<Los que no éramos fusilados éramos atacados por perros>
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<Los que no éramos fusilados éramos atacados por perros>
Herta Müller:
La premio Nobel rumana presentó en Madrid su novela «Todo lo que tengo lo llevo conmigo», el relato de la deportación a Ucrania, en 1945, de 100.000 rumanos de la minoría alemana
ANTONIO ASTORGA / MADRID
EFE
La premio Nobel rumana Herta Müller
La descarnada tragedia de miles de rumanos, deportados a una especie de «infierno gulag» en Ucrania en 1945 -donde el polvo del cemento era un cortina que cubría incluso a las ratas que merodeaban por los barracones-, es narrada de modo escalofriante por la premio Nobel Herta Müller en su nueva novela, «Todo lo que tengo lo llevo conmigo» (Siruela Nuevos Tiempos), que ha presentado en el Instituto Goethe.
Rumanía, finales de la Segunda Guerra Mundial. De las conversaciones mantenidas con su compatriota y amigo el poeta Oskar Pastior (1927-2006) y con otros supervivientes, como su madre, de las deportaciones de rumanos de origen alemán a las fauces de Stalin, Herta Müller reunió el material con el que después escribió «Todo lo que tengo lo llevo conmigo».
Herta Müller nació en Nitzkydorf, Rumanía, 1953, como miembro de la minoría alemana, pero desde 1987 vive en Berlín dedicada a la escritura. Estudió Filología alemana y rumana, y desde 1995 es miembro de la Academia Alemana de la Lengua y Literatura. Como señaló en la presentación de su libro Mercedes Monmany, crítica literaria de ABC y una de las mejores conocedoras de la literatura del Este, Herta Müller es una «maestra del lenguaje, que acerca la realidad del Holocausto y del estalinismo, que habla de la persecución y de la opresión a los disidentes por parte del dictador Ceacescu, y que nos transmite la realidad de las deportaciones de poblaciones enteras a la Rusia de Stalin, seres humanos que eran llevados a territorio ruso como auténtico “botines de guerra”; así se lo contó un poeta amigo suyo, Oskar Pastior».
Este es el «infierno gulag» y el universo literario de Herta Müller, de viva voz:
UCRANIA, 1945:
Mi madre fue una de las cien mil personas, que sufrieron durante cinco años la deportación a un campo de trabajo en Ucrania, en 1945. Más tarde conocí a Oskar Pastior, uno de los grandes poetas europeos, que también fue enviado allí, y me empezó a hablar de lo que sufrieron en esos campos, y creó términos como “el ángel del hambre”, “el tiempo de piel y huesos”. Trabajamos juntos el relato de los hechos, pero de pronto Oskar murió y sentí un vacío tremendo. Abandoné las notas y las dejé a un lado. Algunos años después, las retomé y me enfrenté al libro sola. Lo hice por Oskar Pastior, él lo habría querido.
LA DEPORTACIÓN:
En Rumania era un tema tabú. Todos los soldados rumanos habían tomado parte en las campañas hitlerianas de destrucción de la Unión Soviética, pero, en enero de 1945 -todavía meses antes de que terminara la guerra-, solo los miembros de la minoría alemana fueron enviados a Ucrania para trabajos forzados de reconstrucción. Cercan de 100.000 rumanos de origen alemán fueron transportados como “botines de guerra” en vagones de ganado hacia el Este. Un lustro en condiciones inimaginables. Realizaron trabajos extremadamente duros en minas de carbón, en la construcción y en las granjas colectivas. No había comida, muchos murieron de hambre. Padecieron el frío, la gente trabajaba a la intemperie y moría congelada. Sufrieron todo tipo de infecciones y enfermedades a causa de las terribles condiciones sanitarias y la mayoría de los que sobrevivieron volvieron mutilados o con enfermedades crónicas.
LAS HERIDAS DE LA GUERRA:
Mi libro “Todo lo que tengo lo llevo conmigo” no es una terapia para cerrar heridas. No. Yo no necesito ninguna terapia. El sistema estaba enfermo; una dictadura es un sistema enfermo y todo el que se opone a ella está perfectamente sano; son los demás los que no lo están.
LA MARCHA HACIA ALEMANIA:
Como miembro de una minoría alemana en Rumanía, no me sentí humillada por el hecho de que Alemania pagara por nosotros para llevarnos a su país, sino porque Rumanía me vendiera. Rumanos, húngaros y serbios queríamos salir, huir por el Danubio o por la frontera verde, muchos fueron fusilados y los que no atacados por perros de presa asesinos.
ODIO:
No sé por qué dicen que yo odio a Rumania. Eso es falso, mentira, algo que jamás entenderé. Quizás se basan en lo que critico. Sí, crítico a Rumania porque entiendo el patriotismo como una forma de señalar que algo no está bien. No está claro si Rumanía se está moviendo hacia la democracia.
LA MEMORIA:
La realidad es un material con el que la lengua trabaja; la vida es vivida no con fines de ser contada; el recuerdo es una materia prima que la lengua tiene que desmenuzar. Una frase es una obra de arte.
LA ESCRITURA:
Da sentido a mi vida, y llena un vacío, que de lo contrario existiría.
LA IDENTIDAD:
Es un concepto para los políticos, no para los individuos.
La premio Nobel rumana presentó en Madrid su novela «Todo lo que tengo lo llevo conmigo», el relato de la deportación a Ucrania, en 1945, de 100.000 rumanos de la minoría alemana
ANTONIO ASTORGA / MADRID
EFE
La premio Nobel rumana Herta Müller
La descarnada tragedia de miles de rumanos, deportados a una especie de «infierno gulag» en Ucrania en 1945 -donde el polvo del cemento era un cortina que cubría incluso a las ratas que merodeaban por los barracones-, es narrada de modo escalofriante por la premio Nobel Herta Müller en su nueva novela, «Todo lo que tengo lo llevo conmigo» (Siruela Nuevos Tiempos), que ha presentado en el Instituto Goethe.
Rumanía, finales de la Segunda Guerra Mundial. De las conversaciones mantenidas con su compatriota y amigo el poeta Oskar Pastior (1927-2006) y con otros supervivientes, como su madre, de las deportaciones de rumanos de origen alemán a las fauces de Stalin, Herta Müller reunió el material con el que después escribió «Todo lo que tengo lo llevo conmigo».
Herta Müller nació en Nitzkydorf, Rumanía, 1953, como miembro de la minoría alemana, pero desde 1987 vive en Berlín dedicada a la escritura. Estudió Filología alemana y rumana, y desde 1995 es miembro de la Academia Alemana de la Lengua y Literatura. Como señaló en la presentación de su libro Mercedes Monmany, crítica literaria de ABC y una de las mejores conocedoras de la literatura del Este, Herta Müller es una «maestra del lenguaje, que acerca la realidad del Holocausto y del estalinismo, que habla de la persecución y de la opresión a los disidentes por parte del dictador Ceacescu, y que nos transmite la realidad de las deportaciones de poblaciones enteras a la Rusia de Stalin, seres humanos que eran llevados a territorio ruso como auténtico “botines de guerra”; así se lo contó un poeta amigo suyo, Oskar Pastior».
Este es el «infierno gulag» y el universo literario de Herta Müller, de viva voz:
UCRANIA, 1945:
Mi madre fue una de las cien mil personas, que sufrieron durante cinco años la deportación a un campo de trabajo en Ucrania, en 1945. Más tarde conocí a Oskar Pastior, uno de los grandes poetas europeos, que también fue enviado allí, y me empezó a hablar de lo que sufrieron en esos campos, y creó términos como “el ángel del hambre”, “el tiempo de piel y huesos”. Trabajamos juntos el relato de los hechos, pero de pronto Oskar murió y sentí un vacío tremendo. Abandoné las notas y las dejé a un lado. Algunos años después, las retomé y me enfrenté al libro sola. Lo hice por Oskar Pastior, él lo habría querido.
LA DEPORTACIÓN:
En Rumania era un tema tabú. Todos los soldados rumanos habían tomado parte en las campañas hitlerianas de destrucción de la Unión Soviética, pero, en enero de 1945 -todavía meses antes de que terminara la guerra-, solo los miembros de la minoría alemana fueron enviados a Ucrania para trabajos forzados de reconstrucción. Cercan de 100.000 rumanos de origen alemán fueron transportados como “botines de guerra” en vagones de ganado hacia el Este. Un lustro en condiciones inimaginables. Realizaron trabajos extremadamente duros en minas de carbón, en la construcción y en las granjas colectivas. No había comida, muchos murieron de hambre. Padecieron el frío, la gente trabajaba a la intemperie y moría congelada. Sufrieron todo tipo de infecciones y enfermedades a causa de las terribles condiciones sanitarias y la mayoría de los que sobrevivieron volvieron mutilados o con enfermedades crónicas.
LAS HERIDAS DE LA GUERRA:
Mi libro “Todo lo que tengo lo llevo conmigo” no es una terapia para cerrar heridas. No. Yo no necesito ninguna terapia. El sistema estaba enfermo; una dictadura es un sistema enfermo y todo el que se opone a ella está perfectamente sano; son los demás los que no lo están.
LA MARCHA HACIA ALEMANIA:
Como miembro de una minoría alemana en Rumanía, no me sentí humillada por el hecho de que Alemania pagara por nosotros para llevarnos a su país, sino porque Rumanía me vendiera. Rumanos, húngaros y serbios queríamos salir, huir por el Danubio o por la frontera verde, muchos fueron fusilados y los que no atacados por perros de presa asesinos.
ODIO:
No sé por qué dicen que yo odio a Rumania. Eso es falso, mentira, algo que jamás entenderé. Quizás se basan en lo que critico. Sí, crítico a Rumania porque entiendo el patriotismo como una forma de señalar que algo no está bien. No está claro si Rumanía se está moviendo hacia la democracia.
LA MEMORIA:
La realidad es un material con el que la lengua trabaja; la vida es vivida no con fines de ser contada; el recuerdo es una materia prima que la lengua tiene que desmenuzar. Una frase es una obra de arte.
LA ESCRITURA:
Da sentido a mi vida, y llena un vacío, que de lo contrario existiría.
LA IDENTIDAD:
Es un concepto para los políticos, no para los individuos.
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