El sommelier del Salón Aguiar
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El sommelier del Salón Aguiar
sábado 26 de septiembre de 2009
El sommelier del Salón Aguiar
El sommelier del Salón Aguiar
Granma, el diario oficial cubano, se ha apurado en aclarar un video difundido por la cadena de televisión MegaTV, donde Juanes se queja del asedio de los agentes de la Seguridad del Estado: “¡Esto se acabó, nos vamos ya! Estamos muy molestos, muy molestos, muy molestos. Vinimos a cantar a la gente joven de Cuba y por eso estamos aquí. Pero hemos encontrado una barrera muy fuerte y ¡esto se acabó!”, se le oye decir al autor de “La camisa negra”.
Según Pedro de la Hoz (autor de la aclaratoria), “simple y llanamente el cantautor, a todas luces nervioso ante el reto que se había impuesto, tuvo un exabrupto en las primeras horas del domingo frente a los elevadores del Hotel Nacional al confundir la identidad de una persona”. Según el reportero, “se trataba del sommelier del Salón Aguiar, un joven pero experto trabajador de la instalación”.
Conozco perfectamente al “sommelier del Salón Aguiar”. La primera vez que me tropecé con él fue en Cienfuegos, cuando a un grupo de recién graduados de las escuelas de artes se nos ocurrió hacer una obra de teatro sobre la guerra de Angola. Primero desaparecieron todos mis apuntes sobre el espectáculo y luego fuimos sometidos a una durísima presión para desarmar nuestro ímpetu creativo y la camaradería que nos mantenía unidos.
Meses después, el “sommelier del Salón Aguiar” apagó la luz en una librería de Matanzas donde un grupo de poetas leían sus versos y les cayó a patadas. Hasta la excelsa Carilda Oliver Labra fue víctima del arrebato del “joven pero experto” y acabó con más de una costilla fracturada. En los jardines de la UNEAC era muy común encontrarse con el “sommelier del Salón Aguiar”, siempre andaba susurrándole al oído a algunos escritores y haciendo apuntes en una libretica.
Ni siquiera aquí, en República Dominicana, me he librado de la presencia del “sommelier del Salón Aguiar”. Hace unos meses hizo un informe sobre una cena en casa de un gran amigo que tuvo bochornosas consecuencias. Antes, cuando yo trabajaba en el Centro León, se aparecía en Santiago sin previo aviso y, después de la presentación de Zoé Valdés en la Feria del Libro, su tenacidad se hizo casi insoportable.
Aunque nominalmente se dedica al servicio al público, en verdad el “sommelier del Salón Aguiar” se transfigura constantemente. A veces parece tan amigo que uno llega a abrazarle. Sus disfraces son inimaginables: empresario español, poetisa dominicana, sindicalista mexicano, diletante vasco o periodista francés. El único patrón que se repite es que siempre se hace el sueco.
Al parecer Juanes, con esa ingenuidad proverbial que le acompaña a todas partes, se creyó el cuento; pero lo cubanos conocemos muy bien a ese tipo que le sacó de quicio. A veces hemos llegado a creer que es nuestro alter ego. Siempre está ahí, acompañándonos a todas partes como una sombra que no se borra. Ni siquiera desaparece cuando es de noche y nos encerramos a oscuras en una habitación sin vistas.
Según Pedro de la Hoz (autor de la aclaratoria), “simple y llanamente el cantautor, a todas luces nervioso ante el reto que se había impuesto, tuvo un exabrupto en las primeras horas del domingo frente a los elevadores del Hotel Nacional al confundir la identidad de una persona”. Según el reportero, “se trataba del sommelier del Salón Aguiar, un joven pero experto trabajador de la instalación”.
Conozco perfectamente al “sommelier del Salón Aguiar”. La primera vez que me tropecé con él fue en Cienfuegos, cuando a un grupo de recién graduados de las escuelas de artes se nos ocurrió hacer una obra de teatro sobre la guerra de Angola. Primero desaparecieron todos mis apuntes sobre el espectáculo y luego fuimos sometidos a una durísima presión para desarmar nuestro ímpetu creativo y la camaradería que nos mantenía unidos.
Meses después, el “sommelier del Salón Aguiar” apagó la luz en una librería de Matanzas donde un grupo de poetas leían sus versos y les cayó a patadas. Hasta la excelsa Carilda Oliver Labra fue víctima del arrebato del “joven pero experto” y acabó con más de una costilla fracturada. En los jardines de la UNEAC era muy común encontrarse con el “sommelier del Salón Aguiar”, siempre andaba susurrándole al oído a algunos escritores y haciendo apuntes en una libretica.
Ni siquiera aquí, en República Dominicana, me he librado de la presencia del “sommelier del Salón Aguiar”. Hace unos meses hizo un informe sobre una cena en casa de un gran amigo que tuvo bochornosas consecuencias. Antes, cuando yo trabajaba en el Centro León, se aparecía en Santiago sin previo aviso y, después de la presentación de Zoé Valdés en la Feria del Libro, su tenacidad se hizo casi insoportable.
Aunque nominalmente se dedica al servicio al público, en verdad el “sommelier del Salón Aguiar” se transfigura constantemente. A veces parece tan amigo que uno llega a abrazarle. Sus disfraces son inimaginables: empresario español, poetisa dominicana, sindicalista mexicano, diletante vasco o periodista francés. El único patrón que se repite es que siempre se hace el sueco.
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