Los dueños de esclavos siempre se preocuparían por la salud y la alimentación de sus "máquinas humanas",
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Los dueños de esclavos siempre se preocuparían por la salud y la alimentación de sus "máquinas humanas",
El plátano, bendición de Fray Tomás
Guillermo Jiménez Soler
Uno de los grandes bienhechores de Cuba es Fray Tomás Berlanga, un fraile español, a quien la ingratitud, como en tantas de las cosas realmente trascendentes para el bienestar del hombre, ha desterrado a sus protagonistas al más oscuro de los olvidos.
Así ha ocurrido también con este buen fraile, quien en 1514 tomara la bendita iniciativa de llevar desde Canarias a la Española algunos hijuelos de variedades de plátanos, desde donde serían introducidos en Cuba entre 1516 y 1526, probablemente por la región de Baracoa, donde se acomodaran desde entonces.
Nada más injusto, pues el plátano ha sido uno de los alimentos más socorridos para nuestras clases desvalidas en todas las épocas y en especial en los períodos de notoria escasez de alimentos debido a su extraordinaria facilidad de reproducción mediante los hijuelos que la propia planta desprende, a su poca exigencia para fructificar y su bondad para cosecharlo, puesto que su casi nunca limitante son los vientos huracanados que suelen desprender sus pocas profundas raíces.
El origen de ese plátano amigo de los caribeños cubanos es objeto de polémicas eruditas pero generalmente se admite como oriundo de la India, de las Filipinas y del Archipiélago Malayo. Aunque se acepta como no aborigen de América, el sabio naturalista alemán Alejandro de Humboldt afirmó el siglo pasado que al menos dos variedades eran originarias de América.
Existen varias leyendas sobre su creación. Los egipcios lo atribuían a un injerto de la caña de azúcar en la raíz del ñame. Para otros proviene del propio paraíso perdido por la humanidad, pues la serpiente, ese animal fatal a quien debemos todos los males de la especie humana, cuando incitara mañosa y sibilina a Adán y Eva a comer la manzana prohibida por Jehová estaba enredada en un árbol de plátano — y no de un manzano como es más lógico presumir —, de ahí que Línneo al clasificar la especie dentro de su magna obra la bautizara como Musa Paradisíaca en recuerdo de aquel incidente.
Existen infinidad de variedades, agrupadas en dos grandes familias, las que se comen como frutas o las que generalmente se llaman bananos y aquellas otras ingeridas previa cocción, a las que se les denominan plátanos, propiamente dicho. Son estos últimos, en sus tres variedades de hembra, macho o burro, con su fruto bien maduro o sin haber madurado aún, los característicos de la mesa cubana.
Fue tan feliz su adaptación a nuestro medio que una gran mayoría de cubanos todavía lo cree nacido en estas tierras. De cualquier forma, el pueblo siempre lo ha equiparado con sus más típicos y antiguos platos a la mesa, o sea, esos tubérculos o raíces tuberosas que, como la yuca, la malanga, el boniato, el ñame y la papa, son de tal importancia en las humildes mesas que siempre se las ha clasificado junto a aquéllas con el nombre particular de viandas.
El plátano está tan unido a la identidad nacional cubana dominicana y Boricua que el habla popular ha creado, desde al menos el siglo pasado, el vocablo aplatanado — no aceptado aún por la Real Academia de la Lengua —, aplicable a aquellos extranjeros cuando se han asimilado a las costumbres del país.
Una de las más fuertes razones en su inserción cultural entre nosotros se remonta a la implantación durante el siglo pasado del modelo esclavista de plantación. En efecto, para una gran parte de nuestra población, al menos para esos esclavos introducidos en grandes números a partir del siglo XIX, el plátano sería alimento consuetudinario durante todo el tiempo de vigencia de esa estructura de producción. Los dueños de esclavos siempre se preocuparían por la salud y la alimentación de sus "máquinas humanas", sus principales inversiones de capital, de tal forma que establecieron ya en aquella época una especie de dieta balanceada y de acuerdo con cierto rendimiento económico.
El Reglamento de Esclavos, promulgado en 1842, ordenaba en su artículo 6 la siguiente ración: 6 u 8 plátanos o equivalente a boniatos, ñame, yucas u otras raíces alimenticias; 8 onzas de tasajo o bacalao; 4 onzas de arroz y de otras menestras o harina de maíz. Según Moreno Fraginals en su importante obra El Ingenio, el plátano sería el preferido entre los primeros, el alimento sempiterno, el cual incluso en muchas plantaciones se les daba a los esclavos ad libitum.
Quizás por ello el plátano ha estado asociado siempre a la influencia africana en nuestra mesa. Uno de los platos antiguos de la cocina popular cubana es el llamado fufú, una especie de puré de plátano salcochado adobado con carne o pelleja del puerco, ajo y otros condimentos, sobre cuyo origen existen criterios diferenciados por parte de dos de nuestros principales eruditos.
Según Bachiller y Morales, el origen de la palabra fufú no es africana como tantas veces se ha repetido, quizás por su sonido, sino proviene de las voces inglesas ¡food, food (¡a comer, a comer!) con lo que los negreros convocaban a sus piezas para repartirles los alimentos en los barcos que los traían hacia Cuba y que por un barbarismo y homofonía del vocablo aplicaron a uno de los alimentos frecuentes en sus plantaciones esclavas.
http://www.archivocubano.org/soler.html
Guillermo Jiménez Soler
Uno de los grandes bienhechores de Cuba es Fray Tomás Berlanga, un fraile español, a quien la ingratitud, como en tantas de las cosas realmente trascendentes para el bienestar del hombre, ha desterrado a sus protagonistas al más oscuro de los olvidos.
Así ha ocurrido también con este buen fraile, quien en 1514 tomara la bendita iniciativa de llevar desde Canarias a la Española algunos hijuelos de variedades de plátanos, desde donde serían introducidos en Cuba entre 1516 y 1526, probablemente por la región de Baracoa, donde se acomodaran desde entonces.
Nada más injusto, pues el plátano ha sido uno de los alimentos más socorridos para nuestras clases desvalidas en todas las épocas y en especial en los períodos de notoria escasez de alimentos debido a su extraordinaria facilidad de reproducción mediante los hijuelos que la propia planta desprende, a su poca exigencia para fructificar y su bondad para cosecharlo, puesto que su casi nunca limitante son los vientos huracanados que suelen desprender sus pocas profundas raíces.
El origen de ese plátano amigo de los caribeños cubanos es objeto de polémicas eruditas pero generalmente se admite como oriundo de la India, de las Filipinas y del Archipiélago Malayo. Aunque se acepta como no aborigen de América, el sabio naturalista alemán Alejandro de Humboldt afirmó el siglo pasado que al menos dos variedades eran originarias de América.
Existen varias leyendas sobre su creación. Los egipcios lo atribuían a un injerto de la caña de azúcar en la raíz del ñame. Para otros proviene del propio paraíso perdido por la humanidad, pues la serpiente, ese animal fatal a quien debemos todos los males de la especie humana, cuando incitara mañosa y sibilina a Adán y Eva a comer la manzana prohibida por Jehová estaba enredada en un árbol de plátano — y no de un manzano como es más lógico presumir —, de ahí que Línneo al clasificar la especie dentro de su magna obra la bautizara como Musa Paradisíaca en recuerdo de aquel incidente.
Existen infinidad de variedades, agrupadas en dos grandes familias, las que se comen como frutas o las que generalmente se llaman bananos y aquellas otras ingeridas previa cocción, a las que se les denominan plátanos, propiamente dicho. Son estos últimos, en sus tres variedades de hembra, macho o burro, con su fruto bien maduro o sin haber madurado aún, los característicos de la mesa cubana.
Fue tan feliz su adaptación a nuestro medio que una gran mayoría de cubanos todavía lo cree nacido en estas tierras. De cualquier forma, el pueblo siempre lo ha equiparado con sus más típicos y antiguos platos a la mesa, o sea, esos tubérculos o raíces tuberosas que, como la yuca, la malanga, el boniato, el ñame y la papa, son de tal importancia en las humildes mesas que siempre se las ha clasificado junto a aquéllas con el nombre particular de viandas.
El plátano está tan unido a la identidad nacional cubana dominicana y Boricua que el habla popular ha creado, desde al menos el siglo pasado, el vocablo aplatanado — no aceptado aún por la Real Academia de la Lengua —, aplicable a aquellos extranjeros cuando se han asimilado a las costumbres del país.
Una de las más fuertes razones en su inserción cultural entre nosotros se remonta a la implantación durante el siglo pasado del modelo esclavista de plantación. En efecto, para una gran parte de nuestra población, al menos para esos esclavos introducidos en grandes números a partir del siglo XIX, el plátano sería alimento consuetudinario durante todo el tiempo de vigencia de esa estructura de producción. Los dueños de esclavos siempre se preocuparían por la salud y la alimentación de sus "máquinas humanas", sus principales inversiones de capital, de tal forma que establecieron ya en aquella época una especie de dieta balanceada y de acuerdo con cierto rendimiento económico.
El Reglamento de Esclavos, promulgado en 1842, ordenaba en su artículo 6 la siguiente ración: 6 u 8 plátanos o equivalente a boniatos, ñame, yucas u otras raíces alimenticias; 8 onzas de tasajo o bacalao; 4 onzas de arroz y de otras menestras o harina de maíz. Según Moreno Fraginals en su importante obra El Ingenio, el plátano sería el preferido entre los primeros, el alimento sempiterno, el cual incluso en muchas plantaciones se les daba a los esclavos ad libitum.
Quizás por ello el plátano ha estado asociado siempre a la influencia africana en nuestra mesa. Uno de los platos antiguos de la cocina popular cubana es el llamado fufú, una especie de puré de plátano salcochado adobado con carne o pelleja del puerco, ajo y otros condimentos, sobre cuyo origen existen criterios diferenciados por parte de dos de nuestros principales eruditos.
Según Bachiller y Morales, el origen de la palabra fufú no es africana como tantas veces se ha repetido, quizás por su sonido, sino proviene de las voces inglesas ¡food, food (¡a comer, a comer!) con lo que los negreros convocaban a sus piezas para repartirles los alimentos en los barcos que los traían hacia Cuba y que por un barbarismo y homofonía del vocablo aplicaron a uno de los alimentos frecuentes en sus plantaciones esclavas.
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Azali- Admin
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Re: Los dueños de esclavos siempre se preocuparían por la salud y la alimentación de sus "máquinas humanas",
REGLAMENTO DE LA ESCLAVITUD DE 1842
Este es el reglamento que se promulgó en 1842 para las colonias, pero sería bueno ver cómo era el que sustituyó.
Algo como esto debía haber para su aplicación en territorio español...
REGLAMENTO DE LA ESCLAVITUD DE 1842
Art. 1. Todo dueño de esclavos deberá instruirlos en los principios de la religión Católica Apostólica Romana para que puedan ser bautizados si ya no lo estuvieren, y en caso necesidad, les auxiliará con agua del socorro, por ser constante que cualquiera pueda hacerlo en tales circunstancias.
Art. 2. La instrucción a que se refiere el artículo anterior deberá darse por las noches después de concluir el trabajo, y acto continuo se les hará rezar el rosario o algunas otras oraciones devotas.
Art. 3. En los domingos y fiestas de ambos preceptos, después de llenar las practicas religiosas, podrán los dueños o encargados de las fincas emplear la dotación de ellas por espacio de dos horas en asear las casas y oficinas; pero no más tiempo, ni ocuparlos en las labores de la hacienda a menos que sea en las épocas de recolección, o en otras atenciones que no admitan espera, pues en estos casos trabajarán como en los días de labor.
Art. 4. Cuidarán bajo su responsabilidad que a los esclavos ya bautizados que tengan las edades necesarias para ello, se les administren los sacramentos cuando lo tiene dispuesto la Santa Madre Iglesia, o sea necesario.
Art. 5. Pondrán el mayor esmero y diligencia posible en hacerles comprender la obediencia que deben a las autoridades constituidas, la obligación de reverenciar a los sacerdotes, de respetar a las personas blancas, de comportarse bien con las gentes de color, y de vivir en buena armonía con sus compañeros.
Art. 6. Los amos darán precisamente a sus esclavos de campo dos o tres comidas al día como mejor les parezca, con tal que sean suficientes para mantenerlos y reponerlos de sus fatigas, teniendo entendido que se regula como alimento diario y de absoluta necesidad para cada individuo seis u ocho plátanos o su equivalente en buniatos, ñame, yucas y otras raíces alimenticias, ocho onzas de carne o bacalao, y cuatro onzas de arroz u otra menestra o harina.
Art. 7. Deberán darles también dos esquifaciones al año en los meses de Diciembre y Mayo, compuestas cada una de camisa y calzón de coleta o rusia, un gorro o sombrero y un pañuelo; y en la de Diciembre se les añadirá alternando, un año una camisa o chaqueta de bayeta, y otro año una frazada para abrigarse durante el invierno.
Art. 8. Los negros recién nacidos o pequeños, cuyas madres vayan a los trabajos de la finca, serán alimentados con cosas muy ligeras como sopas, atoles, leche u otras semejantes, hasta que salgan de la lactancia y de la dentición.
Art. 9. Mientras las madres estuvieren en el trabajo, quedarán todos los chiquillos en una casa o habitación que deberá haber en todos los ingenios o cafetales, la cual estará al cuidado de una o mas negras que el amo o mayordomo crea necesario según el número de aquellos.
Art. 10. Si enfermasen durante la lactancia, deberán entonces ser alimentados a los pechos de sus mismas madres; separando a estas de las labores o tareas del campo, y aplicándolas a otras ocupaciones domésticas.
Art. 11. Hasta que cumplan la edad de tres años deberán tener camisillas de listado, en la de tres a seis podrán ser de coleta; a las hembras de seis a doce se les darán sayas o camisas largas, y a los varones de seis a catorce se les proveerá también de calzones, siguiendo después de estas edades de orden de los demás.
Art. 12. En tiempos ordinarios trabajarán los esclavos de nueve a diez horas diarias arreglándolas el amo del modo que mejor le parezca. En los ingenios durante la zafra o recolección serán diez y seis las horas del trabajo repartidas de manera que les proporcionen dos de descanso durante el día, y seis en la noche para dormir.
Art. 13. En los domingos y fiestas de ambos preceptos, y en las horas de descanso los días que fueren de labor, se permitirá a los esclavos emplearse dentro de la finca en manufacturas u ocupaciones que cedan en su personal beneficio y utilidad, para poder adquirir peculio y proporcionarse la libertad.
Art. 14. No podrá obligarse a trabajar por tareas a los esclavos varones mayores de sesenta años o menos de diez y siete; ni a las esclavas, ni tampoco se empleará a ninguna de estas clases en trabajos no conformes a su sexo, edades, fuerza y robustez.
Art. 15. Los esclavos que por su avanzada edad o por enfermedad no se hallen en estado de trabajar, deberán ser alimentados por los dueños, y no podrán concederles la libertad para descargarse de ellos a no ser que les provean de peculio suficiente a satisfacción de la justicia, con audiencia del Procurador Síndico para que puedan mantenerse sin necesidad de otro auxilio.
Art. 16. En toda finca habrá una pieza segura destinada para depósito de los instrumentos de labor, cuya llave no se confiará jamás a ningún esclavo.
Art. 17. Al salir para el trabajo se dará a cada esclavo el instrumento de que haya de servirse en la ocupación del día, y tan luego como regrese se les recogerá y encerrará en el depósito.
Art. 18. No saldrá de la hacienda esclavo alguno con ningún instrumento de labor, y menos con armas de cualquiera clase, a no ser que fuere acompañando al amo o mayordomo, o a las familias de estos, en cuyo caso podrá llevar su machete y no mas.
Art. 19. Los esclavos de una finca no podrán visitar a los de otra sin el consentimiento expreso de los amos o mayordomos de ambas; y cuando tengan que ir a finca ajena o salir de la suya, llevarán licencia escrita de su propio dueño o mayordomo con las señas del esclavo, fecha del día, mes y año, expresión del punto a que se dirijan y término porque se les ha concedido.
Art. 20. Todo individuo de cualquiera clase, color y condición que sea está autorizado para detener al esclavo que encuentre fuera de la casa o terrenos de su amo, si no le presenta la licencia escrita que debe llevar, o presentándola advierte que ha variado notoriamente el rumbo o dirección del punto a que debía encaminarse, o que está vencido el término por el cual se le concedió y le deberá conducir a la finca mas inmediata, cuyo dueño le recibirá y asegurará dando aviso al amo del esclavo si fuere del mismo partido; o al pedáneo para que oficie a quien corresponda a fin de que pueda ser corregido el fugitivo por la persona a quien pertenezca.
Art. 21. Los dueños o mayordomos de fincas, no recibirán gratificación alguna por los esclavos prófugos que aprehendieren o les fueren entregados a virtud de lo dispuesto en el artículo anterior, en atención a ser un servicio que recíprocamente se deben prestar los hacendados y redunda en su privativa utilidad. Los demás aprehensores serán remunerados por el amo del esclavo con la cuota de cuatro pesos señalada por la captura en el reglamento de cimarrones.
Art. 22. Tendrá el amo que satisfacer además de los gastos de alimento, curación si hubiere sido necesario hacerla, y lo demás que previene el mismo reglamento de cimarrones.
Art. 23. Permitirán los amos que sus esclavos se diviertan y recreen honestamente los días festivos después de haber cumplido con las prácticas religiosas; pero sin salir de la finca, ni juntarse con los de otras, y haciéndolo en lugar abierto y a la vista de los mismos amos, mayordomos o capataces, hasta ponerse el sol a toque de oraciones y no más.
Art. 24. Se encarga muy particularmente a los dueños y mayordomos la mas exacta vigilancia para impedir el exceso en la bebida y la introducción en las diversiones de los esclavos de otra finca y de otros hombres de color libres.
Art. 25. Los amos cuidarán con el mayor esmero de construir para los esclavos solteros habitaciones espaciosas en punto seco y ventilado con separación para los dos sexos y bien cerradas y aseguradas con llave, en las cuales se mantendrá una luz en alto toda la noche; y permitiéndoselo sus facultades, harán una habitación aislada para cada matrimonio.
Art. 26. A la hora de retirarse a dormir (que en las noches largas será a las ocho, y en las cortas a las nueve) se pasará lista a los esclavos para que no queden fuera de su habitación sino los guardieros, de los cuales uno deberá destinarse para vigilar que todos guarden silencio y dar parte inmediatamente al amo o mayordomo de cualquier movimiento de los mismos compañeros, de las gentes que llegaren de fuera, o de cualquier otro acaecimiento interesante que ocurriere
Art. 27. Asimismo habrá en cada finca una pieza cerrada y asegurada con la división oportuna para cada sexo y otras dos además para los casos de enfermedades contagiosas, donde serán asistidos los esclavos que cayeren enfermos por facultativos en los casos graves, y por enfermeros o enfermeras en los males leves en que solo se necesita de remedios caseros pero siempre con buenas medicinas, alimentos adecuados y con el mayor aseo.
Art. 28. Los enfermos a ser posible, serán colocados en camas separadas, compuestas de un jergón, estera o petate, cabezal, manta y sábana, o en un tablado que preste el desahogo suficiente para las curaciones de los individuos que en él se reúnan, pero siempre en alto.
Art. 29. Los dueños de esclavos deberán evitar los tratos ilícitos de ambos sexos fomentando los matrimonios: no impedirán el que se casen con los de otros dueños, y proporcionarán a los casados la reunión bajo un mismo techo.
Art. 30. Para conseguir esta reunión y que los cónyuges cumplan el fin del matrimonio, seguirá la mujer al marido comprándola el dueño de éste por el precio en que se conviniere con el de aquella, y sí no a justa tasación por peritos de ambas partes y un tercero en caso de discordia, y si el amo del marido no se allanare a hacer la compra, tendrá acción el amo de la mujer para comprar al marido. En el evento de que ni uno ni otro dueño se hallare en disposición de hacer la compra que le incumba, se venderá el matrimonio esclavo reunido a un tercero.
Art. 31. Cuando el amo del marido comprare la mujer deberá comprar también con ella los hijos que tuviere menores de tres años, en razón a que según derecho hasta que cumpla esa edad deben las madres nodrescerlos y criarlos.
Art. 32. Los amos podrán ser obligados por las justicias a vender sus esclavos cuando les causen vejaciones, les den mal trato o cometan con ellos otros excesos contrarios a la humanidad y racionales modos con que deben tratarlos.
La venta se hará en estos casos por el precio que tasaren peritos de ambas partes, o la justicia en el caso de que alguno de ellos rehusare hacer nombramiento, y en tercero en discordia cuando fuere necesario, pero si hubiere comprador que quiera tomarlos sin tasación por el precio que exija el amo, no podrá la justicia impedir que se haga la venta a su favor.
Art. 33. Cuando los amos vendan sus esclavos por conveniencia o voluntad propia, estarán en libertad de hacerlo por el precio que les acomode, según la mayor o menor estimación en que los tuvieren.
Art. 34. Ningún amo podrá resistirse a coartar sus esclavos siempre que se les exhiban al menos cincuenta pesos a cuenta de su precio.
Art. 35. Los esclavos coartados, no podrán ser vendidos en más precio que el que se les hubiere fijado en su última coartación y con esta condición pasarán de comprador a comprador.
Sin embargo, si el esclavo quisiere ser vendido contra la voluntad de su amo sin justo motivo para ello, o diere margen con su mal proceder a la enajenación, podrá el amo aumentar al precio de la coartación el importe de la acaballa y los derechos de la escritura que causare su venta.
Art. 36. Siendo el beneficio de la coartación personalísimo, no gozarán de él los hijos de las madres coartadas, y así podrán ser vendidos como los otros esclavos enteros
Art. 37. Los dueños darán la libertad a sus esclavos en el momento en que les aporten el precio de su estimación legítimamente adquirido, cuyo precio en el caso de no convenirse entre sí los interesados se fijará por un perito que nombre el amo de su parte o en su defecto la justicia, otro que elegirá el Síndico Procurador general en representación del esclavo, y un tercero elegido por dicha justicia en caso de discordia.
Art. 38. Ganarán la libertad y además un precio de quinientos pesos el esclavo que descubra cualquiera conspiración tramada por otro de su clase o por personas libres para trastornar el orden público.
Si los denunciadores fueren muchos y se presentaren a la vez a hacer la denuncia, o de una manera que no deje la menor duda de que el último o últimos que se hubieren presentado no podían tener idea de que la conspiración estaba ya denunciada, ganarán todos la libertad, y repartirán entre si a prorrata los quinientos pesos de la gratificación asignada.
Cuando la denuncia tuviere por objeto revelar una confabulación, o el proyecto de algún atentado de esclavo u hombre libre contra el dueño, su mujer, hijo, padre, administrador o mayoral de la finca, se recomienda al dueño el uso de la generosidad con que el siervo o siervos que también han llenado los deberes de fieles y buenos servidores, por lo mucho que les interesa ofrecer estímulos a la lealtad.
Art. 39. El precio de la libertad y el premio a que se refiere el párrafo primero del precedente artículo, serán satisfechos del fondo que ha de formarse de las multas que exijan por las infracciones de este reglamento o de cualquier otro de los que pertenecen al gobierno.
Art. 40. También adquirirán los esclavos su libertad cuando se les otorgue por testamento, o de cualquier otro modo legalmente justificado, y procedente de motivo honesto o laudable.
Art. 41. Los esclavos están obligados a obedecer y respetar como a padres de familias, a sus dueños, mayordomos, mayorales y demás superiores y a desempeñar las tareas y trabajos que se les señalasen, y el que faltare a alguna de estas obligaciones podrá y deberá ser castigado correccionalmente por el que haga de jefe en la finca según la calidad del defecto o exceso, con prisión, grillete, cadena, maza o cepo donde se les pondrá por los pies y nunca de cabeza, o con azotes que no podrán pasar del número de veinte y cinco.
Art. 42. Cuando los esclavos cometieren excesos de mayor consideración, o algún delito para cuyo castigo o escarmiento no sean suficientes las penas correccionales de que habla el artículo anterior, serán asegurados y presentados a la justicia para que con audiencia de su amo si no los entrega a la noxa o con la del Síndico Procurador si los entregase o no quisiese seguir el juicio se proceda a lo que haya lugar en derecho; pero en el caso de que el dueño no haya desemperado o cedido a la noxa el esclavo, y este fuere condenado a la satisfacción de daños y menoscabos a un tercero, deberá responder el dueño de ellos, sin perjuicio de que al esclavo delincuente se le aplique la pena corporal o de otra clase que merezcan el delito.
Art. 43. Solo los dueños, mayordomos o mayorales podrán castigar correccionalmente a los esclavos con la moderación y penas que quedan prevenidas, y cualquier otro que lo hiciere sin mandato expreso del dueño o contra su voluntad, le causare otra lesión o daño, incurrirá en las penas establecidas por las leyes, siguiéndose la causa a instancia del dueño o en su defecto a instancias del Síndico Procurador, como protector de esclavos, si el exceso no es de aquellos que interesen a la vindicta pública, o de oficio si fuere de esta última clase.
Art. 44. El dueño, encargado o dependiente de la finca que deje de cumplir o infrinjan cualquiera de las disposiciones contenidas en este reglamento incurrirán por la primera vez en la multa de veinte a cincuenta pesos, por la segunda de cuarenta a ciento, y por la tercera de ochenta a doscientos; según la mayor o menor importancia del artículo infringido.
Art. 45. Las multas serán satisfechas por el dueño de la finca o persona que fuere culpable de la omisión o infracción, y en caso de no poderlas satisfacer por falta de numerario sufrirá un día de cárcel por cada peso de los que importe la multa.
Art. 46. Si las faltas de los dueños o encargados de regir la esclavitud en las fincas fueren por exceso en las penas correccionales causando a los esclavos contusiones graves, heridas o mutilación de miembros u otro daño mayor, además de las multas pecuniarias citadas, se procederá criminalmente contra el que hubiere causado el daño a instancia del Síndico Procurador o de oficio para imponer la pena correspondiente al delito cometido, y se obligará al dueño a vender el esclavo si hubiere quedado útil para el trabajo o a darle la libertad si quedase inhábil y a contribuirle con la cuota diaria que señalase la justicia para manutención y vestuario mientras viva el esclavo, pagaderas por meses adelantados.
Art. 47. Las multas se aplicarán en esta forma, una tercera parte de su importe a la justicia o pedáneo que la imponga y las dos restantes al fondo que ha de formarse en el Gobierno político de cada distrito, para los casos de que trata el art. 38, a cuyo fin se entregarán bajo recibo a la Secretaría de aquel.
Art. 48. Los Tenientes de Gobernador, justicias y pedáneos cuidarán de la puntual observancia de este Reglamento, y de sus omisiones o excesos serán inevitablemente responsables.
Más informacióen en: http://www.cedt.org
Leer más: http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=2144&cadena=#ixzz0qsuQ4qhF
Este es el reglamento que se promulgó en 1842 para las colonias, pero sería bueno ver cómo era el que sustituyó.
Algo como esto debía haber para su aplicación en territorio español...
REGLAMENTO DE LA ESCLAVITUD DE 1842
Art. 1. Todo dueño de esclavos deberá instruirlos en los principios de la religión Católica Apostólica Romana para que puedan ser bautizados si ya no lo estuvieren, y en caso necesidad, les auxiliará con agua del socorro, por ser constante que cualquiera pueda hacerlo en tales circunstancias.
Art. 2. La instrucción a que se refiere el artículo anterior deberá darse por las noches después de concluir el trabajo, y acto continuo se les hará rezar el rosario o algunas otras oraciones devotas.
Art. 3. En los domingos y fiestas de ambos preceptos, después de llenar las practicas religiosas, podrán los dueños o encargados de las fincas emplear la dotación de ellas por espacio de dos horas en asear las casas y oficinas; pero no más tiempo, ni ocuparlos en las labores de la hacienda a menos que sea en las épocas de recolección, o en otras atenciones que no admitan espera, pues en estos casos trabajarán como en los días de labor.
Art. 4. Cuidarán bajo su responsabilidad que a los esclavos ya bautizados que tengan las edades necesarias para ello, se les administren los sacramentos cuando lo tiene dispuesto la Santa Madre Iglesia, o sea necesario.
Art. 5. Pondrán el mayor esmero y diligencia posible en hacerles comprender la obediencia que deben a las autoridades constituidas, la obligación de reverenciar a los sacerdotes, de respetar a las personas blancas, de comportarse bien con las gentes de color, y de vivir en buena armonía con sus compañeros.
Art. 6. Los amos darán precisamente a sus esclavos de campo dos o tres comidas al día como mejor les parezca, con tal que sean suficientes para mantenerlos y reponerlos de sus fatigas, teniendo entendido que se regula como alimento diario y de absoluta necesidad para cada individuo seis u ocho plátanos o su equivalente en buniatos, ñame, yucas y otras raíces alimenticias, ocho onzas de carne o bacalao, y cuatro onzas de arroz u otra menestra o harina.
Art. 7. Deberán darles también dos esquifaciones al año en los meses de Diciembre y Mayo, compuestas cada una de camisa y calzón de coleta o rusia, un gorro o sombrero y un pañuelo; y en la de Diciembre se les añadirá alternando, un año una camisa o chaqueta de bayeta, y otro año una frazada para abrigarse durante el invierno.
Art. 8. Los negros recién nacidos o pequeños, cuyas madres vayan a los trabajos de la finca, serán alimentados con cosas muy ligeras como sopas, atoles, leche u otras semejantes, hasta que salgan de la lactancia y de la dentición.
Art. 9. Mientras las madres estuvieren en el trabajo, quedarán todos los chiquillos en una casa o habitación que deberá haber en todos los ingenios o cafetales, la cual estará al cuidado de una o mas negras que el amo o mayordomo crea necesario según el número de aquellos.
Art. 10. Si enfermasen durante la lactancia, deberán entonces ser alimentados a los pechos de sus mismas madres; separando a estas de las labores o tareas del campo, y aplicándolas a otras ocupaciones domésticas.
Art. 11. Hasta que cumplan la edad de tres años deberán tener camisillas de listado, en la de tres a seis podrán ser de coleta; a las hembras de seis a doce se les darán sayas o camisas largas, y a los varones de seis a catorce se les proveerá también de calzones, siguiendo después de estas edades de orden de los demás.
Art. 12. En tiempos ordinarios trabajarán los esclavos de nueve a diez horas diarias arreglándolas el amo del modo que mejor le parezca. En los ingenios durante la zafra o recolección serán diez y seis las horas del trabajo repartidas de manera que les proporcionen dos de descanso durante el día, y seis en la noche para dormir.
Art. 13. En los domingos y fiestas de ambos preceptos, y en las horas de descanso los días que fueren de labor, se permitirá a los esclavos emplearse dentro de la finca en manufacturas u ocupaciones que cedan en su personal beneficio y utilidad, para poder adquirir peculio y proporcionarse la libertad.
Art. 14. No podrá obligarse a trabajar por tareas a los esclavos varones mayores de sesenta años o menos de diez y siete; ni a las esclavas, ni tampoco se empleará a ninguna de estas clases en trabajos no conformes a su sexo, edades, fuerza y robustez.
Art. 15. Los esclavos que por su avanzada edad o por enfermedad no se hallen en estado de trabajar, deberán ser alimentados por los dueños, y no podrán concederles la libertad para descargarse de ellos a no ser que les provean de peculio suficiente a satisfacción de la justicia, con audiencia del Procurador Síndico para que puedan mantenerse sin necesidad de otro auxilio.
Art. 16. En toda finca habrá una pieza segura destinada para depósito de los instrumentos de labor, cuya llave no se confiará jamás a ningún esclavo.
Art. 17. Al salir para el trabajo se dará a cada esclavo el instrumento de que haya de servirse en la ocupación del día, y tan luego como regrese se les recogerá y encerrará en el depósito.
Art. 18. No saldrá de la hacienda esclavo alguno con ningún instrumento de labor, y menos con armas de cualquiera clase, a no ser que fuere acompañando al amo o mayordomo, o a las familias de estos, en cuyo caso podrá llevar su machete y no mas.
Art. 19. Los esclavos de una finca no podrán visitar a los de otra sin el consentimiento expreso de los amos o mayordomos de ambas; y cuando tengan que ir a finca ajena o salir de la suya, llevarán licencia escrita de su propio dueño o mayordomo con las señas del esclavo, fecha del día, mes y año, expresión del punto a que se dirijan y término porque se les ha concedido.
Art. 20. Todo individuo de cualquiera clase, color y condición que sea está autorizado para detener al esclavo que encuentre fuera de la casa o terrenos de su amo, si no le presenta la licencia escrita que debe llevar, o presentándola advierte que ha variado notoriamente el rumbo o dirección del punto a que debía encaminarse, o que está vencido el término por el cual se le concedió y le deberá conducir a la finca mas inmediata, cuyo dueño le recibirá y asegurará dando aviso al amo del esclavo si fuere del mismo partido; o al pedáneo para que oficie a quien corresponda a fin de que pueda ser corregido el fugitivo por la persona a quien pertenezca.
Art. 21. Los dueños o mayordomos de fincas, no recibirán gratificación alguna por los esclavos prófugos que aprehendieren o les fueren entregados a virtud de lo dispuesto en el artículo anterior, en atención a ser un servicio que recíprocamente se deben prestar los hacendados y redunda en su privativa utilidad. Los demás aprehensores serán remunerados por el amo del esclavo con la cuota de cuatro pesos señalada por la captura en el reglamento de cimarrones.
Art. 22. Tendrá el amo que satisfacer además de los gastos de alimento, curación si hubiere sido necesario hacerla, y lo demás que previene el mismo reglamento de cimarrones.
Art. 23. Permitirán los amos que sus esclavos se diviertan y recreen honestamente los días festivos después de haber cumplido con las prácticas religiosas; pero sin salir de la finca, ni juntarse con los de otras, y haciéndolo en lugar abierto y a la vista de los mismos amos, mayordomos o capataces, hasta ponerse el sol a toque de oraciones y no más.
Art. 24. Se encarga muy particularmente a los dueños y mayordomos la mas exacta vigilancia para impedir el exceso en la bebida y la introducción en las diversiones de los esclavos de otra finca y de otros hombres de color libres.
Art. 25. Los amos cuidarán con el mayor esmero de construir para los esclavos solteros habitaciones espaciosas en punto seco y ventilado con separación para los dos sexos y bien cerradas y aseguradas con llave, en las cuales se mantendrá una luz en alto toda la noche; y permitiéndoselo sus facultades, harán una habitación aislada para cada matrimonio.
Art. 26. A la hora de retirarse a dormir (que en las noches largas será a las ocho, y en las cortas a las nueve) se pasará lista a los esclavos para que no queden fuera de su habitación sino los guardieros, de los cuales uno deberá destinarse para vigilar que todos guarden silencio y dar parte inmediatamente al amo o mayordomo de cualquier movimiento de los mismos compañeros, de las gentes que llegaren de fuera, o de cualquier otro acaecimiento interesante que ocurriere
Art. 27. Asimismo habrá en cada finca una pieza cerrada y asegurada con la división oportuna para cada sexo y otras dos además para los casos de enfermedades contagiosas, donde serán asistidos los esclavos que cayeren enfermos por facultativos en los casos graves, y por enfermeros o enfermeras en los males leves en que solo se necesita de remedios caseros pero siempre con buenas medicinas, alimentos adecuados y con el mayor aseo.
Art. 28. Los enfermos a ser posible, serán colocados en camas separadas, compuestas de un jergón, estera o petate, cabezal, manta y sábana, o en un tablado que preste el desahogo suficiente para las curaciones de los individuos que en él se reúnan, pero siempre en alto.
Art. 29. Los dueños de esclavos deberán evitar los tratos ilícitos de ambos sexos fomentando los matrimonios: no impedirán el que se casen con los de otros dueños, y proporcionarán a los casados la reunión bajo un mismo techo.
Art. 30. Para conseguir esta reunión y que los cónyuges cumplan el fin del matrimonio, seguirá la mujer al marido comprándola el dueño de éste por el precio en que se conviniere con el de aquella, y sí no a justa tasación por peritos de ambas partes y un tercero en caso de discordia, y si el amo del marido no se allanare a hacer la compra, tendrá acción el amo de la mujer para comprar al marido. En el evento de que ni uno ni otro dueño se hallare en disposición de hacer la compra que le incumba, se venderá el matrimonio esclavo reunido a un tercero.
Art. 31. Cuando el amo del marido comprare la mujer deberá comprar también con ella los hijos que tuviere menores de tres años, en razón a que según derecho hasta que cumpla esa edad deben las madres nodrescerlos y criarlos.
Art. 32. Los amos podrán ser obligados por las justicias a vender sus esclavos cuando les causen vejaciones, les den mal trato o cometan con ellos otros excesos contrarios a la humanidad y racionales modos con que deben tratarlos.
La venta se hará en estos casos por el precio que tasaren peritos de ambas partes, o la justicia en el caso de que alguno de ellos rehusare hacer nombramiento, y en tercero en discordia cuando fuere necesario, pero si hubiere comprador que quiera tomarlos sin tasación por el precio que exija el amo, no podrá la justicia impedir que se haga la venta a su favor.
Art. 33. Cuando los amos vendan sus esclavos por conveniencia o voluntad propia, estarán en libertad de hacerlo por el precio que les acomode, según la mayor o menor estimación en que los tuvieren.
Art. 34. Ningún amo podrá resistirse a coartar sus esclavos siempre que se les exhiban al menos cincuenta pesos a cuenta de su precio.
Art. 35. Los esclavos coartados, no podrán ser vendidos en más precio que el que se les hubiere fijado en su última coartación y con esta condición pasarán de comprador a comprador.
Sin embargo, si el esclavo quisiere ser vendido contra la voluntad de su amo sin justo motivo para ello, o diere margen con su mal proceder a la enajenación, podrá el amo aumentar al precio de la coartación el importe de la acaballa y los derechos de la escritura que causare su venta.
Art. 36. Siendo el beneficio de la coartación personalísimo, no gozarán de él los hijos de las madres coartadas, y así podrán ser vendidos como los otros esclavos enteros
Art. 37. Los dueños darán la libertad a sus esclavos en el momento en que les aporten el precio de su estimación legítimamente adquirido, cuyo precio en el caso de no convenirse entre sí los interesados se fijará por un perito que nombre el amo de su parte o en su defecto la justicia, otro que elegirá el Síndico Procurador general en representación del esclavo, y un tercero elegido por dicha justicia en caso de discordia.
Art. 38. Ganarán la libertad y además un precio de quinientos pesos el esclavo que descubra cualquiera conspiración tramada por otro de su clase o por personas libres para trastornar el orden público.
Si los denunciadores fueren muchos y se presentaren a la vez a hacer la denuncia, o de una manera que no deje la menor duda de que el último o últimos que se hubieren presentado no podían tener idea de que la conspiración estaba ya denunciada, ganarán todos la libertad, y repartirán entre si a prorrata los quinientos pesos de la gratificación asignada.
Cuando la denuncia tuviere por objeto revelar una confabulación, o el proyecto de algún atentado de esclavo u hombre libre contra el dueño, su mujer, hijo, padre, administrador o mayoral de la finca, se recomienda al dueño el uso de la generosidad con que el siervo o siervos que también han llenado los deberes de fieles y buenos servidores, por lo mucho que les interesa ofrecer estímulos a la lealtad.
Art. 39. El precio de la libertad y el premio a que se refiere el párrafo primero del precedente artículo, serán satisfechos del fondo que ha de formarse de las multas que exijan por las infracciones de este reglamento o de cualquier otro de los que pertenecen al gobierno.
Art. 40. También adquirirán los esclavos su libertad cuando se les otorgue por testamento, o de cualquier otro modo legalmente justificado, y procedente de motivo honesto o laudable.
Art. 41. Los esclavos están obligados a obedecer y respetar como a padres de familias, a sus dueños, mayordomos, mayorales y demás superiores y a desempeñar las tareas y trabajos que se les señalasen, y el que faltare a alguna de estas obligaciones podrá y deberá ser castigado correccionalmente por el que haga de jefe en la finca según la calidad del defecto o exceso, con prisión, grillete, cadena, maza o cepo donde se les pondrá por los pies y nunca de cabeza, o con azotes que no podrán pasar del número de veinte y cinco.
Art. 42. Cuando los esclavos cometieren excesos de mayor consideración, o algún delito para cuyo castigo o escarmiento no sean suficientes las penas correccionales de que habla el artículo anterior, serán asegurados y presentados a la justicia para que con audiencia de su amo si no los entrega a la noxa o con la del Síndico Procurador si los entregase o no quisiese seguir el juicio se proceda a lo que haya lugar en derecho; pero en el caso de que el dueño no haya desemperado o cedido a la noxa el esclavo, y este fuere condenado a la satisfacción de daños y menoscabos a un tercero, deberá responder el dueño de ellos, sin perjuicio de que al esclavo delincuente se le aplique la pena corporal o de otra clase que merezcan el delito.
Art. 43. Solo los dueños, mayordomos o mayorales podrán castigar correccionalmente a los esclavos con la moderación y penas que quedan prevenidas, y cualquier otro que lo hiciere sin mandato expreso del dueño o contra su voluntad, le causare otra lesión o daño, incurrirá en las penas establecidas por las leyes, siguiéndose la causa a instancia del dueño o en su defecto a instancias del Síndico Procurador, como protector de esclavos, si el exceso no es de aquellos que interesen a la vindicta pública, o de oficio si fuere de esta última clase.
Art. 44. El dueño, encargado o dependiente de la finca que deje de cumplir o infrinjan cualquiera de las disposiciones contenidas en este reglamento incurrirán por la primera vez en la multa de veinte a cincuenta pesos, por la segunda de cuarenta a ciento, y por la tercera de ochenta a doscientos; según la mayor o menor importancia del artículo infringido.
Art. 45. Las multas serán satisfechas por el dueño de la finca o persona que fuere culpable de la omisión o infracción, y en caso de no poderlas satisfacer por falta de numerario sufrirá un día de cárcel por cada peso de los que importe la multa.
Art. 46. Si las faltas de los dueños o encargados de regir la esclavitud en las fincas fueren por exceso en las penas correccionales causando a los esclavos contusiones graves, heridas o mutilación de miembros u otro daño mayor, además de las multas pecuniarias citadas, se procederá criminalmente contra el que hubiere causado el daño a instancia del Síndico Procurador o de oficio para imponer la pena correspondiente al delito cometido, y se obligará al dueño a vender el esclavo si hubiere quedado útil para el trabajo o a darle la libertad si quedase inhábil y a contribuirle con la cuota diaria que señalase la justicia para manutención y vestuario mientras viva el esclavo, pagaderas por meses adelantados.
Art. 47. Las multas se aplicarán en esta forma, una tercera parte de su importe a la justicia o pedáneo que la imponga y las dos restantes al fondo que ha de formarse en el Gobierno político de cada distrito, para los casos de que trata el art. 38, a cuyo fin se entregarán bajo recibo a la Secretaría de aquel.
Art. 48. Los Tenientes de Gobernador, justicias y pedáneos cuidarán de la puntual observancia de este Reglamento, y de sus omisiones o excesos serán inevitablemente responsables.
Más informacióen en: http://www.cedt.org
Leer más: http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=2144&cadena=#ixzz0qsuQ4qhF
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Azali- Admin
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Re: Los dueños de esclavos siempre se preocuparían por la salud y la alimentación de sus "máquinas humanas",
Por eso mataron a los indios en muchas partes, porque no se dejaban, pues los indios eran los dueños de las tierras. En las islas caribeñas acabaron con los indios, pues vieron que los negros eran mas sumisos y les servian mejor como esclavos, tal vez por eso en Cuba existe ese socialismo enfermizo, pues en Cuba hay muchos negros y en Cuba exterminaron a los indios, eso es lo que fué, un exterminio, en USA exterminaron una parte, la otra está en reservaciones, todo esto son cosas tristes
comocomo- Cantidad de envíos : 2208
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