‘‘La mentira puede correr todo un año, la verdad la alcanza en un día’’
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‘‘La mentira puede correr todo un año, la verdad la alcanza en un día’’
A las 06:36 PM del 12 Mar 2010, Renato Mastrapa Escribió:
Cuando hay que justificar la defenestración de un colaborador muy popular –por muy útiles que hayan sido sus servicios– o la extrema dureza de una medida represiva contra un adversario, lo mejor es descalificarlo ante la opinión pública. Y entonces siempre aparecen invariablemente, como sacados de la manga de un prestidigitador, deshonrosos antecedentes delictivos.
Los ejemplos son numerosos, pero basta recordar algunos casos conocidos: el del general Arnaldo Ochoa y los altos oficiales hermanos de La Guardia en 1989, el ex canciller cubano Roberto Robaina en 1999, tres cubanos ejecutados por el secuestro de un barco en 2003, el ex vicepresidente Carlos Lage y el también ex canciller Felipe Pérez Roque en 2009. El caso del disidente preso Orlando Zapata Tamayo, en el presente año 2010, no podía ser la excepción. Todo es posible cuando se tiene el poder absoluto y el control casi total de los medios de difusión, como lo tenía Stalin en la Unión Soviética durante los amañados procesos de los años 30, por lo que las víctimas no pueden defenderse, y si acaso se publicaran sus declaraciones –nunca en vivo, por supuesto–, sería para el reconocimiento de supuestas culpas.
Pero el procedimiento enfrenta muchas veces toda una serie de cuestionamientos que descubren los contrasentidos, como éstos del caso Zapata:
¿Por qué si era un vulgar delincuente, como dice el gobierno cubano, se interesó y apoyó un proyecto de reformas políticas para Cuba como el Proyecto Varela? ¿Por qué es condenado por causas políticas como ‘‘desacato’’ y la Ley 88 o ‘‘Ley Mordaza’’? ¿Por qué Amnistía Internacional lo declara prisionero de conciencia y por qué llevó a cabo hasta sus últimas consecuencias, una forma de protesta como la huelga de hambre que implica un gran sacrificio para quien la realiza, tradicionalmente practicada siempre por personas que a pesar de sus diferencias ideológicas, han tenido un elevado nivel de conciencia social ciudadana, como Mahatma Gandhi en la India y los jóvenes del IRA fallecidos en Inglaterra tras sucesivos ayunos prolongados en tiempos de Margaret Thatcher? Entre otras cosas, ¿es normal que un vulgar delincuente, sólo por instigación de otras personas, llegue incluso hasta dar su propia vida?
¿Por qué ese hombre cumplía una condena de 36 años de cárcel en el momento de morir cuando había entrado a prisión sentenciado sólo a tres años por el delito de desacato, un cargo menor que en Cuba siempre se impone por motivos políticos? ¿Qué pudo haber realizado alguien dentro de una prisión para recibir una condena tan prolongada sin haber herido o matado a nadie, sin haber perpetrado un solo acto de violencia (pues de haberlo hecho ya el gobierno cubano se habría encargado de publicitarlo)? ¿Qué ‘‘monstruosos’’ crímenes pudo haber cometido Zapata que no fuese expresar sus desacuerdos con la política oficial? ¿Cómo es posible que por expresar sus opiniones políticas, un derecho reconocido por la opinión pública mundial, alguien pueda ser sentenciado a una condena mayor que la que normalmente recibe un asesino?
¿Por qué las autoridades cubanas permitieron que este hombre llegara hasta las últimas consecuencias y sólo cuando estaba al borde de la muerte fue ingresado en un hospital civil? ¿Quiénes fueron responsables de su muerte? ¿El imperio, la ‘‘mafia de Miami’’ o aquéllos que lo tenían encarcelado? ¿Se encontraba acaso en una prisión norteamericana o en una dependencia penitenciaria del Ministerio del Interior? ¿Por qué la policía política grabó en secreto a la madre de Tamayo cuando agradecía al equipo médico que atendía a su hijo? ¿Acaso se preparaban para mostrar la grabación tras la muerte de Zapata como finalmente hicieron? ¿Significa entonces que sabían que Zapata iba a morir?
Todas estas y otras incongruencias hacen que la dirigencia del Estado y del Partido se encuentren actualmente en medio de una crisis de credibilidad en el mundo y que hasta sectores de la izquierda comiencen a hacer cuestionamientos, no sólo en el exterior sino incluso entre las propias filas de intelectuales y militantes que tradicionalmente apoyaron siempre al régimen, por lo que el departamento ideológico de la policía política ha lanzado sus brigadas panfletarias de respuesta rápida para atiborrar periódicos y cuanto blog tenga a mano para tergiversar, calumniar y acusar. La llamada ‘‘campaña mediática’’ no ha sido instrumentada por el imperialismo –en realidad el gobierno estadounidense se ha mantenido en este asunto con un bajo perfil en comparación con la Unión Europea–, sino que fueron ellos mismos, los dirigentes cubanos, quienes la provocaron con sus propios actos. No puedo dejar de citar uno de mis proverbios favoritos: ‘‘La mentira puede correr todo un año, la verdad la alcanza en un día’’.
Cuando hay que justificar la defenestración de un colaborador muy popular –por muy útiles que hayan sido sus servicios– o la extrema dureza de una medida represiva contra un adversario, lo mejor es descalificarlo ante la opinión pública. Y entonces siempre aparecen invariablemente, como sacados de la manga de un prestidigitador, deshonrosos antecedentes delictivos.
Los ejemplos son numerosos, pero basta recordar algunos casos conocidos: el del general Arnaldo Ochoa y los altos oficiales hermanos de La Guardia en 1989, el ex canciller cubano Roberto Robaina en 1999, tres cubanos ejecutados por el secuestro de un barco en 2003, el ex vicepresidente Carlos Lage y el también ex canciller Felipe Pérez Roque en 2009. El caso del disidente preso Orlando Zapata Tamayo, en el presente año 2010, no podía ser la excepción. Todo es posible cuando se tiene el poder absoluto y el control casi total de los medios de difusión, como lo tenía Stalin en la Unión Soviética durante los amañados procesos de los años 30, por lo que las víctimas no pueden defenderse, y si acaso se publicaran sus declaraciones –nunca en vivo, por supuesto–, sería para el reconocimiento de supuestas culpas.
Pero el procedimiento enfrenta muchas veces toda una serie de cuestionamientos que descubren los contrasentidos, como éstos del caso Zapata:
¿Por qué si era un vulgar delincuente, como dice el gobierno cubano, se interesó y apoyó un proyecto de reformas políticas para Cuba como el Proyecto Varela? ¿Por qué es condenado por causas políticas como ‘‘desacato’’ y la Ley 88 o ‘‘Ley Mordaza’’? ¿Por qué Amnistía Internacional lo declara prisionero de conciencia y por qué llevó a cabo hasta sus últimas consecuencias, una forma de protesta como la huelga de hambre que implica un gran sacrificio para quien la realiza, tradicionalmente practicada siempre por personas que a pesar de sus diferencias ideológicas, han tenido un elevado nivel de conciencia social ciudadana, como Mahatma Gandhi en la India y los jóvenes del IRA fallecidos en Inglaterra tras sucesivos ayunos prolongados en tiempos de Margaret Thatcher? Entre otras cosas, ¿es normal que un vulgar delincuente, sólo por instigación de otras personas, llegue incluso hasta dar su propia vida?
¿Por qué ese hombre cumplía una condena de 36 años de cárcel en el momento de morir cuando había entrado a prisión sentenciado sólo a tres años por el delito de desacato, un cargo menor que en Cuba siempre se impone por motivos políticos? ¿Qué pudo haber realizado alguien dentro de una prisión para recibir una condena tan prolongada sin haber herido o matado a nadie, sin haber perpetrado un solo acto de violencia (pues de haberlo hecho ya el gobierno cubano se habría encargado de publicitarlo)? ¿Qué ‘‘monstruosos’’ crímenes pudo haber cometido Zapata que no fuese expresar sus desacuerdos con la política oficial? ¿Cómo es posible que por expresar sus opiniones políticas, un derecho reconocido por la opinión pública mundial, alguien pueda ser sentenciado a una condena mayor que la que normalmente recibe un asesino?
¿Por qué las autoridades cubanas permitieron que este hombre llegara hasta las últimas consecuencias y sólo cuando estaba al borde de la muerte fue ingresado en un hospital civil? ¿Quiénes fueron responsables de su muerte? ¿El imperio, la ‘‘mafia de Miami’’ o aquéllos que lo tenían encarcelado? ¿Se encontraba acaso en una prisión norteamericana o en una dependencia penitenciaria del Ministerio del Interior? ¿Por qué la policía política grabó en secreto a la madre de Tamayo cuando agradecía al equipo médico que atendía a su hijo? ¿Acaso se preparaban para mostrar la grabación tras la muerte de Zapata como finalmente hicieron? ¿Significa entonces que sabían que Zapata iba a morir?
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