Shock
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Shock
feb 13, 2010
Shock
Me desperté en un sofá con la ropa puesta y ajada. Medio dormido llegué hasta el lavabo y me miré en el pequeño espejo del gabinete. Primero pensé que eran las legañas, pero no, soy bizco. No reconocí mi rostro en absoluto. ¿Quién soy? Me hurgué en los bolsillos por si llevaba algún carnet. Encontré un pasaporte. Soy argentino... ¡Dios mío!
Salí del baño anonadado y me senté en una silla. Era una silla de ruedas. Además de bizco y argentino, soy deficiente físico. “Esto no puede ser…” –pensé, presa total del desconcierto. Una exclamación interrumpió mi desconsuelo:
- ¡Querido...! –clamaba una voz masculina a mis espaldas.
Evidentemente se trataba de... ¿mi novio? O sea, que soy gay.
- ¿Cariño, dónde pusiste la jeringuilla? –preguntó.
Me encogí de hombros.
- Si no aparece, prepárate: te voy a poner morado –prometió mi novio y se alejó irritado.
Entonces… también soy drogadicto. Y víctima de violencia doméstica. “Bisojo, argentino, tullido, maricón, drogata, apaleado… es para halarse los pelos” –me dije, y me llevé las manos al cuero cabelludo. Sólo había cuero. Soy calvo.
Sonó el teléfono. Lo levanté con recelo. Alguien se identificó como mi hermano e inmediatamente me soltó una descarga:
- Desde que fallecieron papá y mamá lo único que hacés es drogarte y holgazanear todo el puto día. ¡Hacé alguna cosa útil, buscá un laburo!
Es decir, estoy en paro. Y encima soy huérfano. Intenté explicar que es muy difícil hallar trabajo siendo bizco, argentino, lisiado, toxicómano, homosexual, víctima de maltrato casero, calvo, huérfano y vago; mas no lo conseguí. Se me trabó la lengua a la segunda palabra. Soy gago. Quedé trastornado y colgué el teléfono.
Me acerqué a la ventana con lágrimas en los ojos. ¡Cielo santo! Un mar de barracas llegaba hasta donde permitía ver el smog. ¡Vivo en un barrio de chabolas, una maldita favela! Me dio un mareo seguido de escalofríos. Fui al guardarropa a buscar algo para abrigarme. Abrí una gaveta y lo primero que vi fue una camiseta del Che Guevara. ¡Mal rayo me parta!
Y en eso entró mi novio y chilló:
- Arréglate ya, cariño, que vamos a llegar tarde a la convención municipal del PSOE.
Me desmayé.
http://guicho-cronico.blogspot.com/2010/02/shock.html
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Me desperté en un sofá con la ropa puesta y ajada. Medio dormido llegué hasta el lavabo y me miré en el pequeño espejo del gabinete. Primero pensé que eran las legañas, pero no, soy bizco. No reconocí mi rostro en absoluto. ¿Quién soy? Me hurgué en los bolsillos por si llevaba algún carnet. Encontré un pasaporte. Soy argentino... ¡Dios mío!
Salí del baño anonadado y me senté en una silla. Era una silla de ruedas. Además de bizco y argentino, soy deficiente físico. “Esto no puede ser…” –pensé, presa total del desconcierto. Una exclamación interrumpió mi desconsuelo:
- ¡Querido...! –clamaba una voz masculina a mis espaldas.
Evidentemente se trataba de... ¿mi novio? O sea, que soy gay.
- ¿Cariño, dónde pusiste la jeringuilla? –preguntó.
Me encogí de hombros.
- Si no aparece, prepárate: te voy a poner morado –prometió mi novio y se alejó irritado.
Entonces… también soy drogadicto. Y víctima de violencia doméstica. “Bisojo, argentino, tullido, maricón, drogata, apaleado… es para halarse los pelos” –me dije, y me llevé las manos al cuero cabelludo. Sólo había cuero. Soy calvo.
Sonó el teléfono. Lo levanté con recelo. Alguien se identificó como mi hermano e inmediatamente me soltó una descarga:
- Desde que fallecieron papá y mamá lo único que hacés es drogarte y holgazanear todo el puto día. ¡Hacé alguna cosa útil, buscá un laburo!
Es decir, estoy en paro. Y encima soy huérfano. Intenté explicar que es muy difícil hallar trabajo siendo bizco, argentino, lisiado, toxicómano, homosexual, víctima de maltrato casero, calvo, huérfano y vago; mas no lo conseguí. Se me trabó la lengua a la segunda palabra. Soy gago. Quedé trastornado y colgué el teléfono.
Me acerqué a la ventana con lágrimas en los ojos. ¡Cielo santo! Un mar de barracas llegaba hasta donde permitía ver el smog. ¡Vivo en un barrio de chabolas, una maldita favela! Me dio un mareo seguido de escalofríos. Fui al guardarropa a buscar algo para abrigarme. Abrí una gaveta y lo primero que vi fue una camiseta del Che Guevara. ¡Mal rayo me parta!
Y en eso entró mi novio y chilló:
- Arréglate ya, cariño, que vamos a llegar tarde a la convención municipal del PSOE.
Me desmayé.
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