Un día a lo cubano

Thursday, September 24, 2009


Un día a lo cubano



Por Roberto González
Me levanto de la cama, apago el ventilador inventado con motor de lavadora rusa, y que hace más ruido que un avión despegando. Voy al baño, se me olvida que la entrada es por turno. En mi casa vivimos siete personas.
Al entrar me encuentro con que no hay jabón, el tubo de pasta dental ya no le queda mucho, el tanque del agua está en el fondo, hace tres días que no la ponen. Termino lo que supuestamente debió ser un aseo y ¡que dolor! se acabo el desodorante, y nada de perfume, eso se guarda exclusivamente para ocasiones especiales.
Mientas me visto oigo: “mi amor toma el desayuno”, que contento me puse. Hacía dos días que no sabía lo que era ingerir alimentos en las mañanas. ¡Más dolor todavía! un vaso de agua con azúcar y un pan con los mismos, sin derecho a otro. Es lo que te toca por la cuota.
Con el rostro hago un gesto de descontento y ahí empieza la primera discusión del día. Mi madre me dice: “que más tu quieres, lo que ganas no me alcanza para más” y yo sin abrir la boca.
Salgo de la casa dispuesto a trabajar. Voy hacia la parada del ómnibus, los nuevos P (ómnibus articulados) que sustituyeron a los camellos, se demoran casi una hora. Mi preocupación crece, si llego tarde me descuentan parte de los 8 pesos en moneda nacional que me pagan diario, y el estimulo en divisa, me lo quitan.

Por fin llega el esperado transporte, 500 personas se lanzan sobre el pobre vehículo, y yo inteligentemente decido entrar por la ventanilla. Adentro logro que me estrujen, despeine, ensucien los zapatos y finalmente no me di cuenta cuando me llevaron la cartera.
¡Gracias a Dios! es final de mes y no tengo dinero. Lo que más me dolió fue la pérdida del carné de identidad. Aquí en Cuba, no se puede andar sin él. Te pueden detener o ponerte una multa. Llego diez minutos tarde al trabajo, mi jefe me dice que me olvide del estimulo en el día del pago, por ser la segunda llegada tarde.

El día continúa con una que otra queja de los clientes por falta de recurso y todas son culpa del bloqueo genocida. Llega la hora del almuerzo, me encuentro en el menú arroz frijoles solamente ¡ah! y agua caliente, la nevera está rota hace meses.
Termino mi jornada laboral a las cinco de la tarde. Llego a la casa igualmente estrujado y dispuesto a descansar, ¡que sorpresa! hay apagón. Mi día es parte de la rutina cotidiana. Así como yo lo tengo, lo pasan la mayoría de los cubanos que trabajamos para el Estado.




Posted by Laritza Diversent Cámbara