Montaner replica a Silvio Rodríguez ( y con demasiada decencia)
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Montaner replica a Silvio Rodríguez ( y con demasiada decencia)
RESPUESTA DE CARLOS ALBERTO MONTANER
A LA RÉPLICA DEL TROVADOR SILVIO RODRÍGUEZ
***************
Tomado de http://www.diariodecuba.net
«¿Por
qué no alzaste tu voz en la Asamblea Nacional?»
Viernes 09
de Abril de 2010
Estimado Silvio Rodríguez,
Me has
respondido con cierta vehemencia. Eso es razonable. Esta vez leí la
carta que has publicado en www.rebelión.org, uno de los más populares
website de la ubicua tribu estalinista. No te gustó mi anterior
respuesta a una pregunta tuya y haces bien en quejarte. Ojalá estos
papeles tengan mejor suerte. Mi intención no es hostilizarte, sino
conversar civilizadamente. Veamos.
Dices, Silvio: "Mi hijo
Silvio-Liam es una voz que comienza a extender sus verdades. El ama a
nuestro Apóstol, no le resulta incómodo, no desea borrarlo de la
Historia. A él no le crispa que Martí haya dicho: 'Viví en el monstruo y
le conozco las entrañas'. Él escogió ponerse 'el libre' por no sentirse
atado. Asume haber nacido así y su padre aplaude que lo sienta y lo
diga en su clave generacional".
Es cierto que Silvito "el Libre",
tu admirable hijo, comienza a extender sus verdades. Las acaba de
decir en un excelente documental sobre la juventud cubana que se
estrenará en pocas semanas. Se titula Los nietos de la revolución
cubana. Cuando lo veas crecerá tu respeto por tu hijo. Silvito se atreve
a decir lo que seguramente muchos jóvenes piensan y callan por miedo a
las represalias. Por eso le llaman "el Libre".
Yo también,
Silvio, respeto la memoria de
Martí, el más ilustre de todos los cubanos, pero no sólo el que, con
bastante sagacidad y razón, temía los impulsos imperialistas de Estados
Unidos a fines del siglo XIX, sino, además, el que escribió en 1873,
cuando Marx murió, lo siguiente: "Ved esta gran sala. Karl Marx ha
muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor… Pero no hace
bien el que señala el daño y arde en ansias temerosas de ponerle
remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de
echar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso abestiamiento
de unos hombres en provecho de otros".
Amo, también, al Martí
admirador de los empresarios y de la propiedad privada que en el prólogo
a los cuentos de Rafael Castro Palomino pergeñó el siguiente párrafo:
"Pero los pobres sin éxito en la vida, que enseñan el puño a los pobres
que tuvieron éxito; los trabajadores sin fortuna que se encienden en ira
contra los trabajadores con fortuna, son locos que quieren negar a la
naturaleza humana el legítimo uso de las facultades que vienen con
ella".
Como coincido con Martí, Silvio, y no con Fidel, a mi me
parece muy bien que alguien con tu talento haya podido enriquecerse
legítimamente, tener propiedades dentro y fuera de Cuba y poseer una
próspera empresa de grabaciones construida con el producto de su
esfuerzo. Lo que quisiera (y supongo que tú también) es que ese
privilegio que te han concedido (en Cuba poder explotar el talento
propio en beneficio personal es un privilegio que tienen muy pocos) se
extienda a todos los cubanos.
¿No piensas que es cruel y
terriblemente empobrecedor que tanta gente talentosa y con iniciativa,
como hay en Cuba, tenga que vivir subordinada a los caprichos de los
comisarios y los burócratas? ¿No ves en ese absurdo modelo estatista una
de las causas principales de la improductividad tremenda de la sociedad
cubana y de la miseria que padecen nuestros compatriotas?
Pero
volvamos a la generación de tu hijo, la de Silvito "el Libre", que es,
también, la de los míos, y la de Yoani Sánchez y Gorki Águila. ¿No te
parece que es un crimen contra la naturaleza humana que esos jóvenes
estén obligados a suscribir las ideas y la cosmovisión de unos confusos
octogenarios, encharcados en el peor dogmatismo, que adquirieron sus
juicios morales y su percepción de la realidad y de los conflictos
sociales en la década de los años sesenta del siglo pasado, en otras
circunstancias radicalmente diferentes?
Carlos Varela, notable
cantautor, lo dijo mejor que yo en una hermosa canción: el hijo de
Guillermo Tell quiere tirar sus propias flechas. No quiere seguir con la
manzanita en la cabeza jugándose la vida para complacer a su padre. Hay
que liberar a los cubanos, Silvio, para que tus hijos y los míos, los
de todos, tiren sus flechas, construyan el destino con sus propias
decisiones, cometan sus propios errores y descubran el sabor agridulce,
pero absolutamente indispensable, de la libertad. Hay que luchar para
que deje de ser cierta esta melancólica frase de Pedro Luis Ferrer, otro
brillante cantautor, citada por Reinaldo Escobar: en Cuba "nadie sabe
el pasado que le espera".
Sigo con tu carta, Silvio. Dices:
"Desconoces la razón de un joven, pero intentas apropiártelo. No pareces
comprender mucho lo que aseguras defender. ¿Será costumbre tuya?
Diseñas una Cuba distorsionada que propagan las monstruosas cadenas.
Cortando y pegando repartes un odio que ha derribado aviones llenos de
inocentes. Siempre he reprobado el hundimiento del remolcador 13 de
marzo".
¡Ay, Silvio! ¿Diseño una Cuba distorsionada? ¿Te parece
poco que, desde que se instauró la revolución, hace ya más de medio
siglo, el 20 por ciento de la población ha huido a bordo de cualquier
cosa, pagando el intento con varios miles han muertos? ¿Son falsos los
fusilamientos, incluso el de tres muchachos negros por intentar robarse
un bote, los maltratos en las cárceles, los actos de repudio a quienes
se atreven a criticar al régimen? ¿Es mentira la censura?
¿Recuerdas
cuando apaleaban a los cubanos por quererse ir del país en aquellos
"actos de repudio" que no han cesado nunca porque hoy los organizan
contra las Damas de Blanco y los demócratas de la oposición? ¿No dejaron
morir de hambre y sed en las cárceles políticas a Orlando Zapata
Tamayo, a Pedro Luis Boitel y a otra decena de hombres desesperados que
sólo podían proteger su dignidad humana ofrendando sus vidas?
¿Se
te ha olvidado como encerraban a los homosexuales en campos de
concentración, como los echaban de la Universidad tras humillarlos
públicamente? ¿No es verdad que en la primavera del 2003 encarcelaron y
condenaron a penas de hasta 28 años de cárcel a 75 personas por prestar
libros prohibidos, pedir un referéndum y escribir crónicas en los
diarios extranjeros?
¿Qué tiene que ver la denuncia de esas
monstruosidades con el canallesco y condenable derribo de un avión de
"Cubana de Aviación" lleno de inocentes, crimen que me parece
repugnante? No juegues a la demagogia, Silvio, que es un recurso de
personas poco inteligentes y tú eres un artista brillante: mantengamos
la polémica dentro de la decencia y el respeto que tanto necesita
nuestro país.
Tú condenas, y yo creo en tu sinceridad, el
hundimiento del remolcador "13 de marzo" y el asesinato en ese episodio
de 41 personas, la mayor parte niños y mujeres que intentaban huir del
país, pero ¿por qué no alzaste tu voz en la Asamblea Nacional del Poder
Popular para denunciar ese crimen? Eras un diputado, un representante de
la sociedad. ¿Por qué callaste? ¿Por qué ni siquiera te atreviste a
escribirles a esas pobres víctimas una de tus bellas canciones?
Yo
sé por qué, Silvio: porque haberlo hecho te hubiera lanzado al
ostracismo, a la cárcel o al exilio, como les ocurrió a Heberto Padilla,
a Raúl Rivero o a María Elena Cruz Varela, por sólo mencionar tres
nombres del centenar que me vienen a la mente y que tú también conoces.
Continúas
alegando: "Pero quién va a creer que te importan los muertos somalíes,
cuando no te interesan los cubanos que dieron su vida por un fingido
prócer. A mí me conforta saber que no fue en vano el sacrificio de los
caídos en Angola. No sólo porque los haya visto combatir y morir pobres y
limpios, sino porque fueron consagrados en la eternidad por Nelson
Mandela. Atrévete, Carlos Alberto, a afirmar que Mandela mintió cuando
dijo que la presencia cubana en África significó el principio del fin
del apartheid".
Claro, Silvio, que me importan los miles de
muertos somalíes exterminados por el ejército de Cuba en una guerra
desigual y sin piedad que nada tenía que ver con la lucha contra el
apartheid, sino que estaba encaminada a darle una victoria a la
dictadura etíope, entonces aliada de la URSS. Como me importan, y mucho,
los tres mil cubanos que dejaron la piel en África, sólo porque Fidel
Castro, sin consultar con nadie, ni siquiera con el Partido Comunista,
decidió convertirse en un líder planetario y transformó a la pobre Cuba
en la punta de lanza de sus apetencias de renombre internacional.
Mi
admirado Mandela, Silvio, no mintió: tiene, sencillamente, una opinión
diferente a la mía sobre el papel de las tropas cubanas en África. Sus
veintisiete años de cárcel son una credencial imponente, pero ni le dan
el monopolio de la verdad, ni es el preso político negro que más tiempo
ha estado enrejado: el capitán del ejército rebelde Eusebio Peñalver, ex
compañero del Che Guevara, estuvo veintiocho en las cárceles de Fidel
Castro. En todo caso, lo que me emociona de Nelson Mandela no es su
discutible opinión sobre el rol de las tropas cubanas en África, sino
esa democracia y esa libertad sin ira que les llevó a los sudafricanos, a
todos, negros y blancos, en lugar de seguir el ejemplo totalitario de
Fidel.
No es verdad, Silvio, que esas terribles guerras
africanas, que duraron más de quince años, fueron la muestra del
idealismo desinteresado del pueblo cubano, una pobre gente que no tuvo
ni arte ni parte en la decisión de invadir aquellas tierras remotas.
Fueron la prueba de que el gobierno cubano se convirtió en el peón más
agresivo y oportunista de la Guerra Fría.
Cuando se retiraron los
portugueses, los cubanos fueron a Angola a apuntalar al grupo
prosoviético de Agostihno Neto, llamado, el MPLA, frente al prochino
UNITA de Jonás Savimbi, asistido por la CIA, y para cerrarle el paso a
la más pequeña formación guerrillera de Holden Roberto, un cabecilla
pronorteamericano. Sólo era eso, Silvio: un descarnado juego de poder y
dominación.
Pero el resultado, Silvio, fue un despropósito. Al
final, las tropas cubanas, entre otras ironías de esa insensata
carnicería, acabaron custodiando los intereses petroleros
norteamericanos en la zona de Cabinda, y hoy Angola es una nación
capitalista deseosa de olvidar los años en los que planeaba construir un
estado calcado del modelo soviético. Ya nadie recuerda en Angola aquel
proyecto revolucionario por el que murieron tantos cubanos inútilmente.
Tal
vez, Silvio, estos hechos, u otros parecidos, te parezcan actos de
heroica filantropía. Yo tengo una opinión distinta. Por ejemplo,
alquilarle a Venezuela veinte mil médicos a cambio de petróleo y dólares
no es una muestra de solidaridad internacional, sino un abuso
imperdonable contra nuestro pueblo. Los cubanos no deben ser siervos a
la libre disposición de un amo que decide de manera inconsulta en que
causa los emplea o a que señor los arrienda, como si fueran sus esclavos
o simples herramientas sin conciencia crítica ni autonomía moral.
Terminas
tu carta, Silvio, con las siguientes afirmaciones: "Sé que tus argucias
serán multiplicadas mil veces más que cualquier verdad desde Cuba.
Desde esta dignidad cercada continuaré cantando lo que pienso: Sigo con
muchas más razones para creer en la Revolución que en sus detractores.
Si este gobierno es tan malo ¿de dónde salió este pueblo tan bueno?".
Concuerdo
contigo, Silvio, en que, probablemente, la prensa libre será más
generosa con mis explicaciones que con las tuyas, pero no porque esos
medios formen parte de una siniestra conspiración derechista, sino
porque el mundo al que se adscribía la revolución cubana se derrumbó con
el Muro de Berlín y hoy esa dictadura es sólo un viejo fósil apenas
emparentado con Corea del Norte, porque ya ni siquiera China y Vietnam
son regímenes comunistas, aunque sigan siendo dictaduras gobernadas con
mano de hierro por un partido único".
No obstante, me parece
legítimo que continúes cantando lo que piensas e insistas en defender
aquello de la revolución que te parezca plausible. Ese es tu derecho. Te
diré más: la Cuba con la que sueñan millones de cubanos debe ser un
país en el que tú puedas cantar lo que piensas, y en el que no falte
Pablo Milanés, más crítico que tú e igualmente talentoso, pero en el que
también puedan hacerlo Los Aldeanos y Porno para Ricardo, y en el que
quepan Gloria Estefan, Willy Chirino, Paquito D'Rivera y Arturo
Sandoval, y en el que no estén prohibidos los boleros maravillosos de
Olga Guillot o las canciones ingeniosas de Marisela Verena, a veces
cantadas por Albita, por Lissette, por Luisa María Güel o por Ela
Pestano, por sólo mencionar cuatro de los cientos de excelentes artistas
que hoy están en el exilio.
Entre todos, Silvio, tenemos que
forjar esa Cuba tolerante y abierta en la que no se persiga a nadie por
manifestar sus ideas. No te equivocas cuando dices que el cubano es un
pueblo "bueno". Todas las dictaduras comunistas padecían malos
gobiernos, pero tenían pueblos buenos en los que no faltaban los
Sajarov, los Walesa y los Havel. Un pueblo que ha dado a personas como
Orlando Zapata Tamayo, como Guillermo Fariñas, como Oscar Elías Biscet y
la sufrida familia Sigler, tiene reservas morales e intelectuales para
reconstruir el tejido social, descubrir la libertad y alcanzar la
prosperidad en un plazo relativamente corto. Tenemos que encontrarnos en
un claro de la historia patria para darnos ese abrazo de reconciliación
que casi todos anhelamos.
Finalmente, culminas tu carta con
varias admoniciones injustas. Me dices: "Atrévete un día a respetar al
prójimo. Atrévete a expulsar la soberbia. Atrévete a merecer un pueblo
como este". Esos, Silvio, no son argumentos, sino juicios de valor
totalmente subjetivos. ¿De dónde has sacado que soy soberbio y no
respeto al prójimo? ¿Por qué crees que no merezco pertenecer al pueblo
cubano? ¿Quién decide eso? ¿Eres tú quien otorga la condición de cubano?
Tú
y yo nos conocemos poco personalmente, Silvio. Una noche, hace unos
años, cenamos en Madrid, algo que recuerdo con agrado, y entonces llegué
a la conclusión de que no eras un comunista fanático, sino un talentoso
simpatizante, pero crítico y dotado de una personalidad afable, con
bastantes reservas sobre los hermanos Castro y su dictadura. Me gustó
esa flexibilidad tuya.
¿Qué te ha pasado? ¿Por qué esta furia de
última hora que tan mal encaja en tu carácter? Saltemos sobre nuestras
diferencias, Silvio, y hagamos un mundo mejor para nuestros hijos. Un
mundo, Silvio, democrático y libre, como esas veinte naciones que están a
la cabeza del planeta; esas veinte naciones a las que quieren escapar
tantos cubanos jóvenes, como tú mismo acabas de advertir muy preocupado.
Entre todos, Silvio, podemos hacerlo. Entre todos, pacíficamente,
podemos cambiar nuestro destino y salvar el futuro.
Con una
franca carga de cordialidad cívica,
Carlos Alberto Montaner
A LA RÉPLICA DEL TROVADOR SILVIO RODRÍGUEZ
***************
Tomado de http://www.diariodecuba.net
«¿Por
qué no alzaste tu voz en la Asamblea Nacional?»
Viernes 09
de Abril de 2010
Estimado Silvio Rodríguez,
Me has
respondido con cierta vehemencia. Eso es razonable. Esta vez leí la
carta que has publicado en www.rebelión.org, uno de los más populares
website de la ubicua tribu estalinista. No te gustó mi anterior
respuesta a una pregunta tuya y haces bien en quejarte. Ojalá estos
papeles tengan mejor suerte. Mi intención no es hostilizarte, sino
conversar civilizadamente. Veamos.
Dices, Silvio: "Mi hijo
Silvio-Liam es una voz que comienza a extender sus verdades. El ama a
nuestro Apóstol, no le resulta incómodo, no desea borrarlo de la
Historia. A él no le crispa que Martí haya dicho: 'Viví en el monstruo y
le conozco las entrañas'. Él escogió ponerse 'el libre' por no sentirse
atado. Asume haber nacido así y su padre aplaude que lo sienta y lo
diga en su clave generacional".
Es cierto que Silvito "el Libre",
tu admirable hijo, comienza a extender sus verdades. Las acaba de
decir en un excelente documental sobre la juventud cubana que se
estrenará en pocas semanas. Se titula Los nietos de la revolución
cubana. Cuando lo veas crecerá tu respeto por tu hijo. Silvito se atreve
a decir lo que seguramente muchos jóvenes piensan y callan por miedo a
las represalias. Por eso le llaman "el Libre".
Yo también,
Silvio, respeto la memoria de
Martí, el más ilustre de todos los cubanos, pero no sólo el que, con
bastante sagacidad y razón, temía los impulsos imperialistas de Estados
Unidos a fines del siglo XIX, sino, además, el que escribió en 1873,
cuando Marx murió, lo siguiente: "Ved esta gran sala. Karl Marx ha
muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor… Pero no hace
bien el que señala el daño y arde en ansias temerosas de ponerle
remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de
echar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso abestiamiento
de unos hombres en provecho de otros".
Amo, también, al Martí
admirador de los empresarios y de la propiedad privada que en el prólogo
a los cuentos de Rafael Castro Palomino pergeñó el siguiente párrafo:
"Pero los pobres sin éxito en la vida, que enseñan el puño a los pobres
que tuvieron éxito; los trabajadores sin fortuna que se encienden en ira
contra los trabajadores con fortuna, son locos que quieren negar a la
naturaleza humana el legítimo uso de las facultades que vienen con
ella".
Como coincido con Martí, Silvio, y no con Fidel, a mi me
parece muy bien que alguien con tu talento haya podido enriquecerse
legítimamente, tener propiedades dentro y fuera de Cuba y poseer una
próspera empresa de grabaciones construida con el producto de su
esfuerzo. Lo que quisiera (y supongo que tú también) es que ese
privilegio que te han concedido (en Cuba poder explotar el talento
propio en beneficio personal es un privilegio que tienen muy pocos) se
extienda a todos los cubanos.
¿No piensas que es cruel y
terriblemente empobrecedor que tanta gente talentosa y con iniciativa,
como hay en Cuba, tenga que vivir subordinada a los caprichos de los
comisarios y los burócratas? ¿No ves en ese absurdo modelo estatista una
de las causas principales de la improductividad tremenda de la sociedad
cubana y de la miseria que padecen nuestros compatriotas?
Pero
volvamos a la generación de tu hijo, la de Silvito "el Libre", que es,
también, la de los míos, y la de Yoani Sánchez y Gorki Águila. ¿No te
parece que es un crimen contra la naturaleza humana que esos jóvenes
estén obligados a suscribir las ideas y la cosmovisión de unos confusos
octogenarios, encharcados en el peor dogmatismo, que adquirieron sus
juicios morales y su percepción de la realidad y de los conflictos
sociales en la década de los años sesenta del siglo pasado, en otras
circunstancias radicalmente diferentes?
Carlos Varela, notable
cantautor, lo dijo mejor que yo en una hermosa canción: el hijo de
Guillermo Tell quiere tirar sus propias flechas. No quiere seguir con la
manzanita en la cabeza jugándose la vida para complacer a su padre. Hay
que liberar a los cubanos, Silvio, para que tus hijos y los míos, los
de todos, tiren sus flechas, construyan el destino con sus propias
decisiones, cometan sus propios errores y descubran el sabor agridulce,
pero absolutamente indispensable, de la libertad. Hay que luchar para
que deje de ser cierta esta melancólica frase de Pedro Luis Ferrer, otro
brillante cantautor, citada por Reinaldo Escobar: en Cuba "nadie sabe
el pasado que le espera".
Sigo con tu carta, Silvio. Dices:
"Desconoces la razón de un joven, pero intentas apropiártelo. No pareces
comprender mucho lo que aseguras defender. ¿Será costumbre tuya?
Diseñas una Cuba distorsionada que propagan las monstruosas cadenas.
Cortando y pegando repartes un odio que ha derribado aviones llenos de
inocentes. Siempre he reprobado el hundimiento del remolcador 13 de
marzo".
¡Ay, Silvio! ¿Diseño una Cuba distorsionada? ¿Te parece
poco que, desde que se instauró la revolución, hace ya más de medio
siglo, el 20 por ciento de la población ha huido a bordo de cualquier
cosa, pagando el intento con varios miles han muertos? ¿Son falsos los
fusilamientos, incluso el de tres muchachos negros por intentar robarse
un bote, los maltratos en las cárceles, los actos de repudio a quienes
se atreven a criticar al régimen? ¿Es mentira la censura?
¿Recuerdas
cuando apaleaban a los cubanos por quererse ir del país en aquellos
"actos de repudio" que no han cesado nunca porque hoy los organizan
contra las Damas de Blanco y los demócratas de la oposición? ¿No dejaron
morir de hambre y sed en las cárceles políticas a Orlando Zapata
Tamayo, a Pedro Luis Boitel y a otra decena de hombres desesperados que
sólo podían proteger su dignidad humana ofrendando sus vidas?
¿Se
te ha olvidado como encerraban a los homosexuales en campos de
concentración, como los echaban de la Universidad tras humillarlos
públicamente? ¿No es verdad que en la primavera del 2003 encarcelaron y
condenaron a penas de hasta 28 años de cárcel a 75 personas por prestar
libros prohibidos, pedir un referéndum y escribir crónicas en los
diarios extranjeros?
¿Qué tiene que ver la denuncia de esas
monstruosidades con el canallesco y condenable derribo de un avión de
"Cubana de Aviación" lleno de inocentes, crimen que me parece
repugnante? No juegues a la demagogia, Silvio, que es un recurso de
personas poco inteligentes y tú eres un artista brillante: mantengamos
la polémica dentro de la decencia y el respeto que tanto necesita
nuestro país.
Tú condenas, y yo creo en tu sinceridad, el
hundimiento del remolcador "13 de marzo" y el asesinato en ese episodio
de 41 personas, la mayor parte niños y mujeres que intentaban huir del
país, pero ¿por qué no alzaste tu voz en la Asamblea Nacional del Poder
Popular para denunciar ese crimen? Eras un diputado, un representante de
la sociedad. ¿Por qué callaste? ¿Por qué ni siquiera te atreviste a
escribirles a esas pobres víctimas una de tus bellas canciones?
Yo
sé por qué, Silvio: porque haberlo hecho te hubiera lanzado al
ostracismo, a la cárcel o al exilio, como les ocurrió a Heberto Padilla,
a Raúl Rivero o a María Elena Cruz Varela, por sólo mencionar tres
nombres del centenar que me vienen a la mente y que tú también conoces.
Continúas
alegando: "Pero quién va a creer que te importan los muertos somalíes,
cuando no te interesan los cubanos que dieron su vida por un fingido
prócer. A mí me conforta saber que no fue en vano el sacrificio de los
caídos en Angola. No sólo porque los haya visto combatir y morir pobres y
limpios, sino porque fueron consagrados en la eternidad por Nelson
Mandela. Atrévete, Carlos Alberto, a afirmar que Mandela mintió cuando
dijo que la presencia cubana en África significó el principio del fin
del apartheid".
Claro, Silvio, que me importan los miles de
muertos somalíes exterminados por el ejército de Cuba en una guerra
desigual y sin piedad que nada tenía que ver con la lucha contra el
apartheid, sino que estaba encaminada a darle una victoria a la
dictadura etíope, entonces aliada de la URSS. Como me importan, y mucho,
los tres mil cubanos que dejaron la piel en África, sólo porque Fidel
Castro, sin consultar con nadie, ni siquiera con el Partido Comunista,
decidió convertirse en un líder planetario y transformó a la pobre Cuba
en la punta de lanza de sus apetencias de renombre internacional.
Mi
admirado Mandela, Silvio, no mintió: tiene, sencillamente, una opinión
diferente a la mía sobre el papel de las tropas cubanas en África. Sus
veintisiete años de cárcel son una credencial imponente, pero ni le dan
el monopolio de la verdad, ni es el preso político negro que más tiempo
ha estado enrejado: el capitán del ejército rebelde Eusebio Peñalver, ex
compañero del Che Guevara, estuvo veintiocho en las cárceles de Fidel
Castro. En todo caso, lo que me emociona de Nelson Mandela no es su
discutible opinión sobre el rol de las tropas cubanas en África, sino
esa democracia y esa libertad sin ira que les llevó a los sudafricanos, a
todos, negros y blancos, en lugar de seguir el ejemplo totalitario de
Fidel.
No es verdad, Silvio, que esas terribles guerras
africanas, que duraron más de quince años, fueron la muestra del
idealismo desinteresado del pueblo cubano, una pobre gente que no tuvo
ni arte ni parte en la decisión de invadir aquellas tierras remotas.
Fueron la prueba de que el gobierno cubano se convirtió en el peón más
agresivo y oportunista de la Guerra Fría.
Cuando se retiraron los
portugueses, los cubanos fueron a Angola a apuntalar al grupo
prosoviético de Agostihno Neto, llamado, el MPLA, frente al prochino
UNITA de Jonás Savimbi, asistido por la CIA, y para cerrarle el paso a
la más pequeña formación guerrillera de Holden Roberto, un cabecilla
pronorteamericano. Sólo era eso, Silvio: un descarnado juego de poder y
dominación.
Pero el resultado, Silvio, fue un despropósito. Al
final, las tropas cubanas, entre otras ironías de esa insensata
carnicería, acabaron custodiando los intereses petroleros
norteamericanos en la zona de Cabinda, y hoy Angola es una nación
capitalista deseosa de olvidar los años en los que planeaba construir un
estado calcado del modelo soviético. Ya nadie recuerda en Angola aquel
proyecto revolucionario por el que murieron tantos cubanos inútilmente.
Tal
vez, Silvio, estos hechos, u otros parecidos, te parezcan actos de
heroica filantropía. Yo tengo una opinión distinta. Por ejemplo,
alquilarle a Venezuela veinte mil médicos a cambio de petróleo y dólares
no es una muestra de solidaridad internacional, sino un abuso
imperdonable contra nuestro pueblo. Los cubanos no deben ser siervos a
la libre disposición de un amo que decide de manera inconsulta en que
causa los emplea o a que señor los arrienda, como si fueran sus esclavos
o simples herramientas sin conciencia crítica ni autonomía moral.
Terminas
tu carta, Silvio, con las siguientes afirmaciones: "Sé que tus argucias
serán multiplicadas mil veces más que cualquier verdad desde Cuba.
Desde esta dignidad cercada continuaré cantando lo que pienso: Sigo con
muchas más razones para creer en la Revolución que en sus detractores.
Si este gobierno es tan malo ¿de dónde salió este pueblo tan bueno?".
Concuerdo
contigo, Silvio, en que, probablemente, la prensa libre será más
generosa con mis explicaciones que con las tuyas, pero no porque esos
medios formen parte de una siniestra conspiración derechista, sino
porque el mundo al que se adscribía la revolución cubana se derrumbó con
el Muro de Berlín y hoy esa dictadura es sólo un viejo fósil apenas
emparentado con Corea del Norte, porque ya ni siquiera China y Vietnam
son regímenes comunistas, aunque sigan siendo dictaduras gobernadas con
mano de hierro por un partido único".
No obstante, me parece
legítimo que continúes cantando lo que piensas e insistas en defender
aquello de la revolución que te parezca plausible. Ese es tu derecho. Te
diré más: la Cuba con la que sueñan millones de cubanos debe ser un
país en el que tú puedas cantar lo que piensas, y en el que no falte
Pablo Milanés, más crítico que tú e igualmente talentoso, pero en el que
también puedan hacerlo Los Aldeanos y Porno para Ricardo, y en el que
quepan Gloria Estefan, Willy Chirino, Paquito D'Rivera y Arturo
Sandoval, y en el que no estén prohibidos los boleros maravillosos de
Olga Guillot o las canciones ingeniosas de Marisela Verena, a veces
cantadas por Albita, por Lissette, por Luisa María Güel o por Ela
Pestano, por sólo mencionar cuatro de los cientos de excelentes artistas
que hoy están en el exilio.
Entre todos, Silvio, tenemos que
forjar esa Cuba tolerante y abierta en la que no se persiga a nadie por
manifestar sus ideas. No te equivocas cuando dices que el cubano es un
pueblo "bueno". Todas las dictaduras comunistas padecían malos
gobiernos, pero tenían pueblos buenos en los que no faltaban los
Sajarov, los Walesa y los Havel. Un pueblo que ha dado a personas como
Orlando Zapata Tamayo, como Guillermo Fariñas, como Oscar Elías Biscet y
la sufrida familia Sigler, tiene reservas morales e intelectuales para
reconstruir el tejido social, descubrir la libertad y alcanzar la
prosperidad en un plazo relativamente corto. Tenemos que encontrarnos en
un claro de la historia patria para darnos ese abrazo de reconciliación
que casi todos anhelamos.
Finalmente, culminas tu carta con
varias admoniciones injustas. Me dices: "Atrévete un día a respetar al
prójimo. Atrévete a expulsar la soberbia. Atrévete a merecer un pueblo
como este". Esos, Silvio, no son argumentos, sino juicios de valor
totalmente subjetivos. ¿De dónde has sacado que soy soberbio y no
respeto al prójimo? ¿Por qué crees que no merezco pertenecer al pueblo
cubano? ¿Quién decide eso? ¿Eres tú quien otorga la condición de cubano?
Tú
y yo nos conocemos poco personalmente, Silvio. Una noche, hace unos
años, cenamos en Madrid, algo que recuerdo con agrado, y entonces llegué
a la conclusión de que no eras un comunista fanático, sino un talentoso
simpatizante, pero crítico y dotado de una personalidad afable, con
bastantes reservas sobre los hermanos Castro y su dictadura. Me gustó
esa flexibilidad tuya.
¿Qué te ha pasado? ¿Por qué esta furia de
última hora que tan mal encaja en tu carácter? Saltemos sobre nuestras
diferencias, Silvio, y hagamos un mundo mejor para nuestros hijos. Un
mundo, Silvio, democrático y libre, como esas veinte naciones que están a
la cabeza del planeta; esas veinte naciones a las que quieren escapar
tantos cubanos jóvenes, como tú mismo acabas de advertir muy preocupado.
Entre todos, Silvio, podemos hacerlo. Entre todos, pacíficamente,
podemos cambiar nuestro destino y salvar el futuro.
Con una
franca carga de cordialidad cívica,
Carlos Alberto Montaner
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: Montaner replica a Silvio Rodríguez ( y con demasiada decencia)
ú condenas, y yo creo en tu sinceridad, el hundimiento del remolcador
"13 de marzo" y el asesinato en ese episodio de 41 personas, la mayor
parte niños y mujeres que intentaban huir del país, pero ¿por qué no
alzaste tu voz en la Asamblea Nacional del Poder Popular para denunciar
ese crimen? Eras un diputado, un representante de la sociedad. ¿Por qué
callaste? ¿Por qué ni siquiera te atreviste a escribirles a esas pobres
víctimas una de tus bellas canciones?
Yo sé por qué, Silvio:
porque haberlo hecho te hubiera lanzado al ostracismo, a la cárcel o al
exilio, como les ocurrió a Heberto Padilla, a Raúl Rivero o a María
Elena Cruz Varela, por sólo mencionar tres nombres del centenar que me
vienen a la mente y que tú también conoces.
"13 de marzo" y el asesinato en ese episodio de 41 personas, la mayor
parte niños y mujeres que intentaban huir del país, pero ¿por qué no
alzaste tu voz en la Asamblea Nacional del Poder Popular para denunciar
ese crimen? Eras un diputado, un representante de la sociedad. ¿Por qué
callaste? ¿Por qué ni siquiera te atreviste a escribirles a esas pobres
víctimas una de tus bellas canciones?
Yo sé por qué, Silvio:
porque haberlo hecho te hubiera lanzado al ostracismo, a la cárcel o al
exilio, como les ocurrió a Heberto Padilla, a Raúl Rivero o a María
Elena Cruz Varela, por sólo mencionar tres nombres del centenar que me
vienen a la mente y que tú también conoces.
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: Montaner replica a Silvio Rodríguez ( y con demasiada decencia)
Pos supuesto que le pasaria eso, ahora abrira el concierto contra bla blabla, que haran en la habana, ya me decia yo que han demorado en hacer marchas y blaberias de las que estamos acostumbrados, parece que raul es mas lento...
Ah ya Silvio de retracto de lo que dijo el otro dia, o los dos dias..
Ah ya Silvio de retracto de lo que dijo el otro dia, o los dos dias..
Azali- Admin
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Fecha de inscripción : 27/10/2008
Re: Montaner replica a Silvio Rodríguez ( y con demasiada decencia)
¿Dónde se retractó? ¿O lo viste dónde?
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: Montaner replica a Silvio Rodríguez ( y con demasiada decencia)
Pues puse la noticia en la misma que tu decias que no le creyeran a Silvio
Azali- Admin
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Azali- Admin
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