Los afganos llegaron ya, y no han podido bailar el Cha cha cha
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Los afganos llegaron ya, y no han podido bailar el Cha cha cha
Ángel Santiesteban | 24/07/2009 18:17
CUANDO LLEGARON AL Edificio donde vivo, lo primero que me llamó la atención fueron los dos niños, que a pesar de ser afganos, hablaban un castellano a lo cubano. Iban a mi casa y jugaban con mi hijo, a las bolas o la pelota con la misma devoción.
Algunos vecinos hicieron el chiste de que pronto habría una bomba en el edificio, por aquello de los talibanes. A veces veía a la afgana conversar con mi mujer. Y varias veces las sorprendí llorando. Pensé que eran problemas maritales o que extrañaba a la familia que dejaba detrás.
En una ocasión, mi esposa me dice que la afgana necesitaba escanear unos papeles para presentarlo en una entidad estatal. Sin terminar de aceptar comenzó a contarme su realidad.
Sin entender las palabras que se esforzaba por comunicarme, pude ir descifrando entre gestos y sonidos inescrutables, que su marido y su hijo de 17 años estaban presos en Cuba desde hacía dos años y sin acusación, que apenas le explicaron el porqué de su detención. Llegaron a Cuba con visas de turista pues su destino era continuar a Canadá donde la esperaba un hermano. Que a su marido, en una ocasión, le dijeron que ella había fallecido, pues hacía varias semanas que no le permitían visita. Él comenzó a llorar y su preocupación por sus hijos menores se acrecentó. ¿Qué sería de ellos sin sus padres? Y pidió ver el cadáver, y lo llevaron a la morgue. Encontró varias camas con cuerpos tapados con sábanas.
–Búscala –y le señalaron los bultos.
El miedo lo cegaba, apenas le permitió caminar. Sabía que cuando encontrara el cadáver, su vida, junto con los hijos, no tendría sentido. Fue destapando los cuerpos, y ninguno era su esposa. Entonces regresó orando hasta la celda, y allí intentó suicidarse. Lo encontraron con poca vida y en un hospital lograron devolvérsela. ¿Para qué la quiero?, se dijo, y entonces no le agradeció a los médicos.
Gente extraña, dijo uno de los doctores.
Enlace permanente | Publicado en: Los hijos que nadie quiso | Actualizado 24/07/2009 18:19
CUANDO LLEGARON AL Edificio donde vivo, lo primero que me llamó la atención fueron los dos niños, que a pesar de ser afganos, hablaban un castellano a lo cubano. Iban a mi casa y jugaban con mi hijo, a las bolas o la pelota con la misma devoción.
Algunos vecinos hicieron el chiste de que pronto habría una bomba en el edificio, por aquello de los talibanes. A veces veía a la afgana conversar con mi mujer. Y varias veces las sorprendí llorando. Pensé que eran problemas maritales o que extrañaba a la familia que dejaba detrás.
En una ocasión, mi esposa me dice que la afgana necesitaba escanear unos papeles para presentarlo en una entidad estatal. Sin terminar de aceptar comenzó a contarme su realidad.
Sin entender las palabras que se esforzaba por comunicarme, pude ir descifrando entre gestos y sonidos inescrutables, que su marido y su hijo de 17 años estaban presos en Cuba desde hacía dos años y sin acusación, que apenas le explicaron el porqué de su detención. Llegaron a Cuba con visas de turista pues su destino era continuar a Canadá donde la esperaba un hermano. Que a su marido, en una ocasión, le dijeron que ella había fallecido, pues hacía varias semanas que no le permitían visita. Él comenzó a llorar y su preocupación por sus hijos menores se acrecentó. ¿Qué sería de ellos sin sus padres? Y pidió ver el cadáver, y lo llevaron a la morgue. Encontró varias camas con cuerpos tapados con sábanas.
–Búscala –y le señalaron los bultos.
El miedo lo cegaba, apenas le permitió caminar. Sabía que cuando encontrara el cadáver, su vida, junto con los hijos, no tendría sentido. Fue destapando los cuerpos, y ninguno era su esposa. Entonces regresó orando hasta la celda, y allí intentó suicidarse. Lo encontraron con poca vida y en un hospital lograron devolvérsela. ¿Para qué la quiero?, se dijo, y entonces no le agradeció a los médicos.
Gente extraña, dijo uno de los doctores.
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Azali- Admin
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