¿Eligiendo?
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¿Eligiendo?
¿Eligiendo?
Abril 24, 2010 at 19:32 · Clasificados en Sin Evasión
En Cuba ya todo está listo para la mayor liturgia del absurdo: las llamadas elecciones del poder popular, a través de las cuales una vez más, los atribulados “contribuyentes” creerán que deciden quién “gobernará” su circunscripción, es decir, el territorio que abarca unas pocas cuadras a la redonda del sitio de residencia de los electores.”Delegado”, le dicen en el argot revolusocialista al flamante administrador seleccionado entre los dos posibles, previamente asignados por los activistas y agentes del partido único que fueron colocados en cada zona a la hora de “las nominaciones”. Por cierto, yo no fui citada para la reunión de nominaciones, gesto que me halaga, y es obvio que no se cuenta con mi digna presencia en las urnas.
Bueno, mis lectores seguramente conocen la ceremonia: este domingo 25 de abril, los cubanos despertarán al paso de los altavoces callejeros llamando “a votar por los mejores y más capaces” (no se sabe capaces de qué); habrá siempre algún combativo anciano de las milicias o del CDR que madrugó para ser el primero en votar; un par de pioneros que estarán de “custodia” junto a la caja de cartón que hace las veces de urna, y que después recibirán los bonos que los distinguen en sus respectivas escuelas y los marcarán con una ventaja ideológica sobre sus compañeritos de estudios; varios respetables vecinos de la comunidad, serios y solemnes, que asumirán las funciones de la “mesa electoral” con el listado oficial de electores y las boletas y, por supuesto, la mayoría de los habitantes del barrio que desfilarán por el colegio para legitimar, aunque sea con su sola presencia, la consagración del engaño.
Al final del día, después de simular un escrutinio donde solo ojos autorizados y cuidadosamente entrenados manipularán las boletas de la urna e informarán de los resultados, los pioneros creerán que en verdad custodiaron algo y que eso los distingue; el anciano que madrugó estará satisfecho de su demostración de fidelidad al régimen y olvidará –al menos hasta el próximo cobro de su pensión– los milagros de equilibrio que deberá hacer para no morir de hambre; los integrantes de la mesa tendrán material para sus cotilleos durante un par de días, mientras los vecinos, a su vez, posiblemente ni siquiera recuerden el nombre que aparece a la izquierda de la casilla que marcaron en su boleta, pero habrán cumplido su cometido: gracias a la pantomima quinquenal los veladores del gobierno los considerarán fieles, no tendrán problemas en sus trabajos o podrán superar cualquier verificación que vengan a hacerles en sus CDR, mientras a hurtadillas continuarán traficando con productos robados o mantendrán pequeños negocios ilegales para sobrevivir a las carencias de siempre. Los más intoxicados por el veneno inoculado durante medio siglo de consignas y “batallas” creerán que sí, que este delegado de ahora sí va a resolver el problema del pan (la ecuación más larga y difícil del sistema matemático revolucionario); el salidero de albañales de la esquina, casi tan antiguo como el Nilo e igual de largo y caudaloso; y el problema de los materiales que se necesitan para reparar el edificio de Pepe, que está apuntalado desde hace más de diez años.
El delegado “electo”, por su parte, una suerte de político tropical sin programa y sin propuestas pero bien amaestrado en la obediencia, habrá hecho sus cábalas: solo deberá tener un poco de paciencia para recibir la andanada de quejas de sus electores en cada reunión de “rendición de cuentas”; repetir una y otra vez aquellos bocadillos de manual: “el país está atravesando por una situación difícil”, “el bloqueo norteamericano impide que se puedan comprar los materiales necesarios para reparar los inmuebles”, “¿saben qué precio tiene actualmente la harina de trigo en el mercado mundial y cuánto cuesta a nuestra Revolución garantizar el pan subsidiado, compañeros?” ; y cumplirá sin chistar cada orientación que le indiquen desde arriba. A cambio, con un poco de suerte, quizás al final de su “mandato” haya podido conseguir los materiales necesarios para reparar su propia casa y quién sabe qué otro menudo beneficio adicional obtenga.
Pensando y repensando en todo esto se me ocurre que en realidad es cierto: de alguna manera aquí todos hacemos nuestras propias elecciones.
Ilustración: La fotografía fue tomada a la entrada de los elevadores del edificio de residencia de Yoani y Reinaldo, nótense los errores de la grafía en contraste con la exactitud del croquis que indica a los vecinos a dónde acudir a “nominar”.
http://www.desdecuba.com/sin_evasion/
Abril 24, 2010 at 19:32 · Clasificados en Sin Evasión
En Cuba ya todo está listo para la mayor liturgia del absurdo: las llamadas elecciones del poder popular, a través de las cuales una vez más, los atribulados “contribuyentes” creerán que deciden quién “gobernará” su circunscripción, es decir, el territorio que abarca unas pocas cuadras a la redonda del sitio de residencia de los electores.”Delegado”, le dicen en el argot revolusocialista al flamante administrador seleccionado entre los dos posibles, previamente asignados por los activistas y agentes del partido único que fueron colocados en cada zona a la hora de “las nominaciones”. Por cierto, yo no fui citada para la reunión de nominaciones, gesto que me halaga, y es obvio que no se cuenta con mi digna presencia en las urnas.
Bueno, mis lectores seguramente conocen la ceremonia: este domingo 25 de abril, los cubanos despertarán al paso de los altavoces callejeros llamando “a votar por los mejores y más capaces” (no se sabe capaces de qué); habrá siempre algún combativo anciano de las milicias o del CDR que madrugó para ser el primero en votar; un par de pioneros que estarán de “custodia” junto a la caja de cartón que hace las veces de urna, y que después recibirán los bonos que los distinguen en sus respectivas escuelas y los marcarán con una ventaja ideológica sobre sus compañeritos de estudios; varios respetables vecinos de la comunidad, serios y solemnes, que asumirán las funciones de la “mesa electoral” con el listado oficial de electores y las boletas y, por supuesto, la mayoría de los habitantes del barrio que desfilarán por el colegio para legitimar, aunque sea con su sola presencia, la consagración del engaño.
Al final del día, después de simular un escrutinio donde solo ojos autorizados y cuidadosamente entrenados manipularán las boletas de la urna e informarán de los resultados, los pioneros creerán que en verdad custodiaron algo y que eso los distingue; el anciano que madrugó estará satisfecho de su demostración de fidelidad al régimen y olvidará –al menos hasta el próximo cobro de su pensión– los milagros de equilibrio que deberá hacer para no morir de hambre; los integrantes de la mesa tendrán material para sus cotilleos durante un par de días, mientras los vecinos, a su vez, posiblemente ni siquiera recuerden el nombre que aparece a la izquierda de la casilla que marcaron en su boleta, pero habrán cumplido su cometido: gracias a la pantomima quinquenal los veladores del gobierno los considerarán fieles, no tendrán problemas en sus trabajos o podrán superar cualquier verificación que vengan a hacerles en sus CDR, mientras a hurtadillas continuarán traficando con productos robados o mantendrán pequeños negocios ilegales para sobrevivir a las carencias de siempre. Los más intoxicados por el veneno inoculado durante medio siglo de consignas y “batallas” creerán que sí, que este delegado de ahora sí va a resolver el problema del pan (la ecuación más larga y difícil del sistema matemático revolucionario); el salidero de albañales de la esquina, casi tan antiguo como el Nilo e igual de largo y caudaloso; y el problema de los materiales que se necesitan para reparar el edificio de Pepe, que está apuntalado desde hace más de diez años.
El delegado “electo”, por su parte, una suerte de político tropical sin programa y sin propuestas pero bien amaestrado en la obediencia, habrá hecho sus cábalas: solo deberá tener un poco de paciencia para recibir la andanada de quejas de sus electores en cada reunión de “rendición de cuentas”; repetir una y otra vez aquellos bocadillos de manual: “el país está atravesando por una situación difícil”, “el bloqueo norteamericano impide que se puedan comprar los materiales necesarios para reparar los inmuebles”, “¿saben qué precio tiene actualmente la harina de trigo en el mercado mundial y cuánto cuesta a nuestra Revolución garantizar el pan subsidiado, compañeros?” ; y cumplirá sin chistar cada orientación que le indiquen desde arriba. A cambio, con un poco de suerte, quizás al final de su “mandato” haya podido conseguir los materiales necesarios para reparar su propia casa y quién sabe qué otro menudo beneficio adicional obtenga.
Pensando y repensando en todo esto se me ocurre que en realidad es cierto: de alguna manera aquí todos hacemos nuestras propias elecciones.
Ilustración: La fotografía fue tomada a la entrada de los elevadores del edificio de residencia de Yoani y Reinaldo, nótense los errores de la grafía en contraste con la exactitud del croquis que indica a los vecinos a dónde acudir a “nominar”.
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