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Destrucción de libros en Cuba. Una polémica digital

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Destrucción de libros en Cuba. Una polémica digital Empty Destrucción de libros en Cuba. Una polémica digital

Mensaje por Azali Miér Dic 09, 2009 9:21 am

Destrucción de libros en Cuba. Una polémica digital (1)


Capítulo 1: Artículo de Félix Sánchez sobre la destrucción de libros en las bibliotecas cubanas

S.O.S., Alejandría. ¿Biblioteca versus Universidad?

Félix Sánchez

Unos meses atrás quise consultar en la biblioteca provincial de Ciego de Ávila las revistas RDA, porque una novela en la que trabajo hace tiempo está ambientada en parte en ese país, y para mi sorpresa una de las gentiles muchachas de la sala general me dijo: “Todas esas revistas de los países ex-socialistas se destruyeron”.

Le pregunté otra vez, incrédulo, y me reiteró la noticia demoledora (o desencuadernadora): “Todas, todas ellas, las Sputnik también”. Según entendí la razón era que ya esos países no existían. Bueno, algo así como que al liberarse América del dominio español y desaparecer esas colonias, parte de la corona, alguien hubiera decidido quemar todos los libros y revistas impresos en el nuevo mundo y que se encontraran en las bibliotecas españolas. “Se quemaron porque esos virreinatos ya no existían”. ¡Dios mío, qué suerte para la historia y la cultura que a nadie se le ocurrió ese disparate!

Ese incidente con la revista RDA habría bastado para una alarma, pero en ocasiones uno regula sus alarmas, las desmonta un poco para que no se pasen el día sonando. Sin embargo unos días después me vi en la necesidad de hacer un examen de inglés donde tenía que llevar un libro de alguna de las ciencias sociales que estuviese escrito originalmente en ese idioma, y como trabajo en el mismo edificio donde está la biblioteca, se me ocurrió que podrían existir algunos ejemplares en ese idioma. Era intuición o que recordaba haber visto libros en inglés en algunos estantes.

Nuevamente el síndrome de la biblioteca de Alejandría me golpeó. Y la alarma, desobediente, empezó a sonar. “No hay ninguno. Los libros en inglés que estaban en esta sala se destruyeron porque nadie los utilizaba”.

Dos incidentes que apuntaban, y no casualmente, hacia el mismo lugar. Una concepción de la utilidad, de la función de una biblioteca, bastante estrecha. Pero como dice el dicho que a la tercera va la vencida, que es el tres el número mimado de las argumentaciones, pues debieron pasar unos días para ponerle a la alarma toda la corriente y subirle el volumen. (A propósito, también el tres es un número fatal, y antibibliotecario, porque la Biblioteca de Alejandría asegura la leyenda que fue destruida tres veces: en el 272 d.C. por orden del emperador romano Aureliano; en el 391, cuando el emperador Teodosio I la arrasó junto a otros edificios paganos, y en el 640 por los musulmanes)

Hace par de semanas, en Sancti Spíritus, a donde viajé a un evento de literatura, una bibliotecaria de la sala general, me habló también de cierta operación que se preparaba para el alivio de los fondos de la institución, una operación que estaba en marcha o echaría a andar pronto.

Era demasiado ya para mi alarma. Al regresar a Ciego de Ávila le pedí al director de la Biblioteca provincial que me atendiera un momento. Y le solté como de un tirón toda esa carga de miedo. No la gran biblioteca de Alejandría ardiendo, el hecho bárbaro (intencional o fortuito), perdonable en las coyunturas de la historia, en las penumbras de una civilización naciente, sino una parodia de esa acción, terriblemente masiva y sobre supuestas bases lógicas. El director me dijo que sí, y que eso venía de arriba, que era una orientación, y que se seguía la experiencia de las biblioteca públicas de otros países. Y me puso ejemplos creo que de Perú o Venezuela. (El vicio de copiar lo que nos conviene, sacando de contexto las políticas)

La información del director, de mi atento y solícito y caballeroso amigo Medardo Jiménez, fue resumida así, si todavía mantengo en la memoria la conversación: “Periódicos y revistas nacionales: en las bibliotecas municipales 3 años, en las provinciales 5”.

Le pregunté: ¿Falta de espacio? Bueno, es una razón, la otra es que esa función de archivar la prensa nacional le compete a las otras bibliotecas, las nacionales.

Me quedé de una pieza, más bien de una página trémula. Mientras la Universidad se movía hacia los municipios, la Biblioteca, que es base en todo estudio serio, en toda investigación, que es una aliada histórica y natural de la escuela, marchaba en sentido contrario. Dos políticas cruzadas, en una misma realidad y una misma política cultural. Al municipio de Bolivia llegaba por el MES la posibilidad de hacerse licenciado en Sociología. Y si el futuro graduado debía consultar los Granmas de los 70 para su tesis, indagar cómo se habían tratado los problemas de la mujer en las Bohemias de los 80, entonces debía tomar una Yutong con un puñado de divisas en los bolsillos, mochila al hombro, y moverse hacia La Habana.

La Habana, bibliotecariamente, aceptaría su condición de centro, aguantaría más. Haría un esfuerzo para poder cumplir, a pesar de sus años, con lo “indicado desde arriba”.

No hay escena más cinematográfica que la que crean las políticas absurdas. Vi, en mi temor, la larga cola por las calles de La Habana y los futuros licenciados de las sedes universitarias de Moa, Florida, Majagua, caminando, avanzando, no para consultar un ejemplar único, raro, conservado en la Biblioteca Nacional, una rareza real, sino un periódico Granma de los 80 convertido en rareza a la fuerza, convertido en excepción por expresa voluntad bibliotecológica. Un tipo de competencia por la gloria: hemos destruido todos los que nos hacían sombra, ahora tenemos la alegría de saber que solo aquí, en esta sala de la Biblioteca Nacional están esos periódicos viejos, “viejísimos”, de finales del siglo XX, esa revistas de hace dos décadas. Así, claro, crecerían los usuarios, crecerían los servicios, y la gente del interior en un tipo de emigración “estudiantil e investigativa temporal” fluiría hacia la metrópoli.

Tres es bastante, ya lo he dicho. Y es un número que hasta tiene que ver con el infortunio de la Biblioteca de Alejandría, el símbolo universal del daño a la memoria cultural. Podía ponerme a investigar más. Podía esclarecerme, como dicen los cautelosos, para evitar un regaño, para evitar que alguien encontrara fisuras y precocidad en mi miedo. Pero una investigación así podía concluir cuando ya fuera demasiado tarde (una caballería mal sembrada puede resembrarse, pero que yo sepa no hay diablo que vuelva página a las tirillas de papel que se mojan o se incendian, o se entremezclan con la basura). Si no se podría ya devolver a la vida las Sputnik y sus excelentes artículos científicos, culturales, a las revistas URSS, RDA, estábamos todavía a tiempo para que el mal no se extendiera también a la prensa periódica nacional.

El tiempo era oro. Unas llamas extrañas, taimadas, sin humo, avanzaban sobre los estantes. Unos estudiantes de Chambas no sabían las peripecias que les traería pensar en su diseño de tesis en una simple revisión de la página cultural de Juventud Rebelde. Y yo podía evitarlo. Por eso escribo esto, di, doy, estoy dando este grito, con el que trato que otros conecten su alarma. Una alarma de lectores, de historiadores, de alumnos, de investigadores, de futuros licenciados y doctores, bastante —justificadamente— colectiva.

¿Es una alarma infundada? ¿Estamos todavía a tiempo?

Ciego de Ávila, a 23 de octubre de 2009
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Publicado por Manuel Sosa en 6:55 PM
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Mensaje por Azali Miér Dic 09, 2009 9:49 am

Destrucción de libros en Cuba. Una polémica digital (2)


Capítulo 2: Respuesta airada del director nacional y carta aclaratoria del ídem provincial

Estimados:
ya que algunos tuvieron el brazo largo de reproducir el desafortunado artículo S.O.S., Alejandría. ¿Biblioteca versus Universidad?, ahora les ruego que publiquen la verdad para los lectores sinceramente preocupados. Dejo claro que no es respuesta, pues no lo merece. Mi único compromiso es con los lectores honestos y con los trabajadores bibliotecarios de bien que tanto esfuerzo realizan por preservar nuestro patrimonio bibliográfico.

Eduardo Torres Cuevas

Atila pide ayuda: la biblioteca equivocada
(Sobre una intriga:
S.O.S., Alejandría. ¿Biblioteca versus Universidad?)

Eduardo Torres Cuevas

Debo aclarar que jamás he participado ni participaré del “ciberchancleteo”, término acuñado por Rafael Hernández. El espectáculo, a veces, es deprimente; muy diferente al de aquellos que bien aprovechan las ventajas científicas y tecnológicas de nuestro tiempo. Con tristeza, he visto circular en este espacio un artículo en el que se distorsiona uno de los más nobles y bellos esfuerzos que está realizando un grupo de profesionales en un área que, por sus características, merece respeto, calidad y seriedad a la hora de tratar los temas concernientes a ella. Peor aún, personas que creo inteligentes y que poseen capacidad crítica para distinguir la diferencia, han reproducido tan cínico artículo. En este caso, por la responsabilidad que tengo, ante todo con los lectores honestos e interesados y con los respetables trabajadores de nuestro Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas utilizaré, como única ocasión, esta vía para exponer la verdad, constatable con la simple visita a nuestras instalaciones, de modo que puedan contrastarla con las opiniones de quien, sin información, y alterando algunos escasos datos, lanza andanadas al vacío, ridículas desde una primera lectura.

Hay cosas que sorprenden por el lenguaje falso, las imágenes forzadas, las metáforas ridículas y el abanderamiento de una campaña que desde su título, a buen entendedor, se presenta como frígida y muy mal intencionada. Es muy bueno ejercer la crítica y más aún, la crítica punzante e inteligente, esta siempre ayuda y siempre será bienvenida. Pero, la crítica, si es verdadera, constructiva o no, debe estar bien informada, y, además, tener en cuenta todos los observatorios posibles del problema en cuestión. Por cierto, a la biblioteca de Alejandría, no la destruyeron los Ptolomeos (no precisamente dechados de virtudes), sino las tropas imperiales romanas a cuyo frente se encontraba un César que se propuso borrar la cultura acumulada, proveniente de muy diversos pueblos, en la convergencia de continentes que fue el Egipto antiguo. El César tenía un objetivo único: imponer una cultura única, la de los conquistadores. La biblioteca terminó sumergida en las aguas del Mediterráneo. Sin embargo, me gustaría destacar otro ángulo de esa historia y es el esfuerzo de cientos de científicos, bibliotecarios y obreros contemporáneos por la construcción de la nueva biblioteca de Alejandría. La de Cuba tiene nexos crecientes con la nueva biblioteca de Alejandría. Estamos enfrascados en los mismos objetivos: salvar el patrimonio cultural de nuestros países y, por tanto, el patrimonio de esa parte de la humanidad que constituyen nuestros pueblos. Ciertas similitudes forzadas sólo pretenden provocar una reacción en el lector que, honesta e interesadamente, quiere estar bien informado. Lo triste del caso que nos ocupa es la falta de escrúpulos para mentir y manipular a ese lector sincero que en cualquier parte del mundo le interesa la cultura, la virtud y la verdad. Nuestra cultura, y presupongo que el autor del desafortunado artículo lo sabe, es universal por su siembra centenaria (algo más que raíces) y nunca renunciará a ninguna de las partes que han contribuido a nuestra riqueza cultural, ni las arahuacas ni las alemanas o rusas por desproporcionada que sea la contribución. Destruir o mutilar parte de ella, sería de bestias y no lo somos, o de incultos. A otros les corresponderá valorarnos a través de nuestras historias personales. Llama la atención que el autor de este artículo no se haya informado de la política que ha trazado la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí para su Sistema de Bibliotecas Públicas sobre la base de las normas internacionales y de la ya centenaria tradición bibliotecaria cubana (¿la conoce?). Más aún, que tampoco se haya informado sobre la ética de los que forman parte de la dirección actual de la institución. Por otra parte el autor, además, oculta la existencia en las provincias y municipios de otras redes de bibliotecas como la red nacional de bibliotecas escolares, con más de cinco mil instalaciones; la red de bibliotecas universitarias, con sus bibliotecas especializadas; y las de los centros de investigaciones y culturales repartidas por todo el territorio nacional. No es para él, sino para el público lector, honestamente interesado y sinceramente preocupado, que expongo nuestra política, trazada a mediados del 2007, y sus resultados, lo que hacemos y lo que no hacemos.

1.- La Biblioteca Pública Cubana es una institución cultural que presta servicios a la población de una comunidad local, municipal o provincial; está financiada por los Órganos del Poder Popular y se rige, en lo metodológico, por el equipo técnico profesional de la Subdirección Metodológica de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí la que, a su vez, es rectora del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas (SNBP). En la actualidad el Sistema está compuesto por 407 instalaciones repartidas en todo el territorio nacional. El servicio de las bibliotecas públicas es gratuito y se brinda tanto a personas como a instituciones sin discriminaciones de ningún género (Puede consultarse el Reglamento de funcionamiento y organización del SNBP obrante en todas las bibliotecas públicas). La composición de sus fondos es representativa de todas las expresiones del conocimiento por lo que la biblioteca constituye, fundamentalmente, un centro de información y atesoramiento bibliográfico y documental. El mayor espacio en estos fondos está conformado por las ramas de humanidades y ciencias sociales porque estas contienen las principales temáticas que responden a los objetivos de nuestros programas educacionales y culturales.

Las colecciones que custodia cada biblioteca pública conforman un organismo vivo y deben, por lo tanto, cambiar continuamente con el objetivo de mantener actualizados sus fondos, desarrollar nuevas técnicas de organización y responder satisfactoriamente a las exigencias de los usuarios. El desarrollo de sus colecciones se debe, por tanto, a políticas científicas de información nacional, sobre la base de las normas internacionales ISO y las orientaciones y debates que anualmente se desarrollan en IFLA y en ABINIA, asociaciones internacionales de bibliotecarios. Es obligación de la biblioteca mantener una revisión continua encaminada a incorporar las nuevas publicaciones, a cubrir los vacíos existentes, a retirar lo viejo y obsoleto que no se consulta, y a prestar nuevos servicios, acomodándose a las demandas y requerimientos de los lectores de la comunidad que atiende. En todas las bibliotecas públicas, no sólo cubanas sino del mundo, se realiza la operación técnica conocida como descarte o expurgo que consiste en una evaluación crítica de sus colecciones con vista a la retirada de las mismas de aquellos documentos (entiéndase, también, libros) que no tienen querencia por los usuarios. Esta se realiza conjuntamente con los inventarios de las colecciones que se efectúan cada 5 años y si estos documentos afectan el índice de rotación de la institución se hace el descarte. Un fondo eficaz, según las normas bibliotecarias, es el que circula, valorando siempre la capacidad instalada de la institución y el espacio físico para el depósito, que no crece, al mismo ritmo que el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la creación artística y literaria.

En el caso particular de la adquisición de las publicaciones seriadas, cerradas y abiertas, de la provincia, la biblioteca provincial debe atesorar toda la producción local y la prensa nacional. La obtención de estas publicaciones está en dependencia de las suscripciones realizadas por la biblioteca y de los presupuestos de las direcciones provinciales de cultura.

Descartar no significa botar ni eliminar, como desliza el autor del artículo, no significa quemar o destruir, sino que esos documentos, para su preservación, pasan a los fondos de otras instituciones, según la materia, como puede ser Biblioteca Nacional, las cuales conservan los de valor permanente.

La Biblioteca Nacional tiene tres funciones fundamentales. Como Biblioteca Nacional debe rescatar, restaurar y preservar todo el patrimonio bibliográfico de la nación cubana. Para esta función cuenta con el personal calificado y la tecnología más moderna, particularmente los departamentos de conservación, catalogación, bibliográficos y Colección Cubana y las Salas de Música, de Arte y Eslava. Estos fondos, según sus características y para su preservación, no siempre pueden colocarse al uso del público.
Periódicos y revistas del siglo pasado, impresos en papel de poca calidad, se encuentran quebradizos producto del tiempo, el uso y la agresividad del clima, entre otros factores. Su simple manipulación puede destruirlo. El Departamento de Conservación es el que dictamina si su estado permite su uso. En numerosos países solo se autoriza la utilización de copias digitales o microfilmadas mientras los originales son celosamente guardados en bóvedas especiales.

La Biblioteca Nacional es, también, una biblioteca pública, su segunda función, a la que tiene acceso un amplio público que, como en todas las instalaciones de su tipo en el país, está compuesto de investigadores (nacionales o de otros países), estudiantes, trabajadores, niños y jóvenes e, incluso, ciegos y débiles visuales. Por último, es rectora del SNBP orientando la política metodológica, impartiendo cursos de superación y buscando soluciones técnico profesionales a los diversos problemas que se pueden presentar en cada biblioteca.

2.- Nuestro Departamento de Conservación y su Laboratorio Digital se modernizan para la preservación del tesoro patrimonial documental bibliográfico de la nación cubana. La Biblioteca Nacional de Cuba José Martí ha adquirido, a muy alto costo, equipos de digitalización y de microfilmación (de los que, por cierto, existen muy pocos en el mundo hispanoamericano). Con ellos se ha iniciado el proceso de rescate de la documentación, no sólo de sus fondos y el de las bibliotecas públicas sino, también, el de otras instituciones que conservan libros y documentos valiosos. Las prioridades, para este proceso, no son arbitrarias sino que responden a una estricta selección técnica.

3.- Teniendo en cuenta la importancia de los documentos, su estado de conservación y el valor patrimonial de los mismos, se ha diseñado una política de rescate de ese patrimonio. Un personal calificado (algunos con más de 20 años de servicio cotidiano), es el encargado de establecer las prioridades. Hoy, a escasos ocho meses de iniciado este proceso, y gracias a la contribución de destacados intelectuales e instituciones cubanos, podemos exhibir con orgullo la digitalización completa de periódicos y revistas tan importantes como Patria (el de Martí), Lunes de Revolución, Pensamiento Crítico, Noticias de Hoy, Orígenes y Bohemia. Se avanza en la digitalización de los periódicos Combate, Revolución y Hoy. Por lo pronto, parece casi seguro que el autor del artículo pronto podrá leer, en versión digital y en su biblioteca provincial, los Granma de los 70 y las Bohemia de los 80, que de otra forma sí hubiese tenido que “embarcarse” en Yutong para La Habana con la mochila al hombro (el director de la biblioteca de Ciego de Ávila me informa que posee esos periódicos y esas revistas). En estas prioridades, y por interés de las bibliotecas provinciales, se incluyen, es lamentable que no se informara, la digitalización de los periódicos y revistas que recogen la evolución política, social y cultural de cada provincia. Llama la atención que el autor del desafortunado artículo no sepa nada de este proyecto, más aún estando en Ciego de Ávila y visitando Sancti Spíritus, dos provincias que tienen un excelente trabajo y cuyos bibliotecarios son ejemplos porque trabajan con amor. Una información adicional. ¿Conoce el autor el periódico La Aurora, de Matanzas?; ¿Sabe su importancia en la cultura cubana? Pues ya está microfilmado y digitalizado. De seguro algunos lectores informados se alegraran de esa noticia.

4.- Al Sistema Nacional de Bibliotecas Publicas se le acaba de dotar de más de 900 computadoras. Cada una de las bibliotecas provinciales y municipales tiene al servicio del público este instrumento para la búsqueda de información. Más aún, cada biblioteca provincial desarrolla su política de digitalización y crea sus propios órganos de información digital. Para lograr este objetivo se está dotando de scanner nuevos a las bibliotecas provinciales. Creo que lo más interesante es informar al lector que en la actualidad se trabaja en la creación de nuestras primeras 30 Mediatecas. Las mismas consisten en un espacio computarizado donde el usuario podrá ver lo mejor del cine mundial (incluye películas rusas y polacas, por cierto), los libros en soporte digital, la obra de nuestros artistas plásticos en multimedias y la música que ha hecho historia. Junto a los libros, también podremos ofertar la cultura universal y cubana en los medios tecnológicos más modernos (DVD).

5.- La Biblioteca Nacional, en colaboración con instituciones especializadas extranjeras (de alto prestigio) y con la UCI trabaja en la creación de la Red Nacional Digital de Bibliotecas Publicas. Paralelamente, la Biblioteca Nacional y las bibliotecas provinciales laboran en la creación de una amplia base de datos que podrá ser consultada a través de la red anteriormente señalada. Ello permitirá poder tener en cualquier parte del país la información obrante, tanto en la institución rectora como en el resto de las bibliotecas públicas. Desde Baracoa hasta Sandino se podrá consultar la base de datos de la Biblioteca Nacional y de todo el sistema que, entre otras ventajas, ahorra espacio y… viajes en Yutong. Aún no he visto las colas (¿síndrome de colas?) en la puerta de la Biblioteca Nacional, lo cual, creo que es justo reconocerlo, se debe a la eficiencia de nuestros trabajadores.

7.- No se si el autor del artículo conoce el tesoro que representan las Colecciones de Raros y Valiosos que atesora la Biblioteca Nacional y las Bibliotecas Provinciales. Para información, podemos decir, también con orgullo, que durante el último año, un grupo de trabajadores honestos y capacitados, labora, y ya ha rescatado, parte de las colecciones de lo que se denomina Colección Cubana. Ahí sí hay una cultura de la cual pudiéramos escribir verdaderos tratados (manuscritos, mapoteca, fototeca, las colecciones Vidal Morales, Lezama Lima, Julián del Casal, Alejo Carpentier, la de documentos de Napoleón Bonaparte, entre otras) Por cierto, que nada igual se encontrará en otras partes del mundo pues es nuestro verdadero y auténtico patrimonio. Por ello, desde cualquier parte del planeta, viajan a Cuba los acuciosos investigadores y, también, de todo nuestro archipiélago, ya sea en Yutong o en avión. Es oportuno que el lector sepa que estas colecciones están priorizadas en el proceso de digitalización y, más aún, se ha iniciado un complejo trabajo para la publicación de lo más importante en una edición facsimilar. Ya tenemos en nuestras manos, el primer ejemplar de la edición facsimilar de Tipos y Costumbres de la Isla de Cuba con los preciosos grabados de Landaluze (1881). En estos días, salen para imprenta el libro de Los Ingenios de Cantero y se prepara una edición muy especial con toda la obra de Mihale, por primera vez en Cuba y en honor de su bicentenario. Tres ejemplares de esas obras facsimilares, costosísimas, estarán en cada una de las bibliotecas provinciales.

8.- Es raro que un avileño no haga mención del esfuerzo enorme que ha hecho su provincia por reconstruir totalmente la biblioteca de Morón así como otras municipales. Precisamente -en una prueba de cuánto tomamos en cuenta la crítica cuando es justa-, fue el llamado de alerta de un usuario de esa ciudad lo que permitió comprender el estado de esa biblioteca y, en pocos meses, someterla a una reconstrucción capital. ¿Por qué no dar a conocer al mundo un ejemplo de esfuerzo y rescate como el que han hecho los trabajadores de Morón?

9.- No entraré aquí a describir la envergadura del trabajo que se realiza en la Biblioteca Nacional para el rescate de sus fondos e instalaciones. Sólo apunto que es el más extraordinario esfuerzo realizado en los últimos 40 años a pesar de las dificultades materiales por las que atraviesa el país.

10.- La Biblioteca Nacional, como rectora del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas, tiene la función principal de preservar el Patrimonio Nacional Cubano. A ello se dirige todo su esfuerzo y el de sus trabajadores. Manuales de procesos técnicos y de servicios, normativas y reglamentos (confeccionados por los especialistas en cada tema sin ningún intrusismo profesional), han sido elaborados para orientar el trabajo de preservación y conservación del patrimonio bibliotecario provincial “sin orientaciones de arriba”. Por cierto, mirar tanto hacia arriba puede marear y, al final, la culpa caer en un terreno impreciso: ¿es la estratosfera o es la atmósfera o está en el espacio sideral? Yerra el autor del artículo al presuponer, pues sus propias palabras demuestran su desconocimiento, imprecisión y, lo confiesa, su imaginería (respeto la imaginación), sobre las políticas seguidas por nuestra institución. Como no somos Atila, no nos dedicamos a pisotear el suelo ajeno; como no somos sordos, sí estamos atentos a las alarmas verdaderas y de buena fe. Así se hizo cuando un lector alertó sobre la situación de la biblioteca de San Juan y Martínez; así se ha reconstruido la de San Cristóbal y así se han atendido las quejas y sugerencias que llegan de todas las provincias. No marchamos por un camino de rosas, o de gladiolos que no tienen espinas. Pudiéramos hacer un glosario de problemas; pero esos nos ocupan… y también a los amigos que, con su esfuerzo, nos ayudan profesionalmente a encontrar soluciones. Nuestro Sistema se guía, estrictamente, por las normas internacionales ISO y por las orientaciones de IFLA. Más aún, por la tradición bibliotecaria cubana nacida en los tiempos de Antonio Bachiller y Morales. No compartimos intrigas ni apañamos lo mal hecho. Nos enorgullecemos de seguir las normas éticas sembradas por Domingo Figuerola Caneda y María Teresa Freire de Andrade. Esas normas no son coyunturales. Se basan en el respeto, el compromiso y el deber de preservar el Patrimonio Nacional que atesora documentos desde el siglo XVI. No se de que país y de que biblioteca puede estar hablando el telegrafista de Alejandría.

Los españoles saben que aquí se han preservado documentos de los cuatro siglos de soberanía hispana (“La Campaña de Cuba”, versión española de la guerra del 95, por ejemplo, está más completa en La Habana que en Madrid, y ya ha sido, en colaboración con instituciones sevillanas, totalmente digitalizada y pronto haremos su edición facsimilar para que la obra esté en todas las provincias en los dos soportes). De igual forma se han conservado los periódicos, revistas, libros, folletos, fotos, carteles, postales, partituras musicales, de invalorable alcance del período republicano entre 1902 y 1959. Se trabaja con otras instituciones, como el Ministerio de la Construcción, en este caso, para la digitalización de los fondos fotográficos del antiguo Ministerio de Obras Públicas. Es la base para hacer historia, independientemente de las interpretaciones. La preservación de este patrimonio es un deber sagrado.

11.- Y llegamos, por fin, al delirante SOS. Es de especial interés de nuestra institución preservar todo lo que se publicó o llegó a Cuba durante el período de existencia del Campo Socialista. Sobran las razones históricas y culturales para ello. No sólo contamos con una Sala Eslava (que contiene numerosas obras en ruso) sino que en nuestros fondos se encuentra, en español, una imponente bibliografía elaborada por autores soviéticos, alemanes, búlgaros, checos, polacos, húngaros e importantes colecciones de revistas de esos países llegadas a Cuba o publicadas en Cuba durante el período en cuestión. ¿A quien se le puede ocurrir que nosotros renunciemos a esa parte de nuestra memoria? Gozamos del especial privilegio de poseer la producción intelectual de editoriales ya desaparecidas y de revistas que expresaban todo un universo ideológico que los jóvenes de menos de veinte años no conocen. Mientras otros hacían ardientes piras con esos libros y revistas, nosotros cuidábamos, celosamente, esas obras. Tanto es así, que la Biblioteca Nacional cuenta con 11 estantes de revistas de la RDA y otros tantos con Sputnik. A mis amigos les recomendaba que cuidaran lo que poseían porque, un día, eso que miraban a veces con desprecio, constituirían los “raros y valiosos” de un tiempo que ya no es. Quizás, tengan que viajar a Cuba los interesados en ciertos temas concernientes a esa etapa histórica, más por razones culturales que políticas porque, en América Latina, en Europa y en Norteamérica, no existe nada igual. Preservamos Selecciones, ¿Por qué no esa mala copia que fue Sputnik?; pero no tenemos un edificio de 16 plantas en Ciego de Ávila ni las condiciones técnicas para clonar a la Biblioteca Nacional. Tenemos que conservar Sputnik, como a Constantinov, que no constituyen lo más valioso de la producción intelectual de esa época, para que se pueda, algún día, reconstruir la vida intelectual y científica de esa etapa de nuestra historia. Para información del lector, existe un proyecto mediante el cual la Sala Eslava se ampliará, remodelará y reiniciará sus trabajos con el nombre de Sala Rusa. Este proyecto se ejecuta en colaboración con la embajada de ese país en Cuba y las bibliotecas moscovitas.

12.- Por cierto, me parece imposible, absurdo y dotado de una gran desconocimiento (en el mejor de los casos) el que hecho que el autor contraponga la Biblioteca a la Universidad. Esto no es concebible desde ningún punto de vista. Primero, sería un buen capítulo de ciencia ficción lograr separar dentro de una misma persona ambas instituciones. El autor del artículo quizás desconoce que quién dirige la Biblioteca Nacional de Cuba es, desde hace más de 40 años profesor universitario y, desde hace más de 10, creó y dirige la Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana. Por demás, esta Casa tiene sedes en casi todas las universidades que imparten humanidades en el país y contribuye al desarrollo de las bibliotecas de esas universidades (entre otras publicaciones con las ediciones de Imagen Contemporánea y los 64 tomos de la Biblioteca de Clásicos Cubanos, así como en la elaboración de textos muy conocidos para las Sedes Municipales Universitarias). Para mayor información, la Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz desarrolla el doctorado curricular de Historia en el cual el 90 porciento de sus doctorantes lo constituyen los profesores de las universidades no habaneras. Segundo, al no ser profesor universitario el autor del artículo, se explica el que no conozca que, tanto para profesores como estudiantes de las más disimiles disciplinas, las bibliotecas constituyen lugares sagrados y de obligada pero muy satisfactoria visita. Tercero, tampoco puedo omitir que los mejores profesionales de todas las bibliotecas del país, aportan sus conocimientos en aulas universitarias, obra de respeto y amor por el desarrollo futuro de la profesión.

Para terminar, quisiera aclarar que la mala intención de algunos, no podrá opacar el esfuerzo arduo y sistemático que se viene realizando desde hace dos años por parte de los trabajadores de nuestras bibliotecas, de numerosos amigos y de instituciones serias, en el rescate de nuestras instalaciones y de nuestras colecciones, orgullo patrimonial de la nación cubana. Su desarrollo en marcha ha sido, ante todo, una estrategia pensada y cuidadosamente ejecutada. Lleva tiempo, pero en ese camino andamos. El intento de derramar sobre nuestra institución un saco de basura, no podrá mellar el prestigio que día a día se ha ganado ante miles de lectores nacionales e internacionales, ni el respeto que hacia nuestra institución han manifestado especialistas y usuarios llegados desde todas partes del planeta. No son palabras las que sostienen este prestigio, sino los hechos y la calidad de su trabajo reconocido internacionalmente. La noble, culta y profesional acción de nuestros profesionales y técnicos y de la dirección de la institución pudiera resumirse en una recomendación al autor de un panfleto de tan mal gusto: “cambiar el odio por amor”. Quizás así transitemos un mejor camino; quizás así podamos construir una sociedad mejor “con todos y para el bien de todos”.

Al menos, espero que no sea mucho pedir al autor del artículo, que tenga un poco de respeto; un poco de decencia. A los que con tan largo brazo han reproducido el mismo, les pido que tengan la buena fe de reproducir estos apuntes con lo que doy por concluida toda intervención de mi parte en estos “ciberchancleteos”.

Le he pedido al Director provincial de biblioteca públicas de Ciego de Ávila, Medardo Jiménez Casas, a quien manipula el articulista, que brinde al público lector una información sobre el estado de sus bibliotecas. A continuación su nota.

¿Qué sabe Usted de la red de Bibliotecas Públicas de la provincia Ciego de Ávila?

La red de Bibliotecas Públicas de la provincia Ciego de Ávila, cuenta con 18 bibliotecas, 1 provincial, 9 municipales y 8 sucursales. Para el desarrollo de la promoción de la lectura y prestar servicios a los estudiantes de las comunidades se creó un proyecto con 55 salas de lectura con un técnico que a su vez sirve de promotor cultural en esos territorios.

Este año a pesar de la situación económica que atraviesa el país, se asignó un presupuesto para la reparación de los inmuebles. Se realizó la reparación capital de la biblioteca del municipio Majagua y a las sucursales de Turiguanó, comunidad Orlando González y comunidad Lucas Buchillón de Chambas. Se terminarán las labores constructivas de la biblioteca municipal “Sergio Antuña”, segunda en el territorio por su importancia, ubicada en el municipio Morón, ésta será reinaugurada el 30 de noviembre del 2009. Se le dio mantenimiento a las instituciones de Ciro Redondo, Bolivia, Chambas, Florencia, Ceballos y Baraguá. Sólo nos queda por reparar las instituciones de Venezuela y Primero de Enero. Durante el primer semestre los servicios se comportaron de la siguiente manera: Prestatarios inscriptos 125%, Lectores 121, Servicios prestados 105% con respecto al semestre 2008.

La red cuenta con un fondo bibliográfico de gran valor para la prestación de sus servicios a los diferentes segmentos poblacionales a partir de libros, folletos, publicaciones periódicas y publicaciones seriadas entre otros materiales, en soporte de papel a lo que se añade la información digitalizada que brinda a través de las computadoras puestas a disposición de los usuarios.

Para diversificar los servicios a nuestros usuarios, permanecen en las diferentes salas colecciones en otros idiomas (inglés, francés, portugués, alemán, italiano, ruso) representadas en las siguientes temáticas: Referencia, Literatura, Ciencias Sociales, Ciencias Puras, Ciencias Aplicadas, Arte y Música e Historia.

Se atesora en la Sala de Hemeroteca de la Biblioteca Provincial colecciones que datan desde la década del 40 hasta la actualidad (Bohemia, Bimestre Cubana) y publicaciones periódicas nacionales desde su fundación: Granma, Juventud Rebelde y Trabajadores.

De igual forma se conserva, según las normas establecidas, las colecciones patrimoniales provinciales del periódico El Pueblo (1905-1959) y la de los periódicos Adelante e Invasor, entre otros. Además, todo el patrimonio bibliográfico y documental relacionado con la provincia.

Hemos sido muy cuidadosos en el establecimiento de la política de desarrollo de las colecciones en la selección, adquisición y conservación de nuestros fondos siguiendo las normas establecidas en nuestro país.

Medardo Jiménez Casas
Director Provincial de Bibliotecas Públicas
Provincia Ciego de Ávila
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Publicado por Manuel Sosa en 12:37 PM
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Destrucción de libros en Cuba. Una polémica digital Empty Re: Destrucción de libros en Cuba. Una polémica digital

Mensaje por Azali Miér Dic 09, 2009 9:52 am

Capítulo 3: Primeras reacciones a la carta de Torres Cuevas

***DE DESIDERIO NAVARRO:

Estimado Eduardo:

En efecto, ese artículo lo recibí de Félix Sánchez, su autor, así como de otras personas, y lo reenvié a un pequeño grupo de colegas y amigos --no a la extensa lista de correos de Criterios--, usando lo que denominas "el brazo largo", el mismo que he tenido para divulgar por este y otros medios miles de textos extranjeros y nacionales.

Creo que no tengo que aclararte que reenviar un texto a otra persona no implica, en modo alguno, creer o estar de acuerdo en todo o en parte con su contenido. Eso lo hacen diariamente los periódicos, y sólo para los despistados y buscapleitos insertan la tradicional nota que aclara que los textos publicados expresan la opinión de sus autores y no la de la redacción del periódico. En mi caso, como habrás visto o te pueden confirmar colegas y amigos comunes, he reenviado, sin comentarios o con ellos, hasta artículos total o puntualmente en contra mía, contando con que la falsedad o la ridiculez de la argumentación imponga su evidencia y caiga, como una mancha más, sobre el curriculum del autor.

"Tener el brazo largo" para reenviar por email, fax, correo de superficie o algún otro medio, a tales o cuales colegas, amigos, conocidos, etc. un mensaje informativo-crítico de un escritor, artista, crítico o investigador conocido al que se le reconozca cierta credibilidad intelectual y moral, es un derecho inalienable de la vida cultural, del que cada vez más intelectuales cubanos están haciendo un uso creciente. Y Félix Sánchez, aunque vive en la lejana Ciego de Ávila y carece de la visibilidad pública cotidiana que privilegia a la vida cultural habanera, es un escritor conocido, ganador de un Premio UNEAC de Novela, que cuenta con el beneficio de que sus palabras --sobre todo un "SOS" cultural-- sean atendibles a priori, como lo hubieran sido en una asamblea de la UNEAC.

Y, una vez efectuado un reenvío, también es un deber ineludible reenviar a los mismos destinatarios toda réplica a ese mensaje recibida de otro conocido intelectual en posesión del mismo beneficio. Y, en este caso, es más ineludible, pues quien replica es, además, el Director de la institución que rige la esfera a la que está dirigida la crítica.

Y precisamente de la dilucidación pública puede y debería resultar no sólo la valiosa y deseada verdad --que en este caso nos concierne a tantos como "consumidores" y productores de libros--, sino también el correspondiente costo en materia de futura credibilidad para la parte que inventara u ocultara hechos o se equivocara o simplemente no hubiera verificado sus fuentes o los hechos, costo que se vuelve un factor ejemplarizante que disuade a otros de críticas o réplicas infundadas o mal fundadas y los compele al rigor y la autodisciplina intelectual y moral.

Con saludos cordiales,
Desiderio Navarro

***DE FÉLIX SÁNCHEZ (el “alarmista”):

A: DIRECTOR DE LA RED CUBARTE

Estimado compañero Rafael de la Osa:

El Código de Ética de la Red Cubarte, en su punto No. 6, establece claramente la conducta que se debe seguir en los debates: "Todo usuario de la red debe respetar las opiniones del resto, en los foros de discusión y otras modalidades de debate, por lo que bajo ningún concepto deben utilizar frases agresivas o de desprecio".

El Código es diáfano: "bajo ningún concepto utilizar frases agresivas o de desprecio".

Sin embargo, desde el pasado 29 de octubre circula por nuestra red un texto del Dr. Torres Cuevas, Director de la Biblioteca Nacional, en el que se viola reiteradamente lo antes señalado. El texto se titula "Atila pide ayuda: la biblioteca equivocada", y fue publicado, además, en la revista digital La Jiribilla, en su No. 443, del 31 de octubre al 6 de noviembre.

Como perjudicado por ese proceder del Dr. Torres Cuevas le remito los elementos en los que sustento mi denuncia. A lo largo de las muchas páginas en que el Dr. Torres Cuevas se dedica a replicar a mi artículo, sus referencias a mi persona, directamente o mediante juicios que parecen ofrecerse sobre el texto pero remiten al autor, pasan por términos como los siguientes:

a) …personas que creo inteligentes y que poseen capacidad crítica para distinguir la diferencia, han reproducido tan cínico artículo.

b) Lo triste del caso que nos ocupa es la falta de escrúpulos para mentir y manipular a ese lector sincero.

c) No es para él, sino para el público lector, honestamente interesado y sinceramente preocupado…

d) …sus propias palabras demuestran su desconocimiento, imprecisión y, lo confiesa, su imaginería.

e) No sé de qué país y de qué biblioteca puede estar hablando el telegrafista de Alejandría.

f) Y llegamos, por fin, al delirante SOS.

g) … una recomendación al autor de un panfleto de tan mal gusto: “cambiar el odio por amor”.

h) Al menos, espero que no sea mucho pedir al autor del artículo, que tenga un poco de respeto; un poco de decencia.

En el texto del Dr. Torres Cuevas hay otros muchos términos agresivos o de desprecio, una constante y clara intención de denigrar, pero ante tan alta población esta pequeña muestra me parece suficiente.

Conozco de la energía con que la Red Cubarte, en otros casos, ha puesto en claro su disposición a no permitir resquebrajamientos que conduzcan a la práctica de debates incultos y “chancleteros”, más centrados en las personas que en los problemas en discusión. Y espero que en esta ocasión la autoridad y el cargo del Dr. Torres Cuevas no sean impedimento para el análisis de este error suyo y la aplicación de las medidas que el caso merece.

Por la difusión que ha tenido el texto del Dr. Torres Cuevas y lo que de ese modo me ha lesionado en lo moral he decidido compartir este texto con aquellas personas que han estado al tanto de la polémica.

Con saludos afectuosos,

Félix Sánchez Rodríguez
Ciego de Ávila, 9 de noviembre de 2009

***DEL DIRECTOR DE LA RED DE CUBARTE:

Estimado compañero Félix SánchezDisculpe la demora en responderle pero tuvimos una semana un poco complicada por un grupo de problemas técnicos y eléctricos que se nos presentaron en nuestro nodo central, que llevaron incluso a la interrupción de un grupo de servicios.En relación con el asunto de su correo, sentimos no coincidir con sus puntos de vista en relación con las opiniones publicadas por el Dr. Eduardo Torres-Cuevas, director de la Biblioteca Nacional "José Martí", a través del artículo titulado "Atila pide ayuda: la biblioteca equivocada". CUBARTE respalda plenamente dicho texto y lo ha distribuido a través de sus mecanismos de circulación de información.
.
Por el contrario no compartimos sus opiniones recogidas en el texto SOS Alejandría, Biblioteca versus Universidad? que de forma tendenciosa acusa a la Biblioteca Nacional sin pruebas debidamente fundamentadas de lo que en el mismo se menciona. Creo que si hablamos de ética, no debemos olvidar preceptos que están incluso recogidos en el código de ética del periodismo cubano (código de ética de la UPEC) cuando dice:

ARTÍCULO 5. En los escenarios mediáticos surgidos con el desarrollo de las tecnologías de la informática y las telecomunicaciones, donde la posibilidad de generar y diseminar contenidos adquiere nuevas connotaciones, el periodista debe reforzar su desempeño ético y responsabilidad profesional en la creación, selección y difusión de los crecientes flujos de información interactiva que circula en red.

ARTÍCULO 7. El periodista no puede utilizar los medios de comunicación para desacreditar o difamar a personas e instituciones, ni para exaltar desmerecidamente a personas naturales o jurídicas. No es ético en el ejercicio de la profesión el triunfalismo, el hipercriticismo y otras tendencias deformantes.

Seguiremos trabajando para que nuestras redes y servicios informáticos se utilcen de la mejor manera posible y siempre en defensa de nuestros principios, nuestra identidad y los preceptos de la Revolución.
.
Atentamente
.
Rafael de la Osa Díaz
Director
CUBARTE

***DE VÍCTOR FOWLER:

ORO PARECE, PLÁTANO ES.

Terminadas de leer las respuestas de los directores de la Biblioteca Nacional y de la Biblioteca Pública Provincial de Ciego de Ávila, al artículo de Félix Sánchez ttulado S.O.S., Alejandría. ¿Biblioteca versus Universidad?, y pese a la explosión de emotividad en ambas respuestas, quedamos sin saber lo principal:

- ¿es cierto que fueron enviadas a descarte "todas esas revistas de los países ex- socialistas" y que el argumento fue que esos países ya no existen? Debe de ser relativamente fácil comprobarlo (tanto en la Biblioteca citada como en el resto de las del sistema: basta con solicitar una cualquiera de estas publicaciones).

- ¿es cierto que fueron enviados a descarte libros en inglés "porque nadie los utilizaba"? ¿Qué libros?

Félix Sánchez se equivoca al alarmarse ante el hecho del descarte, que es parte lógica de la vida de instituciones bibliotecarias (dada la relación entre espacio y colección); más lleva razón de sobra si meditamos acerca de qué ha sido lo descartado. A este respecto, por cierto, la revista Spútnik era muchísimo más que una mala copia de Reader Digest (aunque copiara ese modelo estadounidense de revista manuable, masiva y concebida para audiencias populares). Ahora, y desde la desaparición de la antigua URSS, es politicamente correcto criticar publicamente casi cualquier cosa proveniente de aquel mundo extinto (desde la calidad de sus ómnibus hasta, según se ve, la de sus revistas), pero también es de un sumo mal gusto cuando antes no se hizo de igual manera pública.

Descartar en bibliotecas es lógico, pero también un proceso que demanda una muy honda preparación profesional, además de altísima sensibilidad cultural y política. Una biblioteca es una institución sumamente compleja, un verdadero organismo vivo. No podemos exigirles, en cualquiera de sus niveles, que conserven toda la prensa publicada en el país (de modo que tenemos que aceptar la obligatoriedad de los descartes), más sí es justo esperar que haya -en cambio- poderosos "archivos verticales" (que es como se llama a los archivos con recortería, tomada de la prensa, sobre cuestiones de alta demanda por los usuarios: biografías, acontecimientos históricos, lugares, usos y costumbres, discursos de líderes políticos, etc.).

A pesar de los descartes, estas últimas cosas se conservan e incluso se trata de un forma de archivo siempre abierta al crecimiento. Lo que sí no es admisible que ocurra bajo concepto alguno es que la Biblioteca disminuya sus posibilidades de brindar información; es decir, como en una ecuación, donde se descarta por un lado se incrementan por otro las opciones para recuperar esa misma información, además de cualquier otra.

Dicho de otra forma, descartar no es botar, sino exactamente lo contrario: es conservar con sabiduría aún mayor. Pasada la alarma, vale la pena ofrecer una respuesta no envuelta en retórica política y con menos cantidad de ofensas personales, sino concreta y científicamente fundamentada a las inquietudes de Félix Sánchez. En caso de que él haya dicho verdad, nos lamentaremos a coro.

v.

Ojo: me ha causado escalofrío leer que dos bibliotecas han sido reparadas gracias a las quejas de uno de sus usuarios. ¡Madre mía, madre mía! ¿Y sus directores, cuadros, trabajadores, etc., nunca hablaron antes de ello?

***DE HAYDÉE ARANGO:

Nuestra biblioteca de Babel

Hace un par de años pude conocer, en apenas cuatro días, algunos lugares imprescindibles de la capital de México. Como aquella breve estancia coincidió con un fin de semana, no tuve más remedio que aceptar, resignada, la propuesta de mis amigos para visitar la UNAM en pleno domingo. Por ser el día anterior al comienzo de clases, pensaba que no tenía mucho sentido desgastarse en obtener alguna autorización para entrar a unos predios universitarios que, de todas formas, iban a decepcionarme por su soledad. Sin embargo, ni necesitamos permiso alguno para caminar libremente por las áreas naturales y por los edificios que conforman aquel gran centro de estudios, ni éramos los únicos que se encontraban allí: había familias de paseo por los parques, vendedores de libros y de comestibles, y sobre todo muchos estudiantes que habían decidido lo mismo abandonarse despreocupadamente en la hierba, que ocuparse en la biblioteca. De todo, debo confesar que fue esto último lo que me sorprendió más, puesto que nunca imaginé que un centro de esta naturaleza ofreciera sus servicios todos los días de la semana, sin excepción. Luego, con cierta dosis de vergüenza, comprendí mi ingenuidad: no podía ser otro el deslumbramiento cuando se trataba de mi primera experiencia en un contexto donde la información fluía y se tenía al alcance sin necesidad de enfrentarse a limitaciones burocráticas o a otros absurdos accidentes.

A pesar de los pesares, recuerdo que en mis aún recientes años universitarios mi promoción todavía persistía estoicamente en la disciplina de leer y estudiar en todas aquellas bibliotecas que le eran cercanas y accesibles. Casi en ese orden, los estudiantes de Letras transitábamos por el pequeñísimo espacio que nos ofrecía amablemente el convento de San Juan de Letrán, por la bulliciosa y en extremo concurrida Biblioteca Central de la Universidad de La Habana, por la más lejana y entonces desprovista Villena –en la Habana Vieja–, por la inevitable y caótica Nacional, por las siempre eficientes salas de lecturas de la Casa de las Américas, así como por la valiosísima Biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística, aunque por su grado de especialización esta última era frecuentada por aquellos que nos adentrábamos sobre todo en la cultura cubana. Desde aquellos tiempos y hasta la fecha, debo reconocer con tristeza que mis inquietudes intelectuales y necesidades investigativas han sido inversamente proporcionales a mi experiencia en bibliotecas, y esto resulta aún más contradictorio si se tiene en cuenta que desde hace cuatro años me desempeño como profesora universitaria. Sin embargo, lo verdaderamente alarmante es que mis sucesivos alumnos me han hecho comprobar que, lejos de tratarse de una predisposición personal, en efecto resulta cada vez menos útil y satisfactorio acudir a centros de este tipo para obtener cualquier información, por mínima o elemental que esta sea.

Nada de lo que ahora me cuentan me resulta ajeno: a mí también me prohibieron la entrada a cierta biblioteca porque no podía dejar en el guardabolsos una mochila con ropa o con merienda; me impedían conversar de pie con los compañeros de otra mesa, aunque fuese necesaria una consulta; o igualmente me regañaban por reclinarme unos minutos, vencida por el sueño inevitable que se contagia en las bibliotecas. Pero por más irritantes y absurdas que resulten estas u otras situaciones similares, en definitiva habría que reconocer que en su mayoría se explican por decisiones o disposiciones que deberían cambiar o flexibilizarse con el personal de turno. De hecho, con algunas así ha sido, aunque otras permanecen porfiadas y para colmo no nos dejan margen ni paciencia para evaluarlas y dispensarlas como casos aislados, porque se suman a otros muchos problemas que también persisten y que angustian a todos los que necesitamos frecuentar las bibliotecas porque vivimos, justamente, del estudio y la investigación: así, por ejemplo, la precaria actualización o retroalimentación bibliográficas, la desaparición o el deterioro continuado de materiales únicos, las absurdas restricciones para acceder a determinados fondos, los limitados horarios de consulta, o los frecuentes y a veces dilatados períodos de cierre, por sólo citar algunas de las dificultades más escandalosas y habituales.

Es cierto que las condiciones económicas de nuestro país han afectado en los años más recientes el sistemático enriquecimiento de los catálogos de las bibliotecas, así como la conservación y/o restauración de materiales valiosos, antiguos, y ya maltrechos. Todos sabemos que sólo con muy buena suerte se puede encontrar en cualquier centro de información algún libro publicado en los últimos diez años, salvo que se trate, por supuesto, de una edición nacional. Eso quiere decir que nuestros catálogos únicamente nos sirven para acceder a lo que se publicó en el mundo hasta principios o mediados de los 90; aunque por fortuna algunos lugares excepcionales han mantenido sus registros un poco más actualizados gracias a canjes o donaciones. Lógicamente, a partir de esta situación se han ido generando múltiples estrategias personales, más o menos felices: obligados a convertirnos, según sea el caso, en policías o en contrabandistas de los libros y la información, muchas veces somos parte de redes inmensas de préstamos que nos vamos haciendo entre amigos y conocidos, o incluso entre profesores y estudiantes; y, por otra parte, cada vez nos acostumbramos más a leer, a pesar de nuestros ojos, en formatos digitales o en copias mal reproducidas de textos que nos son imprescindibles. Pero nada de esto vale para otros materiales que sólo existen en archivos de bibliotecas, y cuyo acceso se dificulta por motivos tales como su definitiva desaparición, la exigencia de autorizaciones que avalen al usuario o que justifiquen su interés por tales “rarezas” –una de ellas puede ser Lunes de Revolución, por ejemplo, cuyos ejemplares sólo pudieron consultar parcialmente dos de mis alumnos luego de verse obligados a gestionar cartas que explicaran el tipo de investigación que realizaban–, o el pésimo estado de conservación en que se encuentran –las cartas originales de Juana Borrero las saqué a ciegas, hace unos meses, desde el fondo de un cartucho donde mis manos dejaron muchos pedacitos arrancados de aquellas hojas ya amarillas y demasiado frágiles.

Unido a todo esto, y a pesar de las limitaciones económicas, creo que se hace cada vez más necesario y estratégico replantear y facilitar las posibilidades mismas de acceder a las bibliotecas y demás centros de información. Para aquellos que prefieren concentrarse en las actividades intelectuales en horarios nocturnos; para aquellos que nos dedicamos profesionalmente a la investigación, pero que también nos dividimos en otras muchas agitaciones diurnas; o para los propios estudiantes, que casi siempre reciben clases durante toda la jornada, no resulta provechosa la asistencia sistemática a las bibliotecas si estas cierran sus puertas entre las cuatro y las seis de la tarde. Esto, sin contar con otras irregularidades frecuentes que las hacen cerrar antes de lo previsto por cuestiones tan disímiles como la fumigación o la conmemoración de un día especial, cualquiera que este sea. Si hace algunos años al menos todavía uno podía quedarse en la Nacional hasta las nueve de la noche –e, incluso así, recuerdo que a veces no nos daba tiempo revisar todo lo que nos urgía–, ahora sabemos que si no llegamos a esta o a cualquier otra biblioteca sobre las tres de la tarde, no vamos a poder consultar casi nada. Existen, por supuesto, salas de lectura que pertenecen a instituciones culturales o de investigación que necesariamente deben concluir sus servicios en el mismo horario en el que cesan sus otras funciones; y por otra parte es imposible que, necesitados como estamos de ahorrar energía, todas las bibliotecas estén abiertas también durante la noche. Sin embargo, no se justifica que al menos la Nacional –la de mayor espectro en cuanto a los servicios y a la información que brinda– como prolongación y reafirmación de la misma voluntad que la hizo abrir los sábados no extienda igualmente su asistencia hacia esas otras horas que tan bien podríamos aprovechar.

Semestre tras semestre, me esfuerzo por vencer la resistencia de mis estudiantes para asistir a las bibliotecas. Y aunque les hago tomar conciencia de que su rechazo podría explicarse, en gran medida, por las deformaciones que han sufrido en sus métodos de estudio y por la incapacidad que tienen todavía para concentrarse en la letra impresa, es inevitable que juntos acabemos por reconocer que, a pesar de sus limitaciones o de sus tendencias a acomodarse, cada vez resulta más difícil contar con la garantía de las bibliotecas en cuanto a sus posibilidades de acceso o a las facilidades que ofrecen para el estudio. Mucho más cuando se trata, como lo exigen mis asignaturas de Literatura y Cultura Cubanas, de leer páginas enteras de una novela, de la revisión detenida de una publicación periódica, o de la consulta de un documento valioso del siglo xix. Me temo que, dadas estas circunstancias, generaciones completas vayan perdiendo el placer y la tenacidad por la lectura y la investigación, puesto que cada vez nos habituamos más a resolver con cualquier información que tengamos a la mano, y con desgano sólo acudimos a las bibliotecas cuando no nos queda más remedio, aunque a veces ni siquiera así conseguimos lo que buscamos o necesitamos. En definitiva, en un país que ha colectivizado el conocimiento, que ha implementado una intensa campaña a favor de la lectura, que ha intensificado considerablemente su actividad editorial y, sobre todo, que ha ido restableciendo poco a poco la preocupación por el rigor, la calidad y el alcance social de la enseñanza en todos los niveles de educación, resulta contradictorio que no se trace con urgencia una estrategia paralela que propicie el acceso a todo tipo de información bibliográfica o documental, y que además plantee como prioridad la preservación material de esa parte importante de su patrimonio y de su memoria.
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Publicado por Manuel Sosa en 10:50 AM
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Mensaje por Azali Miér Dic 09, 2009 10:05 am

Destrucción de libros en Cuba. Una polémica digital (4)


Capítulo 4: Carta de Yamil Díaz a Félix Sánchez y el asunto de los vinos franceses

CARTA AL COLEGA FÉLIX SÁNCHEZ

Santa Clara, 16 de noviembre de 2009.

Querido colega Félix Sánchez:

Sabes que he sido extremadamente remiso a participar en eso que ahora llaman «ciberchancleteo», palabra peligrosa que servirá en lo adelante para descalificar a priori no solo los pronunciamientos cargados de chusmería que lamentablemente han circulado, sino también serios debates que ocupan el ciberespacio ante la imposibilidad de recibir cobertura en nuestra prensa masiva.

Debo decirte, ante todo, que soy un privilegiado. Entre otras cosas porque tengo un carné de miembro de la Uneac que me permite —cuando voy a La Habana con afanes de investigación— pernoctar en una casa de la visita, por un precio muy módico. A veces, claro, no hay capacidad, pero, como soy un privilegiado que cuenta además con un carné de Miembro de Honor de la Asociación Hermanos Saíz, puedo enviar un aviso a la AHS, y ellos me buscan alguna solución. Soy tan privilegiado que además cuento con un carné de Socio Honorario de la Biblioteca Nacional José Martí, que me permite acceder a muchos fondos que no están al alcance del público general. Si a eso sumamos la cantidad de personas que en esas y muchas otras bibliotecas de Villa Clara, Sancti Spíritus y Cienfuegos me han atendido con especial interés y cariño, comprenderás por qué en la página de agradecimientos de mi actual y casi eterno trabajo investigativo sobre Martí, aparecen tantos nombres de bibliotecarios y de bibliotecas… Lo único triste de ser un privilegiado es ver alrededor nuestro a personas que no lo son.

Pero soy tan privilegiado, Félix, que una tarde de marzo de 2007 en la terraza del Hotel Caracas-Hilton (actual Alba-Caracas) luego de un delicioso almuerzo, participé de una no menos deliciosa sobremesa en compañía de Roberto Méndez, Omar Valiño y el doctor Eduardo Torres Cuevas. Recuerdo que Torres Cuevas nos contó acerca de una invitación que le habían hecho a Francia y comentó sobre su preferencia por los vinos franceses. Como soy un privilegiado, también estuve en París y probé de esos vinos, así que me alegré por el doctor, y seguí disfrutando de su cháchara siempre sabia y amable.

Tal vez por el cariño con que he guardado aquel recuerdo, me ha sorprendido el tono tan agresivo, el discurso tan cargado del propio odio que llama a cambiar por amor, que el doctor ha empleado contra ti. Mucho me ha defraudado la lectura de su texto «Atila pide ayuda: la biblioteca equivocada», cuya andanada de epítetos injuriosos resulta contradictoria en quien ha comenzado por declararse opuesto a los ciberchancleteos.

Si no me dirijo al doctor Torres Cuevas no es por considerarlo indigno —como él hace contigo— de una respuesta directa, sino porque ya dio por cerrada su participación en esta amarga polémica. (Conste que digo «amarga» porque los admiro a los dos).

En fin, querido Félix, como considero todo un privilegio contar con un amigo honesto como tú, y veo la injusticia con que has sido agraviado, pongo en tus manos estas consideraciones de alguien que ya ha pasado por incontables bibliotecas del país.

Tu texto «SOS Alejandría. ¿Biblioteca versus Universidad?» recoge algunos hechos bien puntuales: 1. La destrucción en la biblioteca provincial de Ciego de Ávila de las revistas RDA, Sputnik y otras de Europa del Este. 2. La destrucción de libros en inglés. 3. Un descarte que se proyectaba en la biblioteca supongo provincial de Sancti Spíritus. 4. Una entrevista que tuviste con el director de la biblioteca avileña, donde él (Medardo Jiménez) expresó que «eso venía de arriba, que era una orientación, y que se seguía la experiencia de las bibliotecas públicas de otros países». «La información del director [relatas tú], de mi atento y solícito y caballeroso amigo Medardo Jiménez, fue resumida así, si todavía mantengo en la memoria la conversación: “Periódicos y revistas nacionales: en las bibliotecas municipales 3 años, en las provinciales 5”. Le pregunté: ¿Falta de espacio? Bueno, es una razón, la otra es que esa función de archivar la prensa nacional le compete a las otras bibliotecas, las nacionales».

Nadie tiene derecho a llamarte mentiroso, manipulador, malintencionado, cínico, inescrupuloso, etcétera, sin antes demostrar que esos hechos no ocurrieron en la realidad. No veo que Torres Cuevas lo demuestre por ninguna parte y mucho menos el compañero Medardo. Fíjate que la breve nota de Medardo Jiménez se escribe por encargo de su jefe, como para confirmar que «todo viene de arriba», y en ella no se da una nueva versión de su conversación contigo —como correspondía en caso de que lo hubieses manipulado—, con lo que queda validada tu versión de ese diálogo. El compañero Medardo no niega que se hayan destruido las revistas mencionadas. Dice que existen colecciones en inglés y otros idiomas, pero no niega que libros en inglés se hayan destruido; habla de las publicaciones periódicas que existen en la provincial pero no niega que lo orientado sea conservar solo lo más reciente…

Al doctor Torres Cuevas le llama la atención que no te hayas «informado de la política que ha trazado la BNCJM para su sistema de bibliotecas públicas». A mí me llama la atención que la biblioteca Ciego —que seguro tiene departamento de extensión, tal vez divulgador y hasta un director que se entrevista contigo cuando se lo pides— cuente con tan pobre trabajo promocional que uno de los intelectuales más importantes de la provincia no esté enterado acerca de la política trazada.

También te acusa de ignorar o silenciar la existencia de una red de bibliotecas escolares, las cuales en mi opinión están ignoradas y ocultas debido a las duras circunstancias (al menos la gran mayoría de las que conozco) de tener tan pobres fondos que cuando alguien no encuentra un documento en la provincial no se le ocurre buscarlo allí.

Según afirma el doctor Torres Cuevas, «descartar no significa votar ni eliminar, como desliza el autor del artículo, no significa quemar o destruir, sino que esos documentos, para su preservación, pasan a los fondos de otras instituciones».

Me asombra mucho, Félix, leer esto porque el «Manual para el Departamento de Procesos Técnicos de las bibliotecas públicas» emitido en 2008 por la Biblioteca Nacional en su acápite 1.1.2. b), entre los posibles destinos de lo descartado incluye como primera variante «reciclar o triturar». Fíjate que la palabra «triturar» aparece antes que las palabras «canje» y «donación».

Te cuento, Félix, que la colección de Carteles que existía en la Universidad de las Villas terminó en el fondo de un barranco. Que otro posible destino de los fondos descartados se llama Materias Primas, como me confirmó la directora de la biblioteca provincial Martí de Santa Clara en entrevista que le pedí el pasado lunes 9. Que a veces el descarte «selectivo» termina dando muerte a los fondos más valiosos. Que nunca, cuando me han me dicho que tal material que busco se descartó, me han dado la grata noticia de que ahora puedo ir a consultarlo en otra institución a la que fue donado. Te cuento que, quizás en el mejor de los casos, se han puesto las publicaciones sobre una mesa para que se los lleve el interesado. De esa manera, un día recogí de una biblioteca pública un tomo de narraciones de Raimundo Cabrera, autografiado por su autor. ¡Mira cuán «selectivo» puede resultar el descarte!

No niego la necesidad de que se expurgue por razones de espacio, pero ¿quién garantiza que no se cometan atrocidades? ¿Quién garantiza que, en compensación, existan ricos registros de información y que a los bibliotecarios no les falten los files, las cartulinas, los pegamentos para mantenerlos? ¿Quién exige la búsqueda incansable de alternativas que no sean «triturar»? Pienso, sobre todo, en la imagen de desolación que me han dejado siempre casi todas las bibliotecas municipales.

Este es un tema con el que he sufrido durante mucho tiempo, lo que me lleva a pensar que lo que cuentas no son hechos aislados.

Cuando empecé a localizar los artículos relacionados con Martí que servían a mis fines investigativos, necesité de numerosos trabajos aparecidos en la prensa republicana, y dentro de estos muchos que se publicaron en el Diario de la Marina. Pues, ¿sabes qué sucedió con esa colección en Santa Clara? Alguien de mi provincia un día de los años ochentas —ni siquiera de los sesentas— decidió «destruir la prensa burguesa». Luego Rolando González Patricio me contó que él alcanzó a leer allí algunos de estos periódicos que luego tuve que ir a consultar —con ayuda de Astro, no de los astros— a la Biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística o a la propia Biblioteca Nacional. Otros me los consiguieron en la Universidad de la Florida, que se ha ocupado de escanear, antes que Cuba, la colección de dicho periódico, reaccionario sin duda, pero sin duda imprescindible para quienes indaguen sobre nuestra historia.

Recuerdo cuando descubrí en la hemeroteca de la biblioteca municipal de Remedios una colección en excelente estado del hoy raro y valioso boletín Patria, obra de Gonzalo de Quesada y Miranda y sus colaboradores. Te hablo de una colección más completa que la que tiene el Centro de Estudios Martianos y que la que me mostraron en 1993 en la Fragua Martiana. Pues resulta que a la muchacha de la hemeroteca le señalaban en sucesivas visitas de inspección que no había descartado dicha colección, como un defecto de su trabajo. Ella la defendió estoicamente hasta que tuvo la suerte de que otra persona sensible como ella, en el Archivo de Remedios, aceptara salvarla. Allí volví encontrar aquella ya amada colección, pero ahora está incompleta. ¿Por qué se ensañaron precisamente con unos fondos que eran tal vez los más valiosos de la institución en cuanto a periódicas? Parece que es muy fácil confundir viejo con obsoleto. También recuerdo cuando no pude cotejar una cita —era yo entonces editor de la revista Signos— porque tenía que ir a La Habana en busca de una Bohemia que hasta un mes antes había estado a dos cuadras de mi casa. La entonces directora de mi biblioteca provincial me explicó que se había descartado por deterioro, lo cual comprendí, y que las otras que todavía estaban a mi alcance, seguían ahí gracias a que no se aplicaba crudamente lo establecido. Esta es una constante, Félix: los que descartan en el municipio explican que lo hacen orientados por la provincia, los que lo hacen en la provincia, te dicen que lo hacen orientados por el país, y los que mantienen buenas colecciones de periódicas (como ocurre en Placetas, que tiene una hemeroteca excepcional para un municipio) te explican que las tienen gracias a nadar en contra de las orientaciones.

Pero no voy a seguir con anécdotas personales porque será muy fácil responder que simplemente son anécdotas, aunque no quiero pensar cuántos en Cuba habrán vivido anécdotas como las tuyas y las mías…

Te cuento, Félix, que al ponerme al tanto de esta polémica, el lunes 9 de noviembre me entrevisté con la actual directora de la biblioteca Martí, de Villa Clara. Supe por ella que ni Orígenes ni ninguna de esas publicaciones digitalizadas de que habla Torres Cuevas, está al alcance de los lectores villaclareños —pese a lo visiblemente fácil que resultaría quemarlas en discos y hacerlas llegar a todas las provincias— pues por aquí se sigue a la espera de una futura conexión en red de todas las bibliotecas del país, la que tendrá lugar en una fecha todavía incierta. También me informó que en una visita de la Biblioteca Nacional quedó orientado que las hemerotecas de los municipios conserven solo la prensa del año en curso más la del año anterior, y que la provincial conserve la del año en curso más los cinco años anteriores. No significa que nuestros bibliotecarios hayan salido corriendo a descartar todo lo que se les orientaba desde arriba, pero esto es lo que se les indicó hace unos años. De hecho, en el ya citado «Manual para el Departamento de Procesos Técnicos de las bibliotecas públicas», podrás hallar un párrafo como este:

Duplicidad de los documentos: Es necesario determinar en qué caso se necesita duplicidades y cuál será la cantidad por tipo de documento y subclases en que se organiza el fondo. En este caso bebe tenerse en cuenta la capacidad instalada de la biblioteca y el espacio en el depósito para que no se produzca hacinamiento en las colecciones. // EJ. En publicaciones seriadas, de la prensa nacional se dejará 1 ejemplar del año en curso y el año anterior se descartará y procesará para el Registro de Información.

El doctor Torres Cuevas se refiere en su artículo, con un justo entusiasmo que comparto con él, a la adquisición de costosos equipos de digitalización y de microfilmación. Nos cuenta cómo se ha digitalizado Lunes de Revolución, Orígenes, Patria —este CD lo recibí gratuitamente (privilegiado que soy) y no tuve que pagar los cuc que costaba donde único lo he visto en venta, y es excelente—. Lo que sí me sorprende sobremanera es que esto ocurra, según Torres, «a escasos ocho meses de iniciado este proceso». ¿Cómo «ocho meses» un proceso que —en lo referente a la microfilmación— comenzó hace veinte años?

Me explico: a principios del año 1990, mi inolvidable condiscípula Rita y yo empezábamos la carrera de Periodismo y nos tocó acompañar a la periodista Azucena Plasencia en la tarea de entrevistar a la directora de la Biblioteca Nacional, Marta Terry, quien nos habló llena de entusiasmo sobre la tarea emprendida entonces por la institución de microfilmar «todo el material valioso del patrimonio cubano». De eso han pasado casi veinte años, y ahora nos hablan de «ocho meses». Por un momento, Félix, tengo la sensación de que me han engañado y de que no has sido tú.

Y aquí sigue una de las partes más optimistas del artículo, donde el autor nos habla de que «casi seguro» pronto podrás leer en versión digital, en Ciego de Ávila, Granma y Bohemia. Ojalá... Que se está digitalizando lo de cada provincia. Me alegro mucho, y me consta que se está haciendo en Villa Clara, en la Sala de Fondos Raros… Que se han distribuido por las provincias numerosas computadoras y escáners… Ahí viene la pregunta inevitable: Si existe ese equipamiento, ¿por qué no se adopta en cada biblioteca la política de no descartar las publicaciones sin antes escanearlas, o copiarlas de otro que ya las escaneó, excepto las de nulo valor?... Afirma Torres que también habrá mediatecas. Qué maravilla: yo le presto mis discos de películas al director del Mejunje para que las exhiba al público en su institución, así que me alegro como nadie... Y lo más reconfortante: se está creando la Red Nacional de Bibliotecas Públicas. Estaremos todos conectados, y la gente de los municipios, sin Yutong, entrará en las bases de datos de la Nacional.

Entonces, Félix, solo podemos quejarnos de una cosa: de que nos hablen en futuro. Ojalá todo eso se concrete. No dudo de que Torres Cuevas anhela sinceramente que no se frustre ninguno de esos sueños. Ojalá las actuales condiciones del país, donde un equipo de aire acondicionado se ha convertido en un enemigo, y junto con los aires empiezan a apagarse las computadoras, no conduzca a que cuando llegue el sombrero ya no tengamos cabeza. Pero las buenas noticias redactadas en futuro (tan abundantes en Cuba) no son todavía La Verdad, sino tan solo una posibilidad que también tú y yo aplaudimos.

Todo eso lo creeré cuando lo vea.

Y ¿sabes, Félix, por qué soy tan escéptico? Porque a principios de 1990 fui a mi primera entrevista, precisamente con la entonces directora de la Biblioteca Nacional. Te pido localices la Bohemia del 6 de abril de 1990 (Año 82, # 14, pp. 82-85). Ojalá en Ciego no la hayan descartado. Encontrarás la entrevista titulada «Boleto hacia lo óptimo». Por si no logras encontrarla, te copio algunas declaraciones que nos dio Marta Terry:

Modernizar: esas son las perspectivas. En nuestro caso ello significa una cantidad enorme de recursos […] Estamos en plena etapa de instalación, compra y adquisición de equipos, con cuya utilización a fondo algunos de sus resultados podrán verse antes de que finalice este quinquenio. Otros no se verán sino a muy largo plazo, veinte años a lo sumo. Entre ellos te hablo de un sistema de detección de humo, bastante sofisticado, y que ya está colocado en los primeros cuatro pisos de nuestra Biblioteca; sistema que va unido a la climatización y hermetización de todos los pisos. […] Cambiar concepciones tradicionales respecto a la limpieza es fundamental: del pañito sobre el libro, sacudiendo el polvo, a las aspiradoras profesionales. […] En Upsala vi tubos neumáticos para el traslado de las solicitudes de libros. Nosotros también tendremos nuestro neumático en el próximo quinquenio. Por el momento emprendemos la reparación impostergable de elevadores y montacargas. El sistema de traslado de libros que utilizamos en La Habana es el mismo que se emplea en París. Pero nuestro montacargas tiene cuarenta años de uso. […] Se está microfilmando la prensa y se ha revitalizado todo el equipamiento de microfichas y la puesta en marcha de estos servicios es cuestión de uno o dos meses. Esperamos que una vez que tengamos microfilmado todo el fondo valioso la consulta de dichos materiales será a través de los microfilmes. […] Ya a mediados de este año habrá documentos que el usuario no tocará, los estudiará en microfilme. // Nuestro grupo de automatización confecciona una base de datos sobre Cultura y Arte con 16 745 registros hasta ahora de diferentes temáticas —Literatura, Música, Danza, Teatro, Edición y Comercialización del Libro…— Al que pide información sobre estas temáticas se le entrega información bibliográfica. […] En la doble condición que ostenta la Biblioteca, nacional-universal, primero microfilmaremos todo el material valioso del patrimonio cubano y luego lo que poseamos valioso universal…

Si ya en abril de 1990 (hace diecinueve años y siete meses) la BNC se había dado a la tarea de microfilmar «todo el material valioso del patrimonio cubano», ¿cómo es posible que los logros en esta dirección correspondan —a juzgar por Torres Cuevas— a los últimos ocho meses? En ese tiempo se podían haber hecho millones de microfilmes (los cuales, además, pueden escanearse). Además, me gustaría saber si ya la Biblioteca tiene en todos los pisos el sistema «sofisticado» de detección de humo, o si todos los pisos están climatizados y hermetizados, y si por allí abundan las aspiradora profesionales, y si cuentan con el tubo neumático para el traslado de los libros, y si los ascensores están reparados y aceitados, y cuánto ha crecido esa base de datos empezada hace un par de decenios… Si alguna de estas preguntas no tiene —como sospecho— una respuesta optimista, tendré derecho a dudar del tono triunfalista que ahora estoy escuchando por segunda vez.

No acuso, Félix, a nadie de demagogia, como se ha hecho contigo, y mucho menos a una dama. Seguramente la llegada del Período Especial echó por tierra muchos proyectos. Del mismo modo, la crisis actual debe llevarnos a ser más cautos en nuestro optimismo. En cualquier caso, voto porque esas posibilidades se conviertan muy pronto en la Verdad, aun si el precio es que tenga cargar con los mismos adjetivos que se han lanzado contra ti.

También refiere Torres Cuevas que la biblioteca de Morón se ha reconstruido gracias a «un llamado de de alerta de un usuario de esa ciudad» y que algo parecido ocurrió en San Juan y Martínez. Ante estos hechos Víctor Fowler comenta: «me ha causado escalofrío leer que dos bibliotecas han sido reparadas gracias a las quejas de uno de sus usuarios. ¡Madre mía, madre mía! ¿Y sus directores, cuadros, trabajadores, etc., nunca hablaron antes de ello!» No tengo nada que añadir, salvo que en Villa Clara están cerradas las bibliotecas de Camajuaní y de Isabela de Sagua. Por suerte, la municipal de Sagua la Grande por fin se reabrió, luego de años. Yo también soy un lector. También doy un alerta.

Más adelante, y luego de mencionar estos casos de problemas constructivos, el doctor Torres Cuevas añade: «Pudiéramos hacer un glosario de problemas; pero nos ocupan…» Por si el doctor considera que las únicas dificultades son las constructivas, conviene, Félix, recordar, como tú has hecho, el otro «rosario de problemas» aparecido en La Gaceta de Cuba (mayo-junio de 2009, p. 64) donde la profesora Haydee Arango se queja, entre otras cosas, de: «la precaria actualización o retroalimentación bibliográficas, la desaparición o el deterioro continuado de materiales únicos, las absurdas restricciones para acceder a determinados fondos, los limitados horarios de consulta, o los frecuentes y a veces dilatados períodos de cierre, por sólo citar algunas de las dificultades más escandalosas y habituales…» Parece que ya somos varios los «manipuladores sin escrúpulos».

Otro fragmento llama mi atención en el texto de Torres Cuevas: «Nos enorgullecemos de seguir las normas éticas sembradas por Domingo Figuerola Caneda y María Teresa Freire de Andrade. Esas normas no son coyunturales. Se basan en el respeto, el compromiso y el deber de preservar el Patrimonio Nacional que atesora documentos desde el siglo xvi».

Aplaudo ese merecido reconocimiento a Figuerola Caneda y María Teresa Freire de Andrade. Pero también me gustaría que se proclamara el mismo respeto a la memoria de Francisco María de Paula Coronado. Para empezar, que no dejaran morir la Colección Coronado, que se atesora en la Universidad Central de Las Villas. El historiador Rolando Rodríguez —entre muchos otros— puede dar fe de cuánto deben sus valiosos libros a hallazgos hechos allí. Allí se guardan numerosas publicaciones periódicas de los tiempos coloniales, manuscritos de patriotas, recortería de prensa del propio Coronado, libretos inéditos del teatro cubano del siglo xix, sin que jamás se haya hecho la necesaria inversión en el equipamiento técnico que requiere la salvación de un patrimonio excepcional como ese. Los dos bibliotecarios, Amed y Julita, que allí conviven con numerosos gérmenes patógenos, aman su colección, dan un servicio esmerado, pero no pueden hacer milagros. Cuando yo iba a trabajar allí, el aire se encendía si entraba un usuario. Ahora, con las nuevas restricciones, no sé. Existen publicaciones que ya no pueden prestarse por causa del deterioro. Es hora de que la Biblioteca Nacional o el Ministerio de Educación Superior o alguien en Cuba se proponga salvar esto.

Añade Torres Cuevas que la BNC ha conservado la colección de La campaña de Cuba, que contiene la visión española de la Guerra del 95, también muchos documentos de entre 1902 y 1959, incluidos los fondos fotográficos del antiguo Ministerio de Obras Públicas. «Es la base para hacer historia —añade Torres Cuevas— independientemente de las interpretaciones». Aplaudo una vez más al Director de la Biblioteca Nacional, por esa amplitud de miras. Los investigadores requieren contrastar todos los puntos de vista antes de sacar conclusiones; pero no solo cuando se trata de una guerra que ocurrió durante el siglo antepasado. También con los sucesos recientes. Así que voto porque un día desaparezcan de nuestras bibliotecas los «fondos amarillos» o como quiera que llamen a los libros censurados, esos que están pero no están. Voto porque a nadie le suceda lo que a mí cuando un día 1991 descubrí en el catálogo de la Biblioteca Central de la Universidad de La Habana el libro Rebelión en la granja. Lo pedí un montón de veces, y jamás me lo prestaron. Un día decidí llevar el asunto hasta el fondo. Me dijeron que estaba en sala, que otro lector lo había pedido también. Entonces recorrí mesa por mesa y comprobé la mentira. Regresé y expuse que me estaban engañando. Entonces me dijeron que no, que estaba en encuadernación. Pregunté dónde quedaba dicho departamento. Hablé allá con los empleados, y, por supuesto, no tenían tal libro. Regresé y volví a quejarme de que me estaban engañando. Entonces la bibliotecaria sonrió, se viró para la de al lado y le dijo: «¡¿Tú sabes cuál es el libro que quiere él: el de los puerquitos?!» Entonces me explicó, resignada, que ese libro no lo dejaban prestar. Mucho después he visto que dos panelistas de la Mesa Redonda hablan con mucha familiaridad sobre personajes y situaciones de las novelas de Orwell, como de algo muy conocido por los amigos televidentes. Supongo entonces que ya Orwell esté en cualquier biblioteca al alcance de los lectores cubanos. Yo voto, Félix, porque no vuelva a acercárseme, como lo hizo de muy buena fe, una jefa de una Sala de Literatura en 2004 para decirme: «Si quieres leer los libros de Cabrera Infante, a ti te los presto; pero el director no me dejó ponerlos en el catálogo». Por suerte, los libros de Cabrera Infante que me interesaban los leí hace mucho, de manos amigas, o en la biblioteca abierta y democrática, como diría Guillén, de la Casa de las Américas.

Querido Félix, si en algo coincido con el director de la Biblioteca Nacional es en mi rotundo deseo de no volver a intervenir en esta ni en otra de estas «ciberpolémicas», ya tan habituales. No importa si ahora llueven injurias sobre mí. Me quedan demasiados libros por terminar y ansío concentrarme en ello, pero hay algo que no puedo omitir:

El doctor Torres Cuevas se refiere con visible cariño a los «respetables trabajadores de Nuestro Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas». Yo podría suscribir la misma frase porque a esos bibliotecarios respetables, amables y que aman su trabajo los he conocido por decenas: se llaman Ana Margarita o Nancy en la Biblioteca Nacional, Andria en el Centro de Estudios Martianos, Julio César o Francois en la Biblioteca Villena de la UH, Cary o Díaz Roque en la de Cienfuegos, y no menciono a los de Villa Clara porque la lista resultaría interminable. Juro que a todos les agradezco, a todos los admiro. Pero confieso que más admiro a esos heroicos investigadores que sufren la vida chata de un municipio, que han escuchado más la palabra «pronto» que la palabra «ahora», que muchas veces solo tienen a su alcance bibliotecas paupérrimas o lo que un amigo en la ciudad les puede prestar o quemar en un CD, que muchas veces no se resignan a investigar únicamente sobre temas locales… Esos, que un día morirán sin haber conocido el buen sabor de los vinos franceses.

Un abrazo,
Yamil Díaz Gómez
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Publicado por Manuel Sosa en 2:00 AM
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Mensaje por Azali Miér Dic 09, 2009 10:07 am

Destrucción de libros en Cuba. Una polémica digital (5)


Capítulo 5: Correos entre escritores de la isla

DE RICARDO RIVERÓN:

Querido compadre Yamil:

¿Qué queda por decir después de lo dicho por ti, sobre lo que tantas veces hemos conversado, y que coincide en tantos puntos con el querido y lúcido Félix y tan poco con el tono ofensivo del también querido y admirado Doctor Torres Cuevas? Suscribo cada uno de tus argumentos, como mismo suscribo en su casi totalidad las quejas de Félix. De igual manera deploro que una persona con el brillo intelectual y la honestidad del Dr Torres Cuevas no se centrara, en su respuesta, en rebatir los argumentos empeñándose en desarmar moralmente a Félix, a través de improperios impensables en alguien a quien tanto respetamos. La carta del director de Cubarte es una vergüenza, y nos demuestra cuánto daño hace el habanocentrismo y el "imperio" mediático, que no solo la derecha impone para coartar los debates en torno a la instauración de una sociedad más justa, donde se respete la inteligencia y se extraigan, de la crítica bien fundamentada, las verdades que el discurso oficial no valida, pero que están ahí, golpeándonos. Como sé que el director de Cubarte leerá estos textos, le dejo claro que prohibo, desde el día de hoy, que mi nombre se publique en ese sitio, y si quiere también, que "lo descarte" y borre todas las referencias sobre él y sobre mi obra, ya que tanto aprueba lo que Félix critica.

Mi solidaridad total con Félix y contigo.

Un abrazo a los dos.
Ricardo Riverón Rojas
Escritor y director de la revista Signos

DE ALFREDO ZALDÍVAR:

Querido amigo Félix, querido y admirado escritor amigo Félix, colega Félix, hermano Félix Sánchez Rodríguez:

Yo, como tú, luego de la respuesta de CUBARTE, tiemblo de pena, pero también de dolor, y de rabia, y lo que es peor, —como Virgilio Piñera alguna vez— tiemblo de miedo. Y creo firmemente que ni Virgilio ni yo somos cobardes, pero a veces me hunden en el fondo de esta bahía como a la Flota de La Plata.

Solo me sobrepone pensar que el maestro, el historiador, el hombre de pensamiento que es el Doctor Eduardo Torres Cuevas, autor de tantos valiosos textos sobre nuestra nación, no es el funcionario que escribió el injurioso texto, —suerte de informe triunfalista a sus superiores— «Atila pide ayuda: la biblioteca equivocada».

Solo me sobrepone que existan hombres lúcidos y valientes como tú y Yamil Díaz. Como los amigos y colegas que se han pronunciado contra el injusto tratamiento que pretenden darte, que se te ha dado.
Solo me sobrepone saber que existe allí, en Ciego, muy cerca de La Trocha, un mambí llamado Félix Sánchez Rodríguez, dispuesto a seguir en campaña, atento a cuanto mal hiera nuestra cultura, nuestra identidad, nuestro proyecto social.

Te abraza, desde este puente que es Matanzas, donde tanto se te admira y quiere,

Alfredo Zaldívar

DE DEAN LUIS REYES:

Queridos todos:

Parece que andamos divididos.

Alguna vez dije que resultaba paradójico que, trabajando con los mismos objetivos en mente, en Cuba las facciones ideológicas de izquierda estuviesen tan enfrascadas en arrancarse las tiras del pellejo, ponerse zancadillas y hacerse daño, en vez de ponerse a dialogar. Será que me equivocaba. Que, definitivamente, no somos del mismo bando.

Lo digo porque, cuando el compañero Rafael de la Osa cita el código de ética de la UPEC en sus artículos 5 y 7 para sugerir las razones por la cuales Cubarte coincide con las palabras del Dr. Torres Cuevas y no con las de Félix Sánchez, evidentemente no leemos lo mismo. Para él, citando el documento de marras, “el periodista debe reforzar su desempeño ético y responsabilidad profesional en la creación, selección y difusión de los crecientes flujos de información interactiva que circula por la web” y “el periodista no debe utilizar los medios de comunicación para desacreditar o difamar personas e instituciones, ni para exaltar desmerecidamente a personas naturales o jurídicas”.

Cuando Félix Sánchez hizo circular su texto acerca del estado lamentable en que se encuentra el sistema de bibliotecas públicas cubanas (algo que todos hemos saboreado alguna vez), ¿incurría en la violación de alguno de los preceptos anteriores? Para el director de Cubarte, sí. En todo caso, sus argumentos se vuelven contra él mismo y su defendido: es el director de la Biblioteca Nacional quien incurre en tales violencias de la voz y el derecho, en deslices éticos justificados por una rabia lamentable. Una vez y otra siento el dolor de la vergüenza ajena.

Lo extraño de esta situación es que se repite. Uno acaba por asumir que entre nosotros esta clase de salidas abruptas son demasiado comunes. Que cumplen por regla general la misma orientación verticalista: de arriba hacia abajo. Que los estropicios contra el otro siempre encuentran cobijo en alguna publicación o espacio público oficial. Que el turno del ofendido acaba por nunca suceder. Que una facción se solidariza con el vejado, otra da la razón al alarido de arriba y una inmensa muchedumbre calla o no se da por enterada.

Supongo que me canso de esto. Hace tiempo decidí que no respondía injurias y menos participaba de espacios “culturales” donde impera la estocada y el ataque-y-derribo. Por eso siempre me ha causado un respeto infinito, al tiempo que un paradójico candor, el trabajo de Félix Sánchez. Él se ocupa de recordarnos la importancia de lo público. Pero sobre todo le obsesiona un asunto que es central para este tiempo que vivimos: el de la administración de la memoria. Y no sólo por quienes la administran y por cómo lo hacen, sino por las implicaciones que hacia el futuro tiene la construcción de un imaginario colectivo del cual algunos con poder –da igual si es legítimo o no- quitan nombres, cambian fechas, alteran jerarquías y modifican créditos. Eso que supone una parte importante de la gestión de la hegemonía, según Gramsci, allí donde se verifica el dominio simbólico (y la operatividad real de la dominación) de un grupo o clase sobre otro.

Las bibliotecas y el patrimonio documental son un eje nodal de esa tarea. Como lo es el podio televisivo. Y, seguramente, lo es el espacio que nos ofrecen, a estos privilegiados que violan los códigos de ética escritos en la cabeza de algunos funcionarios, las redes de comunicación digital. En esta nueva ágora escribo libremente. No espero jamás la licencia de Cubarte o la sanción de la intelligentzia de La Jiribilla. Podría jurar que el escenario virtual de las redes es más vital e interesante, con toda esa mensajería preocupada y ocupada que compite con las cadenas de pps y chistes animados que circulan por ahí, anónimos de toda laya, cartas abiertas, boletines, anuncios apocalípticos, sugerencias para la salud de mi vida sexual y blogs desde los cuales también se ensaya hacer Historia. La nueva dimensión de lo político que desde aquí construimos escapa a la vigilancia de lo público que ejercen los funcionarios escudados en documentos con cuño y “buenas intenciones”, autoridades de caras serias, cargos rimbombantes y direcciones del Vedado y Miramar o las cámaras de vigilancia que ahora surgen como OVNIS por nuestras ciudades (la variante de participación guerrillera que queda para los medios masivos es el choteo y la parodia desde la ambigüedad: véase el diseño promocional de la nueva edición de los Premios Lucas al video clip cubano de 2009).

Este conflicto en torno a la administración de lo visible se hace evidente cada febrero cuando en la Muestra de Nuevos Realizadores aparecen esos documentales gritones y cáusticos, sin ideología aparente más que la de señalar las fisuras del proyecto de vida en común que llevamos hoy en Cuba. Sin futuros optimistas ni soluciones de reemplazo. Cada año hay pugnas en torno a qué hacer con esas miradas.

Para nosotros, escribir, hacer la obra diaria con su dosis de horas-nalga, es intervenir con lo que podemos –que no es poco. Conociendo París, como nuestro “privilegiado” amigo Yamil Díaz, o incapacitado para escribir su novela sobre la difunta República Democrática Alemana, como pasa con Sánchez, porque alguien decidió hacer desaparecer la revista RDA de la Biblioteca de Ciego de Ávila. Me consta que Yamil no es de los más agraciados como investigador cuando viene a La Habana a “molestar” a amigos que sí tienen la dicha de, una vez abandonado el terruño, gozar la suerte de su exilio habanero. Entre otras cosas, para ayudar en algo al que se quedó allá.

Digo que con estas “incursiones” nos defendemos del olvido programado. Y de los dictados desde arriba. Ahora que aprendimos a desconfiar de los paradigmas fijos y a hacer del análisis una herramienta para afirmar la inseguridad tanto de nuestra ubicación de hermeneutas como del objeto de nuestra pesquisa, los cabildeos de antiguos cicerones no tienen mucho peso. Son ruido de fondo, queja del presente y objeto de estudio rico en inferencias para el futuro. Los investigadores de mañana tendrán nudos dramáticos con qué desmontar el argumento de que fuimos un remanso de paz, un parnaso humano sin contradicción visible ni proyectos encontrados. Igual nuestro sistema de bibliotecas no ha empezado a imaginar cómo archivar estas letras. En el futuro, seguramente.

Un abrazo

Dean Luis Reyes
19 de noviembre de 2009

DE EDELMIS ANOCETO VEGA:

Amigo Félix:

El doctor Torres-Cuevas, a quien respeto por su trayectoria intelectual anterior a la publicación de su artículo "Atila pide ayuda: la biblioteca equivocada", deja ver solo dos cometidos en ese texto:

1-Defender de manera atrincherada y a ultranza un sistema de bibliotecas públicas a todas luces defectuoso.

Y 2- Atacarte a ti de una manera personal inadecuada, malintencionada e inconcebible.

La suya es la posición de la persona que por impotencia reacciona airadamente al espetársele en la cara rotundas verdades. La verdad es a veces muy dura, pero siempre, ya sabemos, revolucionaria. La tuya es la auténtica posición de preocupación por salvar los fondos valiosos de nuestro patrimonio bibliográfico, preocupación noble y bienintencionada, eso es lo esencial e irrefutable.

Por otra parte, el Doctor no se percata de que eso que él llama “ciberchancleteo” no responde más que a una necesidad de debate acumulada durante años y que no cubren los medios oficiales, que viene a ser hoy la única vía inmediata de expresión de lo más espontáneo del pensamiento crítico cubano. Eso sí, es necesario hacerlo con responsabilidad, ética y respeto a la opinión ajena, y nunca atacando de manera personal. Lo contrario sí es ciberchancletear.

El Doctor no quiere ser parte de eso, perfecto, pero él puede expresar sus ideas hasta en la televisión. Vuelve el tema de los privilegios. ¿Por qué La Jiribilla publicó su respuesta y no el artículo que le dio pie? Se quedaron los lectores de esa revista sin parte importante de la información. Otra mala jugada de nuestra prensa.

Si la respuesta de Torres-Cuevas causa alarma y pena, la de Rafael de la Osa Díaz a tu carta es indignante. Ni siquiera se da cuenta de que los argumentos por él expuestos son más aplicables al artículo de Torres-Cuevas que al tuyo: El periodista no puede utilizar los medios de comunicación para desacreditar o difamar a personas e instituciones, ni para exaltar desmerecidamente a personas naturales o jurídicas. No es ético en el ejercicio de la profesión el triunfalismo…

Amigo, me sumo a los colegas que te han apoyado en estos días, porque creo que ya no debemos permitir semejantes actos de injusticia. También reconozco toda la pertinencia y justeza del la excelente carta a ti dirigida por Yamil Díaz. La suscribiría sin falta si es necesario.

Un abrazo solidario de,
Edelmis Anoceto Vega

DE IAN RODRÍGUEZ (PROVINCIA CIENFUEGOS):

Amigos todos, no descanso con tranquilidad desde el día que leí el denunciante artículo de Félix, en su llamado de alerta sobre lo sucedido en las bibliotecas vi reflejados en él tantos avatares que he debido enfrentar en la red de bibliotecas a lo largo y ancho del país, todos conocen de mi trashumancia, donde bien es cierto, hay muchas personas inteligentes, sensibles, de buen trato, profesionales, atentos y todos los buenos calificativos que pueden aparecer y se merecen esas personas, pero como en todos los lugares, nada debe cegarnos, hay tantas ineptas, indolentes, irrespetuosas, robóticas, desconocedoras, cerradas... y un interminable etcétera.

Fui testigo aquí en Cienfuegos durante la sesión del Consejo de la UNEAC de un suceso esencial hacia el interior de nuestra sociedad y que habla mucho de nuestra cultura y su tradición polemista, Miguelito pidió le hicieran saber a Félix que si bien antes no había compartido muchas opiniones emitidas en otros de sus artículos, siempre muy acuciosos, puntuales, denunciantes, si ve de un modo distinto a nosotros algunas cosas, aclaró, ese es su derecho y quien tenga razones que las exponga abiertamente y le replique, ahora se le debía felicitar por este, pidió que se lo hicieran saber.

Ese suceso me devolvió la paz conmigo mismo y para mi sorpresa, dos días después, recibo la respuesta insulsa por sus excesos al adjetivar, tajante, triunfalista y ciega, lamentable para el respeto que le tenemos a su autor la mayoría de los intelectuales cubanos, porque eso es, aunque plantee que no: una simple respuesta de quien tiene un cargo y responde presionado bajo esa responsabilidad, un creador, un intelectual de su magnitud tiene que saber tomar distancia de ello y ser consecuente con su naturaleza. He estado lamentando que el Doctor Torres Cuevas no se concentrara en lo denunciado por Félix, y ahora lamentaría más que no leyera la misiva que Yamil le envía a Félix y que ha compartido con muchos de nosotros. Honor que nos hace.

Ojalá el amor llegará a primar sobre el odio, la iluminación nos llegara y tuviera lugar un encuentro sincero, diáfano, en busca de solucionar lo que tanto Félix como Yamil apuntan ha sucedido, está sucediendo, y es imprescindible, se le ponga atención. Es la humilde opinión de otro lector, asiduo a la red de bibliotecas en busca de información, o de un espacio donde aliviar las tensiones del día que se solidariza con la crítica certera provenga de donde provenga. Espero además que Rafael de la Osa al leer la misiva de Yamil (porque estoy seguro que ya lo debe haber hecho, ya le debe haber llegado) haya reconsiderado sus palabras a Félix.

Creo que nadie, desde la posición que tenga, tiene el derecho (y mucho menos la responsabilidad) de ofender a otro.

Les abraza, siempre con afecto:

Ian Rodríguez.

DE NELSON SIMÓN:

Subject: Re: mensaje a los amigos

Querido Arístides, agradezco tus envíos y la intensión de ponerme al tanto de aquello que "circula" en nuestro deteriorado ambiente intelectual. Es lamentable ver como se insulta, humilla y manipula la opinión contraria, el criterio que no signifique una loa a la "gran obra" construida entre todos pero que algunos defienden como personal así como si defendieran esos famosos vinos franceses que por suerte cada vez somos más los que los probamos y podemos comparar con el amargor de nuestros vinos, también muchas veces preferidos por muchos.( por cierto que no creo que lo mejor de Francia sean sus vinos).

De pronto se define, peligrosamente, como ciberchancleto, el derecho a participar de opinión en el casi único espacio en el que lo podemos hacer. Tendenciosa denominación que anula de antemano cualquier opinión circulante y por supuesto nuestro ánimo de opinar. Pinar del Río, por quedar la otro lado de La habana, capital de todos, a veces parece no formar parte de la isla, tú la conoces tanto como yo por tus visitas. Pocos ecos de lo ocurrido hacia el otro lado llega a estos verdores y por eso te agradezco el mantenerme al tanto de noticias que no por nimias dejan de mostrar más que lo telediarios, aquello que ocurre en el alma fragmentada y dolida de la nación. Los poetas damos más valor a las vibraciones del espíritu, que a las cifras escalofriantes de la crisis del imperio.

Por eso me duele en carne propia cuando se lacera al amigo, al hombre noble, al intelectual serio solo porque señala una fisura, un mal, un peligro. Pareciera que vivimos en la isla perfecta. Pareciera que las palabras de alguien que aun cree utópicamente en que algo puede ser cambiado entre todos, son hongos venenosos o al menos alucinógenos y hay que extirparlos, o o ridiculizar sus "alucinaciones".

Félix Sánchez es hombre recto que resume decoro y éticidad en la mirada, así lo sabemos los que lo conocemos. También lo es Yamil Díaz a quien agradezco por todos la carta que le enviara como buen periodista e intelectual serio y felizmente comprometido con la memoria y el futuro y menos con el ahora circunstancial.

No he recibido el texto de Torres Cuevas, pero no imagino como las circunstancias pueden hacer que hombres lúcidos y martianos, incurran en semejantes adjetivaciones.

Los males parecen acumularse y a veces se tienen miedos a mirar a los ojos a esos monstruos creados por la crisis sostenida que ha vivido el país, pero de esta manera no llegaremos al necesario mañana y solo nosotros somos los responsables.

La ética no tiene que ver con el bloqueo.

Por mi parte hago manifiesta mi solidaridad con ambos amigos y mi alarma ante esos descartes tan nocivos, vengan de la red de cubarte o de la red de bibliotecas públicas. De seguro nos estaremos perdiendo una parte bien rica de nuestra historia.

Nelson Simón

DE JULIO CÉSAR:

Yamil: Ayer leí tu carta a Félix Sánchez, y me alegra la acogida que ha tenido entre algunos de sus lectores, que comienzan a llamarla mesurada, objetiva, documentada, valiente. Creo, que si solo te hubiera guiado la pasión, su efecto sería menor y el carácter de documento que le atribuye Luis hubiera terminado por diluirse en lo anecdótico.

Por lo general me he mantenido al margen de los debates que han tenido lugar en las páginas de internet y por medio del correo electrónico, pero este de ahora me resulta cercano. Ya me di a la tarea de buscar los artículos de Félix y Torres Cuevas para tener todos los elementos del debate y darlo a conocer en la biblioteca. No creo que tengas ningún inconveniente en que ponga a circular estos "papeles" ni me reclames derecho de autor por divulgar tu carta. Creo, en primer lugar, que sería bueno que las personas que tenemos que ver con los fondos bibliográficos pensáramos más seriamente en el destino que se le da a cada libro, periódico o documento que se ha producido hasta la fecha. Muchos, como yo, hemos sido testigos de cuanto dicen tus letras. Primero como investigador en uno de esos pueblitos chatos, como le llamas en tu carta, y ahora como técnico en una biblioteca. Es una suerte que el «Manual para el Departamento de Procesos Técnicos de las bibliotecas públicas» no haya tenido su origen en el siglo XVIII, pues el Papel Periódico de la Habana, publicado bajo otro título a partir de 1805 no hubiera trascendido la primera década del siglo XIX. Igual suerte hubieran corrido cientos de publicaciones y textos que vieron la luz hasta el siglo XIX. Lamentablemente, en el transcurso de unas décadas se constatará que el mayor vacío bibliográfico que han dejado estas malas políticas se encuentra en las décadas más recientes, y que la escritura de su Historia (la historia de la revolución) será una tarea doblemente difícil. Algunos de los textos que tú mismo consultaste en nuestros fondos hace varios meses hubieran sido reciclados como materia prima de no haberse preferido hacinarlos en nuestros almacenes. Fue lamentable, a raíz del ciclón Gustav, escuchar el orgullo de un funcionario por el aporte que habíamos realizado para la fabricación de tejas: un montículo de papel comparable a la colina de la deshonra o las piras que la inquisición y el fascismo hacían con los libros prohibidos. El aporte, como ocurre muchas veces en estos casos, fue a costa de miles de volúmenes en mejor estado que los que quedaron en los estantes y de decenas de publicaciones, que quizás ya no existían en otras instituciones. En fin, a costa de menos horas de lectura para todos y de una cultura menos vasta en el futuro, pues en caso de que lográramos digitalizar hasta el último documento, no todos dispondrán de una computadora. Yo espero, si se tiene la voluntad de revisar estas políticas, que las bibliotecas del país lleguen a convertirse en una red funcional y que el esfuerzo de cada institución sirva a todos los usuarios del país y no a unos cuantos. Nadie, exceptuando los investigadores que reciben nuestros servicios, conoce los cientos de textos que se han digitalizado en nuestro fondo en el último año, así como nosotros no conocemos las acciones que desarrollan otras instituciones en igual sentido. Si no aunamos esfuerzo, es probable que en el futuro también descartemos las copias digitales pensando que están a buen recaudo en cualquier otra parte.Saludos, Julio César

DE FERNANDO ORTEGA:

Ha llegado a mi correo electrónico el mensaje de Félix Sánchez de Ciego de Ávila, preocupado por la situación de la biblioteca provincial, y la respuesta oficial de Torres Cuevas.

Me han llegado a pesar de no ser parte del turbulento mundillo intelectual, pero es un problema que me ha preocupado desde siempre y quisiera tener oportunidad de inmiscuirme en él. Como outsider tal vez sea interesante lo que plantearé.

No conozco los correos electrónicos de los involucrados directamente, ni tengo un servidor que me permita enviar más de 5 mensajes simultáneos, le solicitaré la gentileza de hacer circular esta contribución al debate.

El maltratado reporte de Félix Sánchez de Ciego de Ávila me preocupó profundamente. Compartí sus preocupaciones; no tenía dudas que esas cosas podían ser posibles.

Cuando estudiaba en la URSS, un conocido que analizaba aspectos de la Gran revolución de Octubre viajó a Finlandia para consultar los periódicos eseristas puesto que habían sido expurgados de las bibliotecas soviéticas. Claro, me dirán que eso fue allá, no aquí, cosas del estalinismo; pero siempre he tenido dudas de si somos capaces o no de hacer cosas semejantes.

Y considero que sí han pasado hechos parecidos.

En una época me interesó conocer pormenores de la política agraria de Trotski. En el Biblioteca Nacional la única tarjeta con ese nefasto apellido trataba de un discurso donde Stalin infamaba al antiguo jefe bolchevique. Realicé la búsqueda en varias bibliotecas provinciales; sólo en Bayamo encontré dos libros de Lev Bronstein que burlaron la censura, por ignorancia o por astuta habilidad de algún bibliotecario.

Desde hace unos años que se han restituido las tarjetas en la Biblioteca nacional, pero sí existió una política de censura en los años 70. Superada esa etapa antitroskista ¿no sería posible que ahora estuviéramos en otra: antiperestroika, antirusa, antimodernización china, etc.? La cual se manifestaría impidiendo el acceso a las publicaciones del desaparecido campo socialista.

¿Cómo no sospechar que lo ruso causa alergia a los hacedores de políticas culturales cuando vemos que el Festival de Cine Ruso se celebró casi sin propaganda oficial? Compárese con la propaganda con la semana de cine francés.

La respuesta oficial de Torres Cuevas me tranquilizó. Aprecio el esfuerzo que se realiza; no perderemos esa parte de la memoria patria. Pero para ser franco, no me gustó el tono ni creo que se respondieron todas las inquietudes.

¿Un ciudadano de Ciego de Ávila puede hoy en día consultar una revista de los años 70? Si puede ¿Le informaron los pasos que debe dar para obtener la publicación?

Creo que ni le informaron ni puede consultar lo que desee ni en Ciego ni en La Habana.

Tengo entendido, y ojala me desmientan, que para consultar la mayor parte de las publicaciones periódicas de Cuba de los años 60 y 70 se debe presentar una carta del centro de investigación con la solicitud y especificación del interés. ¿Se mantiene esa política restrictiva? ¿Era o es sólo para evitar el deterioro de los fondos?

Espero de todo corazón que fuera una política conservacionista; que nunca se le niegue a los outsider hacer investigaciones independientes sin compromisos con mecenas institucionales. Pero tengo mis dudas.

Se han publicado recopilaciones bibliográficas de los discursos de líderes de la Revolución, en las cuales se han entresacado, clasificado e indexado “todo” lo que han dicho sobre aspectos de la ciencia y la tecnología. Para mi sorpresa he encontrado vacíos en esas citaciones; no se han compilado las afirmaciones erróneas ni las que la vida ha contradicho. Si se estudiara la historia económica de Cuba tomando como base esas recopilaciones nadie podrá llegar a comprender los sucesos de la zafra del 70 o los problemas actuales de la ganadera cubana.

¿La restricción al acceso a las publicaciones de los 60-70 son o no parte de esa misma política errónea?

Otra preocupación personal es respecto al personal de las bibliotecas. En la respuesta oficial se insiste en la profesionalidad y dedicación de los bibliotecarios; no dudo que la mayoría merezca esa apreciación, la labor de bibliotecario es bastante anónima, poco reconocida y poco remunerada, se le debe amar para desempeñarla con eficiencia.

No obstante, una pequeña parte de la empleomanía no está a la altura, si no fuera así ¿Cómo explicar los faltantes? Hace mucho que no voy por la Biblioteca Nacional, en los 80 busque mucho sobre la civilización egipcia y hebrea, los faltantes fueron algo frecuentes; está la tarjeta pero el libro desaparecido de los anaqueles. ¿Sigue el problema?

Suponemos que las bibliotecas de las instituciones fuera de la esfera de la cultura no estén supervisadas por la BN. Sólo así se podría explicar la barbarie histórica de algunas instituciones.

La Academia de Ciencia, hoy CITMA, mantiene buenas bibliotecas ordenadas y serias, como la del Museo de la Ciencia o de la Sociedad de Amigos del País (espero que no me critiquen por no poner los nombres completos, pero escribo sin hacer consultas); pero tiene otra cara esa medalla.

Los fondos de la antigua Biblioteca del Congreso que radicaba en el Capitolio Nacional fueron dispersados durante la presidencia de Núñez Jiménez (no se ha donde fueron a parar esos fondos, espero que a la BN); en el espacio se fundó la Biblioteca Central de Ciencia y Técnica con libros donados por todos los países socialistas, podías encontrar libros escritos en mongol o albanés, buenos para nadie. Al asumir Marinello la presidencia se decide unificar a todos los institutos de ciencias sociales dentro del Capitolio y crear una gran biblioteca de ciencias sociales: se decide disipar los libros de la biblioteca de Núñez: cada cual podía recoger el libro que le interesara. Al asumir Wilfredo Torres la presidencia se decide crear el IDICT (instituto de documentación) era necesario crear una biblioteca central y consiguió dinero para adquirir libros; no tuvo que pedir donaciones como Núñez; el Instituto de Ciencias Sociales se desmembró y salió del Capitolio; los fondos de la biblioteca de ciencias socialesse dispersaron; fue una piñata; conozco quien logró cargar con una enciclopedia en 40 tomos. ¿Es o no una historia surrealista, un ejemplo de reiterada irresponsabilidad institucional?

El fondo de revistas en inglés de la biblioteca de la estación Agronómica de Santiago de Las Vegas fue destruido en los años 70 por orden del director (Cheo); se acabó con colecciones de las más prestigiosas revistas americanas de ciencias agrícolas.

Pero ¿Es que eso fue antes? Ya eso no puede ocurrir, somos más cultos y responsables.

Unos 40 edafólogos soviéticos trabajaron en Cuba desde 1960 a 1985; ellos publicaban esencialmente en la revista Pochvovedenie; a 10 artículos por investigador, se deben haber publicado al menos 300; de ellos se conocen en español si acaso 50. Para conocer el resto habrá que ir a Moscú. Me han informado que la biblioteca del Ministerio de Agricultura ha destruido esa colección el año pasado.

Es una agresión a la cultura, la ciencia también es cultura; es además una agresión a la economía.

Y siempre me pregunto ¿Quién paga por esos errores? ¿Es que no hay un responsable a quien castigar?

Con las cosas que he visto ¿Cómo no dudar de nuestra cultura bibliotecaria?

Dr. Fernando Ortega Sastriques

DE AMADOR:

Félix Sánchez, el más viejo de mis amigos soldados:

Me enoja, como a Martí, no tener donde escribir todo lo que pienso.

Leí, con inmenso pesar, todo el escrito, injurioso y falta de ética del Doctor Torres- Cuevas. Parece ser que aquel profesor que impactó a sus alumnos por su brillante labor docente y a quien el Ministerio de Cultura ha llenado de merecidos honores, se ha embriagado con la miel de su alta responsabilidad. Los que ostentan el poder muchas veces reaccionan de ese modo. Es la histeria del intocable, del que se siente con poderes omnímodos y se dirige a los demás con la misma agresividad con la que el lobo mira al cordero que pudiera estropearle la nitidez del agua.

Habría que preguntarle al señor de los vinos franceses cuántas veces ha bajado hasta las bibliotecas públicas del interior del país para conocer de primera mano la situación constructiva que presentan y el estado en que se hallan los fondos bibliográficos. Porque yo que las he revisado le puedo asegurar de la precariedad en que se encuentran y la falta de fondos, en especial los que tienen que ver con los géneros de la ficción a escala nacional y foránea. Calabazar de Sagua también padece del letrero: “Cerrada por peligro de derrumbe”.

La historia, que a continuación, te hago Félix, parece sacada de la más fértil imaginación de un alucinado y, sin embargo es tan cierta como las experiencias vividas por ti y por el amigo Yamil.

Te cuento: Comenzaban a correr los duros años del Período Especial, y allá en el Central Abel Santamaría, mi terrugno natal, el director de la empresa decidió quitarle el techo de cinc al local de la biblioteca Jesús Menéndez, para una pollera. El cuadro directivo no dio tiempo a que los trabajadores de la red municipal, sacaran los libros para ponerlos a buen recaudo. La primera barbarie fue arrancar el cielo raso. Imagínate, Félix, la debacle: toneladas de humo de murciélago, de bagaciilo, polvo y humedad cayeron sobre una parte del fondo bibliográfico, la cual lo contaminó de tal manera, que no quedó otra opción que hacer una gran pira. Te juro, caro amigo, que en esos momentos vi pasar por mis ojos aquella enorme mole de libros ardiendo en el centro mismo de Berlín. Pero la historia no terminó ahí ¡Pobres de los que se salvaron de la primera cometida! En cajas fueron llevados a la antigua carpintería, propiedad en otros tiempos del patriarca de los Santamaría Cuadrados. Miles de goteras, otras tantas toneladas de polvo y tizne continuaron la macabra obra, iniciada días antes. Para que el material dedicado a los niños no se perdiera sin los ojos de los infantes, se comenzaron a regalar como premios en las actividades infantiles de promoción cultural. Pero, la historia continúa, después de tanto debate, el señor director de la industria cedió la parte trasera del círculo social. Local que promediaba cuarenta grados de calor, cero ventilación, y polvo y canibaleo por doquier. Termino la historia, contándote, colega, que muy pronto la dirección necesitó el nuevo espacio para un merendero y decidió, sin consulta previa con el Ministerio de Cultura, permutar la sucursal bibliotecaria para el viejo local de la cafetería del batey, donde permanece expuesta a todas las atrocidades del clima y, como si fuera poco, a la ducha de vapor de agua que sale de los grifos del enfriadero, a unos escasos quince metros de la institución.

Le preguntaría al Doctor Torres – Cuevas, ¿cómo se sentiría leyendo en una biblioteca pública con todas esas toneladas de churre cayendo monótonamente sobre su cabeza?
El local, que guardaba celosamente, entre otros materiales, libros donados por el antiguo sindicato del entonces central Constacia E, propiedad de empresarios españoles, residentes en el batey, que hubiera constituido hoy una muestra agradable de fondos raros; el inmenso estante de cedro empotrado en las altas paredes y parte del mobiliario, tapizado de vinil; los preciosos mosaicos negros y blancos, los magníficos ventanales y puerta de madera fina pasaron a peor vida o cambiaron de dueño. Y las cosas de la vida, amigo, pocos días después, el propio complejo industrial tuvo que restaurar el recinto, pues necesitaba un segundo comedor obrero. Te aclaro, Félix, que no fue el actual director de la BNC JM el responsable de esos hechos, pues por esa fecha era un brillante profesor de Historia de la Universidad de La Habana.

Si te lo he contado, es simplemente porque necesito, como tú lo hiciste, alertar sobre la insensibilidad y pobreza de espíritu de mucho de nuestros cuadros, contra los que hay que estar advertido, y, en segundo lugar, para no dejar vacía mi memoria, pues los recuerdos, aunque nos duelan, hay que conservarlos.

Pero el poderoso, que todo lo sabe y todo lo ve desde su puesto mando, da por buenos los informes que recibe.

Tu preocupación es justa y, sobre todo, honesta. Cada palabra del artículo tuyo es una alerta por lo que está por venir. Allá los que cierran los ojos y se cubren los oídos. O peor aún, aquellos que dan por bueno el orden universal con solo exponer sus ideas triunfalistas. La historia no es propiedad del que la escribe sino de los que la hacen.

Recuerda, Félix, que solo Dios sabe lo que construye y lo que destruye. Si el Doctor conociera la nobleza de tu espíritu, la humildad de tu origen, tu capacidad para la creación literaria, de seguro no hubiera lanzado tantos improperios contra tu artículo de pensamiento. Ojalá él supiera que tú no has tenido el privilegio de degustar en París ese embriagador néctar, que según cuentan, sale de una buena copa de champagne, de cognac o de vino chileno.

Al Doctor parece habérsele olvidado aquella prédica martiana escrita hace 120 años en la revista de la ternura: «Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros». No te avergüences de que el”poderoso” te incluya dentro de los que practican el «ciberochancleteo». Será porque otros pueden incluirse en el selecto grupo del «ciberoamadeus».

Al lado tuyo y del poeta Yamil, me tendrás.

Un abrazo, Amador. Escritor y miembro de la Uneac.
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Publicado por Manuel Sosa en 5:41 PM
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Mensaje por Azali Jue Dic 10, 2009 1:43 pm

Destrucción de libros en Cuba. Una polémica digital (6)


Capítulo 6: Carta de Félix Sanchez a Yamil Díaz

Ciego de Ávila, 23 de noviembre de 2009

Querido Yamil:

Coincido plenamente contigo. Sí, ahora resulta que el chancleteo, algo tan popular e identitario, se ha tomado por algunos que tienen otras tribunas —como lo demuestra la facilidad con que se ha colgado en dos sitios digitales cubanos el texto “Atila pide ayuda: la biblioteca equivocada”— para bautizar una práctica que está más cerca de la participación popular que pregonamos que de la “aristocracia roja” de algunos, y desacreditar así gritos, quejas, voces de abajo, voces escapadas del control de nuestra prensa verticalista. El fantasma del solar, espacio de resistencia y de chancleteo, ronda a los estatistas y necesitan derrumbarlo moralmente.

Te llamé hombre de bibliotecas en el correo donde circulé tu profunda y bizarra “Carta al colega Félix Sánchez”, y no exageré. No es mi caso, mi anecdotario bibliotecológico es muy reducido. Cuando era un niño Ceballos no tenía aún biblioteca, y cuando la tuvo ya yo andaba en trajines que no me dejaban tiempo para disfrutar de ellas. A propósito, la biblioteca de Ceballos celebra cada año su aniversario con actividades a las que nunca faltamos mi hermano Francis y yo. Siempre encontramos el tiempo para estar, porque nos conmueve su cariñosa invitación, la manera como nos ven: dos escritores que prestigian el terruño, y que merecemos estar allí, uniendo nuestros libros y nuestras lecturas a esa fiesta.

Yo espero, Yamil, que ya que ellos no tienen acceso a internet, como ocurre en la mayoría de nuestras bibliotecas, no se hayan enterado de la condición de “lector deshonesto” que me han colgado, y seguirán aferrados a lo que conocen de mí. De la colección de injurias que se ha puesto a circular en ese texto infeliz firmado por el Dr. Torres Cuevas, es esta una de las categorías que más ilógica y gratuita me ha resultado. Que un lector piense en todos los lectores del país, y grite: “¡Por favor, no quemen estos periódicos!”, convencido del daño que eso provocaría, colocándose en la piel de cada uno de esos investigadores e historiadores que en cualquiera de nuestros municipios, sin internet y sin auto particular o estatal en que moverse, sin tiempo oficial para investigar, luchando contra el cansancio y la distancia, investigan, escriben, van con sus ponencias a nuestros eventos de historia y de patrimonio (soy miembro también de la UNHIC, conocí al Dr. Torres Cuevas, si mal no recuerdo, en el Congreso de Historia desarrollado en Cienfuegos en 2002, a donde asistí con una investigación sobre la Brigada de la Trocha), y reciba como pago esa condición, es uno de los disparates más grandes que he escuchado, digno de proponerse para cualquier panorama universal de la injuria.

Te cuento cómo surgió la idea de mi alarma (hoy leí en un boletín de Cubarte que no es una alarma, sino una “intriga”, veré cómo puedo con tantos oficios: intrigador, caudillo de los hunos, telegrafista). Fue en Villa Rosalba, en Sancti Spíritus, haciendo una sobremesa con Chichito, quien tú sabes que en eso de sobremesas tiene el uno. Esa tarde Francis y yo habíamos tenido una sesión de búsqueda en la hemeroteca de la biblioteca espirituana, y el tema se estableció sin darnos cuenta. Francis contó que había aprovechado para consultar unas revistas La Gaceta de Cuba de los noventa que le habían dicho en Ciego que no tenían, yo recordé lo de unos días atrás con las revistas RDA y Sputnik en Ciego, y lo que me había contado la bibliotecaria espirituana sobre un descarte en la prensa, y ahí, imaginando (porque imaginación o imaginería, no importa, lo que no nos puede faltar para prever las consecuencias de los actos es ese adelantarnos en el tiempo), vi esa contradicción: el MES se estiraba hacia el municipio, había una intención de hacer del municipio un espacio cultural, autosuficiente, capaz de formar allí sus universitarios, y la biblioteca parecía decir lo contrario al quitar al proyecto el sostén de una prensa periódica nacional que, como sabemos, a veces es todo lo que se tiene a mano ante la escasez de revistas especializadas.

Tuve la suerte de ser iniciador de las sedes municipales, me categoricé como Profesor Adjunto de la Universidad de Ciego de Ávila, impartí Filosofía y Economía Política en los dos primeros años de la carrera de Licenciatura en Derecho, y conozco los pilares de este hermoso proyecto. ¿No pudo preguntar siquiera esto el Dr. Torres Cuevas antes de considerar que mi “desinformación” se debía a no ser “profesor universitario”, y dar toda esa explicación inútil?

En muchos de los mensajes que circulan, Yamil, se habla de que ese texto no parece salido del cerebro de un hombre como el Dr. Torres Cuevas. Muchos lo han lamentado. Y yo me sumo a ellos, es más, sería muy bueno para la cultura cubana que ese texto no tuviera como autor un hombre de tanta autoridad científica como el Dr. Torres Cuevas. Porque, si finalmente debiéramos aceptarlo, nos dejaría demasiadas incertidumbres: ¿es que la lógica de la conducta del cuadro es superior a la lógica del científico, del intelectual, y es capaz la primera de imponerse siempre a la segunda? Y tendríamos que preguntarnos, además, dónde radica la fuerza de ese modelo de cuadro que, como si sintiera la presión de que su esfera debe ser victoriosa, debe tener resultados, de que la imagen es más importante que el resultado real, reacciona así ante un cuestionamiento de su obra, y carente de un presente que convenza se deshace en el despliegue de planes y proyectos. ¿No son demasiados los casos ya en nuestros años de práctica socialista? ¿No los palpamos a diario en esa sección “Acuse de recibo” del Juventud Rebelde, donde para dar una breve explicación se despliega un discurso como de “automarketing”?

A propósito, no solo se muestra el Dr. Torres Cuevas soberbio en su texto, el proceso que sigue ante mi alarma dice poco de su capacidad para manejar situaciones de conflicto, como las que siempre debe enfrentar responsablemente la dirección. Entre las cosas buenas que aprendí en mis veinticinco años en las FAR, de ellos 23 dirigiendo a un nivel u otro, es que la verdad no está en lo que creemos, en lo establecido, en lo orientado, en lo que debe ser, sino en lo que es (es más fácil considerarse marxista y dialéctico que serlo de veras). Casi todos esos años fui trabajador político, un tipo de investigador en el alma de los soldados, y aprendí que de cien quejas y denuncias el 99% son ciertas. Un mentiroso tan irresponsable que lanza al aire un mensaje totalmente lleno de mentiras no se ve hoy ni en un guión cinematográfico. Si sólo hubiera actuado guiándose por las probabilidades, ignorando incluso mi condición de usuario con una ficha de autor en Cubaliteraria, y algunos libros a las espaldas, el Dr. Torres Cuevas no habría cometido ese error de pintar al malo tan malo que resulta increíble hasta a los ojos de quienes no lo conocen.

Recuerdo, amigo Yamil, el modo tan responsable como actuaban en estos casos los cuadros en las FAR. Cuando un soldado o un familiar enviaban una queja a la dirección de las FAR (a cualquier nivel) se desplegaba un proceso de investigación que incluía entrevistas con el denunciante, con otras personas, y se partía de una premisa: el que denuncia dice verdad mientras no se demuestre lo contrario. Integré y presidí muchas de esas comisiones (perdóname el presidí, pero un poquito de vanidad no está mal después de tanta golpeadura, ¿no?). Por eso me sorprendió que solo seis días después de circular mi SOS ya hubiese un texto dándome respuesta de un modo tangencial, sin mencionar mi nombre, pero teniéndolo presente en cada uno de los 28 momentos en que los epítetos suben a escena a cumplir su triste función agresiva. (Sí, son 28 o 29, los tengo listados, una curiosidad, los hay de todos los campos, una auténtica antología).

Algunos, y tú también, se estarán preguntando por qué luego de la salida de “Atila pide ayuda….” no he respondido yo nada al Dr. Torres Cuevas. Bueno, entre nos, no es porque me creyera que no merece respuesta. Es que yo no sé si por la prisa con la que leyó el Dr. Torres Cuevas mi texto, o por falta de tiempo, o exceso de confianza al considerarme un “usuario” más y apreciar que él contaría con una credibilidad a ultranza ante la opinión pública, ese texto suyo, sustancioso en páginas, me resulta, sin embargo, incomprensible. Lo leo cribándolo, para quedarme con la sustancia, y se me escurre entre los dedos. Y finalmente no sé clasificarlo, que es algo grave. Cualquiera se daría cuenta (y muchos lo han expresado) que no da respuesta alguna, que entre conferenciar sobre la biblioteca en Cuba y presentar planes y proyectos como realidades, se va todo el texto (descuento las maniobras de descrédito, tan obsesivas que me hacen recordar mis estudios de táctica: tras una aparatosa maniobra del enemigo, con mucho ruido, puede esconderse una situación desventajosa que se quiere enmascarar). Como bien tú señalabas, se nos habla sólo en futuro. Hace unos días se comentó en Juventud Rebelde algo de eso, el síndrome del “estamos trabajando en esa dirección”, que se ha convertido en el analgésico preferido de nuestra terrible burocracia. Imagínate qué manera de evadir. Como si tú criticaras un cuadro y alguien dijera que eres injusto porque ese pintor está a punto de pintar una obra mejor.

Te hablé de mi esperanza de que eso no haya salido del Dr. Torres Cuevas. Y no es solo por la densidad de injurias, impensables en un bibliotecario, gente siempre amable, paciente, y que obligaría a muchos del gremio al esfuerzo de olvidar ese texto en aras de preservar una tradición de la Biblioteca Cubana signada por la cortesía y la cordura. Es que en ese texto falla tanto la lógica de un pensamiento científico que no me resigno a creer que un hombre así, de su talla, pueda escribirlo. Aceptemos las injurias, está bien, pero lo menos que se le puede pedir a un científico social que injuria es que lo haga con argumentos, que demuestre algo. Otro tanto ocurre con ese pedir constante a que yo hable de lo que no es mi tema en la alarma. Que un investigador diga al que habló de “el mal almacenamiento de las coles en Batabanó” (ese fue el “campo de acción” de su texto, su semiinvestigación, porque toda alarma es una investigación que se interrumpe en la hipótesis y ahí socializa un resultado adverso probable) que oculta la siembra de papa en Alquízar, y que debió contar sobre la producción de plátano en La Cuba, y le señale como “acto manipulador” el que no se refiera a las hermosas piñas de Ciego de Ávila, deja mucho que desear.

Pero el colmo, Yamil, es cuando se llega a la esencia de la alarma. Debes haber reparado en eso. Me asombro al ver un conflicto, una contradicción, y hago una pregunta: “¿Biblioteca versus Universidad?”, expongo una situación problémica que sólo podría emerger, por lógica elemental, de alguien que tiene por sentado que no debe existir esa rivalidad, y se me toma el rábano por no sé que parte, y se me pasa el problema a mí: soy yo quien debe recibir una explicación para preescolares sobre esa unidad porque no la entiendo. Obligado a demostrar que esa rivalidad no se va a producir (rivalidad que claro está que yo la presento en el punto exacto en que deba utilizarse esa prensa, no en otros terrenos), se evade el asunto y se termina en un elogio sobre la unidad biblioteca-universidad (donde casualmente se presenta el autor como buen ejemplo).

Bueno, Yamil, te lo confieso. Ni mi experiencia de editor en una editorial y una revista, ni mis años de lector, ni mi lidiar con textos, incluso con los míos, a los que debo revisar una y otra vez para que sus partes encajen, me ha servido para entender este “Atila pide ayuda…”. Mira, casi acepto lo de Atila, incluso con su terrorífica denominación de “El azote de Dios”, con tal de que me cambien un poco el título y se acepte que sí, que pido ayuda, pero es para entender el “Atila pide ayuda…”. Lo intento, es mi deber esforzarme, pero ya que tengo un poco de “imaginería” cada vez que lo leo me quedo como aquel niño que fui y que cuando quemaban la basura al fondo del patio de mi casa se ponía a querer atrapar el humo. Tal vez fue por eso y por la novela El derecho de nacer, de mi ilustre tocayo, que mi madre dijo un día que a lo mejor yo sería escritor.

Tú citas algo de lo que te dijeron en los 90 sobre el futuro de las bibliotecas cubanas, por lo que todavía esperamos. Bueno, yo encontré algo más actual y que sumo a esto de que parece que hay una realidad real de las bibliotecas y otra en las entrevistas, los discursos, los libros. Esto que sigue lo dice la autora de Desarrollo de colecciones, de 2004, un texto que la misma biblioteca me dio el jueves como material de información, para que yo aprendiera un poco de bibliotecología cubana.

El concepto de biblioteca evoluciona al tiempo que lo hace el de documento, las bibliotecas virtuales hacen su aparición a mediados de los años 90 y en estos momentos están plenamente incorporadas a la realidad bibliotecaria. La biblioteca alcanza una nueva función como proveedora de información electrónica y el usuario de la biblioteca comienza a tomar parte activa en el proceso informativo. (p. 12).

“Bibliotecas virtuales plenamente incorporadas”. ¿No sospechas que esta autora, a juzgar por la “realidad bibliotecaria” que ofrece debe ser suiza o japonesa? ¿Qué opinarían de esa afirmación los usuarios que van a una de nuestras bibliotecas y les ofrecen como toda información electrónica la Enciclopedia Encarta?

Te cuento también algo, Yamil, de lo que hemos hecho por acá, porque este amigo tuyo es un telegrafista no solo empleado del Ministerio de Comunicaciones Egipcio, caudillo invasor o usuario malévolo, como se me pintó, sino alguien con una trayectoria como creador y miembro de la UNEAC, y cuenta, al menos en Ciego de Ávila, y veo que en otros lugares del país (a juzgar por los tantos mensajes solidarios) con respeto y decencia como para ser oído. El día 9 de noviembre dos personas serias de la UNEAC, uno de sus vicepresidentes, el artista plástico Miguel Chamorro, y el presidente de la Filial de Artes Escénicas Antonio Quintana, hicieron una cosa muy práctica, llamaron a 4 bibliotecas municipales de Ciego de Ávila. Yo dije al final de mi alarma que podía ser infundada, prefería haber dado el grito por gusto antes que fuera un hecho la destrucción de los periódicos. Bueno, pues ahí sí me desplomé, Yamil. Mi alarma no solo tenía fundamento, sino que llegaba tarde. ¡En las cuatro bibliotecas respondieron que ya habían aplicado el descarte! Pero lo peor vino después. Ninguna dijo poseer alternativas que ofrecer a sus usuarios que vinieran buscando prensa de antes del 2008. Y las cuatro, a esta pregunta: ¿Qué le ofrecen a los usuarios que llegan buscando esa prensa?, respondieron del mismo modo: “Los remitimos a la Biblioteca Provincial”. Así, Yamil. A viajar sesenta o setenta kilómetros, no sé en qué horario, para buscar un reportaje, un texto, una entrevista. Nada, que mi imagen de la gente en las Yutong que tanto molestó al autor de “Atila pide ayuda….” no tenía tanta fantasía como se quiso hacer pasar. Porque si esos usuarios tenían con venir aquí, a la Biblioteca Provincial, no era porque en sus salas podrían acceder entonces a los Juventud Rebelde y Granma de los setenta en CD, o a través de intranet, sino porque a pesar de lo indicado “de arriba” la Biblioteca Provincial de Ciego de Ávila no había cometido esa barbaridad. ¿Lo hicieron todas las Bibliotecas Provinciales? ¿Cumplieron o se resistieron a esa medida? No lo sé, pero sí me dijeron que en Las Tunas descartaron ya, y los miembros de la UNHIC allí están escandalizados con las colecciones que enviaron a materia prima, sin siquiera contar con su parecer y ofrecerles la posibilidad de salvar lo que necesitaran. No voy a ir a Las Tunas a investigar, que lo hagan otros si les interesa tropezar con la verdad.

Mira, lo doloroso, Yamil, es que creo hoy, tras leer y consultar documentos, que todo no ha sido más que una maniobra mediática. Hacía falta generar un texto enérgico y triunfalista sobre las bibliotecas cubanas, y mi SOS fue el pretexto. Mi texto, me he dado cuenta, está lleno de cosas sabidas, de productos previsibles, no estaba yo hablando de la biblioteca equivocada. Sólo que esa realidad ahora paseaba por la red y lo hacía con un poco de fuerza, de atractivo en términos de consumo. Oye esto y me dirás. Aviso que se descartaron las revistas de los países europeos del este (última noticia, no solo ocurrió con la RDA y Sputnik), y se me dice mentiroso por la misma persona que promete una sala eslava pero reconoce que Medardo no puede clonar la Biblioteca Nacional, es decir, Medardo no las puede conservar, lo que equivale a aceptar que se deshizo de ellas, lo que equivale a decir que yo dije verdad. Lee:

Preservamos Selecciones, ¿Por qué no esa mala copia que fue Sputnik?; pero no tenemos un edificio de 16 plantas en Ciego de Ávila ni las condiciones técnicas para clonar a la Biblioteca Nacional. (“Atila pide ayuda: la biblioteca equivocada”)

Dije que descartaron libros en inglés porque no se usaban, y se me dice mentiroso, y el director de Ciego informa que tienen libros creo que en doce idiomas. Maniobra pura, Yamil. El Manual para el Departamento de Procesos Técnicos de las Bibliotecas Públicas, de 2007, por el que se trabaja en las bibliotecas de Ciego y de Las Tunas y de Pinar del Río, establece que los libros que no se usan en cierto tiempo se retiran, por lo que esos libros se retiraron con ese argumento (el que yo expuse). Y entonces lo que yo digo no es cierto, pero se ajusta a lo establecido por la Biblioteca Nacional. Es decir, retorno al punto de partida, no hay que ningún lugar a buscar la verdad. Como nos dijo un habanero, hombre de bibliotecas, tuvimos la suerte de que en el siglo XIX no estuviera vigente un Manual tan “adelantado” como ese. Cito:

Uso de las colecciones: La circulación es un claro indicador para el descarte, una obra que no se haya prestado durante cinco años y haya sido promovida puede ser eliminada de la colección (En Manual para el departamento de procesos Técnicos de las Bibliotecas Públicas, Cap. IX. Descarte e Inventario, epígrafe 1.1. Política de descarte).

Continúo. Me alarmé por lo de descartar la prensa nacional en las bibliotecas públicas municipales y provinciales. Cito lo que me dijo Medardo. Se me acusa de “manipular” a Medardo”, y ahora resulta que esa es una orientación viejísima, de 2005, que se aplica en el país hace unos meses tras la resistencia inicial de gente responsable, como lo prueba la conversación con las 4 bibliotecarias municipales, y también el diálogo que sostuvo la Presidente de la UNEAC de Ciego con la Biblioteca de Cienfuegos, y lo que te confesó a ti la Directora de la Biblioteca Provincial de Villa Clara. Dices tú:

También me informó que en una visita de la Biblioteca Nacional quedó orientado que las hemerotecas de los municipios conserven solo la prensa del año en curso más la del año anterior, y que la provincial conserve la del año en curso más los cinco años anteriores.

Pero ahora viene el plato fuerte del absurdo, Yamil. El director de la Biblioteca Nacional me acusa de actuar como un reptil con ese “desliza” denigrante:

Descartar no significa votar ni eliminar, como desliza el autor del artículo, no significa quemar o destruir, sino que esos documentos, para su preservación, pasan a los fondos de otras instituciones, según la materia, como puede ser Biblioteca Nacional, las cuales conservan los de valor permanente.

Oh, infamia la mía. Mire que difamar así de la biblioteca cubana, dando a entender que se destruyen libros. Destruir ni siquiera aparece como una variante en la voz del Director de la Biblioteca Nacional. Lo repito aquí, porque ahí sí hay manipulación, Yamil, manipulación de todos los que creerán en esa afirmación sin tener la posibilidad de consultar lo establecido por la propia Biblioteca Nacional: “DESCARTAR NO SIGNIFICA VOTAR NI ELIMINAR, COMO DESLIZA EL AUTOR DEL ARTÍCULO, NO SIGNIFICA QUEMAR O DESTRUIR, SINO QUE ESOS DOCUMENTOS, PARA SU PRESERVACIÓN, PASAN A LOS FONDOS DE OTRAS INSTITUCIONES, SEGÚN LA MATERIA…” ¿Es ese el “lector honesto” al que aspira el Director de la Biblioteca Nacional, un lector sin información a quien puede remitirle afirmaciones que no tendrá otra opción que creer?

Eso lo escribe, fríamente, sin escrúpulos, el Dr. Torres Cuevas, quien seguro debió poner en vigor (o al menos conoce, aceptó, aplica) un Manual para el Departamento de Procesos Técnicos de las Bibliotecas Públicas por el cual trabajan sus ejemplares bibliotecarios, y que dice de manera anticultural, absurda y antipedagógicamente, que “destruir”, lo que yo taimadamente he “deslizado”, es nada menos que la primera de las variantes de destino para lo que se descarta en las salas.

1.1.2. En la etapa de ejecución del expurgo:

a) Se debe establecer una metodología de trabajo que planifique las tareas en el orden de ejecución y su cronograma.

b) Definir y determinar qué se hará con lo descartado que pudiera ser:

· Reciclar o triturar, sin olvidar cumplir con los procedimientos jurídicos adecuados. Se hace informe estadístico como en el inventario

· Canjes y transferencias por todas las categorías de bibliotecas, los canjes y transferencias son, de hecho, una variante de la relegación, que consiste en almacenar en otra parte y no en casa.

· Canjes y depósitos. El canje de publicaciones periódicas y de obras especializadas. El envío y la circulación de listas por correo o por vía electrónica de documentos que puede ofertar a otras instituciones para completar sus colecciones. El depósito concierne a todo género de documento. Permite transferir, con la ayuda obligatoria de una convención, colecciones especializadas que no se usan hacia una institución más apropiada, Así se nutre un modo de conservación "patrimonial" como es el caso de las colecciones de discos negros, que, retirados de los estantes en las bibliotecas públicas, pueden ser depositados en lugares adaptados a su objeto y preservación: algunas bibliotecas públicas han colocado sus fondos en los conservatorios.

· La donación pura y simple a los colegas que de ese modo completan sus colecciones o a otras instituciones que necesiten la información.

Ahí está, Yamil. Se recicla o tritura en las bibliotecas cubanas. Mis metáforas absurdas, mis descréditos han sido pirotecnia, humo coloreado, salvas para despistar a jefes tontos. Y se destruye, Yamil, no como una opción excepcional, sujeta a un proceso especial, como recurso extremo, sino sencillamente como primera opción, sin mucha reglamentación, eso es lo más grave. Quién, adulto, no sabe en este mundo que las variantes y opciones se ofrecen siempre con una gradación en todo documento que norme o establezca algo. Quién no sabe que lo que se coloca primero se jerarquiza. Vamos, un chiste para aliviar la tensión. Yo, con mi “imaginería” he pensado en un Manual de Angiología donde la amputación del pie al diabético aparezca como primer tratamiento. Qué reprocharles a los pobres alumnos que agarren bisturí y sierra apenas entre una viejita subida de azúcar al consultorio. ¡Madre mía, Yamil! Y tener que leer eso luego de escuchar al autor de “Atila pide ayuda…” decirme falto “de escrúpulos para mentir y manipular a ese lector sincero” por haber “deslizado” esa idea de la destrucción, y llamarme luego, muy paternal y sabio, al cierre de su diatriba, a incrementar mi “respeto” y “mi decencia”. ¿No ves tú cierta falta de decencia en toda esta verdad de los libros “triturados”?

Triturar no puede ser una palabra sin precisiones en el mundo maravilloso de los libros, Yamil. Tú lo sabes porque los escribes y amas. Compara entonces lo que se establece en nuestras bibliotecas, donde triturar es lo primero, con estos pasos, establecido por una biblioteca latinoamericana, una humilde biblioteca, la del politécnico “Jaime Isaza Cadavid”, de Colombia. Repara en que la eliminación se asume sólo tras el paso por las otras alternativas: “Aquellos materiales que no sirven para depósito ni para canje o donación, por deteriorados, incompletos, obsoletos o inútiles, deben eliminarse como papel desechable”.

Bueno, lee tú mismo, Yamil:

Cuando el material es retirado de la colección, se debe optar por una de las siguientes alternativas:

Depósito: Se guarda por un tiempo prudencial, en forma organizada para que pueda ser consultado cuando el usuario lo requiera.

Canje: Si el documento aún presenta algún valor y se encuentra en buenas condiciones físicas, puede intercambiarse por otros de aquellas instituciones con las cuales se tiene convenio.

Eliminación: Aquellos materiales que no sirven para depósito ni para canje o donación, por deteriorados, incompletos, obsoletos o inútiles, deben eliminarse como papel desechable.

Este trabajo se debe realizar con profesores, especialistas, personal bibliotecario; divulgar la política de descarte para que los usuarios la conozcan. (www.politecnicojic.edu.co/elpoli/bi)

¿Para qué seguir, hermano? ¿Entiendes mi desconcierto ante ese texto que prometió traer verdad, desnudar al manipulador, y resulta lo contrario?¿Dónde está, Yamil, colega Yamil, amigo Yamil, la intriga de mi alarma, dónde está finalmente la manipulación supuesta de Medardo, en boca de quien pongo incluso algo menos destructor que lo que te informó la directora de la Biblioteca Provincial de Villa Clara? ¿Dónde queda esa acusación de que he insinuado que en nuestras bibliotecas se destruyen libros? ¿Dónde está ese “saco de basura” que he arrojado sobre las bibliotecas? ¿No será toda esta locura metodológica, este desorden, el culpable de que lo que se podría pintar como una situación local, de Ciego de Ávila, empieza a verse ya como un azote que recorre la isla?

Bueno, Yamil, como ves, tengo pocas anécdotas de bibliotecas, y sí muchas dudas y objeciones a ese texto “Atila pide ayuda…” que algunos, arrimados al poder, hasta han apoyado y considerado que por su seriedad merece ser leído por chinos y bolivianos gracias a la Internet. Para serte sincero, las anécdotas que tenía hasta hoy de nuestras bibliotecas, eran buenas. No soy un investigador, pido poco en las bibliotecas. Y cada vez que he necesitado algo en la de Ciego de Ávila he sentido el deseo de atenderme. Aprecio la cortesía, y mis bibliotecarias son corteses. Por eso no fue un acto de hipocresía el que, al referirme a personas en mi “SOS, Alejandría…”, lo hiciera con términos elogiosos. Puedes leer: “…y para mi sorpresa una de las gentiles muchachas de la sala general me dijo”, y “La información del director, de mi atento y solícito y caballeroso amigo Medardo Jiménez”. Ellos no tienen la culpa en el fondo, por eso no me retractaré de mis términos: establecen un contraste con el modo en que me trató su jefe superior, nacional, del cual deben recibir no solo orientaciones sino buenos ejemplos.

Mira, hermano, ahora que hablo de estos trabajadores, una de las cosas (son tantas, Yamil) que hacen de “Atila pide ayuda….” casi un monumento a la incoherencia textual tiene que ver con ellos. El Director de la Biblioteca Nacional no se cansa de elogiar a sus trabajadores, habla de su ética, de su seriedad, pero increíblemente, ante la tentación y el deber de presentarme como un mentiroso, los descalifica por otro lado. Parece como si yo hubiera lanzado mi SOS apoyado en comentarios escuchados en la cola del pan o a dos albañiles de Cayo Coco. ¿Cómo es posible que se diga que yo carezco de pruebas, de datos, si estoy ofreciendo una información que me dieron sus propios trabajadores? ¿Es que lo que dicen las especialistas de las salas a sus usuarios y el propio Director, máxima autoridad provincial del ramo, en una entrevista, no se debe creer, no se debe tomar como verdadero? ¿A qué me incita entonces el director de la Biblioteca Nacional, a que desconfíe de lo que me digan ellos de ahora en adelante, y cuando me informen: “Félix, no tenemos la edición príncipe de El Quijote”, en lugar de retirarme desconfíe y busque personalmente pruebas, es decir, entre a los almacenes, pida inventarios, eche abajo los estantes? ¿No te provoca risa esa manera de “elogiar el honor bibliotecario”? Un grave error de lógica en el texto injurioso, Yamil, otro más. ¡Qué dañinos son la soberbia y la prisa, Yamil! ¡Convierten a la cabeza más lúcida en un recipiente de neuronas inconexas!

¿Y qué me dices, hermano, de lo verosímil de esas bibliotecas nuestras que van camino de la excelencia, la tienen ya al doblar de la esquina? Tú recibiste la carta del Director de Cubarte donde me informa su apoyo total al texto del Dr. Torres Cuevas. ¿No reparaste en cómo se cita por él un artículo de la UPEC que rechaza el triunfalismo? ¿Y se habrá escrito, Yamil, sobre nuestra biblioteca cubana de modo más triunfalista alguna vez? Casi seguro que no. Fíjate que en el único momento en que parece que ya los lectores están pidiendo al menos una demora, una incertidumbre, un problema, una dificultad, derivados del bloque o del subdesarrollo, ni siquiera de la eficiencia operacional de los bibliotecarios, el autor de “Atila pide ayuda…” toma una salida muy poco convincente, al estilo de burócratas menos cultos: “No marchamos por un camino de rosas, o de gladiolos que no tienen espinas. Pudiéramos hacer un glosario de problemas; pero esos nos ocupan… y también a los amigos que, con su esfuerzo, nos ayudan profesionalmente a encontrar soluciones”. Ya, con la metáfora floral y decir que los problemas los ocupan se llegó a todo el espíritu autocrítico permisible por el autor. ¿Y no los ocupan también todas esas cosas que están haciendo y a las que dedicó ocho o diez páginas? ¿Por qué no se las calló si ellas también los ocupan, sin son pura acción cotidiana? Pero esto es más claro, Yamil, en el anexo que se lee al final sobre la biblioteca de Ciego de Ávila. Se nos dice que se pidió a Medardo “que brinde al público lector una información sobre el estado de sus bibliotecas”, y Medardo, en sintonía con el triunfalismo de su jefe, no habla de la “situación” sino de lo bueno. ¿Le objetó a Medardo esa confusión? ¿Es que solo lo bueno forma parte de la situación? ¿No es también parte de la situación el que los periódicos La Región y El pueblo se deterioran por día aquí en Ciego de Ávila, sin que aún se haya digitalizado de ellos una sola página, UNA SOLA PÁGINA?

Querido Yamil, termino. Al final me hablas de algo sabio. Tenemos que escribir, es nuestra tarea. Yo, que tras cada polémica (ninguna por reclamo de ventanas de aluminio, libros que no salieron, ferias que me perdí, viajes que no me dieron), juro a mi familia y a quienes me quieren que será la última, te prometo a ti y a todos los que temen por mi salud y ya hablan de mi candidez y mi utopía, que esta sí será el STOP. Ha sido demasiada la soledad y el desencanto. A los implicados les ha bastado con un texto de descrédito, no se han tomado la molestia de investigar nada. Y por supuesto, los que debían exigirles acción tampoco se la han pedido, en una suerte de solidaridad a ultranza, porque la voz que llama, que ofrece una visión distinta, está en la Cuba de hoy condenada, Yamil, a no tener razón. Es la realidad, ¿qué protección práctica hay para quien critica o alerta? He sido yo quien he tenido que hacer el trabajo sucio a la larga. Fui yo quien debió descubrir en el patio de la Biblioteca Provincial un túnel donde muchos libros dormían en la oscuridad y el abandono de los condenados a muerte. ¿Alguien pedirá cuentas a los que tanto me ofendieron por supuestas mentiras?

En la noche del 16, luego de leer ese texto infame del Director de Cubarte, que ojalá un día lo avergüence, y por el que parece que nadie tampoco le exigirá nada —aunque sea el acto elemental de aprender en un buen diccionario qué se entiende por ofensa—, decidí llevar a la Presidenta de la UNEAC aquí, junto a otros dos miembros, a ver ese “refugio” donde libros sanos, de apenas unos meses de vida, gritaban desde su desolación, sus páginas rasgadas, contra la mentira y la indolencia. Tengo fotos de ellos, y testimonios.

Me pregunto: ¿Es que nuestra filosofía bibliotecaria es tan poco socialista que no permite que un libro, antes de destruirse así, pueda ir a las manos de un escritor, de un simple lector? Sé, Yamil, y esto que lo averigüen otros, y que lo crean si quieren, que aquí en Ciego y en Santa Clara se les prohibió a personas que pidieron algunos libros y revistas descartados, tomarlos, salvarlos. Como me escribió alguien de tu tierra: “el CVP lo impidió, pues los libros que tenían que ser botados no podía llevárselos nadie!!!!” ¿No te parece esa escena digna de un pasaje de alguna película donde hay perros y alambradas y un soldado saluda germánicamente a su superior?

Sí, debí tomar la iniciativa, hermano. Yo, la hormiga literalmente “aplastada”, debí levantarme y dar señales de vida. ¡Ya no basta con estar vigilantes y alarmarse! ¡Hay que hacerles después el trabajo a los muchos que están para escucharnos los SOS y ver su lado bueno, y preocuparse y actuar! Por mi insistencia se creó una comisión integrada por compañeros de la Dirección Provincial de Cultura y la UNEAC que trabaja en el esclarecimiento de todo lo que se ha movido en torno a mi alarma. Y para el día 27 debe haber un resultado que te comunicaré a ti y a otros amigos sin falta. Veremos, Yamil, a quien le tocará interpretar entonces el papel de ese niño de madera a quien le crecía y crecía y crecía la nariz.

Eso sí, le entraré al cercano 2010, al año de mis 55, con otra filosofía, colega Yamil. Otros me la han sugerido. Si ver que el agua inunda tu camarote y que se han inclinado hacia babor los muebles, y gritar “Nos hundimos”, te hace un irresponsable porque has atentado contra el prestigio del buque, y despertado a los pasajeros “honestos”, y ofendido a la tripulación que tan amorosamente trabaja, y un manipulador porque ocultas en tu grito el buen estado de la piscina de proa, y te gana una diatriba de alguno de los oficiales ante el silencio del capitán de la nave, vayan al diablo las alarmas, Yamil. Que siga la travesía. En casos similares, saldré a cubierta, me ajustaré el chaleco salvavidas, y me sentaré a leer un buen libro. No dudes que hasta me den entonces un diploma por buena conducta y el derecho a conocer Buenos Aires. Sí, hay que escribir libros, Yamil, contar con la “imaginería” de cada cual esas cosas. Ya lo dijo un poeta: hay que dejar testimonio. La travesía del buque es asunto de otros, y esos, que estaban al timón, responderán ante la historia si en lugar de arribarlo suavemente a la isla de Tomas Moro lo despedazan contra los arrecifes.

Un abrazo grande, fraterno, agradecido, y de un telegrafista en retiro,

Félix

PS: Ah, pequeño gran hombre, tú, que eres muy aficionado a las curiosidades de la Historia, no vayas a dar por seguro lo que se dice en “Atila pide ayuda….” sobre el papel decisivo de Julio César en la destrucción de la biblioteca de Alejandría. En sucesos tan lejanos es muy arriesgado ser categórico. En Who burned down the Library of Alexandria?, se ofrece, como la versión más probable y aceptada hoy por la mayoría de los historiadores, la de que el César solo le produjo daños parciales, mientras el patriarca Theophilus de Alejandría es responsable por la destrucción total o de la mayor parte de la valiosa biblioteca. Si quieres, consúltalo en (http://wiki.answers.com/Q/Who_burned_down_the_Library_of_Alexandria).
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Publicado por Manuel Sosa en 7:01 PM
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