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Un 1984 eterno sin año nuevo por Octavio Guerra

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Un 1984 eterno sin año nuevo  por Octavio Guerra Empty Un 1984 eterno sin año nuevo por Octavio Guerra

Mensaje por Azali Sáb Sep 26, 2009 12:03 pm

Un 1984 eterno sin año nuevo


Un 1984 eterno sin año nuevo  por Octavio Guerra Capitolio_2_Havana_Cuba
Una tarde veraniega a finales de los 70, andaba con el Chino, uno de mis ya difuntos colegas del inxilio*, por la Habana, la verdadera Habana, la calle Obispo, llena de gente en busca de todo lo que faltaba y que no se podía encontrar pero seguían buscando. No recuerdo tras qué andábamos, un libro o alguna película en un cine ruinoso, de pronto, el Chino se viró: “¡Profe!”. Entre la multitud de transeúntes, un hombre de casi cincuenta años se volvió. Parecía extraviado, como uno se esos "abducidos” por los alienígenas, acabado de soltar allí mismo por un platillo volador. El Chino se le acercó “¿Cómo está profe, dónde ha estado? Nunca supimos más de usted” El hombre respondió robóticamente. "Acabo de salir del Combinado**". El Chino quedó patitieso, yo, en suspenso. “Pero, ¿por qué?” El "profe" se encogió de hombros. “Había escrito algunas cosas para mi consumo, no sé cómo se enteraron. Entraron a mi casa, y me llevaron con todos mis papeles. Me condenaron a tres años por 'propaganda enemiga' sin haber publicado ni jamás enseñado nada a nadie…” Aún estaba perplejo. Para mí no era una novedad, sólo una corroboración. El régimen no permitía la más mínima disensión. Vivíamos la novela de Orwell, un eterno 1984 sin año nuevo. Conocí decenas de personas que corrieron la misma suerte y no eran de los que se consideraban "contrarrevolucionaros". Recuerdo a Orlando Sánchez Tajonera. Me ayudó cuando se me ocurrió la peregrina idea de ser filósofo extraoficial. Trabajaba como humilde profesor de ruso en el instituto de Filosofía allá en la calle Calzada. Hombre muy decente y hasta candoroso pero completamente traumatizado. En medio de cualquier conversación, caía de pronto en el abismo de la depresión y, sin más acá ni más allá, rompía a preguntarse, desesperado, "pero, ¿qué he hecho yo? ¿por qué me hicieron eso?" y volvía hacer la historia de cuando estaba en la U.R.S.S. haciendo su doctorado, a punto de casarse con la muchacha rusa más linda de la Universidad de Lomonosov. Entonces, sin mediar explicación, lo montaron en un avión de regreso a Cuba. Aquí, le confiscaron sus papeles y, todos los meses durante años, venía alguien de la seguridad del estado a su casa a intimidarlo. No tuve que indagar mucho para saber el misterio. Su tesis de doctorado consistía en un refrito de la ética de Hegel para adecuarla al marxismo: la oposición entre moral social y la moralidad individual. Y aquí viene lo mejor. Según Orlando, ciertos individuos desarrollaban una moralidad más progresiva que el resto de la moral social. Así, se convertían en la "vanguardia política". La moral social era, entonces, impulsada por semejante vanguardia hasta un punto en el cual superaba a esta, que se quedaba rezagada con respecto a la moral social y debía ser sustituida. Orlando nunca se percató de que algún sesudo de la “inteligencia” encontró en su tesis una remota crítica a Fidel Castro. Pasó así diez años pero tuvo suerte. El difunto Mario Rodríguez Alemán –más tarde, también, él mismo expulsado de su decanato y lanzado al ostracismo- lo rescató y se lo llevó de profesor de Filosofía al Instituto Superior de Arte. Otros no tuvieron semejante suerte. (Continuará)
______________
* Inxilio, lo parecido a un exilio pero sin salir del país. Es un gran grupo de personas que sufrir del ostracismo de un régimen que rechaza, margina y persigue a todo cuanto no se le adhiere irrestrictamente.

** Centro Penitenciario Combinado del Este, cerca de Ciudad de la Habana.
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Mensaje por Azali Sáb Sep 26, 2009 12:03 pm

http://havanaschool.blogspot.com/2009/09/un-1984-eterno-sin-ano-nuevo_02.html

Un 1984 eterno sin año nuevo (Continuación II)


Un 1984 eterno sin año nuevo  por Octavio Guerra Holstein_heifer
Ni las personas más tranquilas y decentes están a salvo en 1984. Recuerdo a Adrián en aquella escuela bilingüe de mi barrio que ostentaba el altisonante nombre de Cambridge School. Entonces, nadie se imaginaba lo que nos deparaba un futuro no tan lejano. Mientras que todos los muchachos empleábamos la menor oportunidad que nos daba la estricta disciplina escolar para el retozo y las maldades, Adrián Vilardebó se dedicaba a hacer las tareas en sus pulcras libretas forradas con papel color ladrillo. Era el paradigma de “abelardito”*. Cuando el resto de los muchachos terminábamos todas las tardes con el uniforme de la escuela hecho un desastre (o nos dejaban haciendo líneas de castigo), Adrián regresaba a su casa peinado y con el uniforme impoluto. Una década después, gracias y a pesar de la revolución, como estaba escrito para él, fue primer expediente de la escuela veterinaria. Automáticamente, aunque no era ni de la juventud ni el partido, por su aplicación, le fue asignada la más alta tarea de la época en su especialidad: ser el veterinario de Rosafé Signet****, aquel famoso toro semental comprado personalmente por el Comandante en Jefe en cientos de miles de dólares a Canadá para "mejorar” la raza del ganado cubano. Este ya había sido recontramejorado durante los cuatro siglos anteriores, desarrollando una resistencia y una adaptabilidad inigualable a las condiciones naturales de la Isla pero, no inmune a la ineficiencia de la agricultura comunista, había sido reducido ostensiblemente. Así que, Rosafé era la gran esperanza con tarros de la economía socialista. Pero este no tenía la resistencia ni la adaptación del ganado cubano. Debía estar en aire acondicionado, con una alimentación y un trato muy especial para extraerle su valiosísimo semen. Sin embargo, para los administradores de la granja, veteranos barbudos de la Sierra, un toro era un toro como otro cualquiera y no había que estar cuidándolo tanto. Así, desoyeron todos los consejos y las prescripciones que les daba Adrián y Rosafé, finalmente, se enfermó y murió. La administración de la granja -a la cual le pondrían el nombre del toro-mártir-, para escapar a la ira de Zeus, acusará a Adrián -cuyo padre acostumbraba a hablar mal del gobierno en la bodega de la esquina de su casa- de sabotaje contrarrevolucionario, planificado directamente por la CIA. Sin la menor prueba y más inocente que un recién nacido, Adrián cumplirá 5 años de prisión y pasará cierta temporada bajo tratamiento psiquiátrico. Al salir de prisión, despojado de su título de veterinario, Adrián cayó bajo la bota del jefe de sector de la policía quien lo amenazó con meterlo de nuevo preso si se atrevía a curar al más zarrapastroso de los gatos callejeros. Aún así, en el ministerio de salud pública, se consiguió un trabajito en la vacunación de los perros contra la rabia, en el cual vegetará el resto de su vida. Pero, aquí no termina el cuento. Parte de las desgracias de Adrián es su inteligencia y sus conocimientos enciclopédicos. Conoce la historia de Cuba y todos sus personajes vivos y muertos a niveles del detalle más minucioso. Así, dedicó sus largos años de ostracismo a escribir un enorme libro sobre el Cementerio de Colón, en el volcó sus aplastantes conocimientos en una historia minuciosa de los personajes, familias e instituciones con panteones en el mismo. Su otra desgracia es su ingenuidad que lo llevó, al terminar su obra maestra, con su enorme manuscrito, al Instituto del Libro. Allí, los censores detectaron datos y relatos que no se correspondían con la visión de la historia cubana propalada por la propaganda castrista. Le aconsejaron, entonces, muy amablemente, que eliminara ciertos pasajes y cambiara otros. Este no aceptó y, sin muchos miramientos, la seguridad del Estado le invadió la casa, le secuestró todos sus papeles y, tras enseñarle los instrumentos de tortura como a Galileo, le prohibió de por vida acercarse al Cementerio de Colón a menos de 500 metros. Aún así, incluso bajo amenaza, él y sus padres se negaron a irse por el Mariel en el 80. Hoy día, muertos sus padres y sin familia, Adrián anda por las calles de Santos Suárez, sucio como un vagabundo, vacunando sus perros y completamente psicótico, mirando hacia atrás, perseguido por todos los demonios del comunismo.
______________________
*Abelardito: así llaman en Cuba a los estudiantes extremadamente aplicados.
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