¿Educación?
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¿Educación?
¿Educación?
Ángel Santiesteban | 24/06/2009 16:51
LA MAESTRA DE MI HIJO Dice que no tiene zapatos para trabajar en la escuela y me enseña los que lleva puestos, con la suela rajada. Se queja de los alumnos porque se burlan del mal estado de su ropa. También tiene un niño pequeño al que no podrá festejarle su próximo cumpleaños. A cada rato los Maestros Emergentes le roban la cartera. "A esos primero hay que alfabetizarlos", me dice mirando su raído zapato. Si llegara algún donativo del extranjero sería una buena solución, podría vender en bolsa negra parte de los materiales escolares, me dice con los ojos húmedos.
El profesor de Educación Física de mi hija ruega por alguna colaboración en un "país amigo": Hay que salir de la crisis, asegura, y está dispuesto a ir al peor lugar del universo con tal de mitigarla. Confeccionó una pelota de trapo para que los niños se ejerciten y le den tiempo a pensar la solución de su problema económico.
Algunos extranjeros después de desayunar, cruzan desde el hotel hasta la cerca de la escuela, para tirarles fotos a los niños en formación para el matutino y escuchan comunicados enardecidos que defienden a la revolución.
Los niños ya saben montar sus personajes: dicen que no al primer intento de regalarles caramelos, luego las maestras fingen estar entretenidas y en el aula los comparten. Si les preguntan si son felices, deben responder con rapidez, abrir la sonrisa más amplia y decir que "somos felices aquí". Después los extranjeros se marchan.
Y entonces los niños guardan la sonrisa.
Enlace permanente | Publicado en: Los hijos que nadie quiso | Actualizado 24/06/2009 16:54
Ángel Santiesteban | 24/06/2009 16:51
LA MAESTRA DE MI HIJO Dice que no tiene zapatos para trabajar en la escuela y me enseña los que lleva puestos, con la suela rajada. Se queja de los alumnos porque se burlan del mal estado de su ropa. También tiene un niño pequeño al que no podrá festejarle su próximo cumpleaños. A cada rato los Maestros Emergentes le roban la cartera. "A esos primero hay que alfabetizarlos", me dice mirando su raído zapato. Si llegara algún donativo del extranjero sería una buena solución, podría vender en bolsa negra parte de los materiales escolares, me dice con los ojos húmedos.
El profesor de Educación Física de mi hija ruega por alguna colaboración en un "país amigo": Hay que salir de la crisis, asegura, y está dispuesto a ir al peor lugar del universo con tal de mitigarla. Confeccionó una pelota de trapo para que los niños se ejerciten y le den tiempo a pensar la solución de su problema económico.
Algunos extranjeros después de desayunar, cruzan desde el hotel hasta la cerca de la escuela, para tirarles fotos a los niños en formación para el matutino y escuchan comunicados enardecidos que defienden a la revolución.
Los niños ya saben montar sus personajes: dicen que no al primer intento de regalarles caramelos, luego las maestras fingen estar entretenidas y en el aula los comparten. Si les preguntan si son felices, deben responder con rapidez, abrir la sonrisa más amplia y decir que "somos felices aquí". Después los extranjeros se marchan.
Y entonces los niños guardan la sonrisa.
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