Lady Gaga, la rarita.
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Lady Gaga, la rarita.
Edad: 24 años. Profesión: nueva reina del pop. Desde Madonna o Prince, la industria musical no había sufrido una irrupción tan estruendosa como la de esta maestra de la provocación y la extravagancia. Drogas, alcohol, salidas de tono... los escándalos la hacen huir de las entrevistas, pero en ésta nos ofrece un desnudo casi integral.
Lady Gaga se ha convertido en una especie de mito, al nivel de artistas como Prince o Madonna. Después de vender 15 millones de álbumes en todo el mundo, otros 40 millones de singles y de convertirse en objetivo prioritario de la prensa amarilla y del corazón, las innumerables peticiones de entrevistas que recibe raramente son atendidas. La anterior a ésta, de hecho, terminó de forma abrupta: la artista se marchó a mitad de la charla, llorando a moco tendido. Los paparazi la han pillado varias veces con el mal aspecto característico de muchas estrellas sometidas a un estrés constante. Hay quien habla de trastornos de la alimentación, de lesiones autoinfligidas... A lo largo de las últimas semanas, Lady Gaga ha protagonizado bajones muy acusados: conciertos cancelados en el último minuto por agotamiento e irregularidades cardiacas, un amago de desmayo sobre el escenario... Pero, claro, cuando la revista Time acaba de incluirte en su lista de las cien personas más influyentes del planeta, todos esperan de ti que te vuelvas un poco, digamos, a lo Michael Jackson.
Dos cosas me llaman la atención nada más verla en nuestra cita en Berlín. La primera de ellas es que no va vestida de modo muy normal, en absoluto. Tocada con una peluca gris plateada que le llega hasta el pecho, lleva el rostro cubierto por un velo negro de encaje mientras que una capa le cae sobre los hombros. Parece una fabulosa reina surgida de un cuento de hadas. La segunda cuestión en la que te fijas es en que es encantadora; absolutamente encantadora. Lo que se oculta bajo el velo y la capa, en el fondo, es una chica neoyorquina bajita, de buena familia católica, con los ojos oscuros y brillantes y un travieso sentido del humor. Decido ponerlo a prueba con mi primera pregunta.
–Ya sé ve que usted es una persona físicamente pequeña y frágil, pero ¿cómo es que siempre está desmayándose?
–Porque llevo una vida tan frenética que casi no tengo tiempo para comer, pero no sufro ningún trastorno de la alimentación. Un poco de MDMA [éxtasis] de vez en cuando no le hace daño a nadie, pero las drogas apenas las pruebo. La cocaína ya ni la toco. Tampoco fumo. Bueno, un cigarrillo de tarde en tarde, con un whisky, cuando estoy trabajando porque así me relajo un poco. Pero siempre tengo mucho cuidado con mi voz. Me encanta sentir que suena poderosa y sana en el escenario. Me cuido.
–Acabo de leer que, durante su última actuación en Nueva York, enfureció a los organizadores al negarse a pasear por la alfombra roja y que después sufrió un ataque de pánico y se encerró en el camerino. Una de tantas noticias sobre el presunto hundimiento de Lady Gaga que aparecen en la prensa. ¿Todo eso que se cuenta es verdad?
–¡Para nada estaba nerviosa! Y, si quieres saber la verdad, las alfombras rojas me importan una mierda. No me gustan ni me gusta andar por ellas. Para empezar, las ropas que llevo no pegan ni con cola con esas alfombras horrorosas [Lady Gaga ha llevado algunos modelos memorables, como el abrigo confeccionado con cabezas de la rana Gustavo o el sujetador del que brotan fuegos artificiales...]. Hollywood ya no es lo que era. Yo no quiero ser percibida como... [hace una pausa] como otra más de esas petardas vestidas de gala, pero de nerviosa... nada. ¡Qué chorrada!
–Sin embargo, los rumores de hundimiento personal y de neurosis son persistentes. Con 24 años solamente, usted maneja la fama y un acoso mediático desmesurado sola y por su cuenta. Por si fuera poco, su gira mundial incluye 161 actuaciones. ¿Cómo se las arregla para esquivar los demonios de la depresión o el pánico?
–Con las pastillas que me receta el médico. Soy totalmente incapaz de controlar mis pensamientos, pero eso me gusta [ríe]. Lorca ya dijo que sentirse torturado es bueno. Los pensamientos tienen vida propia, pero lo mismo pasa con la música. Constantemente me viene a la cabeza. Por eso me hice este tatuaje [me muestra su blanco brazo donde hay tatuada una cita del poeta Rainer Maria Rilke: «En la hora más callada de la noche, confiésate a ti mismo que morirías si te prohibieran escribir. Y busca en lo profundo de tu corazón, donde éste tiene sus raíces, la respuesta. Y pregúntate a ti mismo: ¿debo escribir?»].
–Veo que le gustan los tatuajes.
–Los tatuajes tienen su propio poder. Me tatué la frase para [otra pausa]... para ser más constante en la creación de mi música. La gente dice que tendría que tomarme un respiro, pero ¿para qué? ¿Qué pretenden?, ¿que me vaya de vacaciones a la playa?
–La muerte es una presencia recurrente en su trabajo. El tema central de la gira Fame Monster era el apocalipsis, en su nuevo espectáculo acaba devorada por un gigantesco pez abisal y durante la gala de los premios MTV una araña de luces se desplomaba sobre su cabeza. ¿Ha estado cerca de la muerte alguna vez? ¿Sufre alguna enfermedad?
–[Silencio] Tengo pálpitos del corazón... y otras cosas.
–¿En los últimos tiempos?
–Sí, pero no pasa nada. Es por la fatiga y cosas así. Yo estoy muy conectada con mi tía Joanne, que murió de lupus. Es algo muy personal. No quiero que mis fans se preocupen por mí.
–El lupus es una enfermedad genética, ¿verdad?
–Sí.
–¿Y se ha hecho pruebas médicas?
–Sí [hace una pausa], pero no quiero que la gente se preocupe.
–¿Cuándo fue la última vez que tuvo que ir a urgencias?
–El otro día, en Tokio. Tenía problemas para respirar. Me dieron un poco de oxígeno y salí al escenario. No pasó nada importante. Pero, como digo, no quiero inquietar a nadie.
El momento es extraño. Lady Gaga sigue mirándome fijamente y con mucha calma. El lupus es una enfermedad por la cual el sistema inmunológico ataca al organismo. En ningún momento reconoce explícitamente estar enferma de lupus, pero no hay duda de que Lady Gaga se siente muy afectada por la muerte de su tía. La fecha del fallecimiento, 1976, aparece entrelazada en el tatuaje de Rilke que lleva en el brazo. Cuando le pregunto si alguna vez viste de forma normal, me dice que lo único medianamente «normal» que tiene en su armario es un par de pantalones cortos de algodón color rosa, con bordado de flores que, en tiempos, perteneció a su tía.
–Esos shorts son de hace casi 40 años. Me los pongo cuando necesito que ella me proteja.
–Usted es una estrella del pop capaz de lanzar tres canciones clásicas, al nivel de Abba, en un solo año, mientras va vestida con una langosta en la cabeza. ¿En qué gasta todo el dinero que gana?
–Hace poco les compré un coche a mis padres. Un Rolls Royce.
Lady Gaga suele hablar de lo unida que está a sus padres, en particular a su padre, un músico de rock que tocaba en bares y que acabó ganando mucho dinero tras montar una empresa por Internet. Cuando Lady Gaga tenía 13 años, la situación financiera familiar era tan desahogada que la enviaron a estudiar al mismo colegio que la heredera Paris Hilton. Sin embargo, el rollo `rarito´ de Lady Gaga no tiene nada de impostado. En el colegio, cuando todavía se llamaba Stefani Germanotta, era una chica gótica con el cabello teñido de negro y obsesionada con Judy Garland, Led Zeppelin y David Bowie.
–Mi padre es muy italiano, así que le compré un coche al estilo de El padrino. Hice que se lo entregaran el día de su aniversario de bodas. La verdad es que casi no tengo gastos, y la fama tampoco me dice mucho. El dinero lo invierto en mis espectáculos, pero a mí no me gusta estar siempre de compras. No compro diamantes, porque no sé de dónde proceden. Lo único en que me gasto el dinero es en trapitos. Bueno, hay otra cosa en la que también me gasto el dinero: en desaparecer, porque detesto a los fotógrafos. Hay quien dice que es imposible desaparecer cuando una es famosa, pero no es cierto. Si estás dispuesta a invertir en seguridad en tanta medida como en ropas o diamantes, siempre puedes desaparecer. Mienten los que dicen que no puedes. Lo dicen porque, en el fondo, les gusta andar rodeados de fotógrafos.
Pasamos a hablar de la industria musical. Lady Gaga afirma que no le importa que la gente se descargue su música gratuitamente en la Red, «porque yendo de gira se gana mucho dinero». Para mi sorpresa, se muestra conmovedoramente apasionada cuando sostiene que la mayoría de los artistas son, simplemente, «unos vagos».
–Me dan repelús todos esos cantantes famosos que se contentan con sacar un disco de vez en cuando y poco menos que te obligan a comprarlo. Su actitud hacia los fans me parece mezquina. Lo menos que puedes hacer es ir de gira e interpretar las nuevas canciones para tus admiradores de la India, Japón o Inglaterra. La industria musical de hoy no me convence en absoluto. La industria musical era mucho mejor en el año 1982.
Lady Gaga afirma que no le importa que la gente se descargue su música gratuitamente de la red porque yendo de gira se gana mucho dinero. Los artistas famosos pueden sacarse más de 40 millones de dólares en un ciclo de dos años de giras. Y los de primer nivel sacan más de 100 millones. La cantante ha compuesto y grabado la mayoría de los temas de su próximo álbum en el curso de esta gira enorme, técnicamente compleja y con todas las entradas vendidas en el mundo entero.
–¿Puede adelantarnos algo de su próximo disco?
–¡No puedo decir nada! Eso sí, la gente va a flipar. A veces hay quien me pregunta si sería capaz de resumir en una frase quién soy o cómo es mi vida, pues este disco es la respuesta. Porque hace poco [hace una pausa] viví una experiencia casi milagrosa y desde entonces me siento mucho más unida a Dios.
–Usted fue educada en el catolicismo. Cuando habla de Dios, ¿se está refiriendo al Dios de los católicos? ¿O a un Dios diferente más espiritual, más del tipo new age?
–Más espiritual. No quiero hablar mucho del asunto, porque es mejor esperar a que salga el disco, pero yo diría que la religión resulta muy confusa para todos, y para mí en particular, porque no hay una sola religión que no proscriba o condene a uno u otro grupo de personas. Y yo creo por completo en el amor y el perdón, sin excluir a nadie.
De forma más que sorprendente, dado que ya es bastante tarde, Lady Gaga me ha concedido una hora de su tiempo. La cantante, antes de despedirnos, se vuelve hacia mí e invita con calidez:
–¿Por qué no te vienes con nosotros esta noche? Nunca he salido de marcha con una periodista, así que serías la primera. Seguro que lo pasaremos bien. Vamos a ir a un antiguo club berlinés. ¡De fiesta con Lady Gaga!
Medianoche. Lady Gaga, de nuevo vestida con las bragas, el sujetador, las medias de red y el negro modelo de tafetán, lleva un buen rato en el exterior del O2 World Arena de Berlín, de pie bajo la lluvia gélida, firmando autógrafos para los admiradores.
Sus fans son conocidos por dedicarle una lealtad sin límites, la misma con la que ella les responde. Lady Gaga se refiere a ellos como a «mis monstruitos». Hacen dibujos de ella, se tatúan de forma parecida, rompen a llorar si su ídolo los toca con sus manos. Es defensora a ultranza de «todos los frikis» [las chicas gordas, los adolescentes homosexuales, los siniestros, los gafotas, todos aquellos grupos que en los colegios acostumbran a ser el objeto de todas las burlas].
Los paparazi hacen amago de seguirnos en sus coches, pero parece que lo que Lady Gaga me dijo durante la entrevista es cierto: basta gastarte el dinero suficiente en seguridad para impedir las maniobras de los fotógrafos. En el caso que nos ocupa, resulta suficiente con situar a dos hombres corpulentos justo delante de sus vehículos, cerrándoles el paso, hasta que nos hayamos esfumado.
El club al que vamos es de estilo industrial, con un interior laberíntico. Somos un grupo pequeño: Lady Gaga, yo, Adrian, su maquillador, su jefe de seguridad y quizá un par de personas más. Llegamos a la pequeña pista de baile del club. Cualquier otro famoso en este momento se sentaría en uno de los privés para vips y esperaría a que alguien viniera a servir las bebidas. Pero, en su lugar, con la capa ondeante y con aspecto similar al de uno de los sketches de El cristal oscuro, Lady Gaga se encamina directamente a la barra y se apoya en ella con gesto de noctámbula habitual.
–«¿Qué os pido para beber?», pregunta a voz en grito, tras de lo cual ordena una ronda a la camarera.
–Me encantan los bares cutres de toda la vida –explica la artista–. En eso siempre he sido muy auténtica.
Lady Gaga se ha convertido en una especie de mito, al nivel de artistas como Prince o Madonna. Después de vender 15 millones de álbumes en todo el mundo, otros 40 millones de singles y de convertirse en objetivo prioritario de la prensa amarilla y del corazón, las innumerables peticiones de entrevistas que recibe raramente son atendidas. La anterior a ésta, de hecho, terminó de forma abrupta: la artista se marchó a mitad de la charla, llorando a moco tendido. Los paparazi la han pillado varias veces con el mal aspecto característico de muchas estrellas sometidas a un estrés constante. Hay quien habla de trastornos de la alimentación, de lesiones autoinfligidas... A lo largo de las últimas semanas, Lady Gaga ha protagonizado bajones muy acusados: conciertos cancelados en el último minuto por agotamiento e irregularidades cardiacas, un amago de desmayo sobre el escenario... Pero, claro, cuando la revista Time acaba de incluirte en su lista de las cien personas más influyentes del planeta, todos esperan de ti que te vuelvas un poco, digamos, a lo Michael Jackson.
Dos cosas me llaman la atención nada más verla en nuestra cita en Berlín. La primera de ellas es que no va vestida de modo muy normal, en absoluto. Tocada con una peluca gris plateada que le llega hasta el pecho, lleva el rostro cubierto por un velo negro de encaje mientras que una capa le cae sobre los hombros. Parece una fabulosa reina surgida de un cuento de hadas. La segunda cuestión en la que te fijas es en que es encantadora; absolutamente encantadora. Lo que se oculta bajo el velo y la capa, en el fondo, es una chica neoyorquina bajita, de buena familia católica, con los ojos oscuros y brillantes y un travieso sentido del humor. Decido ponerlo a prueba con mi primera pregunta.
–Ya sé ve que usted es una persona físicamente pequeña y frágil, pero ¿cómo es que siempre está desmayándose?
–Porque llevo una vida tan frenética que casi no tengo tiempo para comer, pero no sufro ningún trastorno de la alimentación. Un poco de MDMA [éxtasis] de vez en cuando no le hace daño a nadie, pero las drogas apenas las pruebo. La cocaína ya ni la toco. Tampoco fumo. Bueno, un cigarrillo de tarde en tarde, con un whisky, cuando estoy trabajando porque así me relajo un poco. Pero siempre tengo mucho cuidado con mi voz. Me encanta sentir que suena poderosa y sana en el escenario. Me cuido.
–Acabo de leer que, durante su última actuación en Nueva York, enfureció a los organizadores al negarse a pasear por la alfombra roja y que después sufrió un ataque de pánico y se encerró en el camerino. Una de tantas noticias sobre el presunto hundimiento de Lady Gaga que aparecen en la prensa. ¿Todo eso que se cuenta es verdad?
–¡Para nada estaba nerviosa! Y, si quieres saber la verdad, las alfombras rojas me importan una mierda. No me gustan ni me gusta andar por ellas. Para empezar, las ropas que llevo no pegan ni con cola con esas alfombras horrorosas [Lady Gaga ha llevado algunos modelos memorables, como el abrigo confeccionado con cabezas de la rana Gustavo o el sujetador del que brotan fuegos artificiales...]. Hollywood ya no es lo que era. Yo no quiero ser percibida como... [hace una pausa] como otra más de esas petardas vestidas de gala, pero de nerviosa... nada. ¡Qué chorrada!
–Sin embargo, los rumores de hundimiento personal y de neurosis son persistentes. Con 24 años solamente, usted maneja la fama y un acoso mediático desmesurado sola y por su cuenta. Por si fuera poco, su gira mundial incluye 161 actuaciones. ¿Cómo se las arregla para esquivar los demonios de la depresión o el pánico?
–Con las pastillas que me receta el médico. Soy totalmente incapaz de controlar mis pensamientos, pero eso me gusta [ríe]. Lorca ya dijo que sentirse torturado es bueno. Los pensamientos tienen vida propia, pero lo mismo pasa con la música. Constantemente me viene a la cabeza. Por eso me hice este tatuaje [me muestra su blanco brazo donde hay tatuada una cita del poeta Rainer Maria Rilke: «En la hora más callada de la noche, confiésate a ti mismo que morirías si te prohibieran escribir. Y busca en lo profundo de tu corazón, donde éste tiene sus raíces, la respuesta. Y pregúntate a ti mismo: ¿debo escribir?»].
–Veo que le gustan los tatuajes.
–Los tatuajes tienen su propio poder. Me tatué la frase para [otra pausa]... para ser más constante en la creación de mi música. La gente dice que tendría que tomarme un respiro, pero ¿para qué? ¿Qué pretenden?, ¿que me vaya de vacaciones a la playa?
–La muerte es una presencia recurrente en su trabajo. El tema central de la gira Fame Monster era el apocalipsis, en su nuevo espectáculo acaba devorada por un gigantesco pez abisal y durante la gala de los premios MTV una araña de luces se desplomaba sobre su cabeza. ¿Ha estado cerca de la muerte alguna vez? ¿Sufre alguna enfermedad?
–[Silencio] Tengo pálpitos del corazón... y otras cosas.
–¿En los últimos tiempos?
–Sí, pero no pasa nada. Es por la fatiga y cosas así. Yo estoy muy conectada con mi tía Joanne, que murió de lupus. Es algo muy personal. No quiero que mis fans se preocupen por mí.
–El lupus es una enfermedad genética, ¿verdad?
–Sí.
–¿Y se ha hecho pruebas médicas?
–Sí [hace una pausa], pero no quiero que la gente se preocupe.
–¿Cuándo fue la última vez que tuvo que ir a urgencias?
–El otro día, en Tokio. Tenía problemas para respirar. Me dieron un poco de oxígeno y salí al escenario. No pasó nada importante. Pero, como digo, no quiero inquietar a nadie.
El momento es extraño. Lady Gaga sigue mirándome fijamente y con mucha calma. El lupus es una enfermedad por la cual el sistema inmunológico ataca al organismo. En ningún momento reconoce explícitamente estar enferma de lupus, pero no hay duda de que Lady Gaga se siente muy afectada por la muerte de su tía. La fecha del fallecimiento, 1976, aparece entrelazada en el tatuaje de Rilke que lleva en el brazo. Cuando le pregunto si alguna vez viste de forma normal, me dice que lo único medianamente «normal» que tiene en su armario es un par de pantalones cortos de algodón color rosa, con bordado de flores que, en tiempos, perteneció a su tía.
–Esos shorts son de hace casi 40 años. Me los pongo cuando necesito que ella me proteja.
–Usted es una estrella del pop capaz de lanzar tres canciones clásicas, al nivel de Abba, en un solo año, mientras va vestida con una langosta en la cabeza. ¿En qué gasta todo el dinero que gana?
–Hace poco les compré un coche a mis padres. Un Rolls Royce.
Lady Gaga suele hablar de lo unida que está a sus padres, en particular a su padre, un músico de rock que tocaba en bares y que acabó ganando mucho dinero tras montar una empresa por Internet. Cuando Lady Gaga tenía 13 años, la situación financiera familiar era tan desahogada que la enviaron a estudiar al mismo colegio que la heredera Paris Hilton. Sin embargo, el rollo `rarito´ de Lady Gaga no tiene nada de impostado. En el colegio, cuando todavía se llamaba Stefani Germanotta, era una chica gótica con el cabello teñido de negro y obsesionada con Judy Garland, Led Zeppelin y David Bowie.
–Mi padre es muy italiano, así que le compré un coche al estilo de El padrino. Hice que se lo entregaran el día de su aniversario de bodas. La verdad es que casi no tengo gastos, y la fama tampoco me dice mucho. El dinero lo invierto en mis espectáculos, pero a mí no me gusta estar siempre de compras. No compro diamantes, porque no sé de dónde proceden. Lo único en que me gasto el dinero es en trapitos. Bueno, hay otra cosa en la que también me gasto el dinero: en desaparecer, porque detesto a los fotógrafos. Hay quien dice que es imposible desaparecer cuando una es famosa, pero no es cierto. Si estás dispuesta a invertir en seguridad en tanta medida como en ropas o diamantes, siempre puedes desaparecer. Mienten los que dicen que no puedes. Lo dicen porque, en el fondo, les gusta andar rodeados de fotógrafos.
Pasamos a hablar de la industria musical. Lady Gaga afirma que no le importa que la gente se descargue su música gratuitamente en la Red, «porque yendo de gira se gana mucho dinero». Para mi sorpresa, se muestra conmovedoramente apasionada cuando sostiene que la mayoría de los artistas son, simplemente, «unos vagos».
–Me dan repelús todos esos cantantes famosos que se contentan con sacar un disco de vez en cuando y poco menos que te obligan a comprarlo. Su actitud hacia los fans me parece mezquina. Lo menos que puedes hacer es ir de gira e interpretar las nuevas canciones para tus admiradores de la India, Japón o Inglaterra. La industria musical de hoy no me convence en absoluto. La industria musical era mucho mejor en el año 1982.
Lady Gaga afirma que no le importa que la gente se descargue su música gratuitamente de la red porque yendo de gira se gana mucho dinero. Los artistas famosos pueden sacarse más de 40 millones de dólares en un ciclo de dos años de giras. Y los de primer nivel sacan más de 100 millones. La cantante ha compuesto y grabado la mayoría de los temas de su próximo álbum en el curso de esta gira enorme, técnicamente compleja y con todas las entradas vendidas en el mundo entero.
–¿Puede adelantarnos algo de su próximo disco?
–¡No puedo decir nada! Eso sí, la gente va a flipar. A veces hay quien me pregunta si sería capaz de resumir en una frase quién soy o cómo es mi vida, pues este disco es la respuesta. Porque hace poco [hace una pausa] viví una experiencia casi milagrosa y desde entonces me siento mucho más unida a Dios.
–Usted fue educada en el catolicismo. Cuando habla de Dios, ¿se está refiriendo al Dios de los católicos? ¿O a un Dios diferente más espiritual, más del tipo new age?
–Más espiritual. No quiero hablar mucho del asunto, porque es mejor esperar a que salga el disco, pero yo diría que la religión resulta muy confusa para todos, y para mí en particular, porque no hay una sola religión que no proscriba o condene a uno u otro grupo de personas. Y yo creo por completo en el amor y el perdón, sin excluir a nadie.
De forma más que sorprendente, dado que ya es bastante tarde, Lady Gaga me ha concedido una hora de su tiempo. La cantante, antes de despedirnos, se vuelve hacia mí e invita con calidez:
–¿Por qué no te vienes con nosotros esta noche? Nunca he salido de marcha con una periodista, así que serías la primera. Seguro que lo pasaremos bien. Vamos a ir a un antiguo club berlinés. ¡De fiesta con Lady Gaga!
Medianoche. Lady Gaga, de nuevo vestida con las bragas, el sujetador, las medias de red y el negro modelo de tafetán, lleva un buen rato en el exterior del O2 World Arena de Berlín, de pie bajo la lluvia gélida, firmando autógrafos para los admiradores.
Sus fans son conocidos por dedicarle una lealtad sin límites, la misma con la que ella les responde. Lady Gaga se refiere a ellos como a «mis monstruitos». Hacen dibujos de ella, se tatúan de forma parecida, rompen a llorar si su ídolo los toca con sus manos. Es defensora a ultranza de «todos los frikis» [las chicas gordas, los adolescentes homosexuales, los siniestros, los gafotas, todos aquellos grupos que en los colegios acostumbran a ser el objeto de todas las burlas].
Los paparazi hacen amago de seguirnos en sus coches, pero parece que lo que Lady Gaga me dijo durante la entrevista es cierto: basta gastarte el dinero suficiente en seguridad para impedir las maniobras de los fotógrafos. En el caso que nos ocupa, resulta suficiente con situar a dos hombres corpulentos justo delante de sus vehículos, cerrándoles el paso, hasta que nos hayamos esfumado.
El club al que vamos es de estilo industrial, con un interior laberíntico. Somos un grupo pequeño: Lady Gaga, yo, Adrian, su maquillador, su jefe de seguridad y quizá un par de personas más. Llegamos a la pequeña pista de baile del club. Cualquier otro famoso en este momento se sentaría en uno de los privés para vips y esperaría a que alguien viniera a servir las bebidas. Pero, en su lugar, con la capa ondeante y con aspecto similar al de uno de los sketches de El cristal oscuro, Lady Gaga se encamina directamente a la barra y se apoya en ella con gesto de noctámbula habitual.
–«¿Qué os pido para beber?», pregunta a voz en grito, tras de lo cual ordena una ronda a la camarera.
–Me encantan los bares cutres de toda la vida –explica la artista–. En eso siempre he sido muy auténtica.
CalaveraDeFidel- Cantidad de envíos : 19144
Fecha de inscripción : 21/02/2009
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