Lección de honor
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Lección de honor
Lección de honor
Charito Rojas
Sábado, 8 de mayo de 2010
“Son los pueblos más que los Gobiernos, los que arrastran tras si la tiranía”. Simón Bolívar.
Mientras más arrecia la persecución del régimen contra sus adversarios, más razones aporta para que no sólo la oposición sino la mayoría de los venezolanos entiendan que es imposible ningún tipo de trato civilizado con la barbarie. El país le está enseñando al Comandante un rostro furioso que él no está acostumbrado a ver. Y reacciona con represión, con rabietas, con la más descarada violación a los derechos ciudadanos y a una Constitución de la cual se burla con sus actos diariamente.
Ya ni siquiera se ocupa de disimular su autoritarismo absolutista, manda, ordena, decide, pasando olímpicamente por encima de congreso, tribunales y leyes. Su desprecio por el honor militar es permisado por la indignidad de un generalato que le sirve a él y no a la Patria, que lo protege a él y no al pueblo, que prefiere la abundancia en la que nadan antes que ser leales a un juramento que debió ser sagrado e inquebrantable. En las narices de estos condecorados, el Comandante ha cambiado las leyes de las Fuerzas, les empató una milicia inconstitucional, les cambió los términos de su seguridad social, les copió el uniforme castrosoviético, las escuelas, las líneas de mando. Los maneja como soldaditos de plomo en un tablero. La única muestra de que están vivos es su grito: “Patria Socialista o Muerte, íVenceremos!”. Estos son los herederos del glorioso Ejército Libertador, unos sirvientes de un proyecto personalista que ha arruinado a Venezuela.
Se merecen que los disfracen de Cascanueces, que los pongan bajo el mando de soldados cubanos, merecen comandar esa horda de ancianos, gordas (os) e indigentes que integran esas tales milicias, que no son más que una Corte de los Milagros que el Comandante habilita para meternos miedo, para que creamos que esa abuela que apenas puede con el fusil va a tener las bolas de dispararnos. Lo lamento por los militares que han pactado con el régimen a cambio de su tranquilidad económica, de un ascenso o de lograr el retiro “sin levantar mucho polvo”. Lo lamento por quienes piensan que una pensión o una cuenta bancaria es más importante que la palabra, que la carrera, que un juramento sagrado, que el honor, que la herencia de la historia y sobre todo, pero muy por sobre todo, que el ejemplo que dan a sus hijos.
En ese mar de indignidades, sin embargo, se levantan voces que nos dan ánimo, que nos hacen pensar que todavía en las filas militares hay venezolanos criados en democracia, defensores de la justicia y respetuosos de su uniforme. Son aquellos que han preferido que los degraden, que los encarcelen, que los insulten, que les quiten las pensiones, que los condenen a la pobreza y al exilio, antes que ceder ante el régimen. Me quito el sombrero ante Carlos Alfonso Martínez, Francisco Usón, Felipe Rodríguez, Otto Gebauer y cientos de militares que perdieron su carrera, sus bienes y hasta su familia por oponerse a la masacre de la democracia venezolana. Ninguno de ellos transigió, ninguno cambió su posición ni su declaración. Hoy tienen una vida difícil, encarcelados, en el exilio o perseguidos por la injusticia revolucionaria.
Soldaditos con chapitas de latón, escuchen: hay que tener pantalones, valor y dignidad para comportarse como el General Angel Vivas, llevado a juicio ante un tribunal militar acusado de los delitos de insubordinación, desobediencia y falta al decoro. El delito real del General Vivas es haber acudido al TSJ en el año 2008 para oponerse al lema cubano “Patria, Socialismo o Muerte, Venceremos” impuesto a la Fuerza Armada Nacional por Hugo Chávez. El 28 de abril de 2010 este militar se defendió de los cargos en su contra con un escrito que deberían leer todos los militares de este país.
“Yo, Angel Omar Vivas Perdomo, General de la República de Venezuela, Acuso:
* Acuso a aquellos quienes, desde el poder y por la vía de hecho IMPUSIERON; y a aquellos quienes portando sobre sus hombros las más altas jerarquías de la institución armada y ocupando las más altas posiciones de comando PERMITIERON, que ese lema extranjero, cubano, “Patria, Socialismo o Muerte, Venceremos” penetrara en la Fuerza Armada nacional, viéndose obligados nuestros oficiales y soldados a usarlo, humillándose de esta forma los estandartes de guerra de nuestras unidades, deshonrando sus símbolos y lemas, de los cuales, muchos de ellos datan desde nuestra guerra de independencia, tienen sangre de nuestros libertadores y están cargados de gloria y honor militar venezolano y que son muchos de ellos más antiguos que la República de Cuba misma, donde este lema, sinónimo de opresión y muerte en su propia tierra fue creado, el 5 de marzo de 1960 por el dictador Fidel Castro.
* Acuso a quienes me acusan, a aquellos quienes debiendo estar de mi lado, defendiendo lo que yo estoy defendiendo, que no es otra cosa que la Constitución, la Institución y nuestros valores patrios más sagrados sobre los cuales fue fundada nuestra nacionalidad, cumpliendo el juramento que hicimos todos, incluyendo los que nos encontramos en esta audiencia vistiendo el uniforme militar venezolano; ahora amenazan mi libertad con la intención de doblegarme, no lo conseguirán. Podrán meterme preso, podrán asesinarme, en todo caso tendrán sólo el cuerpo del General Vivas pero nadie tendrá al General Vivas, nadie logrará que este soldado se rinda ante intereses extranjeros o ante aquellas personas que están entregando la patria y rindiendo sus armas a esos intereses extranjeros.
Yo los acuso a todos de traición, los acuso de traicionar el juramento que hicimos ante Dios y en presencia de la Bandera. Espero que algún día no muy lejano la patria se los demande, como claramente reza el juramento. Permítanme finalizar mis palabras con el lema con el cual nació Venezuela: íMUERA LA TIRANIA íVIVA LA LIBERTAD!, Generalísimo Francisco de Miranda”.
El delito de Traición a la Patria está claramente configurado cuando el país es entregado a una nación extranjera, para que maneje los puntos más álgidos de la seguridad nacional. Los enviados de Fidel Castro están dentro de los cuarteles, comandando y participando de los secretos de la defensa nacional, controlan la data de los ciudadanos desde el SAIME, Seniat, CNE; saben de las propiedades y negocios de los ciudadanos, a través de su control sobre los Registros y Notarías; bajo la figura de “asesoría” penetran la educación, la red eléctrica nacional y las empresas básicas del estado. Comenzaron por controlar la salud y la seguridad social, ahora son dueños del país. El Comandante, dadivoso con su mentor, realiza negocios con Cuba que más temprano que tarde serán develados. Nunca ha habido tantos petrodólares en Cuba, nunca habían sido exportadores de crudo. Ahora tienen ayuda para construir casas, carreteras, refinerías y sistemas eléctricos. En pago, los arquitectos cubanos, incapaces de rescatar el casco histórico de La Habana, son traídos a Caracas por el Comandante para que rescaten la zona colonial de la capital.
El General Antonio Rivero desembuchó lo que todos los militares saben: la entrega del país al castrismo. Desde La Habana se dictan las líneas de agresión del régimen a los venezolanos. Ante la debacle electoral que se avecina el 26 de septiembre y cuya primera clarinada fueron las trucadas primarias rojas, la jauría oficialista se lanza sobre las cabezas de la oposición, especialmente sobre quienes ellos consideran “traidores”. Por eso le quitan la granja sustento de la familia del capitán Carlos Guyón. Por eso cercan a Henry Falcón, por eso enjuician a Wilmer Azuaje.
Quienes crean en medio de esta debacle política y socioeconómica, que todo está perdido, que no hay oposición, que no hay salida a corto plazo, les digo: hay miles de venezolanos en el exterior hablando sobre lo que sucede en Venezuela, el Comandante ya no puede engañar a nadie. Tenemos demócratas incólumes, millones de venezolanos que no se han dejado comprar por una beca, una bolsa de comida o un contrato. Está un Oswaldo Alvarez Paz preso por decir la verdad, unos Comisarios condenados a 30 años por defender nuestras vidas, un Antonio Ledezma que no baja la cabeza, unos gobernadores de oposición que mantienen la esperanza de buenos gobiernos pese a las infames limitaciones presupuestarias.
Los demócratas tienen que estar orgullosos de un Diego Arria, que se niega a negociar su propiedad y su dignidad con delincuentes; de un Lorenzo Mendoza, que con todo el dinero del mundo sigue pegado aquí en su país, luchando por defender unas empresas que le dan el sustento a miles de familias venezolanas; de una María Corina Machado, que pudiendo vivir tranquilamente en cualquier hermoso rincón del planeta, se ha fajado a luchar por su tierra; de unos presidentes de Fedecámaras, de Consecomercio, de Fedenaga, que por encima de todo han defendido la prosperidad del país, el derecho de propiedad, los puestos de trabajo.
Tenemos demócratas para rato en las amas de casa, en los estudiantes, en los profesores, en los padres, que una y otra vez han salido a marchar y a protestar para que no nos quiten el derecho a ser educados en libertad. Por si fuera poco, la Curia venezolana se ha volcado a proteger a los hombres y mujeres de este país, siempre buscando la justicia y exigiendo igualdades. Se me quedan en el tintero muchos venezolanos que desde sus posiciones tienen once años enfrascados en la defensa de la democracia. Y en esta semana de la Libertad de Prensa, hago un especial homenaje a los periodistas, que hemos puesto toda nuestra carne en el asador para que ustedes, sean demócratas o chavistas, puedan legar a sus hijos un país donde se respete el pensamiento, la vida, la propiedad y se ejerza la justicia para todos. Los tiempos de Dios son perfectos, tengan fe.
charito@movistar.net
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/5975498.asp
Charito Rojas
Sábado, 8 de mayo de 2010
“Son los pueblos más que los Gobiernos, los que arrastran tras si la tiranía”. Simón Bolívar.
Mientras más arrecia la persecución del régimen contra sus adversarios, más razones aporta para que no sólo la oposición sino la mayoría de los venezolanos entiendan que es imposible ningún tipo de trato civilizado con la barbarie. El país le está enseñando al Comandante un rostro furioso que él no está acostumbrado a ver. Y reacciona con represión, con rabietas, con la más descarada violación a los derechos ciudadanos y a una Constitución de la cual se burla con sus actos diariamente.
Ya ni siquiera se ocupa de disimular su autoritarismo absolutista, manda, ordena, decide, pasando olímpicamente por encima de congreso, tribunales y leyes. Su desprecio por el honor militar es permisado por la indignidad de un generalato que le sirve a él y no a la Patria, que lo protege a él y no al pueblo, que prefiere la abundancia en la que nadan antes que ser leales a un juramento que debió ser sagrado e inquebrantable. En las narices de estos condecorados, el Comandante ha cambiado las leyes de las Fuerzas, les empató una milicia inconstitucional, les cambió los términos de su seguridad social, les copió el uniforme castrosoviético, las escuelas, las líneas de mando. Los maneja como soldaditos de plomo en un tablero. La única muestra de que están vivos es su grito: “Patria Socialista o Muerte, íVenceremos!”. Estos son los herederos del glorioso Ejército Libertador, unos sirvientes de un proyecto personalista que ha arruinado a Venezuela.
Se merecen que los disfracen de Cascanueces, que los pongan bajo el mando de soldados cubanos, merecen comandar esa horda de ancianos, gordas (os) e indigentes que integran esas tales milicias, que no son más que una Corte de los Milagros que el Comandante habilita para meternos miedo, para que creamos que esa abuela que apenas puede con el fusil va a tener las bolas de dispararnos. Lo lamento por los militares que han pactado con el régimen a cambio de su tranquilidad económica, de un ascenso o de lograr el retiro “sin levantar mucho polvo”. Lo lamento por quienes piensan que una pensión o una cuenta bancaria es más importante que la palabra, que la carrera, que un juramento sagrado, que el honor, que la herencia de la historia y sobre todo, pero muy por sobre todo, que el ejemplo que dan a sus hijos.
En ese mar de indignidades, sin embargo, se levantan voces que nos dan ánimo, que nos hacen pensar que todavía en las filas militares hay venezolanos criados en democracia, defensores de la justicia y respetuosos de su uniforme. Son aquellos que han preferido que los degraden, que los encarcelen, que los insulten, que les quiten las pensiones, que los condenen a la pobreza y al exilio, antes que ceder ante el régimen. Me quito el sombrero ante Carlos Alfonso Martínez, Francisco Usón, Felipe Rodríguez, Otto Gebauer y cientos de militares que perdieron su carrera, sus bienes y hasta su familia por oponerse a la masacre de la democracia venezolana. Ninguno de ellos transigió, ninguno cambió su posición ni su declaración. Hoy tienen una vida difícil, encarcelados, en el exilio o perseguidos por la injusticia revolucionaria.
Soldaditos con chapitas de latón, escuchen: hay que tener pantalones, valor y dignidad para comportarse como el General Angel Vivas, llevado a juicio ante un tribunal militar acusado de los delitos de insubordinación, desobediencia y falta al decoro. El delito real del General Vivas es haber acudido al TSJ en el año 2008 para oponerse al lema cubano “Patria, Socialismo o Muerte, Venceremos” impuesto a la Fuerza Armada Nacional por Hugo Chávez. El 28 de abril de 2010 este militar se defendió de los cargos en su contra con un escrito que deberían leer todos los militares de este país.
“Yo, Angel Omar Vivas Perdomo, General de la República de Venezuela, Acuso:
* Acuso a aquellos quienes, desde el poder y por la vía de hecho IMPUSIERON; y a aquellos quienes portando sobre sus hombros las más altas jerarquías de la institución armada y ocupando las más altas posiciones de comando PERMITIERON, que ese lema extranjero, cubano, “Patria, Socialismo o Muerte, Venceremos” penetrara en la Fuerza Armada nacional, viéndose obligados nuestros oficiales y soldados a usarlo, humillándose de esta forma los estandartes de guerra de nuestras unidades, deshonrando sus símbolos y lemas, de los cuales, muchos de ellos datan desde nuestra guerra de independencia, tienen sangre de nuestros libertadores y están cargados de gloria y honor militar venezolano y que son muchos de ellos más antiguos que la República de Cuba misma, donde este lema, sinónimo de opresión y muerte en su propia tierra fue creado, el 5 de marzo de 1960 por el dictador Fidel Castro.
* Acuso a quienes me acusan, a aquellos quienes debiendo estar de mi lado, defendiendo lo que yo estoy defendiendo, que no es otra cosa que la Constitución, la Institución y nuestros valores patrios más sagrados sobre los cuales fue fundada nuestra nacionalidad, cumpliendo el juramento que hicimos todos, incluyendo los que nos encontramos en esta audiencia vistiendo el uniforme militar venezolano; ahora amenazan mi libertad con la intención de doblegarme, no lo conseguirán. Podrán meterme preso, podrán asesinarme, en todo caso tendrán sólo el cuerpo del General Vivas pero nadie tendrá al General Vivas, nadie logrará que este soldado se rinda ante intereses extranjeros o ante aquellas personas que están entregando la patria y rindiendo sus armas a esos intereses extranjeros.
Yo los acuso a todos de traición, los acuso de traicionar el juramento que hicimos ante Dios y en presencia de la Bandera. Espero que algún día no muy lejano la patria se los demande, como claramente reza el juramento. Permítanme finalizar mis palabras con el lema con el cual nació Venezuela: íMUERA LA TIRANIA íVIVA LA LIBERTAD!, Generalísimo Francisco de Miranda”.
El delito de Traición a la Patria está claramente configurado cuando el país es entregado a una nación extranjera, para que maneje los puntos más álgidos de la seguridad nacional. Los enviados de Fidel Castro están dentro de los cuarteles, comandando y participando de los secretos de la defensa nacional, controlan la data de los ciudadanos desde el SAIME, Seniat, CNE; saben de las propiedades y negocios de los ciudadanos, a través de su control sobre los Registros y Notarías; bajo la figura de “asesoría” penetran la educación, la red eléctrica nacional y las empresas básicas del estado. Comenzaron por controlar la salud y la seguridad social, ahora son dueños del país. El Comandante, dadivoso con su mentor, realiza negocios con Cuba que más temprano que tarde serán develados. Nunca ha habido tantos petrodólares en Cuba, nunca habían sido exportadores de crudo. Ahora tienen ayuda para construir casas, carreteras, refinerías y sistemas eléctricos. En pago, los arquitectos cubanos, incapaces de rescatar el casco histórico de La Habana, son traídos a Caracas por el Comandante para que rescaten la zona colonial de la capital.
El General Antonio Rivero desembuchó lo que todos los militares saben: la entrega del país al castrismo. Desde La Habana se dictan las líneas de agresión del régimen a los venezolanos. Ante la debacle electoral que se avecina el 26 de septiembre y cuya primera clarinada fueron las trucadas primarias rojas, la jauría oficialista se lanza sobre las cabezas de la oposición, especialmente sobre quienes ellos consideran “traidores”. Por eso le quitan la granja sustento de la familia del capitán Carlos Guyón. Por eso cercan a Henry Falcón, por eso enjuician a Wilmer Azuaje.
Quienes crean en medio de esta debacle política y socioeconómica, que todo está perdido, que no hay oposición, que no hay salida a corto plazo, les digo: hay miles de venezolanos en el exterior hablando sobre lo que sucede en Venezuela, el Comandante ya no puede engañar a nadie. Tenemos demócratas incólumes, millones de venezolanos que no se han dejado comprar por una beca, una bolsa de comida o un contrato. Está un Oswaldo Alvarez Paz preso por decir la verdad, unos Comisarios condenados a 30 años por defender nuestras vidas, un Antonio Ledezma que no baja la cabeza, unos gobernadores de oposición que mantienen la esperanza de buenos gobiernos pese a las infames limitaciones presupuestarias.
Los demócratas tienen que estar orgullosos de un Diego Arria, que se niega a negociar su propiedad y su dignidad con delincuentes; de un Lorenzo Mendoza, que con todo el dinero del mundo sigue pegado aquí en su país, luchando por defender unas empresas que le dan el sustento a miles de familias venezolanas; de una María Corina Machado, que pudiendo vivir tranquilamente en cualquier hermoso rincón del planeta, se ha fajado a luchar por su tierra; de unos presidentes de Fedecámaras, de Consecomercio, de Fedenaga, que por encima de todo han defendido la prosperidad del país, el derecho de propiedad, los puestos de trabajo.
Tenemos demócratas para rato en las amas de casa, en los estudiantes, en los profesores, en los padres, que una y otra vez han salido a marchar y a protestar para que no nos quiten el derecho a ser educados en libertad. Por si fuera poco, la Curia venezolana se ha volcado a proteger a los hombres y mujeres de este país, siempre buscando la justicia y exigiendo igualdades. Se me quedan en el tintero muchos venezolanos que desde sus posiciones tienen once años enfrascados en la defensa de la democracia. Y en esta semana de la Libertad de Prensa, hago un especial homenaje a los periodistas, que hemos puesto toda nuestra carne en el asador para que ustedes, sean demócratas o chavistas, puedan legar a sus hijos un país donde se respete el pensamiento, la vida, la propiedad y se ejerza la justicia para todos. Los tiempos de Dios son perfectos, tengan fe.
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