"¡Abajo el comunismo!"
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"¡Abajo el comunismo!"
"¡Abajo el comunismo!"
Los responsables de la represión en la revolución rumana siguen libres 20 años después de la caída de Ceausescu
RAÚL S. COSTA - Bucarest - 20/12/2009
Un grupo de manifestantes corría pasadas las siete y media de la tarde, el 17 de diciembre de 1989, frente a un edificio de la calle Lipovei de Timisoara, al oeste de Rumania. Luminita, una niña de 13 años, pidió permiso a sus padres para asomarse a la travesía y observar los acontecimientos, bajó y se entremezcló entre la multitud que inundaba la ciudad. Minutos después, una bala atravesó el corazón de la pequeña, que pasó a engrosar la lista de personas que perecieron en la revolución contra uno de los regímenes comunistas más feroces de la Europa del Este. "El terror petrificaba a los manifestantes, que se dispersaban para salvaguardarse de los disparos", relata su madre, Maria Botoc, que descubrió la muerte de Luminita cuatro días más tarde.
En Timisoara, germinó hace dos décadas el fin de la dictadura estalinista de Nicolae Ceausescu. "Si lograra contribuir a mi país lo mismo que Stalin al suyo, me encantaría que la historia me recordara de manera justa como un Stalin moderno", declaró el conducator a Radio Europa Libre meses antes de su ejecución, el día de Navidad. El dictador desconocía por aquel entonces que la expulsión del sacerdote evangélico Laszlo Tokes desencadenaría una avalancha de protestas de sus feligreses y una oleada de gritos que proferían en la plaza de María: "¡Abajo el comunismo!".
Un amigo del sacerdote, Zoltan Balaton, recuerda que ese día hacía un aire gélido y que la muchedumbre crecía de manera espontánea provocando que "las cosas se hicieran irreversibles". "No nos rebelamos porque fuésemos valientes, sino porque la situación era tal que o la aceptábamos con vergüenza y humillación o librábamos una lucha", explica.
Preso del pánico por los aires de libertad procedentes de Occidente, Ceausescu ordenó a la temida policía secreta, la Securitate, abatir a cualquier persona que se moviera para frenar una revuelta que terminó con un balance de 93 víctimas en Timisoara. "Empezaron a disparar contra el suelo, pero inmediatamente dispararon contra nosotros de manera indiscriminada", relata Tiberiu Braila, un revolucionario que contempló cómo transportaban los cadáveres a los cementerios.
Para contrarrestar, Ceausescu concitó a los habitantes de Bucarest a una contramanifestación el 22 de diciembre frente a la sede del Partido Comunista. "Se comenzaron a escuchar abucheos dos minutos después de que empezara su discurso, lo que le dejó desconcertado y sin saber cómo reaccionar", cuenta Stefana Pascariu, testigo de la fuga que protagonizaron Nicolae y Elena Ceausescu en helicóptero con su ministro de Defensa, Victor Stanculescu, el mismo quien lo ejecutó a sangre fría tres días más tarde.
Durante estos minutos de confusión nació una conspiración en el seno del Partido Comunista que tenía como fin apartar a Ceausescu y perpetuar en el poder a los principales dirigentes. "Con la constitución del Frente de Salvación Nacional, se consiguió mantener la misma nomenclatura comunista en el poder durante muchos años", asegura Mircea Dinescu, uno de los manifestantes.que invadieron la televisión estatal rumana para relatar la huida de Ceausescu. "Nadie explicaba el paradero del dictador así que asaltamos la cadena pública y contamos lo que estaba sucediendo", prosigue. Horas más tarde, Ion Iliescu se acercó a la televisión para tomar las riendas del poder. "En Rumania existía una dictadura nacional comunista sin apenas una oposición organizada, de modo que el pueblo aceptó un comunismo con una cara más humana", explica Dinescu. Sin embargo, la realidad se transformó en que Iliescu convirtió el proceso de transición del comunismo al capitalismo en un día, lo que permitió que los antiguos miembros del partido y los informadores de la Securitate se beneficiaran. "Todos fueron unos oportunistas cuyo objetivo estribaba en sacar partido a una revolución irreversible", asegura.
Dos décadas después, los 1.104 muertos y 3.000 heridos de aquellos días aún esperan justicia, mediante la condena de los criminales y cómplices de Ceausescu.
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Abajo/comunismo/elpepuint/20091220elpepiint_4/Tes
Los responsables de la represión en la revolución rumana siguen libres 20 años después de la caída de Ceausescu
RAÚL S. COSTA - Bucarest - 20/12/2009
Un grupo de manifestantes corría pasadas las siete y media de la tarde, el 17 de diciembre de 1989, frente a un edificio de la calle Lipovei de Timisoara, al oeste de Rumania. Luminita, una niña de 13 años, pidió permiso a sus padres para asomarse a la travesía y observar los acontecimientos, bajó y se entremezcló entre la multitud que inundaba la ciudad. Minutos después, una bala atravesó el corazón de la pequeña, que pasó a engrosar la lista de personas que perecieron en la revolución contra uno de los regímenes comunistas más feroces de la Europa del Este. "El terror petrificaba a los manifestantes, que se dispersaban para salvaguardarse de los disparos", relata su madre, Maria Botoc, que descubrió la muerte de Luminita cuatro días más tarde.
En Timisoara, germinó hace dos décadas el fin de la dictadura estalinista de Nicolae Ceausescu. "Si lograra contribuir a mi país lo mismo que Stalin al suyo, me encantaría que la historia me recordara de manera justa como un Stalin moderno", declaró el conducator a Radio Europa Libre meses antes de su ejecución, el día de Navidad. El dictador desconocía por aquel entonces que la expulsión del sacerdote evangélico Laszlo Tokes desencadenaría una avalancha de protestas de sus feligreses y una oleada de gritos que proferían en la plaza de María: "¡Abajo el comunismo!".
Un amigo del sacerdote, Zoltan Balaton, recuerda que ese día hacía un aire gélido y que la muchedumbre crecía de manera espontánea provocando que "las cosas se hicieran irreversibles". "No nos rebelamos porque fuésemos valientes, sino porque la situación era tal que o la aceptábamos con vergüenza y humillación o librábamos una lucha", explica.
Preso del pánico por los aires de libertad procedentes de Occidente, Ceausescu ordenó a la temida policía secreta, la Securitate, abatir a cualquier persona que se moviera para frenar una revuelta que terminó con un balance de 93 víctimas en Timisoara. "Empezaron a disparar contra el suelo, pero inmediatamente dispararon contra nosotros de manera indiscriminada", relata Tiberiu Braila, un revolucionario que contempló cómo transportaban los cadáveres a los cementerios.
Para contrarrestar, Ceausescu concitó a los habitantes de Bucarest a una contramanifestación el 22 de diciembre frente a la sede del Partido Comunista. "Se comenzaron a escuchar abucheos dos minutos después de que empezara su discurso, lo que le dejó desconcertado y sin saber cómo reaccionar", cuenta Stefana Pascariu, testigo de la fuga que protagonizaron Nicolae y Elena Ceausescu en helicóptero con su ministro de Defensa, Victor Stanculescu, el mismo quien lo ejecutó a sangre fría tres días más tarde.
Durante estos minutos de confusión nació una conspiración en el seno del Partido Comunista que tenía como fin apartar a Ceausescu y perpetuar en el poder a los principales dirigentes. "Con la constitución del Frente de Salvación Nacional, se consiguió mantener la misma nomenclatura comunista en el poder durante muchos años", asegura Mircea Dinescu, uno de los manifestantes.que invadieron la televisión estatal rumana para relatar la huida de Ceausescu. "Nadie explicaba el paradero del dictador así que asaltamos la cadena pública y contamos lo que estaba sucediendo", prosigue. Horas más tarde, Ion Iliescu se acercó a la televisión para tomar las riendas del poder. "En Rumania existía una dictadura nacional comunista sin apenas una oposición organizada, de modo que el pueblo aceptó un comunismo con una cara más humana", explica Dinescu. Sin embargo, la realidad se transformó en que Iliescu convirtió el proceso de transición del comunismo al capitalismo en un día, lo que permitió que los antiguos miembros del partido y los informadores de la Securitate se beneficiaran. "Todos fueron unos oportunistas cuyo objetivo estribaba en sacar partido a una revolución irreversible", asegura.
Dos décadas después, los 1.104 muertos y 3.000 heridos de aquellos días aún esperan justicia, mediante la condena de los criminales y cómplices de Ceausescu.
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Abajo/comunismo/elpepuint/20091220elpepiint_4/Tes
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Re: "¡Abajo el comunismo!"
Nicolae Ceausescu murió sin comprender
BERNA GONZÁLEZ HARBOUR 20/12/2009
No había acabado Ceausescu de inaugurar la "fase superior de edificación del socialismo", que iba a culminar en 2010, cuando algunos delegados de provincias en el último congreso comunista rumano empezaban a agolparse en el ambigú para comprar ¡hasta 10 chocolatinas!, el máximo permitido. Era noviembre de 1989 y conducator y conducatriz, Nicolae y Elena, desafiaban al Este y al Oeste con un atrincheramiento más dinástico que ideológico y con la vista puesta en su hijo Nicu. El futuro se decía brillante, pero los aplausos que interrumpieron 120 veces su discurso de cinco horas se emitían grabados por los altavoces, como la risa en las series malas, y la comida era ya casi un recuerdo en las cocinas de Bucarest.
Ningún régimen comunista ha sido mucho mejor que otro, pero el rumano se convirtió en el icono más casposo de la decadencia en que se hallaba media Europa. El Este retratado por las películas de Bond era puro glamour al lado de una realidad de espías bajitos, hambrientos y con rotos en la ropa; de unos dignatarios que corrían junto a los botones a ver Tom y Jerry en la televisión del hotel de los extranjeros; de una generación cargada de electricidad estática a base de ropa sintética; de unas calles en las que todo movimiento estaba milimetrado; de una población preparada para improvisar una cola en cualquier esquina donde llegara el rumor de un próximo e incierto abastecimiento; y de unos interlocutores con sonrisa congelada y sin palabras ante cada pregunta de un corresponsal. Y en medio, el "hermano lozano" y la "primera científica de Rumania" con sus inevitables prendas de astracán y el ego bruñido.
Iniciarse en el periodismo en ese paisaje fue mucho más que un privilegio que debo a EL PAÍS. El telón del último congreso de Ceausescu, de su última función, se cerró ese noviembre que había arrancado con la caída del Muro, y los corresponsales corrimos a Praga a cubrir la Revolución de Terciopelo que empezaba. Pero no tardó en abrirse de nuevo, y esta vez el escenario fue muy diferente. Ni Fortinbras habría soportado tanta sangre.
Segundo acto: la mecha de la revuelta prendió en Timisoara y estalló en plena Navidad en Bucarest, enfrentó a la Securitate con un Ejército que se puso al lado del pueblo y dejó un millar de muertos en los sucesos más graves sucedidos en Europa tras la II Guerra Mundial (después nos superamos). Los voluntarios se organizaron en retenes por todo el país para cazar a francotiradores y supuestos mercenarios libios que nunca fueron realidad. La televisión más triste se reinventó bajo el nombre de "Romania Libera" y se convirtió en la plataforma palpitante de una revolución que sembraba las calles de banderas tricolores con un agujero emblemático.
Pero lo que sin duda nos paró los corazones fue el juicio y la ejecución sumaria de Nicolae y Elena Ceausescu (búsquese en youtube.com) y el aplauso que su retransmisión cosechó entre la población. "Sólo contestaré al Parlamento del pueblo y vosotros tendréis que responder", decía Nicolae, sin comprender su propia ruina, mientras aún intentaba dar órdenes al tribunal. "¿Cómo permites que te hablen de ese modo?", le replicaba una Elena a la que el pañuelo anudado al cuello no lograba disimular un rostro desencajado. "Si usted no sabe leer ni escribir", acusaba el improvisado jurado tras sus mesas de aglomerado. Cayeron los déspotas, y un anciano lloraba y reclamaba: "¡Danos ahora tu tarjeta de racionamiento, sinvergüenza, para tener 200 gramos más de salami!".
El telón volvió a cerrarse y, en el tercer acto, nos encontramos con mineros violentos que intentaban la contrarrevolución y un safari de espías españoles a la caza de papeles, de las grabaciones de la Securitate y de ayudantes. Pero ésa fue otra historia.
Puede que la cumbre de Copenhague no logre salvar el planeta pero, de la fase superior del comunismo que Ceausescu previó para 2010, al menos, nos hemos librado.
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Nicolae/Ceausescu/murio/comprender/elpepuint/20091220elpepiint_5/Tes
BERNA GONZÁLEZ HARBOUR 20/12/2009
No había acabado Ceausescu de inaugurar la "fase superior de edificación del socialismo", que iba a culminar en 2010, cuando algunos delegados de provincias en el último congreso comunista rumano empezaban a agolparse en el ambigú para comprar ¡hasta 10 chocolatinas!, el máximo permitido. Era noviembre de 1989 y conducator y conducatriz, Nicolae y Elena, desafiaban al Este y al Oeste con un atrincheramiento más dinástico que ideológico y con la vista puesta en su hijo Nicu. El futuro se decía brillante, pero los aplausos que interrumpieron 120 veces su discurso de cinco horas se emitían grabados por los altavoces, como la risa en las series malas, y la comida era ya casi un recuerdo en las cocinas de Bucarest.
Ningún régimen comunista ha sido mucho mejor que otro, pero el rumano se convirtió en el icono más casposo de la decadencia en que se hallaba media Europa. El Este retratado por las películas de Bond era puro glamour al lado de una realidad de espías bajitos, hambrientos y con rotos en la ropa; de unos dignatarios que corrían junto a los botones a ver Tom y Jerry en la televisión del hotel de los extranjeros; de una generación cargada de electricidad estática a base de ropa sintética; de unas calles en las que todo movimiento estaba milimetrado; de una población preparada para improvisar una cola en cualquier esquina donde llegara el rumor de un próximo e incierto abastecimiento; y de unos interlocutores con sonrisa congelada y sin palabras ante cada pregunta de un corresponsal. Y en medio, el "hermano lozano" y la "primera científica de Rumania" con sus inevitables prendas de astracán y el ego bruñido.
Iniciarse en el periodismo en ese paisaje fue mucho más que un privilegio que debo a EL PAÍS. El telón del último congreso de Ceausescu, de su última función, se cerró ese noviembre que había arrancado con la caída del Muro, y los corresponsales corrimos a Praga a cubrir la Revolución de Terciopelo que empezaba. Pero no tardó en abrirse de nuevo, y esta vez el escenario fue muy diferente. Ni Fortinbras habría soportado tanta sangre.
Segundo acto: la mecha de la revuelta prendió en Timisoara y estalló en plena Navidad en Bucarest, enfrentó a la Securitate con un Ejército que se puso al lado del pueblo y dejó un millar de muertos en los sucesos más graves sucedidos en Europa tras la II Guerra Mundial (después nos superamos). Los voluntarios se organizaron en retenes por todo el país para cazar a francotiradores y supuestos mercenarios libios que nunca fueron realidad. La televisión más triste se reinventó bajo el nombre de "Romania Libera" y se convirtió en la plataforma palpitante de una revolución que sembraba las calles de banderas tricolores con un agujero emblemático.
Pero lo que sin duda nos paró los corazones fue el juicio y la ejecución sumaria de Nicolae y Elena Ceausescu (búsquese en youtube.com) y el aplauso que su retransmisión cosechó entre la población. "Sólo contestaré al Parlamento del pueblo y vosotros tendréis que responder", decía Nicolae, sin comprender su propia ruina, mientras aún intentaba dar órdenes al tribunal. "¿Cómo permites que te hablen de ese modo?", le replicaba una Elena a la que el pañuelo anudado al cuello no lograba disimular un rostro desencajado. "Si usted no sabe leer ni escribir", acusaba el improvisado jurado tras sus mesas de aglomerado. Cayeron los déspotas, y un anciano lloraba y reclamaba: "¡Danos ahora tu tarjeta de racionamiento, sinvergüenza, para tener 200 gramos más de salami!".
El telón volvió a cerrarse y, en el tercer acto, nos encontramos con mineros violentos que intentaban la contrarrevolución y un safari de espías españoles a la caza de papeles, de las grabaciones de la Securitate y de ayudantes. Pero ésa fue otra historia.
Puede que la cumbre de Copenhague no logre salvar el planeta pero, de la fase superior del comunismo que Ceausescu previó para 2010, al menos, nos hemos librado.
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Nicolae/Ceausescu/murio/comprender/elpepuint/20091220elpepiint_5/Tes
Azali- Admin
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Re: "¡Abajo el comunismo!"
Otro dictador..
Azali- Admin
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