El optimismo de alguna Diplomacia
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El optimismo de alguna Diplomacia
El optimismo de alguna Diplomacia
Ángel Santiesteban | 19/10/2009 18:31
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Miguel Ángel Morantinos. AP
HACE VARIOS AÑOS FUIMOS Invitados cinco escritores cubanos a una reunión con los Embajadores de la Comunidad Europea radicados en Cuba, que estaba presidida por Bélgica. Por ese entonces Cuba había sido sancionada por la Comunidad Europea por el fusilamiento de los jóvenes que intentaron raptar una lancha con rehenes hacia Miami, y por el apresamiento de los 75 disidentes.
Leonardo Padura comenzó recreando el panorama cultural, social y político de la Isla. Luego los diplomáticos levantaron el brazo para preguntar. Dialogamos sobre la posibilidad de apertura del Gobierno de Cuba, eliminación de restricciones, todo a partir de la ayuda económica de Venezuela, después de la caída del campo socialista y de la pobreza vivida en el Período Especial, parecía un respiro para la población cubana y un alivio para el Gobierno cubano.
Fuimos respondiendo según nuestras impresiones: Pedro Juan Gutiérrez, Reinaldo Montero y Amado del Pino. Cuando tuve la oportunidad de hablar, aseguré que estaba probado que el sistema cubano, mientras más fuerte y seguro se encontrara, más agudizaría el control sobre la sociedad, las restricciones sobre los derechos universales del hombre y menos espacio cedería a la democracia. Quizá mis palabras fueron las más negativas. Recuerdo que terminé asegurando que me sentía muy pesimista por el futuro de los cubanos.
Al rato, cuando salimos al coctel, se me acercó el Embajador de España. Sonriente y afable, como quien se le acerca a un niño ingenuo que no conoce la realidad de la vida, y me aconsejó que fuera “optimista”.
—¿Pero cómo se le puede pedir optimismo a la tercera generación que sacrifica la Revolución a cambio de nada? —le respondí.
El Embajador quedó titubeante.
— ¡No comprende que el sistema es una máquina de moler hombres! —volví a decirle.
El Embajador levantó los hombros.
— ¡No hay esperanza! —continué—. ¡Somos un pueblo devastado! —le aseguré.
El Embajador finalmente se alejó con las manos en los bolsillos. En su rostro llevaba una pena que no pude descifrar. Sólo pude entender que no deseaba continuar la conversación.
Mientras, otros Embajadores se acercaron para intercambiar opiniones. No podía olvidar la palabra “optimismo”, como si hubiéramos renunciado a ella por un simple capricho. Como si fuera un antojo de nuestra voluntad la de abrazarnos a la palabra pesimismo.
Por estos días llegará a Cuba el Canciller Moratinos, seguramente nos trae las últimas buenas nuevas. Más “optimismo”, puede que le pida al pueblo cubano, y me haga recordar al original humorista Cantinflas.
Enlace permanente | Publicado en: Los hijos que nadie quiso | Actualizado 19/10/2009 18:35
Ángel Santiesteban | 19/10/2009 18:31
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Miguel Ángel Morantinos. AP
HACE VARIOS AÑOS FUIMOS Invitados cinco escritores cubanos a una reunión con los Embajadores de la Comunidad Europea radicados en Cuba, que estaba presidida por Bélgica. Por ese entonces Cuba había sido sancionada por la Comunidad Europea por el fusilamiento de los jóvenes que intentaron raptar una lancha con rehenes hacia Miami, y por el apresamiento de los 75 disidentes.
Leonardo Padura comenzó recreando el panorama cultural, social y político de la Isla. Luego los diplomáticos levantaron el brazo para preguntar. Dialogamos sobre la posibilidad de apertura del Gobierno de Cuba, eliminación de restricciones, todo a partir de la ayuda económica de Venezuela, después de la caída del campo socialista y de la pobreza vivida en el Período Especial, parecía un respiro para la población cubana y un alivio para el Gobierno cubano.
Fuimos respondiendo según nuestras impresiones: Pedro Juan Gutiérrez, Reinaldo Montero y Amado del Pino. Cuando tuve la oportunidad de hablar, aseguré que estaba probado que el sistema cubano, mientras más fuerte y seguro se encontrara, más agudizaría el control sobre la sociedad, las restricciones sobre los derechos universales del hombre y menos espacio cedería a la democracia. Quizá mis palabras fueron las más negativas. Recuerdo que terminé asegurando que me sentía muy pesimista por el futuro de los cubanos.
Al rato, cuando salimos al coctel, se me acercó el Embajador de España. Sonriente y afable, como quien se le acerca a un niño ingenuo que no conoce la realidad de la vida, y me aconsejó que fuera “optimista”.
—¿Pero cómo se le puede pedir optimismo a la tercera generación que sacrifica la Revolución a cambio de nada? —le respondí.
El Embajador quedó titubeante.
— ¡No comprende que el sistema es una máquina de moler hombres! —volví a decirle.
El Embajador levantó los hombros.
— ¡No hay esperanza! —continué—. ¡Somos un pueblo devastado! —le aseguré.
El Embajador finalmente se alejó con las manos en los bolsillos. En su rostro llevaba una pena que no pude descifrar. Sólo pude entender que no deseaba continuar la conversación.
Mientras, otros Embajadores se acercaron para intercambiar opiniones. No podía olvidar la palabra “optimismo”, como si hubiéramos renunciado a ella por un simple capricho. Como si fuera un antojo de nuestra voluntad la de abrazarnos a la palabra pesimismo.
Por estos días llegará a Cuba el Canciller Moratinos, seguramente nos trae las últimas buenas nuevas. Más “optimismo”, puede que le pida al pueblo cubano, y me haga recordar al original humorista Cantinflas.
Enlace permanente | Publicado en: Los hijos que nadie quiso | Actualizado 19/10/2009 18:35
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