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Ana Lázara

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Mensaje por CalaveraDeFidel Vie Mayo 07, 2010 2:02 pm

Con apenas 21 años, Ana Lázara Rodríguez se lanzó a la lucha por derrocar el gobierno de Fulgencio
Batista tras el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, pero ya en 1956 mantenía preocupantes conversaciones con un amigo de la niñez en su nativo Bejucal, cerca de la capital habanera. El joven, Angel María Pérez de Armas, pertenecía a la Juventud Comunista y compartiría con ella los planes que el habían preparado para el futuro: cuando la revolución triunfara, iría a México a tomar un curso de avioneta y luego a Checoslovaquia a convertirse en piloto de jets. Para ella, era evidente el estrés que le provocaba a su amigo el aceptar algo planificado con tanta antelación y sin saber a ciencia cierta si era lo que él quería hacer. Años más tarde éste cambiaría su militancia y saldría
al exilio.
Por una parte, ella desesperaba porque Batista cayera, pero, por otra parte, le angustiaba
la incógnita que presentaba el ascenso de Fidel Castro al poder. La confesión de Angel le daba la medida de
hasta qué punto ya el Partido tenía planes totales sobre Cuba y la colocaba en una difícil disyuntiva. Ana Lázara
estudiaba Medicina en la Universidad de La Habana y formaba parte de un grupo que se alistaba para alzarse en la montaña pero continuó luchando en el llano. Se sentía dividida dentro de sí misma.
A la huída de

Batista y toma del poder por Fidel Castro, Ana Lázara hace una pronta transferencia de lucha y no descansa en
tratar de convencer a sus ilusos compañeros del peligro que se cernía sobre Cuba. Ellos justificaban los errores de la inexperiencia; ella escudriñaba el futuro. Entre ellos se abría una brecha que se tornaría insalvable, aunque era menos arriesgado continuar peleando desde dentro del recinto universitario que afrontar en los grupos de calle el peligro de la infiltración.
No obstante, se unió al grupo de Acción y Sabotaje del Movimiento de Recuperación
Revolucionaria (MRR). Tal como temía, su grupo estaba infiltrado por una tal Isis Nimo; más tarde comprobaría que
trabajaba para la Seguridad del Estado. Desconfiando de ella, Ana Lázara inventa una trampa y la comparte con su
compañera de lucha Olga González Macías. Hablan de un presunto contrabando de armas y lo sitúan, hipotéticamente, frente a la casa de una amiga de Olga. Ana Lázara finge tener que esconderse por unos días pero no revela la casa de las armas. Olga era más allegada a Isis y le confía la dirección. Efectivamente, las fuerzas de Seguridad allanaron la casa y desde las paredes hasta los muebles los hicieron añicos. Al pobre dueño de la casa se lo llevaron para interrogarlo pero lo soltaron al comprobar su inocencia. En la oscuridad, desde la casa de la amiga, ellas contemplaban el destrozo. Fue un hecho penoso, pero era la única forma de desenmascarar a Isis
antes de que pusiera en peligro las vidas de los jóvenes conspiradores.

-Olga y yo caímos en la misma causa; ella cumplió una prisión muy larga. Isis era una mujer muy inteligente y yo creo que tras este hecho ella sospechó algo e hizo redoblar la vigilancia sobre mí. Pero yo usaba todos los métodos imaginables para escaparme…me colgaba de una guagua y a media cuadra escapaba por el fondo, entraba a un edificio y salía por la puerta de servicio, y así……Un día, al llegar a casa, mi madre me dijo que unos compañeros
de la universidad habían estado tres veces buscándome.
Enseguida supe que ya estaba cercada y tuve dos opciones: o me escapaba por los tejados o los esperaba. Y no tuve que esperar mucho. Al rato llegaron a buscarme en forma muy aparatosa pero llamaba la atención lo atemorizados que estaban. Yo era una sola persona y desarmada y ellos eran muchos, así es que para proteger a mi madre, enseguida les dije que mi cuarto estaba en la planta alta, facilitándoles el registro. Sin razón palanqueaban las armas, y yo, al comprobar el miedo de los adversarios me armé de una especie de conciencia
de reto, "cuqueándolos", contestando sus preguntas en tono de burla. Una actitud un poco suicida. Sólo
encontraron un poco de azufre que yo usaba para la piel, un dinero que era de mi hermana y una caja con una cabeza de rata disecada…

…Me llevaron para la pre-delictiva Guanabacoa hasta el juicio de la Causa 102 con Flores Ibarra como fiscal, que pidió cinco penas de muerte. Felizmente, uno de los muchachos era menor de edad e hijo de mexicano y cubana y el Embajador de México intercedió por ellos. Les conmutaron las penas de muerte por 30 años de prisión domiciliaria. Entre las mujeres que estaban conmigo recuerdo a Ilia Herrera, Nelly Urtiaga, Milagros Bermúdez,
Yara Borges, Olga González Macías y Genoveva Canaval.

http://www.cubaeuropa.com/historia/La%20mujer%20y%20el%20presido/mujer14.htm
CalaveraDeFidel
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