Sobre una tienda que abrio en Cuba con bombso y platillos....y ya es cosa del pasado...
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Sobre una tienda que abrio en Cuba con bombso y platillos....y ya es cosa del pasado...
Asi era la noticia hace mas o menos y anio...
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=534329&idseccio_PK=1009
11/8/2008 CAMBIOS EN EL SISTEMA SOCIAL CUBANO|CONSUMO DE ESCAPARATE
Trasval causa furor este verano en la Cuba menos igualitaria de Raúl Castro
HUGO L. SÁNCHEZ
LA HABANA
Todos los cubanos son iguales, pero hay algunos que son más iguales que otros, hubiera escrito George Orwell a la salida de un gran centro comercial que acaba de ser inaugurado en una de las barriadas más empobrecidas de La Habana. Parafraseando al novelista británico, que en su famoso decálogo de La rebelión en la granja escribió que todos los animales son iguales, pero unos son más iguales que otros, la enorme tienda de la cadena Trasval ha pasado a ser símbolo de los nuevos tiempos en Cuba, después de que Raúl Castro asumiera el pasado febrero las jefaturas del Estado y del Gobierno.
Raúl ha dejado entrever en sus discursos que el igualitarismo forzado --impuesto hasta entonces contra toda realidad--, resultaba desacertado para la nación y que el que trabaja más y mejor tiene que recibir más, sin poner techo al cuánto más. Esto de ganar más ya es ley desde hace un par de meses. Hasta entonces, los obreros más destacados recibían solo diplomas y gallardetes que hoy llenan las gavetas de los pensionados.
La nueva tienda ocupa el inmueble de lo que fuera una sucursal de la cadena estadounidense Woolworth's, en su momento uno de los más deslumbrantes emblemas del consumismo y que en casi medio siglo del socialismo puro se renombró como Variedades Galiano, con anaqueles vacíos o llenos de confecciones del peor gusto.
Mercancía extranjera
Trasval, perteneciente al Ministerio del Interior, abrió aquí su más espectacular tienda, ocultó el nombre de Woolworth's del portal, se surtió de mercancías extranjeras adquiribles solo con divisas a las que la mayoría de la población no tiene acceso por lo deprimidos que se encuentran los salarios y los altos precios de los productos.
El sueldo medio es de 408 pesos, equivalentes a 17 CUC (pesos convertibles cubanos), la divisa nacional, por lo que un individuo que desee comprarse el taladro más barato, a 50 CUC, necesitaría casi tres meses para adquirirlo, y eso empleando todo lo que gane en su trabajo. Un dólar estadounidense se cambia por 80 centavos de CUC, y debe conocerse que las importaciones reciben un gravamen que puede llegar hasta el 270%.
"Yo lo veo bien, aunque ahora no tengo para comprarme ni un miserable tornillo, pero sé que ahí adentro está lo que yo necesito y, si trabajo con ganas, lo podré comprar. El problema, como yo lo veo, es que ya hay en lo que gastar, pero no cómo ganar más". Agustín tiene unos 40 años mal llevados, es empleado de una farmacia cercana, y se encuentra con los brazos cruzados mirando una fila de un centenar de personas, esperando para entrar a la tienda. Observa desde la acera de enfrente, donde a inicios de los años 60 del pasado siglo existió otro gran establecimiento, El Encanto, destruido por un sabotaje contrarrevolucionario. "Mi sueño es comprarme un ventilador para ver si logro seguir sobreviviendo los veranos", dijo.
La tienda Transval contrasta enormemente con su entorno de lo que fuera la principal arteria comercial de la isla. A excepción de este edificio, el resto de la avenida de Galiano --una acera y la otra--, y desde el Malecón hasta Reina, otra importante calle, parece una ciudad por donde pasó una guerra en la que perdieron ambos bandos.
"Más caro que en mi país"
La opinión de Ana --española residente temporal en Cuba-- al salir de la tienda es que "para mi asombro, a decir verdad muchos de los productos en venta están más caros que en mi país".
Lourdes tiene poco más de 60 años, está jubilada como maestra y piensa regresar a su antiguo oficio amparada por la nueva ley que le permite conservar su retiro y ganar un nuevo salario íntegro. "Siempre he vivido en este barrio. Cuando el capitalismo, uno de los paseos con mis padres era salir a ver las vidrieras. Solo a mirar, no había para comprar. El alquiler, los alimentos y el médico se llevaban todo el sueldo. Hoy no pagamos ya alquiler, el médico y la enseñanza son gratuitos, pero todo se va en comer, y en comer mal. Es decir, vine a lo mismo: a mirar, que no cuesta nada. Quería pasearme por un lugar limpio, bien iluminado, con aire acondicionado, donde todo funciona y no hay mal olor. Cincuenta años y hemos dado una vuelta para quedar en el mismo lugar, solo que ahora soy más vieja. Los que salen con compras seguro que creen otra cosa: ¿no dicen los marxistas que el hombre piensa según vive?".
Ahora como le fue a la tienda esa, en un escrito de hoy de Yoani
Trasval
La tienda se alza en la aurícula izquierda de la calle Galiano esquina a San Rafael, donde antes hubo un Ten Cent carcomido por los años y la mugre. Verdadera nave espacial caída en un barrio que ha visto como muchos de sus comercios se convierten en albergues para damnificados, oficinas intrascendentes o locales cerrados por tupiciones albañales. Pero Trasval es diferente. El gran almacén, administrado –según se dice– por el propio Ministerio del Interior, fue bautizado por la población como “el museo”, pues más bien se iba a mirar que a comprar, debido a los altos precios –en pesos convertibles– de cada mercancía.
Trasval era jugar al capitalismo, con música indirecta, empleados con trajes y audífonos, cámaras por todas partes y productos que nuestros ojos nunca habían visto. Nos sentíamos como pollitos arropados por la luz de las lámparas y el tintinear de la melodía, que terminarían en el matadero de la caja contadora pagando por un abridor de latas el salario de tres meses de trabajo. En su interior, aún se exhibe una zona con implementos para piscinas, aunque desde hace varios meses las vendedoras no sonríen a los clientes ni les responden amablemente las preguntas.
La última vez que estuve en ese bunker forrado de lozas negras, ya el desplome era inminente. El aire acondicionado no funcionaba, los empleados habían prescindido de la calurosa indumentaria con corbata incluida y en los anaqueles, metros y metros de un mismo producto anunciaban el declive. Todos los abridores de latas habían desaparecido y un rumor de escándalo por corrupción se extendía en sus pasillos. Su esplendor fue breve, su ganancia pudo haber sido enorme. Porque Trasval fue la más reciente trampa mercantil que nos tendieron a los cubanos, el último cebo elaborado por esa mezcla de comerciantes y policías secretos que tanto pululan en nuestros días. Individuos que lo mismo trafican con mercancías que con informes, venden una lámpara o vigilan en una esquina, cuentan las monedas o se soban la pistola que llevan en el costado.
Diciembre 8th, 2009
http://www.desdecuba.com/generaciony/?p=2637
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=534329&idseccio_PK=1009
11/8/2008 CAMBIOS EN EL SISTEMA SOCIAL CUBANO|CONSUMO DE ESCAPARATE
Trasval causa furor este verano en la Cuba menos igualitaria de Raúl Castro
- • El flamante centro comercial es una tentación consumista al alcance de pocos en la isla
HUGO L. SÁNCHEZ
LA HABANA
Todos los cubanos son iguales, pero hay algunos que son más iguales que otros, hubiera escrito George Orwell a la salida de un gran centro comercial que acaba de ser inaugurado en una de las barriadas más empobrecidas de La Habana. Parafraseando al novelista británico, que en su famoso decálogo de La rebelión en la granja escribió que todos los animales son iguales, pero unos son más iguales que otros, la enorme tienda de la cadena Trasval ha pasado a ser símbolo de los nuevos tiempos en Cuba, después de que Raúl Castro asumiera el pasado febrero las jefaturas del Estado y del Gobierno.
Raúl ha dejado entrever en sus discursos que el igualitarismo forzado --impuesto hasta entonces contra toda realidad--, resultaba desacertado para la nación y que el que trabaja más y mejor tiene que recibir más, sin poner techo al cuánto más. Esto de ganar más ya es ley desde hace un par de meses. Hasta entonces, los obreros más destacados recibían solo diplomas y gallardetes que hoy llenan las gavetas de los pensionados.
La nueva tienda ocupa el inmueble de lo que fuera una sucursal de la cadena estadounidense Woolworth's, en su momento uno de los más deslumbrantes emblemas del consumismo y que en casi medio siglo del socialismo puro se renombró como Variedades Galiano, con anaqueles vacíos o llenos de confecciones del peor gusto.
Mercancía extranjera
Trasval, perteneciente al Ministerio del Interior, abrió aquí su más espectacular tienda, ocultó el nombre de Woolworth's del portal, se surtió de mercancías extranjeras adquiribles solo con divisas a las que la mayoría de la población no tiene acceso por lo deprimidos que se encuentran los salarios y los altos precios de los productos.
El sueldo medio es de 408 pesos, equivalentes a 17 CUC (pesos convertibles cubanos), la divisa nacional, por lo que un individuo que desee comprarse el taladro más barato, a 50 CUC, necesitaría casi tres meses para adquirirlo, y eso empleando todo lo que gane en su trabajo. Un dólar estadounidense se cambia por 80 centavos de CUC, y debe conocerse que las importaciones reciben un gravamen que puede llegar hasta el 270%.
"Yo lo veo bien, aunque ahora no tengo para comprarme ni un miserable tornillo, pero sé que ahí adentro está lo que yo necesito y, si trabajo con ganas, lo podré comprar. El problema, como yo lo veo, es que ya hay en lo que gastar, pero no cómo ganar más". Agustín tiene unos 40 años mal llevados, es empleado de una farmacia cercana, y se encuentra con los brazos cruzados mirando una fila de un centenar de personas, esperando para entrar a la tienda. Observa desde la acera de enfrente, donde a inicios de los años 60 del pasado siglo existió otro gran establecimiento, El Encanto, destruido por un sabotaje contrarrevolucionario. "Mi sueño es comprarme un ventilador para ver si logro seguir sobreviviendo los veranos", dijo.
La tienda Transval contrasta enormemente con su entorno de lo que fuera la principal arteria comercial de la isla. A excepción de este edificio, el resto de la avenida de Galiano --una acera y la otra--, y desde el Malecón hasta Reina, otra importante calle, parece una ciudad por donde pasó una guerra en la que perdieron ambos bandos.
"Más caro que en mi país"
La opinión de Ana --española residente temporal en Cuba-- al salir de la tienda es que "para mi asombro, a decir verdad muchos de los productos en venta están más caros que en mi país".
Lourdes tiene poco más de 60 años, está jubilada como maestra y piensa regresar a su antiguo oficio amparada por la nueva ley que le permite conservar su retiro y ganar un nuevo salario íntegro. "Siempre he vivido en este barrio. Cuando el capitalismo, uno de los paseos con mis padres era salir a ver las vidrieras. Solo a mirar, no había para comprar. El alquiler, los alimentos y el médico se llevaban todo el sueldo. Hoy no pagamos ya alquiler, el médico y la enseñanza son gratuitos, pero todo se va en comer, y en comer mal. Es decir, vine a lo mismo: a mirar, que no cuesta nada. Quería pasearme por un lugar limpio, bien iluminado, con aire acondicionado, donde todo funciona y no hay mal olor. Cincuenta años y hemos dado una vuelta para quedar en el mismo lugar, solo que ahora soy más vieja. Los que salen con compras seguro que creen otra cosa: ¿no dicen los marxistas que el hombre piensa según vive?".
Ahora como le fue a la tienda esa, en un escrito de hoy de Yoani
Trasval
La tienda se alza en la aurícula izquierda de la calle Galiano esquina a San Rafael, donde antes hubo un Ten Cent carcomido por los años y la mugre. Verdadera nave espacial caída en un barrio que ha visto como muchos de sus comercios se convierten en albergues para damnificados, oficinas intrascendentes o locales cerrados por tupiciones albañales. Pero Trasval es diferente. El gran almacén, administrado –según se dice– por el propio Ministerio del Interior, fue bautizado por la población como “el museo”, pues más bien se iba a mirar que a comprar, debido a los altos precios –en pesos convertibles– de cada mercancía.
Trasval era jugar al capitalismo, con música indirecta, empleados con trajes y audífonos, cámaras por todas partes y productos que nuestros ojos nunca habían visto. Nos sentíamos como pollitos arropados por la luz de las lámparas y el tintinear de la melodía, que terminarían en el matadero de la caja contadora pagando por un abridor de latas el salario de tres meses de trabajo. En su interior, aún se exhibe una zona con implementos para piscinas, aunque desde hace varios meses las vendedoras no sonríen a los clientes ni les responden amablemente las preguntas.
La última vez que estuve en ese bunker forrado de lozas negras, ya el desplome era inminente. El aire acondicionado no funcionaba, los empleados habían prescindido de la calurosa indumentaria con corbata incluida y en los anaqueles, metros y metros de un mismo producto anunciaban el declive. Todos los abridores de latas habían desaparecido y un rumor de escándalo por corrupción se extendía en sus pasillos. Su esplendor fue breve, su ganancia pudo haber sido enorme. Porque Trasval fue la más reciente trampa mercantil que nos tendieron a los cubanos, el último cebo elaborado por esa mezcla de comerciantes y policías secretos que tanto pululan en nuestros días. Individuos que lo mismo trafican con mercancías que con informes, venden una lámpara o vigilan en una esquina, cuentan las monedas o se soban la pistola que llevan en el costado.
Diciembre 8th, 2009
http://www.desdecuba.com/generaciony/?p=2637
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