A mi burro, a mi burro… Mirian Celaya , sobre el deterioro de la "potencia medica"..
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A mi burro, a mi burro… Mirian Celaya , sobre el deterioro de la "potencia medica"..
A mi burro, a mi burro…
Agosto 20, 2010 at 15:35 · Clasificados en Sin Evasión
Foto: Orlando Luis
En mi infancia era muy popular una canción infantil que aludía a un burro enfermo para cuyos males siempre había alguna solución. “A mi burro, a mi burro, le duele la cabeza: El médico le manda una gorrita negra…”, cantábamos los niños a coro; y así seguía la tonadilla, dando salida en sus estrofas a cada malestar del cuadrúpedo que acababa completamente curado. Nunca pensé que llegaría el día en que envidiaría sincera y categóricamente a aquel burro, porque pese a las difíciles condiciones de supervivencia que impone la realidad cubana, todo se hace relativamente “llevadero” hasta que te ves precisado a asistir a una consulta médica. Ahí es donde comienza la verdadera agonía.
Recientemente mi madre tuvo que acudir al consultorio (médico de la familia) debido a un persistente malestar de la garganta. Allí, tras hacer la cola de rigor, un galeno tan anciano como ella o algo más, le orientó un exudado –que debía realizarse en el hospital de Emergencias– en busca de alguna posible bacteria. Precavido, el doctor le indicó tabletas de tetraciclina “para tomar después del exudado”. Es evidente que el médico conoce la realidad del sistema cubano de salud. El exudado no se pudo hacer porque en el laboratorio del hospital “no hay técnico” ni se sabe cuándo lo habrá; “ve a ver si te lo quieren hacer en el Calixto García”. No quisieron, o no pudieron. Resignada, y sin un diagnóstico, mi madre completó su “tratamiento” tomando los antibióticos: se descompuso del estómago y todavía presentó por varios días molestias en la garganta. (A mi burro, a mi burro, le duele la garganta: El médico le ha puesto una corbata blanca).
Pero el suyo es apenas un caso menor. Cuando aquí se visita alguna consulta médica se descubren casos que espeluznan. Una señora que conozco personalmente llegó a cierto hospital con sensación de adormecimiento en un brazo y mucho malestar general, dolor de cabeza incluido; sin más, le diagnosticaron infarto cerebral. Alarmadísimos, sus familiares acudieron entonces a otro hospital, esta vez a través de un amigo médico, amigo de otro médico con influencias, etc. Fue solo entonces que, tras los exámenes de rigor, obtuvieron el diagnóstico certero: la anciana estaba incubando una virosis, tenía deprimido el sistema inmunológico y –además– estaba haciendo rechazo a los antihistamínicos que le habían indicado para tratar su alergia, de ahí el adormecimiento de los miembros. Mejoró en pocos días.
Recientemente supe de un caso extremo. Se trataba de un hombre, también anciano, con cáncer de pulmón en fase terminal, a quien no le aplicaban oxígeno “para que no creara dependencia”. Falleció en pocos días; lo cual era inevitable, solo que pasó una agonía atroz. No estoy autorizada tampoco a citar esta fuente, pero se trata de un caso de la vida real, de mi propio municipio (Centro Habana). Este humildísimo anciano y sus familiares no tenían ningún “padrino” a quien encomendarse. Podría escribir aquí páginas enteras de ejemplos por el mismo corte, hasta hacer colapsar este sitio web.
Sé que muchos lectores también podrían poner ejemplos de irresponsabilidad, mala atención, falta de recursos y diagnósticos errados que se producen en todas partes del mundo, solo que aquí se están convirtiendo en lo cotidiano, sin que tengamos la oportunidad de hacer el menor reclamo ni optar por “otro servicio” debido al carácter “igualitario” y centralizado del sistema. La verdad es que en Cuba ya no se puede estar seguro de recibir buena atención médica –salvo escasas y honrosas excepciones– si no se cuenta con la correspondiente “recomendación”. Casi siempre, de concurrir a consulta por los canales establecidos, los médicos se ven imposibilitados de hacer los exámenes que exige un diagnóstico exacto; otras veces logran diagnosticar, pero puede ocurrir que en las farmacias no cuenten con el medicamento correspondiente, o se expende solo en CUC, a precios prohibitivos para el bolsillo de un cubano común. Como resultado de tantos albures, muchos prefieren no acudir inútilmente al médico y tratan de “resolver” con cocimientos de la medicina tradicional y con oraciones, no siempre lo suficientemente eficaces, como se comprenderá. Tales son nuestras costosísimas gratuidades.
En la Cuba de hoy, el total deterioro del sistema se ensaña de la manera más escandalosa en hospitales, policlínicos, consultorios y farmacias. A la ya habitual insuficiencia de recursos ¬–que se atribuye siempre al omnipresente “bloqueo” – y a la eterna falta de medicamentos en las farmacias de moneda nacional, se añade la escasez de personal médico o la dudosa capacidad de algunos de los que todavía no están “de misión” o como “colaboradores” (que no es lo mismo) en algún barrio venezolano, en cualquier selva remota o en un valle perdido de los Andes. Los noticieros de TV y la prensa oficial abundan en ejemplos de los milagros médicos que operan los cubanos por otras tierras. Al parecer, cuando se trata de cubanos, cualquier lugar es bueno para ejercer la medicina y para encontrar solución a los males de la salud… Cualquier lugar, excepto Cuba. (A mi burro, a mi burro, ya no le duele nada. El médico le manda jarabe de manzana. ¡No me digas! ¡¿De manzana…?! ¡Ja, ja!)
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Foto: Orlando Luis
En mi infancia era muy popular una canción infantil que aludía a un burro enfermo para cuyos males siempre había alguna solución. “A mi burro, a mi burro, le duele la cabeza: El médico le manda una gorrita negra…”, cantábamos los niños a coro; y así seguía la tonadilla, dando salida en sus estrofas a cada malestar del cuadrúpedo que acababa completamente curado. Nunca pensé que llegaría el día en que envidiaría sincera y categóricamente a aquel burro, porque pese a las difíciles condiciones de supervivencia que impone la realidad cubana, todo se hace relativamente “llevadero” hasta que te ves precisado a asistir a una consulta médica. Ahí es donde comienza la verdadera agonía.
Recientemente mi madre tuvo que acudir al consultorio (médico de la familia) debido a un persistente malestar de la garganta. Allí, tras hacer la cola de rigor, un galeno tan anciano como ella o algo más, le orientó un exudado –que debía realizarse en el hospital de Emergencias– en busca de alguna posible bacteria. Precavido, el doctor le indicó tabletas de tetraciclina “para tomar después del exudado”. Es evidente que el médico conoce la realidad del sistema cubano de salud. El exudado no se pudo hacer porque en el laboratorio del hospital “no hay técnico” ni se sabe cuándo lo habrá; “ve a ver si te lo quieren hacer en el Calixto García”. No quisieron, o no pudieron. Resignada, y sin un diagnóstico, mi madre completó su “tratamiento” tomando los antibióticos: se descompuso del estómago y todavía presentó por varios días molestias en la garganta. (A mi burro, a mi burro, le duele la garganta: El médico le ha puesto una corbata blanca).
Pero el suyo es apenas un caso menor. Cuando aquí se visita alguna consulta médica se descubren casos que espeluznan. Una señora que conozco personalmente llegó a cierto hospital con sensación de adormecimiento en un brazo y mucho malestar general, dolor de cabeza incluido; sin más, le diagnosticaron infarto cerebral. Alarmadísimos, sus familiares acudieron entonces a otro hospital, esta vez a través de un amigo médico, amigo de otro médico con influencias, etc. Fue solo entonces que, tras los exámenes de rigor, obtuvieron el diagnóstico certero: la anciana estaba incubando una virosis, tenía deprimido el sistema inmunológico y –además– estaba haciendo rechazo a los antihistamínicos que le habían indicado para tratar su alergia, de ahí el adormecimiento de los miembros. Mejoró en pocos días.
Recientemente supe de un caso extremo. Se trataba de un hombre, también anciano, con cáncer de pulmón en fase terminal, a quien no le aplicaban oxígeno “para que no creara dependencia”. Falleció en pocos días; lo cual era inevitable, solo que pasó una agonía atroz. No estoy autorizada tampoco a citar esta fuente, pero se trata de un caso de la vida real, de mi propio municipio (Centro Habana). Este humildísimo anciano y sus familiares no tenían ningún “padrino” a quien encomendarse. Podría escribir aquí páginas enteras de ejemplos por el mismo corte, hasta hacer colapsar este sitio web.
Sé que muchos lectores también podrían poner ejemplos de irresponsabilidad, mala atención, falta de recursos y diagnósticos errados que se producen en todas partes del mundo, solo que aquí se están convirtiendo en lo cotidiano, sin que tengamos la oportunidad de hacer el menor reclamo ni optar por “otro servicio” debido al carácter “igualitario” y centralizado del sistema. La verdad es que en Cuba ya no se puede estar seguro de recibir buena atención médica –salvo escasas y honrosas excepciones– si no se cuenta con la correspondiente “recomendación”. Casi siempre, de concurrir a consulta por los canales establecidos, los médicos se ven imposibilitados de hacer los exámenes que exige un diagnóstico exacto; otras veces logran diagnosticar, pero puede ocurrir que en las farmacias no cuenten con el medicamento correspondiente, o se expende solo en CUC, a precios prohibitivos para el bolsillo de un cubano común. Como resultado de tantos albures, muchos prefieren no acudir inútilmente al médico y tratan de “resolver” con cocimientos de la medicina tradicional y con oraciones, no siempre lo suficientemente eficaces, como se comprenderá. Tales son nuestras costosísimas gratuidades.
En la Cuba de hoy, el total deterioro del sistema se ensaña de la manera más escandalosa en hospitales, policlínicos, consultorios y farmacias. A la ya habitual insuficiencia de recursos ¬–que se atribuye siempre al omnipresente “bloqueo” – y a la eterna falta de medicamentos en las farmacias de moneda nacional, se añade la escasez de personal médico o la dudosa capacidad de algunos de los que todavía no están “de misión” o como “colaboradores” (que no es lo mismo) en algún barrio venezolano, en cualquier selva remota o en un valle perdido de los Andes. Los noticieros de TV y la prensa oficial abundan en ejemplos de los milagros médicos que operan los cubanos por otras tierras. Al parecer, cuando se trata de cubanos, cualquier lugar es bueno para ejercer la medicina y para encontrar solución a los males de la salud… Cualquier lugar, excepto Cuba. (A mi burro, a mi burro, ya no le duele nada. El médico le manda jarabe de manzana. ¡No me digas! ¡¿De manzana…?! ¡Ja, ja!)
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Re: A mi burro, a mi burro… Mirian Celaya , sobre el deterioro de la "potencia medica"..
balcon cubano escrito @ Agosto 20th, 2010 at 16:50
Hace apenas unos días tuvimos en mi familia la perdida de mi único tío, un hombre saludable y relativamente joven. Acababa de llegar (hacia menos de un mes) de Venezuela (era colaborador) y cayo en una depresión, todavía no se sabe por qué.
Lo llevaron al medico y le recetaron un medicamento “milagroso”, que supuestamente acabaría con la depresión en un par de días. A los dos días mi tío empezó a delirar, y no estaba en si, al tercer día mi tío no se pudo levantar de la cama y lo llevaron al medico, en la ambulancia le dio “una cosa” y no llegó al hospital. Mi tío murió de una sobredosis de ese medicamento milagroso.
Lo peor de esta triste historia que parece una película, no acaba con la muerte de mi tío, sino que continuo con el entierro el mismo día porque no había formol para preparar su cuerpo, y mis abuelos no pudieron ofrecerle un ramo de flores porque el lugar donde hacen las coronas “estaba de inventario”… Increíble, verdad?
Todavia el medico que le receto este medicamento esta en la calle, y lo seguirá estando porque en el acta de defunción aparece “muerte natural por infarto en el miocardio”.
Hace apenas unos días tuvimos en mi familia la perdida de mi único tío, un hombre saludable y relativamente joven. Acababa de llegar (hacia menos de un mes) de Venezuela (era colaborador) y cayo en una depresión, todavía no se sabe por qué.
Lo llevaron al medico y le recetaron un medicamento “milagroso”, que supuestamente acabaría con la depresión en un par de días. A los dos días mi tío empezó a delirar, y no estaba en si, al tercer día mi tío no se pudo levantar de la cama y lo llevaron al medico, en la ambulancia le dio “una cosa” y no llegó al hospital. Mi tío murió de una sobredosis de ese medicamento milagroso.
Lo peor de esta triste historia que parece una película, no acaba con la muerte de mi tío, sino que continuo con el entierro el mismo día porque no había formol para preparar su cuerpo, y mis abuelos no pudieron ofrecerle un ramo de flores porque el lugar donde hacen las coronas “estaba de inventario”… Increíble, verdad?
Todavia el medico que le receto este medicamento esta en la calle, y lo seguirá estando porque en el acta de defunción aparece “muerte natural por infarto en el miocardio”.
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Re: A mi burro, a mi burro… Mirian Celaya , sobre el deterioro de la "potencia medica"..
Reyhavana escrito @ Agosto 20th, 2010 at 18:25
Mi padre fue a curarse de una herida en una pierna al hospital Nacional (hace ya unos años) y para levantarle la postilla de la herida lo anestesiaron. Nunca volvio en si, murio y lo peor es que el certificado de defuncion decia:” muerte por neumonia bacteriana.
Mi hermana se opero “del interior” en un hospital de Parraga y para hacer sus necesidades tenia que salir del hospital, cruzar la calle y pedirle permiso a una vecina para usar su baño . Despues de la operacion la placa indicaba que tenia “dos coagulos de sangre” y la enfermera le apretaba el vientre hasta hacerla sangrar.Le dieron el alta con ligera fiebre, llego a este pais con fiebre y cuando fue al ginecologo este le encontro que el hilo de sutura no era el indicado y se estaba pudriendo “en el interior” y que los dos coagulos eran nada mas y nada menos que sus ovarios, que nunca fueron removidos “del interior”
Mi padre fue a curarse de una herida en una pierna al hospital Nacional (hace ya unos años) y para levantarle la postilla de la herida lo anestesiaron. Nunca volvio en si, murio y lo peor es que el certificado de defuncion decia:” muerte por neumonia bacteriana.
Mi hermana se opero “del interior” en un hospital de Parraga y para hacer sus necesidades tenia que salir del hospital, cruzar la calle y pedirle permiso a una vecina para usar su baño . Despues de la operacion la placa indicaba que tenia “dos coagulos de sangre” y la enfermera le apretaba el vientre hasta hacerla sangrar.Le dieron el alta con ligera fiebre, llego a este pais con fiebre y cuando fue al ginecologo este le encontro que el hilo de sutura no era el indicado y se estaba pudriendo “en el interior” y que los dos coagulos eran nada mas y nada menos que sus ovarios, que nunca fueron removidos “del interior”
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Re: A mi burro, a mi burro… Mirian Celaya , sobre el deterioro de la "potencia medica"..
Rodolfo Monteblanco. escrito @ Agosto 20th, 2010 at 19:21
Hay dos elementos, dos últimos rcursos, dos clavos ardientes de los que intentan agarrarse aún los que ciegamente defienden la fracasada utopía cubana.
Son la educación y la salud.
Estas crónicas, desde la raíz propia del sistema son muy necesarias, porque son irrefutables. Y los elementos que aportan los participantes las enriquecen y nos muestran un panorma decadente donde la desidia y la total falta de derechos del ciudadano son las palabras de orden.
Nunca el deber de ese estado, que incluye educación y salud apropiadas, debió ser mercancía de canje para secuestrar esos derechos ni para convertir ovejunamente al cubano en ciudadano de segunda clase en su propio país. Justificar al estado totalitario con tales servicios, que no son mas que obligaciones, es criminal cuando de derechos se habla y sobre todo del mas sagrado: la libertad.
Hay dos elementos, dos últimos rcursos, dos clavos ardientes de los que intentan agarrarse aún los que ciegamente defienden la fracasada utopía cubana.
Son la educación y la salud.
Estas crónicas, desde la raíz propia del sistema son muy necesarias, porque son irrefutables. Y los elementos que aportan los participantes las enriquecen y nos muestran un panorma decadente donde la desidia y la total falta de derechos del ciudadano son las palabras de orden.
Nunca el deber de ese estado, que incluye educación y salud apropiadas, debió ser mercancía de canje para secuestrar esos derechos ni para convertir ovejunamente al cubano en ciudadano de segunda clase en su propio país. Justificar al estado totalitario con tales servicios, que no son mas que obligaciones, es criminal cuando de derechos se habla y sobre todo del mas sagrado: la libertad.
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