativo nada más que la reproducción exagerada de las bandas transportadoras de los propósitos de control del totalitarismo, conformadas por Lenin en la Unión Soviética. En la conducción de la sociedad no se ha contado con los trabajadores ni el pueblo en general. Las consignas de desarrollo armónico y proporcional de una economía ordenada y planificada, así como la constante satisfacción de las necesidades materiales y espirituales, hoy con toda claridad son una burla a la inteligencia de los cubanos. No se trata de un socialismo imperfecto, de la suma de 2+2=3, sino de un capitalismo de estado inepto e incapaz que ha sumido el país en el desastre. Calificar a Cuba de socialista es una falsificación; una ofensa a los seres humanos que durante siglos han luchado honestamente y entregado sus vidas en aras de la justicia social y la hermandad entre los seres humanos. ¿DóNDe ESTA EL SOCIALISMO? (II FINAL) Quien se esfuerce hoy por la justicia social, en modo alguno puede identificar nuestro pasado reciente con ninguna doctrina que aspire al mejoramiento social. Si alguien sinceramente quiere un avance social en Cuba tiene que poseer el valor de denunciar todo lo malo que se ha hecho, y en primer lugar iniciar un proceso democrático, propiciador de un fututo de prosperidad para todos los cubanos. Cuando se habla de socialismo, hay que pensar en la mayor participación pública, lo cual requiere un alto nivel de democracia. ¿Cómo puede participar el pueblo en los asuntos de toda la sociedad, si no tiene derecho a expresarse y organizarse libremente? Por otra parte, la libertad del individuo es fundamental en el desarrollo de las naciones, además de un derecho de los seres humanos a exteriorizar los sentimientos. En un mundo tan complejo como el actual, tan lleno de opciones y contradicciones, el debate de las ideas se torna un factor decisivo para encontrar las vías mejores para el desarrollo. En tales condiciones, la libertad y la democracia son indispensables para el avance de los pueblos, cuando por suerte también existen valiosos medios para acceder a la información y desplegar la creatividad, como la Internet y otros medios informativos. Así se está creando a nivel mundial posibilidades increíbles de alcanzar una sociedad más democrática, en la cual las opiniones personales y colectivas pueden debatirse en foros que dejan atrás los estrechos márgenes nacionales. Desafortunadamente en Cuba todo eso se niega al pueblo, cuando se mantiene vedado el acceso a Internet. Así el falaz socialismo cubano cierra las puertas del conocimiento y la información, condenando la sociedad al estancamiento, en un escenario internacional cada día más competitivo e interconectado. Al contario de haber creado un hombre nuevo, con amplias posibilidades, se ha empujado la población al delito, la mentira, la doble moral, erosionado la identidad nacional y dañado los valores espirituales. Cuba posee una de las mayores poblaciones penales del mundo en relación con la cantidad de habitantes, según estadísticas publicadas por organismos de Naciones Unidas como PNUD, o revistas de reconocido prestigio internacional como The Economist. Está abrumadoramente compuesta por jóvenes deformados por la miseria y las lacras que azotan la sociedad y, en una altísima proporción, de personas de raza negra y mestizos. Esto demuestra el total fracaso de los propósitos de igualdad y justicia social proclamados al inicio de la revolución. Simultáneamente florece en el entorno social la indisciplina y la falta de honradez, favorecidos por salarios que no alcanzan para vivir y ambientes laborales irracionales propicios para la erosión de la cultura del trabajo y la creatividad. Si realmente se quiere mejorar la sociedad cubana habrá que hacer cambios radicales en las estructuras económica, política y social, así como en los erróneos conceptos que durante años han lastrado el país, y tener el coraje de reconocer que lo ocurrido en los últimos 50 años ha sido un completo fracaso. A su vez, los viejos esquemas del socialismo no tienen nada que ver con las realidades y requerimientos del Siglo XXI. El viejo concepto de la exclusión de la propiedad privada en el desarrollo de las naciones ha sido probadamente nocivo. Como se ha demostrado en muchas naciones, la iniciativa individual en un marco regulado resulta un decisivo factor de desarrollo, pues al mismo tiempo que beneficia a los propietarios puede crear enormes riquezas para propiciar el avance y bienestar social. Por su parte, la propiedad pública puede y debe jugar un papel importante de acuerdo con las necesidades, tradiciones y culturas de los países, pero siempre en un ambiente democrático, que permita un estricto control social para impedir a políticos ambiciosos utilizarla en beneficio propio y crear camarillas para implantar su poder. Como puede observarse en la mayoría de los países, se afinca la tendencia al aseguramiento de la educación, la salud pública y la seguridad social para todos los ciudadanos, e incluso en muchos- sin tanta propaganda- se ha alcanzado niveles de protección muy superiores a los existentes en Cuba, hoy inmersos en un proceso de erosión a causa de la falta de sustentabilidad económica. Quien lo dude, debe analizar las situaciones presentes en la mayoría de los países de Europa o en Canadá, así como los firmes pasos que está dando la Administración Obama en Estados Unidos para mejorar el acceso y la calidad de la salud pública y la educación para todos los ciudadanos. En Cuba no es momento para supuestos perfeccionamientos de lo inexistente, sino de transformaciones radicales a un sistema disfuncional. Si se quiere realizar las transformaciones con el máximo de seguridades sociales, criterio apoyado por la inmensa mayoría de la ciudadanía, es mejor dejar las inservibles etiquetas a un lado y los prejuicios absurdos en otro. Es tiempo de realismo y edificar con responsabilidad una sociedad donde pueda desplegarse el caudal de creatividad bloqueado por tantos años, a fin de utilizar las considerables reservas productivas existentes. Oscar Espinosa Chepe Economista y Periodista Independiente. La Habana, Agosto 12 de 2008 |
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